lunes, 29 de octubre de 2012

El Préstamo [Lydia]

Estamos en crisis, pero con un préstamo de última hora, podremos celebrar el banquete de nuestra boda.

"Vivan los novios"... se oye al unísono... Todo el mundo nos rodea y aplaude mientras David y yo comenzamos a marcar el vals que abre nuestro baile... ¡Por fin casados!
Me siento muy dichosa. Estoy convencida: Compartir mi vida con David es lo mejor que me ha podido pasar y sé que a partir de ahora voy a ser muy feliz... es buenísimo conmigo, además, con él, por fin, he encontrado el equilibrio, cierta estabilidad emocional que realmente necesitaba. Me trata con exquisita dulzura, con enorme cariño y admiración... la que siempre me tuvo, desde que éramos niños... Hoy, por casualidades del destino y casi treinta años después le he dicho emocionada el "sí, quiero".
Lamentablemente todo se nos ha complicado en los últimos meses, pues en poco tiempo ambos hemos perdido nuestros respectivos trabajos.  A punto hemos estado de suspender la boda en varias ocasiones, a pesar de tener todo apalabrado desde hace tiempo. Al final, David me confirmó que había conseguido un préstamo de última hora, algo que nos ha permitido poder celebrar nuestro enlace en la fecha pactada.
David me observa mientras danzamos en el centro del corro y a duras penas intentamos no pisarnos... Ambos somos, desde siempre, patosos en el baile...
- "Te quiero" - me dice una vez más, dándome un suave beso en los labios mientras nuestros invitados nos vitorean.
- Y yo - le contesto dichosa.
- ¿Eres feliz?
- Mucho, aunque estoy agobiada por lo que nos va a costar esto... y no me has dicho todavía cómo has conseguido el dinero para el banquete...
David me besa en la frente y me sonríe tiernamente.
- Hoy nos olvidamos de la pasta, ¿vale? - me dice animándome.
Observo a todos: Mis padres, los suyos, mi familia, los amigos... toda los invitados que nos rodean. Me siento alegre de verme entre toda la gente que quiero, hasta que... mi mirada se cruza con él... ¡Pedro!, mi ex marido.
- ¿Por qué le has invitado? - le pregunto a David, borrando mi sonrisa de inmediato,  mirándole inquisitiva.
- Invitado ¿A quién? - dice girando su vista hacia todos lados.
- A él. – señalo con un movimiento de cabeza.
Siguiendo mi mirada... guarda silencio y alzando nuestras manos, saluda a Pedro, que al fondo de aquel comedor, nos devuelve  el saludo levantando su copa.
Pedro y yo estuvimos casados tres largos años. Precisamente fue David, mi ahora recién estrenado marido, quién nos presentó tiempo atrás. Al principio todo fue sobre ruedas, pero las cosas con Pedro se complicaron bastante, por no decir completamente. Chocábamos en todo y lo que parecía plantearse felizmente en un principio acabó bastante peor de lo que ambos hubiéramos querido... Nuestras broncas diarias también fueron en aumento, hasta que nos dimos cuenta que éramos totalmente incompatibles, con gustos diferentes, con caracteres distintos... Solo hubo una cosa que nos mantenía unidos a ambos y era el sexo. Solo en esos momentos dejábamos de discutir, de pelearnos, de ser almas diferentes. En eso parecíamos estar hechos el uno para el otro, pero en cuanto habíamos terminado con una de nuestras “sesiones”, todo volvía a ser como antes, una auténtica guerra.
David  me ayudó mucho a superar esos momentos difíciles durante la relación con Pedro y los posteriores con la separación. La verdad, no sé qué hubiera hecho sin él... y casualidad o no, el destino quiso que hoy estuviéramos casados.
Ahora, al ver a Pedro de nuevo, todo se me revuelve por dentro como meses atrás, cuando casi había conseguido olvidarle... algo francamente complicado. Sé que las intenciones de David son más que bien intencionadas, queriendo romper todas las lanzas y tensiones, hacer borrón y cuenta nueva para recuperar una amistad con Pedro que definitivamente perdimos, incluida la que me unió a él en matrimonio. Yo no quiero separarles a ellos como amigos, pero a mí, francamente, me cuesta mucho hacer como si nada hubiera pasado.  Ese hombre me marcó demasiado en todos los sentidos y su presencia, me mantiene tensa... no es la persona que más deseo tener presente el día de mi boda.
- Dime David... ¿por qué le has invitado? - insisto irritada.
- Porque es nuestro amigo... porque... ¡qué más da!
- David, por favor...
Entiendo que Pedro ha sido el mejor amigo de David y entiendo que él haya interpretado que lo nuestro pueda ser agua pasada, sin embargo me siento mal, no entiendo como no se ha planteado tan siquiera consultarme algo como esto.
- ¿Me lo vas a contar o qué? - le pregunto de nuevo apretando su mano y cada vez más nerviosa.
- Verás cariño... le he invitado, porque él ha pagado el banquete. – me dice con una sonrisa forzada.
En ese momento no logro asimilar del todo lo que me acaba de contestar, creo que si me pinchan, no sangro, es lo último que me esperaba oírle como respuesta.
- Si es una broma, David, no tiene ni puñetera gracia. - le afirmo.
- No es broma, cariño, él es nuestro amigo de siempre, le dije que estábamos pasando un momento jodido y se prestó a ayudarnos... sabes que está forrado.
- ¡Pero por Dios, David!
- Es un préstamo, cariño... se lo devolveremos... no te alteres, por favor... - me contesta besándome nuevamente en la frente.
El vals termina y a continuación suena otra canción, que la orquesta anima con un tema movidito. Todo el mundo se lanza a la pista y entre las cabezas de todos no puedo desviar la mirada de Pedro al otro lado del salón de banquetes.
David ha salido a bailar y yo me quedo sentada un rato, intentando asimilar tantas emociones juntas. Le observo tan feliz, tan radiante, que quiero olvidar cualquier tipo de problema... incluso estoy haciendo acopio de fuerzas por olvidarme por completo que nuestras vidas de casados comenzarán nada menos que en la cola del paro, sin embargo, somos felices, nos queremos y sabemos que en saldremos de esta, pero si empezaba a olvidarme de nuestros problemas económicos, ahora la presencia de Pedro, ha vuelto a dejarme preocupada. ¿Tan mal estamos como para haber recurrido a él?
Termina la canción y comienza  a sonar otra, esta vez una lenta, cuando de repente veo a Pedro de pie a mi lado, estirando su mano e invitándome a bailar el tema. Mi primera negativa no le echa para atrás y gira su cabeza, acercándola a mi oído.
-    ¿Un bailecito por los viejos tiempos? - me susurra.
Cuando apenas intento pronunciar un "no, Pedro... por favor", él ya ha tirado de mí y agarrando mi cintura me ha llevado casi en volandas hasta la pista de baile. Su fuerza y altura le han permitido fácilmente que me deje llevar, además, no quiero ser grosera, menos el día en el que yo soy el objetivo de todas las miradas, pero cuando quiero darme cuenta estoy en la pista agarrada a mi ex-marido.
El cuerpo de Pedro se ha pegado al mío y aun sigo con los ojos a David, suplicándole que me rescate, preguntándole con la mirada "¿por qué me haces esto?". Es la voz de Pedro, la que me vuelve a la realidad y me hace recordar ese sonido, esa voz grave que tanto me hechizaba.
-     Hola nena.
Sostiene mi mano firmemente y mi cintura con su otra mano mientras nos adentramos entre el resto de invitados. Siempre supo llevarme hasta el punto de saberme manejar como una virtuosa bailarina que definitivamente no soy, pero a su lado, resulta tan fácil... Se arrima más a mí, me mira fijamente a los ojos de esa forma con la que me ha transmitido miles de sensaciones años atrás.
- ¡Qué guapa estás! - dice susurrando con sus labios apoyados literalmente en mi cuello.
No contesto, apenas puedo pronunciar palabra. Es ya más de un año sin verle y ahora me tiene abrazada en ese baile lento... el baile de mi boda...
- Pedro, David me ha contado lo del préstamo... pero...
No me deja terminar la frase. Apoya su dedo índice entre mis labios impidiendo que termine mi frase, siento el calor de su dedo y mi mente me lleva al recuerdo de cuando jugábamos a comernos, cuando yo me deleitaba lamiendo esos maravillosos dedos...
- La novia más guapa del mundo - me repite como un ronroneo mientras percibo sus tibios labios rozando mi cuello.
- Pedro, te lo devolveremos muy pronto. - le corto, intentando no ser arisca, pero siendo lo suficientemente clara, para que entienda que esto es circunstancial, que pronto se va a arreglar y que quiero borrarle de mi vida para siempre.
- No hay prisa, sabes que no tengo problemas por eso... - contesta con esa sonrisa cínica y cargada de aires de superioridad.
- Te prometo que te lo devolveré. Hemos sacado pasta de los invitados y seguramente consiga un empleo muy pronto... - insisto para que entienda lo poco que me gusta que haya sido él nuestro improvisado patrocinador.
- Sois mis amigos, nena... y entre amigos nos hacemos favores.
Vuelvo a recordar los momentos tan bonitos que viví junto a él, cuando yo estaba tan enamorada, tan enganchada... y me dolía pensar que David, mi otro amor, el que siempre guardó silencio en sus sentimientos y lo mucho que me ayudó para conseguir a Pedro y tanto o más para olvidarle.
- ¿Por qué has venido? - le pregunto a Pedro cortante, separando mi cara y mirándole a los ojos.
- Porque quería verte, así, radiante, preciosa y no imaginaba que lo estuvieras tanto... vestida de blanco. ¡Impresionante!
Su mano se aferra a mi cintura por detrás y hace que nuestros cuerpos se vuelvan a unir.
- Pedro, por favor. - imploro.
Sus manos suben por mi cintura mientras que su pelvis intenta pegarse más y más a la mía.
- Vaya suertudo David... menudo regalazo que se lleva...  lo que daría yo por quitarle el papelito a este bombón. - dice con esa sorna que me resulta desagradable.
Sin embargo, al decir eso, con su boca tan cercana, provoca inevitablemente que un cosquilleo me invada por completo. Intento no mirar sus labios, porque sé que si lo hago, mi mente me jugará una mala pasada y  caeré en su juego. Si ya le dije a David que no me sirviera otra copa de cava tras los postres...
- Muñequita, cuanto te he echado de menos… – sigue susurrándome - Aun recuerdo este olor tuyo. Y cuantas veces he soñado este cuerpazo, solo de pensarlo me estoy poniendo muy burro.
Su bulto contra mi abdomen confirma que no miente. No puedo evitar que lleguen a mi mente las imágenes de  ¡su grandioso y perfecto miembro! Intento por todos los medios pensar en otra cosa, pero no puedo. Esa imagen viene a mí sin cesar. Tengo que odiarle, tengo que empujarle y separarle de mí.
- ¿Que llevas debajo del vestido, princesa? - me pregunta de pronto arrimándome a él con un impulso.
- Pedro, calla ya... por favor, te lo suplico. - imploro intentando que esa canción acabe cuanto antes.
- Vamos mujer, ¿todavía estás enfadada conmigo?, venga, pelillos a la mar. Dime, ¿cómo es tu ropa interior? Solo eso.
- Pedro, vale ya, de verdad. - le digo apretando su mano y entonando mi voz enfadada.
No sé si ceder a sus juegos es la mejor manera de salir del embrollo, pero el baile parece ser eterno y ya no sé como librarme de su acoso. En uno de los giros mis ojos se encuentran con los de David. Me sonríe y me lanza un beso. Sé que quiere quitar hierro a esta relación, pero no se da cuenta de que es imposible, que todo es un eterno lío, del que quiero huir a toda costa.
- Vamos, niña, ¿No puedes contestar mi pregunta? Si seguramente no me vas a volver a ver, ¿Qué trabajo te cuesta?, ¿Qué llevas debajo, preciosa?, anda.
- Pedro... eres un cabrón.... pues un sujetador y unas braguitas. - contesto seca.
- Vamos,  jajaja, me lo imagino. Sé más explícita, mujer, como cuando me esperabas en casa y me decías por teléfono como estabas vestida... o casi desnuda.
Otra vez los recuerdos llegan a mi mente y aquellos momentos en los que jugábamos por teléfono, excitándonos mutuamente. Nos encantaba hacer esas travesuras al teléfono, calentarnos tan solo con palabras, pero cuando nos reencontrábamos aquello había conseguido llevarnos al máximo nivel de fogosidad y terminábamos follando como locos.
- Llevo un tanga blanco, un sujetador blanco también y medias con un liguero. - Al decirlo así, vuelvo a sentirme como entonces y también siento la transformación de mi cuerpo como un año atrás.
- Mmmm, suena bien princesa... muy bien. Me lo estoy imaginando y se me pone más dura. Estoy viendo ya ese tanga ajustándose sobre tus ingles y metiéndose con descaro entre tus preciosas nalgas.
- Pedro, por favor, déjalo ya. - mis manos y mis pensamientos empujan a Pedro, intentando en vano alejarlo de mí.
- Siempre me lo has contado y nos hemos divertido con estos juegos... - me dice riendo.
- Pedro ya no soy tu mujer... ahora estoy casada con David, no sé si te has dado cuenta.
- Jajajaja... - otra vez su risa me desconcierta. - Bueno y  ¿Y cómo llevas el coño? - dice de pronto.
- ¡Pedro! - lo digo casi gritando y miro a mi alrededor por si alguno de los invitados me han podido oír, sin embargo percibo que siguen a lo suyo tranquilamente.
- Vamos nena, supongo que lo llevarás recortadito, como siempre, con ese chochito precioso que tienes y que me vuelve completamente loco.
Esas palabras siempre habían conseguido provocarme y ahora, a pesar de querer concentrarme en cualquier cosa, no puedo evitar que vuelva a pasarme, me está calentando con su forma de hablar y por mucho que le mire o le haga gestos para que se calle, él continúa con su perversidad de siempre, ese juego canalla que me desarma.
- Me vuelve loco tu coño, princesa, - continúa con su juego - lo sabes de sobra y además que sabe delicioso... mmm, aun guardo su sabor en mi boca. La cosa más rica que he probado nunca. ¿Te acuerdas cuando te lo comía y mi lengua te hacía ver las estrellas?
- ¡Por Dios, cállate ya!- es un ruego, al que mi cuerpo parece no acompañar, me estoy excitando por momentos. Intento pensar en David, eso me aísla de una realidad que me tiene aturdida.
- Vamos mujer, solo estoy recordando aquellos tiempos, no te enfades. Pero es difícil de olvidar ese lindo coño, con esos pliegues, tan blanditos, la estrechez cuando metía un dedo y los músculos se aferraban a él, cuando mi lengua jugaba con ese clítoris que con el roce te hacía casi gritar, ¿te acuerdas?

Es imposible no acodarse ni que esa película se meta en mi cerebro y llegue a torturarme, como lo ha hecho durante todo este tiempo. Ahora que casi lo estaba empezando a olvidar, ahora que apenas había dejado de masturbarme pensando en esos momentos, Pedro está aquí, el día de mi boda, abrazándome, pegándose a mi cuerpo y susurrándome esas cosas que me hacen perder el equilibrio. Él lo sabe, por eso me sujeta, pues sabe que con todo ello, me deshago.
- ¿Cómo te lo come David?.. Dime, preciosa ¿mejor que yo?... seguro que no.
- Ya vale. - Lo digo mirándole fijamente a los ojos intentando ponerme seria. Pero sus ojos son los de la pasión, lo mismo que sus palabras, pero no consigo hacerle callar.
- Vamos, nena, dímelo, al menos ya que él lo disfruta, déjame a mí la duda de saber si lo hace mejor que yo.
- No lo hace... ¿vale? - Contesto seca.
Al decirlo, me doy cuenta de lo estúpida que soy e inevitablemente me pongo roja como un tomate. ¿Por qué no le he mentido y le he dicho que lo hace de maravilla mejor incluso que él?
- A ver, a ver... ¿me estás diciendo que tu nuevo maridito no ha probado esa delicia de coño  que tienes? No puede ser. ¿En serio nunca te lo ha comido?
No contesto, me limito a mirar al suelo, avergonzada y maldiciéndome por haber confesado la verdad. Pedro me observa sonriente, casi diría… triunfante. Me tiene a sus pies, sabe que no le puedo mentir, me conoce demasiado y cualquiera de mis gestos me delata.
- Entonces, ¿Hace más de un año que no te comen ese manjar? – me pregunta.
Vuelvo a silenciar la evidencia, intentando ocultar mi cara. Al hacerlo David me sigue observando, noto que lo hace con tanta admiración que me hace sentirme peor. ¿Por qué me pasa esto?, ¿Qué puedo hacer? Le voy a pegar un bofetón a Pedro aunque sea lo más escandaloso de mi boda. Necesito que se dé cuenta que esto es una locura, que ya nada es como antes.
La suerte, ahora de mi lado, quiere que la música cese, lo que me permite separarme por fin de los brazos de Pedro, aunque al hacerlo me sienta rara, como vacía e inevitablemente cachonda.
- Pedro... Te devolveremos el dinero muy pronto - le digo para cerciorarme que esa será la última vez que habrá podido abrazarme, tenerme cerca, jugar conmigo...
Una de las invitadas se acerca a felicitarme y al besarme me doy cuenta que mis carrillos arden, además del temblor de mis piernas y un extraño estremecimiento por todo mi cuerpo. Tengo que sentarme en una silla para no caerme.
En ese momento David se acerca a mí.
- Hola cariño, ¿qué tal todo? - me pregunta.
- Bien... - intento contestar con cierta credibilidad - ¿Por qué dejaste que él pagara nuestra boda? - le digo enfadada por no haberme consultado previamente, pero enfadada conmigo misma por dejarme llevar por una persona a la que tenía que estar odiando.
En el fondo me encuentro fatal. Todo ha sucedido tan deprisa y tan alocadamente que ahora no sé ni lo que pienso. Lo único que sé, es que mi cuerpo no reacciona a lo racional, porque me encuentro excitada, noto mi sexo palpitar desde que me he separado del baile apretado con Pedro. Sentir su bulto pegado a mí, volver a oír su voz y escuchar esas palabras que me aturden ha sido demasiado para mí.
La ocasión se presenta cuando una de mis primas me dice que va al baño y me decido a acompañarla. La verdad es que necesito refrescar todo el calor que me invade, aunque no estoy muy segura si voy a conseguirlo.
Por el pasillo veo venir a Pedro de frente, acercándose a nosotras y vuelvo a sentir ese nerviosismo y ese deseo aumentado. Al pasar a nuestro lazo roza con el dorso de su mano ligeramente la mía y me sonríe mientras pasa su lengua por sus labios, haciéndome recordar con ese gesto otros momentos en el que esa lengua estaba en “otros labios”.
Justamente al entrar en el baño, suena el bip de mi móvil. Acabo de recibir un mensaje. Lo saco de mi pequeño bolso y me dispongo a leerlo pensando que es otra de las muchas felicitaciones de esa noche.
Mi prima se mete en uno de los cubículos del baño y yo hago lo mismo en el siguiente, dispuesta a leer el mensaje. No puede ser... ¡Es de Pedro!
Siento como todo el calor vuelve a apoderarse de mi cuerpo. Abro el mensaje:
“Nena, como me has puesto.: Te propongo un trato: Me dejas pagarte este banquete y te olvidas del préstamo si me dejas comerte ese delicioso coño por última vez”
Cierro los ojos y busco la manera de autocontrolarme, no estoy sobria del todo, pero estoy segura que todo esto es una locura. Le contesto con una sola palabra:
“¡Cerdo!”
Como imaginaba, Pedro no va a rendirse y me vuelve a mandar otro mensaje:
“Dentro de 10 minutos en la despensa que hay detrás de las cocinas. No te apures solo yo tengo la llave. Te espero, preciosa, vas a volver a ver las estrellas. Te lo prometo”
Me dirijo al lavabo, mojo mi nuca y me miro al espejo, diciéndome a mi misma que no cometa ninguna locura, que no me deje embaucar, que con él se acabó, que estoy recién casada ¡con David...!
En ese preciso instante en el que mi prima me comenta:
- Oye, has bebido demasiado...estás colorada.
Sonrío mirándola a través del espejo  queriendo afirmar esa apariencia, aunque mi sofoco no viene solo por el exceso de alcohol, precisamente.
Al llegar de nuevo al salón, ver a mis invitados y a David que me sonríe al fondo, me hace sentirme mucho mejor e intento olvidar todo lo sucedido con todas mis fuerzas. Sin duda que esto ha sido demasiado extraño, pero mi postura debe ser inteligente y sensata. Por eso es necesario que el préstamo para pagar el restaurante no condicione ningún tipo de vínculo con Pedro, quiero olvidarlo todo.
Mi mente no atiende a razones y no puedo evitar recordar aquellas sesiones de sexo que hacíamos a diario, proporcionándonos tanto placer mutuo, infinitas sensaciones en unos momentos vividos que no he vuelto a tener jamás. Yo comprendo que todo pasará con el tiempo, que David me adora y yo también le quiero, pero creo que no voy a encontrar a ningún otro amante como Pedro. Supongo que tendré que vivir siempre con esa idea torturándome, pero nadie sabrá hacerme el amor y vivir tantas pasiones como las que viví con él. Y nadie mejor que él saboreará mi sexo, haciéndome disfrutar tantas veces, algo que nunca intentó David y que ni siquiera me atreví a proponerle. Tampoco me pidió nunca que le hiciera sexo oral a él. Alguna vez hice ademán de acercarme a su sexo con mi boca y él levantaba mi cabeza, algo que confirmaba que el sexo oral no le atrae. Y seguramente acabaría por olvidárseme a mi también... eso creía. Pero el sexo con Pedro era bien diferente... conseguía que sacara de adentro toda mi lascivia y me hacía convertirme en una adicta al sexo, especialmente al suyo. Algo que parecía renacer hoy, tras el baile y sus juegos.
Han pasado los diez minutos y sé a ciencia cierta que Pedro me está esperando en el almacén, seguramente sediento de mi cuerpo, de mis pechos, de mi sexo, de todo mi cuerpo... con tanto deseo como yo sentí siempre por el suyo.
Decido no hacer nada e intentando borrar de mi mente tan torturadores pensamientos, me siento junto a mi marido y agarrándome a su brazo, escucho atenta su conversación con unos invitados que acudieron a felicitarle. David me besa en la mejilla con su ternura de siempre y me siento muy feliz de tenerle a mi lado... de ser por fin su nueva esposa.
En ese momento mi móvil vibra sobre la mesa y hace la señal de haberme llegado un nuevo mensaje. Lo tomo en mi mano, antes de que David pueda ver lo que hay en él.
“Nena, estoy impaciente, no tardes en llegar. Recuerda que ganarás el doble, por un lado cancelarás el crédito y por otro volverás a sentir lo que es una lengua virtuosa en tu coño. ¿O acaso se te ha olvidado?”
Un cosquilleo llega a mi entrepierna al leer ese mensaje y recordar nuevamente aquellas sesiones.
- Voy un momento al baño - le digo a David sonriendo forzadamente.
- ¿Otra vez? ¿Te encuentras bien?
- Sí, si...
- Te acompaño. - me contesta.
- No, no te preocupes, voy con mi prima Rocío, tranquilo.
Llego al pasillo y en lugar de meterme en los servicios voy derecha hasta el punto de reunión con Pedro, pero con la decidida intención, no de que me coma el coño, como él insiste, sino de cantarle las cuarenta y que deje de molestarme de una vez por todas. Volveré a prometerle que el préstamo será por muy corto espacio de tiempo. Es necesario recordarle también, que deje de tratarme así, que ya no le pertenezco, que lo nuestro ha terminado y que acabo de casarme con su mejor amigo. Estoy agradecida porque nos haya ayudado, claro que sí, pero voy a decirle firmemente que le pagaré la deuda, euro a euro y cuanto antes. Que se olvide de tener un roce más conmigo, lo nuestro terminó hace tiempo. Y si insiste, le amenazaré con contárselo a David.
Al abrir la puerta del almacén no puedo creer lo que ven mis ojos. Pedro, apoyado ligeramente contra la pared está completamente desnudo. Su inolvidable cuerpo está ahora frente a mí, mostrando cada una de sus curvas, de sus músculos, los pliegues que conducen a ese miembro erecto que parece estar mirándome. Pedro me sonríe invitándome a pecar con esa mirada con la que sabe que no me puedo resistir. Sus abdominales marcados, su pecho depilado, su piel morena me vuelven a trasladar a cuando estábamos juntos. He olvidado todo lo que le tenía que decir, porque ahora solo puedo quedarme admirándole, deseándole como entonces. Se está acariciando esa enorme verga, jugando conmigo, incitándome, excitándome, dominándome....
- Ven aquí preciosa.  Mira como me tienes...- Me invita a acercarme estirando su otra mano.
Tengo que decirle que no, tengo que decirle que no, eso es lo que mi cerebro martillea una y otra vez, pensando que es un maldito cabrón, que ya no somos nada, pero cuando mis dedos rozan los suyos mi cuerpo no responde a mis órdenes... sino a las de él.
Me abraza de nuevo, puedo notar su calor, creo que no voy a poder resistirme, por eso algo de dentro de mí me empuja a separarme pero casi sin fuerza.
- Pedro... - le digo.
- Schhsss... calla putita mía. Ahora no digas nada. Solo vamos a recordar viejos tiempos.
- No puede ser, Pedro... - le digo medio llorando, intentando luchar contra todos los demonios que me rodean, sé que no debo hacerlo, pero no puedo, algo me impide ser lógica.
- Ven aquí nena, déjame ver esas tetas.
No sé cómo pero sus manos a mi espalda han bajado velozmente la cremallera de mi vestido y este baja hasta mi cintura de inmediato. El contorno de mi sujetador blanco está siendo perfilado por sus dedos y su mirada clavada en la mía... con esos ojos que me fascinan, que no me dejan actuar con sentido común.
- Vaya, que preciosidad, las recordaba así, pero verlas al natural es aun más alucinante. - añade con su cara llena de lujuria observando mis tetas aprisionadas bajo el sostén blanco.
De nuevo su mano se acerca a mi espalda y con la habilidad de siempre suelta el primer corchete de mi sujetador. Apenas me puedo mantener en pie, mucho menos poder actuar de otra manera, mis manos apoyadas sobre su vientre pueden palpar sus abdominales marcados... Dios que bueno está, cómo regresan a mi mente los recuerdos de su cuerpo desnudo y yo entregándome de lleno a él. Su polla está repleta de energía, la veo tambalearse, como lo hacía entonces.
Mi sujetador sin tirantes no tarda en caer al suelo, en el preciso instante que Pedro ha conseguido soltar el último corchete. Mis tetas al desnudo están ahora ante su mirada.
- ¡Dios nena... qué maravilla!
Sus manos se apoderan de mis pechos y son amasados con esa devoción y esa fuerza de siempre, jugueteando con sus palmas sobre los costados, pellizcando mis pezones con sus dedos. Su boca rápidamente se acerca a la mía, sé que aun tengo fuerzas, sé que aun puedo parar todo esto, sé que es una locura... le tengo que decir que pare.
- Pedr...
Sus labios se han posado sobre los míos... esos dulces labios, calientes, grandes y ardientes que abarcan los míos y los aspiran, los chupan, los besan, mientras sus manos siguen sobando mis tetas sin cesar. Me abrazo con fuerza a él y noto su poderosa espalda que acaricio como antaño, notando su piel entre mis dedos. Mis pechos están ahora pegados a su abdomen noto la dureza de sus músculos y también la de su verga sobre mi vientre. Pedro es muy alto, pero no impide que su boca alcance la mía ladeando su cabeza, mientras yo me mantengo de estirada con mis sandalias de tacón. Sus poderosos brazos abarcan mi espalda, rozan mi culito. Nuestras lenguas se cruzan entre beso y beso, se introducen en nuestras bocas, juegan revueltas fuera de ellas, nuestras salivas se intercambian, nuestros jadeos se revelan con la pasión que nos invade. Volvemos a ser los animales que éramos.
Pedro termina de bajar la cremallera hasta que mi vestido acaba irremediablemente en el suelo de aquel almacén, rodeando mis pies. Con esas enormes manos me separa unos centímetros de él para poder admirarme al completo.
- ¡Que buena estás, joder!
Su lengua va a avanzando entre mis pechos, alcanzando uno de mis pezones, mientras intento buscar la manera de decirle que se detenga, que no puede ser, que le pagaré y que no quiero su sucio trato, que he venido a recordárselo, pero cuando sus manos se agarran firmemente a mi tanga y lentamente lo bajan por mis muslos, entonces ya no puedo decir nada, solo regresar a aquellos instantes en los que tanto disfruté con él.
- Tal como imaginaba... el coño precioso y dispuesto a ser devorado. - me dice relamiéndose.
- Pedro, esto no puede ser... no me hagas esto. – Le suplico.
Sabe que esas súplicas son en vano y no le convencen a él... menos a mí, que no puedo remediar esperar ansiosa a que esa lengua entre en contacto, de una maldita vez, con mi sexo.
Me coge en volandas y me sienta sobre una mesa del almacén, dejando mis piernas abiertas y mi sexo totalmente expuesto. Mis únicas prendas son mi liguero, mis medias y mis sandalias.
- ¡Dios, como hueles! - me dice acercando su nariz a la parte alta de mi pubis y bajando despacio, hasta entrar en contacto con los pliegues de mis dilatados labios.
Es increíble, estoy tumbada sobre una mesa, totalmente desnuda, con mi ex-marido despelotado y lamiendo mis ingles con aquel arte insuperable... nadie desde entonces, desde hace más de un año, ha conseguido rozar con su lengua mi dilatado clítoris, es ahora Pedro, quien lo va a hacer y ya no puedo negar nada, estoy totalmente entregada, a pesar de que se que me voy a arrepentir un millón de veces, que esto, será más traumático, pero ese demonio que llevo dentro no responde a mi mente.
Su lengua sigue hurgando en cada uno de los milímetros de mi húmeda rajita. Veo literalmente las estrellas y no quiero que eso acabe, a pesar de mis negativas, quiero seguir así, sintiendo la lengua de Pedro, haciéndome ese regalo divino de sus lamidas, mientras sus manos masajean mis pechos.
Me mira desde allá abajo y me sonríe, porque sabe que estoy sometida, totalmente entregada. Cuando muerde mis labios, cuando su lengua se apodera de mi clítoris, cuando sus dedos pellizcan mis pezones y cuando su mirada penetra en la mía, es entonces cuando llego a un orgasmo prolongadísimo, cargando en mi interior un montón de sensaciones que casi había olvidado. En ese momento no quiero comparar nada, pero sí considerar que es uno de los momentos que hacía muchísimo tiempo no había vivido. Quiero gritar y salen gemidos e hipidos de mi garganta, mientras mi mano acaricia el pelo de Pedro que sonríe entre mis piernas victorioso.
- ¡Joder nena, que delicia, qué coño más exquisito! - declara sonriente.
Pedro se pone en pie y con su enorme daga en la mano se acaricia suavemente para decirme:
- Tu turno.
Me asusto, porque vuelvo a recordar que no había venido a esto, que no teníamos que haber llegado a tanto, que David, es mi marido, que nos hemos casado hoy... Me pongo en pie y le digo empujándole.
- Pedro, ese no es el acuerdo. - le digo intentado buscar mis braguitas perdidas en algún lugar recóndito de ese almacén.
- Nena, no puedes dejarme así - me dice señalando su empalmada verga.
- No quedamos en eso, Pedro.
Él no contesta, sabe que no hace falta, es conocedor de todas mis debilidades y que cuando se abrace con su cuerpo desnudo al mío, no voy a resistirme, aunque quiera, porque en el fondo lo estoy deseando. Lo hace, acercándose y siento su desnudez pegada a la mía, algo que me mata, algo que me vuelve loca.
- Te la chupo y ya. - digo sintiéndome más puta que nunca, al soltar esa frase.
Vuelve a guardar silencio, porque con su mirada ha ordenado que me arrodille frente a ese enorme miembro, para volver a degustarlo como entonces. Hacía mucho tiempo que no tenía una polla en la boca y ese es el momento en el que no tardo en abarcarla entre mis labios, en devorarla como una posesa. Vuelvo a sentir el relieve de sus venas, la dureza de esa daga que se adentra en mi boca, que roza mi paladar y siento como crece cada vez más. Acaricio sus huevos, saco toda la carne de mi boca, para dibujar con mi lengua sus pliegues, su frenillo, ese glande vigoroso y duro, para volver a engullirla con total entrega.
- ¡Joder como la chupas, nena! - dice suspirando y acariciando mi cabello.
Sé que si sigo así, no tardará en correrse, porque también sabe que mis mamadas fueron ganando técnica en cada una de nuestras sesiones de placer y desenfreno y aunque casi he perdido la práctica, no se me olvida hacerlo con ese arte que le vuelve loco, conocedora de cada uno de sus puntos débiles. Como él también lo sabe, no quiere acabar en mi boca, sino que quiere follarme, no hace falta que lo diga, porque sus movimientos son claros y concisos. Se sienta en una de las banquetas que hay en ese almacén y con un gesto me invita a subirme sobre él.
- Ven. - me ordena.
- No Pedro. No podemos follar. Me acabo de casar con tu amigo... con David.
- Ven aquí. - insiste agarrándome por las caderas y acariciándome el culo. Mi perdición.
- No podemos...
Abre mis piernas y me obliga a subirme sobre sus muslos. Quedamos con nuestros cuerpos unidos, esta vez sentada a horcajadas sobre él. Me acaricia las tetas  y me besa... ¡Dios! ¡Cómo lo hace! Esa lengua se apodera de la mía, con tanta habilidad, que no me doy ni cuenta que mientras me soba una teta, con la otra mano ha orientado su polla hasta ponerla en las puertas de mi rajita. Lentamente me empuja hacia arriba y después deja caer el peso de mi cuerpo sobre su glande que abriéndose paso en mi húmedo coño recibe el resto de su largura hasta que estoy totalmente insertada, clavada en esa polla hasta lo más hondo. Suspiramos y veo su cara sonriente seguramente al ver la mía descompuesta. Sus manos se aferran a mi cintura, me empuja suavemente hacia arriba y luego me deja caer de nuevo. Me penetra hasta el fondo, incesantemente, una y otra vez. Dirijo mi mirada hacia abajo y veo como desaparece toda su longitud en mi interior, como tiempo atrás, para volver a salir lentamente, haciéndome gozar en cada embestida. Está follándome, sí, Pedro, mi odioso ex-marido, al que prometí olvidar, el que no aprendió a darme todo el amor que David me regala en cada instante, el que no quiso entenderme, que no supo respetarme, estaba ahora follándome y yo entregada a ese sexo salvaje, prohibido y lascivo.
He vuelto a tener un segundo orgasmo cuando percibo que él también está a punto. Quiero salirme de él, pero lo impide agarrándome de los hombros y empujándome hacia abajo y tras esa tensión continua puedo percibir como inunda mis entrañas con una anhelada corrida. Uno tras otro, noto los chorros de su semen chocando en mi interior.
- ¡Hijo de puta! - le digo, sin poder evitar que sentir su corrida dentro vuelva a hacerme sentirme aun más cachonda, a volver a ser esa putita que yo era para él. Y así me siento más puta todavía al estar engañando a mi marido... ¡el día de mi boda!
Cuando he conseguido levantarme, busco con urgencia mi ropa para no tardar más tiempo en reunirme con David, no quiero que piense... ¡Dios! ¿Cómo he podido hacerle esto?, yo no quería que esto fuera así, no quería llegar a esto... sigo pensando y culpándome buscando mis braguitas por el suelo.
- Bueno, nena, no ha estado mal ¿eh? - dice burlándose el muy canalla.
- Pedro, esto no tenía que haber pasado... - le contesto arrepentida y a punto de llorar.
Él ya está vestido y se dispone a abandonar el almacén, dejándome tirada, como ha hecho siempre.
No encuentro mi tanga y lo dejo por imposible, vuelvo a encontrarme con David, a quien se le ve intranquilo buscándome. No sé si habrá notado mi cara descompuesta, mi pelo revuelto, mis carrillos ardiendo…
- Cariño, ¿te encuentras bien? – me pregunta.
- Sí, si, estoy bien David, solo un poco bebida.
En ese momento suena mi móvil con un nuevo mensaje... Otra vez es Pedro que me dice:
“El primer plazo del préstamo ha estado genial nena. Te llamaré para el segundo”
Apago el móvil con la intención de apagar un episodio de mi vida, de olvidar esta locura en la que se ha convertido el día de mi boda... de la presencia de mi ex marido, pero en el fondo sé a ciencia cierta que irremediablemente volveré a pagar a Pedro unas cuantas cuotas de ese préstamo.


Relato procedente del XX Ejercicio de Autores de TodoRelatos: "Erotismo en tiempos de crisis económica". Perfil de Lydia: http://tinyurl.com/LydiaTR

jueves, 25 de octubre de 2012

Liberar Tensiones [Bubu]



Cerró los ojos, no era la primera vez que necesitaba armarse de valor para traspasar aquella puerta. La tarde anterior le había ocurrido lo mismo. Suspiró. Lo que había al otro lado era una persona, una mujer. Estaba ahí tan solo para seducirlo y eso, a él, le fascinaba.
Desde que la había conocido, sus días no volvieron a ser los de antes. Ella, a su excitante manera, logró romper con la monotonía de su vida cotidiana. Las horas pasaban volando, demasiado rápidas para su gusto. En varias ocasiones se encontró pensando en que si tuviera el don para detener el tiempo, lo haría exactamente en el instante en el que cruzaba el umbral y sus miradas se encontraban, porque, en ese momento, lo hacía sentir un hombre, un macho. No como Elena…, Elena lo frustraba, le recordaba que era un fracasado y le hacía sentir un inútil por no hacer las cosas bien.
Alfredo sabía que, esa tarde, cuando su mujer volviera del trabajo, le gritaría. No cabía duda de que Elena tendría alguna buena razón para hacerlo, y por eso él se quedaría callado, escuchando todos esos hermosos apelativos que antes, ni siquiera sospechaba que ella conocía. Pero sí, Elena conocía todas esas palabras y algunas más.
Soltó el picaporte y se agarró la cabeza. Pero, ¿qué le podría responder? No tenía forma de justificar su actuación y, sobre todo, su inactividad para con las tareas domésticas. Era perfectamente consciente de sus fallas y, aún así, las cometía. Tampoco era posible un: “Perdona, mi amor, estaba ocupado con otra mujer, una que me comprende, no me exige nada y me mima. Por cierto, todo lo que tú no haces”. ¡No! Elena, aunque menuda, lo hubiera degollado vivo.
Sentía un poco de culpa, después de todo, el anillo seguía en su dedo, recordándole que era una mala persona por dañar a quien amaba. Sin embargo, Alfredo huía de ese remordimiento, justificando su reacción en que no se trataba de hacer el amor, sino de sexo, simplemente sexo. Entonces, una punzada de excitación recorrió su espina dorsal hasta concentrarse en su entrepierna. Seguramente era el único que estaba agradecido por la ampliación de las horas de trabajo. Si no lo hubieran echado de la empresa, debido a la crisis, él sería el primero en quejarse sobre aquella medida, pero estaba desocupado, y esos minutos, le daban más tiempo para pasarlo junto a ella. Porque su amante era una mujer que había nacido para satisfacer a los hombres. ¡Y vaya si lo hacía! Lo dejaba extasiado, era la lujuria personificada, era el oxígeno necesario para lidiar con su vida.
Volvió a colocar la mano sobre el picaporte y comenzó a abrir la puerta. Se preparaba para sacarle una foto mental. Duchado, perfumado, depilado y vestido para la ocasión, conteniendo el aliento, entró. La imagen de la mujer acostaba en la cama, fue demasiado para él, y casi se ahoga con su propio aire, produciéndole un acceso de tos. Ella estaba ataviada con el par de zapatos con tacón que lo volvía loco, elegantes, de esos que tienen el tobillo liberado y se pueden quitar con facilidad, lentamente, saboreando cada momento, hasta dejar a la vista aquellos dedos gráciles, perfectamente cuidados; dando paso a esas piernas que ya conocía, suaves, contorneadas, envueltas en medias de red, que lo único que lograban era excitar su mente, imaginando el ruido de la tela al hacerlas añicos; un poco más arriba, el portaligas que rodeaba sus caderas de forma exquisita, delicada, perfecto para introducir sus dedos y acariciarla mientras la despojase de esa prenda; y el conjunto de ropa interior, haciendo juego, que solo lograba resaltar su curvas, generosas, perfectas. Tenía frente a sí, al sueño de cada hombre de la tierra.
Valeria se acercó rápidamente a palmearle la espalda. Lo hizo hasta que la tos se fue. Quedó colorado, sudado y con los ojos lagrimeando. Ella lo tomó por el rostro y le dio un tierno beso a modo de saludo.
–Hola –le dijo mimosa, acariciando su mejilla con la nariz, dando inicio al juego de aquella tarde.
–¿Esto es para mí? –preguntó incrédulo.
–¿Te sientes mejor, querido? –interrogó ella preocupada–. Por un momento me asustaste.
–Sí, gracias. Contigo siempre me siento bien, corazón.
Sin romper en ningún momento el contacto visual, ella dio unos pasos hacia atrás, con el dedo índice sobre sus labios, aparentando considerar qué hacer y tomando una decisión, esbozó una sonrisa. Era, como otras veces lo había sido, una clara señal de lo que pretendía y que no presagiaba nada agradable para él. Valeria, como si se estuviera acariciando los hombros, bajó muy lentamente los breteles del sujetador hasta liberar sus brazos. Estaba atenta a la mirada masculina, él no se perdía ni un detalle. Su sonrisa se amplió cuando por fin desabrochó la prenda, dejando al aire sus senos. La expresión de él cambió, parecía un adolescente embobado, sólo que, con unos cuarenta años más: Alfredo no era un jovencito. Si Elena lo hubiera visto, no lo hubiese reconocido porque allí, en esa pequeña habitación, su esposo era feliz.
–Te quedaste mudo. –Siguió jugando Valeria. Tras comprender que Alfredo se encontraba paralizado, tendió una mano y dijo-: Ven conmigo.
El hombre, como si de pronto recordara dónde se encontraba y para qué había ido, caminó hacia ella y acarició la marca que los tirantes habían dejado en su piel. Formando pequeños círculos llegó hasta su cuello, lo liberó de la melena que caía libremente y la saboreó. Fresas, le encantaban las fresas, eran su fruta preferida. Jugó con el lóbulo de su oreja y, desde allí, emprendió el recorrido hasta sus labios. «Solo sexo», repetía mentalmente. Pero sus gestos parecían contradecirlo. Se separó de ella y observó sus labios hinchados.
–Hola –respondió, tardío, al saludo.
–Me hiciste esperar –Se quejó ella mientras lo desnudaba.
Lo primero que le quitó fue la camisa: botón a botón. Lamió los pezones masculinos cuando fueron descubiertos y, al terminar, la tiró al suelo. Por unos instantes acarició su entrepierna, viendo como su verga crecía ante su grácil tacto. Alfredo gemía y se dejaba hacer, recreándose en las atenciones de Valeria. Lo que siguió fue el cinturón: primero la hebilla; luego, muy lentamente, fue tirando de un extremo hasta que lo tuvo en la mano; lo pasó por detrás de su cuello y lo atrajo para compartir otro beso. Con las yemas de los dedos recorrió su torso, cuando llegó al extremo del pantalón, lo desabrochó. El ruido de la abertura del cierre no se hizo esperar. Interrumpió la unión de sus labios para arrodillarse y, así, trabar sus dedos en el bóxer y bajarlos, arrastrando todo a su paso. Alfredo la ayudó y terminó de desvestirse. Valeria, que hasta ese momento lo había tocado por encima de la ropa, comenzó a masturbarlo. Acercó su boca al glande y lamió el frenillo. Después se puso de pie. Alfredo, jadeando, se posicionó a su espalda. La abrazó pegando su torso sobre la suave piel femenina y apretó su miembro contra sus nalgas.
–Me halaga que te hayas depilado –elogió Valeria mientras con su culo agradecía el gesto.
–Y a mí –corroboró mordiendo su hombro.
Desde esa posición, mientras acariciaba un seno, deslizó la mano por su vientre, y la dejó en el triangulo que anunciaba la frontera con aquella parte, de su anatomía, que pensaba invadir. Con las yemas de los dedos fue subiendo y bajando, imitando la caricia femenina que le había prodigado, y  provocando que el agarre de Valeria, sobre sus antebrazos, aumentase la presión y le clavase las uñas.
Un pellizco en el pezón, un gemido, una orquesta para los oídos de Alfredo. Una caricia en el clítoris, la penetración de dos dedos en su vagina, un jadeo, notas musicales que deleitaban al semental, en el que se transformaba cuando entraba en la habitación.
–¿Todavía te molesta que te haya hecho esperar? –preguntó él, sabiendo que la mente de Valeria estaba centrada en otra cuestión.
Eso fue todo lo que necesitó Valeria para tomar cartas en el asunto. Se dio la vuelta, y comenzó a masturbarlo. Debido a sus alturas, y teniendo en cuenta que no le gustaba que él llevara la voz cantante, le dio un piquito y lo empujó sobre la cama.
–Veamos qué tan macho eres –amenazó Valeria con expresión desafiante.
Alfredo, comprendiendo el error que había cometido, cerró los ojos y se encomendó a todos los santos que conocía, que no eran muchos. La mujer, sabiendo que él esperaba una canallada por su parte, agarró un pie y comenzó a hacerle cosquillas. Él se retorció y se retorció hasta que imploró que se detuviera y ella, un alma caritativa, así lo hizo.
Después de que las carcajadas cesaron, Valeria tomó su dedo gordo y lo introdujo en su boca, simulando que era su pene. Por lo menos, allí lo podría morder y lo mordió hasta que escuchó un gruñido.
–No llores porque sé que te gusta –lo reprendió con el dedo gordo entre los dientes.
–Es fácil para ti decirlo, no eres la que tiene otra parte que necesita tu atención. -Ella se rió, más porque su plan había dado resultado, que por la ganas de Alfredo de recibir una mamada. –No seas mala –rogó quitándose el sudor de la frente.
Entendiendo que los jueguitos habían terminado, subió a la cama, se colocó entre las piernas del hombre, bajó su torso hacia el pene de Alfredo, mientras lo sostenía desde la base, le dio un piquito y comenzó a lamerlo. Ya estaba segregando líquido preseminal, se untó los labios, lo miró y se los limpió con la punta de la lengua.
Alfredo elevó las caderas para darle a entender que su boca estaba lejos del lugar donde se iba a apreciar su destreza. Valeria enfundó con los labios sus dientes, formando un anillo, e introdujo el glande en su boca, aprisionándolo contra su paladar. Esa sensación, que él estaba experimentando, lo obligó a cerrar los ojos para dar paso a un gemido. Ella continuó metiéndose cada centímetro de carne, muy lentamente, disfrutando del sonido de la respiración de Alfredo, cada vez más dificultosa. Cuando su boca llegó a la base del pene y su nariz tocó el vientre masculino, la mano de Valeria se coló por su ropa interior y comenzó a frotarse el clítoris. Ella estaba muy húmeda y parte de sus flujos, se fueron deslizando por la parte interna de sus muslos.
Intentó retirarse cuando sintió las manos de Alfredo sobre su cabeza: primero, acariciando; y, luego, marcando el ritmo de la mamada. Ella se limitó a aprisionarlo con los labios y a jugar con su lengua; algunas veces por todo el tronco, y otras, por su exquisito glande.
En un determinado momento, cerca del orgasmo, Alfredo tuvo que decidir si acabar allí o penetrarla. Ambas opciones le atraían, pero recordó que, el día anterior, ella había insinuado que lo dejaría experimentar con su culo. A raíz de eso, su reacción fue rápida, retiró su cabeza y reemplazó al pene por sus labios. Sin dejar de besarla, fue posicionándola en el borde la cama, con sus rodillas sobre el suelo y sus tetas aprisionadas contra el colchón. No usaría preservativo, quería sentir todo lo que pudiera, debido a que su esposa jamás le había dado permiso para hacerlo, y no sabía si la oferta de Valeria volvería a repetirse.
Después de tomarse un poquito de tiempo para dilatar el ano, objetivo alcanzado gracias a sus dedos y saliva, dejó el pulgar dentro para seguir trabajándolo mientras la penetraba por la vagina. Su fin era la lubricación, por eso empapó toda su verga hasta la base. Cuando consideró que ya había sido suficiente, la retiró y, sosteniéndola, probó meterla en su culo. El primer intento no había resultado; el segundo tampoco; pero el tercero, sí. A medida que entraba, ella apretaba el miembro con su esfínter, mientras las venas de su cuello delataban el esfuerzo que hacía para no quejarse. Alfredo, sudado y con palpitaciones, presionaba cada vez más para ir invadiendo ese conducto prohibido. Cuando su miembro llegó a la mitad del camino, escuchó la puerta de entrada.
–Alfredo –gritó Elena–. Ya llegué –anunció como si nadie en el edificio se hubiera dado cuenta.
–¡Mierda! –exclamó con los labios sobre el cuello de su amante, deteniendo sus movimientos.
–Si te sales, te mato –amenazó Valeria, sin darle importancia a lo que sucedía.  
Alfredo, maldijo a todos esos santos a los cuales se había encomendado al principio. Por fin con su verga dentro de un culo, y ¡ni siquiera había llegado a disfrutar! Entonces, también, maldijo a Elena.
La amante y la esposa en el mismo lugar y al mismo tiempo. Estaba siendo castigado y se lo merecía. Deseó que la puerta de la habitación estuviera cerrada con llave. Valeria se estaba inquietando ya que no se había dado cuenta que estaba apoyado sobre ella, ahogándola con su peso.
–Dale, Alfredo, comienza a moverte o gritaré. –Volvió a amenazar.
–Shhh… –La silenció tapando su boca–. No hagas nada. –Aún, a pesar de todo, su erección continuaba y comenzó a embestirla muy lentamente.
–¡No hiciste nada de lo que te pedí! –Se quejó Elena–. ¿Dónde te metiste? –preguntó mientras revisaba la casa.
-Estoy en mi estudio. Enseguida salgo –aseguró para evitar que entrase.
-La verdad Alfredo, es que no me sorprende… –Comenzó a decir Elena.
Escuchando los gritos de su esposa, empezó a irritarse y, con esa bronca, inició una serie de embestidas duras y cortas en el culo de Valeria.
–Espera, me estás haciendo daño –dijo su amante.
–¡Oh!
Se escupió la verga, untó la saliva por su tronco y volvió a penetrarla, esta vez más despacio, mientras le besaba el cuello. Los primero segundos fueron muy placenteros, además, el hecho de que Elena estuviera allí, le daba morbo al asunto. Pero la maldita voz atravesaba la puerta y los ladrillos. Se olvidó de Valeria, pero continuó embistiendo como un autómata.
Después de descargarse, Elena continuó con el resumen que todos los días le proporcionaba a él, al vago dibujante, al fracasado, y todo el odio volvió. Intentó tranquilizarse, pero la diatriba de Elena no paraba: pasaba de las quejas del trabajo, a lo caro que estaba todo en el súper, y, sin ser suficiente, a que ese año no les iban a dar su adicional de Navidad, «aquella era nueva data», a que si seguían así se iban a tener que ir del país, «No, que se vaya ella». A cada frase de Elena, Alfredo le respondía con sus pensamientos.
–¿Me estás escuchando, Alfredo? –preguntó su esposa a lo lejos.
–No le respondas –exigió Valeria–. Ahora comprendo todo. Es insoportable.
Sentía la necesidad de defenderla, pero lo cierto era que estaba de acuerdo, y tener una discusión con el miembro entre sus nalgas, no le parecía muy serio. Entonces, decidió que lo mejor sería concentrarse en la faena y terminar de una vez por todas, después tendría que pensar cómo sacar a su amante de la casa. Valeria no se había quejado y ahora sí que estaba seguro de que lo iba a dejar repetir. No en su estudio, eso estaba claro, pero quizás en… Poco importaba en ese momento, luego lo decidirían.
La tomó por el pelo y aceleró las embestidas, no le llevó mucho. Sentía como el semen se liberaba de sus huevos para salir disparado dentro del culo. Con tanta satisfacción, no pudo evitar gritar con todas sus fuerzas mientras se derramaba en el interior de su amante.
Semejante ruido alertó a Elena que, corriendo, se metió en la habitación donde su marido se escondía del mundo y lo vio todo. Por unos segundos se quedó sin reacción, sin poder asimilar lo que estaba viendo. Cuando se hubo recuperado exclamó:
–¡Pervertido! Mientras yo me rompo la espalda trabajando para mantenernos, tú… tú… –No podía decirlo. Con toda la bronca del día acumulada, le quitó de las manos el dibujo manchado con semen, lo arrugó, y se lo tiró al cuerpo–. Hijo de una gran perra, podrías haber salido a buscar trabajo en vez de hacerte una paja con un dibujo.
Alfredo, que estaba a punto de llorar por haber sido descubierto, se arrodilló para agarrar el dañado papel. Y, con mucha solemnidad, intentó alisarlo. El daño ya estaba hecho. Elena, no conforme, y viendo que, su marido, prefería al dibujo antes que a ella, se lo volvió a quitar de las manos y, esta vez, lo rompió en pedacitos. Después salió de la habitación.
–No te preocupes, corazón –dijo Alfredo mientras juntaba los pequeños papeles–. Cuando mañana ella se vaya a trabajar, te voy a dibujar de nuevo. –Le dio un beso a lo que parecía ser la parte de unos labios carnosos, y se fue tras su esposa–. Elena… Elena… Mi amor…

Relato procedente del XX Ejercicio de Autores de TodoRelatos: "Erotismo en tiempos de crisis económica". Perfil de Bubu: http://tinyurl.com/BubuTR

lunes, 22 de octubre de 2012

Parásito [SideShift]

Organismo dependiente de otro, del que toma distintos nutrientes… pudiendo llegar a provocarle daños graduales.

Y allí estaba… sentado, en plena feria de comidas, él miraba a los lados sin buscar a nadie en especifico, solo miraba a la gente pasar para luego volver a recostarse como buscando dormirse. Cada tanto se levantaba a mirar el reloj, de seguro quepara que no se le pasara la hora de entrada.
Con paso firme y decidido me acerqué hasta él, quedando a un lado de la mesa y poniendo mi mano sobre el espaldar de la silla que quedaba frente a él.
-Buenas tardes…
Con poco ánimo levantó la cabeza para mirarme y volver a recostarse en la mesa sin decir palabra alguna -Que gran educación- me decía para mí.
-¿Está ocupado este asiento?
-No- respondió sin levantarse.
-¿Una noche agotadora no?- pregunté buscando conversación.
Escuche como sin levantarse respondía más para si mismo que para mí –Ojala fuera eso- para luego apenas inclinar la cabeza y mirarme con los ojos algo apagados.
-Leonardo Yánez, mucho gusto- le estiré la mano presentándome. Él me miro de reojo y parece que se lo pensó dos veces antes de estirar su mano y decirme su nombre.
-Mauricio...
-Mucho gusto.
-Listo-
Me quedé callado un rato y luego puse mi mano frente a mi boca y carraspee un poco.
-¿Esperas a alguien?- pregunté.
-No… En realidad, no.
-Mmm- murmuré mientras tomaba el diario que acababa de comprar minutos atrás y lo estiraba haciéndolo sonar, él levantó la cabeza para mirar de donde provenía el sonido y luegovolvió a recostarse. Me había sentado en la silla de lado, de modo que leía el periódico y de reojo a la izquierda miraba a Mauricio.
Tenía que buscar dar en el clavo…
-“España se aleja de la crisis económica”-leí el titular- si claro…, te digo que eso es pa´ rato.
-Ni que fuera solo allá- dijo en tono un poco molesto y sin levantarse.
-Creo que a pesar de todo aquí estamos mejor que allá… ¿Has visto “Asco de vida”?
-¿La web?- preguntó agarrando un poco de interés.
-Si, esa en que la gente sube las cosas, la mayoría son españoles y mira que he visto unas cosas-
Mauricio río un poco de seguro recordando algo que habían subido y se comenzó a mostrar un poco más interesado.
-Los recortes- soltó haciendo que yo me riera.
-¡Si! Eso, lo dicen a cada rato, Rajoy y sus recortes.
Mauricio se rio un poco y se levantó de la mesa un poco más animado, de seguro se había entusiasmado con solo escucharme nombrar esa pagina web.
-Pero aquí tampoco estamos reyes…
Yo murmuré un poco esperando a ver por donde llevaba la conversación.
-Nada menos que ayer asaltaron a mi mamá apenas saliendo de cobrar la pensión.
-Verga…
Mauricio asintió un poco.
-Bueno, yo tengo la suerte de vivir en una Venezuela en la que aún no me han robado, jaja-
-Pero es que no es solo eso, es todo, por eso el año que viene ya vas a ver que ese jue´puta se va.
-Tú cómo que no quieres al Mico- le dije en tono burlón haciendo referencia al presidente actual y sacándole otra sonrisa para luego replicarme.
-Regalando petróleo, expropiando cada cosa, trayendo ese montón de “doctores” cubanos que no sirven para un coño… ¿¡Cómo crees que lo voy a querer!?
-Bueno tiene sus altibajos, cómo todo gobierno.
Él murmuro un poco…
-¡Tampoco estoy muy de acuerdo con él eh!- solté haciendo que volviera a reír… Luego para evitar que la conversación se volviera una discusión decidí cambiar el tema –¿Que esperas?
-Solo a que termine la hora de almuerzo- alzó su mano para mirar un reloj en su muñeca.
-¿Trabajas aquí?
-Si… Compumanía.
-Ahmm ya, buen sitio según me han dicho.
-Si, no me quejo.
-¿Y eso que vienes a comer solo?
Me miró como buscando una razón de por qué le preguntaba eso y luego respondió.
-Soy de pocos amigos, y allí no me llevo con ninguno.
Se había tensado un poco al hablar de ello. Así que deje pasar unos cuantos minutos mientras hojeaba mi periódico, él se volvió a recostar de la mesa.
Saqué mi “Vergatario” del bolsillo, ese “maravilloso” teléfono de fabricación nacional que lo que más costaba era encontrarlo en las tiendas del precio tan bajo que tenía, miré la hora -1:45pm… Solo 15 minutos… Mierda…La primera impresión es la que más vale…
Y allí entonces fue él quien me preguntó algo a mí, quizás por pura cortesía… o porque siempre las cosas salían como yo quería, después de todo era un “Makunaima”, la rencarnación” del mismísimo “Arukadarí” uno de los hijos del Dios sol, al menos eso diría mi mamá, pero que carajo, vainas de indígenas.
-¿Y tú que haces aquí?
Cerré el periódico y lo coloqué sobre la mesa.
-Arreglando unos asuntos pendientes donde trabajaba…
Mauricio me miró levantando una ceja.
-Si, sabes, lanzando cohetes molotov y vaina porque me botaron los condenados.
Él colocó la mano abierta sobre la nariz como cubriéndose la boca mientras se reía.
-¿Y eso? ¿Dónde trabajabas?
-Ahí, en VideoGamesworld.
-¿Si?
-Si
-¡De pinga!
-¿Qué?
-Coño… cada vez que paso por ahí solo veo a los “trabajadores” jugando con las consolas “de muestra”- levantó los dedos haciéndole comillas a esto ultimo.
-Ah no, pero es que eso es a los sortarios, los que le halan más bolas al tal Joaquín ese que hay por jefe- le conté haciéndolo reír.
-Es raro, nunca te había visto allí.
-Es que trabajo adentro, en la oficina.
-Ahmm ya…
En medio de ambos se escucho un pitido casi inaudible que provenía del reloj de Mauricio.
-Las dos  ya… ¿Mañana estarás aquí?- me preguntó.
-Probablemente
Él rio un poco y luego extendió su mano para estrecharla con la mía.
-Nos estamos viendo- me soltó y luego vi como desaparecía caminando entre la gente del centro comercial…
Al siguiente día, a la 1:30pm estaba en el mismo sitio, hojeaba el periódico recostado a una pared cercana a la feria de comidas del centro comercial y a cada cuando miraba a los lados, aún no llegaba, debía haber salido hace media hora ya.
Busqué mejor entre la gente barriendo de lado a lado con la mirada, y nada… Estuve esperando hasta que se hicieron las dos –Su hora de entrada- y no lo vi por ningún lado así que me regresé a mi “humilde morada”… Un apartamento de mala muerte que pagaba con el dinero que me pasaban mis padres.
El otro día se repitió la misma historia. Estaba pensando en darme por vencido. Si el viernes no iba lo dejaría hasta allí, pero no, el viernes volví a encontrarlo de nuevo en una de las mesas recostado. Tan pronto llegué sonrió y se levantó.
-¿Qué tal todo?
-Todo fine- reí haciendo que él también riera cubriéndose con su mano de nuevo sobre la nariz.
-¿Y que pasó con el trabajo?
-Nada nuevo… los muy hijos de puta no me paran bolas- contesté a la vez que me sentaba frente a él y continuábamos hablando mientras él almorzaba una pasta con carne molida, que no olía nada mal por cierto.
-¿Lo hiciste tu mismo?
-Nah… mi mamá- me dijo mientras que con el tenedor enrollaba un poco de pasta y se lo llevaba a la boca.
-Le avisas que cocina muy rico.
Él se volvió a reír tapándose mientras masticaba.
-¿Qué pasó que no viniste ayer?
-Estaba enfermo…
-Ahm… Vaya…- dije algo preocupado – ¿Todo bien ya?
-Si vale… Una gripe de esas que te tumban un día.
Me reí por su comentario y luego seguimos hablando sobre las tiendas y otras cosas relacionadas con el trabajo hasta que se acabó su hora de almuerzo.
Mauricio es un tipo no muy alto, le calculaba como 1,70 o por allí, aunque yo lo pasaba solo por uno o dos centímetros.Él de piel blanca con el pelo largo de modo que un poco le cuelga hacia adelante y el resto le llega al cuello como uno de esos artistas adolescentes que tanto hay ahorita. Los ojos marrones y con la mirada siempre apagada,  triste… siempre estaba así.
Igual que siempre llevaba la misma chemise de donde trabajaba, era un uniforme, solo que se colocaba un suéter abierto encima quizás tratando de ocultar la pequeña panza que se le asomaba a pesar de ser delgado.  Un blue jean y unas botas Coleman completaban su vestimenta diaria, la mayoría de las veces iba así, solo a veces cambiaba el suéter que llevaba.
Yo en cambio estaba un poco más formado, siempre iba al gimnasio por las tardes, lo que también pagaba con el dinero de mis padres. De piel morena y de rasgos algo indígenas gracias a mi descendencia materna. La piel color canela, los ojos medio achinados, ojos pardos y el pelo completamente liso y peinado hacia un lado.
Luego de ahí no lo volví a ver hasta el lunes, ya que había decidido no ir sábado ni domingo, porque él algunos se los tomaba libre.
El lunes estaba de nuevo a la misma hora, con el diario completamente abierto tapándome la visión del exterior, leyendo los apartamentos en venta que habían en la sección de clasificados. De pronto alguien tira con cuidado del diario devolviéndome la visión de alrededor, era él por supuesto.
-¿Nos sentamos?- preguntó moviendo la cabeza en dirección a una mesa vacía.
Accedí y al poco tiempo estábamos sentados charlando, me contó que trabajaba los sábados y domingos también para no molestar a su papá con sus gastos, al igual que las botas eran un regalo de ellos y que se molestó un poco cuando se las dieron, pero que al final le encantaron.
Poco a poco se iba soltando más y más…
Fui descubriendo cuantos años tenía, 21, donde vivía y otras cosas que ya imaginaba. Poco a poco fuimos tocando temas más personales; Como su vida sentimental, que según él, había sido un desastre con las mujeres. Yo le conté acerca de mi reciente ruptura con mi supuesta novia y que en realidad no me iba mal y de vez en cuando cuadraba por ahí, que podía darle unos consejos.
Un día después que ya llevábamos algo de tiempo coincidiendo en vez de esperarlo tomé primero una mesa, como supuse me buscó. Se inclino un poco y cuando pareció verme dio unos ligeros saltos para asegurarse de que era yo y se acercó saludando como siempre.
-Mi mamá ayer hizo pasticho... Te traje para que lo pruebes.
-¿En serio?
-Si, es que veo que te gusta la cocina de mi mamá.
Me reí un poco y tomé el pasticho, me dio unos tenedores y mientras picaba un trozo y me lo llevaba a la boca me miraba directamente a los ojos.
-¿Y que tal?- preguntó entusiasmado.
- Buenísimo- respondí saboreándolo y luego tragando con un poco de fuerza -De verdad, no me equivocaba diciendo que si huele bien sabe bien, por lo menos no con la comida de tú mamá-
Mauricio se río.
-No como la esencia de vainilla- dije divertido.
-¡No me hables de esa mierda! Fue mi trauma de la infancia-
-Creo que el de todos- me reí un poco -tan rico que huele y creo que me iba vomitando la primera vez que la probé.
Poco a poco Mau –Como me había pedido que le dijera- me iba agarrando más confianza. Me ofreció buscarme trabajo en donde él trabajaba, a lo que me negué porque estaba metiendo papeles en otro sitio y esperaba a que me llamasen.
Dejamos de coincidir en el almuerzo y ahora nos poníamos de acuerdo para salir a trotar o ir por ahí, se inscribió en el mismo gimnasio que yo, le conté que había una de esas promociones en la que si llevabas a un amigo a inscribirse ibas a pagar el 50% de lo que pagabas de mensualidad, él, diciendo que era poco, se ofreció a pagar su suscripción junto con la mía, me negué en un principio pero el terminó accediendo convenciéndome de que así me ahorraba lo que me daban mis padres.
Aparte del Gym, a veces salíamos al cine o íbamos a otros centros comerciales, una que otra vez él invitaba a uno de sus amigos o me invitaba a salir con los de su “movida”, aunque eran unos dos o tres chicos, casi todos de la misma edad que él, y yo le pasaba solo por dos años, 23.
Una vez con uno de los amigos nos pusimos a jugar en una de esas “maquinas de baile”, las que tienes que presionar la flecha a medida que va apareciendo en pantalla, los dos quedamos completamente cansados y a mí terminó doliéndome un pie –según dije- por lo que él me ofreció su hombro para apoyarme y mientras me apoyaba deslizaba mis dedos hasta donde alcanzaban en su pecho con caricias casi imperceptibles, también a veces lo apretujaba y lo miraba con deseo y él creyendo que era juego lo mío también comenzó a hacerme lo mismo a veces. Después no hizo mucha falta eso de “juegos” porque en el gimnasio los toqueteos se hicieron más constantes con mi excusa de “comparar músculos” y decirle lo rápido que estaba avanzando. Más de una vez lograba mi cometido y entre sus shorts deportivos se llegaba a notar un bulto más grande de lo normal.
Un día también mientras jugábamos a la play en su casa, donde ya había hecho buenas migas con su familia y contándome de una u otra cosa me confesó que era raro, pero que desde que me había conocido no había quedado con ninguna chica y no sabía muy bien por qué.
-No podía ser mejor-
-¡Hoy tiramos porque si!-
Mauricio se río algo tímido, según me había dicho no era de frecuentar esos sitios.
-¡Coño! ¡Marico! Ya vas a ver, cojemos porque cojemos, te digo que hay chamas bien botadas…
-Coño pero no es mi estilo…
-Si, deja que estemos allí…
Lo noté un poco nervioso así que saqué mi cartera y rebusque en ella…
-Toma le dije ofreciéndole una capsula.
-¿¡Qué mierda!? ¿Me estás ofreciendo droga?
-No jodas, es una broma ahí hecha con componentes naturales, está legalizada pero bien caras que son… tomate una no va a pasar nada, es para estar más activos- estiraba la mano con la pastilla en ella.
-¿Y cómo es que tienes dinero para comprar esto?
-Las compré cuando trabajaba, son las últimas que me quedan…
Mauricio murmuró un poco, tomó la capsula y la lanzó en su boca, yo hice lo mismo con otra, para pasarla ya iba preparado con una lata de redbull así que tome hasta la mitad y le dejé el resto.
-Nos deja aquí por favor- le pedí al taxista. Nos bajamos del auto y frente a nosotros estaba un centro comercial, que aun estando alejado de la zona céntrica de Caracas, todas las noches y sobretodo las de los Viernes; “Ladies  Night” se llenaba de gente de todas las clases sociales… aunque mayormente, con dinero.
-¿Trajiste la plata para el privado?
-Si
-Cualquier cosa tienes las llaves de mi apartamento- saqué las llaves de mi pantalón y se la lancé- Aunque no te recomiendo ir ahí… Además que con el poco e hijitos de papá, nos ven que no tenemos carro y se acaba el encanto, ¿Aunque tú no vienes a buscar una relación seria para acá no?
-No- respondió Mauricio sacudiendo la cabeza.
-Nada mas una noche de descontrol- le estiré la mano con el puño cerrado mientras le miraba directo a la cara, chocamos los puños con el cartel de luces azules alrededor rodeando un logo que encerraba el nombre de “Point” tras nosotros.
-ja,ja-
...
3 Horas… 3 horas con los pies ya a reventar de tanto bailar con cualquier chama que se me cruzaba… Eran ya las dos de la mañana y al parecer Mauricio aún no encontraba nada… Era hora de tomar cartas en el asunto…
Miré a dos chicas que estaban comiéndose una a la otra en la barra… Ambas con un cuerpo de ensueño… Como todas las que suelen frecuentar el lugar… Silicona… Silicona por todas partes…
-Hey- levanté una mano en señal de saludo mientras sorbía un poco de mi vaso y caminaba hacia la barra.
Les había cortado el rollo a las dos que me miraron como -¿Y que quiere este pendejo?- pero aun así seguí hasta ella y ya cerca de ambas les dije…
-Es que tengo un amigo que quiere pasar un buen rato… Pero tranquilas ustedes hacen lo que quieran… no es necesario que lleguen a nada…
Las dos chicas se miraron una a la otra…
-Allá en la primera cortina… después si quieren se quedan ustedes dos nada más para que tengan más privacidad saben- les guiñé un ojo.
Una de las chicas, pelo negro como el azabache y largo hasta las caderas... la que estaba parada mientras que se comía a la otra en el asiento le dijo -Vamos a divertirnos un rato amor- mientras juntaban sus narices. La otra chica sonrío con algo de picardía y se dejo llevar por la mano de la otra que tiraba de ella caminando en dirección al pequeño espacio privado.
Corrí en la pista hacia donde estaba Mauricio, ya se encontraba algo desaliñado, con la camisa abierta dejando ver la franela que llevaba abajo, las mangas corridas y el sudor recorriéndole la frente mientras dejaba que una chica le moviera las nalgas pegadas a su paquete que se marcaba abultado…
Le puse la mano en el hombro llamando su atención y le hablé al oído -Marico tengo algo para ti… te esperan allá en el privado 1…
-¿Mier, loco en serio?
-Dos caballotas Bébete esto…- le ofrecí un poco de f-51 que me había estado bebiendo y solo quedaba la mitad.
-Dame otra de esas pastillas- dijo bebiendo.
-Con una alcanza, tranquilo que si les vas a rendir… Anda papá…- lo tomé por los hombros separándolo de la chica y poniéndolo en dirección al pequeño espacio donde se podía ver un mueble al fondo junto con una pequeña mesa de café.
-Dame para pagarla…
-Ok- me soltó el dinero que comencé a contar para luego irme a la barra y pedir un cuba libre no muy fuerte.
-Solo restaba esperar…-
Mientras agitaba el vaso me iba imaginando todo lo que sucedía en el pequeño cuarto…
Una de las chicas, la de pelo negro sacudía su cabello lentamente hacia los lados mientras que mi Mauricio la observaba recostado sobre el asiento con ambas piernas abiertas enseñando como se marcaba su pene por encima del pantalón mientras se lo sobaba…
La chica comenzaba a bailar al ritmo de la música, el reggaetón que sonaba en ese momento, movía sus caderas hacia adelante y hacia atrás al ritmo mientras iba llevando su dedo índice a la punta de su nariz y lo iba deslizando por sus labios hasta introducirse la uña pintada de rojo dentro de su boca y chupar lentamente produciendo un pequeño sonido al sacar el dedo. 
La otra chica, que llevaba el pelo de un morado translucido y algo corto hasta los hombros dejándose el flequillo que a cada tanto se estiraba para colocarlo sobre su oreja, miraba también a la chica quedándose al margen.
La que bailaba, cosa difícil con los tacones que llevaba, tomándose la blusa comenzaba a deslizarla lentamente hacia arriba, dejando ver el abdomen y como poco a poco el sostén para luego lanzar la blusa hacia la otra y colocar ambas manos en los hombros de Mauricio mientras lentamente se colocaba de rodillas sobre el asiento juntando su pelvis con la de él… Frotándolas para sentir su miembro en todo su esplendor… eso que en poco sería mio.
Con las manos aún en sus hombros y  con sus movimientos lentos movía sus caderas sobre su paquete. Mauricio comienza a deslizar las manos lentamente por su cintura y las va subiendo hasta el sostén… lleva las manos a la espalda de la chica y pasándolas por su cabello tira hacia los lados  del sostén, desabrochando y dejando las tetas de ella al aire… De pronto otras dos manos se van deslizando y se rozan ligeramente con las de Mauricio. Las dos manos cubren ambos pezones y la chica se echa para atrás y comienza a besar a la otra por el cuello.
Mauricio ya inhibido por lo que estaba presenciando coloca las manos sobre las de la chica, también sintiendo las suave piel de los senos de la otra… apretándolos, estrujándolos, se acerca un poco más a ellos y los busca con la lengua tratando de apartar las manos de la peli-morado pero de pronto otras manos lo detienen, unas uñas rojas se clavan suavemente en sus muñecas y lentamente llevan sus manos a su espalda. Los cabellos negros caen a los lados de su cara y luego siente como sus labios se juntan con los de esa chica… una delicia… Saboreaba degustando un ligero sabor a Nuvo
Pocas veces se podía dar estos lujos… Aunque nunca lo hacía, eso lo sabía… estaba ahí por mí. Tenía mucho que agradecerme, estaba pensando, en su vida se imagino estando con una mujer así y menos con dos al mismo tiempo… ¿De donde había sacado tanta confianza?
-Mira tú solo pasa y no te pongas creativo a andar pidiendo nada, tú solo baila y disfruta que yo me encargo de las bebidas y lo demás…-
Claro, apenas entrar sabía que ese no era su lugar, pero lo había ayudado, le había prestado algo de ropa porque él no tenía para la ocasión. Un poco de gel en el cabello y perfume y ya estaba “vestido para matar”… Creo que ni siquiera se creyó que era él frente al espejo.
Claro, todo salía del dinero que “me pasaban mis padres”…
La chica de las uñas rojas se separa de sus labios y tira de la camisa de Mau hacia los lados y luego comienza a quitarle la franela que lleva abajo… La del pelo morado tira hacia arriba del ajustado vestido que llevaba dejando ver un cachetero morado de encaje que permitía que todo se viera a través.
Mauricio trata de acercar su mano para comenzar a sobarle el coño a la chica pero la otra que está encima de él  vuelve a tomar sus manos y se acerca ella para besarla…
Se separaban y los hilos de baba quedaban entre ellas hasta irse rompiendo… Las dos chicas se acercaron a Mauricio y comenzaron a lamerle cada una las tetillas apretando sus algo marcados pectorales y deslizando la mano suavemente por su abdomen hasta comenzar a sobar su paquete.
Mauricio respiraba como un toro y las dos chicas gemían como posesas, de pronto comenzó a sonar una canción rápida y la chica de pelo negro se levantó y se puso de espaldas a ambos dejando ver el culazo que se gastaba. Con dificultad comenzó a tirar del pantalón hacia abajo y Mauricio junto con la otra mujer ni cortos ni perezosos se acercan a ayudarla. Dejan ese cuerpo del deseo, esculpido por las mismísimas manos del hombre, libre… lo único que le cubre es una pequeña tanga roja.
De pronto al ritmo de la música ella comienza a mover las nalgas rápidamente mientras lleva las manos a su cabello con ambas lo tira hacia los lados mientras sacudía el culo a un ritmo impensable…
La baba se le resbalaba por los labios a Mauricio, no sé podía creer que todo eso le estaba pasando a él, la que estaba a su lado se acercó a sus labios recogiendo la baba que había soltado para luego comerle la boca a él que no cerraba los ojos presenciando el espectáculo que tenía en frente.
Mauricio con sus manos busco el cierre de su pantalón, debía pajearse, necesitaba hacerlo, sentía que el pene le iba a reventar y no podía con aquello así que como pudo bajo las manos hasta su cierre y sacó su herramienta para comenzar a masturbarse frente a las dos chicas.
La que estaba a su lado lo miró con algo de deseo mientras que a la otra que lo miraba de reojo sin dejar de moverse se le dibuja una sonrisa en los labios. Cesó sus movimientos y deshaciéndose de la tanga se fue acercando hasta Mauricio y la chica que estaba a su lado…
-¡Marico vámonos coño!- me dijo Mauricio tomándome del hombro
-Ya va convi¿que pasó?-
-¡Vámonos coño, esas coñas me salieron cachaperas!
-¿¡Qué!?- pregunté haciéndome el desentendido.
-No jodas marico, ahora estoy que reviento… Esas desgraciadas, me dejaron con las ganas, justo cuando pensé que quería le diera lo suyo se va para donde la otra a que le meta mano.
-¡No Jodas! ¿Lesbianas? ¿En serio?
-Coño vámonos, no sé de donde sacaste esas locas, perdimos el dinero del cuarto ese para que ellas tuvieran donde hacer su mierda.
Salimos de la disco y nos dirigimos a la entrada. Paramos a un taxi que de casualidad pasaba y le pedí que nos llevara a mi casa mientras miraba como a Mauricio le hervía la sangre.
Llevábamos unos minutos ya en el auto y Mauricio movía su pie intranquilo, le puse la mano en el muslo haciendo que cesara el movimiento por unos segundos mientras lo miraba y con la mirada le pedía se calmara.
-¡Marico, estoy que exploto!
-¡Verga pero espérate a la casa!
-No creo poder coño, me duele tengo que hacerlo ya mismo…
Aún quedaban como  15 minutos en el auto, al parecer había diluido demasiada viagra en el f-51 que le ofrecí… -Mierda-
-Yo te puedo ayudar.
-¿Qué mierda di…
Y antes de que pudiera de terminar me acerqué hasta él y lo comencé a besar, en seguida sentí como una de sus manos se colocaba en mi pecho y me empujaba hacia el asiento de nuevo, el conductor nos miró a través de retrovisor.
-¿Qué carajo fue eso?
-Siempre lo quise hacer… disculpa...- miré hacia un lado del asiento.
-Pensé que te gustaba- musité-sobretodo por como te empalmas cuando nos tocamos en el gimnasio.
-¿Qué qué? Te la pasas viéndome el pipe eh maricon.
-Sabes que también te gusta- solté volviéndome a acercar a él para besarlo nuevamente, volvió a colocar su mano sobre mi pecho para apartarme, y lo hizo… Me dejo a unos centímetros de él mientras me miraba directamente a los ojos… Pasaron unos segundos hasta que con la otra mano tiro de mi cabeza hacia él para ser quien ahora buscara mis labios, pero esta vez con algo de furia mientras que con sus manos comenzó a recorrer mi cuerpo, apretaba mis pectorales y luego se iba a mi espalda subiendo y bajando sin separar nuestras lenguas en ningún momento… Me apretaba con las uñas de tal manera que creí iba a reventar la franela, o al menos iba a dejar marca en la piel, pero me deje llevar y seguí yo también el juego explorando su boca con mi lengua, sintiendo la rugosidad de la suya mientras las entrelazábamos.
El taxista carraspeo un poco como recordándonos que él seguía y ahí, mirando de nuevo hacia nosotros por el retrovisor, le piqué un ojo y seguí en lo mio con Mauricio. Él me empujo hasta quedar acostados en el asiento mientras me iba desabrochando los botones de la camisa, la de él la llevaba a un lado, se la había quitado en el club, por lo que solo comencé a tirar la franela hacia arriba para inclinarme y lamerle las tetillas mordiéndolas con los labios y tirando suavemente de ellas haciendo gemir a Mauricio.
De pronto el conductor piso el acelerador haciendo que Mauricio y yo perdiéramos el equilibrio y nos separáramos por un momento. Nos estabilizamos y continuamos con nuestra faena, terminé por quitarle la franela a Mau descubriendo ese torso trabajado que había ganado en unos meses, recorriéndolo con mis manos para luego ir degustando el ligero sabor salado que le había dado su sudor.
-Llegamos- dijo casi gritando y de mala gana el conductor.
Mauricio desesperado abrió la puerta y salió con la franela y la camisa en su hombro esperando a que yo me bajara, saqué el dinero, lo que acostumbraban a cobrar.
-Es más- dijo el conductor.
-Se jode, no crea que no sé cuanto cobran-
Me bajé del auto dando un portazo.
-¡¡¡Maricones de mierda!!!!- gritó el conductor antes de acelerar y perderse entre los cruces.
Caminé hacia la puerta del edificio donde esperaba Mauricio, intranquilo,caminando de lado a lado y con las manos en los bolsillos, apenas cruce la reja de entrada se abalanzó sobre mi a besarme y yo a recorrerle el cuerpo con las manos. Las puse sobre sus nalgas y las apreté algo fuerte. Mauricio se estiró un poco mientras que con sus manos iba subiendo también mi franela, quitándomela mientras comenzaba a besarme por el cuello. Tomé la franela y la colgué a un lado de mi pantalón mientras lo empujaba en dirección al edificio para llevarlo hasta mi apartamento.
-Sabía que eras un maricon desde que te vi por primera vez- me dijo entre besos.
-Lo mismo digo-
Me pegó a la pared de las escaleras y llevó sus manos hasta mi cinturón que trató de desabrochar inútilmente. Terminé por hacerlo yo mismo, agarré la correa y pasando mis brazos por encima de él lo rodee, tirando de ella y pegándolo más a mi mientras con mi lengua recorría su cara para acabar en su oreja donde solté un sonoro beso haciendo que se apartara unos segundos y se acercara luego a morderme los labios de una manera salvaje.
-Subamos que podemos despertar a alguien
-¿Y que importa?
-Vamos- me giré dándole la espalda y cambiando el cinturón de manos para no dejarlo salir guiándolo por las escaleras hasta donde era mi apartamento. Él mientras íbamos subiendo se pego a mi y al tiempo que me recorría con las manos por ambos lados me iba depositando pequeños besos a la altura de la nuca.
Llegamos a la puerta de mi apartamento y me detuve para buscar la llave soltando el cinturón y liberándolo a él que sin mediar aviso me tomó por un hombro y me giro pegándome fuerte a la pared para recostar su pantalón contra el mío y frotarlo lentamente al tiempo que me besaba, friccionando nuestras pollas.
Lo aparté un poco y maniobrando saqué la llave de mi pantalón y abrí la puerta y él de un empujón me hizo entrar al apartamento cerrando lapuerta con un pie haciendo que resonara por todo el edificio.
Apenas se me acerco comencé a desabrochar su pantalón quitándoselo y haciéndolo a un lado de la sala-dormitorio-comedor-cocina donde vivía.
Me empujó a la cama donde caí dando unos cuantos botes en el colchón gracias a los resortes que a cada noche me quitaban el sueño preocupado de que uno saliera y me atravesara. Luego se colocó encima mio, ya solo tenía el bóxer y lo demás estaba regado por ahí. 
Le levanté el bóxer sin quitárselo bajándolo y colocando de modo que presionara sus bolas y el pene quedara por fuera y me acerqué hasta este abriendo la boca preparándome para engullir semejante plato,  sus manos se colocaron detrás de mi cabeza y de un tirón me llego su polla hasta el fondo de la garganta haciendo que casi me vomitara, los ojos se me pusieron llorosos y se me cortaba la respiración, coloque las manos en su cintura y empuje sacándome su falo de la boca. 
-Mira como te la tragas enterita-
No sabía si sonreír o caerle a golpes hasta matarlo en ese mismo instante, pero me fui por la primera y me abalancé nuevamente sobre su polla, esta vez ya preparado, una vez la tenía dentro de la boca movía la lengua rápidamente de arriba abajo pasando entre los testículos y el tronco para luego chupando con fuerza irme alejando hasta sacar su herramienta de mi boca. Con cada chupada parecía que se iba a desmayar, lo sujetaba de las piernas y sentía como le flaqueaban.
Con los labios recorría su piel, sintiéndola suave, con los bultos que las venas hacían a cada centímetro… Saboreándola, estaba húmeda y con un olor a virilidad inigualable, claro, con tanto bailoteo que había tenido…
Lo degustaba con gula, y buscaba más y más de su precum. No pasó mucho hasta que me aviso que ya se venía, era de esperarse, más bien era extraño que no se hubiera corrido antes.
Tragué entera su polla y una vez la tenía toda en su boca, él,  como tratando de meterla mas adentro, tiro de mi pelo hacia él varias veces hasta que sentí como unos chorros calientes invadían mi garganta, hice esfuerzo sobrehumano para apartarme y escupir el semen dejando que me corriera por la barbilla y luego por el cuello…
Mauricio me dio unos golpes en la cara con la polla y luego se dejo caer de rodillas en la cama soltando un fuerte suspiro…
Me acerqué hasta él y lo besé, pensé que se iba a apartar pero no lo hizo, más bien con su lengua lamió los restos de su semen y continuó besándome, quedando acostado a mi lado en la cama, donde ambos entrabamos a duras penas.
-Pero no acabaría allí…-
Me levante despacio y tome su polla que no esta flácida del todo y comencé a subir y bajar su prepucio… Mauricio abrió los ojos mirándome, no se creía capaz de más de seguro.
Me acerqué hasta su pene y lo llevé a mi boca, comencé a dar vueltas alrededor de su glande con mi lengua, con la otra mano había comenzado a masturbarme. 
Deje su pene brilloso de tanta baba que había soltado, tiraba suavemente de los vellos que lo rodeaban. Me llevé sus testículos a la boca chupando y haciendo que se estremeciera y me colocara la mano en la cabeza como para apartarme en cualquier momento, pero se dejaba.
No hicieron falta más que un par de lametazos para que su pene volviera a e estar completamente erecto…
Me lo volví a llevar completo a la boca, abría los ojos para mirar lo que hacía Mauricio y mientras que él solo me miraba a mí con lujuria. Chupaba fuerte haciendo que el cerrara los ojos apretándolos mientras que se agarraba con fuerza a las sabanas y apretaba los labios tratando de contener los gemidos.
Paré de golpe dejándolo algo descolocado, me acerqué a su oreja y entre susurros le dije:
-Quiero más…- y le mordí en el lóbulo. Mauricio se giró a mirarme asimilando lo que había dicho
-¿Quieres que te lo meta?
-¡Si coño! Hace tiempo que vengo deseando tener esa tranca en culo- le agarré el pene y lo apreté fuerte haciendo que Mauricio se echara un poco hacía abajo para zafarse, yo apreté un poco más fuerte haciéndole soltar un leve grito de dolor.
-¿Me lo vas a meter?- le volví a preguntar cerca al oído.
Mauricio asintió con la cabeza y yo me acerque a su oído acostándome a su lado estirando la mano y sacando un condón de abajo del colchón, después me levanté colocándolo frente a sus ojos mientras ponía su polla entre mis nalgas, sentándome.
-Dame acá- tomó el condón de mis manos y luego tomándome por ambas nalgas me levantó haciendo que mi polla diera unos cuantos botes cerca de su cara, por un momento lo vi dudoso de acercarse así que fui yo el que empujó y se la deje en los labios.
-Sabes que quieres probarla.
Mauricio movió la cabeza de lado a lado restregándose mi polla por sus labios, se deslizaba con facilidad gracias a las gotas preseminales que había en ella, gotas que Mauricio por puro reflejo recogió con su lengua, saboreo y terminó yendo a por más, metiéndose mi pene en la boca. Chupó primero con movimientos inútiles, chocando sus dientes y haciéndome un poco de daño. Tomé mi polla por la base y la acomodé un  poco, disfrutando de lo que me estaba haciendo y del calor de su boca.
Me estiré y con una mano quité el condón de las suyas, ya estaba fuera del envoltorio, llegué hasta su mástil y maniobrando con la mano lo coloque en la punta y fui deslizándolo sobre el tronco hasta donde llegaba el condón.
-¿Todo un experto no?- dijo separándose de mi pene.
-Si, tengo algo de practica- me acerqué y lo besé mientras reía… -Quizás esa practica era preparándome para dar lo mejor contigo- Volví a pasar  mis rodillas sobre él hasta quedar sentado sobre su abdomen e irme deslizando hasta sentir su pene.
El bajó sus manos hasta mis nalgas y esta vez fue con un dedo recorriendo mi raja hasta llegar a mi agujero donde introdujo uno despacio y sin mucha dificultad. Movía el dedo de forma rápida y yo gemía indicándole cuanto me estaba gustando, pero era obvio que quería más que un dedo… Pareció leerme la mente… e introdujo otro. Solté un leve quejido que ahogué acercándome a sus labios para morderlos. Movía los dedos como si de un destornillador se tratara, les daba vueltas hacia los lados taladrándome, al tiempo que los sacaba y los volvía a introducir.
-Te voy a reventar- me dijo sacando ambos dedos.
-Sii… ¿Me vas a partir en dos?- le dije comenzando a mover el culo arriba y abajo sobre su pene.
-Te voy a atravesar…-contestó más suelto de lo que creí que pudiera llegar a estar.
-No has escuchado eso que dicen de quien mucho habla poco hace- le susurré al oído.
-Te lo voy a demostrar entonces- tomó su polla desde la base y la dirigió a mi culo.
-A ver si aguantas la mecha- le dije.
-Se ve que ya has hecho esto antes…- Yo solo reí mirándolo
-Quiero hacerlo de perrito-  le pedí antes de que comenzara.
-Bueno, como lo que eres, una perra…
Volví a reírme mirándolo mientras me levantaba y me apoyaba en la cama con los brazos y piernas dejando el culo en popa y preparado para recibir lo que se venía. Él se levantó y caminando de rodillas llego hasta mi culo y fue introduciéndome su verga.
Primero la cabeza, curiosa, revisando el lugar para avisarle al tronco en que condiciones estaba… El tronco animado iba entrando también, no está tan estrecho, le habrá avisado la cabeza.
-Párteme el culo- pedí entre gemidos.
Mauricio me tomo por los hombros y de un solo golpe introdujo su polla hasta el fondo. No sé por qué pero dolió. Quizás no había tenido antes ninguno tan grueso…
-Aaaaah-
-Tu pediste, ahora resistes- me dijo empujando más adentro aún y su pene seguía entrando, esta vez sentía como a cada empujón introducía más y más y más y parecía que nunca iba a terminar, pero sí. Puse mi mano para sentir su pene y ya, tocaba directamente su piel, todo el condón estaba adentro, y lo que quedaba afuera no era más de unos pocos milímetros.
-Un culito bastante tragón este que tienes- dijo sonriente. Yo le devolví otra sonrisa picara y como pude apreté el esfínter haciendo que Mauricio desviara su mirada hacia el techo dejando los ojos como en blanco…
-Dioooos… Has eso de nuevo…
-Tus deseos son ordenes papi- volví a apretar el esfínter todo lo que pude haciendo que Mau suspirara.  Estuve así manteniéndolo apretado hasta que me cansé y comencé a mover la cadera de forma circular sin sacarme su pene-
Él sin saber que hacer –lo podía ver en su cara- puso sus manos sobre mis nalgas y solo seguía el movimiento circular de esta con una cara de que estaba alucinando.
Me aferré a la cama y moví el culo arriba y  abajo varias veces de forma rápida haciéndolo tambalearse…
-Que me iba a imaginar yo la senda perra que tenía por amigo.
-Y aún no has visto todo lo que puedo hacer- le dije volviendo a apretar el esfínter haciéndolo gritar de nuevo.
Se agachó pegando su pecho a mi espalda pasando sus brazos entre mis hombros quedando ahora como dos perros. Ahí fue el quien comenzó a mover sus caderas rápidamente metiendo y sacando unos pocos centímetros de su pene.
Se levantó y llevó uno de sus dedos hasta mi boca y yo por reflejo comencé a chuparlo. Luego metió otro que con gusto también chupé, con la otra mano fue recorriendo mi espalda y finalizo su recorrido al otro lado de mi boca donde se incorporaron otros dos dedos, me daba mala espina estar así, me estaba abriendo la boca con ambas manos… y pasó lo que me esperaba; comenzó a tirar de los lados de mi boca para marcar el ritmo de su follada.
Me dolía, sentía como si me los iba a reventar, una lágrima brotó de mis ojos por el dolor, mascullaba diciéndole que me soltara pero no lo hacia por lo que enseguida apreté los dientes buscando morderle.
-Aah, te gusta morder- dijo sacando rápido una de las manos y dándome una nalgada que resonó fuerte en el cuarto y que hizo que poco a poco sintiera un hormigueo recorriéndome la nalga para abrir paso a un ligero ardor.
Seguido a esto, al tiempo que iba y venía con su pene dentro de mí, pasó su mano por mi cintura y comenzó a pajearme… primero despacio al tiempo que bajaba el ritmo de su cabalgada y luego poco a poco fue aumentando, me masturbaba de forma tan brusca que el pene me dolía cada vez que tiraba del prepucio. Me estaba causando dolor y bastante… y la cosa se puso más fuerte. No me esperaba esa actitud de él… podía haber sido con cualquiera, pero no de él.
Puso su mano en mi nalga y poco a poco sacando las uñas las fue deslizando por mi espalda, aún con su pene adentro de mí y masturbándome con la otra mano, me iba rasguñando por toda la espalda hasta llegar a mis omoplatos para después clavar sus dientes en mi cuello y comenzar a chupar como si de un vampiro se tratara.
Eso si que no me había pasado… el que rasguñaba era yo… era raro que un activo lo hiciera… 
-Te gusta sufrir ¿No?- dijo poniendo sus manos en mis testículos y tirando de ellos como si fuera la ubre de una vaca. El dolor hizo que volviera a soltar un grito.
-Eso… sufre… Aafffaagff- gimió empujando más fuerte, introduciendo toda su polla hasta lo más profundo de mi ser mientras movía su mano frenéticamente haciéndome acabar sobre la sabana y para luego él ir ralentizando su movimientos, había acabado al mismo tiempo que yo estando dentro mío, soltando toda su lefa dentro del condón.
Sin dejar que sacara su pene eché el cuello hacia atrás y busqué sus labios, volvimos besarnos, aunque sentí un pequeño rechazo al principio, pero después se acercó y me correspondió.
-Te amo papi- le dije.
-Yo… Yo… yo también Leo.
-Listo-
Nos quedamos recostados los dos en la cama y justo antes de dormirnos busqué mi teléfono y marqué la fecha en el calendario.
Ahí comenzó todo… nuestra relación. Siempre que teníamos la oportunidad follábamos como locos, pero a parte de eso comenzamos a salir como “más que amigos”, cuando no había nadie, como saludo, nos besábamos, de resto nos estrechábamos la mano y nos dábamos un abrazo con los típicos golpecitos en la espalda.
Mauricio se comportaba conmigo como nadie lo había hecho. Para mi cumpleaños hizo una torta y junto con su mamá y su papá -que también me habían agarrado confianza, creyendo que éramos amigos nada más- me cantaron cumpleaños. No pude evitar llorar, me trataban como parte de su familia y ninguno antes había hecho eso.
En el sexo si era completamente diferente, rasguños, azotes, mordidas, pellizcos… Le gustaba hacerme sufrir, al parece eso le excitaba y yo simplemente me dejaba hacer.
Cuando mi teléfono se daño no tardo más que unos días en aparecerse con un Blackberry de regalo,  decía que no era nada y que sería mejor pues según no gastaríamos mucho saldo para hablar, me negué diciendo que no podría pagar la renta y él sin reparo alguno se ofreció a hacerlo, después de todo era su regalo dijo. Me negué en un principio pero terminé por aceptar.
No habían pasado más que unas semanas hasta que tuve que decirle de la terrible noticia…
-Mau… voy a tener que volver con mis padres…
Él abrió los ojos como platos y sentí como su piel se erizaba, acabamos de tener sexo y ambos estábamos mirándonos a la cara acostados en mi cama. De golpe se levantó quedando sentado en el colchón.
-¿¡En serio!?
-Si, descubrieron que había dejado los estudios y ya dijeron que no me pasarán mas dinero… para nada, tendré que irme a vivir con ellos.
No lo pensó dos veces.
-Quédate en mi casa.
-No papi… voy a molestar allí… está bien de vez en cuando, pero definitivamente, no.
-Por favor- tomó una de mis manos con las dos suyas halándome para quedar sentado frente a él.
-No papi…- dije casi llorando.
-Pagaré tu alquiler-
-No podrías-
-¡Si! Sí puedo, eso haré…
-No… Sentiría que solo me estoy aprovechando de ti.
-No, no, lo hago porque yo quiero que te quedes… por favor- me miró a los ojos mientras los suyos se iban tornando llorosos.
-Está bien…- solté resignado.
-¡Si!-dijo abrazándome fuerte y moviéndome hacia los lados haciendo que cayéramos de nuevo acostados en mi cama, él encima de mí, mientras yo sonreía con mi cabeza en su hombro.
Cada vez que él cobraba me pasaba dinero para pagar el apartamento donde vivía, que a pesar de ser pequeño era algo caro debido a que está en una zona céntrica de la ciudad. Había buscado allí porque la universidad donde se supone que estudiaba queda a 15 minutos a pie. También aparte de pagar el alquiler me daba para comprar la comida.
Le conté que la señora de administración había traído una carta donde decía que por “quebrantar la paz” iban a recoger firmas entre todos los vecinos e iban a terminar hablando con la dueña para botarme del edificio, claro, después de todo era una homofóbica, estaba más que seguro que esas eran las molestias a su “paz”.
Por el mismo motivo tuvo que dejar de venir a mi casa, me deje de vercon él tan seguido pero cuando nos veíamos me aseguraba de dejarlo feliz, que valiera pena y lo lograba…
Pasaron al menos seis meses más en los que él seguía dándome todo, trabajaba el día completo y hasta la mayoría de los fines de semanas. Se había puesto ojerudo y había perdido la masa muscular que había ganado el poco tiempo que estuvo yendo al gimnasio, aun así seguía pagándome la mensualidad. Le dije que ya comenzaría a ayudarlo pues me habían ofrecido trabajo en un centro de atención al cliente movistar, que comenzaba en un mes.
Ya cuando iba a su casa lo que menos hacía su mamá era sonreír, de hecho me miraba con una cara que decía –Te quiero ver quemándote en el infierno-
Pasó el mes y comencé a trabajar en la agencia movistar que quedaba en otro centro comercial distinto a donde Mauricio trabajaba. Al menos eso decía.
A pesar de que ya casi no compartíamos nada me seguía pasando dinero… Dinero con el que compraba el diario a cada mañana, con él que me iba de fiesta, con el que compraba pastillas y las cosas para preparar las mías, con el que me compraba ropa, con el que me corté el cabello.
Pasaron más o menos dos meses hasta que armado de valor Mauricio volvió a verme, con “mi nuevo look” y mejor que nunca... había quedado en verlo en el centro comercial donde yo “trabajaba” ahora.
-No podemos seguir con esto Leonardo… te amo… pero ya no puedo más… por sobretodo, me amo a mi mismo…- Suspiró -tendrás que valértelas por  ti mismo.
-Ok…- respondí vagamente sacando mi vergatario” del bolsillo, después de todo había vendido el blackberry, ojee un mensaje donde “Gabriel” ponía –Joseph nos vemos en un rato cuando salga, yo te aviso y te paso a buscando- lo cerré y busqué el calendario –Mauricio, 8 meses le saqué a este, nada mal, lastima todos los que pierdo al principio.
-¿Ok? ¿¡Solo eso me dices!?
-Si… Olvida lo nuestro, y gracias por todo
Mauricio me miró llorando…
-En serio ¿No signifiqué nada para ti…?
-No- respondí vagamente mirándolo a través de mis gafas oscuras.
-Por favor… dime que es mentira…
-No insistas o te va a ir peor carajo-
-Dime que solo estas bromeando conmigo-
Metí mi mano en el bolsillo, sería fácil usar un poco de burundanga que con tanto amor me enseño a preparar mi madre, cuestión de solo encender un cigarrillo.  Pero algo me contuvo de hacérselo, con él no podía…
Me tomó de la mano, sacándola de mi bolsillo, me zafé agitándola rápidamente.
-Deja tus pendejadaso voy a llamar al vigilante, mira que lleva rato echando ojo, con esa pinta que cargas… en cualquier momento te llevan a la granja oasis (lugar de rehabilitación para drogadictos).
Mauricio comenzó a llorar mirándome.
-Todo lo que sentí por ti era verdad… fui un pendejo…
-Si, lo fuiste… Nos vemos…- abrí mi mano y la cerré en forma de despedida. Tomé mi bolso del suelo… entré al ascensor y me fui a la feria de comida, una pequeña lagrima amenazaba con escapar de mis ojos pero la retuve.
Recordaba todas esas cosas que me había dicho mi mamá de lo que yo era, la rencarnación de “Arukadarí”, hijo del Dios sol, que con su magia solo se dedico a hacer maldad, lanzando maleficios contra la gente y haciendo que otras personas los imitaran creando lo que son las enfermedades en el mundo… Menuda gilipollada, pero pues, de alguna parte las cosas siempre me salían como quería y no se lo atribuía a más que eso...
Al nacer, fui llevado con el Shaman de la tribu, quien de solo mirarme se lo dijo a mi madre, al cacique enterarse ordenaría mi sacrificio por lo que mi mamá escapó de la tribu, aunque mi papá, el verdadero, no lo pudo hacer con ella. Escapó conmigo nada más. Nunca dejo de preparar esos remedios y cosas con nombres raros que jamás pensé me serían tan útiles en el futuro. Lo hacía para venderlos y  ganar dinero, nunca los usaba para su propio beneficio. Mas tarde conoció a “mi padre” con quien nos mudamos e hicimos una vida hasta que llegó la hora de que fuera a la Universidad y pues, quería estudiar en la capital, y  mi consentidor padrastro me lo permitió… No pasaron más que unos meses y me había aburrido de la universidad, y no pasaron más que unas semanas y ya lo sabían, malditos contactos. Me resigné a volver a esa puta casa, aparte que nunca vi tampoco invitación a que regresara, conocía a mi mamá, debía haber maldecido en nombre de todos los demonios pemones(tribu indígena)habidos y por haber cuando se enteró. Y bueno, así me dejaron, sin nada…
¡Gran madre la mía! Me salva de ser sacrificado y me abandona –Sabía que llevabas la maldad pura en ti muchacho- fue lo ultimo que le escuché decir.
Menos mal que para entonces me había hecho con un novio, porque si, desde pequeño me gustó más el “yauki” que la “sasai” o las yucas que los bollos, que es lo mismo que los penes a las vaginas… Quien sabe si mi mamá también se había enterado de eso. En fin, este chico me ayudo mucho esos días, continuó pagando mi alquiler por un tiempo, pero claro, nada es eterno, terminó por cansarse y se fue con la cabuya en la pata dejándome sin saber que hacer…
Tuve que empezar a trabajar… conseguí en una zapatería trabajando de dependiente, o mejor dicho diciendo “a la orden” a cada persona que se acercara como si de un buitre se tratara. Fue cuando se me alumbró la mente y con lo que había aprendido de mi mamá, drogué a otro dependiente y terminé robándolo, el pobre ni se acordaba al siguiente día que le había pasado, aunque ya que estaba falto de lo otro también aproveché.
Pudiendo ir por lo mejor me decidí y me fui por el dueño de la zapatería, pero la cosa no duró mucho, tenía esposa y desconfiado terminó por cortarme el rollo sin siquiera haber comenzado, si acaso un mes de alquiler le saqué…
Pero allí comencé, un chico tras otro… se nota cuales son los más propensos a dejarse llevar… esos eran los que elegía… de uno en uno…
Cambiaba el sitio donde los buscaba para evitar cualquier soplón, pero de todas formas, quedaban tan dolidos… o a veces tan drogados que no iban a poder hablar nada hasta que ya yo estuviera a kilómetros de distancia…
Compraba capsulas y las vaciaba para rellenarlas con mis preparados… Mi mamá podía haberse ganado el premio nobel con eso.
Comencé de uno en uno, de dos en dos, y si podía, hasta los tres… Cada vez se me hacía más fácil…
Caminé y miré hacia la feria de comidas, allí estaba… sentado con la mirada perdida hacia los carteles de una oferta de Subways.
-Buenas tardes… ¿Está ocupado?
Dejo de ver el cartel y dirigió su mirada hacia mí.
-No…
-Gracias- respondí tomando asiento.
-No porque los mires van a bajar más los precios, aprovecha.
El tipo sonrío mirando de nuevo el cartel…
-Ya comí gracias.
-Donde están mis modales…- me reclamé  y luego estiré la mano -Alfredo Gonzales, Mucho Gusto-




Relato procedente del XX Ejercicio de Autores de TodoRelatos: "Erotismo en tiempos de crisis económica". Perfil de SideShift: http://tinyurl.com/SideShift