lunes, 30 de mayo de 2016

La heterosexual confundida

Saboreaba un helado de chocolate, cuando la vi caminar por el parque. Bastaron dos segundos para conectar las miradas. Después de un “Hola, gustas sentarte” Todo fue mas fácil. No era muy guapa pero tenía un encanto oculto. Terminamos en la cama de mi departamento.
“Sentí lo que no debía y amé lo que tanto temía”.
Al despertar vi sus hermosos ojos color miel, por un momento era todo lo que existía.
Nos dimos un apasionado beso. Tuvimos sexo de nuevo: Sentí su mano en mi vagina, mis labios en su pezón, un orgasmo intenso y nuestros cuerpos enfangados con fluidos.
    Intercambios números de teléfonos. Nos despedimos con un tierno beso.
    —Nos vemos pronto.   
    Cuando vi la cama revuelta, entendí que algo no estaba bien. Me sumergí en la bañera, necesitaba limpiar lo que aparentemente estaba sucio. Perdí la noción del tiempo hasta que vi mi piel arrugada. Me preparé un sándwich dejando un camino de agua en el piso. Comí despacio, faltaban pocas horas para entrar a trabajar.
Mis dedos se deslizaban sobre el teclado, trabajaba rápido, pero mi mente estaba perdida en sus ojos grises. Vi pasar a Rafael coqueto como siempre. Por primera vez le devolví la sonrisa. Esa noche la pasaría de nuevo… desnuda.

Sus sabanas sabían a gloria, me enredé en su cuerpo, mis labios succionaron uno de sus senos, mientras que mis manos jugaban con el otro. Sudando la hice mía. La toqué sin recato. Parecía un juego de fueras salvajes.
Su sonrisa, sus ruidos, y la manera como me tocaba, amenazaban con hacerme explotar.
Escuché su voz ronca.
Abrí los ojos ¡Era Rafael quien me penetraba con fuerza! Era el cuerpo perfecto al que mi amante metía su pene. La mujer que le permitía sentir placer. Sus movimientos rápidos hicieron temblar mi cuerpo, él rugió, besó mis labios y se fue a bañar. Mi alma permaneció muda, por no decir que vacía.
—Helena —murmuré.

 “Soy heterosexual” pensé mientras me contemplaba en el espejo. Sequé mi cuerpo, mis manos lo recorrieron untándolo con mi crema favorita. Me vestí coqueta. Tomé mi bolsa y estaba lista para los quehaceres del día.

—Tengo días sin verte — Alguien me agarró del brazo, me giré. Vi a Helena. Su rostro reflejaba angustia.
—No he tenido tiempo —contesté esquivando su mirada.
—¿Y las llamadas y los correos electrónicos?
La respuesta era la misma.
—Sé que te acostaste con un chico —dijo aguantando el llanto.
—Sí, salí con alguien. —Me mordí los labios.—. Es probable que pronto seamos novios. —Caminé, pero ella me agarró del brazo de nuevo.
—Mentira, eso no fue lo que me dijiste el otro día.
Estaba acorralada, necesitaba huir de mi misma.
—Solo quería saber, que se siente estar con una mujer.
Me fui con el rostro ardiendo, ella con lágrimas.

Busque a mi amante de la otra noche.
—Hoy no puedo, saldré con mi novia.

Lloré de frustración y coraje. El miedo a ser yo misma me cobró una gran factura.

domingo, 29 de mayo de 2016

La ira se viste de cuero

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Río de Janeiro, 1973.

El viejo Max no se podía creer la suerte que había tenido. Se había llevado un buen chasco cuando le llamaron para decirle que su chica habitual se encontraba indispuesta, pero la sustituta estaba superando todas sus expectativas.
La joven, que se hacía llamar Jessica, no había perdido el tiempo en ordenarle que se desvistiera. Apenas habían pasado cinco minutos desde el inicio de la cita y él ya tenía las cuatro extremidades esposadas a las esquinas de la cama. En los casi treinta años que llevaba viviendo en Brasil, ni una sola vez se había encontrado con una chica tan dominante como la que en ese momento se subía al colchón, alzándose sobre él.
Un hermoso pie enfundado en una media negra se posó sobre su polla. Estaba dura como una roca. Jessica aumentó la presión de su pisada de forma experta, logrando ese perfecto equilibrio entre dolor y placer que tanto gustaba a Max.
Él tenía la vista clavada en el generoso escote que lucía la meretriz. Se moría por ver las fabulosas tetas que a buen seguro escondía aquella diosa. Jessica lo sabía, pero ella no premiaba a los babosos. Sin dejar de pisarle la verga, se agachó y castigó la mirada lasciva con tres sonoras bofetadas.
—¿Te trataban así en tu país? —la voz de la dómina era sensual y autoritaria a partes iguales.
—No... —él temblaba de excitación.
—Claro que no... en Alemania eras tú el que hacía daño a los demás, ¿verdad? —el tono de su voz se cargó de desprecio— Daño a los judíos.
—¿Qué? —el hombre palideció súbitamente.
—¡Y por eso huiste aquí tras la guerra!—aseveró con rabia, a la vez que le aplastaba el cipote con todas su fuerzas.
—¡¿Quién eres?!— gritó dolorido.
Ella no contestó. Levantó su pie del miembro de Max, que casi había perdido toda su firmeza, y observó inexpresiva cómo gotas de sudor frío bajaban por el rostro de aquel sexagenario, que ya empezaba a comprender la situación.
—¡Suéltame! —ordenó el hombre— ¡Ahora soy ciudadano brasileño, no podéis sacarme del país! —comenzó a agitar los brazos, intentando librarse de las esposas— ¡No hay pruebas concluyentes contra mí!, ¡Léete la resolución; no podéis juzgarme!
—Lo sé —Jessica utilizó su tono más seco para cortarle—. Por eso tengo otra clase de órdenes —se bajó de la cama y cogió su bolso.
Max comenzó a chillar horrorizado al ver cómo la chica sacaba una pistola del interior. Daba igual, nadie podía escuchar sus gritos. El silenciador que en ese momento se enroscaba en el cañón del arma no era más que una mera formalidad.
—¡Puta judía! —bramó. Esa expresión que tanto había utilizado años atrás fueron sus últimas palabras.
La agente del Mosad Frieda Lebenstein apretó el gatillo y una bala impactó contra la frente del anciano, silenciando su odio para siempre.
Auf wiedersehen, SS-Oberscharführer Maximilian Reichmann.

sábado, 28 de mayo de 2016

Homenaje

 Elección.

- ¿ Ella o yo? .
- Ella.

Deseo.
- Ve y que te den por culo.
- Dame.

A Monterroso, el maestro del relato corto, leer La oveja negra es un placer indescriptible, donde se mezcla la inteligencia con el humor. Dicen que escribió el cuento más corto en castellano: El dinosaurio.
Y a Machi que se atrevió a inspirarse en dicha historia y logró un magnífico relato.

viernes, 27 de mayo de 2016

Indefensa


Te sientes vulnerable, como una muñeca de trapo. Dejas de esperar respuesta de tu mente y tu cuerpo, que en este momento le pertenece a él, se va deshilachando de pies a cabeza bajo sus manos.
Se humedecen tus ojos y te sientes desnuda, exhibiendo emociones que afloran sin tu permiso y pensabas que podías controlarlo…  
Nunca has estado tan indefensa como en este momento, nunca tu cuerpo y tu alma han estado más desconectados y, sin embargo, sabes que tú lo has buscado.
Tantos años de recato, tantos esfuerzos por ser de todos menos de ti misma, para llegar a esto…
Le miras con una súplica muda en tus ojos, quieres que pare, que se detenga todo, pero muy en el fondo, sabes que todo va a continuar, que todo debe continuar, que no se puede volver a dormir a la bestia que ha despertado.
Te agarra de las muñecas y su ansiedad te estremece. Cierras los ojos para no ver la victoria reflejada en su mirada, porque se sabe vencedor, ha derrotado a tu cuerpo y tras este, llegará, tarde o temprano,  tu mente.
El último es el definitivo, tu cuerpo se tensa al máximo y te convulsionas violentamente, para luego quedar exhausto. Ha atravesado la piel y la carne para llegar a tu alma, haciéndote gritar como nunca antes lo habías hecho.
Con lo feliz que eras tú en tu divina ignorancia, siendo la mujer que todos esperaban que fueses, manteniendo cerradas aquellas puertas que no debías abrir, pero las has abierto de par en par y ahora deberás asumir las consecuencias de haber despertado al dragón.
Te has rebelado, has mudado tu oscura y opaca piel y debajo de esta, te da pánico lo que puedas encontrar.
Tu mente se ha rendido y solo ahora es plenamente consciente de tu cuerpo; de tus muslos doloridos, del sudor que baña tu cuerpo, de tu sexo inflamado, que continúa palpitando como si tuvieses allí el corazón; pero ahora eres consciente de algo más: de su virilidad aún dentro de ti, de sus labios acariciando tu rostro, de sus dedos entrelazados con los tuyos y de ese aliento que quema tu piel… Te gustaría que fuera inmune al fuego, pero las escamas acaban de nacer y temes que no te protejan. Desde tus entrañas, la bestia pide alimento con insistencia para poderse hacer grande,  fuerte y finalmente devorarte.
A falta de algo que llevarle a la boca, utilizas tus propios dedos y las llamas se inflaman con fuerza, como si lo hubieses invocado.
El ritmo de tu mano es mecánico mientras  tu mente se niega a aceptar lo ocurrido. Estás a tiempo de parar, de dejar que muera de inanición, de no permitir que te domine.
Vuelve atrás y atranca la puerta que no debiste abrir o toma impulso y lánzate, quítate la armadura y enfréntate desnuda con el caos, que pronuncia tu nombre con insistencia mientras los dedos se hunden hasta el fondo de tu ser.

jueves, 26 de mayo de 2016

Reencuentro

 “Lo veía venir. Desde que las antiguas alumnas del internado nos reencontramos y quedamos en vernos cada año, era cuestión de tiempo que volviéramos a estar solas. Tenemos que agradecer a Isabel, la organizadora del encuentro, la decisión de que nos distribuyéramos en las habitaciones como entonces. Así estuvimos en aquel hotel madrileño. Como entonces, volvimos a compartir el dormitorio. Y como en el pasado te viniste a mi cama.

Y la chispa que se apagara cuando cada una se fue a una universidad distinta y dejáramos de vernos, volvió a encenderse aquella noche. No te mentiré si te aseguro que, al apagar la lámpara tras la charla intrascendente que tuvimos, tenía mariposas en la barriga.

Viniste a mi cama, desnuda, como hacías en el internado. Y te sentí a mi espalda; clavándome tus duros pezones. Y todo mi ser se removió al reconocer algo tan querido como el contacto con tu cuerpo. Y tus manos se perdieron dentro de mi camisón, buscando mis pechos, sedientos de tus caricias. De mi boca salieron los primeros jadeos. Mi cuerpo quería más.

Me di la vuelta para enfrentar mi cuerpo al tuyo, pero tú no me dejaste, sino que me hiciste tumbar boca arriba; y te pusiste encima. Para besarme, para acariciarme, para chuparme, para volver a perderme en tus brazos. Y mi cuerpo te devolvió los besos y las caricias, el manoseo y el juego entre lengua y clítoris.

Al amarme me sacudiste, no solo el cuerpo, estremecido por un orgasmo que casi no recordaba desde aquellas noches juntas, sino también el deseo de ser amada como tú lo hacías en aquel lejano entonces y lo volviste a hacer aquella noche.

Tú te dormiste, siempre tuviste esa capacidad de desconectar y de que las preocupaciones no te alteraran el sueño. Yo no, me quedé despierta, abrazada a tu sueño y sin moverme para no despertarte. Estuve meditando; pensando que, separada de aquel tipo con el que estuve casada veinte años, que tantas tardes negras me dio, y con lo hijos ya crecidos y lejos del hogar, debía dejar atrás tantos años oscuros y vivir mi propia vida.

No se trataba de irme contigo; no negaré que te acababa de recuperar y que el deseo de tenerte no dejaba de entrar en mis planes, sino de rebelarme contra el destino y, si así lo deseara, verte cuando quisiéramos sin que me importara nada el qué dirán. Vivir mi vida, ir allá donde fuera sin la sombra de un marido dominante. Controlar mi futuro de acuerdo con lo que realmente quiera y con quien desee.

Aquella noche del reencuentro me zarandeaste sin querer, y me lanzaste a mi futuro. Por eso te doy las gracias cada vez que nos vemos y nos echamos una en brazos de la otra. Fuiste mi mejor amiga y amante, y nos hemos reencontrado para siempre. Te quiero.”

María cerró la carta de Silvia. Encendió las velas y se dispuso a recibir a su amiga.