jueves, 11 de marzo de 2010

Mi primer día


Martos resume así su relato para el ejercicio psiquiátrico: El primer día de una psiquiatra con unas terapias muy particulares.






MI PRIMER DÍA

Hoy estoy un poco nerviosa. Es mi primer día. Después de muchos años estudiando y estudiando para terminar la carrera de psicología y la de medicina con la especialidad de psiquiatría y de otros pocos más estudiando para aprobar las oposiciones he conseguido por fin mi sueño. Ejercer como doctora en la cínica Santana un centro especializado en tratar los problemas relacionados con los desórdenes de la personalidad. La verdad es que me muero de ganas por atender a mi primer paciente y así hacer realidad todas las fantasías con las que soñaba desde pequeña. Desde muy niña me atrajo el mundo de la medicina, mis juegos preferidos era jugar a ser doctora o enfermera. No seáis mal pensados, era demasiado joven para "jugar a los médicos"… Bueno, el caso es que en la adolescencia descubrí el fascinante universo que se alberga en todos nosotros, el cerebro, el órgano más asombroso, fascinante y desconocido que nos dirige a todos. El caso es que desde entonces no paré por aprender y conocer los muchos secretos que se encierran en la mente humana. Y claro, una cosa llevó a la otra y aquí me veis sentada detrás de esta mesa, revisando los historiales de los pacientes que tendré que atender hoy. He llegado bastante temprano. Quiero empezar con buen pie.

Bueno mientras espero a Luis, así se llama el primer paciente os cuento un poco más de mi persona para irnos conociendo un poco mejor…

Me llamo Sonia, no os quiero decir mi edad pero no llego a la treintena. Sí soy muy joven, he estudiado mucho. Además de un buen cerebrito como habéis podido deducir por lo que os he contado, creo que no tengo mal tipo. Al menos consigo que la mayoría de los hombres se paren un poco para verme mejor cuando me cruzo con ellos, algunos hasta se dan media vuelta para una segunda ojeada. No tengo los pechos demasiado grandes, pero tampoco pequeños, creo que en general estoy bastante bien proporcionada, con una cinturita y unas caderas sugerentes que me gustan lucir en verano. Para eso también me machaco con regularidad en gimnasio casi todas las semanas. En cuanto a mi rostro decir que tengo las facciones suaves, con una nariz algo respingona y unos ojos color miel que me han permitido algún que otro ligue. No me considero un bellezón no os creáis pero tampoco me considero feucha, normalita tirando a guapa diría yo. Soy morena y como podéis comprobar no me gusta el pelo largo ni llevarlo suelto, suelo recogerlo en una coleta. Mis amigas me dicen que no me favorece y estoy pensando en cambiar de peinado. ¡Uy! perdonad con tanta charla se me ha pasado el tiempo volando. Ya es la hora, llaman a la puerta. Debe ser Luis mi primer paciente…

  • Buenos días. Usted perdone. ¿El doctor Beltrán?
  • Soy yo. Pase, y póngase cómodo…

Tras la puerta, aparece el azorado rostro de un joven. Desde luego cuando lo convencieron para que acudiese a la clínica para que le atendieran de… Bueno de su problema, jamás se imaginó que le atendería una mujer, y menos una mujer como aquella. Si no hubiese sido por la amable disposición de la doctora que rápidamente se levantó y le dio la bienvenida estrechándole la mano, habría salido corriendo como alma que lleva el diablo. ¿Cómo le podría contar su problema a la doctora, una mujer, si resulta que era incapaz de hacer nada a derechas cuando estaba con una de ellas? Intimidado y apabullado por el ánimo y determinación que derrochaba la médica, no tuvo más remedio que tomar asiento delante de ella. Apenas si apartaba la vista de sus rodillas. Afortunadamente, parecía llevar la delantera en la conversación y conocer la causa de sus problemas.

  • Veamos… Se llama usted… Luis Romero Parada. ¿Correcto?
  • Sí… Sí doctora.
  • Y según su historial tiene usted 25 años y según parece es usted excesivamente tímido.
  • Er… Sí. Así es.
  • Bueno, la timidez no es un trastorno psiquiatrico. No sé cómo podríamos ayudarle pues no entra dentro de… Un momento según parece hay algo más en su historia…
  • Sí hay más… hay más. (Se apresuró a decir el joven con tal de no tener que explicarse.)

La verdad es que calificar su trastorno como simple timidez con las mujeres era quedarse corto, demasiado corto. Lo cierto es que a sus 25 años Luis era virgen. Hecho completamente normal si uno así lo decidía, pero el caso es que Luis llevaba años intentando dejar de serlo. Claro si eres incapaz de cruzar más de dos palabras con una chica como que no ayuda. Pero si además lo intentas pagando y resulta que tampoco… El caso es que cuando sus amigos vieron que ni pagando él, ni pagando ellos a una profesional en el negocio más antiguo del mundo, para que se lo pusiera fácil eran capaces de conseguir algo; que al final accedió a acudir al médico.

  • Bueno… según cuenta en su informe. Es usted lectolagne…
  • ¿Cómo dice?
  • Perdone, a veces abusamos del lenguaje profesional. Según parece le resulta a usted excitarse sexualmente y sólo lo consigue leyendo relatos pornográficos. ¿Es cierto eso?

El pobre Luis no podía estar más abochornado. Jamás hubiese pensado que una mujer le hablase con tanto desparpajo sobre el sexo. Claro que era doctora… Haciendo acopio de amor propio asintió con la cabeza…

Lo cierto es que como os podréis imaginar, el pobre Luis además de despertar mi curiosidad intelectual y el deseo de éxito profesional, me daba bastante pena. No es que fuese un efebo pero tanto como considerarlo el hermano gemelo de Frankenstein era pasarse. Lo cierto es que desde la pubertad Luis había experimentado un rechazo continuo por parte del sexo femenino que desembocó en una timidez exacerbada y en un terror subconsciente a todo trato con los miembros de mi sexo. En otros hombres hubiese desembocado en psicosis y misoginia pero en Luis había desembocado en una imposibilidad en tratar con cualquier hembra. No es que no le gustasen las mujeres, según consta en su historial se excita leyendo relatos eróticos donde se habla de sexo con mujeres pero tratar con una de carne y hueso era otra cosa. Al parecer, no consta nada de los efectos de las fotos y videos pornográficos pues extrañamente no ha tenido acceso a ellos… Habrá que comprobar este aspecto empíricamente.

Como podéis comprobar me conozco perfectamente el historial de mi paciente. Me he leído y releído los historiales de todos mis pacientes de hoy, quiero hacerlo mejor que bien. Así que como podéis suponer tengo un plan de acción perfectamente estudiado. Es un poco atrevido y arriesgado pero estoy decidida a llevarlo a cabo. Muchos lo tacharían de poco ético y profesional pero estoy decidida a darlo todo por mis pacientes. Vosotros atentos y juzgad el resultado…

Luis no se lo puede creer. ¿Será verdad lo que ha visto? "No, no puede ser… Una doctora tan profesional, tan seria como parece… Habrán sido imaginaciones mias. Maldito Evaristo y sus ideas… desde que le había comprado aquella revista hará un par de días ahora no veo más que tetas por todas partes… Lo cierto es que parece que detrás de la bata esa no hay nada y tantos botoncitos abiertos dan que pensar… No puede ser, desde los doce años todas las chicas con las que he mediado más de dos palabras han acabado descojonándose de mí. Son imaginaciones mías, espero que no se dé cuenta. Con el trabajo que me ha costado venir y con lo que sabe ya de mí… vamos que como la cague. ¿Por qué tenía que ser una doctora y no un doctor? Es que eso de los apellidos ¿Eeeh?…"

Sonia sonríe para sus adentros, parece que su plan está dando resultados. Debajo de su bata blanca se esconden no demasiado bien, sus dos hermosos y generosos pechos. Los botones desabrochados forman un interesante escote que fugazmente permite la visión de las turgentes mamas. Luis parece no escuchar a la joven doctora y apenas acierta a contestarle con monosílabos las preguntas que le hace una y otra vez mientras juega distraídamente con su botón. Evidentemente, la doctora ha conseguido captar su atención de un modo mucho más eficaz de lo que lo harían las palabras.

Como quien no quiere la cosa, Sonia se levanta y acercándose al distraído Luis lo invita a acercarse a la camilla para reconocerlo mejor. En realidad Luis no se da cuenta de las intenciones de la doctora hasta que prácticamente lo empuja levantándole de la silla. Antes ha estado absorto boquiabierto admirando de cerca sus pectorales cuando se acercó a donde él estaba. Extrañamente, le sigue sonriendo y no se enfada aunque es evidente de que no le está prestando la más mínima atención a lo que le dice.

  • ¿Luis?
  • ¿sí? Perdone no la he escuchado…
  • Que si hace el favor de quitarse la camisa para poder auscultarle…
  • Oh sí desde luego usted perdone…
  • Y la camiseta… si hace el favor. Deje que le ayude…

Un extraño estremecimiento recorre al pobre muchacho cuando las suaves manos de la doctora le rozan al quitarle la prenda. Eso, y la asombrosa panorámica que ha podido obtener a través del generoso escote le han producido una inoportuna reacción. Algo se está endureciendo en su entrepierna en el peor momento. "Que no se dé cuenta. Que no se dé cuenta… Jodío Evaristo y sus revistitas… Lleva unas braguitas negras…Atiende idiota que te está hablando…"

  • Inspire… Eso es muy bien… espire…

Como habéis podido comprobar, hemos vencido la barrera de la timidez distrayendo la atención del sujeto. Ahora es el momento oportuno para obtener información valiosa pues su mente está ocupada en otros asuntos. Con un poco de suerte puede que consigamos vencer la barrera psicológica que le ha impedido intimar con las mujeres de su entorno… Es hora de dar un paso más en nuestra estrategia…

Luis mira entre preocupado e intrigado a la joven médica. "¿No se habrá dado cuenta del bultito? Me sigue sonriendo… Eso es bueno, si lo hubiese visto, ya me habría echado… ¡Luis! Atiende…"

  • Entonces, según parece no ha tenido usted nunca sexo con ninguna mujer ni siquiera intentos cuando era usted más joven. ¿Cierto?
  • ¡Eh!... Esto sí… digo no… no nunca tuve… he tenido sexo…
  • Pero se habrá masturbado alguna vez ¿no?
  • ¿Cómo?… no…
  • Que alguna vez se habrá hecho usted una paja pensando en alguna mujer.

Mientras la doctora le mira sonriente con la mayor naturalidad del mundo mientras le habla de sexo de un modo tan explícito, Luis apenas puede reaccionar. Está hablando de sexo con una mujer a la que apenas conoce y lo peor de todo es que está empalmado como un toro. El bulto de la entrepierna es ahora una tienda de campaña. "Es imposible que no se haya dado cuenta. Pero no debe haberlo hecho pues le sigue hablando con amabilidad y esa encantadora sonrisa. Cielos y esas manos que le recorren la espalda… ¡Eh! ¿Qué pasa? No cielos no… maldición todo a la mierda…"

  • Perdone… qué torpe he sido… ¡Vaya!… esto es muy interesante…

"Sin querer" el fonendoscopio cae al suelo y al agacharse a recogerlo, las "inocentes" manos de la doctora rozan la entrepierna del muchacho percibiendo la enorme tensión que se esconde tras los pantalones. Antes de que Luis pueda reaccionar, los ojos de Sonia se clavan en los suyos. Luis intenta reaccionar pero la doctora es más rápida y le impiden bajarse de la camilla. El momento es increíblemente incómodo y tenso para él.

  • Al parecer, no todas las mujeres le somos antipáticas…
  • Yo esto… perdone… yo no… (Luis apenas acierta a decir nada coherente pero la doctora le corta. "No puede ser verdad. Debe de estar soñando".)
  • Tranquilo su reacción es comprensible y perfectamente normal y natural. ¿Puedo tutearle Luis?

"¡Increíble, no solo no se enfada sino que me sigue sonriendo! ¡Y no aparta sus manos de mi entrepierna!"

  • Er… Sí… Claro que sí doctora…
  • Como te decía Luis tu reacción es natural. Hablar de sexo puede excitar a cualquier persona. Veamos más de cerca cómo está la situación…

Antes de que Luis pueda decir ni hacer nada, Sonia le abre los pantalones. Lo que ve la deja atónita. Jamás se habría podido imaginar que Luis pudiese tener semejante aparato y que ninguna otra mujer lo hubiese catado antes. Aún bajo la fina tela de los calzoncillos, las dimensiones parecen considerables y ni que decir tiene que su consistencia es más que aceptable. Ya no podía echarse atrás. Llegado a este punto, lo mejor era actuar abiertamente y aceptar las consecuencias.

  • Vaya, esto sí que es una sorpresa. No creí que tuvieses un pene tan grande.
  • ¿Cómo dice?
  • Que tienes un pollón de campeonato. Si me perdonas la vulgaridad.
  • Yo esto… Sí por eso mis amigos me llamaban el monstruo…
  • Sí ya leí lo del monstruo en tu historia pero no me pensaba que fuera por esto… (Mientras habla, Sonia no deja de acariciar la superficie de los calzones, hasta que finalmente se decide a liberar la polla y acariciarla directamente.) En realidad es una preciosidad. Las chicas que se burlaban de ti no sabían lo que se estaban perdiendo. Créeme no tienes motivo para avergonzarte delante de ninguna mujer todo lo contrario. ¿Me permites?

Ni corta ni perezosa, la doctora se lanza voraz sobre la enorme salchicha que se le ofrece. Debe actuar rápidamente antes de que los años de prejuicios y burlas sufridas desde la adolescencia se adueñen del pobre Luis. Este apenas si intenta responder y evitar que la doctora continúe con sus certeras manipulaciones. Lo cierto es que está desconcertado. Para ser una mujer, ni se ha reído, ni burlado, ni molestado por nada de lo que hace, todo lo contrario, no deja de tratarlo con simpatía y amabilidad. Sonriéndole abiertamente y acariciándole con ternura y suavidad. ¡Ay! ¡Qué tendrán las manos de la doctora que no dejan de excitarle! ¡Le toca sin ningún pudor en sus partes más sensibles y parece gustarle! "¿Qué me ha pedido? ¡Ooohhggg!"

Los suaves labios de Sonia aprisionan el sensible glande del desconcertado paciente provocándole un sonoro gemido. Es evidente de que las atenciones sanitarias surten efecto. Casi de un modo instintivo, las manos de Luis se apoyan sobre la cabeza de la médica instándola a introducirse más profundamente el enhiesto mástil. Nunca había experimentado una sensación tan agradable. La cálida y suave boca de la doctora despierta continuamente un sinfín de nuevos y placenteros estímulos. Su juguetona lengua no cesa de provocarle pequeños espasmos de placer que apenas puede reprimir. Quiere más, quiere que esa cálida boca le llegue hasta los huevos…

Sin poder evitarlo, Luis empuja de nuevo la nuca de la muchacha introduciendo su duro miembro con involuntaria violencia. Lo inesperado de la acción del muchacho y el enorme tamaño de su miembro le producen unas desagradables arcadas a la entusiasta doctora. "Ya está la he cagado ahora se enfadará como todas…"

  • Perdone… Yo… Ha sido sin querer…
  • No te preocupes Luis es normal que te dejes llevar por la pasión. A mí también me ha pasado en otras ocasiones…

"¡Increíble! No solo no se ha enfadado sino que quiere continuar." Antes de que pueda pensar nada más el capullo recibe las atenciones de la aterciopelada boquita de la doctora. Según parece no solo la sabe usar para hablar sino que es una verdadera experta en otros usos orales…

¿Qué os pensabais? ¿Qué era un ratón de biblioteca? Una no sólo ha dedicado el tiempo a estudiar. Además de que en ciertas situaciones una chica puede conseguir una ayudita extra si sabe usar su cabecita. Bueno, su cabecita y otras partes de su anatomía un poco más alejadas de la cabeza ustedes me entienden… La verdad es que se me han empapado las bragas en cuanto comprobé las dimensiones del "aparatito" de Luis. Si las jovencitas de su pueblo hubiesen conocido lo que se escondía en sus pantalones, no habría pasado tanta "hambre" ni se hubiese traumatizado con lo de su virginidad. Claro que entonces no le habría conocido yo ni hubiese podido disfrutar de su pollón. Se le nota un poco nervioso, es natural es su primera vez. Será mejor que me dedique a la tarea antes de que algo lo estropee. No creáis que me costará trabajo enfundármela entera. Perdonad que no os atienda durante unos minutos mi paciente requiere toda mi atención…

Luis está en la gloria y anonadado. ¡La doctora se ha tragado toda su herramienta! Le ha costado algo de trabajo pero a base de tesón y esfuerzo lo ha conseguido. No cabe duda de que es una chica que sabe lo que quiere y que no para hasta conseguirlo. Sin embargo ya va siendo hora de que haga algo más, que la corresponda…

Poco a poco empujado por su calentura y animado por las cálidas atenciones de Susana, Luis se va atreviendo a acariciar y explorar la anatomía femenina. Sus manos masajean los turgentes pechos, primero por encima de la tela, enseguida bajo ella y finalmente los libera al desabrochar completamente la bata de la doctora. Se embelesa con la suavidad de su piel y con la extraña consistencia de los mismos. Descubre por azar que sus atenciones agradan a su compañera. Se concentra en los desafiantes y duros pezones, se los acerca a la boca, saborea su piel, los lame, los besa…Consigue arrancarle un pequeño gemido a su doctora que le proporciona mayor seguridad. Sus manos continúan explorándola, se atreven con otras partes más delicadas, más sensibles…

Como hiciera con los pechos explora primero recorriendo la superficie de las braguitas, pero no tarda en internarse bajo ella y llegar a la rezumante y caliente rajita. "Nuevos gemidos, vamos bien. Pero esto es incómodo mejor cambiar de postura…"

Adivinando los pensamientos de su paciente. Sonia se sube a la camilla ofreciéndole una excelente visión de su entrepierna. Luis comprende enseguida los deseos de su médico y comienza un tímido cunnilingus. Las braguitas comienzan a estorbar. Sonia se detiene en su felación y se las quita, Luis aprovecha y termina de desnudarse con movimientos bruscos, está nervioso, tremendamente excitado. Nunca se había sentido así tan ansioso por seguir gozando con aquella hembra. No piensa en nada más, ni siquiera se acuerda de que todo lo que está haciendo es con una mujer de verdad. No hay miedos, solo deseo. Vuelven a la tarea continúan con el sesenta y nueve. ¿Lo hará bien? La doctora, esa maravillosa mujer, no se queja. Al contrario parece ofrecérsele cada vez más. Pero Luis comienza a querer otra cosa. Tiene miedo de correrse sin haberla probado. Sin probar en condiciones a una mujer de verdad…

Sonia no tarda en comprender los deseos que acucian a su paciente. Ella también tiene ganas de probar la magnífica herramienta de su paciente. Con la suavidad y amabilidad que la caracterizan luciendo su eterna sonrisa, se da la vuelta colocándose frente a su paciente. La enhiesta estaca deja de apuntar al techo para encontrarse con otro objetivo mucho más cercano y apetitoso, el jugoso conejto de la doctora. Sonia no tarda en clavarse la marmórea viga, pero lo hace sin prisas, despacio disfrutando de cada centímetro de su poderosa y dulce dureza. Los cálidos y sensibles pliegues se ensanchan para acoger al deseado y grueso intruso. La distensión favorece la sobre excitación del exaltado clítoris quien parece no cansarse de dar placer a su dueña. Oleadas de placer la hacen estremecerse y gemir con cada pequeño avance. Finalmente los labios mayores se posan sobre la base del falo, besando el escroto y el pubis. Sonia ya no gime, jadea y respira entrecortadamente; igual que su compañero.

Luis sigue disfrutando de la sorprendente estrechez y cálida suavidad del coñito de Sonia. Sus paredes lo acogen y envuelven con firmeza y milimétrica exactitud pero con asombrosa ternura. Mientras descubre las maravillas del suave y rítmico vaivén de las caderas de su primera hembra, sus manos vuelven a jugar con los traviesos pechos que tan generosamente se le ofrecen. El tiempo parece no transcurrir mientras se besan y abrazan, pero una nueva tensión parece acumularse en su entrepierna. Sin poder contenerse ambos aumentan el ritmo de sus movimientos. Abrazando a su compañera, ahora es el ariete de Luis el que pistonea con frenética obsesión el no menos ansioso coñito. Sonia no para de chillar cada vez con mayor intensidad, ella parece también ida. De pronto con un gruñido animal Luis se descarga en el interior de su doctora. Sonia no parece enfadarse, todo lo contrario su rostro azorado parece feliz relajado. Ella también se ha corrido. Durante unos minutos ambos se olvidan de dónde están. Solo se abrazan sin soltarse, como queriendo prolongar el disfrute experimentado. Luis se esfuerza en almacenar en su memoria todas las dulces sensaciones que experimenta.

Poco a poco recuperan la respiración. Luis parece ser de nuevo consciente de lo que está haciendo. De lo que acaba de hacer. ¡Ya no es virgen! ¡Cielos acaba de hacerlo con una mujer! ¡Y qué mujer! "¡Mierda es tu médico!"

Sonia no tarda en percatarse de la nueva situación que envuelve a su paciente. Debe apresurarse para que sus anteriores experiencias no lo inciten a considerar lo que acaba de hacer algo traumático o perjudicial. Con su sempiterna sonrisa, la doctora vuelve a su labor terapéutica.

  • Bueno. Luis acabamos de comprobar que es usted perfectamente capaz de mantener con éxito relaciones sexuales. Acabamos de dar un paso muy importante para resolver sus conflictos con el sexo femenino. ¿No cree?
  • Sí… La verdad es que sí…
  • ¿Cómo se siente? ¿Se siente bien? ¿Ha disfrutado de la experiencia? ¿Le gustaría repetirla?
  • Sí la verdad es que me siento bien, muy bien. Y me ha gustado mucho… ¿Repetirla?
  • Claro con otras mujeres, con su novia cuando la tenga…
  • Ah… Pues claro. Ha sido maravilloso si me permite decirlo. Entonces ¿Ya estoy curado?
  • Me temo que no. Aún no está curado del todo. Tendremos que seguir con la terapia durante algunas sesiones más para poder dar por resueltos todos sus conflictos. Puede usted vestirse, perdona Luis, puedes vestirte. Es una lástima de que no dispongamos más de tiempo pero esto es una consulta.
  • Lo… lo comprendo doctora…
  • Sonia, me llamo Sonia Beltrán. Ahora que nos conocemos mucho mejor debemos tutearnos. ¿No crees?
  • Si ust… si tú lo dices Sonia…
  • Así te irá acostumbrando a tener mayor familiaridad con el sexo femenino. Y a tener mayor seguridad cuando trates con otras mujeres. Bueno creo que la próxima sesión la podremos tener… la semana que viene, el martes a la misma hora. Con este volante debe usted confirmar la cita. ¿De acuerdo?
  • Sí… el próximo martes no me olvidaré…
  • Eso es muy bien por cierto Luis. Debes guardar absoluto secreto sobre las técnicas terapéuticas empleadas. Muchas personas no llegarían a comprenderlas. ¿Me comprendes?
  • Sí doctora… ¿Algo más?
  • Sí… Si pudieras traer una cajita de preservativos para la próxima sesión, estaría muy bien.
  • Ay perdone yo…
  • No te preocupes hombre, ha sido un verdadero placer atenderte y como era tu primera vez he considerado conveniente darte un trato especial. Considéralo una atención especial por ser mi primer paciente. Al fin y al cabo para mí ha sido un honor ser tu primera mujer…
  • Gra… gracias. La… la semana que viene estaré aquí y no me olvidaré de nada…

Después de despedirse con un cariñoso beso, Luis abandona la consulta envuelto en una extraña y reconfortante nube de felicidad. Parece que ha sido todo un acierto acudir a la consulta con la nueva doctora. La verdad es que no le hacía ninguna gracia acudir a uno de los hospitales psiquiátricos más famosos del país pero lo que es evidente es de que sus técnicas son desde luego muy… eficaces y… estimulantes.

¿Qué os ha parecido? Se nota que me tomo muy en serio mi trabajo y mi vocación. ¿Verdad? La verdad es que he disfrutado de lo lindo con mi primer paciente. El pollón era de primera, de los que hay pocos, creedme. Y como no soy tonta, creo que tendré que programar bastantes sesiones para poder garantizar el éxito seguro de la terapia. Después de todo han sido más de diez años de angustia psicológica…

Uy… qué tarde es. Tengo el tiempo justo de adecentarme y atender a mi segundo paciente. ¿Pero dónde estarán las bragas?... Bueno no importa, ya os he dicho que vengo preparada, tengo otras en el bolso. El siguiente caso también es apasionante, otro grave conflicto sexual aunque por otros motivos. Creo que ya conocéis mi especialidad, soy psicóloga y psiquiatra especializada en patologías sexuales. Después de todo ¿Qué mejor oficio podría tener una ninfómana? Nos vemos…



Mi primer día.
Categoría: Hetero: General

Martos resume así su relato para el ejercicio psiquiátrico: El primer día de una psiquiatra con unas terapias muy particulares.

No hay comentarios: