lunes, 23 de enero de 2012

Cenizas del deseo

Magela Gracia resume así su relato: "Si cuando llega la hora de escribir mojo las bragas, porque te imagino a ti, y no a otro... no me tengas en cuenta que tu rostro no conozca. Al fin y al cabo son sólo tus palabras las que me follan"

Deseo.

Puro, simple, inalterable.

Hay cosas que no se pueden fingir. Probablemente, este sentimiento, sea una de ellas. Y ahora, mientras me miras, mientras me hueles, mientras me tocas… Ahora no finjo. Soy tuya, tú me tienes alterada, tú me tienes ardiente entre las manos viriles.

Ahora, que sé quien eres… ahora sé para quien me excito.

Mientras me imaginas como yo quiero que me sueñes…

Ahora te deseo.

Si esas yemas de los dedos que me marcan la piel con su ardiente textura dejaran de perfilar mi figura atrapada entre tu cuerpo y la pared… te seguiría deseando.

Si los párpados de esos ojos cayeran más despacio al recorrer mis facciones contraídas por ese sentimiento traidor que me ha atenazado las entrañas… te seguiría deseando.

Si la nariz que me roza el cuello buscando trazas de sudor, perfume y restos de alcohol de la noche desenfrenada dejara de respirar sobre mi piel, calentando los caminos que humedeces… te seguiría deseando.

Hay cosas que no se pueden fingir, y ahora me estás probando… Y sé que el sabor que te llevas a la boca es de sexo… No puedo fingir mi sabor… y tampoco quiero.

No me avergüenzo de desearte…

No me avergüenza que me desees, seas quien seas.

Si ahora me humedezco bajo el hechizo de tu persona, ese detalle te lo regalo. Si ahora mi cuerpo tiembla al pensarte, al imaginarte, al hacerte patente a mi lado… a eso es a lo que me dedico, eso es lo que hago, y de lo que me enorgullezco. Gracias a mi perversa mente estás aquí conmigo, mirándome, oliéndome, tocándome…

Saboreándome…

Deséame, de eso vivo.

Me gustaba que te encendieras como yo lo hago, porque así te fundías conmigo en mis palabras. Me gustaba saberte empalmado tras las líneas que te dedicaba, aunque fueras cientos de hombres al mismo tiempo leyendo lo que escribía, aunque tu nombre se repitiera mil veces y nunca acertara a imaginarte tal como eras. Aunque fueras mil hombres yo solo imaginaba a uno. No te conocía, y probablemente tampoco lo necesitaba. Me encantaba pensarte, con eso me bastaba… Hasta que realmente apareciste en mi vida. Te imaginaba como quería hasta que te hiciste patente en mi correo. Allí por fin te conozco, aunque me resistiese.

Un nombre como miles de ellos, un mensaje como tantos. Algunos muy acertados en el contexto en el que se escriben. Pero otros… otros me mojan las bragas. Ese mensaje es el que hace que te imagine a ti, y no a otro, cuando me siento a rellenar la hoja con mi ingle y no con mi cerebro, cuando estoy excitada. A ti, que me hiciste estremecer cuando simplemente me escribiste unas cuantas palabras. Para ti escribo, sin conocerte. Para ti imagino, como escritora pornográfica. No me pidas fotos, y tampoco las quiero. Mira mi cuerpo tal y como te lo describo, conoce mi alma tal y como te la ofrezco; porque esa es la relación que doy a mis lectores, aunque me muera por su cuerpo. O por el de otro… solo por el tuyo.

Pero no… tú no podías hacerlo así. No podías conformarte. No me dejaste ser solo la pornógrafa, quisiste que fuera la mujer. La que soy.

Ese mensaje… ese que cambió mi forma de escribir relatos… Ese mensaje me enviaste, y ese es el que guardo.

Por él te deseo y me consumo.

Por él te escribo, por él suspiro y me excito. Por él reniego del resto. Mala suerte tuve de abrirlo y encontrar tu ser en tus palabras. Desde que soy tuya en la distancia, y me excito con la facilidad de una colegiala ante el cuerpo desnudo no probado, mis dedos se deslizan raudos a aparentar serenidad y madurez donde no la hay y no quiero encontrarla. Demostrar indiferencia y no sentirla, morir por tu polla sin tocarla. ¡Qué fácil era escribir antes, y qué duro es desearte ahora!

La capacidad de tu mente de imaginarme como soy y no como me muestro… eso me complica la existencia, y me hace transformarme en cenizas tras arder en tu sexo. No querer haberme desnudado nunca hasta tal extremo, porque mostrar más de lo que puedo es cruzar la línea que nunca debe ser rebasada. Estar ante el precipicio y avanzar un paso; mirarte y decidir entonces si merece la pena ese último instante.

¿Decidir sobre el deseo? ¿Quién puede hacerlo? Yo no puedo…

Soy pasional, ardiente e indecorosa. Soy sexo, así me siento. Me nublan los sentidos tus cosas, y sé que hago lo mismo contigo. Mi entrepierna es tuya desde el mismo instante en que me humedeciste, y para sentirla siempre mojada sólo tengo que imaginarte, desnudarte, follarte…

¡Cuántas veces lo habré hecho!

Besar tu boca, morder tu piel, lamer tu polla… Abrir las piernas y dejarte enterrar entre ellas las caderas. Dejarme follar sin reservas cuando cierro los ojos, que se me escape tu nombre de los labios entreabiertos cuando me toco y me corro. Probar mi sabor y saber que tú harías lo mismo si estuvieras presente…

Imaginarte. Escribirte. Follarte.

Y después consumirme.

Cuando sólo a mí me deseas, si es verdad que no me mientes cuando me hablas… cuando eso pasa, y soy yo la que te calienta la verga aunque no me tengas cerca… Cuando te excito, me excito contigo. Voy a creerte cuando me dices que no buscas a otra, cuando tus labios me susurran en tus letras que el calor del otro lado de tu cama se inicia cuando aparezco yo en escena.

Cuando tu leche riega tus dedos con mi lectura quiero que sea el esperma que me dedicas a mí, y no a otra, aunque nunca me hayas mirado a la cara. Quiero tu corrida… en tu baño, en tu cama, en tu cocina… En el trabajo, en el coche o en el coño de una furcia. Me importa poco donde te corras siempre que sea mi nombre el que salga de esa boca pecaminosa.

Yo me excito al escribirte, al poner mi morbosa mente frente a la hoja en blanco para que al leerme recorras mi cuerpo y me traspases el alma. Me conoces así mejor que muchos de los que me rozan a diario, que me saludan a la cara, que me toman de la mano. Porque a ellos no me entrego como lo hago contigo. Y el resto de mujeres no te conocen sino por la piel que cubre tus huesos, y eso es conocerte poco.

Te creo…

Voy a afirmarlo por fin, que soy la única a la que quieres aferrada a tu verga, con mi boca en el capullo hinchado, pasando la lengua probando tu esencia. Voy a suspirar de gozo cuando me digas que en el coño de otra anoche te derramaste y te escupió a la cara al decir mi nombre en ese instante. Voy a dejarme pervertir por ti, y voy a hacer lo mismo contigo. Seré el mejor de tus polvos si me lo permites, porque tú ya has sido parte de mi mejor orgasmo. Grité tu nombre, a solas, en mi alcoba…

Y créeme tú, ahora…

Me consumo en tus deseos, seas quien seas… No me importa si el que me diste es tu verdadero nombre. No necesito saberlo, ni verte la cara, ni tú verme las tetas. Me perteneces como lector y yo soy tuya como escritora. Entre todos los que me escriben tú me clavaste tu daga. Entre todas a las que leíste, fui yo la que calentó tu bragueta. En la distancia, sin pretenderlo, pensaré en ti mientras levanto otras pollas, y tú te correrás sabiendo que igual que tú, otras vergas me dedican sus salvas.

Acepta que me consuma…

Acepta mis cenizas…


Magela Gracia


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