viernes, 13 de abril de 2012

Gracias por participar en el XIX ejercicio

Después de 24 relatos publicados en TR, damos por finalizado el XIX ejercicio de autores, con el tema “Dos personajes que se afectan sin llegar a conocerse”.

Este ha sido, seguramente, uno de los temas más complicados de plasmar o de ajustar a las bases, pues ha tenido diferentes interpretaciones y también diferentes enfoques sobre lo que se proponía.

Como siempre, el ejercicio no trata de evaluar, ni comparar, ni mucho menos hacer competición entre los distintos relatos ó autores; solo es un ejercicio desarrollado en común y expuesto individualmente, con la visión de lo que cada uno interpreta dentro de la temática expuesta.

Además de servirnos de aprendizaje y para corregir nuestros propios errores y defectos, el ejercicio pretende ser un reto personal y principalmente un divertimento compartido entre los autores que intervienen.

Agradecemos a todos los lectores y autores que han participado directa o indirectamente en este ejercicio y que han colaborado especialmente con sus innumerables comentarios (muchos más que en otras ediciones) para intentar hacer con sus apoyos, puntualizaciones ó críticas que mejoremos en el futuro con nuestros relatos y que sigamos participando en otros ejercicios con otras muchas ideas. Naturalmente, invitamos a que sean muchímos más los integrantes de la próxima XX edición.Enlace

Además de la página de TR, se pueden ver todos los relatos en una recopilación en pdf en la siguiente dirección:

Recopilación de relatos del XIX ejercicio

Un saludo y gracias a todos.

Ejercicio TR

domingo, 8 de abril de 2012

Legión de Ángeles

Vieri32 nos resume así su relato "No erótico". Demasiado enamorado de mis penas como para intentar salirme del pozo. Demasiado torpe para revelarte una verdad dolorosa.

Cuando era pequeño creía en los ángeles. En ese entonces me pareció ver uno pasar de nube a nube. Creo que terminé por perder interés en ellos cuando descubrí a los superhéroes; pensaba que algún día si levantaba la vista y fijaba mi mirada al cielo podría ver a Superman volando entre las nubes, con alguna muchacha espectacular cargada en sus brazos. Incluso, al final de un capítulo, salí corriendo hacia la terraza para ver si lo pillaba volando como a aquel ángel.

Crecí un poco más y me di cuenta de que EEUU está un poco lejos de donde vivo y no lo pillaría en la vida. Tal vez sí pasó por mis tierras aquella vez que dio varias vueltas al mundo para hacer retroceder el tiempo… me bastaba con eso.

Pero el destino se ha encargado de hacerme dar de bruces contra la realidad. En estas tierras no hay héroes. No hay ángeles ni Clark Kent recorre el cielo.

Ya no tengo fuerzas para correr en la terraza como aquellos tiempos, los pies están demasiado adoloridos para intentar rememorar aquellas tardes en las que la vida era más simple. El polvo y la arena en mi piel borraron cualquier atisbo de sentimientos que pudiera tener; toda una sensación desoladora, como abandonado en un pozo demasiado profundo para salir.

- No muestres ni una pizca de humanidad. Si la miras, se acabó. Porque te encariñas y te compadeces… y así ya no sabrás en qué equipo estás. Eres un animal de caza; sólo lo básico importa, no pierdas tiempo en minucias cuando estás frente a una presa. Así que decide; te comerás comida de la fina o las sobras. Sé un perro de caza, o sé una cierva – dijo Capitán mientras blandía la pistola alrededor de la secuestrada. Encapuchada y atada en la silla.

- Sin compasión, como un perro de caza – respondí sin dejar de mirarlo. Era la primera vez que nos dejaría solos.

Capitán se acercó y con voz baja prosiguió: - No te la vas a tirar tampoco… ¿puedo confiar en ti, perro?

***

- Oh, sí, ¡por dios continúa! – la lengua anillada de Paula serpenteaba por mi ombligo, con amenaza de ir más al sur. Pero fue su mano la que bajó hacia mi miembro, sólo para tomar un puñado de pelo púbico de manera dolorosa:

- Que te calles, que te calles que si mi madre escucha me mata – profirió en voz baja.

- Ya, ya, cálmate Paula, ya estará durmien…

- ¡Y la vas a despertar cabrón!

- ¿Ahora quién está gritando, eh?

- Eres imposible – dijo levantándose de la cama mientras su mano dejó la tortura para recuperar su tanga tirada ahí en el suelo.

- Lo siento, trataré, ¿sí? – susurré mientras lentamente me dirigía a tomar su álbum de dibujos.

- ¿Qué haces? ¡Devuélvemelo, devuélvemelo!

- Se queda para mí, y no te lo devuelvo hasta que termines lo que estabas haciendo. ¡Soy así de cabrón!

- Bien, bien… ¡Dámelo! – se abalanzó como fiera.

- No he esperado dos horas allá afuera por nada – forcejeábamos, pero ella estaba tan decidida que volvió a tomar de mis pelos – ughhh…vamos Paula, me vas a matar…

- ¿Hace tanto frío afuera? – recuperó su álbum.

- Claro que sí, ¡y no he traído abrigo!

- Vamos afuera pues, conozco un lugar – no, no, no he salteado la conversación, es normal que no me haga caso la muy…

- ¿Un lugar? ¿Y cómo lo conoces?

- Mi prima. Me lo contó – dijo vistiéndose.

- Paso.

- Creo que abren las veinticuatro horas – tomó un cigarrillo de su escritorio.

- Pero, ¿¡desde cuándo fumas, Paula!?

- Estoy probando. ¡Y baja la voz!

- ¡La bajaré cuando sueltes eso!

- ¡A vestirse Adrián! – respondió con una media sonrisa, tirando el cigarrillo al suelo, y pateándolo para esconderlo bajo su cama.

- ¿Qué pasó con lo de no gritar?

- No hay nadie en casa, tonto… ¿crees que me arriesgaría a llevar aquí el piercing y plus traerte, con lo controladora que es ella? – cargó su mochila.

- Madre mía, ¿¡por qué me has hecho esperar afuera por dos horas!?

- Soy así de cabrona – respondió mostrándome su lengua.

***

- Tengo que encontrarme con su padre.

- Capitán, ¿te refieres al comisario?

- Sí, aunque contra mí no tendrá ninguna chance – llevó la pistola tras la hebilla del cinturón y la ocultó tras su camisa - ¿La has cargado, no?

- Sí Capitán. Pero pueden estar esperándote entre varios. Déjame que vaya contigo.

- Lo he estudiado por un largo tiempo, y créeme cuando te digo que irá solo con tal de no arriesgar la vida de su hija.

- Es un perro viejo, Capitán. Ten cuidado.

- Dame las fotos.

Se retiró llevándose consigo el montón de fotografías que había tomado a la secuestrada. En una maniatada en la cama, en otra llorando, en otra durmiendo en el suelo… atada a un árbol con ropa interior y algún par más en donde se la veía vendada y sosteniendo plantas de marihuana. Nos la habíamos pasado las últimas semanas sacándola a pasear y fotografiarla en distintas situaciones.

No me sabía su nombre, y las únicas palabras que me había dicho fueron plegarias tímidas. Había pasado su primera semana con Capitán, yo recién me había vinculado con ella en la segunda. Podría decir que la domó para hacerme el trabajo más fácil.

Había más involucrados que nos ayudaban, de eso seguro, pero sólo aparecían esporádicamente. No los conocía y ni siquiera sabía la cantidad exacta. Éramos nosotros dos quienes estábamos la mayor parte del día con ella… pero por primera vez me dejaba a solas con la mujer.

Iba a ser su última noche aquí, sin dudas. Nunca más la veríamos. No sabía si volvería a los brazos de sus padres o por el contrario terminaría dos metros bajo tierra… bueno, más bien tenía la convicción de que la mataríamos, pero albergaba en mí esperanzas de que todo le saliese bien.

Volví a su habitación. Apagué el MP3 que le habíamos puesto para que no pudiese escuchar algún sonido exterior que nos delatase, y me acuclillé frente a ella.

- Tu nombre – le retiré la capucha.

- Am… Amanda – dijo intentando acostumbrarse a la luz del foco.

- Esteban.

- ¿Por qué me hablas ahora?

- Porque creo que hoy podría ser tu último día viva.

Intentó mirarme, pero por miedo o por la luz del foco sólo hizo amagues. Un silencio sepulcral nos invadió. Yo sin saber con qué continuar tras tajante declaración, imagino que ella con mil pensamientos nada buenos inundándole la cabeza. Quise levantarme e irme, ponerle su MP3 de nuevo y dejarla con la tortura sicológica de que en cualquier momento una bala o un cuchillo pondrían fin a su vida. Me estaba sintiendo de todo menos como un perro de caza. Fue cuando ella cortó el silencio:

- ¿Vas a hacer algo al respecto?

***

- ¿Cuánto falta para llegar, Paula? Pero por Dios…

- Pero si recién estamos a dos metros de mi casa.

- Para mí han sido kilómetros. ¡Y ni un alma viva en las calles!, pues claro, nadie se atreve con el frío.

- Vamos a ir te pongas como te pongas. Por cierto estás tosiendo mucho, Adrián.

- Me habré enfermado por el frío o por el olor al cigarrillo, no sé.

- ¡Ni siquiera lo he encendido!

- ¿Es que estabas planeando matarme, Paula?

- A veces lo pienso, sí.

- Muy graciosa – crucé mis brazos. Disimuladamente empecé a mirar otro lado… a las estrellas…

- Pero luego creo que mi vida sería un poquito aburrida sin ti – cortó ella.

- ¿En serio? Continúa – ahí estaba la estrella polar, ¡cómo brilla!, ¡qué molón!

- Si te portas bien te mostraré mis dibujos –sacó su álbum de su mochila.

- ¡Anda las tres Marías!

- ¿Eh?

- Nada, nada.

Paula me había sujetado fuertemente, con su mirada fija en algo detrás de mí. Su seña era seria, sus ojos delataban que ya no estaba jugando conmigo. Apretujó sus labios… eso sólo pasa cuando está demasiado nerviosa. Como cuando su madre y yo coincidimos en la casa, cuando estamos viendo una escena silenciosa de una peli de terror, o cuando le pido permiso para ir a su baño. Es una seña jodida.

Giré para ver y mis miedos se hicieron realidad: un zombi. Un ser salido de su tumba en busca de carne fresca y cerebros deliciosos que perpetúen su existencia. Intenté recordar alguna película o juego de esa temática que me ayudaran a sobrellevar la situación; no me serviría de mucho Monkey Island y sus emblemáticas frases como la del mono de tres cabezas, ¡se trata de un zombi! ¡No entienden palabras! En la mayoría de pelis los protagonistas son marines en celo, por lo que me sentí abatido pues no soy ni por asomo algo parecido. Es que vamos, feliz moriré si llego a ser un tercio de cachas que el Schwarzenegger.

- Schuarzenge… Shcuargnnger…

- Adrián, ¿vas a ayudar al policía?

- ¿Eh?

Pues sí, era un policía, tambaleante. Goteaba sangre desde la cintura. Su radio estaba destrozada, tal vez le salvó la vida en lo que fuera que se había metido. Su mirada estaba perdida, como saliendo lentamente de un estado de shock. Retrocedí, sin pensármelo dos veces hice de escudo humano para proteger a Paula de lo que fuera, mientras ella hacía lo propio con su álbum de dibujos.

- ¿E-Estás bien? – le pregunté al señor.

- ¿Tú qué crees? – me golpeó Paula.

- No se preocupen – parecía haber vuelto en sí - … acabo de perder un compañero y mi vehículo… necesito usar su teléfono…

- Si se entera mi madre.

***

- ¿Por qué haces esto, Esteban? – preguntó con voz rota.

- Capitán. Me lo pidió – coloqué una silla frente a ella.

- ¿Capitán?

-Ya no me acuerdo de su nombre real – sonreí al tiempo en que me sentaba – Es el hombre que me rescató de un antro de drogas hace cinco años. Lo hizo pensando en algún favor que necesitaría de mí.

- ¿Dónde está ahora?

- Salió a hacer compras – mentí.

- A veces las canciones tienen sus segundos silenciosos, ¿sabes? Y cuando toca cambiar de música, también se consiguen varios segundos de silencio.

- A qué te refieres.

- Al MP3 que me haces escuchar. Sé que fue con el arma cargada. Y a donde sea que haya ido, ¿acaso confía en ti tanto que hasta te deja cargarle su arma?

Me levanté. La conversación se estaba tornando demasiado informativa. Pero se lo debía, tras todo lo que pasó y por lo que probablemente pasaría más adelante:

- La cargo yo, porque se trata de mi arma y de mis balas. Las recuperó de la cárcel. Y confía en mí, porque no le he fallado nunca. “Tú la cargas, tú eres el asesino. Sólo soy un perro de caza, es otro quien mata al objetivo. Me limito a recoger lo que sea que haya caído por culpa de esta arma”… eso es lo que me dijo la primera vez que mató a alguien.

- Usa tu arma para culparte a ti en caso de que algo salga mal. Te pide que la cargues porque de alguna manera su mente atrofiada quiere salvar su conciencia. Te lo pide… para que encuentren rápido a un culpable y evitar que alguna investigación a fondo lo localice. ¿Estoy en lo correcto, Esteban? ¿Y tú no objetas? ¿Por qué, por qué?

Las ganas de salir de allí eran tremendas. Cada palabra era cierta, y dolía como nada. Pero hice fuerza y contesté a su pregunta:

- Redención.

***

El hombre estaba en el sofá hablando por teléfono. Yo y Paula nos habíamos sentado frente a él, esperando a que terminara su charla. Ella estaba acomodándose una y otra vez en su asiento; incómoda, ansiosa. Por primera vez en la noche había soltado su montón de dibujos y estaba bastante atenta a nuestro inesperado invitado. Cuando el oficial colgó no tardó en interrogarlo.

- ¿En serio no quiere que llamemos una ambulancia, señor?

- Estoy bien, gracias. Ya está viniendo una unidad a buscarme.

- ¿Po-por qué está herido? ¿Se enfrentaron a una banda?

- Nada de eso – se levantó - estoy investigando un secuestro.

- ¡Lo sabía, lo sabía! ¡Te he visto por la tele! ¡Tú eres el encargado del caso! – salió en la tele, vamos, el acabose.

- ¿Y fueron entre dos solos a tratar con los bandidos? – le recriminó Paula.

- Niña, gracias por el teléfono, por el agua y por el cigarrillo. Muchacho, siento haberlo fumado.

***

Paula ya había dicho que su madre no estaba, ¿qué más daba entonces hacerlo en su sala? Claro que tras la visita del policía ella había perdido sus ánimos, pero llámame macho cabrío que a mí no me echó para atrás la breve experiencia que tuvimos.

- Realmente quieres hacerlo – dijo viéndome arrodillado frente a ella.

- Paula – agarré su cintura, con la yema de los dedos tomé el pliegue de su faldita – he estado aguantando un buen rato – la tumbé contra el sillón mullido mientras iba dejando dicha faldita en los tobillos.

- ¿Crees que estará bien? ¿Crees que hemos ayudado a dar un paso más hacia la solución de su caso?

- Diosss, Paula… no comiences - llevé el tanga hacia sus muslos y soplé suavemente.

- Humm… realmente no me estás haciendo caso.

Mi lengua empezó a recorrer los pliegues de su sexo. Paula no me dejó llevar mis manos allí, rápidamente las tomó con las suyas y las guió nuevamente hacia su cadera. Se mostraba reticente a que jugara demasiado, sus muslos aprisionaron mi cabeza con mucha fuerza y apenas me daba margen de maniobra.

Fue al oír su primer gemido ahogado cuando noté que su cintura se empezaba a restregar más y más contra mi rostro, moviéndose de arriba abajo, lenta y suavemente sus muslos empezaron a ceder. Dejé la lamida de perro faldero por un instante y alcé mi vista; de mi sonrisa colgaba una colilla de su pelo púbico, y en la de ella un hilo de saliva que no tardó en recogerla.

- Te quiero mostrar mi álbum.

- ¡Me estás jodiendo! – intenté reponerme pero sus muslos hicieron más fuerza para retenerme allí.

- Quiero que lo veas y me digas qué opinas. LUEGO continuamos, ¿está bien?

- ¿Realmente habrá diferencia si digo que no?

***

- ¡Capitán!

- No preguntes, perro.

Capitán había pasado fugazmente por la habitación donde yo y Amanda estábamos dialogando. Al oír su coche me encargué de encapucharla y ponerle los auriculares nuevamente, aunque decidí no poner ninguna música a fin de que ella pudiese escuchar cualquier diálogo.

Capitán tiró el álbum al suelo antes de dirigirse al baño. Tanta sangre en su ropa no era buena señal. Y ni siquiera había rastros del maletín con dinero que debía traer.

Inmediatamente un par de hojas se salieron del álbum y revolotearon por la habitación. “No son las fotos, ni es el álbum” pensé al tomar una hoja en pleno vuelo. El álbum tenía el mismo color, aunque el diseño impreso en la tapa era otro. Probablemente Capitán ya lo había notado y era motivo de su apuro y nerviosismo.

- ¡Cárgame el arma nuevamente! – gritó desde el baño.

Tomé la pistola presto a cargarla, no sin antes observar a Amanda y recordar su pregunta. “¿Qué vas a hacer al respecto?”.

¿Finiquitó su misión? ¿Acaso su padre había muerto en un tiroteo? Tenía pinta. ¿Amanda era la siguiente? “¿Qué vas a hacer al respecto?”, mil pensamientos me nublaban mientras mis temblantes manos sostenían su pistola.

***

- Dime lo que piensas, Adrián – trajo el álbum y lo abrió justo frente a mi cara. Vino la primera.

- Es… es precioso…

Pasó a la segunda hoja:

- Va… vaya que tienes arte…

Tercera hoja:

- Un poco sádico pero vamos…

- ¿Sádico? – dijo palpando la tapa del álbum.

- Digo, la rubia atada y tal llorando…. ¿es tu prima?

Paula giró rápidamente las imágenes hacia sí… y apretujó sus labios:

- Esto no es mío… son fotos, Adrián… te dije que lo mío son dibujos…

- ¿Me has dibujado?

- Eso no importa… creo que esto pertenece al poli, ¿no?

- ¿Me has puesto mucha tripa? Porque he empezado el gym y me parecería muy injusto ya que debo esperar tres meses a ver resultados.

- ¿Pero por qué un poli tendría estas fotos?

- Tal vez es parte de su evidencia, digo yo, aquí lo que importa es el dibujo que has hecho de mí.

- ¿Deberíamos llamar a la comisaría? Las habrá confundido con mis hojas…

- ¿Estás diciendo que estoy gordo?

Escuchamos un fuerte portazo proveniente de la cocina, más al fondo desde donde estábamos. Paula recogió rápidamente sus ropas y juntos nos escondimos tras el sofá.

- Adrián, anda a mirar – dijo abrazando el álbum.

- ¿Tienes un arma?

Con la vista nerviosa recorrió rápidamente su sala:

- Allí, una sombrilla.

- ….

- ¿Qué te pasa?

- Es una puta sombrilla, eso pasa.

La voz lejana de un hombre irrumpió nuestra discusión - ¿Paula Caviedes?

- ¡Es el poli! – amagó levantarse.

- ¿Y por qué ha derribado tu puerta?

- Oh, dios… vamos a morir – empezó a sollozar.

- No vamos a palmar, no vamos a palmar – a cuatro patas avancé un par de metros para recoger la sombrilla. Fugazmente volví tras el sofá.

- Adrián – dijo tomándome de la mano – el dibujo que hice.

- ¿AHORA vas a hablarme de él?

- Quería mostrarte el dibujo que hice de ti – rompió en un silencioso llanto.

- ¡Contesta hija de puta! – bramó el oficial. Tirando las cosas al suelo, buscándonos violentamente.

- He estado evitando que entraras en mi casa porque quería terminar el dibujo que hice de ti. Estuve toda la tarde intentando hacer un ángel pero tengo problemas para hacer bien iguales las alas…

- ¿Ángel?

- Quería hacer algo especial para darte ánimos.

- ¿Por lo del gym?

- Por lo de tu operación, pedazo de…

- Espera, ¿tú sabes de mi operación?

Con las lágrimas como ríos prosiguió: - Nunca he fumado, sólo quería hacértelo soltar. Que me lo contaras tú, y no que lo averiguara yo por sospechas. Y el dibujo… el dibujo lo firmé con una frase de ésas que te dan ánimos pero me he olvidado – sonrió- quería que lo sepas antes de morir.

- ¿De morir aquí por el poli éste o por la operación?

- Diosssss, Adrián, me estás haciendo reír mientras lloro.

- Tengo un arma cargada, chicos – seguía buscándonos - ¡Vengo de cortar la línea, así que no hagan nada ridículo y entréguense!

- Paula… tú corre hacia la puerta delantera, que yo lo atajo.

Intentó retenerme, me negaba enérgicamente con su cabeza. Pero yo estaba decidido, y con una pose de los más molona reposé la sombrilla sobre mi hombro, con la vista clavada hacia donde provenían los gritos. Luego la tiré al suelo porque realmente dudo que me hubiera servido de algo.

***

- He escuchado todo. Hasta las balas cargándose – me recriminó Amanda.

- Se ha ido hace rato – intenté apartar un mechón de pelo cayéndosele en la frente pero ella apartó el rostro. Estaba molesta. Y no la culpaba – Pensé que me pidió que cargara el arma para liquidarte – confesé.

- Volverá. Por mí. Y luego a por ti, lo sabes bien.

Estaba hundido en un pozo, con posibilidad de que el suelo se desmoronara y cayera al infierno. He tomado decisiones que podían acarrear mi muerte segura de una u otra forma, y aún no estaba seguro de por qué lo hice o cuál fue el detonante de mi repentino deseo de rescatarla. Si Capitán me descubría, yo y ella moriríamos. Si ella salía viva de aquí, yo acabaría en alguna cárcel de mala muerte, en un pozo demasiado hondo como para intentar salir. Simplemente podía dejar que todo siguiera su cauce y contemplar cómo el destino se encargaba de destrozarme de alguna otra manera. Pero no más. Estaba demasiado cansado de dejarme estar. Si iba a morir, lo haría peleando. Si iba a caer en un pozo… pelearía por salir...

- Nos vamos – dije levantándome de mi silla.

Amanda puso los ojos como platos. No podía creérselo. Y yo tampoco. Me sentía fuera de mí, flotando, temblando más fuerte a cada paso que tomaba rumbo a ella. No dejó de llorar y mascullar agradecimientos mientras le desataba de pies y manos. Al tranquilizarse me preguntó:

- ¿Cargaste el arma sabiendo que iba a matarme?

Seguí desatando, era lo apremiante. Cuando intentó levantarse cayó estrepitosamente al suelo. Tras quejarse un rato me miró como cordero degollado:

- Mi tobillo… ¡lo olvidé!

***

- Tú.

- Zombi.

- ¿Dónde está la chica?

- Vienes a buscar las fotos. Te lo daré, ¿sí? Sólo promete irte y no volver.

Una enorme sonrisa surcó en la cara del oficial:

- Oh, la cierva quiere negociar – la punta de su arma bailaba a mi alrededor - Tú no estás en condiciones de negociar. Aquí el que muestra los colmillos soy yo. Un perro de caza. Tú sólo eres una presa que busca zafarse del inevitable final. No voy a mentirte, chico, cuando recupere lo que necesito te mataré a ti y luego iré a por tu novia, ¿qué vas a hacer?

- ¿Cierva? ¿Presa? T-te estás confundiendo.

El poli empezó a mirar por los costados pero manteniendo la mirilla de su pistola en mi dirección. ¿Estaba titubeando? Él no tenía la misma confianza que yo, aunque mi actitud fuera sólo una fachada para ganar segundos. Si él fuera un perro de caza no hubiera dudado un segundo. ¿Cierva? ¿Presa? Yo era un cordero, lo admito, pero estaba disfrazado de lobo. Él era un perro de mercado envalentonado por comida rápida. Mi sacrificio por Paula me daba fuerzas. Me daban alas. Yo tenía un objetivo fuerte, él no. Yo tenía alas, él no. Sólo quería salir sin muchos problemas de allí. Lo vi en sus ojos; desconfiaba de sí mismo, de la situación. ¿Cierva? ¿Presa? No. Yo era un ángel. Y mi cara de póker estaba ganando más tiempo de lo que creí.

- Cara de poookk…

- ¿Estás drogado muchacho? ¿Qué estás planeando? ¿Dónde está la chica?

Tomé respiración y empuñé mis manos.

- ¡Mira un mono de tres cabezas detrás de ti!

-…

-…

Jaló el gatillo. He oído que la vida pasa al completo por delante de los ojos ante la inminente llegada de la muerte. Yo no he visto nada de eso, sólo vi a Paula, y era una visión muy cristalina. Estaba demasiado enamorado de ella, tanto que temía perderla si sabía la verdad que se escondía en mí. ¿Conocerá ahora a otro? Tal vez, ¿y la amará como yo? Qué va. Aunque me asaltaba otra duda; ¿se habría quedado conmigo si supiera lo que he escondido?

- El hijo de puta me truncó el arma – masculló el poli.

Paula había aparecido desde atrás para rematar al hombre con la sombrilla. Un golpe en la ingle y rápidamente un golpazo en la cabeza. Era una sombrilla bastante aguerrida, a decir verdad.

- ¿Tu plan era decirle una frase de Monkey Island? – pateó al adolorido hombre mientras ella me miraba con bronca.

- ¡Funcionó en el juego! – di una patada también, oí algún crack hacia su nariz.

- Eres imposible, ¡un idiota! – patada, patada en la herida de bala, golpe de sombrilla.

- Ya, ya… has vuelto por mí, Paula. Creí que no te volvería a ver… no me importaría perderlo todo en la vida pero a ti… - patada, vaso en la cara.

***

Poco a poco nos acercábamos a la puerta principal para escaparnos. A paso lento, pero seguro; tenía que llevar a Amanda de los brazos debido a su tobillo.

- Redención, redención... ¿Has hecho algo que te impulse a cumplir a cabalidad lo que te ordena ese hombre al que llamas Capitán?

- La hija de Capitán. Murió hace siete años… hoy tendría tu edad, más o menos.

- ¿Cómo… cómo murió?

- La maté en un accidente.

- No esperarás que me apiade de ese hombre, ¿no?

- Capitán me quería muerto en ese entonces – reí - Cumplí una condena corta, aunque mi vida ya no era la misma. Perdí control de todo lo que me rodeaba… Capitán me sacó de aquella vida inmunda antes de que fuera muy tarde. En ese entonces no entendí el porqué…

- ¿Secuestrándome a mí iba a cambiar algo?

- Matándote, a ti, hija de jueza, y a tu padre, comisario. No sin antes sacarles dinero. Tu madre en su momento apoyó un proyecto de ley sobre la pena de muerte. Tu fallecimiento y la de tu padre ayudarían a impulsar dicho proyecto, aprovechando que ella está en plena campaña política. Era la esperanza de Capitán. Y esperaba que cuando buscasen la bala en tu cuerpo y en la de tu padre, me encontraran a mí. Y con mi muerte, él obtendría su deseo y yo mi redención.

- Madre santa, ¿y no sería más fácil dispararte a secas?

- Capitán tiene firme sus convicciones. Podría matarme, o podría hacer algo que él considera “bueno para su gente”. Después de todo y aunque no lo parezca, es policía. Con este plan, se quitaría dos “problemas” de encima. Yo, y una abolición de la pena de muerte.

- Entonces yo tenía razón, ¿no? Te iba a matar, a su manera – paró su marcha y me atajó del brazo - Ésta no es la forma de redimirte, Esteban. Tu culpabilidad te nubló el juicio. Y su pérdida hizo lo mismo con él.

- Luego seguimos con la sesión, Amanda. ¿Escuchas a un hombre merodeando en el jardín? Es otro contratado. Si no apuramos el paso, nos verá y no dudará en dispararnos.

- Oh, discúlpame, ahora me pongo a volar como Superman y así evito usar mi tobillo inflamado.

- ¿Superman?

- … ¿Esteban, po-por qué me miras así?

***

Ambos estábamos sentados en un banco del jardín trasero de Paula. Había un montón de oficiales apostados tanto en su casa como afuera, lidiando con periodistas supongo. Y no es que vaya en plan quejica, pero sólo a Paula le dieron un abrigo. Y se lo iba a reclamar al oficial que viniese a tomarnos declaración.

Repentinamente Paula reposó contra mi hombro, al tiempo en que señaló algo en el cielo vespertino.

- ¿Lo ves, Adrián?

- ¿Es mi abrigo?

-¿Eh? No. Es un gato. Allí al sur.

- Ya veo, ya. ¿Ves ése de ahí? Tiene forma de coche.

- Adrián, ¿qué le voy a decir a mi madre?

- Vieja bruja… la nube, digo, mira allí…

- No tengo la culpa del desastre en la sala, ¿no?

- Creo que lo de la jarra y las copas de champagne fueron un poquito exageradas, pero vamos.

- Eso fue por llevarse mis dibujos.

- Claro, claro… supongo que nunca lo veré ni leeré la frase.

- No te perdías de nada, sólo es que significaba mucho para mí.

- ¿Vamos a ir a reclamar mi abrigo o esperaremos a ver si el coche aplasta al gato allá arriba?

- ¿Pero de qué estás hablando? Además, me debes confesar lo que me has ocultado. He intentado sacártelo toda la noche, si no funcionaba el cigarrillo ni la fría noche, esperaba que lo hiciera mi dibujo. Lo del cigarro y la noche fue aposta, porque por lo que he averiguad…

- Cáncer pulmonar – no la miré pero supongo que apretujó sus labios. Fue un tajo limpio, sin bailes.

- ¿Avanzado, Adrián? ¿Habrá quimio?

- Bueno, ¿me soportarás con la cabeza bien pelada? Si ya eso no funciona, toca operación.

- “Aguantarte” dices. Estaré contigo hasta el final del pozo – dijo tomándome la mano. Y mirando las nubes proseguimos.

***

- No me has dicho por qué decidiste cambiar de opinión, Esteban – me susurró mientras contemplábamos el imponente amanecer. La tuve que cargar hasta un lugar seguro, hasta la Plaza Libertador. En ningún momento quiso bajarse de mis brazos. Y tampoco es que quería soltarla; con una belleza entre brazos, me sentí como Clark Kent.

Buscó mis ojos aunque yo no la miraba, Amanda intentaba adivinar qué se cocía tras mi semblante. Me había preguntado qué haríamos al salir del encierro. Me dijo que le mentiría a la policía para protegerme en agradecimiento; era una oportunidad única de salir ileso, salvarme era una idea demasiado tentadora pero era evidente que una vez más evitaría purgar mi pasado y construir un futuro decente. Pero ya no más.

Amanda sabía que la llevaría donde sonaban sirenas de policías, donde habían varios oficiales apostados en una casa. En mis ojos no había duda. Surgió una posibilidad de comenzar realmente de cero, de reconstruir mi futuro; el comienzo sería duro y desde un pozo muy profundo. Pero he decidido que saldré. ¿La razón? El dibujo de un ángel que agarré a pleno vuelo en aquella habitación, un ángel demasiado similar a mis recuerdos, con una frase demasiado tajante para ser una mera coincidencia.

“Si hay alguien capaz de salir de este pozo, eres tú, que he visto tus alas, y sé que en este camino tan turbio las usarás para salir. Sólo hazme el favor de llevarme contigo”.

lunes, 2 de abril de 2012

Eva al desnudo

Lydia cuenta la historia de Eva, que con ciertos reparos se atreve a ir a una playa nudista, aunque esté prácticamente desierta, pero acaba experimentando unas vivencias extrañas.


¿Cuántas veces había querido Eva hacer eso y nunca se había atrevido?

Allí se encontraba, sin poder evitar su nerviosismo, a pesar de que Santi, su compañero de la delegación central, había insistido en que aquel lugar era de lo más apartado, solitario y tranquilo. Sabía que nadie podría verla, que estaba segura de miradas ajenas, sin embargo el miedo a ser descubierta era superior a ella. Era la primera vez que Eva iba a una playa nudista y eso le causaba pavor, por muy desierta que esta fuera.

Intentó agudizar el oído y escuchar voces o ruidos que pudieran importunarle, pero solo la brisa y el rugir de las olas, eran los únicos sonidos de aquel paraje.

Estar sola le producía temor, pero mucho más el hecho de poder ser pillada sin ropa. Así que en ese momento prefirió estar sola, de ese modo nada ni nadie le impediría dar el paso y estaba totalmente decidida a hacerlo: “O ahora o nunca”- pensó. Dejaría de leer los vaciles de Santi en sus correos, cada vez que este le insistía en que lo probara, lo divertido que podía llegar a ser, mientras que ella le contestaba que le horrorizaba la idea de ir a una playa y desnudarse delante de todo el mundo.

Fue precisamente, Santi, ese compañero con el que había ido cogiendo confianza día a día a través del correo electrónico, el que le había recomendado comenzar por una cala apartada donde poder practicar nudismo sin ser observada. A pesar de no haber coincidido físicamente entre ellos, Santi y Eva habían llegado a un punto de total confianza. Con el tiempo, su complicidad llegó a ser la de dos amigos, que sin conocerse, parecían hacerlo de toda la vida. Poco a poco fueron sabiendo el uno del otro hasta compenetrarse de lleno y poco a poco también fueron subiendo el tono de sus conversaciones. Cuántas veces habían bromeado con la idea de practicar el nudismo juntos y precisamente con ese juego conseguían excitarse en la idea de imaginarlo más allá de un simple desnudo. Los correos tomaban calor a medida que ese juego iba poniendo más atrevimiento y más imaginación por parte de cada uno de ellos.

Eva confesó a Santi alguna vez el hecho de haber experimentarlo la práctica del nudismo, pero sola en casa, dentro de los límites que le permitía la total intimidad de unas cortinas cerradas, lo mismo que hacía él, en cambio Santi se sentía mucho más libre de probarlo sin importarle cuanta gente hubiera alrededor. Reconoció que las primeras veces era difícil, pero que después era como andar por casa desnudo. Ella sentía envidia de esa valentía y quería contestarle en algún correo que por fin lo había conseguido. Fue entonces cuando Santi le habló de aquella cala.

Eva giró una vez más su cabeza a ambos lados, dirigiendo también su mirada hacia el camino por el que había accedido a la playa y como esperaba, no vio a nadie. Se sentía ridícula cuando sentada sobre la arena fue despojándose de la ropa, como si alguien pudiera estar espiándola desde lo alto de los acantilados. Una última mirada a su alrededor dieron paso a liberarse de la última prenda, unas pequeñas braguitas que se deslizaban por sus muslos rápidamente. Permaneció desnuda pero agarrada a sus rodillas y abrazada a su cuerpo, temerosa de alcanzar el objetivo tan soñado.

Eva percibió el calorcito que le proporcionaban los rayos de sol sobre su espalda y eso le animó a tumbarse boca abajo y sentir por primera vez lo que era ser bañada por ese calor sobre su cuerpo, sin ninguna tela de por medio. Apoyó su barbilla sobre sus manos y contempló la orilla, el ir y venir de las olas, en un momento enormemente gratificante.

Recordó las veces que Santi le recomendó ir perdiendo los miedos y las vergüenzas a medida que fuese atreviéndose a superar ese primer paso. Según le decía, sentirse cohibida sería lo normal, pero una vez que decidiese hacerlo, podría ser el comienzo de otras muchas, pues seguramente no había otra sensación como esa y acabase siendo como una especie de adicción incontrolable.

Se puso en pie, perdiendo de una vez por todas la maldita timidez para poder descubrir por fin lo que era estar desnuda al aire libre. Cerró sus ojos, teniendo cada vez mayor seguridad. A partir de ese instante todos sus sentidos intensificaron su fuerza hasta el punto de percibir cosas que vestida no había sentido jamás. Además del calor del sol, la brisa del mar sobre su piel en un airecillo que le hizo sentirse extraña pero feliz, adivinó a comprender lo que tantas veces le había comentado Santi en sus cartas, lo que era verse realmente libre.

Aquello no era como andar desnuda por casa, recorriendo con los pies descalzos el largo pasillo, ni notar lo que era moverse del salón a la cocina o dormir bajo las sábanas sin ninguna prenda. Esta cosa era bien distinta, porque además de ese placer y de esa libertad, había un punto de morbo que le permitía mostrar cierto exhibicionismo, que aunque no fuera dirigido hacia nadie en concreto, para ella era como imaginar que una playa abarrotada estaba fijando la vista en su cuerpo. Le gustaba estar desnuda frente al mundo y se alegraba de haber tomado esa decisión.

Imaginó por un momento la cara que pondría Santi, cuando de regreso a la oficina le contase en un correo que por fin, todas sus tonterías se habían desvanecido y había tomado la gran decisión. Pensó incluso en las palabras: “Santi, por fin me he decidido, ¡me puse en pelotas en la playa!”.

Abrió los ojos y observó cada parte de su cuerpo desnudo: sus pies, sus muslos, sus hombros... cómo el vello de su piel se movía al compás de la suave brisa, cómo sus pechos parecían más grandes, cómo sus pezones erizados se habían endurecido fuera de lo normal, no sabiendo a ciencia cierta si era el aire fresquito de la tarde o la pura excitación de encontrarse completamente desnuda.

Anduvo hacia la orilla echando una última mirada hacia atrás, temerosa una vez más de que alguien pudiera acercarse, pero una vez asegurada su retaguardia, se introdujo lentamente en las frías aguas de esa tarde tan especial. Esparció con los dedos ríos de agua por su piel que fueron deslizándose por sus brazos, sus pechos, alcanzando su sexo, notando como pequeñas gotitas se posaban en el vello de su pubis… Se sonrió y pensó que había sido una tonta hasta entonces, que aquello no tenía la mayor importancia y que la próxima vez tendría que buscar un sitio con gente, aunque fuera alejada, pero tan envalentonada estaba, que deseaba que llegara ese día para sentirse desnuda y al mismo tiempo, observada.

Se zambulló en el mar sintiendo por primera vez el agua por cada poro de su piel... poder nadar con mucha mayor facilidad, en un acto de entrega total de su cuerpo con el mundo, de unión plena con la naturaleza, en esa especie de abrazo fraternal con el mar que tantas veces le había nombrado Santi.

Tras un largo y relajante baño en el mar regresó a su toalla y tras secarse ligeramente, se tumbó boca arriba cerrando sus ojos una vez más, sabiendo que nada ni nadie podría importunarle ese sueño... ese momento tan maravilloso y único.

Tan a gusto se sintió que se quedó dormida en un momento tan dulce y relajado... donde la música de las olas ponían la banda sonora a esa tarde extraordinaria, sintiendo una paz interior que nunca antes podía haber experimentado. Se arrepintió incluso de no haberlo hecho mucho antes.

Al rato, Eva se desperezó sin saber muy bien cuanto tiempo se había quedado dormida, pero con la sensación de haber descansado mucho más de lo normal. Se sentó en la toalla y fue abriendo los ojos lentamente acostumbrándose a luz intensa que irradiaba el sol de aquella tarde, cuando descubrió que en el agua había un chico bañándose.

Sus ojos se abrieron como platos, pensando que aquello debía ser la continuación de su sueño, pero se dio cuenta que estaba equivocada, que él era real, completamente real, como ella y que estaba ¡totalmente desnudo!... ¡como ella! Dirigió su mirada hacia su izquierda comprobando que allí, apenas a unos metros estaba la toalla del chico y sus cosas. Su primera reacción era encogerse como un caracol metida en su concha en ese auto abrazo que tapaba su desnudez y todos esos prejuicios absurdos que la invadían... así se sintió, por lo que pensó que era más ridícula intentando taparse que mostrarse lo más natural posible. Pensó además que si quería avanzar en su idea de acudir a playas nudistas, debería acostumbrarse a ver otros cuerpos y evidentemente a que la vieran también a ella.

Al ver que ese chico regresaba de la orilla, Eva instintivamente se dio la vuelta, poniéndose boca abajo en su toalla, se colocó sus gafas de sol a modo de coraza, sin dejar de observar por el rabillo del ojo, el avance del joven saliendo del agua. Su excitación fue en aumento a medida que le veía caminar hacia ella, en un ritmo cadencioso y que le pareció extremadamente sensual. Pudo observar sus potentes brazos, los músculos de sus piernas, su miembro balanceante… Aquella imagen la impactó sobremanera. Vio como la mirada de este, se giró hacia su cuerpo admirándola desnuda durante un rato, creyendo que ella permanecía dormida. Eva apreció como su propio cuerpo se transformaba y como su sexo se humedecía cada vez más. El hecho de sentirse desnuda y observada era una sensación nueva pero tremendamente excitante.

Pensó en volver a darse la vuelta, para ofrecer la visión total de su cuerpo desnudo, en un ímpetu animado por tantas sensaciones: el atractivo cuerpo del joven, esos andares encantadores, su propia fogosidad que se había ido acumulando a lo largo de toda la tarde, sin embargo, otras fuerzas internas, como su timidez y sus prejuicios, le impidieron hacerlo. Le hubiera gustado mostrarse desnuda, como hacía él ante ella, pero… sencillamente, no se atrevió.

Por la cabeza de Eva pasaron tantas cosas que no sabía muy bien cómo actuar, se sentía totalmente ridícula y profundamente temerosa. Volvió a pensar en Santi, en las veces que le comentó que perdiera esos miedos absurdos, que no fuera una cría y que se dejase llevar…

No supo entonces de donde salieron las fuerzas, quizás el hecho de no conocer a ese chico, el baño del sol que rebajó sus defensas, el aumento de adrenalina o la pura calentura, pero Eva se incorporó. Una vez en pie, miró hacia toda la playa, fingiendo estar distraída, sabiendo que aquel joven la observaba detenidamente, como hiciera ella minutos antes. Cruzaron las miradas, él la sonrió y ella le devolvió aquella natural sonrisa. Anduvo hasta la orilla contoneando sus caderas, ofreciendo una perspectiva provocadora de su cuerpo a ese chico, que sin duda estaba deseando tener cerca desde hacía rato.

Extrañamente a lo que ella hubiera pensado le gustó mucho hacerlo, se sintió liberada de ofrecer su desnudez, de tocar sus pechos jugando con el agua, de acariciar suavemente e intencionadamente la cara interna de sus muslos en una clara invitación a su observador, que permanecía inmóvil, pero expectante ante el cuerpo exuberante de la chica.

Eva regresó a la toalla, sin dejar de contonearse en todo el trayecto aprovechando para secarse lentamente con la toalla, en poses que de otro modo le hubieron resultado increíblemente obscenas apenas un momento antes. Volvió a apoyar su pecho sobre la arena, tumbándose y sonriéndose a sí misma, incrédula por su atrevimiento, de haber dejado atrás todos sus miedos, incluso de haber ido más allá y mostrar su lado más liberal, llegando a ser una provocadora frente a aquel desconocido.

Apoyó la cabeza sobre sus brazos, cerrando sus ojos una vez más, dejándose mecer por los rayos del sol y al mismo tiempo por la lasciva mirada de aquel atractivo joven. Rápidamente, el siseo de la brisa y el rugir ligero de las olas volvieron a relajarla por completo. Se sentía muy a gusto desnuda, pero aun más de haber hecho esa especie de demostración de valentía y exhibicionismo ante el chico, pero principalmente ante ella misma… Se durmió unos minutos después.

A partir de ese momento, los sueños le llevaron a aquel mismo lugar donde se encontraba, a sentir la presencia del chico sentado a su lado, a poder advertir claramente como la mano del muchacho se posaba sobre su pie izquierdo y como a continuación iba ascendiendo por su muslo, hasta llegar a sus caderas. Todo su cuerpo se estremeció más todavía cuando pareció percibir la boca del chico posándose sobre el fin de su espalda.

Eva se giró, en aquel relajante sueño y completamente fuera de control pudo ver por fin de cerca su cara... su sonrisa, dejándose mecer por esas manos que la acariciaban. No hubo una palabra, solo el sonido de aquel paraje sin que otro ruido pudiera romper la magia del momento.

Los dedos del joven abarcaron sus rodillas, sus pantorrillas y ella abrió ligeramente sus piernas, lo suficiente para mostrarle su húmedo sexo, que fue invadido por aquellos hábiles dedos.

El chico fue avanzando con sus labios, rozando el ombligo de Eva, llegando a sus pechos, palpando ligeramente sus pezones con la lengua, mordisqueando su cuello hasta alcanzar sus labios y derretirse en un beso asombroso. Jugaron con sus lenguas, compartieron sus cómplices miradas y se dejaron llevar por un juego imposible de detener. Cuando ella quiso darse cuenta, la cabeza de su amante estaba entre sus piernas, apoderándose de toda su intimidad. Unos labios apresaron los de su sexo, devorados posteriormente por una pérfida lengua... por unos traviesos dientes, mientras ella se dejaba llevar, feliz en aquel paraíso.

Segundos después, ella estaba abierta de piernas y el cuerpo desnudo del chico sobre ella, jugando con su verga sobre el sexo de la chica, haciendo que su excitación se multiplicase exponencialmente, mostrándose evidente en la entrecortada respiración de ambos. Una vez más la boca de él volvió a devorar la de ella, derritiéndose en un beso apasionado, en una entrega total.

Él la penetró lentamente sin dejar de observarla, viendo como sus miradas pedían que esa unión se hiciese inolvidable… interminable, hasta que todo el miembro del chico estuvo en su interior, fue entonces cuando ambos cerraron los ojos sumidos en un baile adorable, de frenética y alocada pasión. Los dedos de ella acariciaron la espalda de aquel desconocido, pero Eva se sentía tan bien, que no hubiera cambiado el momento por ningún otro en su vida.

La chica se desperezó, tras ese orgasmo soñado, estirando su cuerpo desnudo y abriendo lentamente sus ojos y sus brazos, cuando descubrió que no había nadie a su lado, que estaba completamente sola en aquella playa. El chico de sus sueños... ¡había desaparecido!

Se vistió apresuradamente, sin apenas abrochar su blusa, con su falda de medio lado, sin haberle dado tiempo a ponerse sus braguitas, acelerando el paso subiendo aquel camino de la playa, intentando alcanzarle, ascendiendo a toda prisa por el tortuoso sendero.

Cuando llegó al descampado solo encontró su coche aparcado sin que hubiera rastro de ningún otro vehículo por los alrededores… ese joven no estaba.

Eva se dirigió al mirador que le permitía ver la playa al completo, desde lo alto y admirar una vez más la belleza de aquel lugar. Intentó averiguar si entre las huellas de la arena pudiera haber algún rastro de aquel hombre, pero el agua había borrado gran parte de ellas y las únicas que quedaban podrían ser solamente las suyas.

Sintió un gran desasosiego en su interior, preguntándose si entonces no había existido ese chico en absoluto, si a lo mejor todo había sido fruto de su imaginación o de una terrible insolación. Pensó que quizás fue todo producto de ese primer sueño al llegar a la playa y del que nunca despertó realmente y por ende que nunca se mostrara desnuda ante nadie.

Regresó a casa dando vueltas a la extraña aventura, intentando asimilar todas y cada una de las cosas que había vivido en esa tarde, y nerviosa por contarle a Santi todo lo que había ocurrido, en algo que seguramente él nunca acabaría de creerse, extrañado tanto o más que ella por todas esas vivencias extrasensoriales.

Al llegar a casa, lo primero que hizo fue encender su ordenador, para empezar a escribir frenéticamente contándole a Santi con todo lujo de detalles los pormenores de aquella primera experiencia de desnudarse, la de exhibirse después, para a continuación explicarle esa otra extraña vivencia, mezcla de sueño y realidad, de ir más allá, la de romper todas las barreras, más que exhibirse, haciendo el amor con un desconocido. Le detalló cada mirada, cada gesto, haciéndole partícipe de todo aquel acontecimiento tan inesperado y tan maravilloso. Y le envió el mensaje sin despegar la mirada de su monitor.

La contestación de Santi, no se hizo esperar demasiado, pero fueron largos los minutos para Eva, esperando como él leía con detalle toda la historia que ella le había contado... pero esta vez, su compañero, su confidente y amigo, contrariamente a lo que hacía siempre, no le contestó con una larga y pormenorizada carta, no retornó su misiva con una serie de acontecimientos, chistes y anécdotas sobre lo ocurrido, no hizo preguntas, no pidió explicaciones, ni hizo siquiera más comentarios, su carta solo decía:

“Vaya aventura... debió ser tremenda. Me alegro mucho que la vivieras con tanta intensidad Eva. Me has dejado alucinado y supongo que te hubiera gustado tener a ese chico de la barbita más tiempo a tu lado. “

Eva se quedó pensativa, sin entender por qué su amigo no hacía como siempre, un auténtico interrogatorio de aquella situación, una carta de quince folios, describiendo sus sensaciones, sus inquietudes, ni siquiera que no la felicitase por su atrevimiento, por su novedosa valentía...

Fue entonces cuando pasó por la cabeza de Eva la imagen de aquella tarde, empezó a encajar las piezas de un puzzle que era complicado de armar. Ubicó la cara de aquel muchacho de la playa, intentó reflejarla en sus pensamientos y racionalmente entender si todo era un sueño o algo real, porque le costaba entender que hubiera sido fruto del azar, ni que tampoco fuera un sueño del todo. Se preparó para hacer a Santi una descripción de los detalles de aquel chico de la playa, cuando de pronto cayó en la cuenta de que nunca le había comentado en su relato que aquel tuviera barbita... ¿Entonces? Aquel chico... ese chico de la playa, su cuerpo, sus facciones, sus ojos sus labios…

A la mente de Eva solo le llegó una palabra que soltó casi en un grito:

- ¡Santi!

Lydia

domingo, 1 de abril de 2012

En el fondo de su mente

Hellmaster nos relata como una mente oculta dentro de un hombre normal, hace que este se encamine a un final terrible.


- Buenos días. Dijo Carmelo sentándose medio dormido en la mesa de la cocina, había pasado mala noche, el dolor de cabeza le había perseguido sin tregua durante toda la semana, y ninguna combinación de analgésicos había podido calmarlo. Con 40 años aquella dolencia lo martirizaba, haciéndole perder las ganas por todo.

* Buenos días cariño. Respondió Carmen, su mujer, sin dejar de preparar el desayuno. También andaba medio adormilada y comenzando la rutina diaria que la llevaría como todos los días al trabajo, Era una mujer de 34 años, bien parecida, y cuidada, no en vano era la única de sus amigas que no abandonaba la costumbre del gimnasio. Aunque su belleza no la mostraba salvo en contadas ocasiones, en las que las reuniones sociales la hacían vestirse bien y sacaba a relucir un cuerpo muy deseable. Hacia tiempo que en la intimidad, tampoco utilizaba sus armas de mujer, ya que la monotonía de su marido en la cama la había llevado a la inapetencia sexual, y sus relaciones se circunscribían a un cariñoso acto semanal normalmente los sábados, que aunque placentero no daba para despertar su libido.

* Como va ese dolor de cabeza?, le pregunto acercando el desayuno a la mesa.

- igual, toda la noche dando vueltas sin poder dormir, a ver que me dice hoy el doctor.

* Si, ya lo he notado, tampoco me has dejado dormir mucho, ya veras como no es nada

- con que me de algo que me lo calme es suficiente

Después del desayuno Carmelo se arreglo y salio en dirección al medico. Carmen no se demoro mucho más y enfundándose un pantalón y un suéter salio hacia su trabajo en unos grandes almacenes.

Marcelo llevaba unos días cabreado, toda su vida había vivido así, pero últimamente la desesperación le embargaba, nunca entendió su situación pero la asumió como normal, veía, oía y sentía lo que le rodeaba pero su imposibilidad para interactuar con su entorno, le granjeó un carácter arisco y violento, claro que solo el lo apreciaba como tal. Al menos había conseguido transformar su aislado pensamiento, en un privilegiado motor de ideas con las que se ensimismaba, aislándose de los estímulos exteriores.

"Portador", después de arduas deliberaciones eligió aquel termino, porque era así como lo sentía, aquel cuerpo lo transportaba, pero no le dejaba dirigirlo, solo podía observar como se desenvolvía fuera del alcance de sus deseos. Y para mayor tortura, últimamente, las visiones de películas porno eran muy habituales, pero ella nunca estaba presente en aquellos visionados. También había contemplado el aumento de tratamientos sexuales solitarios de aquel cuerpo, no había ducha que no acabara con aquellas manos frotando el pene del que disponía, hasta hacerlo escupir chorros de abundante semen, que se perdían en el agua. Aunque para Marcelo todo aquello era como ver una película muda, veía las imágenes pero no sentía el placer que conllevaban.

Últimamente se había obsesionado con Carmen, aquella mujer con la que su portador vivía y fornicaba, cada vez menos por cierto. Llevaba mucho tiempo ahí, es cierto, pero veía como su cara perdía la felicidad y lo que mas le abrumaba, cada día que pasaba era mas difícil contemplarla desnuda para disfrutar de sus retorcidas fantasías.

Carmelo entro a la consulta de Luis, que aparte de amigo era un reputado cirujano. La semana pasada le habían hecho diversas pruebas para ver si descubrían el porque de sus constantes y largos periodos de migrañas que le habían acompañado toda su vida. La verdad es que recurrir a la genética le había valido como escusa, ya que su madre también había sido propensa a esa enfermedad, pero en una conversación con Luis hacia unos meses, se ofreció a descubrir si había algún otro desencadenante y tratarlo. Le recibió su secretaria y enfermera, una rubia que no pasaba desapercibida tanto por su impecable vestuario como por su cuerpo.

Se sentó en la sala de espera deseando no tener que esperar mucho, el analgésico había vuelto sordo el martilleo de su cerebro, pero aun así le resultaba molesto. Aun así no paso por alto aquella belleza que tenia enfrente. Con disimulo y leyendo una revista como coartada la devoró con la vista, sus labios , sus pechos, sus piernas, nada quedo fuera de su escrutinio, aplazando para la próxima ducha una dedicación a tanta belleza.

Marcelo cancelo la conexión con la realidad al salir a la calle, le aburría el día a día del portador, así que entro en la mazmorra mas oscura de su mente donde disponía de Carmen a su voluntad, acompañada eso si, de su hermana Elena. Enfrascado en los mas perversos actos reparo en la figura rubia que se mostraba ante el, siempre dedicaba tiempo a tales hembras y aquella ya estaba abierta de piernas en aquella mesa, y el poseyéndola salvajemente desde atrás arrancándole terribles gritos de placer amasando sus pechos.

El doctor salio de su despacho y después de decirle algo a la enfermera se dirigió hacia donde estaba Carmelo

* Venga, no te he hecho esperar mucho, no?

- no, acabo de llegar

Se dirigieron dentro y cerraron la puerta

* Bueno, chavalote, creo que ya hemos encontrado el problema, pero antes, dime, cuando naciste hubo algún incidente, algo inusual que pasara?

- mi madre me dijo que éramos gemelos, pero mi hermano nació muerto, venia con malformaciones y no sobrevivió.

* Que tipo de malformaciones

- le faltaba la cabeza

* Mm, vaya

- vaya?

* Bueno, eso corrobora lo que hemos encontrado, por lo que se ve en la gestación hubo algún problema con tu posible hermano, y asumiste parte de su material, no es algo inusual, lo que pasa es que normalmente pasa inadvertido, en tu caso, por lo que se ve parte del desarrollo del cerebro de tu hermano continuo, creando una especie de quiste en tu cavidad craneal.

- que tengo dos cerebros?

* no, no te asustes, ese tipo de aportaciones en los fetos como te dije suele darse, y nadie se da cuenta, en tu caso el otro embrión según lo que me dijiste antes debió ser acéfalo y la parte que debería haber compuesto su cabeza la asumió tu cuerpo, su cerebro llego a crecer pero no se desarrollo. Y en tu caso lo hemos detectado por tus dolores de cabeza. Debido a su posición presiona tu cerebro de ahí las molestias.

- y tiene solución?

* Bueno, cirugía

- buff

* Lo se, pero en principio no debe haber ningún problema, el quiste se encuentra totalmente aislado del cerebro. Evidentemente es una operación a la que tenemos que tenerle todo el respeto, pero créeme que no será la primera que hagamos.

- si, como no te lo harán a si, cabron.

* Jajajajajaja, bueno, no te asustes, eso es lo principal, además como esta situado pegado al hueso, no tenemos que remover nada, y si te sirve de consuelo seré yo quien lo haga. Ahora te programaremos las pruebas para mañana y en nada todo este tema será agua pasada.

- bueno, ya me has dado el día, pero bueno, tu eres el experto.

* Para los dolores te voy a dar un tratamiento especifico para aliviarte durante estos días, si puedes cogete la baja ya que aparte de somnolencia pueden provocar mareos, no es cuestión de que cojas el coche.

- no habrá problema

* Pues nada chavalote, sobre todo no te obsesiones, y veras como cambia todo cuando te operemos.

Luis le hizo las recetas de lo que se iba a tomar indicándole como tomarlo, eran unas ampollas que debía tomarse por las noches, en la cena, así le calmaría y dormiría sin dolor. Carmelo se despidió y saliendo hecho una ultima mirada a la rubia. Al menos se había quitado un peso de encima, pensó, mientras se dirigía a la farmacia a buscar el medicamento.

Marcelo estaba dando vueltas a lo que había oído, encajo algunas piezas, y desconecto para centrarse en aquella rubia que había ingresado en su mazmorra.

Carmen llego a su trabajo cumpliendo el mismo ritual, ponerse el uniforme, tomarse un café y después a lidiar con los clientes, mas bien clientas que según el día podían ser de lo mas desagradables, al menos le quedaba el consuelo de tener cerca a su hermana, a la que había conseguido que la trasladaran con ella. Cuando entro en su sección la vio en la caja y allí se dirigió saludando a dos compañeros que andaban arreglando percheros.

- Buenos días madrugadora, dijo Carmen dándole dos besos a su hermana

* Hola dormilona

- no es tan tarde

* jajja, que carmi te ha dado mala noche?

- Carmelo, es Carmelo

* Pues eso carmi, jajajajaja, además si el no se enfada mujer

- pues otra noche con dolor, esta mañana iba al medico, a ver si le dan una solución

* Ya veras como si, ah, por cierto, hoy ya te han mirado el culo

- eh?

* Javi y rafa, te han repasado de arriba a abajo cuando has pasado junto a ellos

- menudos elementos

* No lo sabes tu bien

- no me digas que . . .

* Mmm, si

- los dos?

* A la vez

- que??

* Pues no veas que instrumentos tienen y como los tocan

- cállate, no me interesa

* Pues a ellos tu si

- si? a ver en que líos me metes

* no no, yo no, pero si que me dijeron que si quería podía decirte que te unieras, claro que les dije que tu eras una mujer casada, feliz en su matrimonio y esas cosas que se dicen

- y es verdad

* Que si que si

- anda que tu también liarte con esos dos

* No me he liado, solo hemos follado

- esa boca

Y ambas rieron, mientras las primeras clientas comenzaban a poblar la sección. Durante el día varias veces se cruzo con sus compañeros, y le venían a la cabeza las palabras de su hermana, en verdad los dos jóvenes rondando la veintena eran dos quesitos, pero ella no estaba en disposición de morder. Pero su cuerpo se rebelaba.

Carmelo regreso a su casa al atardecer, portaba los medicamentos, la baja medica y un par de libros que había comprado al salir del trabajo. Como pensaba no le habían puesto ninguna pega al comunicar el motivo y se dispuso a darse una ducha, la rubia le había puesto cachondo y iba a desahogarse.

Cuando Carmen llego a casa su marido andaba viendo la televisión, le contó lo del medico y ambos concluyeron que la operación era lo mejor, si había solución a aquel mal que le aquejaba mejor atajarlo cuanto antes. con un beso se dirigió al baño a por su ducha diaria, y allí ya desnuda y frente al espejo, no pudo mas que verse viendo esa mujer bella que ocultaba y su mano como hacia tiempo hacia se dirigió a su sexo, acariciándolo mientras se miraba al espejo e imagino a sus compañeros poseyéndola sin descanso.

PRIMERA DOSIS

Marcelo se sintió extraño, no podía explicarlo, pero se tranquilizo y observo a su alrededor, su portador andaba en La cama y con los ojos abiertos. Veía a Carmen tumbada al lado, normalmente aquella visión duraba poco ya que cerraba los ojos pero en esta ocasión no. y aun sin entenderlo noto algo mas, oía la respiración pesada de ella pero además ..... Tardo poco en explicarse lo que pasaba, no sabia como pero leía su mente dormida, y no desperdició la ocasión.

Carmen despertó, eran las cuatro de la mañana, y normalmente hubiera cerrado los ojos para intentar dormir un poco mas, pero, esta cachonda? llevo su mano a su sexo y lo encontró ardiendo, su mano acariciaba su clítoris. Entonces se dio cuenta que necesitaba otra cosa, sin pensárselo salio de la cama y se desnudo, su cuerpo volvió a entrar en ella reptando bajo las sabanas, y su manos no tardaron en encontrar su premio, el sexo de su marido estaba durmiendo pero ella se encargaría de despertarlo. sus dedos bajaron los elásticos del pijama y el slip y su boca tanteo hasta atrapar el deseado trozo de carne, que no tardo en crecer en su calida boca, mientras chupaba su otra mano se perdía en su encharcado sexo, no tardo en sentir el orgasmo pero lejos de calmarla la llevo a necesitar mas así que quitando la sabana se coloco sobre su marido y se ensarto aquella polla, su marido le dejaba hacer, solo emitía gemidos así que comenzó a cabalgarlo, su cuerpo se tenso y un nuevo orgasmo la invadió, pero sus caderas seguían con su frenético ritmo, su mente solo pensaba en llenar su sexo con aquel caliente néctar que tenia su esposo guardado, y no tardo en notar como esa polla se hinchaba para escupir dentro de ella lo cual la hizo correrse de nuevo. Allí desparramada encima del cuerpo de su marido, notaba como se escurría la leche saliendo de su sexo.

Como pudo se quito de encima y su cuerpo y volviendo a colocar las sabanas se rindió al cansancio y al sueño.

El despertador sonó, y Carmen se levanto, se dirigió a la ducha como todos los días, sus muslos aun guardaban los restos de su calentón nocturno, y limpiándolo no pudo evitar volver a recorrer su sexo, sintiendo que su cuerpo temblaba de nuevo. Y se habría perdido de nuevo en el si su marido no hubiera entrado en el baño.

* Buenos días cariño, que tal has dormido

- pues muy bien, no me he enterado de nada, de un tirón, esa medicación debe de ser muy fuerte

No se había enterado? pensó Carmen que ahora iba a hacerlo. Salio de la ducha medio mojada y beso a su marido, que viéndola desnuda y deseosa se excitó al instante. Y mas cuando vio a su mujer arrodillarse, bajarle su ropa y comenzar a hacerle una mamada descomunal.

- mmm, que bueno

Mientras una mano masturbaba su clítoris siguiendo la interrumpida paja, la otra cogio la mano de su esposo y la llevo a su nuca. Hizo que acompasara su movimiento de cabeza y al rato la soltó y su marido continuo con el movimiento, a su ritmo, oía sus gemidos y no tardo en notar como cada vez la presión era mas fuerte, hasta que encajándosela hasta el fondo, un gruñido coincidió con un latigazo de leche en su garganta, que recibió dos mas antes de que la soltara.

- que gusto

* Te ha gustado?

- ya lo creo cariño

Y se besaron como hacia tiempo no lo hacían.

Después le siguió la rutina de todos los días, pero esta vez Carmen se enfundo una falda y un suéter. Tapando un conjunto de lencería nada usual, negro de fina tela trasparente, no sabia porque le apetecía, y para el calentón que llevaba lo considero lo mas adecuado. Y despidiéndose de su marido con un ardiente beso se dirigió al trabajo, al que llego antes de lo habitual. Su hermana aun no había llegado pero rafa ya andaba por allí.

- Rafa, buenos días, cuando puedas ven al almacén que quiero que veas algo.

* Vale, pero vas a cambiarte?

- no ahora, será un momento.

Carmen se dirigió al almacén y cerrando la puerta se quito la ropa dejando la ropa interior, no tardo rafa en llegar y al abrir la puerta se quedo con la boca abierta.

- te gusta lo que ves?

* Ya lo creo

- y a que esperas

Rafa cerró la puerta , y de forma parsimoniosa se quedo desnudo ante ella, acercándose a su jefa en ropa interior.

* Pues tu hermana me había dicho que eras una mujer casada muy recatada y decente.

- y tu que crees?

* Que eres una calienta pollas, no veas las pajas que me hecho por tu culpa

- y que puedo hacer para compensarte?

* De momento arrodillarte y comérmela

Y se acuclillo ante el engullendo su semirrecta polla.

* joder, que manera de chupar

No tardo en endurecerse mostrando todo su esplendor, dificultando su tarea.

* ven aquí, apóyate en la mesa

Carmen lo hizo dejando su trasero a su disposición, cosa que rafa no tardo en aprovechar, noto aquél mástil en la entrada de su ardiente cueva y de una sola envestida le invadió totalmente, agarrando sus caderas la follaba salvajemente, y sus gemidos iban en aumento cosa que rafa evito tapándole la boca.

* cállate putita

No tardo mucho en sentir como lo llegaba el orgasmo y estallo cuando el le anunciaba que se corría, lo cual hizo apretándose contra ella y vaciándose en su interior.

* joder, que corrida, uff

Rafa se aparto y limpiándose la polla en el culo de ella, se retiro para vestirse, ella se quedo allí postrada, hasta que el salio. Poco a poco se recupero y levantándose se puso la ropa y se dirigió al vestuario para cambiarse.

La mañana fue ajetreada, y las miradas de javi denotaban que rafa le había contado lo ocurrido, así que no le extraño que en una pausa se acercara a ella.

* Y a mi no me vas a compensar?

Y sin decir nada se dirigió al almacén. Jabir la siguió, al entrar se arrodillo y abriéndole la bragueta se la metió en la boca devorándole la polla.

* joder

No dijo nada mas, comenzó a gemir con aquel fogoso trabajo que no paro hasta que se vacío en su boca rápidamente.

- cuantas ganas tenias no? quieres mas?

* mmmm

Y reanudo aquel trabajo, fueron diez minutos de mamada que volvieron a poner a javi al borde del orgasmo

* Me voy a correr, pero lo voy a hacer en tu coño de zorra.

Así que ella se postro de nuevo en la mesa, subiéndose la falda y bajándose las medias y el tanga y siendo embestida por segunda vez aquel día, su coño encharcado recibió aquel nuevo regalo con tremendos espasmos que ayudaron a vaciar a su nuevo invasor, recibiendo el calido regalo en su interior.

* Bufff, que bueno.

Y salio de allí, dejándola de nuevo repleta de semen.

Cuando salio, era casi la hora de salir. Y se encontró a su hermana.

- tenemos que hablar

* Que seria

- sigue en pie lo de la orgia con esos dos?

* Que?

- tenias razón, tienen buenos instrumentos

* Me estas dejando helada, te los has tirado?

- si

Elena, estaba descolocada, su hermana siempre recta y cabal, estaba proponiéndole una locura

- bueno que?

* Si, claro, yo creo que esos dos estarán locos por hacerlo

- solo una condición

* Uys

- tienes que hacer un trío con Carmelo y conmigo. Se que el siempre te ha mirado con ojillos y si yo voy a hacerlo es lógico que el también disfrute de algo.

* Esta loca

- bueno, tu veras. De todas formas esta noche ven a cenar y hablamos, como Carmelo se toma la medicación que le han mandado y se queda roque, después podemos discutirlo, quieres?

* vale. A las 8?

- bien

Y se fue a su trabajo dejando a Elena mirándola con cara de no entender nada.

Marcelo estuvo todo el día desconectado, después de disfrutar viendo como aquella mañana todo lo que había hecho había funcionado, estaba deseoso de que llegara Carmen de su trabajo y observar lo que había creado, aquella noche había podido leer los pensamientos de ella, había disfrutado con ellos y había conseguido influenciarla de tal forma que aquel polvo nocturno, y su posterior mamada eran síntomas claros de que lo había hecho bien. Pero quería más, y esperaba poder conseguirlo.

Carmelo estuvo toda la mañana liado con las pruebas de la operación, y Luis le dijo que si no pasaba nada en dos días le operarían ya que todo había salido bien. Así que cuando Carmen llego a casa y se lo contó, los dos se alegraron esperando que la pesadilla llegara a su fin. Después de que su mujer pasara por la ducha se sentó a su lado.

- cariño lo de esta mañana . . .

* No te gusto?

- si, pero , me pillo de sorpresa

* Si, pero tu mano no me soltó cuando . . Y cogiéndole la mano se la puso en la nuca

Carmelo no se lo podía creer, pero armándose de valor se saco el pene y presionado su cuello la hizo tragarse su polla por segunda vez en un día

- venga chupa, si tanto te gusta

* M m m mmm

- uff , que gusto

Carmen se afano en su tarea, y no tardo mucho en volver a notar aquella presión asfixiante que la llevo a recibir toda la lechada ardiente en su boca

- ahhhhh, siiiiiii

* veo que si te gusta, rió Carmen. Ah, por cierto Elena viene a cenar

- bien, bueno yo me tengo que tomar la medicina así que no creo que aguante mucho.

* Ya, esta noche estabas ido

- si, no me he enterado de nada hasta que sonó el despertador

* debe ser fuerte eso que tomas. Dijo, pensando en que el polvo nocturno le paso desapercibido.

Y se dirigió a la cocina a preparar la cena, mientras Carmelo miraba aquel trasero con un deseo renovado.

Elena llego a las 8 y media y al abrir la puerta y verla Carmen le susurro al oído.

- que te lo quieres follar ya?

Elena se había puesto una mini y un suéter sugerente, pero era su forma de vestir habitual

* Calla loca

Y entraron, la cena transcurrió con normalidad y mientras ellas recogían los platos Carmelo se despidió con un beso a cada una y tomo la medicina retirándose a dormir, y no tardo mucho rato en hacer efecto.

SEGUNDA DOSIS

- entonces, que me dices de lo de esta mañana?

* Lo dices en serio?

- si

* No se, creo que no podría

- y hacerlo conmigo?

* Uff

- y lo de la orgia con esos dos?

* Bueno, fue cosa de ellos

- si, y me lo contaste a mi, nunca lo has hecho con una mujer?

* Si, pero esto es diferente

- no te gusto

* Mujer, eres mi hermana

- pero si nos juntáramos con esos dos, las dos desnudas, y eso, no lo harías, no me tocarías?

* No se

Carmen se levanto y se quito la bata, quedándose denuda delante de Elena

- yo ya estoy

* Carmen

- que

* Estas loca

- puede, pero si yo estoy desnuda tu también, venga

* Y si se levanta Carmelo

- uy, que va, si esta noche me lo he follado y ni se ha enterado

- venga levántate

Elena se puso de pie y Carmen poniéndose detrás de ella, le quito el suéter y seguidamente el broche de su falda se abrió y se la bajo. Ante la pasividad de Elena que aun no se creía lo que estaba pasando, desabrocho el sujetador y quitándoselo pego su cuerpo al de su hermana. Las manos de Carmen acariciaron los pechos de Elena y una de ellas bajo hasta introducirse en las braguitas llegando a su sexo

- mmmm, estas mojadita

* Uf

- si uff, pero te gusta, sigo? Dijo acariciando su clítoris

* Siiii

No tardo mucho en desprenderla también de sus bragas y la sentó en el sofá, abriéndole las piernas y haciendo que su boca saboreara su sexo

* Mmm

- pues no te desagrada

* Siguee

Sus labios y su lengua jugaban con su clítoris mientras un dedo se dedicaba a jugar en la entrada de su ya ardiente sexo.

Marcelo salio de de mundo de nuevo, volvía a tener visión, pero esta vez las sensaciones eran mas fuertes, y cuando oyó los gemidos giro la cabeza y . . . se giro, aquello le descoloco, el portador, respondía a sus deseos, y después de varias pruebas estaba de pie, le costaba coordinar pero no tardo en acostumbrarse, tenia un cuerpo con el que moverse. Después de tranquilizarse se concentro en los ruidos, la mente de Carmen apareció ante el y pudo saber que hacia, y a quien. Y se dedico a investigar a Elena, y más.

* Me corrooooo.

Elena exploto en la boca de su hermana aprisionando su cabeza entre sus piernas, pero poco a poco se relajo.

- parece que no tienes muchos reparos, no?

* No

- ven

La cogio de la mano y la llevo a la habitación donde dormía Carmelo. El estaba tumbado boca arriba y tapado, pero Carmen no tardo en destaparlo y bajarle los pantalones.

- venga

Esta vez Elena no se hizo de rogar, se puso a mamarle la polla a su cuñado como si toda la vida lo hubiera hecho, y cuando la tuvo a punto se puso encima y se la clavo hasta el fondo, Carmen se puso detrás de ella y aprisionándole los pechos la acompasaba en su movimiento, incrementando a su vez los gemidos de Carmelo.

+ Muy bien sigue

Elena y Carmen quedaron paradas al ver que el se despertaba, pero deseaban continuar con aquello, no podían paran, las manos de el se unieron a los pechos de Elena que se corrió mientras su cuerpo se estremecía.

+ ven Carmen túmbate y ábrete de piernas, y tu Elena, cómeselo a cuatro patas

Mientras hacían lo que les pedía, Carmelo se sitúo detrás de Elena y la embistió por detrás su movimiento hacia que su boca se hincara mas si cabe en el coño de Carmen arrancándole gritos de placer

+ Diosss, que gusto, te voy a llenar de leche.

Y apretó su cuerpo contra el culo de Elena vaciándose en su interior.

Marcelo sintió su primer orgasmo, fue algo increíble, y no paró, tenía todo el deseo acumulado y aquellas féminas recibieron todo lo que llevaba dentro. Y finalmente cayeron derrotados.

Antes de desconectar Marcelo volvió a entrar en aquellas dos mujeres, no sabia si aquello volvería a repetirse pero no podía dejar pasar la ocasión.

Cuando sonó el despertador Carmen andaba abrazada a su hermana, la despertó y medio dormidas fueron hacia la ducha, el trabajo las esperaba.

Carmelo se despertó, se sorprendió al verse desnudo y oliendo a sexo, supuso que su mujer en su nueva faceta habría disfrutado de su cuerpo, no es que no le gustara la idea pero claro, le hubiera gustado estar despierto, pero cuando volviera iba a satisfacerla despierto.

Marcelo mientras tanto estaba inmerso en una ardua tarea, sabía que tenía que hacer y tenía poco tiempo.

Luis llamo a Carmelo diciéndole que ya estaba todo preparado, le había preparado la operación para el día siguiente a las 9, así que le pidió que adelantara la medicación a las 6 de la tarde para que se pudiera levantar antes para ingresar, lo cual frustro sus planes con su mujer, pero no pasaba nada, tenia toda la vida para disfrutar de ella. La llamo para decírselo y Carmen lo comunico en el trabajo, se cogería unos días de vacaciones para acompañarlo en el hospital sin prisas.

TERCERA DOSIS

Carmelo tomo su medicina después de una ducha relajante, y desapareció en un profundo sueño, un sueño extraño, muy extraño.

Carmen oyó el despertador, adormilada recordó que estaba puesto a las 6 por la operación, en ello estaba cuando su marido poso su mano sobre ella

- buenos días cariño

* Hola preciosa

- nervioso?

Noto como la mano bajo hasta el pijama y lo bajo, dejando su culo al aire y como la invadían por detrás.

* Mmm, nada

- mmmm

* Te estoy preparando el desayuno, te lo vas a tomar?

- si

Los gemidos fueron en aumento, sus cuerpos ardían y las manos de el la tomaban por todos lados

* venga desayuna

Y ella busco su polla y la chupo hasta tomarse hasta la última gota

En la sala de operaciones, Luis terminaba la operación dejando a su adjunto el tramite de cerrar y coser, todo había salido bien, y andaba curioseando aquel trozo de tejido extraído del cerebro de su amigo, era una especie de cerebro pequeño, curioso, muy curioso.

TRES MESES DESPUES

Carmen se dirigió al salón, ya había terminado de limpiar los platos, y su marido seguía bien atendido por Elena que lamia su polla con ganas.

- me vas a dejar algo? Le dijo en tono suplicante

* Claro hermanita, es tu marido

Y se unió a ella

Y Carmelo . . . .. . bueno, Carmelo desapareció, cuando Luis, su amigo corto aquel trozo de carne, sus ultimas horas fueron de angustia, en aquel lugar oscuro y sin salida, pero, nadie se dio cuenta, bueno, si, Marcelo fue el único que lo supo, pero no pensó mucho en ello, tenia cosas mejores en las que emplear su tiempo.