Aquel
día era mi día, me sentía toda una princesita. Derrotaría a Mercedes dejándola a
la altura del betún, no sé si de Judea o de Galilea, dejaría alucinada a esa
mala puta, perdón a esa mujer algo irritable. Se terminaría el que me mirase
por encima del hombro, ¿quién se creía?, ¡pero si era como Maradona más valía
saltarla que rodearla! Me tenía frita a bromitas desde que descubrió mi
vibrador: ”¿Le abrazas y le dices lo mucho que le quieres?”. Sí, y luego se lo
presento a mis padres, ¿no te jode?”, me hubiese encantado contestarle pero ya
sabéis cómo son los jefes debemos reírles las gracias.
Iba
a morirse de envidia cuando Jorge viniera a recogerme a la boutique. De culo se
caería al ver el BMW descapotable en el que vendría a por mí. ¿Qué se pensaba?,
¿que el familiar de su Antonio era muy cool, por muy Mercedes que fuese?,
además tenía más kilómetros que la furgoneta del Equipo A.
Por
si fuera poco, su marido no se parecía en nada a Bruce Willis, nada de
entraditas sexys y ojillos traviesos. Era calvo y tenía los ojos como un chino
estreñido. Se moriría cuando viese los rizos de oro de mi Jorge y los dos
zafiros que iluminaban su rostro.
--¿Por qué me miras tanto hoy?, ¿es que te
gusto? –me preguntó como se dirigiría una leona a una gacela. Su Antonio la
debía follar mal y se desahogaba pinchándome a todas horas. Os lo juro, ¡que ganas de meterle una hostia!,
perdón una bofetada.
--Es
que me preocupas Mercedes, te estás quedando en los huesos.
--Eso
es envidia, que yo estoy hecha una sífilis y tú no –encima de cateta no debía
tener espejos en su casa, “Que teñirte de pelirroja no te convierte en Nicole
Kidman”. ¿Os podéis creer que Incluso
tenía una fotografía abominable de cuando fue elegida dama de honor de su
pueblo? Dios, si seguro que los cochinos del tal Villa Palomos de Arriba tenían
más glamour que ella y seguro menos bigote.
Una
clienta entró por la puerta interrumpiendo la ácida respuesta que tenía en la
punta de la lengua y que como sabéis hay que tragársela hasta que tengáis
arcadas, ¡eso no cochinos!, las palabras. Ha estas alturas ya sabréis que mucho
ladrar pero no muerdo y luego claro me duele la úlcera.
--Buenos
días chiquita –saludó con suficiencia la cuarentona como si me perdonase la
misma vida por el hecho de existir.
--Buenos
días señora, ¿en qué le puedo atender? –respondí solícita aunque las ganas de retorcerle
el cuello como a un pollo se me debían traslucir.
--Pues
mira, buscaba un vestido rojo ¿sabes?
--Si
saber sé, pero este año no viene nada en rojo, este año se lleva el azul
petróleo –fue mi primera oportunidad de hacerle zas en toda la boca, ¡que
agusto me quedé!
--¿Y
eso rojo de ahí?
--Eso
es la funda del extintor pero si quiere se la puede probar –respondí
aguantándome la carcajada.
--¡Impertinente!,
¡Habrase visto!, pienso hablar con tu encargada.
--Vale,
si lo hace, recuérdele que me debe dos días de vacaciones –dije mirando a
Mercedes. Ella era incapaz de vender una escoba y sabía que yo le vendería una
a un saharaui. Seguro que vosotros también tenéis un jefe que es un
incompetente, va con el puesto.
--Bien,
sácame un vestido de noche azul petróleo de la 38.
Esa
fue la segunda ocasión de darle en todo el hocico. Puse mi mejor cara de
altanería, como Cristiano Ronaldo mirando a… a cualquiera que se le ponga delante.
--¿La
38 dice?, usted tiene que estar entre la 40 y la 42.
--Perdona,
yo soy una 38 –me dijo comenzando a adquirir cierto tono rojizo en su rostro.
Claro por eso iría buscando un vestido rojo, para que le conjuntara con su cara
de reprimida irascible.
--Ya,
ya, si seguramente sea usted una 38, pero es que este año las 38 vienen
ceñiditas.
--¡Perdona!,
te he dicho una 38, ¿vas a saber tú mejor que yo qué talla uso?
Pues
38 que le di. Estaba divina de la muerte, lástima que no le pudiera hacer una
foto con el móvil os la hubiera puesto en el relato, unos ponen modelos y yo
embutido autóctono. Parecía una morcilla, una morcilla azul petróleo.
--Está
usted divina, creo que le favorece muchísimo –aquella afirmación me costó un
esfuerzo sobrehumano.
--¿Tú
crees?, ¿no me hace un poquito rellenita?
¿Rellenita
dice? “Parece una puta foca, una puta foca que se ha acercado demasiado a un
petrolero encallado en la costa. Ni los de Greenpeace intentarían rescatarte.
--Qué
va mujer, para nada, yo la veo a usted perfecta –perfecta para los carnavales o
para ir de mascota a una convención de la Exxon----. Además si sobra un poquito
así se obliga usted a privarse de algunas cosillas.
--¿Sí,
verdad?, creo que me sobra kilito o kilito y medio.
Kilito
y medio dice, pero si esos flotadores deben rondar la media tonelada. Los de
Greenpeace necesitarían un remolcador para sacarla del mar, porque con eso fijo
que no flota.
--Lléveselo
usted, si puede devolverlo, además tengo unos zapatos preciosos que le hacen
juego. Siempre que utilizo la técnica de la devolución todas pican. No hay ningún
problema si tiene cualquier pega se pasa por aquí y se lo solucionamos, aún no
he devuelto el dinero a nadie, menuda soy yo.
--Uy,
pero estos zapatos me aprietan un poquito.
---No
mujer, qué va, este año se llevan así –Dios, le iban a hacer llagas, si antes no
los reventaba—. Se la ve a usted preciosa –preciosa para llevarla al circo o al
zoo a exhibirla. “redoble de tambores… ¡con todos ustedes… la albondiguilla de
YPF. A ver si a esta nos la quiere quitar la Cristina I de Argentina”.
Cobré
los 400 euros del Dior y los 200 de los Manolos, mirando con suficiencia a
Mercedes, ni en sus mejores sueños esa mojigata tendría mi arte para vender y
cuando conociera a Jorge se iba a morir de una embolia, bueno eso si no se
quedaba tonta, claro que más tonta de lo que estaba era complicado, perdonadme,
ya sé que no hay que hablar así de quien te da trabajo pero es que…
Se
volvió a abrir la puerta de la tienda y entró Fermín con los cafés y bocadillos
de media mañana. Aquel tipo era zafio y soez, aunque me divertía verlo babear por mí como si fuera un bulldog
comiéndose un chicle. Ya sabéis se mira pero no se toca.
--¡Hola
Carmencita!, ¡preciosidad, que tienes unos ojos… que… te comía to el coño!
--Carmen,
enano, Carmen, y sube la bandeja más arriba de tu cintura.
--¡Pero
qué burrote me pones cuando te cabreas!, ¡te partía en dos con solo pedírmelo!,
y sonríe mujer que eres más seca que una inyección de pan rayado.
--Ves
Carmen, si podrías jubilar tu viejo vibrador en el momento que te lo
propusieras –intercedió Mercedes con su aire de suficiencia mientras agarraba
uno de los bocadillos de la bandeja.
--¡Claro
que sí tontina!, no veas como me vibra el manubrio, te pondría los fluidos a
punto de nieve, ¡te iba a sacar nata montada de ahí dentro!
--¡Serás
guarro!, ¡pervertido! --gritó Mercedes
soltando el emparedado con presteza.
--Ay
Mercedes es que el de salchicha es el especial de la casa para Carmencita.
--Anda
calla y cóbrate energúmeno. Ni en tus sueños más húmedos me comería esa
salchicha.
--¿Cobrarte?,
pero si a ti te lo haría gratis churri. ¡Ay, quién fuera baldosa pa verte toa
la cosa!
--Vete
con viento fresco, salido, que estás salido –no solo era feo, que lo era un
rato largo, encima bajito y regordete. No me iría con él aunque un meteorito
fuera a acabar con la tierra y me lo pidiera como favor. Uy, esa historia me
suena a lo mejor la he leído en la web guarrona esa.
--Fresco
sí hace sí. No veas qué rasca que hace, viniendo para aquí me he encontrado con
Admunsen que llevaba la muerte colgada de su mochila dispuesta a demostrar…
--A
ti te voy a demostrar yo lo que pueden dar de sí unos buenos tacones, y por
dios guárdate eso ¡cochino!–mi plan se me venía abajo si hacía frío, aunque
estaba dispuesta a que Jorge bajara la capota del BMW cuando viniese a
recogerme aunque agarrara una pulmonía-- ¿En serio hace frío?
--No
te debes cerrar al amor Carmencita. Fermín es un chico trabajador y te quiere
mucho --dijo Mercedes mientras pagábamos
al camarero tras lo cual le
despaché con cajas destempladas.
--¿Trabajador?,
pero si trabaja menos que el sastre de Hannah Montana, a no perdón el de Miley
Cyrus. --la muy puta no hacía más que echarme encima lo peorcito del barrio. Vale
que en los últimos meses los polvos que había echado habían sido contados,
contados por la propia Mercedes y por mi amiga Marisa, pero lo de Fermín ya era
excesivo.
--Vaya
Merceditas, mi novio ha venido a buscarme –la interpelada abrió muchísimo los
ojos al ver aparecer el atlético rubio que se dirigía hacia el escaparate.
Jorge
caminaba lentamente hacia la puerta de la tienda. Tensaba una pierna
utilizándola como apoyo para alargar la otra en una zancada majestuosa. Alargó
la mano hasta aproximarse al pomo de la puerta. En aquel instante, ni antes ni después, extendió
sus cinco dedos, no uno ni dos ni tres, los cinco, en un movimiento
perfectamente coordinado. Mientras hacía esto iba tan sobrado que le daba para
saludar con la otra mano mostrando su sonrisa de dientes perfectos.
Los
dedos, largos y estilizados, rozaron el pomo y acto seguido se cerraron sobre
él. La mano convertida ahora en un sólido puño hizo gala de gran destreza
accionando el mecanismo de la puerta. El pomo fue girando milímetro a
milímetro, estaba a punto, lo iba a lograr. Entonces con un certero movimiento
de muñeca Abriooo. “Tengo que dejar de ver las reposiciones de Oliver y Benji.
Allí
estaba Jorge con sus preciosos rizos, con aquellas cejas perfiladas que le
daban un aire de cuidada inocencia, con sus manos suaves de perfecta manicura.
“Si no fuera por el curro te follaba aquí mismo encima del mostrador”, pensé
comenzando a calentarme. Debo moderarme que ahora tengo novio. Bueno mejor
sería hacerle amorosamente el amor yaciendo sobre el expositor.
Tomé
mi bolso con una mano y con la otra el brazo que caballerosamente me ofrecía mi
chico. ¿Habéis sentido alguna vez la sensación de que os están clavando un
puñal por la espalda?, Mercedes me estaba clavando toda la cubertería, hasta
las cucharas.
--¿¿Dónde
has dejado el coche? –pregunté al salir de la boutique colocándome rápidamente
la bufanda con una perfecta doble Nelson. El frío era insoportable, por lo
menos en eso no había mentido Fermín.
Llegamos
al BMW que se encontraba cerca. Jorge preocupado por un posible catarro
recomendó no abrir el techo mas un par de caricias obraron la maravilla. Si es
que una tiene sus armas de gata, no sé si colorada o no pero tiene sus armas.
--Al
pasar por delante de la tienda hazlo muy despacito, que me dé tiempo a saludar
a Mercedes. Estaba eufórica, mi triunfo sería seguro, tan seguro como el
resfriado que tendría al día siguiente. Juraría haber visto una ardilla
corriendo tras una nuez, con el frío que hacía no me extrañaría que detrás viniera
una manada de mamuts corriendo o un par de ángeles a lomos de un dragón.
Jorge
era el novio perfecto, mi príncipe azul, pero en vez de caballo blanco tenía un
descapotable rojo y yo sabía cómo usarlo. ¡Quietas todas, aquí llega Carmen!,
¡voy armada con un deportivo y un chulazo rubio!
**--**--**
Los
días iban pasando y cada vez estaba más perdidamente enamorada de Jorge. Mi
novio no fumaba, no bebía y por si fuera poco no le gustaba el fútbol, eso lo
pude constatar cuando cambié de canal durante una tanda de penaltis de la
Eurocopa. Creo que jugaban España contra Portugal y aunque Cristiano Ronaldo
está de muy buen ver, me interesaba más la comedia romántica que hacían en otro
canal. Que delicia de hombre que estaba atento a todas mis necesidades. En un
principio temía que se enfadara, que me gritara, que por lo menos pusiera una
cara de disgusto, nada oye, se quedó tal cual. ¿Conocéis a algún hombre así?,
era perfecto y pluscuamperfecto.
--No
te importa ¿no?
--No,
cielo, no te preocupes…, si el partido ya ha terminado… los penaltis no tienen
el menor interés, son una lotería… además me gusta más Sandra Bullock que esa
chica desnuda con el cuerpo pintado de rojo y gualda.
En
aquel momento debía de haberme olido la tostada pero, ingenua de mí, pensaba
que estaba ante el hombre más maravilloso de la tierra. Lo que no terminaba de
comprender es por qué estaba conmigo. No podía perseguir la nacionalidad porque
ya la tenía y además yo no era una tonadillera septuagenaria. Tampoco estaría
interesado en mi dinero, porque todo lo mío era del banco y debería liarse con
el director de la sucursal que le vendría más a cuenta. “¡Ya lo tengo, está
conmigo por lo bien que la chupo!, ¡seguro que es por eso! Tenía fama de
mamarla muy bien, o al menos eso ponía en los baños del instituto.
Yo vivía en una nube de algodón de azúcar
salpicada de virutas de chocolate y adornada con sirope de caramelo.
¿Diabética?, pues hasta aquel momento pensaba que no, que mi cuerpo y mi mente
necesitaban de todo el dulce del mundo.
**--**--**
Habíamos terminado
una de nuestras maratonianas sesiones de sexo y me encontraba en la gloria
recibiendo un masaje capilar, sabéis lo mucho que nos gustan esas cosas a las
chicas. Jorge me había hecho el amor durante seis horas y aún tenía ganas de
conversar conmigo al tiempo que desenredaba mi cabello. ¿Era o no era el chico
perfecto?
Me había hecho un
masaje de espalda sensacional, me había lamido uno a uno los dedos de los pies.
Luego mirándome a los ojos me dijo:
--Cariño,
¿permites que saboree tu crica? --¡coño!, casi me caigo de la cama, ¿Qué clase
de guarrada querría hacerme?
me estuvo comiendo
mi cosita durante horas y él como si nada. Eso sí, siempre me la comía con
condón femenino, que él era muy aseado y encima precavido, que si el papiloma,
que si los gérmenes… Incluso cuando escupió un pelillo de mi vello púbico, lo
hizo con tanta gracia que era para comérselo.
Desde que me
acostaba con él me estaba comenzando a entrar complejo de eyaculadora precoz.
No podía ser que me llevase cuatro o cinco veces al cielo y él no haber
despegado. Era la máquina perfecta. Lo único malo es que me dejaba agotada y el
continuaba más fresco que una rosa.
Reprimí un
bostezo, lo cierto es que en aquellos momentos, reventada a polvos lo único que
quería era dormir, pero tener en la cama un chico que te daba conversación tras
hacer el amor era algo tan increíble que tenía que disfrutarlo.
--Vamos cariño que
si queremos estar en la ópera a tiempo nos tenemos que duchar –me dijo dándome
un suave beso en la comisura de los labios.
¡Que yo lo que
quiero es pegar cuatro ronquidos!, pero la oportunidad de ir a un sitio tan
selecto como la ópera y con mi pedazo de novio bien merecía un sobreesfuerzo.
Le seguí al baño y
entré tras él en la ducha. Aquella iba a ser mi oportunidad de devolverle tan
maravillosa sesión de sexo. Ya que no podía dormir disfrutaría antes y luego
dormiría durante la soporífera función, porque la ópera tiene mucho estilo pero
no hay Dios que la comprenda.
Tras enjabonarle y
aclararle con las atenciones que aquel cuerpo de Adonis requería, me arrodillé
delante de su preciosa verga. Estaba perfectamente depilada, ningún vello
afeaba la tersa piel del tallo, el resto del pubis estaba recortado con muy
buen gusto, unos caracolillos aquí y allá le daban ese toque moderno y
desenfadado, vaya, toda una entrepierna metrosexual.
Acerqué mi boca a
al glande saboreando la esencia a flores silvestres que emanaba de aquella divina
polla.
--Aguarda un
momentito mi amor –Jorge salió apresuradamente de la ducha dirigiéndose al
inodoro donde se puso a desahogarse copiosamente. “Vaya tontería salir de la
ducha para mear, Espero que no le haya molestado que yo lo hiciera dentro”,
pensé mientras decidía que no me hubiera molestado que me empapara enterita con
su lluvia dorada, Jorge debía mear Moët Chandon.
Por si salir fuera
a mear no hubiera sido suficiente, cuando terminó se volvió a enjabonar
concienzudamente su pene y se enfundó un preservativo. Mi libido había
descendido considerablemente pero necesitaba verle vibrar por lo que me apliqué
de nuevo a la tarea.
--Ven para aquí
que te coma esa polla.
--Cariño, se
siente delicioso lo que me estás haciendo pero si continúas besando así mi
mascarón de proa no llegaremos a la ópera.
Aquello sí bajó mi
calentura hasta hacerla desaparecer, seguro que en el instituto no hubiesen
cambiado una mamada mía por ver cantar en alemán, tampoco nadie me hubiese
pedido que le chupara el mascarón de proa ni de popa. En ocasiones un par de
guarradas bien dichas también apetecen. Me enjuagué el cuerpo mientras él se
iba vistiendo.
--No sé qué blusa
ponerme con esta falda.
--Ponte la de color
mostaza –dijo Jorge que en los escasos dos meses que llevábamos saliendo ya se
conocía todo mi ropero.
--Vale, la
mostaza.
--No, no, mi amor,
esa es la de color curry te dije la mostaza.
¡Coño!, sí que
había aprendido este leyendo el Cosmopólitan, normal que un día le pillara
hasta subrayándolo. El tío era capaz de diferenciar un millar de tonalidades de
naranja, ¡bueno, Y de azul ni te cuento! Sabía más de colores que Doctorbp de
tallas de sujetador.
Aquel día me
llevaba a la ópera porque según él hacíamos un mes del primer cunnilingus. Lo
cierto es que era súper detallista, recordaba todas las fechas significativas.
Me regaló flores cuando hizo el mes desde que nos conocimos, bombones para
rememorar el primer beso, una orquídea en el aniversario de nuestra primera
cena, un peluche para recordar el primer masaje y una pulsera preciosa cuando
hizo el mes del primer polvo, hasta me envió una felicitación el día de la
mujer trabajadora. A este ritmo podría montar una tienda de souvenirs. ¡Era
como Ana del alba felicitando los cumpleaños!, no se le pasaba ni una fecha.
Terminé de
vestirme, maquillarme y ponerme las joyas y solo había tardado una hora y
media, durante la cual no parecía que hubiera mejorado mucho. Él, en cambio, en
diez minutos estaba perfecto, parecía salido de una revista de moda masculina.
Entré al baño buscando la colonia y casi me da algo.
¿Qué coño le había
pasado a mi cuarto de baño?, ¿dónde estaban las toallas que hacía un rato estaban
por el suelo?, ¿dónde el charco de agua?, ¿por qué mis bragas sucias no estaban
en el pomo de la puerta?, ¿y mis pegotes de maquillaje esparcidos por el
lavabo?
--Me he tomado la
libertad de recoger un poco el baño, espero que no te importe. También he
puesto una lavadora en el programa de prendas delicadas, deberías usar ropa
interior de algodón es mejor para la dermis.
--¿Importarme?
–dios mío, salía con el hombre perfecto.
**--**--**
--¡Cariño!,
¿tú te has saneado las puntas? ¡Y creo…
sí, creo… creo que te has hecho un alisado!
Era la primera
vez que un novio se percataba de que
había ido a la peluquería. Ya sabéis cuanto nos gusta a las chicas que se fijen
en esas pequeñas cosas, Jorge era ideal.
Me sujetó la
puerta del coche mientras alababa mi conjunto de top rosa y traje de chaqueta
blanco, por supuesto con bragas pero sin sujetador. Es que hay cosas a las que
un hombre no se puede resistir mi amiga anita me había aconsejado muy bien.
Llegamos a casa de
mis padres cinco minutos antes de la hora. Mi madre por supuesto se extrañó
muchísimo.
--Vaya, es la
primera vez que no vienes tarde y con la mesa ya preparada.
--Sí, mamá yo también te he echado mucho de menos. Mira,
quiero que conozcas a Jorge, es mi novio.
--¡Jacinto…!, ¡que
la niña no es tortillera!
El aludido entregó
un espléndido ramo de rosas blancas a mi madre. Le contó toda la simbología de
los colores de esa flor mientras mi padre observaba inquieto, es un poquito
tradicional el hombre en cuanto a la conducta varonil.
Las dudas de mi
progenitor se disiparon cuando Jorge y él comenzaron a hablar de fútbol. ¿Pero
no era que a él no le gustaba el futbol?, pero si se conocía las alineaciones
del Real Madrid desde los tiempos de Di Stéfano.
El colmo fue cuando
comenzó a charlar de videojuegos con mi hermano pequeño.
--Anda a jugar con
el primo Francisquito y deja a Jorge en paz. Podéis ir a lo de las ovejas. Por
cierto, ¿tú no tenías el pelo verde la última vez que vine?
--¿Verde?, coño ni
yo lo recuerdo, es lo que tenemos los secundarios muy secundarios, sería que lo
tenía a rastas o rapado al cero.
Durante la comida mi
padre no logró convencer a Jorge para que tomase vino, su abstinencia era
irrenunciable, al menos ahí no me llevé una sorpresa. Aunque bien mirado hizo
que me ganara varias miradas reprobadoras de mis padres, ¡pero si solo me he
tomado dos copas!
Ya empezábamos
como en las cenas de amigos de Jorge. Como ninguno bebía, en cuanto yo me pedía
un gin-tonic, me hacían sentir como
Paris Hilton. Sus amigos también eran de bailar con sutileza y elegancia por
eso cuando me animaba, tras el tercer coctel, a salir a la pista hacían que en
comparación yo pareciera… Paris Hilton.
Todo aquel mundo
de perfección me estaba comenzando a marear. Volví en mí al escuchar la palabra
tabú, seguro que sabéis cual es, ¿Voda?, no, no, aún hay otra peor.
--Es que treinta
años ya va siendo una edad para sentar la cabeza –dijo mi santa madre--. Que ya
se lo digo a Carmen que luego se le pasará el arroz.
--Yo estoy totalmente
de acuerdo con usted, Encarnación, me encantaría que por las noches una pequeña
Carmencita tocase a la puerta y dijera que no puede dormir solita. La tomaría
entre mis brazos y me la llevaría a la cama. Así tendría a las dos mujeres de
mi vida junto a mí.
Algo comenzó a
desafiar la ley de la gravedad, ascendiendo a toda leche por mi esófago.
--Per… perdonad…
--salí a toda hostia en dirección al baño a echar la pota. La cabeza aún me
daba vueltas cuando regresé al salón familiar. Yo cometo un principidio por muy
maravilloso que sea, yo lo mato.
--Pues nada a ver
si vienes a menudo –dijo mi madre despidiéndose.
--Mamá, ya sabes
que vengo cuanto puedo.
--No te decía a
ti, si no quieres venir no vengas, se lo decía a Jorge.
Cojonudo encima mi
familia lo quiere más a él que a mí.
**--**--**
Creí que todo
cambiaría cuando un día al despertarnos me dijo:
--¡Por favor
Carmen!, ¡quítate las bragas inmediatamente! –me entusiasmé, mi chico se había
vuelto pasional y con un puntito rudo, que no solo nos gustan las delicadezas.
--¿Así mejor?
--Mucho mejor, no
veas lo malo que son los encajes para la piel, se te iba a irritar el trasero.
Se fue hacia la
cocina y salió con unas bragas de algodón en la mano.
--Toma mi amor,
ponte estas que ya verás qué cómoda te sientes. Están recién planchaditas.
--¿Me planchas las
bragas?
**--**--**
Aquello había sido
la gota que hizo rebosar mi paciencia. Llegué hecha una auténtica furia al
trabajo. De esos días que si alguien os lleva la contraria le arrancáis la
cabeza de cuajo.
Como todos los
días me tocó aguantar las impertinencias de Mercedes.
--Y Jorge, ¿cómo
está?, cuídalo bien que chicos así no hay muchos.
Ahí si que mi
paciencia se quebró:
--Mira Mercedes,
estoy hasta los mismísimos cojones de tus tonterías. Si tanto te gusta Jorge
vas tú y te lo follas que ya verás qué gustito aguantarle seis horas dale que
te pego –la cara que puso fue un poema, en la vida se hubiera imaginado que le
podría responder así.
--¡Carmen, no te
tolero!
--¡La que no te
tolero soy yo, vieja reprimida!, ¡vete a tomar por el culo con el calvo de
mierda!
--¡Carmen que te
despido! –gritó Mercedes mientras Fermín alucinado entraba en la boutique.
--¡Métete el
trabajo por donde te quepa!, ¡y tú!, ¡tira para el almacén que me vas a meter a
mí una cosa! –dije agarrando de la pechera al camarero y empujándolo hacia el
almacén. Tras la puerta del cual se seguían oyendo los aullidos de Mercedes.
No tardé ni un
segundo en quitarme las bragas, estaba desesperada por regresar a la realidad
de una vida normal y aquel infeliz iba a ser mi válvula de escape.
--¿Qué es lo más
guarro y soez que sabes hacerle a una mujer? –Fermín me miró con ojos como
platos, apenas fue capaz de articular palabra durante un tiempo--. Vaya, ¿no
eras tan machote?
--Coño Carmen, yo…
--sus ojos de besugo no se desviaban de mi chochete que lo mostraba
impúdicamente al haberme remangado la falda.
--Que me hagas
algo joder, algo muy guarro –tuve que ser yo quien tomara la iniciativa
agachándome y bajándole los pantalones.
Desde luego la
polla de Fermín no era comparable a la de Jorge. El primero la tenía corta,
gruesa y oscura mientras que la de mi exnovio era todo lo contrario. Además el
olor que desprendía aquel rabo era a rancio, a escasa higiene lo cual me
encantó, no tardé ni un segundo en llevármelo a la boca, aquella esencia a
macho cabrío me encendió.
En segundos
aquella barra de carne tomó la consistencia suficiente para pasar a mayores.
Necesitaba ser follada, no quería que me hicieran el amor quería ser follada y
de la manera más guarra posible.
Me alcé apoyándome
sobre unas cajas de ropa mostrando mi trasero en plenitud para que Fermín
hiciera con él lo que le diera la gana.
Para mi sorpresa
aquel zafio no me endiñó su polla de golpe. Se agachó detrás de mí y después de
volver a levantar mi falda incrustó su cara entre mis glúteos. En mi vida me
habían comido el ojete y no pensaba que pudiera ser tan placentero. Aquel
animal chupaba como si la vida le fuera en ello. ¡Dios!, aquello sí era cochino,
más si tenemos en cuenta que un pedete quería escapar de mi cuerpo.
Punteaba con su
lengua mientras el esfínter se iba relajando poquito a poco. Cada vez más porción
de su lengua se introducía en mi recto, saboreando las paredes intestinales. Su
boca descendió hasta mi empapada vulva al tiempo que el lugar de aquella lo
ocupaba un grueso dedo, el cual no tuvo muchos miramientos al introducirse en
mi culo, el pedete rápidamente se escondió en lo más profundo ante la irrupción.
Me sentía la mujer
más guarra del mundo y me encantaba. Me estaban comiendo el coño sin el dichoso
condón femenino y un segundo dedo se abría paso en mis entrañas.
--¡Fermín, más
guarro por favor! Tras aquella petición comenzó el delirio. Jamás me habían
insultado haciendo el amor, ¿qué coño haciendo el amor? ¡Follando como una
perra!
--¡Qué guarra eres
Carmencita!, ¡te voy a romper ese culito de niña bien que te gastas!
--¡Sí, cabrón!,
¡rómpemelo!
Dicho y hecho,
aquel energúmeno se puso de pie retirando los dos dedos del interior de mi
recto. Una sensación de vacío turbó a mi pedete que no sabía si era el momento
de salir o no. Sentí aquella gorda cabezota empujar contra el anillo. Un dolor
atroz me atravesó por completo mientras aquella gruesa polla se abría camino en
mis intestinos.
--¡Calla puta!,
¡que te va a oír todo el edificio! –las palabras fueron acompañadas de una
sonora palmada en mi trasero. Aquello en vez de incrementar el dolor lo mitigó,
por raro que pareciera--. Comienza a hacerte una paja que quiero ver cómo te
tocas.
No obedecí hasta LA
SEGUNDA PALMADA en mi culo por extraño que pareciera aquellos golpes me enajenaban
más aún. Cuando mis dedos se dirigieron a mi coñito me lo encontré
completamente encharcado, mis flujos se derramaban empapando la cara interna de
mis muslos. La polla de Fermín permanecía quieta en el interior de mi cuerpo.
--¡Muévete
cabrón!, ¿no me ibas a romper el culo?
--¡Zorra!, ¡pedazo
de culo guapo que tienes!, ¡te voy a barrenar hasta mearte en ese ojete prieto
que tienes!
Aquellas palabras
y la amenaza de orinarme en el culo hicieron que me pusiera más frenética, ni
siquiera esperé a que Fermín comenzara a percutir, yo solita moví mis caderas
iniciando el meneito. Fermín me tomó con fuerza de las caderas y me forzó a
caminar por el reducido almacén con él ensartado en mi culo.
--¡Conga!, ¡follow
de líder, líder, follow de líder, líder!, ¡sígueme!
Aquello era tan
esperpéntico como excitante. Yo intentaba caminar espatarrada al tiempo que no
dejaba de frotar ansiosa mi perlita del amor, como la llamaba el imbécil de
Jorge, lo que en realidad me hacía era un dedo monumental. Fermín intercambiaba
los violentos tirones de mis caderas con las sonoras palmadas en mis nalgas.
Eso sí, en ningún momento dejaba de insultarme.
--¡Venga puta!,
¡que te voy a quitar el estreñimiento de por vida!, ¡te voy a meter la polla
hasta el estómago, y más allá…!, ¡alárgate bastón mágico!
Y yo seguía frota
que te frota como si quisiera sacarle brillo al puto garbancito de la pasión.
Comencé a sentir un reflujo en el estómago y pensé que la polla de Fermín me
saldría por la boca.
En aquel instante
llegó, como una ola que rompiera contra el acantilado. Como un volcán abrasador
que lo incendiara todo a su paso. ¡Qué coño!, llegó como la mierda tras tres
días de estreñimiento, que eran los que llevaba sin ir al baño.
Un escalofrío
recorrió mi columna desde la rabadilla hasta la nuca y de vuelta a la
rabadilla. Un cosquilleo en mi vientre anunciaba el feliz desenlace.
--¡Fermín que me
voy…!
--¡Vamos zorra!,
¡córrete!
--¡Fermín que me
voy…!,¡que me voy a cagar…!
Primero salió la
polla del camarero y acto seguido le acompañó el zurullo más impresionante que
se pudiera imaginar. ¡Oiga!, digno de ser pesado. ¡Dios!, no había sentido
tanto placer en mi vida. Ya sabéis como se queda uno cuando por fin da rienda
suelta a sus necesidades.
Verdaderamente una
se podía quedar rota y vacía tras follar bestialmente.
--¡Joder!, las he
visto guarras pero tu te llevas la palma.
--¡Calla que ahora
te pajeo!
No hicieron falta
ni dos meneitos para que aquel tarugo comenzase a esparcir leche como si fuera
un aspersor. Me dejó toda la cara y el pecho a estuco veneciano.
Cuando la
intensidad comenzó a flojear le agité un poco las caderas y le pegué un par de
palmadas en el culo como si fuera un bote de Ketchup. Enseguida reanudó la dispersión
de lefa calentita.
La segunda vez que
la cosa menguó decidí soplarle por el culo a ver si se volvía a animar. ¡Oiga!,
mano de santo, como las botellas de cava de Fernando Alonso, aunque no sé si aún
recordará como se agita una de ellas, todos están en su contra, pobrecito.
Al final parecía
que no iba a haber más lechita para la nena buena, pero yo quería más. A la
mente se me vino la imagen de mi tubo de pasta dental. Comencé a retorcer desde
los huevos en dirección hacia la polla. Fermín al principio gritó un poco y
tomó un tono azulado pero luego me obsequió con las últimas gotitas de semen.
Yo me había
quedado completamente vacía y parecía que Fermín también. Eso había sido un
buen polvo y lo demás eran tonterías. Príncipes azules a mí…
1 comentario:
¡Bravo! Y no lo digo por ser mencionado durante el relato, pues no sé si es para bien o para mal xD Aunque ya no suelo dar las tallas del sujetador, eh! jajaja Los centímetros de rabo, sí :P
El caso es que hoy tenía ganas de leer algo calentito y, maldita casualidad, tocaba un relato de humor. Qué mala suerte la mía. O no.
No solo tiene humor constante, sino que es uno de los relatos más morbosos del Ejercicio. Mientras presentabas a ese pobre camarero feo, gordo, bajito y despreciado por Carmen pensé "que lástima que esto sea un relato de humor y no consiga follársela". Pero... ¡ole tú! Ahí estaba la ruptura, muy bien construida a través del novio perfecto que acaba cansando a este peculiar y gracioso personaje femenino. Y es que has dibujado a Carmen como me gustan las mujeres: descaradas, graciosas, con carácter, personalidad...
Y todo esto mezclado con humor, posiblemente lo más difícil de transmitir ya sea por escrito o por cualquier otro medio.
El relato me ha gustado tanto que voy a obviar pequeños errores ortográficos aquí y allá.
Por último diré que comencé la lectura de forma escéptica (el humor es algo complejo y que difiere mucho entre unos y otros). Y no empezó muy bien la cosa con una protagonista tan soez insultando a diestro y siniestro. Sin embargo, por la mitad del relato ya me había sacado alguna sonrisa que cada vez era más permanente. Y al final, hasta alguna carcajada.
-¡Conga! ¡Follow the leader!
Y lo rematas con una freakada de Bola de drac (Bola de dragón o Dragon ball).
Pues eso... que me ha gustado... igual hasta me hago una pajilla. Ya venía tontorrón de casa :D
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