Fen Yue se retrepó en el asiento intentando
ponerse lo más cómoda posible dado el
escaso espacio que había en la cabina.
Las luces de cientos de botones se encendían y apagaban aunque apenas les hacía
caso después de haber hecho por segunda vez la lista de comprobación. Sabía que
el ordenador se encargaría de todo, así que trató de relajarse a pesar de que
tal como le habían dicho los instructores aquella experiencia no se parecería
en nada a todo lo que había estado entrenando durante más de seis años.
La cuenta atrás dio comienzo. A pesar de que
ella no podía verlo, sabía que el cielo estaba despejado y el viento apenas
soplaba. Mientras el tiempo corría no pudo evitar preguntarse qué era lo que
habían descubierto en ella para ser la elegida entre más de un millón de
candidatos. Recordó como fue superando las distintas pruebas de selección.
Nunca fue ni la más lista, ni la más fuerte, ni la más rápida... A veces
pensaba que simplemente la habían elegido por superstición, por su nombre,
aunque en lo más intimo de su alma
pensaba que había sido por su
determinación. Su permanente lucha por sobrevivir y prosperar desde que sus
padres, a los que nunca llegó a conocer,
le abandonasen en aquel arrozal para poder tener otro hijo, un varón.
Criada en un orfanato estatal consiguió
sobrevivir al hambre y las enfermedades y cuando se le presentó la ocasión no
lo dudó y se apuntó al programa espacial chino.
Diez años de duro trabajo la llevaron a su nombramiento como capitán de
la fuerza aérea y a pilotar naves
experimentales. Cuando el proyecto Marte se inició, se apuntó sin dudarlo, pero
tuvo que empezar de nuevo. De nada sirvieron sus galones y tuvo que luchar codo
con codo contra el millón de aspirantes e increíblemente lo había conseguido.
Como premio a una vida de trabajo había
conseguido un viaje sin retorno. Esperaba que esos inútiles y decadentes
occidentales se hubiesen acordado de todos los suministros y no se diesen
cuenta de que faltaba el papel higiénico cuando estuviesen a cuarenta millones
de kilómetros de distancia.
No sabía que le daba más vértigo, si romper
para siempre el fino cordón umbilical que le unía a su planeta de origen o
encontrarse con esos dos narices largas que ya le esperaban en la estación
espacial, seguramente fumando porros, escuchando música heavy y haciendo chistes soeces sobre la pequeña
chinita que iban a acoger en su nave espacial.
Los americanos estaban muy orgullosos de su
cacharro, e incluso fueron ellos los que
insistieron en llamarla Halcón Milenario pero habían sido los chinos los que
habían financiado el proyecto casi en su totalidad a cambio del parco derecho de llevar un
tripulante en el viaje.
El aviso del último minuto le obligó a apartar
todos aquellos pensamientos de su mente
y a concentrarse en las pocas tareas que debía realizar a bordo en los
últimos segundos.
Por enésima vez comprobó que había ajustado su
escafandra y revisó los niveles de combustible y oxígeno para aquel viaje
de apenas seis horas. Un viaje del que nunca volvería.
Diez, nueve, ocho... Fen Yue contrajo todo su
cuerpo preparándose para el brutal patadón que recibiría al explotar toneladas
de hidrogeno bajo ella. Siete, seis, cinco, cuatro... Respiró el fresco oxigeno
que estaba entrando en la escafandra y contó a la vez que el micrófono que
tenía ajustado a su oído.
—Tres, dos, uno cero...
La gigantesca bestia cargada con varias
toneladas de material comenzó a alzarse primero poco a poco, como no queriendo
despegarse de la tierra luego cogió velocidad hasta que la aceleración hundió a
Fen en el fondo de su asiento. La astronauta notó como el aire escapaba de
sus pulmones y un punto negro aparecía, creciendo poco a poco en el centro de
su campo visual. Intentó mover una mano pero la aceleración era tan fuerte que
ni siquiera los nueve meses de
entrenamiento intensivo le permitieron separarla del asiento.
Dos minutos después notó un ligero
estremecimiento y otro nuevo empujón, la
segunda fase se había iniciado. Durante otros cinco minutos los motores
siguieron expulsando gases y empujándola fuera de la atmosfera hasta que la
segunda fase se consumió y dio paso a la tercera y última.
Cuatro minutos más y la última fase se
desprendió mientras Fen escuchaba aullidos y aplausos en su intercomunicador.
En ese mismo instante sintió como todo su
cuerpo flotaba solo contenido por los cinturones que lo sujetaban al asiento,
una oleada de náuseas, que a duras penas consiguió contener, le asaltó.
Allí sentada, atada e inmóvil no pudo evitar pensar que le hubiese gustado
tener una mirilla para observar la tierra desde allí arriba y así eludir la
sensación de claustrofobia que generaba en ella aquella estrecha lata de
sardinas.
Fen
realizó los test posteriores al despegue y después de ello cerró los
ojos y se concentró haciendo unos ejercicios respiratorios para tranquilizarse
y acabar con las náuseas.
Poco a poco éstas desaparecieron y al fin Fen
pudo sonreír satisfecha. ¡Estaba en el espacio!
John Carpenter tomó impulso y se deslizó con
suavidad por el interior de la estación espacial camino del cuarto de baño.
John se sentó y se ató los tobillos mientras conectaba la bomba que absorbería todas sus inmundicias. Allí sentado
se preguntó cómo sería la compañera de viaje que estaba al llegar. Iban a
formar un tripulación bastante curiosa. Fen Yue, John Carpenter y
Jacques Verne. ¿Sería una casualidad o los encargados de la selección
habían mostrado por una vez que tenían sentido del humor?
Cuando faltaban veinte minutos se dirigió
hacia la cúpula ya que de los atraques
se ocupaba la tripulación de la estación. La cápsula de la nave Soyuz modificada
ya se distinguía con claridad encima o debajo de ellos, eso era lo más
desconcertante del espacio.
Apoyado en el marco John observó como la
cápsula se hacía cada vez más grande y rápidos chorros emergían provenientes de
los cohetes para rectificar la trayectoria.
—Espero que los chinos tengan razón y sean capaces
de atracar con suavidad esa mole. —dijo Verne entrando en la cúpula.
—No seas chovinista no solo los franceses
sabéis hacer un cohete espacial. —le reprendió John con una sonrisa.
Desde la primera vez que se vieron, los dos
hombres se habían caído bien. A pesar de
ese ramalazo de yo soy francés y los americanos sois unos ricachones maleducados, era un tipo inteligente hábil en
la improvisación y un gran conversador.
Verne le dio un ligero puñetazo en el codo y
se río mientras fijaba sus ojos en la cápsula que se veía cada vez más grande.
—¿Cómo será nuestra compañera? —preguntó Verne
limpiando el vaho del cristal con la mano.
—Por lo que me ha dicho es una gran matemática
y una comunista convencida.
—Me refiero a lo otro —dijo el francés
haciendo una silueta femenina con sus manos. Va a ser la única mujer disponible
en cien millones de kilómetros.
—Yo que tú no me emocionaría, será tan sensual
como una hormiga obrera —replicó Carpenter escéptico.
Treinta segundos después, el acoplamiento se
realizó con éxito y todos se acercaron al módulo de atraque para recibir a su
nueva compañera.
La puerta se abrió; el traje impedía a los
astronautas adivinar nada respecto al físico de su ocupante, la cosmonauta se escurrió y entró en el módulo de soporte
vital. Cuando se quitó el casco Carpenter se quedó incomprensiblemente
paralizado.
La joven tenía unos rasgos finos una nariz y
una boca pequeña acompañada de unos labios gruesos y rojos. Tenía la piel
pálida y el pelo negro, espeso y lacio, cortado en redondo. Carpenter no pudo
disimular su interés y los ojos grandes y oscuros y rasgados de la joven se
cruzaron un instante con los suyos antes
de apartarlos.
—Bienvenida a la Estación Espacial
Internacional Capitana. —dijo el comandante Stiwell— Estos son Enrique y Mark y
tus compañeros de expedición, John Carpenter de la NASA y Jacques Verne de la
ESA.
—Gracias. —respondió la joven sin un ápice de
acento oriental—estoy emocionada por esta empresa y espero que formemos un gran
equipo.
—A pesar de que su gobierno no ha querido que
el equipo se reuniese hasta ahora. —dijo Jacques con un resoplido.
La joven se giró pero no dijo nada y sonriendo
se quitó el resto del traje mostrando una figura menuda y atlética que se movía
en ausencia de gravedad con sorprendente fluidez para ser una novata.
—Bueno, ¿Qué opinas? —preguntó Jacques
mientras dejaban a la cosmonauta china tomar posesión de su litera.
—Que si lo que quieres es follártela no
deberías haberte presentado poniendo a parir a sus jefes.
—Alguien tenía que hacer algo ya que tú
estabas parado babeando. —replicó el francés.
—Deja ya eso de este-oeste, sabes de sobra que
ahora lo que domina es el dinero y la avaricia no los ideales. Es una de las
razones por las que me presente voluntario para este viaje sin retorno, no
tendré que aguantar a todos esos gilipollas. —dijo John.
—Solo les estás abriendo el camino.
—Sí, pero espero haber muerto a causa de la
radiación antes de que ellos lleguen...
Fen Yue apenas deshizo su equipaje ya que
estaría en la ISS menos de tres días. Solo de pensar que iba a ir a Marte con
esos dos gorilas le entraron escalofríos. No sabía quién le crispaba más los
nervios si el americano pelirrojo y larguirucho que le miraba como si no
hubiese salido en toda su vida de Omaha, o aquel cochino francés que no se había cortado y había insultado a su
país directamente como si fuese una de
sus antiguas colonias.
Creía que iba a ser duro compartir el resto de
su vida con dos hombres y así se lo había hecho saber a sus superiores pero los
dirigentes del politburó estaban empeñados en que fuese una ciudadana china la
primera en pisar suelo marciano y sus socios occidentales no habían querido
enviar mujeres por "razones técnicas". En fin suponía que era el
precio a pagar por formar parte de la
historia. Había superado peores situaciones en su vida y no pensaba rendirse
ahora.
Le costó dormir aquella noche con su sentido del equilibrio intentando decidir donde era
arriba y donde era abajo así que cuando John llegó a las seis de la mañana para
hacerle una visita guiada a la nave que sería su hogar durante mucho tiempo
hasta lo agradeció.
El vehículo que los llevaría hasta allí le
recordó a los minisubmarinos que había visto en las viejas películas de Jacques Cousteau. Se desacoplaron de la ISS y
con un suave movimiento John Se dirigió a la zona superior de la estación
espacial.
—¿Puedo? —le preguntó Fen señalando los
controles al americano.
—Por supuesto, adelante —dijo John cediéndole
el control de la pequeña nave.
El pequeño aparato cabeceo ligeramente hasta
que la joven astronauta se hizo con los mandos. El VTP o vehículo de
transferencia de personal era bastante sencillo de manejar y John solo tuvo que
indicarle a Fen qué dirección tomar. Tras un par de minutos de navegación una
oscura estructura se fue haciendo cada vez más grande.
—En realidad ni es pequeña, ni parece rápida,
ni mucho menos maniobrable, no entiendo por qué ese empeño en llamarla Halcón
Milenario.—comentó la mujer al ver la enorme estructura alargada rodeada de una especie de enormes contenedores
en uno de sus extremos.
—Así que también en China veis los decadentes
filmes occidentales. —replicó John
socarrón.
Aunque Fen
conocía todos los datos técnicos de aquella nave, cuando se acercaron no
pudo evitar sobrecogerse ante el tamaño del ingenio. Sin prisa, recorrió una
buena parte de la popa admirando los
relativamente pequeños motores de antimateria que les permitirían escapar de la
atracción de la tierra, para luego observar los aun más pequeños de los contenedores que
les permitirían un aterrizaje controlado en Marte.
Trece años de trabajo incansable en el CERN
les había permitido a los europeos producir el combustible justo para llegar y
amartizar de manera controlada. Con eso los europeos se habían ganado una plaza
en el viaje.
Sin necesidad de que su copiloto le indicase
encontró uno de los puertos de anclaje y realizó el contacto con suavidad.
—Como puedes ver, todos los sistemas de apoyo
vital ya están iniciados. Ahora entremos.—dijo John después de haber igualado
las presiones a ambos lados de las escotillas.
Los dos astronautas entraron en la nave por el
gran pasillo de más de quinientos metros de largo que formaba el eje central.
—Cómo sabrás esta será la zona que contiene el
combustible para llegar Marte. Todos los suministros que ves son los que
usaremos hasta que lleguemos allí. Los almacenados en los contenedores, salvo lo que hay en la
zona de vivienda y el puente de mando, está sellado y sin atmósfera.
—Cuando lleguemos, los contenedores se
desprenderán y aterrizarán en la falda norte de Aeolis Mons en una zona previamente cartografiada por la
sonda Curiosity. La parte central se quedará orbitando sobre el planeta y
servirá de satélite de comunicaciones, lo que nos permitirá un enlace de 500
gigabytes con la tierra. —recitó la
joven como una buena alumna.
—Llevamos aproximadamente tres mil toneladas
de cargamento. Comida, agua, una factoría para construir materiales basados en
silicatos y mineral de hierro y los suficiente para montar varias factorías de
terraformación.
Empezaron a avanzar a saltos por el pasillo
hasta que llegaron a la zona de los
contenedores. En ese lugar había siete puertas que llevaban a los siete
contenedores. John señaló la número tres.
—Esta es la cabina de mando, aquí viviremos
los tres. En cuanto este armatoste se ponga en movimiento los pasillos se desacoplarán
permitiendo que los contendores se muevan en torno al eje con la velocidad
suficiente para que en su interior haya una gravedad de aproximadamente 0.4
g un poco más de la que hay en Marte.
John le enseñó su nuevo hábitat y le
sorprendió por lo espacioso y completo que era. Al contrarió del resto de las
naves que había pilotado allí estaba claro
dónde estaba el arriba y el abajo. Volaron lentamente por todas la
estancia mientras la mujer reconocía todas las instalaciones hasta que ese momento solo había visto en planos y
fotografías.
Terminaron el tour en la cabina de mandos. Al
igual que todas las naves espaciales tenían un montón de botones de colores
aunque casi todos ellos se activaban automáticamente sin la intervención de sus
pilotos.
—Hay un segundo contenedor que a última hora
hemos acoplado. —dijo John tirando de su sorprendida compañera.
—Esto es muy irregular, ¿De dónde ha salido la
financiación?—protestó Fen— Mi gobierno debió ser informado de...
—Un par de dólares de aquí, unos cuantos euros
de allí...—respondió John acercándose a una puerta lateral que unía al hábitat
con el contenedor de al lado.
—¿Qué vas a hacer? ¿Y la despresurización?
—preguntó Fen al ver como John se acercaba a la puerta.
—Tranquila —dijo el americano sonriendo y
apartando el precinto que solo estaba colocado para que pareciese intacto.
—¿Y el precinto? Se supone que este contenedor
no debería abrirse antes del amartizaje.
—No hay problema, ni siquiera los funcionarios
de tu gobierno están tan locos como para mandar un inspector al espacio
exterior a revisar un contenedor que no existe.
—¡Los occidentales y vuestro desdén por las
normas...!
Las palabras de la joven murieron en la boca
al ver lo que había al otro lado de la
compuerta. Una pradera de hierba verde y fragante cuajada de pequeñas flores amarillas crecía en un
compartimento circular con el techo en forma de cúpula. En uno de los
cuadrantes un pequeño bosquecillo de Bambú llamó la atención de la joven y le
hizo sonreír con nostalgia.
—Y esto no es todo. —dijo el americano
presionando un interruptor.
En ese momento el techo se deslizó dejando
paso a un gigantesco mirador en el que se veía todo el firmamento.
La joven abrió la boca turbada y John no pudo resistir más sus
impulsos y la besó. Fen intentó resistirse pero el aroma, la suavidad del beso del desconocido y la
belleza del entorno la subyugaron dejándola sin capacidad de respuesta.
John la abrazó de nuevo y la volvió a besar.
No dejó de hacerlo hasta que estuvo seguro de que no escaparía.
—Esta es la ecosfera. Fue la última en terminarse,
por eso no tenías imágenes de ella. —dijo
él—¿Es magnífica verdad? El exterior tiene una capa de grafeno que
protege la cúpula de la radiación y los micrometeoritos.
—¡Vamos! —exclamó Carpenter cogiendo a la
joven del brazo y dándose impulso.
John abrazó a la joven y ambos volaron por el
interior del compartimento suavemente mientras se abrazaban y besaban de nuevo.
—¿Sabes que es la única oportunidad que
tendremos de follar en un lugar así, en ausencia de gravedad? —susurró el
hombre conspirativo al oído de la joven aprovechando para mordisquearle el
lóbulo de la oreja.
Fen sintió una descarga eléctrica al sentir el
contacto de la lengua de aquel hombre en su oreja y su cuello y jadeó excitada.
John sonrió y volvió a besar esos ojos oscuros
y esos labios gruesos y rojos. El vuelo
terminó bruscamente aunque John tuvo reflejos suficientes para amortiguar el
golpe con su hombro mientras protegía el menudo cuerpo de la joven.
Agarrados a la estructura con una mano se
quitaron la ropa apresuradamente hasta que quedaron totalmente desnudos. Fen
sintió como el frío mordía su cuerpo haciendo que se erizasen sus pezones y se le
pusiese la piel de gallina, pero casi inmediatamente sintió las cálidas manos del hombre aportándole calor con sus
caricias.
Fen repasó el cuerpo desnudo y musculoso del
hombre. Era pálido y estaba punteado de innumerables pecas. De entre sus piernas emergía la polla más
grande que jamás había visto orlada con una mata vello rojo y rizado. La joven alargó la mano
y rozó el miembro del hombre con la punta de sus dedos.
John se estremeció ante el contacto, abrazó el
cuerpo menudo y enjuto de la joven y se lanzó de nuevo hacia el centro de la
estancia.
Con maestría John se giró ciento ochenta
grados y quedó abrazado a las piernas de ella. Antes de que Fen pudiese
reaccionar, el americano estaba besando y mordisqueando el interior de sus
piernas.
La joven se estremeció y abrió las piernas
atrayendo a John hacía su sexo inflamado. John no se hizo de rogar y le
acarició la vulva con sus labios arrancando a la joven un sordo y prolongado
gemido de placer.
Fen se doblo de placer ante los besos y los
lametones de su amante. Intento agarrarse a algo y lo único que encontró en
medio del contendor fue la polla de John.
Esta
vez fue John el que gimió cuando la
joven metió su polla en la boca. Las manos del astronauta se agarraron a la
cintura de la joven y siguió lamiendo y recibiendo lametones mientras ambos
daban lentas volteretas, ingrávidos, en
la atmósfera del contenedor.
Poco a poco llegaron a la pared del contenedor
y John se agarró a un asidero y se dio la vuelta quedando cara a cara con la
joven mientras sus sexos se rozaban hambrientos.
No espero más y acorralando a la joven contra
la pared la penetró sin dejar de ahogarse en aquellos grandes ojos negros. Fen se apretó contra él y le rodeó la cintura
con sus piernas mientras John la embestía con fuerza haciendo temblar todo su cuerpo.
Fen tuvo que morderse el labio para ahogar un
grito al sentir como el miembro del yanqui se abría paso en su sexo estirándolo
hasta el límite y colmándola con un intenso placer.
Jonathan siguió empujando y disfrutando del
cálido y estrecho sexo de la joven hasta que tuvo que apartarse a punto de
correrse. Fen Yue aprovechó para escurrirse y con un poderoso empujón voló
directamente hacia el bosquecillo de bambú. Carpenter la siguió un par de
segundos después con una sonrisa.
Al llegar a los bambúes Fen extendió los
brazos y se agarró a uno de los troncos que se dobló y se bamboleo pero resistió
sin problema el impacto.
La planta que eligió John, a pesar de ser una
de las más gruesas tuvo mayor dificultad en aguantar la masa del astronauta
pero tras soltar un sonoro crujido se enderezó volviendo a su posición
original.
Mientras ella trepaba en dirección al suelo
por el bambú, John saltó hasta la planta agarrando a la joven por la espalda y
volviendo a penetrarla.
Fen jadeó al notar al hombre de nuevo dentro
de ella y se agarró fuerte a la planta mientras era follada boca abajo.
John envolvió a la joven por su envergadura abrazando su torso ya acariciando sus pechos
mientras seguía follándosela.
Tras unos instantes Fen continuó bajando con
su amante encima hasta tocar con sus extremidades la fragante pradera.
Al llegar al suelo John dio la vuelta a la joven y separándola unos centímetros del
suelo la volvió a penetrar a la vez que daba un suave empujón.
Fen jadeó y se agarró al hombre que empujaba
en sus entrañas a la vez que la hierba acariciaba su espalda. Justo cuando la
imagen de la tierra apareció por encima del hombro de John este eyaculó
colmando su coño con un líquido espeso y arrasador.
A pesar de ello el hombre no se rindió y
agarrándose al suelo se dio la vuelta dejando que fuese ella la que tomase la
iniciativa. En ese momento Fen comenzó a ensartarse con la polla aun dura de
John sin fuerzas ya para contener sus gemidos.
Tras unos minutos de salvaje cabalgada con una
Fen al borde del orgasmo John echó a la joven hacía atrás de un empujón y sin
dejar que se separara comenzó a impulsarse hacia un lado consiguiendo que ambos
giraran sobre sí mismos como uno solo. Un último impulso los separó del
suelo y poco a poco el yanqui fue
tirando de ella hacia él, sin dejar de moverse en su interior, acelerando la velocidad de sus giros y
consiguiendo que la joven se corriese mientras giraban a una velocidad increíble
suspendidos en el espacio.
El cuerpo entero de la joven se crispó en un monumental orgasmo prolongado por la
sensación de mareo y una nueva eyaculación del americano en su interior. Fen
gritó descontroladamente y tras comerse a besos a su amante soltó sus brazos de
los hombros del joven dejando su cuerpo flotar inerte y sintiendo como la velocidad de sus giros decrecía poco apoco
sin llegar a pararse.
—¡Uff! —dijo John apartando minúsculas esferas
flotantes de sudor y jugos orgásmicos—Después de trece años de proyecto, dos de
entrenamiento, un viaje lleno de peligros y una vida de película probablemente
este va a ser el acontecimiento más memorable de mi vida.
Fen se separó y no dijo nada reflexionando
mientras miraba la tierra girar lentamente cuatrocientos kilómetros más abajo.
Era la primera vez que se saltaba las reglas dejándose llevar por sus impulsos
y también era la primera vez que se sentía realmente viva.
—¿No crees que mañana deberíamos hacer una
nueva inspección de los contenedores tres y cuatro para verificar que está todo
preparado? —dijo John cogiendo un par de las pequeñas flores amarillas y
enredándolas en el negro cabello de Fen Yue.
2 comentarios:
Al leer el relato no he podido evitar pensar en el inminente estreno del videojuego Civilization: Beyond Earth. Y eso me ha gustado.
La cosa empieza bien. La sensación del despegue se ha sabido transmitir realmente. Sin embargo, más adelante se narran excesivos datos técnicos que no aportan demasiado y, al contarse tan seguidos, se hacen un poco pesados.
Todos los buenos elementos desplegados (la trama de ciencia ficción, los personajes bien perfilados, los guiños, etc.) se derrumban demasiado rápidamente al hacer que Fen Yue caiga tan fácilmente en las garras del americano. Es que no pasa nada entre que le crispa los nervios y se deja besar y follar en el espacio.
El sexo es precipitado, pero al menos ha sido gracioso imaginarlos haciendo piruetas con poca gravedad. Aunque tampoco es que sea muy verosímil.
Por último, aunque la narración no es mala, el texto parece poco pulido. Faltan comas, algunos acentos mal puestos, etc.
Idea loca: ¡Y los europeos qué!¿Habrá segunda parte en la que el francés se folle a la china? El relato acaba precipitadamente. Toda la scifi parece una excusa para narrar un polvo.
Yo lo he disfrutado mucho. La historia de Fen Yue se parece a la de Yuri Gagarin, el primero en el espacio. La historia de Yuri incluso es más dura, con la invasión alemana que lo llevó a él (un niño campesino) y su familia a vivir bajo tierra por dos años. Entonces veo lógico que China, como Rusia en ese entonces, elijan como representantes de un evento histórico a los que han salido desde los lugares más recónditos para mostrar al mundo que, en su país, cualquiera puede llegar a grandes metas.
O sea, una propaganda, al fin y al cabo.
Pero tengo más impresiones. No hay conflicto, todo lo que has armado del relato, todo lo que has recopilado (excelente investigación, por cierto), toda esa atsmósfera que lograste se ha ido deteriorando con el correr de las líneas en donde se percibe cierto apresuramiento en la narración de la escena sexual.
Por cierto, no le veo sentido que para un proyecto a Marte tengan que privar a un tripulante de entrenar con sus compañeros de viaje. Lo que has escrito pasó una vez (proyecto Apollo-Soyuz), que se conocieron en órbita, pero claro, eso era un vuelo orbital, ni punto de comparación con un viaje interestelar, con todo el tiempo, esfuerzo y logística que ello implica.
De todos modos decirte que me ha quedado un sabor agradable, este tipo de relatos no abunda mucho por aquí, ¿sabes? Me quedé con ganas de saber qué pasará. Vaya ansias de sci fi has sembrado.
Autoría: Ni idea. Pensé en Ginés por la temática, pero lo descarto porque en el texto hay presentes muchos fallos que te han pormenorizado aquí y también en el foro.
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