Mucho tiempo ha pasado de aquello, en mi
juventud ya casi olvidada, cuando poseía un semblante joven y hermoso según mi
amo, de piel tostada, con largo pelo negro. Todo empezó con una de tantas
batallas entre tribus allá en mi tierra salvaje, tan sangrienta e inútil como
otras. Acabó siendo mi última batalla, no era la única en la que había sido
derrotado, pero sí la única en la que consiguieron capturarme.
Nunca
llegué a saber cuantos fuimos capturados, ni cuantos consiguieron escapar, pero
solo dos de nosotros éramos el festín de esa ocasión para nuestros enemigos.
Débil, magullado, agotado y hundido fui
transportado en la embarcación que me llevaría a la isla solitaria donde tantas
otras veces había ido como vencedor a celebrar el ritual, a comerme a nuestros
captores. Esa vez no regresaría. Esa vez mis huesos iban a ser los que adornarían
la playa del ritual, junto con los huesos de otros vencidos, seguramente
antiguos compañeros de batalla capturados tiempo atrás.
Estaba asustado, ya lo creo que lo estaba, mi muerte se iba a producir
de un momento a otro, una muerte anunciada, lenta, humillante y desagradable.
La muerte de cualquier guerrero vencido que sobreviva a una batalla debía ser
devorado por los vencedores, eso era así y de esa forma celebrábamos el sacrificio
triunfantemente, solo que esa vez me tocaba a mí vivirlo siendo presentado en
el ritual como derrotado. Innumerables veces se puede hacer desde el lado de
los vencedores, pero solo una vez desde el lado de los sometidos.
Nos sacaron a los dos cautivos de la
embarcación horas más tarde de haber alcanzado la isla, débiles y asustados,
tan asustados como para no atrevernos ni siquiera a hablar entre nosotros. Aunque
pensándolo mejor, no sé que clase de conversación se puede tener a escasos
minutos de ser devorado. El escenario era el mismo de siempre: las hogueras,
los huesos entre la arena y los guerreros danzando desnudos con sus cánticos
alrededor del fuego, solo yo y mi compañero estábamos en una situación distinta
a la acostumbrada.
La
brusquedad y el azar hicieron que mi acompañante cayera al suelo antes que yo,
lo cual supuso que comenzasen el sacrificio con él en primer lugar,
presenciando, para mi espanto, el descuartizamiento del cuerpo ya demasiado
magullado. Para mi sorpresa, apenas gritó.
Me dejaron esperando mi turno haciendo mi
papel de carne fresca, presenciando la escena con la mirada perdida, tan solo
acompañado por aquellos restos de antiguos huesos medio enterrados entre las
finas arenas de aquella playa convertida en lo que ahora, desde mi visión como
anciano ya civilizado, me parece un terrorífico y espantoso escenario.
Recuerdo con total nitidez ese momento en que
fugazmente se me pasó por la mente el impulso de correr aprovechando los instantes
de libertad que descuidadamente me ofrecían. Me di cuenta que ya nada tenía que
perder y sí mucho que ganar si lo intentaba. Después de tantos años sigo sin
poder creerme la suerte que el destino me regaló.
Corrí como el más veloz de los animales hacia
el interior de la selva, esa oportunidad que me daba la vida no se podía
desaprovechar. Supuse que me seguirían aunque no me preocupé de comprobarlo en
esos segundos vitales de la huída, ni tampoco de los arañazos y rasguños que
estaba sufriendo al atravesar la maleza en mi cuerpo desnudo.
El río que en el interior de la frondosidad
selvática me cortaba el camino no consiguió frenarme ni desfallecerme de las
ganas de seguir viviendo. Me sumergí en las fuertes aguas, acompañado del agotamiento
que todavía no me daba tiempo de sentir y que más tarde me vendría de golpe. La
corriente no consiguió aplacarme y continué mi escapada, nuevamente entre más
selva, al alcanzar la otra orilla entre la vegetación a toda la velocidad que
mis ya escasas energías me permitían.
Cuando mis fuerzas me estaban abandonando fue
cuando nos encontramos, o mejor dicho cuando él acudió a mí. Su voz rotunda y
autoritaria que se interpuso a mi espalda entre mis perseguidores y yo consiguió
frenarme y paralizarme aterrado en el sitio. Sin entender su idioma comprendía
que me ordenaba que parase en mi huida.
Aquello me resultaba enigmático en ese
momento, me estaba ayudando un hombre blanco de aspecto extraño que parecía
estar esperándonos, mi salvador, mi amo, mi amigo. Pude contemplar asombrado como
derribó fácilmente al primero de mis perseguidores y se enfrentó al siguiente
con calma, matándolo con lo que en aquel entonces me pareció un estruendo
aterrador y que más tarde llegué a dominar con gran soltura, las armas de fuego.
Aunque entonces no éramos capaces de
entendernos, totalmente atemorizado le agradecí gestualmente con todo mis
sentimientos la gratitud de sus acciones, rogándole me conservase la vida y
ofreciéndole mi servidumbre y mi afecto para
siempre. Intenté explicarme lo mejor que pude con mi tan distinto idioma natal,
pero como seguro era incomprensible e ineficaz, también le ofrecí la cabeza del
primer enemigo que derribó y que para entonces se estaba intentando incorporar.
Pedí a mi amo que me prestase su sable, temiendo su desconfianza por el gesto,
pero muy amablemente me lo cedió, pudiendo yo aprovechar el momento para
demostrar a mi nuevo amo mi destreza, mi arrojo y mi entrega, devolviéndole a
sus pies la cabeza cercenada junto con el arma. Desde ese momento mi existencia y mi ser
le pertenecían.
Tras esos momentos mágicos de mi salvación me
llevó a lo que en aquel entonces era uno de sus hogares en la isla, el trozo de
tierra que le había pertenecido en soledad durante los últimos 23 años desde que
naufragó allí. Se trataba de una confortable cueva al pie de una montaña,
cercano a un trozo de tierra vallado donde guardaba unas decenas de cabras.
Su aspecto de hombre
blanco me pareció al principio temible con sus ropajes a los que yo no estaba
acostumbrado a ver, a pesar que ya había conocido anteriormente a otros hombres
blancos, pero claramente menos sabios que mi amo Robinson.
Me ofreció todo aquello que justamente
necesitaba en esa situación, agua, comida y descanso, que acepté con total gratitud,
veneración y humildad. En otras circunstancias muy seguro que no hubiera podido
ni siquiera descansar levemente por tener mis sentidos en alerta, pero mi amo desprendía
confianza y amabilidad, por lo que apenas tardé en dormirme, sintiéndome protegido
en el lecho que él mismo me preparó en la
agradable cueva mientras se dedicaba a los cuidados de sus cabras.
Multitud de terribles sueños y pensamientos
me invadieron en mi breve descanso, donde sufría los horrores del ritual del
que me había salvado por puro capricho de la vida. Mi oscura piel se rajaba
dando paso a las melladas armas de madera de mis enemigos sin poder moverme
para salvarme, el ritual se estaba celebrando y mis doloridas carnes
terminarían en el interior de los cuerpos de mis captores.
A diferencia de mi pobre compañero, yo sí
gritaba mientras me descuartizaban, mis piernas ya se encontraban troceadas en
las brasas, mis brazos serían los siguientes preparados junto al fuego, mi
garganta no cesaba de gritar…
Afortunadamente no duró mucho mi suplicio, todo
se empezó a tornarse turbio y borroso, dejé de oír mis gritos paulatinamente, los
desgarros y laceraciones disminuían de intensidad, las figuras de mis enemigos
danzando alrededor del fuego se desvanecían, el intenso olor de carne humana
abrasada poco a poco se confundía con los aromas de la naturaleza, y la intensa
iluminación del fuego de la hoguera se oscurecía dando paso al confort de la
cueva de mi amo.
Mientras conseguía despertarme de mis
pesadillas notaba las agradables caricias que mi amo me estaba proporcionando a
lo largo y ancho de mi desnudo y oscuro cuerpo, donde parecía que hacía cuenta
de las recientes heridas que me había producido la vegetación en mi evasión. Al
principio conseguí evitar dar señales de mi despertar para no violentar a mi
amo, recibiendo sus muestras de lujuria en silencio y quietud, aunque me era
imposible ocultar las reacciones involuntarias que mi cuerpo mostraba a las
caricias íntimas. El vello se alzaba al paso de sus dedos por mi piel, mi vientre
se encogía cuando daba sus atenciones a mi pubis y mis pezones, ocultos tras
áspero pelo, se endurecían cuando era mi pecho el que recibía el tacto de las rugosas
yemas de mi amo.
Abriendo los ojos me encontré con los suyos,
observándome chispeantes y lujuriosos. No pude más que sonreírle indicándole
con la mirada la aceptación de aquello que me estaba profiriendo y que tanta
necesidad entendí que tenía. Me había convertido en su propiedad en esa nueva
vida que me aguardaba, y por tanto mi cuerpo y mente le pertenecían.
No servían las palabras en ese momento, no
nos hubiéramos entendido. Teniendo mi aceptación, las caricias dejaron de ser sutiles
paseos de sus dedos por mi piel convirtiéndose en agradables tocamientos con la
totalidad de sus manos, siendo ayudadas estas por sus agrietados labios.
Dejándole hacer, volví a cerrar los ojos intentando
distraer mi mente pensando en los cambios que debía aceptar a partir de ese
momento, pero no me resultaba sencillo. Las caricias de mi amo, levemente incómodas
por no estar acostumbrado a recibirlas por otro hombre, tampoco me dejaban
indiferente.
Me vi forzado a abrir los ojos, sonorizando
el momento con un suspiro como nunca antes había salido de mi interior. Mis
testículos estaban siendo sometidos a unas irresistibles caricias en el
interior de la palma de la mano de mi amo. Mi miembro tenía unas dimensiones
notablemente superiores a lo acostumbrado cuando era una hembra la que se
encomendaba a darme placer. La rugosidad de esa enorme mano cogiéndome los dos
testículos apretándomelos levemente me dejaba sin aliento. Casi quedé sin
sentido cuando su otra mano agarró el talle de mi falo apretándolo como si se
tratase de la empuñadura del sable que horas antes había usado para decapitar a
mi enemigo.
Me fue imposible evitarlo, un gran chorro de
semen brotó inesperadamente de mi enorme miembro, con tanta intensidad y tan
abundante como nunca antes lo había experimentado. Y tras el primero salieron más
en distintas direcciones, ya con menos fuerza y cantidad, pero fueron tantos
que perdí la cuenta, o por lo menos no estaba yo en condiciones de contarlos.
Estando ya mi miembro viril en proceso de relajamiento,
consiguiendo tener el control de mi respiración, me atreví entonces a mirarle a
la cara, espantándome con lo que mi desahogo había producido. Parte del rostro
y espesa barba de mi amo estaba
salpicada de mi esperma; temiendo su enfado quedé paralizado esperando su
reacción.
Aunque su rostro mostraba seriedad mientras
me observaba, no hizo ningún tipo de acción que demostrase su ira, pero sí me
dio indicaciones con unos gestos bastante evidentes que quería que me diera la
vuelta poniéndome a cuatro patas.
Sin ánimo de enfadarle más de lo que pudiera
estar y, continuando con mi sumisión y obediencia que le había entregado, adopté
la postura que mi amo deseaba, intuyendo lo que pretendía hacer con mi cuerpo.
Con el rabillo del ojo pude ver desconcertado
como empuñaba su sable metálico, asustándome al pensar que había errado en las
intenciones de mi amo. Dando por hecho que igual que antes me había salvado la
vida, ahora me la quitaría con la misma facilidad.
Con la velocidad y fuerza de un rayo azotó
con el plano de la hoja del arma la parte derecha de mi trasero. Su reacción
fue totalmente inesperada, de izquierda a derecha y de derecha a izquierda
castigó mis nalgas con fiereza hasta acabar ambos agotados, pero en ningún
momento se me ocurrió la osadía de cambiar de postura, permaneciendo a cuatro
patas hasta nuevas indicaciones.
No me atreví a mirarle, simplemente esperaba
escuchar su voz para poder hacerlo, pero todavía no era momento de eso. Noté
como me untaba algún mejunje grasiento en la raja del culo, haciéndolo más
insistentemente por la zona perianal. Movía en círculos su índice alrededor de
mi ano, deslizándolo poco a poco en mi interior. Cuando consiguió hacer tope
habiendo introducido la totalidad del dedo, procedió a hacer el movimiento
inverso, sacándolo también rotatoriamente, y al extraerlo por completo
continuaba con el mismo proceso de entrar y salir hasta que estuve
suficientemente dilatado, inexplicablemente mi miembro volvía a estar enorme y
tenso, esa parte del ritual sexual que me estaba enseñando mi amo me resultaba
agradable.
Afortunadamente el miembro masculino de mi
amo era bastante más reducido que el mío; esa primera penetración me dolió a
pesar de la lubricación, no quiero ni pensar qué hubiera sido de mí si el
grosor de mi miembro tuviera que haber entrado por ese orificio. Apenas duró un
par de envestidas antes de descargarse en mi interior.
Agradezco al Dios de mi amo que fuese tan
breve el proceso, pues, tanto en esa primera vez como en el resto de ocasiones
en que quiso disfrutar de mi cuerpo, la brevedad fue notable.
Cuando acabó no hubo palabras, aunque igualmente
no las habría entendido, tampoco hubieron órdenes ni gestos, simplemente se
tumbó a mi lado a descansar. Su rostro mostraba gratitud y felicidad, yo tan
solo me limité a hacerle compañía reposando con él.
Cientos de situaciones como esa primera vez
ocurrieron a lo largo de nuestra convivencia en la isla hasta que fuimos
rescatados unos años más tarde. Y después allá donde mi amo me quiso llevar a
lo largo y ancho de ese gran mundo desconocido para mí, tanto en su hogar de
Inglaterra, incluso cuando ya en su vejez se casó con una hembra blanca, y
cuando viajamos a Brasil, y cuando volvimos a nuestra isla… en definitiva,
estuvimos juntos hasta el fin de sus días, como muy bien explicó él en sus
aventuras.
Nunca llegué a acostumbrarme a esos encuentros
sexuales, mi participación en ellos siempre era pasiva, mi amo solo se
complacía con mi cuerpo, pero le amé y le adoré a mi manera porque me salvó la
vida y gracias a él hizo de mí una persona civilizada, con gran bondad y
generosidad.
Y Viernes es como le apeteció llamarme a mi
amo Robinson, como el viernes que se suponía que era el día que me salvó de ser
devorado por mis enemigos caníbales. Aún con todo el respeto que se merece, no
puedo evitar pensar en la falta de ingenio que tuvo el hombre conmigo, tan
sabio para algunas cosas y tan escaso para saber como llamarme. Nunca se
molestó en preguntarme, simplemente cogió mi vida y la eliminó sin más creando
un ser nuevo recién nacido. A pesar de ello mucho tengo que agradecerle por el
afecto que me dio, por salvarme la vida, por llenarme de sabiduría y
conocimiento, y por darme la oportunidad de conocer mundo.
Como le prometí, me he dedicado desde su
fallecimiento a las encomiendas que, en su lecho de muerte, me indicó:
distribución de sus vienes y riquezas, organización de sus negocios e
inversiones y publicación y divulgación de sus historias y aventuras escritas.
Así que ahora que ya he terminado con mis obligaciones con mi querido y ya
desaparecido amo he decidido dedicarme por fin a mi persona, empezando por
escribir ya en mi avanzada madurez, usando los sabios conocimientos que tan
agradecido estoy de haber sido afortunado de recibirlos, algunas historias como
esta que mi amo se vino a bien omitir en los escritos de sus aventuras y que
tan especiales son para mí.
Mi más sincero deseo de que su Dios lo acoja
en su reino.
2 comentarios:
El relato me ha gustado y como estoy haciendo últimamente voy a decirte primero lo que no me ha parecido todo lo bien que debiera.
Aunque el lenguaje utilizado es demasiado culto para Viernes, no ha sido él lo que me ha recordado que estaba leyendo, en la mayoría de los casos, sino ese lenguaje literario repleto de citas como por ejemplo: “Innumerables veces se puede hacer desde el lado de los vencedores, pero solo una vez desde el lado de los sometidos.”, que me han parecido bastante pomposas para el personaje. Narrar en primera persona, en mi opinión, va en detrimento de la calidad del lenguaje que podamos utilizar según el nivel cultural y forma de ver las cosas de los protagonistas. Hay por ahí también un “oscura piel” que no lo veo yo usándolo una persona de color.
A la hora de referirte a Robinson, usas siempre el apelativo de “mi amo” y queda algo redundante.
El texto no calienta nada, la parte sexual es breve y sin morbo alguno. No está mal contado, pero no levanta tiendas de campañas.
Entre las cosas positivas lo bien que se lee la historia, tiene, para mi gusto, bastante ritmo y una vez entras en ellas no sales.
Me ha parecido muy interesante y el estilo narrativo, tan aventuresco y tal, que has escogido para ella. A mí me ha recordado todo el tiempo a autores del siglo pasado como Karl May, Julio Verne, Emilio Salgarí, etc
Me ha sorprendido que hayas relacionado el hecho de la excitación de viernes con el hecho de que pueda ser penetrado por primera vez.
A pesar de que me haya extendido más en lo negativo que en lo positivo. Te puedo asegurar que ha habido más cosas que me han gustado, que cosas que no lo han hecho.
Enhorabuena. Machi
Viernes está muy bien adaptado a la novela, con ese lenguaje decimonónico que recreas bastante bien. la redacción es correcta y se lee fácil porque el ritmo es ameno y no es un tocho de los que se están publicando en este ejercicio. El principal problema que le encuentro es la historia, o más bien la falta de ella. No hay controversia, dos personajes que evolucionan y que cambian a lo largo del relato... se limita prácticamente a dos hombres que están solos y se alivian. creo que si lo replantearas te quedaría un relato muy interesante, no obstante, yo he pasado un rato entretenido, y vaya, eso se merece un 10.
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