Te sientes
vulnerable, como una muñeca de trapo. Dejas de esperar respuesta de tu mente y
tu cuerpo, que en este momento le pertenece a él, se va deshilachando de pies a
cabeza bajo sus manos.
Se
humedecen tus ojos y te sientes desnuda, exhibiendo emociones que afloran sin
tu permiso y pensabas que podías controlarlo…
Nunca has estado
tan indefensa como en este momento, nunca tu cuerpo y tu alma han estado más
desconectados y, sin embargo, sabes que tú lo has buscado.
Tantos
años de recato, tantos esfuerzos por ser de todos menos de ti misma, para
llegar a esto…
Le miras
con una súplica muda en tus ojos, quieres que pare, que se detenga todo, pero
muy en el fondo, sabes que todo va a continuar, que todo debe continuar, que no
se puede volver a dormir a la bestia que ha despertado.
Te agarra
de las muñecas y su ansiedad te estremece. Cierras los ojos para no ver la
victoria reflejada en su mirada, porque se sabe vencedor, ha derrotado a tu
cuerpo y tras este, llegará, tarde o temprano, tu mente.
El último
es el definitivo, tu cuerpo se tensa al máximo y te convulsionas violentamente,
para luego quedar exhausto. Ha atravesado la piel y la carne para llegar a tu
alma, haciéndote gritar como nunca antes lo habías hecho.
Con lo
feliz que eras tú en tu divina ignorancia, siendo la mujer que todos esperaban
que fueses, manteniendo cerradas aquellas puertas que no debías abrir, pero las
has abierto de par en par y ahora deberás asumir las consecuencias de haber
despertado al dragón.
Te has
rebelado, has mudado tu oscura y opaca piel y debajo de esta, te da pánico lo
que puedas encontrar.
Tu mente
se ha rendido y solo ahora es plenamente consciente de tu cuerpo; de tus muslos
doloridos, del sudor que baña tu cuerpo, de tu sexo inflamado, que continúa
palpitando como si tuvieses allí el corazón; pero ahora eres consciente de algo
más: de su virilidad aún dentro de ti, de sus labios acariciando tu rostro, de
sus dedos entrelazados con los tuyos y de ese aliento que quema tu piel… Te
gustaría que fuera inmune al fuego, pero las escamas acaban de nacer y temes
que no te protejan. Desde tus entrañas, la bestia pide alimento con insistencia
para poderse hacer grande, fuerte y finalmente
devorarte.
A falta de
algo que llevarle a la boca, utilizas tus propios dedos y las llamas se inflaman
con fuerza, como si lo hubieses invocado.
El ritmo
de tu mano es mecánico mientras tu mente
se niega a aceptar lo ocurrido. Estás a tiempo de parar, de dejar que muera de
inanición, de no permitir que te domine.
Vuelve
atrás y atranca la puerta que no debiste abrir o toma impulso y lánzate,
quítate la armadura y enfréntate desnuda con el caos, que pronuncia tu nombre
con insistencia mientras los dedos se hunden hasta el fondo de tu ser.
1 comentario:
Hola:
Esta historia que has montado es como un cuadro abstracto, cada cual saca sus impresiones sobre él (yo no sé por qué he llegado a la conclusión de que estaba adentrándose en el campo de la dominación).
Me ha impactado como lo has contado, pero no lo que has contado. Ese insistir en el “cómo”, omitiendo en su mayor parte el “qué”, me ha dejado la sensación de haber montado un mueble del IKEA que poco o nada tiene que ver con el de la fotografía. He sentido que me faltaba algo y que la historia que tú tenías en mente era mejor que la que me has transmitido.
Muy bien escrito, arriesgarte a usar la segunda persona y hacerlo del modo que lo has hecho es encomiable. Sobre todo en tan pocas letras.
Un saludo y enhorabuena
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