Miguel estaba nervioso y excitado, como siempre. Cuando ella le hizo pasar,
él no pudo evitar un repaso a la preciosa anatomía de la mujer. Sus miradas se
cruzaron y la sonrisa de ella le encandiló.
“Noa Cobo”, así se rezaba el cartelito sobre su pecho. Una mujer de
ojos grandísimos, color miel, boca sensual y unas hermosas tetas que se
aprisionaban bajo aquella bata.
-
Desnúdate. Enseguida vuelvo. –
ordenó ella.
Al quedarse solo en la consulta, observó todos los diplomas en la
pared, con unos cuantos reconocimientos y premios, pero faltaba uno, que debía
estar colgado junto a los demás: El que certificase la impresionante belleza de
Noa. Una vez desnudo, Miguel se tumbó boca abajo en la camilla y esperó a su bella
“fisio”.
Noa tenía unas manos prodigiosas, capaces de acabar con cualquier tipo
de lesión, dolencia y contractura. En un visto y no visto, Miguel se quedó en
trance, gracias a los intensos pero relajantes masajes de la chica.
-
Date la vuelta. – era su nueva
orden.
Ella debía estar acostumbrada a ver tíos en bolas, pero a Miguel
siempre le gustaba ese giro para ofrecerle su empalmada brutal. Ella era una
profesional, pero una polla colosal siempre es digna de mostrar y él lo
corroboró cuando Noa se mordió el labio inferior.
-
¿Otra vez Miguel? – dijo ella
-
Es que esa bata ceñida…
-
Bueno, pues me la quito.
Al soltarse los botones y dejar caer la bata sobre su espalda, apareció
el monumental cuerpo desnudo de Noa, que subió a horcajadas sobre él en la
camilla y con increíble habilidad se insertó esa gruesa polla en su estrecho
coño. Ambos emitieron un enorme gemido.
-
Noa, ¿estás ahí? – se oía una voz
al otro lado de la puerta.
-
Sí, estoy con un paciente –
contestó la joven amazona sobre Miguel como si tal cosa.
-
Vale, hasta mañana – terminó la
voz al otro lado de la puerta.
Noa miró a Miguel y tras sonreírle siguió cabalgando ofreciéndole la
preciosa visión de sus tetas botando en un polvazo colosal.
……
-
Mamá, ya estoy en casa – dijo Noa
al entrar
-
Hola hija, estoy en la cocina
acabando la cena.
-
Vale. ¿Ha llegado mi hermano?
-
Sí, está en su cuarto.
Noa tras quitarse el abrigo llamó con los nudillos a la puerta:
-
¿Puedo pasar? – dijo asomando la
cabeza.
-
Pasa, peque ¿Qué tal hoy? –
contestó su hermano que estaba doblando su ropa.
-
Pues casi me pillan follando con
un paciente.
-
¡Joder Noa, cómo te pasas! Con lo
que te costó conseguir ese empleo
Noa puso cara seria agarrando la polla de su hermano sobre la tela del
pantalón del pijama mirándole fijamente a los ojos.
-
La culpa es tuya, hermanito. –
dijo sin soltar su “presa” que crecía bajo el pijama.
A continuación le dio un morreo y salió meneando su culito de forma
provocativa.
-
¿Entonces no te gustó el polvo que
echamos en la camilla? – añadió él.
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