“Una
droga y un disfraz, me convirtieron en alguien que desconozco…”
Cesar, mi hermano mayor, entró en ese momento a mi habitación. Dejé de
escribir para mirarlo con atención, cerré mi libreta. Dio un par de
instrucciones y se retiró. Nuestros padres murieron dos años atrás, y él se
hizo cargo de todo.
—No cierres tu
diario cuando entro. No me gusta leer lo que no es mío —dijo riendo
Murmuré con fastidio y seguí escribiendo:
“Hace seis meses, aproximadamente, fue a una fiesta con unos amigos. Era
atractivo y más de una muchacha se acercó a él. La música era pegajosa, alguien
le dio a beber algo extraño. A lo lejos vio a una bailarina con un antifaz
negro, según sus palabras, era una bella morena de cuerpo escultural.
No sé si estaba drogado o siempre fue así de atrevido. Se unió al baile
de la chica, que aparentemente también estaba estimulada. Los movimientos eran
muy sensuales, e incluso se tantearon. En la tercera canción las caricias subieron
de tono. Tocaron sus partes íntimas y hablaron morbosamente sin importarles si
alguien los veía.
Fueron a un hotel.
Sus cuerpos vibraban, se estremecieron con cada beso y cada caricia. La ropa
exterior desapareció, la chica se veía muy sexi con su lencería roja. Cesar sobó
sus senos. Se acariciaban con pasión. El amante se estremeció al tocarla a
través de su invisible indumentaria. La bailarina abrió sus piernas invitándolo
a entrar...
La noche terminó, sin un número de teléfono, sin una invitación a
salir, solo fueron eso: Amantes de una noche. Pero yo, conocía la identidad de
esa chica. Estuve en esa fiesta, los vi bien.
¡Ya nada fue igual!
Una tarde, vi la puerta de la habitación de mi hermano abierta, curiosa
entré porque escuché ruidos, a veces me gustaba expiarlo. Se estaba bañando, lo
descubrí tocándose con las pantaletas de la misteriosa mujer.
—Gatita…
Salí de ahí con una mezcla de emociones difícil de explicar:
—Dios mío, no la
ha olvidado —murmuré.
Mis calificaciones
siempre fueron buenas, conseguí una beca, para estudiar en otra ciudad.
—¡No te vayas! —dijo
cuándo le platiqué—. ¿Tan mal te sientes conmigo?
—No es eso— lloré
mientras lo abrazaba—. Son muchas cosas por las que quiero irme. ¡Sobre todo por
lo que hicimos en la casa de Ana!
—Lo de aquella
noche… —susurró—. Te conocí a través de la máscara. Cuando huiste confirmaste
mis sospechas— hizo una pausa e intensificó el abrazo—. No te dejare ir.
Lo mire azorada, me
besó con pasión:
—Nunca dije nada
—continuó—, porque te veías muy mal, creí que lo mejor era callar.
Me senté en el
sofá:
—Es inmoral.
—Eso no lo sé y no
me importa. Pero nos amamos.
Seguí con mi
negativa.
—Nadie tiene
porque saberlo, podemos hacer muchas cosas. Pero no quiero que te vayas.
Esa noche dormimos en la misma cama. Mi cuerpo se compenetraba con él a
la perfección.
Estábamos
enamorados. ¿Qué seguía después? Mañana lo investigaríamos."
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