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Una noche después del trabajo, me masturbo, sabiendo de sobra que alguien muy cercano a mí, me observa detrás de la puerta.
Salí al pasillo que me llevaría a ti, ¡pero no!, esto no puede ser, no puede pasar nada entre nosotros, eres demasiado pequeño, solo tienes 14 años, y yo soy una mujer madura que tiene 43, me regreso a mi habitación, y en mi calentura, no me percato de que solo entrecierro la puerta, y me sitúo a un lado de mi cama.
Sin dejar de pensar en tu verga,
desabotono mi blusa, y la deslizo lentamente por mis brazos, sintiendo la
caricia de la tela, lo que me excita aún más. Me quité la falda, quedando solo
con mi tanga, mi sostén, y mis tacones. Me dirigí a un espejo que tengo de
cuerpo entero, y me contemplé en el, una mujer madura, que a pesar de la edad,
y de tener un hijo, aún se conserva perfectamente, de tetas firmes, cinturita,
y un gran trasero.
Llevo mis manos a mi sostén,
dejando al descubierto mis tetas con mis pezones erectos, dejándolo caer al
suelo. Con sensualidad, deslizo mi tanga, empinándome para sacarla de mis
tacones, al incorporarme, me miro, me excita lo que veo, y mis ganas de
masturbarme son palpables, me acaricio las tetas, haciendo que mis pezones se
pongan aún más duros, por ello mi vagina se humedece. Bajo una mano, el
contacto de mis dedos sobre mis labios me hace estremecer.
Las piernas no me sostienen debido
a la excitación, despacio, camino a la cama, me siento, y me sigo tocando las
tetas, al voltear, por el rabillo del ojo pude ver una sombra por el resquicio
de la puerta, pero no le tomé importancia, y ahora sentada frente a ella, a
pesar de estar en penumbras, mi sospechas son confirmadas, y sé que eres tú, mi
hijo que espía a su madre desnuda a punto de masturbarse.
Me levanto, prendo la luz, regreso
muy sensualmente, y de rodillas me voy hasta la cabecera, donde me siento entre
las almohadas, así me ves perfectamente, desde las tetas, hasta mi rajita, aquello
me excita, saber que estás mirándome, me tiene muy caliente.
Separo las piernas, con la mano
derecha acaricio mi clítoris, a duras penas consigo mantener los ojos abiertos,
aún sigues ahí, me gusta que me mires mientras me masturbo, no me detengo, quiero
tener mi orgasmo, es el primero que tendré frente a ti.
Perdida en aquellas sensaciones,
subo mi otra mano para acariciarme las tetas, mis pezones están más duros de lo
que parecen. Después, alterno las manos para beberme mis propios jugos, mi
vientre se mueve acompasándose a mi propia masturbación como si un hombre me
estuviera poseyendo allí mismo.
Estoy fuera de mí, mi cuerpo se
retuerce, y nada más me importa, solo quiero llegar al orgasmo, muevo
frenéticamente las manos hasta que alcanzo mi deseo, y gozo delante de ti.
Quedo agotada, con mis manos en mi rajita, con los ojos entrecerrados, las
piernas abiertas, y la respiración entrecortada, me deslizo por las sábanas,
con movimientos torpes me quito los tacones. Así, desnuda y con un orgasmo, el más
placentero porque sé que tú me viste, percibo cómo te retiras, no tengo fuerzas
para nada, -ya mañana será otro día-, pienso, y me hundo en mis sueños.
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