Prologo
Existe un lugar, en las afueras de Madrid, conocidos por muy pocos y donde los caminos
del tiempo convergen en una especie de
autopista espacio temporal. Un lugar posiblemente de naturaleza mágica que no
responde a las leyes de la física convencional y donde el
pasado se abre al presente a través de
miles de puertas ubicadas en una espiral que se adentra en los confines
de la tierra. Cada una de ellas puede llevarte a una época pasada determinada y,
para viajar a un momento pretérito concreto,
solo tienes que saber abrir el portal adecuado.
Fueron descubiertas por un labrador en el lejano 1483,
durante el reinado de los Reyes Beatos. Evidentemente, el ultra católico Tomas
de Torrequemada, al no encontrar una explicación ni lógica, ni religiosa,
consideró que aquellas puertas para viajar en el tiempo tenía que ser cosa de
Satán. Como el buen adelantado a su
tiempo que resultó ser, sus miedos a
todo aquello que no entendía y a todo lo diferente, le empujaron a detener por
herejes al inocente campesino y su familia. Tras un interrogatorio, donde unas torturas
desmedidas forzaron a que las respuestas deseadas salieran de sus labios. La
pobre familia de granjeros fue sentenciada a arder en la hoguera para calmar la ignorancia y los temores del inquisidor franciscano.
Sin embargo, las entradas al pasado siguieron
multiplicándose sin ninguna explicación aparente y de nada sirvieron para evitarlo ni el fuego,
ni hacerlas añicos con un hacha pues parecían ser indestructibles y como aves
fénix volvían a resurgir de sus cenizas. Fueron inútiles también los rezos, las penitencias y los exorcismos. Cada día aparecían uno o
varios corredores al pasado nuevos, que se iban sumando a las ya existentes y
que se desperdigaban a lo largo del paisaje, sin ninguna disposición aparente,
como fichas sobre un imaginario tablero de ajedrez.
Una asimetría que dotaba aquel paraje de un aspecto de
lo más aterrador. Un buen número de
efectivos de las tropas reales, por orden de sus majestades, se atrincheraron alrededor para que los
curiosos no se acercaran e impedir que
se propagara la noticia de su existencia
a lo largo de todos los reinos de la península ibérica.
Incapaz de encontrar una causa lógica a los pasadizos
en el tiempo, la reina Isabel de
Castilla, siguiendo los consejos de su hombre de confianza, el Cardenal Mendoza,
mandó construir un edificio en forma de Monasterio en torno a los terrenos que albergaban las puertas y así
ocultar el fenómeno de miradas indiscretas. Quizás debido a la circunstancia de
que las paredes de la fortaleza
estuvieran edificadas con piedras traídas desde Tierra Santa, las mágicas entradas al pasado dejaron de aparecer fuera de sus
muros y limitaron sus apariciones al
interior del convento, donde fueron supervisadas por el personal clerical
asignado para estos menesteres.
Aunque al principio tanto su majestad Isabel
Lamaloliente como su esposo el rey Fernando de Aragón se negaron a utilizar las
puertas porque las consideraban cosas del diablo. Cuando llegaron a la conclusión
de que les podía sacar un nada
despreciable redito para sus conquistas y que, gracias a ellas, podían enmendar errores del pasado, decidieron
organizar lo que se llamaría el primer Batallón de los Guerreros del Tiempo.
Los primeros soldados que, bajo la exhaustiva
supervisión de los monjes, se adentraron en el pasado a servicio de sus majestades,
fueron: Rodrigo Trueno, Crispín Bayona y Goliat Fuenterrabía. Gracias a la
intervención de estos tres valientes, fueron favorables para la corona de Castilla
y Aragón acontecimientos tales como la
derrota de Portugal en la Batalla del Toro, el descubrimiento de América y la
conquista de Granada.
La existencia del Monasterio del Tiempo solo llegó a
ser conocida por los Reyes Beatos, sus
hombres de mayor confianza, los monjes y, evidentemente, los componentes del Batallón del Guerrero del
tiempo. Pues la Maloliente, recelosa por naturaleza como era, temía que si
alguno de sus muchos enemigos llegaban a descubrir las puertas, podrían
arrebatárselas y usarlas en su contra.
Tras la muerte de Isabel, su marido Fernando
Montatanto, más centrado en las conquistas amorosas que en la cruzada católica
de su conyugue, se desentendió de la supervisión del Monasterio y este pasó a ser gestionado al completo por
los monjes que formaron una orden masónica bajo el nombre de los Benditos
Relojeros del Sagrado Tiempo.
Con el paso de los años, esta orden masónica fue
expandiendo sus dominios a lo largo del tiempo y, aunque les era imposible
viajar al futuro, el número de puertas al pasado se fueron ampliando hasta el
punto que tuvieron que construir una serie de pasadizos subterráneos para albergarlas.
Llegaron a formar un laberinto que parecía internarse en el hades y al cual se
tenía acceso por una intrincada escalera de caracol. Escalera a la que solo tenían permiso para internarse los
monjes de más alto rango y los soldados que pasaban las duras pruebas para ingresar en los Batallones
de Guerreros del Tiempo.
Durante el reinado de Felipe II, y por acuciantes motivos económicos, se vieron
obligados a compartir sus secretos con la corona. El rey y algunas de los
cortesanos de mayor confianza pasaron a formar parte de la dirección del
Monasterio, hasta el punto que sus miembros fueron nobles seglares y religiosos a partes iguales.
El secreto del Monasterio fue pasando de gobierno a
gobierno durante siglos. Siglos donde la orden masónica había montado un
verdadero ejército de Batallones de Guerreros del tiempo. Estos agentes habían
sido reclutados en las distintas épocas
donde le llevaban las puertas, pues habían comprobado que quienes procedían del
pasado se adaptaban mejor a los viajes
temporales que los coetáneos de la época. Aunque
en el año 2017 son numerosos los
Batallones que luchan por la estabilidad espacio temporal, el más intrépido, exitoso y al que se le dan
las misiones con mayor dificultad, es el
formado por: Juana la Locaercoño, hija de los Reyes Beatos, Don Cipote de la
Mancha, el ingenioso hidalgo de la Mancha y
Francisco Marco Baquerizo, un teniente coronel de las tropas españolas
en Marruecos de principio del siglo XX.
I Una reina traicionada escapa de su
tiempo
Juana es hija de reyes, fue educada en una de las
mejores cortes y agasajada con toda
clase de lujos a lo largo de su vida. A
la tierna edad de diecisiete años, tuvo que abandonar la seguridad familiar y
la tierra que la vio nacer, para
contraer matrimonio con el archiduque de
Austria, Felipe Nabohermoso. Pese a que su matrimonio fue convenido en base a las estrategias de poder de los padres de
ambos, no tardó en encariñarse de su futuro esposo y se desposó con él, permitiendo que los cantos de amor que sonaban
en su cabeza de novicia, llegaran a nublar su raciocinio.
Su recién estrenado marido daba muestras de ser todo
un caballero: guapo, galante, gallardo, viril… La hizo conocer con sus
caricias la Gloria en la tierra,
convirtiendo el acto sexual en un perturbador disfrute, bastante lejos del deber conyugal que le habían
inculcado su madre y las más allegadas damas de la corte. Sin embargo, al igual que le sucediera a su progenitora
con su padre, tuvo que soportar un calvario de infidelidades que, por su fuerte
personalidad, no supo callar como la
entregada esposa que debía ser. En más
de una ocasión, se enfrentó al archiduque de Austria. Enfrentamientos que
fueron estrepitosos fracasos, pues lo
único que consiguió es ser confinada día y noche en sus dependencias. Un lugar en donde, las innumerables felonías de su cónyuge, la
fueron arrastrando a un estado de constante tristeza.
Traicionada por el hombre al que ella se había
entregado sin reservas, su existencia se
convirtió en un verdadero calvario en vida. Apartada de los cortesanos de
Castilla y con la única compañía de
personas que no consideraba digna de su confianza, se sintió una presidiaria a
la que solo sacaban a pasear para los actos protocolarios, o con la que el
archiduque yacía de vez en cuando, con
la única intención de preñarla y
conseguir la tan ansiada descendencia.
Las repentinas muertes de sus hermanos Juan e Isabel,
la declararon sucesora del reino de Castilla. Por lo cual su esposo y ella regresaron a la tierra que la
vio nacer para prestar juramento como herederos. Tras fallecer su madre, fue
proclamada reina de Castilla.
Quedó viuda a
la edad de veintisiete años, según la versión oficial por unas fiebres que le
sobrevinieron a Felipe, quien, muy
acalorado tras jugar a la pelota, bebió
agua muy fría. Aunque aquello fue lo que se le contó a todo el mundo, ella
nunca lo creyó del todo y siempre sospechó que tras la muerte de su amado
estaba la mano negra de su padre, quien mandó envenenarlo en una de esas tramas
palaciegas que tanto le entretenían y tan bien se le daban.
Con su marido fuera de la línea sucesoria, la
siguiente en caer fue ella. La traición vino por parte de su hijo Carlos I Gran Reserva y su padre
Fernando Montatanto, quienes conspiraron
con los médicos de la corte para que le diagnosticaran una falsa enfermedad. Locura de amor la
llamaron.
Apartada del trono por la persona que la engendró y su
primogénito, quienes la encerraron de por vida en el convento de Santa Clara en
Tordesillas. Fue abandonada a su suerte entre las paredes
de aquel hogar de retiro espiritual. Perdida toda esperanza de volver a sentirse poseída por el que fuera
su amante esposo y demasiado joven para
resignarse a no volver sentir en su
interior la virilidad de hombre alguno, llegó
a sumirse en el misticismo de la autocomplacencia. Una autocomplacencia que
tenía poco de espiritual y mucho de carnal.
Aunque sus convicciones religiosas no eran muy
fuertes, aquello que le reclamaba su
cuerpo le parecía de lo más impío. Lo que en principio fue una enfermedad
inventada, se fue convirtiendo en algo real. Su “locura”, a cada día que pasaba
enclaustrada, se volvía más visible. En
un primer momento se proporcionaba el placer
únicamente con sus dedos y de una forma delicada. Pero conforme fue
aumentando su necesidad de algo robusto
entre las piernas, fue utilizando otros elementos orgánicos para satisfacer sus
ansias de varón: zanahorias, pepinos, calabacines… Poco a poco, todas las
variedades de la huerta murciana fueron atravesando su feminidad y
proporcionándole ese éxtasis que tanto precisaba.
Si al principio, procuraba calmar el fulgor de su entrepierna
en la intimidad de su celda. Conforme
iban transcurriendo los meses en aquel demencial encierro, menos precavida era
y más de una vez sus damas de compañía la encontraron desnuda
introduciéndose hortalizas en su sexo
como una posesa.
La noticia de su “locura” no tardó en difundirse por todos los rincones
del reino y, los que otrora fueran sus súbditos, la llegaron a considerar una
paría, una mujer de la más baja de las raleas a la que le pusieron el sobrenombre de lalocaercoño.
Repudiada por su familia y la gente que la rodeaba.
Cuando los monjes del Monasterio del Tiempo vinieron a reclutarla, no sintió
que dejara nada atrás que mereciera la pena y se marchó
sin dudarlo ni un segundo con
ellos. Ignorando por completo que, debido a una anomalía de las puertas, su yo
histórico seguiría con su vida en la línea temporal oficial y se crearía un universo paralelo a partir del
momento en que fue sustraída por los clérigos. Una paradoja que quedaría capada para los viajes de los
Guerreros y a la que no podría volver a tener acceso jamás.
Al llegar al siglo XXI, descubrió que Castilla formaba
parte de un reino mayor llamado España, que aunque había Monarcas, solo tenían
un papel representativo cuya función no era otra que inaugurar monumentos, construcciones públicas y asistir
a todo tipo de eventos (Mero postureo
fue la palabra que para describirlo uso
Belén, su asesora sobre las costumbres del 2017). A diferencia de su época, el reino de España tenía un presidente elegido por el sistema
ideado por los antiguos griegos: La democracia. Un sistema de elección que ella
consideraba imperfecto, pues la plebe
carecía de la omnisciencia divina del Santísimo, que era quien designaba
a los reyes en su época.
Aprendió que España formaba parte de un territorio
mayor al que llamaban Unión Europea. Un gran mercado formado por veintisiete
países donde la mayoría de ellos poseían la misma moneda. Un conjunto de nacionalidades gobernadas por
algo que llamaban la Troika: formado, según su forma de ver las cosas por banqueros, usureros y cortesanos conspiradores. Una organización que
obedecía las ordenes de unos a los que nadie ponía cara ni nombre y a los que
todos conocían por el impersonal nombre de los Mercados.
Con los datos que recopiló y analizó, no tardó en
llegar a la conclusión de que, si esta
sociedad secreta era la que orquestaba toda la política de la Unión, lo de
votar a sus dirigentes era una mera representación teatral para tener contenta a la chusma, pues
los presidentes de los distintos países eran
meros vasallos de esta organización en las sombras, a la que ella
comparó con las ordenes masónicas de su época.
Conforme más conocía de la España del siglo XXI más le
fascinaba los inventos de este nuevo mundo. Descubrió que existían carruajes sin
caballos, capaces de alcanzar velocidades demoniacas. Carreteras de hierro que
unían unas ciudades con otras por las que circulaban unos vehículos conocidos
como trenes. Artefactos capaces de surcar
los cielos y atravesar los océanos. Aparatos con los que se podía hablar con
una persona que estaba a cientos o miles de kilómetros llamados teléfonos. La
variedad más popular era la que se conocía por el nombre de iPhone. Un
instrumento indispensable para cualquier ciudadano del moderno reino, pues necesitaban
utilizarlos en cualquier momento del día
o de la noche.
Todo había evolucionado de una manera abrumadora, incluso
el idioma castellano se había adulterado notablemente. Los caballeros hablaban
como lacayos y la jerga de los siervos estaba plagada de blasfemias tales como
“¡Coño”, “¡Mierda!” o “¡Cabrón!”, interjecciones con las que casi siempre terminaban
adornando cualquier conversación.
Al principio les costó adaptarse a la forma que tenían de usar la lengua romance de sus padres, pero
una vez lo hizo, aprovechó al máximo el abanico de posibilidades culturales que
ofrecía el Siglo XXI. Se volvió una voraz lectora, no había una rama artística
que se escapara a sus ansias de conocimiento: Arquitectura, escultura, pintura,
música, literatura, cine… Esta última tenía un matiz mágico que no dejaba nunca
de sorprenderle.
Con el tiempo, se convirtió en un cumulo de
conocimientos, una especie de enciclopedia andante que, dado su alto CI, la llevo a ser ascendida a líder del Batallón de
Guerreros del Tiempo en el que militaba. Algo que no fue acogido con mucho
entusiasmo por sus compañeros: Don Cipote de la Mancha y Francisco Marco
Baquerizo. El primero porque procedía de una época donde las mujeres eran
consideradas bellas damiselas a las que había que rescatar y el segundo por su
más que manifiesta misoginia. Pese a ello estaban obligados a obedecer sus
órdenes y a acatar sus decisiones.
II De 300,
solo uno
Juana se interna en sus aposentos temblando, todavía
no se ha conseguido quitar el miedo del cuerpo por lo que le acaba de suceder. Desolada se tiende en su camastro, una copia
exacta del que disfrutaba en la corte de
la Castilla del siglo XV. El Monasterio se ha encargado de que todo en su
alcoba sea lo más parecido posible a lo
de su época. Fue lo que le recomendó el gabinete psicológico que los asesora,
pues cuanta más cómoda se sintiera, menos peligraría su estabilidad mental.
Pese a que aquella estancia le trae recuerdos de tiempos mejores y sirve para
apaciguar un poco la tristeza que la invade, no lo consiguen del todo. Se siente sucia por lo que
acaba de hacer y, a pesar de que en su juventud se negó a menudo a cumplir sus
obligaciones eclesiásticas, nunca ha dejado de creer en su Dios. El inmundo
acto que acaba de perpetrar es el peor
de los pecados ante los ojos del Altísimo. Sin poderlo remediar se pone a
llorar como una colegiala sobre su almohada,
es tal la furia que descarga en ellas, que el tejido de cáñamo de esta se termina empapando rápidamente con
sus lágrimas.
Lo que ella llama “pecado”, los miembros del gabinete
psicológico del ministerio del tiempo lo diagnosticaron como un trastorno de hipersexualidad. Una
patología que se conoce vulgarmente por
ninfomanía y que podría ser consecuencia
directa de las innumerables traiciones de su marido o al encierro que
determinaron su primogénito y su padre. Independiente de cuales fueran las causa reales que lo
motivaran, concluyeron en que si el
volcán que se agita en su interior no era calmado convenientemente y con cierta
frecuencia, Juana podría terminar convirtiéndose en una persona inestable
mentalmente.
Dada la enorme valía que tienen sus conocimientos y
tácticas para el Monasterio del Tiempo, tras una intensa y reñida reunión del
Consejo de Administración y, una vez se rechazó un tratamiento de psicotrópicos porque mermarían sus actitudes,
se optó por permitir que viajara en el tiempo para obtener los placeres que le reclamaban su cuerpo. Libre de las
ataduras que los convencionalismos sociales le imponían, cuando esto sucedía, se convertía en la amante
más entregada y libidinosa que cualquier hombre pudiera desear.
Desde su llegada al siglo XXI ha viajado a la Roma de
Julio Cesar y ha fornicado con cuanto legionario romano se le ha puesto por
delante; a la Mongolia de Gengis Kan y
ha organizado un orgia con un grupo de sus guerreros más salvajes; a la época
que la vio nacer, donde se hizo pasar por una vulgar fulana y tuvo sexo con un
nutrido grupo de los plebeyos de su reino…
De cada una de estas aventuras sexuales, ha vuelto creyéndose
la mujer más obscena del mundo, pero saciada. No obstante, su periplo al pasado de esta noche, no solo no
la ha satisfecho lo que debiera, no es que la haga sentirse la peor de las
cristianas, es que ha pasado tanto miedo y se ha sentido tan sucia que ha
terminado tan triste como cuando Felipe
Nabohermoso la traicionaba con las damiselas de la corte.
La puerta que había escogido esta noche para calmar su
hambre de sexo era la número 8923, un pasadizo espacio temporal que la llevaría
a las Termopilas, a mediados de Julio del año 480 A.C, concretamente a unas
semanas antes de la famosa batalla que hizo famosa al lugar y en la que trecientos
espartanos dieron su vida intentando parar al invasor persa.
Juana había visto unos días antes en video la superproducción que Hollywood
realizó sobre la batalla. Tanto músculo, tanta testosterona, terminaron
seduciendo a su libido y quiso hacer realidad su deseo de tener sexo con los
históricos hombres de la pantalla, por lo que la decisión de viajar a aquella
época no fue nada espontáneo y sí muy premeditado.
Cuando llegó a los pasillos de recepción, el vigilante
del pasadizo le facilitó una indumentaria acorde con la época y camufló el
botón del pánico en un colgante de cuero para el cuello con forma de concha. Este
artilugio fue diseñado por el gabinete técnico del Monasterio siguiendo los
mismos principios del espacio temporal que permitían trasladarse de una época a
otra a través de las puertas y su
función no era otra que tele transportarlos a la antesala de salida, en caso de
que la integridad personal de los Guerreros del Tiempo corriera peligro.
Una vez estuvo ataviada debidamente, atravesó el
portal que la llevaría a poder hacer su fantasía realidad. Según había leído en
los libros de historia, durante aquellos días en el desfiladero de las
Termopilas solo estaban los trecientos hombres que formaban el ejercito del rey
Leónidas, que no había ninguna fémina entre ellos, con lo que imaginó que
faltos de una buena hembra sucumbirían a sus deseos de una forma rápida, por lo
que no encontraría ningún impedimento para seducirlos y poder hacer con ellos
su antojo.
La entrada a la Grecia antigua, perfectamente
mimetizada con las paredes del desfiladero, la dejó a unos escasos cien metros
del campamento espartano. Centenares de tienda de piel se desplegaban ante sus
ojos como un pequeño mar en calma. Oteó
a los vigías nocturnos, no eran demasiado numerosos y tampoco se les veía en
una situación de alerta, por lo que, si actuaba con sigilo, podría cumplir su
objetivo con más facilidad de la que tenía prevista.
Como suponía, los guardias estaban bastante relajados
y no esperaba que ningún peligro les llegara desde la dirección donde ella se encontraba, por lo
que le fue fácil adentrarse en el interior del campamento. En el exterior de
cada una de las tiendas se podían ver dos escudos, dos lanzas, dos corazas, dos
pares de cnémidas para las piernas y dos cascos corintios. Lo que le llevó a pensar que se adentrara en la carpa que
fuera, podría disfrutar de dos vergas para ella en exclusiva.
Escogió una al azar y lo que encontró no le satisfizo
nada: Dos robustos guerreros espartanos durmiendo abrazados él uno al otro como si fuera una pareja de recién
casados. Incapaz de asumir que dos hombres tan varoniles, fueran capaces de una
inmundicia tal como la sodomía, salió de
allí como alma que lleva el diablo.
En cada una de las tiendas que se asomó encontró algo
parecido, incluso en una de ellas descubrió a dos viriles soldados entregados a
los placeres de la carne. Uno de ellos se encontraba de rodillas sobre el camastro y el otro le clavaba su
lanza de carne en sus posaderas. Estaban tan entregados al pecaminoso acto que ni
siquiera se percataron lo más mínimo de la furtiva presencia de Juana.
Mientras procuraba dejar atrás, y sin ser vista, aquel lugar de perversión,
llegó a la conclusión de que la realidad nada tenía que ver con lo que había
visto en el cine y comprendió porque las falanges espartanas eran tan
invencibles, no solo luchaban por su pueblo y por su vida, eran tan
terriblemente feroces porque defendían la vida de la persona a la que amaban,
que no era otro que su compañero de
combate.
Se disponía a llegar al lugar donde se hallaba la puerta
hacia el siglo XXI, cuando fue interceptada por un enorme individuo. Sus ojos
se posaron en él y se encontró un
enorme y monstruoso jorobado luciendo el manto escarlata de los espartanos, sosteniendo en una mano un enorme escudo
y en la otra una larga lanza.
—¿Dónde vas gentil, doncella? —A pesar del traductor
universal que llevaba injertado en la nuca, la pronunciación del grotesco
individuo era tan trapajosa que le costó un poco entender lo que le decía.
Conmocionada por su aspecto y su amenazadora presencia,
permaneció muda viendo como el deforme guerrero avanzaba ineludiblemente
hacia ella. No sabía que le desagradaba más de su rostro, sus asimétricos pómulos, la bizquera de sus
enormes ojos, sus deformados dientes o los
goterones de baba que resbalaban por la comisura de sus labios.
—¿Qué venias buscando al campamento a tan altas horas
de la noche? —Le dijo mientras se metía la mano bajo su túnica y se sobaba impúdicamente
sus partes nobles sin ningún recato.
Juana está tentada de pulsar el botón del pánico, pero
el terror que la embarga es tal que se queda como petrificada.
—¿Por qué no dices nada? ¿Eres muda? Para mí que no
eres de aquí y venías buscando un guerrero que arremetiera su lanza contra tu
muralla. ¡Pobrecita! ¿Ignorabas acaso que los espartanos siguen la disciplina
del Batallón Sagrado de Tebas? Un soldado lucha mucho mejor y de un modo más mortífero si quien tiene a su
lado es su amante.
Los ojos de Juana parecían querer salirse de sus
cuencas, nunca antes había visto un ser tan desarraigado de los cánones divinos.
Un ser de aspecto tan amorfo que parecía salido de los propios infiernos. Llegó a creer que era un discípulo que Belcebú enviaba para secuestrarla, pues cuando bajo la mirada hacia su
entrepierna y vio el enorme bulto que se
marcaba bajo su túnica, no pudo evitar sentirse excitada.
El enorme jorobado se percató de ello, echó el escudo
y la lanza a un lado, para terminar atrapando a la frágil reina entre sus
enormes manos. Pese a que la lujuria
había comenzado a confundir a su raciocinio, tener frente a frente el deforme
rostro de aquel peculiar espartano resultaba de lo más repugnante, sin embargo
las ganas de sexo que bullían en su interior superaban el asco que el monstruoso
individuo despertaba en ella.
—¡No tiembles, mujer! Efialtes, no es como ellos. No
soy guapo, no tengo un buen físico y ni sé pelear como los leones de Esparta.
Quizás por eso, me sigan gustando las mujeres como tú. ¿Quieres ser la novia de
Efialtes?
Un escalofrió recorrió la espalda de la Guerrera del Tiempo
al oír como aquella depravación del inframundo le declaraba su amor. Un amor
que era producto de confundir el afecto con la pasión, pues él individuo lo
único que quería era poseerla, pues se limitó a empujarla al suelo y se abalanzó a
continuación sobre ella como un animal.
Le subió el vestido, le abrió las piernas, buscó su
sexo con los dedos y condujo su verga
hasta él. Tal como suponía el miembro viril del jorobado era de muy buenas
dimensiones, ancha y larga como ella sola, si no hubiera estado tan mojada como estaba le
hubiera producido pequeños desgarros en las paredes vaginales. Al principio, la
dureza manifiesta de la virilidad de aquella bestia, consiguieron calmar sus ansias de
varón. No le importaba lo incomodo de la postura, no le importaba que el deforme
gigante bufara en su mejilla empapándola de babas, lo que sí le importó es que
el miembro viril de Efialtes fuera perdiendo dureza conforme la cabalgada se
hacía más frenética.
No tuvo tiempo de preguntar que le pasaba, pues el
jorobado sacó repentinamente la polla de su coño y, antes de que se pudiera ser
consciente de lo que ocurría, le dio la vuelta como a un muñeco de trapo. El
gigantesco espartano comenzó a hurgar en su agujero trasero. Juana volvió la vista para atrás y pudo
comprobar que el miembro viril del espartano se volvía a despertar de su letargo y de un
modo descomunal
Observo su rostro, estaba impregnado de rabia y, cabeceando
sin parar, comenzó a gritar de manera repetitiva:
—¡No soy como ellos, yo soy normal! ¡No soy como
ellos, yo soy normal!
Sin detener su cantinela, la cogió por la cintura y procedió a encularla. Una
maraña de pensamientos incoherentes comenzaron a fluir por el cerebro de Juana.
A pesar del que el pánico le impedía moverse,
imaginar la dolorosa posibilidad
de tener su culo atravesado por aquella
enorme estaca la dotó de la habilidad suficiente para encontrar la concha que colgaba de su cuello y pulsar el
botón del pánico.
Apareció en los pasillos de recepción con los efectos secundarios habituales de la tele
transportación: nauseas, la cabeza le daba vueltas y tenía problemas de
movilidad. El vigilante la atendió debidamente, le ayudó a cambiarse y no la
abandonó hasta que comprobó que sus constantes vitales volvían a la normalidad. Aun así ella, como si
todavía siguiera viendo a los que no eran nobles como simples siervos, ni le
dio las gracias y cuando le pregunto qué
le había ocurrido, se limitó a contestarle que aquello no era de su
incumbencia.
A hurtadillas volvió a sus aposentos, sin siquiera
cambiarse, se tendió en su camastro y
regó su almohada con lágrimas y, mientras se repetía una y otra vez que no lo
volvería a hacer, dejó que los brazos de Morfeo la mecieran.
III La liga por la unidad de España
Bertín González Byass lee con atención el informe
dejado esta mañana por el vigilante del pasillo de las Termopilas. Por primera
vez en uno de los viajes al pasado de Juana, ha sucedido lo que tanto temía: le
han surgido problemas ineludibles y se ha visto obligada a utilizar el botón
del pánico.
Sabe que la decisión de que Lalocaercoño se le permitiera viajar al pasado a calmar su pasión
desenfrenada fue de lo más arriesgada. Sin embargo, como Director Ejecutivo del
Monasterio del Tiempo, reconoce que era
lo mínimo que podían hacer, no podían perder un efectivo tan válido como ella
por posibles problemas mentales.
«No puede haber nadie más patriótico que la hija de los Reyes
Beatos, los monarcas que llevaron a España a la época de esplendor que se
merece», piensa mientras guarda el informe en una carpeta, para analizarlo
después con más calma.
Deberá hablar con ella, saber si verdaderamente su
vida estuvo en peligro. «A ver si va a ser peor el remedio que la enfermedad y
en uno de esos viajecitos para calmar el
picor de las bajeras, la perdemos», se dice cabeceando preocupado.
Si dependiera de él, la muchacha no tendría que viajar
a otras épocas en busca de sementales que la saciaran, pues una vez él le demostrara lo que es un macho
español de pura cepa, se le calmarían las ganas de sexo por un tiempo. No obstante, ser “tan hombre” le ha ocasionado
ya demasiados problemas en el pasado y
ha optado por seguir a rajatabla su lema de «donde tengas la olla no metas la
polla». Está muy a gusto con su trabajo y no quiere echarlo todo a perder por
una puta calentura. «Al fin y al cabo, hay más mujeres que botellines», piensa.
No obstante, la conversación con la locaercoño tendrá que esperar, pues
ahora otras obligaciones reclaman su atención. La reunión Extraordinaria con la Junta Directiva del
Monasterio va a empezar. Ha sido convocada por la gestora de medios de
comunicación: Victoria Friego, quien dice que tiene que comunicar algo que es de
vital importancia para España.
Camina por los lúgubres pasillos de la planta superior
en dirección al salón de actos, cualquiera que desconozca lo que las paredes de
aquel templo esconde no vería en aquel edificio más que un lugar de retiro
espiritual. Aunque cada vez es menor la presencia de la orden de los monjes fundadores, las más de
mil personas que trabajan como funcionarios del Monasterio visten ropas
religiosas para evitar tener que dar explicaciones en caso de tener visitas inesperadas.
Llega a los vestuarios de acceso a la sala de reunión,
busca su túnica en el armario que ocupa todo el frontal y se la coloca sobre su
disfraz de monje. El espejo le muestra a un cincuentón un poco pasado de kilos y con un atractivo
trasnochado, sin embargo él se sigue viendo como un seductor irresistible. Tras comprobar vanidosamente que el atuendo de la orden le sigue quedando
bien de hombros y que no le hace
demasiada tripa, se coloca la capucha.
Fieles a la tradición de los masones originales, los
doce miembros de la Junta Directiva siguen ataviándose con los colores de esta:
verde esperanza y blanco. Aunque todos
conocen la identidad de quienes están debajo de la máscara, lo de disfrazarse
es algo que, según estiman todos sus miembros, le añade el sabor de los
principios que lo vieron nacer y mucha, muchísima clase.
La mesa alrededor de la que se reúnen es la misma en
la que antaño lo hicieran los primeros masones de la orden de los Benditos Relojeros del
Sagrado Tiempo. Aunque su nombre ha ido cambiando a lo largo de los siglos,
nunca ha perdido la esencia de los principios en los que fundada.
Actualmente se la conoce por el apelativo de “La Liga
por la Unidad de España”. Sus componentes son de lo más variopintos y van desde el antiguo
presidente de la conferencia episcopal, al presidente de un equipo de futbol,
pasando por empresarios, banqueros, políticos e incluso representantes de la
monarquía. La creme de la creme de la sociedad española, a quienes la capacidad
de mover los hilos en el pasado les hace ser más fuerte cada día y lo
convierten en una elite de futuro.
Tras los respectivos saludos y comprobar que están
todos y cada uno de sus doce miembros. Bertín, con ese aire tan campechano y
tan español suyo, da por iniciada la reunión. Como era de prever, en primer
lugar da la palabra a Victoria Friego, artífice de esta reunión extraordinaria.
—Patriotas, mis contactos en Washington me han
confirmado lo que suponía: el ejecutivo de Donald Tirititrump está en posesión
de un dispositivo para poder viajar al futuro que podría solucionar nuestro
problema con Cataluña —Las palabras de la delgada sexagenaria dan muestra de
una fuerza y aplomo que dista mucho de su delicado aspecto —Por lo visto, lo
poseen desde hace más de una década y lo han sabido mantener en el más estricto de
los secretos.
—Lo de ir al futuro podría ser una solución, porque
todos los intentos por arreglar el problema desde el pasado ha sido en vano
—Quien así habla es la joven y atractiva Ana Patricia Mocasín, una mujer que se
ha hecho a sí misma, un ejemplo claro de que el esfuerzo personal consigue sus
frutos. En pocos años, gracias a su afán de superación y su perseverancia, ha pasado de ser una simple administrativa a
ser una de las banqueras más influyente del panorama internacional —. Cada
incursión en el pasado lo único que ha conseguido es un mayor número de
independentistas y que la ruptura de España esté cada vez más cerca.
—Creo que la única opción para evitar la fractura de
nuestro país es esa máquina —Sentencia Victoria.
—Mujer, como plan me parece estupendo —Interviene
Bertín —, pero ya me dirás como lo hacemos, porque el Tirititrump es muy suyo.
Ese simplemente nos ve morenitos de la playa, se cree que somos panchitos, nos
pone el billete de avión en la boca y
nos manda a tomar viento para España otra vez. Así que, ni por todo el oro del
mundo, creo que nos deje usar la dichosa
maquinita.
—Podríamos mandar a un grupo de chinos
a robarlo. Conozco a unos cuantos de
miles que hacen cualquier cosa por un
módico precio —Dice con una absoluta seguridad Amancio Hortera, uno de los
empresarios más acaudalados del mundo.
Un español al que muchos tienen como ejemplo de bondad y solidaridad.
—No, no lo veo muy viable. El gachón este, con lo
racista que es, no dejaría pasar por la frontera ni al mismísimo “Circo del
Sol” —Le corrige Bertín haciendo un uso sutil de su campechanería al
hablar.
—Si hasta mis jugadores han tenido problemas para
viajar allí. A Benzema me lo tuvieron retenido tres horas en aduanas como si
fuera un terrorista. El joputa este
es un cateto harto de sopa que no ha
aprendido la diferencia entre un árabe y
un moro de mierda. ¡Mucho dinero y mucho saber hacer negocios, pero sin clase!
¿Qué se puede esperar de alguien que le gusta más el oro que a Diego, el Cigala?
La indignación en la voz de Rosalino Pérez, presidente
del mejor equipo de futbol de la galaxia,
nace porque es consciente de que ya llevan demasiado tiempo con esto. Sabe que
si Cataluña se independiza, el clásico Madrid-Barca no se volverá a celebrar y
son unos estipendios a los que no está dispuesto a renunciar así como así.
Durante unos segundos se hace el silencio alrededor de
la mesa, hasta que la voz pesarosa y pausada
de Rouco Clave, antiguo presidente de la conferencia episcopal, se deja
oír.
—No creo que robar sea el sendero que nos dicte
nuestro Señor —Dice el delgado anciano, encogiendo su nariz aguileña —. Se
podría copiar el mecanismo y así no despertar las iras de los demonios
americanos. El Tirititrump parece estar poseído por Belcebú y es capaz de
pulsar el botón rojo si se entera que le hemos sustraído la máquina.
—¿Qué sugiere su Excelencia Reverendísima?
—Nada, Bertín. Simplemente recordar que tenemos un
Batallón de Guerreros del Tiempo que está tocado por la mano de Nuestro Amado
Padre y al que ningún obstáculo podrá impedir su victoria.
—Sí, sé que el equipo de Juana es el mejor para esto,
pero ellos son especialistas en viajar en el tiempo, no el equipo de la
película esa de “Misión Imposible”, por
lo que no creo que sean capaces de colarse en las instalaciones del Hexágono
sin que los pillen —El tono de Bertín es bastante condescendiente, intentando
no ridiculizar al ministro de Dios.
—Pues tendrás que formarlos para que se infiltren en
el Departamento de Defensa norteamericano. Además no creo que haya mucha
diferencia con el trabajo que hacen habitualmente.
—Sí, pero para esas misiones tenemos a los agentes
Morta008 y FileM23 del Centro de Inteligencia Nacional Español. No hace falta
mandar a los Guerreros del Tiempo…
—Harías bien en escucharme y en no interpretarme.
Estoy sugiriendo que los envíes al
pasado. A un momento donde las relaciones tanto de la Monarquía como del
Gobierno de España sean favorable a
nuestro cometido.
La respuesta del Ministro de Dios consigue la atención
de los once hombres y mujeres reunidos alrededor de la legendaria mesa. Durante un instante todos se
quedan mirando a Rouco, expectantes ante las palabras que puedan salir de su
boca. Palabras que no tardan en llegar.
—Creo que deberían viajar al año 2004, en ese año el presidente y los Reyes de España tenían muy
buenas relaciones con la Casa White y nuestros sagrados hombres podían viajar
con ellos para sustraer el dispositivo que según los informes facilitados a Victoria, se empezaron a gestar en aquella época en las
instalaciones científicas del Hexágono.
La idea del Expresidente de la Conferencia Episcopal es lo mejor que se ha dicho durante toda la
reunión. Sin embargo, entre los participantes hay alguien que todavía no lo ve
tan claro como los demás, ella es Leti I, la reina consorte de España.
—Entiendo que lo que se quiere hacer es enviar a los
Guerreros del Tiempo de Juana a los años en que gobernaba José María Burrear,
una época en la que mi marido seguía siendo el heredero al trono—La monárquica
“itgirl” frunce el ceño en señal de desacuerdo, mira al resto de miembros del Consejo como si
les perdonara su ruin existencia y prosigue hablando—.Ahora el problema estriba
en conseguir que mis suegros o el presidente acepten a unos extraños como Juana
y los suyos en su sequito. Nuestro personal de seguridad pasa unos estrictos
controles y no se acepta a cualquiera para ese puesto. Felipe y yo, de vernos
en esa disyuntiva, lo mandaríamos definitivamente a la merde.
Rouco se queda callado durante unos segundos, después
mira a sus compañeros y sonríe complacido,
dando a entender con ello a los
presentes que aquella contingencia la tenía prevista.
—Entre nuestros miembros tenemos al Presidente de
España de aquellos años. He pensado que él podría enviar un mensaje a su yo
pasado. Uno en el cual no podría haber ninguna duda de que es su yo del futuro
quien les envía a esos dos hombres y esa mujer. Con lo que tendría su confianza
de inmediato.
Todas las miradas se clavan en José María Burrear.
Este en un alarde de esa falta de modestia que lo caracteriza, levanta la
barbilla, coge un bolígrafo y un papel de la mesa, escribe unas cuantas líneas
en él, lo dobla y se lo da a Bertín diciendo:
—Mi yo más joven, cuando reciba estas líneas sabrá,
sin lugar a dudas, que es su yo futuro quien le envía a Juana y los suyos.
El director del Monasterio del Tiempo lee la nota
detenidamente y en silencio, una vez concluye, sonríe complacido y dice:
—Sin lugar a dudas, tu yo del pasado no podrá negarse.
¡Presi, eres el mejor!
IV Misión: España mucha España y muy
España.
Ataviado con un atuendo de monje dominicano,
Francisquín Rivera espera el ascensor. Poco después aparecen sus dos compañeros
de trabajo, Belén Estalinnao ataviada con ropas de monja de clausura y Felipe Juan Froilán de Todas las Fiestas con una
vestimenta parecida a la que lleva él. Se saludan de un modo poco efusivo, aunque
saben que es un lujo ser asesores del director de Monasterio del Tiempo y los tres forman un muy buen equipo de trabajo,
Bertín no ha sabido, o no ha querido, hacer que surja la química entre sus
subordinados y la tirantez entre ellos es de lo más evidente.
En el momento que Manuel Marijoy tomó posesión del
cargo de Presidente del Gobierno y, tras disolver a la anterior directiva, lo
puso al frente de la gestión de las puertas espacio-temporales. Con carta
blanca para escoger al personal que le debería ayudar en su cometido, Bertín
podía haber elegido tres intelectuales, tres militares, tres artistas… a quien
hubiera querido. Sin embargo, a la hora de escoger sus subalternos lo hizo en
base a dos premisas básicas: Que fueran afines a su ideología (no estaba
dispuesto a tener que bregar con, como él los llama, radicales bolcheviques) y
que tuvieran mucha menor preparación académica que él (sabe que es la única manera
de no parecer tonto todo el tiempo).
A Francisquín, un torero retirando que vivía de sus
exclusivas a las revistas del corazón y de sus participaciones en tertulias
televisivas, lo escogió por la buena amistad que tenía con sus padres y porque,
al igual que Bertín, era un español, español y macho de pura cepa.
Los motivos de traer a Belén fueron bien distintos,
opinaba que, aun siendo mujer, ella había conseguido ser alguien en el mundo
del famoseo, pese a tenerlo todo en
contra. Su carácter beligerante y el llamar a las cosas por su nombre (aunque desconociera
en muchos casos cual era este) fueron lo que hicieron que se terminara
decantando por la princesa de Vallecas.
En cuanto a Froilán, lo hizo para quedar bien con su
abuelo, Juan Carlos Palote. La infeliz de su madre, con el trabajo que le
costó encontrar novio y lo caro que salieron los festejos de su enlace, a los
pocos años de casada dio por acabada la convivencia con su esposo, con lo que se
volvió a encontrar más sola que la una
otra vez.
La separación la dejó sin su asesor particular de estilo y a cargo de
dos críos, que al llegar a la adolescencia se convirtieron en un problema
mayor. Aunque la niña no le daba demasiados problemas e iba con ella a
cualquier sitio que se terciara. No era así con su primogénito, que había
sacado lo peor de cada casa: juerguista como su abuelo y un enorme complejo de ombligo del mundo como
su papá. Le intentó dar una buena educación, pero el muchacho salió de lo más pertinaz; repetía los cursos una y otra
vez.
Menos mal que la gente de posibles siempre le quedaba
el recurso de acudir al talonario para pagarles unos estudios a sus hijos. En dos veranos se hizo con el grado doble de
Ingeniería Informática y Matemáticas, pero sin nadie que quisiera darle una
oportunidad laboral.
Su curriculum fue pasando de Institución gubernamental
en Institución gubernamental, pero nadie le prestó la debida atención, hasta que
derivó en el Monasterio del Tiempo.
Bertín, monárquico por convicción, se ofreció a darle una mano al chaval, con
un contrato de becario. «Si no servía para mucho, por lo menos los café y las
fotocopias podría traerlos », pensó el director del Monasterio, mientras
firmaba los papeles de su admisión.
Las puertas del ascensor se abren y en su interior encuentran
tres soldados de la Infantería castellana
del siglo XVII, posiblemente camino de una nueva misión. Nada más verlos,
Francisquín pone cara de asco y se pone a mascullar algo entre dientes.
Una vez los tres viajeros del pasado se bajan, Belén,
bastante enfurruñada, reprende a su compañero:
—Fran, ¿tú siempre tienes que ser el mismo?
—¿Qué quieres que haga? No soporto la gente que no se
lava.
—Pero, tío, ¿tú eres tonto o prácticas en tu tiempo
libre? —La rubia cuarentona, tal como si estuviera en un plató de televisión,
se pone a gesticular y hablar de forma exagerada—Esos tres van de misión al
pasado, ¿te enteras? ¡Al PA-SA-DO! Allí ni hay duchas, ni spa, ni nada de esas
cosas pijas con las que a ti te han criado y estás tan acostumbrado. ¿ME ENTIENDES? Si esos tres van oliendo a flores
a su época, en el mejor de los casos lo que les puede pasar es que los soldados
de su regimiento le terminen poniendo el culo como el bebedero de un pato, ¿TE
ENTERAS?
—Sí, pero se podían haber echado un poquito de agua o
acaso esas cosas tampoco se estilaban en su época. ¡Lo que pasa es que son unos
guarros! ¡Cómo los perroflautas esos!
Belén está tentada de responderle una fresca de las
suyas, pero las puertas del ascensor se
vuelven a abrir, circunstancia que le obliga a dejar por terminada la
conversación. Han llegado a su destino: la planta principal, lugar donde se encuentra el despacho de su
jefe.
Mientras caminan por los pasillos de las oficinas, la
otrora princesa del papel cuché, no puede evitar pensar por qué carajo está
allí, con lo bien que estaba ella meneando el palmito de plató en plató. La
respuesta la sabe bien, lo que pasa es que se la niega una y otra vez, con
cuarenta y largos años, con una belleza en decadencia y un repertorio cada vez
más manido, las audiencias cada vez eran menores y con el tiempo esa falta de
interés llevaría a que nadie la llamara. Al menos lo del Monasterio es un
trabajo fijo y está muy bien pagado. Lo
único que tuvo, como todos los que trabajan allí, es firmar unas estrictas cláusulas de confidencialidad.
El único consuelo que le queda es que sus compañeros
están en la misma situación que ella y que la labor que hacen no es mala, aunque
es mero postureo. Sus únicos cometidos son supervisar a unos subalternos mucho
mejor preparados que ellos y asesorar a los viajeros temporales sobre los usos
y costumbres de la época.
Nada más entrar
en la antesala del despacho, la secretaria de Bertín, una actriz española del
siglo XX reclutada por el Monasterio, los saluda con una esplendorosa sonrisa.
—Gracita —Dice
Francisquín, dirigiéndose amablemente a la delgada y menuda madurita
—¿El jefe está ocupado?
—Sí, está con Juana y los otros dos —Responde la
otrora actriz, haciendo gala de su estridente voz —, pero me dejo dicho que en
cuanto vinieran la señorita y los señoritos los hiciera pasar que lo que tenía
que ver con vosotros era muuuuy urgente. ¡Así que rapidito, que si no me echa
la bronca!
Belén escucha que dentro está el batallón de la locaercoño e intuye que la misión debe
ser de las importantes, pues Bertín solo los usa para las más transcendentales.
Cuando entra en el despacho, se encuentran a Juana,
Alonso Cipriano y Francisco Marco Baquerizo, de píe delante de la mesa de Bertín,
en una actitud que roza lo marcial, mientras este habla animadamente por
teléfono.
—… ¡No, presi!
Ya sé que gobernar no es fácil, que es muy difícil, pero ahora mismito no puedo
enviar a ningún batallón al pasado para evitar que alguno de los tuyos se meta
en el bolsillo dinero que no es suyo, o por lo menos, como usted me pide que no
los pillen. Así que lo que yo haría es pasar una de esas circulares que usted
pasa por su grupo de WhatsApp diciendo
que dejen las manitas quietas hasta
nueva orden…
Mientras deja hablar a la persona al otro lado del
teléfono, Bertín saluda a los recién llegados con la mano y pone cara de
fastidio, dando a entender que su interlocutor es un verdadero pelmazo.
—Sí, presi. Que
yo estoy con usted, que solo son dos mil novecientos casos aislados. Pero esta
semana toca la unidad de España y entenderá que eso es primordial —Manuel
Marijoy vuelve a hablar. Bertín cabecea y levanta los ojos en señal de
desesperación ante la persistencia del Presidente de España.
—¡Qué sí, presi!
Que ya lo sé, que la corrupción es la corrupción y la unidad de España es la
unidad de España, que no es lo mismo, que son dos cosas bien distintas. Pero
esta semana estamos de trabajo hasta el cuello. Nada más que solventemos lo de
Cataluña, lo llamo y le digo algo. Mientras tanto dígale a los suyos que se
estén quietecitos o por lo menos que sean más espabilados y no los pillen. ¡Es
que son unos torpes de mucho cuidado! …Pues quedamos en eso. Yo lo llamo la
semana que viene. Un abrazo y salude de mi parte a su mujer y a Jorge.
Nada más cuelga el teléfono, se queda mirando a sus
subalternos, bufa en señal de fastidio y termina diciendo:
—¡Qué coñazo de tío! Es muy buena gente, pero cuando
se le mete una cosa en la chola no hay quien lo pare. Además como buen gallego
que es, te responde una pregunta con otra y entras en un bucle… Froilán,
por favor, tomate nota de que para la semana que viene tenemos una misión en la
que hay que poner a todos los batallones que se pueda: Viajar a la época del
Boom inmobiliario para impedir que esta gente meta la mano en la caja o por lo
menos que no dejen pistas.
»Bueno, me imagino que habéis escuchado algo, pero de
todas maneras yo os lo cuento y acabamos antes. Me han llegado noticias de que
los yanquis tienen un prototipo de máquina del tiempo con la que se puede
viajar al futuro.
—¿Al futuro? —Pregunta Juana desconcertada —, pero si
Belén me explicó que eso era imposible.
—Era imposible hasta ahora, parece que los americanos
han inventado algo y nosotros, si queremos evitar la fractura de España,
deberemos conseguir los planos del prototipo. Por lo visto llevan décadas
haciéndolo en el más estricto de los secretos, según se ha acordado en la
última junta extraordinaria, deberéis viajar al año 2004, contactar con el
Presidente de España de aquella época y entregarle esta carta —A la vez que
dice eso saca un sobre de uno de los cajones de su mesa y se lo entrega a la
jefa del equipo de Guerreros del Tiempo.
—¡Fran! Belén y tú deberéis pasar por el departamento
de gestión de datos para que os faciliten unos planos del Hexágono, concretamente de la sección de
investigación que es donde hay que entrar a mangar el prototipo de máquina del
tiempo. Pasarles estos mismos planos a los espías del CINE, Morta008 y FileM23, pues ellos deberán
encargarse de los preámbulos de la misión para que el Batallón de Juana pueda
llevar a cabo su trabajo.
»¡Froilán!, tú deberás llevar a Juana y los suyos al
departamento de Historia, para que los asesoren sobre los usos, costumbres, modas y demás de primero de este
siglo.
—¿Para cuándo está prevista la misión? —Pregunta Juana
haciendo alarde de su natural arrogancia.
Bertín se queda mirándola durante unos segundos, está
tentado de responderle con una grosería, pues no hay nada que le siente peor
que una mujer lo trate con aires de superioridad. Sin embargo, recuerda que
ante sí tiene a la hija de los Reyes Beatos, así que se guarda su furia donde buenamente
puede y le dice amablemente.
—En tres días, ¡así que manos a la obra! —Hace una
pausa se queda pensativo y dice — Otra cosa, Majestad. El Consejo me ha pedido que os dé un curso de
Formación. Como no hay tiempo y sé que os
gusta el cine, haría bien en verse las cinco películas de Misión Imposible del
Tom Cruise… Los efectos especiales son cantidad de guapos y algo podréis
aprender.
V La
puerta de 2004 o como Don Cipote fue traicionado doblemente
El personal del
departamento de Historia terminan de asesorar a Juana y su equipo sobre los
acontecimientos más puntuales de la época a la que van, concretamente a
primeros de febrero del año 2004.
—Lo que no
entiendo, Sr. Arsenal —La voz de la otrora reina de Castilla está cargada de
indignación —, es que si sabemos que
cientos de personas van a morir en un atentado pocos días después, porque no
podemos hacer nada por impedirlo o por lo menos, si no evitarlo del todo, minimizar
el número de víctimas.
El intelectual con
barbas descuidadas que tiene sentado frente a ella, guarda silencio unos
minutos. Después mira a la atractiva madurita que está sentado junto a él y, tras poner cara
de circunstancia, invita con un gesto a que sea ella quien se lo explique.
—Juana, nuestros
estudios dice que si evitamos el atentado de Atocha, muchas variables
temporales se pueden ver alteradas, variables que pueden cambiar el futuro por
completo.
—¿Qué variables, Sra.
Goyanes?
—Pues todas. Sin el
atentado Mr Zetapin no hubiera llegado a
ser Presidente, por tanto no se hubiera comido durante su mandato el marrón de la crisis
financiera mundial, con lo que Marijoy y su partido habrían perdido todo el
prestigio que estar en la oposición durante esos cuatro duros años le dio.
—¿Me estás diciendo
que para que mantener a Marijoy en el gobierno deben morir cientos de personas?
¡Esto es inaudito! Ni en la corte de mi padre se había intrigado de una manera
tan descarnada.
—Cálmate, Juana
—Prosigue la mujer cargando su voz en una absoluta calma —. Los motivos no es
solo mantener al presidente en el poder, hay motivos de fondo más importante.
Juana se queda
mirando altivamente a la catedrática de Historia, instándola a que continúe
explicándose.
—¿Qué crees que
hubiera pasado si el movimiento de indignados del 15-M se hubiera levantado
durante un gobierno conservador? Hemos estudiado todas las posibles variables sociales y políticas del momento, llegando a
la conclusión de que todos los movimientos de Izquierda se hubieran adscrito a
él y partidos como los Coletas Moradas o los Perroflautas Unidos no hubieran
surgido, con lo que en, última instancia el partido de Zetapin se hubiera ganado muchos más simpatizantes.
—¿Y?
—Que con un partido
socialdemócrata más fuerte, con la corrupción
azotándolos como lo está haciendo más tarde o más temprano el partido de
Marijoy hubiera desaparecido, con lo que el nicho conservador del país hubiera
sido caldo de cultivo para la derecha más radical y es algo que Europa no se
puede permitir en estos momentos, pues los nacionalismos lo que hacen es mermar
la unidad de la UE.
Juana se queda
pensativa durante unos segundos y dice:
—O sea que el
temido fascismo impide que se puedan salvar cerca de doscientas personas. Acato
las ordenes porque sé que es lo que debo hacer en esta época, pero no puedo compartir tanta indiferencia
ante la vida humana. Además no entiendo porque les tenéis tanto miedo a posibles gobiernos totalitarios, mi madre y mi padre gobernaron durante todo su reinado simplemente
haciendo valer su voluntad y fue la época más esplendorosa del Imperio Español.
Tras decir esto, da
la batalla por pérdida, y sin esperar una respuesta por parte de los dos
hombres y la mujer que tiene frente a sí, se levanta. Agradece su atención a las personas que la han atendido y hace una señal a Alonso y Francisco, para que la
sigan. Segundos después, haciendo gala de esa grandeza tan característica suya
al caminar, sale de la sala de reuniones
del departamento de historia junto con sus dos subalternos.
Alonso Cipriano
mira a la menuda mujer que camina ante sí y no puede evitar que le palpite el
corazón. Desde que la conoció su belleza le sedujo y, cuando la conoció como
ser humano, no pudo más que sentir admiración por ella. Ha ocupado el
lugar en su corazón que dejó libre
Dulcinea con su traición. Dulcinea, su dulce Dulcinea. Solo es recordar su
nombre y parece que un puñal le atravesase el pecho. Sin
querer vienen a su memoria los acontecimientos que le trajeron a esta época.
Una época que no ha llegado a asimilar del todo y donde mucha gente tiene más por héroes a gente que da
patadas a un balón, que a quienes
realmente se juegan la vida a diario por defender sus vidas.
1615
Quiso la fortuna
que el Ingenioso Hidalgo Don Alonso Cipriano, conocidos por sus paisanos como
Don Cipote de la Mancha, debido al enorme tamaño de su viril lanza, se
encaminase junto con fiel escudero, Sancho Rancia, hacia la aldea del Toboso.
Por aquel entonces
frisaba la edad de nuestro hidalgo los cuarenta años. De comprensión recia, no
demasiado seco de carnes, alto y bastante opuesto. Se hacía llamar a sí mismo
como el Caballero de la Alegre Figura. Su gordo escudero, en cambio era la
noche y el día con él, donde en uno
había gallardía en el otro había cobardía, donde en uno había nobleza en el
otro había mezquindad. Bajo como una pelota, tenía siempre un aspecto
desaliñado, con barba de tres días. Ignorante
complacido, envidioso, egoísta,
oportunista, falso como un duro sevillano y, aunque le hacía ver a su señor que
era su amigo, no le suponía problema
alguno traicionarlo en su beneficio
propio. Era glotón, borrachín y mujeriego, tres vicios que no le importaba
gorronear a su buen señor, a quien le hacía pagar la cuenta de los dos primeros
y le sisaba los reales necesarios para el
tercero.
El motivo de su
viaje a la villa Toledana era encontrarse con la virtuosa dama que se había
adueñado de su corazón: Dulcinea. Aunque
llamábase Aldonza Lorenzo, Don Cipote le pareció bien cambiarle el nombre y al
variarlo, varió con él la personalidad de la moza. Buscándole nombre que no
desdijese mucho del suyo, que tirase y se encaminase al de princesa y gran
señora, vino a llamarla 'Dulcinea del Gozoso. Dulcinea por lo dulce de sus
rasgos y Gozoso porque tal era el
sentimiento que despertaba en su
pecho aquella dama de gentil figura y gráciles movimientos,
cual delicada cortesana. Como por la vara mágica de genios y
encantadores, desapareció de Aldonza la rudeza. Dulcinea del Gozoso, princesa lejana, compañera eterna del
caballero, fue quintaesencia de belleza, de idealidad y de bondad
En esto llegaron a
la tierra de su amada, donde Sancho lo condujo a una posada. Estando tomando un
poco de vino con queso, aparecióse una dama que decía responder al nombre de
Dulcinea. Pese a que difería del
recuerdo que le hidalgo guardaba de ellas, su sonrisa y sus ojos eran merecedores de que
se escribiera en su honor el mayor de los romances.
Pese a que hacía
tiempo que no yacía con hembra alguna, el valeroso caballero se limitó a hablar
con ella y tratarla como la doncella que aparentaba ser. Una vez acostumbrose
su fantasía al aspecto real de la señora,
Don Alonso se arrodilló ante ella y le ofreció su corazón, pues era del parecer que al
bien hacer jamás le falta premio.
La joven dama,
quien no sabía si reír o llorar ante tal muestra de ingenuidad, lo aceptó. Como
el apuesto y noble hidalgo quedose mirándola como si hubiera visto un ánima
bendita y en completo silencio. La
gentil moza optó por agasajar los oídos de Don Alonso.
—¿Es cierto todas
las asombrosas proezas que cuentan de vuesa merced?
A lo que él
respondió que su profesión era la de caballero; sus ejercicios era salvar de
los villanos a todos los seres desvalidos y desamparados que lo precisaren y, para el
entretenimiento de la lozana joven, narró las hazañas más aguerridas que había
llevado a cabo junto a su buen Sancho,
hasta bien entrada la noche.
Con la promesa de
que su fiel escudero acompañaría a su señora hasta su morada, retiróse hasta el
día siguiente para descansar, pues el
cabalgar durante toda la jornada lo había dejado extenuado. Despidióse de
Dulcinea con la intención de continuar al día siguiente con la narración de sus
gestas.
Quiso la mala
fortuna que el Dios Hypto no lo acogiera en su reino. Pese a que sus cansados
huesos le reclamaban un merecido descanso, el fulgor que el reencuentro con su
dama había despertado en su ánimo no le dejaba conciliar el sueño. Sopeso en
sacar brillo a su lanza sirviéndose de su amada Dulcinea como musa para ello,
pero concluyó que amor y deseo eran dos
cosas bien diferentes; que no todo lo que se ama se desea, ni todo lo que se
desea se ama. Si se aliviaba en soledad,
sería una afrenta al honor de la virtuosa
moza y declinó la idea.
Tras media hora de
dar vueltas sobre el mullido lecho que la hija del posadero había preparado con
mimo para él. Decidió salir a dar una vuelta, quizás el aire de la noche
apagara el fuego que bullía en su interior y poder así disfrutar de su tan necesitado
descanso.
Hallándose cerca de
las cuadras donde descansaban su fiel Sancho con sus monturas Rocinantes y
Rulo. Temiendo que su escudero, en
habiendo regresado de acompañar a su dama, estuviera ya dormido, entró tan discretamente don Cipote en el pajar, que era
casi imposible que sus cuidadosos pasos pudieran ser escuchados por oído
alguno.
El silencio de sus
movimientos contrastó con el jaleo que provenía de la parte alta de la caseta
de madera, donde hallábanse las alforjas
de paja que debían servir de lecho a
Sancho. Afinó el oído y pudo distinguir los gemidos de una mujer y la voz de un hombre. Imaginando que se estaba
realizando una villanía propia de un sátiro, cogió un biergo que se hallaba entre
los aperos de labranza, subió presto la
escalera de madera y se dispuso a enfrentar al bellaco que hacía sufrir a tan
gentil moza.
Lo que halló en
aquel piso superior no era ningún villano violentando a una damisela, sino su escudero y su amada retozando impúdicamente
sobre la paja. Dulcinea estaba sentada a horcajadas sobre el regazo de Sancho
y, por lo que pudo intuir, con su tranca clavada hasta lo más hondo de su
vientre. En la cara del gordo escudero pintábase una lujuria desmedida.
El poeta dado a
contar o cantar las cosas, no como fueron, sino como debían ser; habría dicho
que Don Cipote arremetió contra su compañero de batallas y le había hecho pagar
con creces aquella falta contra la honra de su amada y la suya propia.
Sin embargo, los
historiadores las han de escribir, no como debían ser, sino como fueron, sin
añadir ni quitar a la verdad cosa alguna. Por lo que se ha de contar que el Caballero
de la Alegre Figura se quedó como una estatua al ver como su fiel escudero
fornicaba con la dueña de su corazón, aguardando que después de aquellas
tinieblas llegará alguna luz, no obstante, todo se fue oscureciendo más aún.
Sancho Rancia
viéndose descubierto por su patrón en tal infamia, lejos de disculparse con su
señor, siguió con lo que estaba haciendo con total descaro.
—Don Alfonso, no se
quede ahí. La moza no nos va a cobrar más si vuesa merced se decide a
beneficiarse de sus encantos. ¡Acérquese, acérquese y compruebe lo recio de sus
pechos!
Con el puñal de la
traición retorciéndose en su hígado, el dolor le hizo retroceder y marcharse
por donde había venido. Después de aquel día,
nunca volvió a ser el mismo, pues su virilidad y su cordura lo
abandonarían para no volver.
Si se hubiera
quedado se habría enterado que en vez de una vil deslealtad, había sido víctima
de una mentira piadosa. La moza que se le había presentado como Dulcinea no era
tal, sino una ramera del burdel del pueblo, donde su fiel escudero la había reclutado por
hacerse pasar por Aldonza Lorenzo, quien ya no vivía en el pueblo pues casó con
un comerciante de Toledo. Sancho Rancia, haciendo gala de su mezquindad, en vez
de acompañar a la fulana a su “hogar”, decidió sacar provecho hasta el último
maravedí invertido en aquella farsa.
Fueron muchas las
deslealtades que el gordo aprovechado había perpetrado a Don Alonso y la
primera vez que conspiraba para que el noble corazón de su señor no sufriera,
quiso la malaventura que fuera la última. Pues a partir de aquel día, El
Caballero de la Alegre Figura caminó en solitario y donde otrora se hallara un
fiel defensor de los nobles, ahora hallábase un loco que veía enemigos
imaginarios y era un peligro para cualquiera que se cruzara
en su camino, pues lo podía llegar a confundir con un malandrín.
Tras lo sucedido en
la villa del Toboso, Don Cipote perdió completamente la razón, arremetió contra
un rebaño de ovejas creyéndolos un ejército, atacó a seis hombres a caballos y
otros tantos que llevaban a un muerto en una litera, fue atacado por unos
galeotes a los que quiso liberar de su castigo, arremetió contra unos molinos
creyéndolos gigantes…
Durante aquellos
días que amaneció su locura, fue reclutado por los hombres del Monasterio del
Tiempo que consiguieron curar su mente, pero no su impotencia. Aquella traición
lo marcó en demasía, hasta el punto que llegó a aborrecer los placeres de la carne por completo, cerrando rotundamente su mente y su cuerpo a
ellos.
*****
Juana mira a Don
Alonso caminar delante de ella, a pesar de que es un plebeyo tiene porte de
noble, opuesto y gallardo. Ha visto como la mira y sabe que la admiración que ambos se profesan es mutua. Si no tuviera que ocultar el abominable
pecado de su locura, incluso se podría plantear una relación con él, es el
único hombre que, desde Felipe Nabohermoso, ha sabido despertar en ella unos sentimientos de afectos tan intensos.
Pero su pecado siempre estará ahí y, cuando descubra la verdad, no sabe si sabrá soportar el desprecio de su admirado compañero, bastante tiene con no
poder mirarse al espejo sin ver a un monstruo que resuma perversión por los cuatro
costados.
VI Un reto del futuro abre las puertas
del pasado
Febrero
2004
José María Burrear
está satisfecho con la vida que lleva. Tiene una esposa que lo adora y unos
hijos que serían la envidia de cualquiera: guapos, cultos, inteligentes… unos
verdaderos triunfadores.
Aunque sabe que si
se presentara a las elecciones del
próximo mes las ganaría, ama el “American Way of life” y ha llegado a creer que
la vida política de un presidente se debe limitar a dos mandatos.
Tiene asumido que a
quien le toca seguir haciendo grande al Reino de España es a su sucesor en el
puesto: Manuel Marijoy, un tonto útil que le servirá para seguir ejerciendo su
poder desde las sombras. Sin embargo todavía se toma muy en serio las cosas del
partido y una de las espinitas que tiene clavada es no haber podido arrebatar
el feudo andaluz a la oposición. Así que sin pensárselo demasiado, coge uno de
los móviles encriptados que tiene en el cajón inferior de la mesa de su
despacho y, tras carraspear para aclararse la voz, marca el número del
presidente de su partido en las provincias del sur.
—¿Señor Campeón
Arenas? —Pregunta con una voz bastante impostada.
—Sí, ¿quién me
llama?
—Soy su abogado.
—¿Qué abogado?
—Pregunta bastante incomodo la voz al otro lado del teléfono.
—¡El que tengo aquí
colgado! —Responde cambiando su voz por la que parece ser la suya habitual.
—¡Coño, Señor
Presidente! Me la ha vuelto usted a pegar de nuevo —Responde Campeón entre unas
risas que suenan a todo menos a naturales —. Es que usted buenísimo imitando
voces.
—Ya te digo, porque me he dedicado a esto de la política, sino Carlos Latre iba
estar de reponedor en el Mercadona…
Durante unos
minutos se deja querer por su interlocutor quien le baila el agua y prosigue
riéndole la gracia, mientras intercambian frases tan tontas como faltas de
sentidos. Una vez lo cree oportuno, Burrear interrumpe secamente a su
interlocutor.
—Bueno, Campeón. Ya
sé que soy muy gracioso y un genio imitando voces, pero yo te llamaba para otra
cosa —Hace una breve pausa, adoptando una postura solemne y prosigue hablando
—Marijoy me ha pasado las encuestas de intención de voto directo, las buenas,
no las que pasamos a la prensa, y vuelves a perder por goleada.
—Pues, Señor
Presidente, ya lo que me queda por prometerle a los votantes son unas
vacaciones con todos los gastos pagados en el Caribe.
—Ya… Pero creo que
la cosa no en prometerle muchísimas más cosas, tampoco las masas son tan
ignorantes. La dificultad estriba, según me comentan mis asesores, en que no conectas con el público, quienes te
siguen viendo todavía como el señorito
andaluz que has sido siempre.
—Entonces no sé qué
hacer, hasta he dejado de ponerme los chalecos con el sello del caballo y ya apenas
me junto gomina como usted me aconsejó.
—No creo que todo esté
en el aspecto físico, creo que también es cuestión de actitud.
—¿De actitud?
—Sí, te deben
mostrar más campechano.
—¿Más campechano?
¿Y eso cómo se hace?
—Ya sabía yo que
ibas a tener problemas, por eso, de las últimas cosas que voy a dejar organizadas,
antes de mi cese, van a ser unas ponencias de campechanía para que acudáis tú,
algunos presidentes regionales más y unos
cuantos altos cargos del partido.
—Lo que usted
mande. ¿Y cuándo tendrán lugar?
—Todavía tengo que
cerrar las fechas, pero lo que sí tengo apalabrado son los ponientes: Su
Majestad Juan Carlos Palote, Carlos Urkiñano, el cocinero y Bertín González
Byass, el polifacético. Como ves, más campechanos que estos tres no hay nadie.
—Ya… —Responde con
cierta condescendía Campeón Arenas.
En aquel momento el
teléfono de la mesa suena.
—¡Oye, Campeón! Que
me llaman por la otra línea, ya te digo algo cuando sepa las fechas. Un abrazo.
José María Burrear
ha dado esta mañana orden a su secretaría de no ser molestado, que cualquier
llamada se la pasara a Marijoy, por lo que deduce que se tratará de algo
importante.
—Dime, Samantha,
¿qué ocurre?
—Mmmm, esto….Sr.
Presidente, no soy Samantha … Soy Manuel Marijoy, pues mi voz es menos aguda y
bastante más grave que la de…
—¿Qué coño ocurre,
Manuel? —Pregunta en un tono cortante el presidente del gobierno.
—Esto… Se ha
presentado una chica en recepción que quiere verlo.
—¿Y tú no te sabes
arreglar solo? ¡Coño, Manuel!, que te vas a quedar en mi puesto, ¡ya te podrías
ir soltando un poco!
—Es que esto…
conoce todos los protocolos y … eso que exige darle un sobre en persona. Y yo…
ya sabe… he pensado que podría ser su amante…porque las amantes, según me han
contado, son las que conocen todas las cosas de hombres con las que están, que
dicho sea de paso son sus amantes…
—¿Una amante?
Primero, no pienses que de eso me encargo yo. Segundo, ¿con quién te crees que
estás hablando? ¿Un lío de faldas yo? Si eso es de pobres.
Durante unos
segundos se hace el silencio.
—¡Oye, que estoy
esperando a que me digas algo! —Recrimina el Presidente bastante enfadado a su
posible sustituto.
—¿Qué?... bueno…
¿Qué hago entonces? Digo… esto… ¿La hago pasar o le digo que se vaya? Sé que
son dos cosas…
—No, simplemente pídele el sobre que me tiene que
entregar y me lo traes —Responde con cierto retintín Burrear.
Mientras espera que
su sucesor designado le traiga lo que le ha pedido, Burrear se frota el bigote
y medita sobre si ha tomado una buena decisión. Él sabe que en sus cincuenta
años no se ha equivocado nunca y en esta ocasión no va a ser menos. Aunque
Marijoy no es ni mucho menos de los más listos del partido, es de los más
manejables y eso para él siempre ha sido una variante a tener cuenta.
Sus pensamientos
son interrumpidos por Manuel que entra en el Despacho Ovalado y le entrega el
sobre que le ha solicitado. Al abrirlo, el Presidente se encuentra con un papel
manuscrito de su propia letra en el que pone: « Uno de mis mayores retos cuando
deje el Gobierno será hacer quinientas abdominales diarias. Mi yo pasado,
atiende a la persona que te ha entregado este sobre, es de vital importancia
para el futuro de España.»
Cabecea un poco
ante lo inquietante del mensaje. Lo de las quinientas abdominales es algo que
no ha compartido ni con su mujer, por lo que no tiene ninguna duda de que ha
sido su yo del futuro quien le ha enviado a la chica del sobre a través de una
de las puertas del Monasterio del tiempo. Con cierta urgencia, pide a su
subalterno que le haga pasar.
Unos segundos más
tarde, cree tener frente a él la mujer más hermosa que ha visto en muchísimo
tiempo. Ataviada con un traje azul que no esconde su voluptuoso cuerpo, pero
que tampoco lo reafirma. Un tacón no demasiado alto, pero lo suficiente para
darle un toque de distinción. Si a los rasgos de su cara que le recuerdan al
mejor de los cuadros de Velázquez o Murillo, se le suma el peinado que
luce de mechas rubias que tanto le gusta
y un porte soberbio propio de gente de
clase alta, da como resultado que la
recién llegada emane una belleza sin parangón que satisface por completo al aun
Presidente.
Si el sexo siguiera
teniendo algún sentido para José María Burrear, el deseo por poseerla sería lo
que primaría en este momento. Como no es así, disfruta contemplándola como si
fuera un cuadro en una galería y cuando se cansa de hacerlo, le lanza su
primera pregunta que no puede ser más directa:
—¿De qué año
vienes?
—Del 2017.
Marijoy, que no
entiende nada, no puede evitar musitar entre dientes:
—¡Carallo, viene del futuro como la de la
lejía!
—¿A qué Batallón de
Guerreros pertenece?
—Al 6480. Su
Excelencia no podrá obtener datos de él en su sistema, porque se fundó en el 2014.
—¿A quién tengo el
gusto de conocer?
—A su Excelentísima
Majestad Juana de Castilla.
—¿La Locaercoño? —Pregunta sorprendido Marijoy.
—La misma —Responde
con cierta acritud la noble dama —, es
terrible que el mote que me pusieron mis vasallos haya sido lo que ha
transcendido de mi persona, más que mis múltiples logros por los reinos de España.
Durante unos
instantes, el sucesor del presidente, incapaz de salir de su perplejidad,
empieza a musitar palabras sin sentido:
—Si el futuro es el
futuro y si el pasado es el pasado. Ella debe ser una actriz elegida por José
María, y la actriz es la que es elegida por José María y no la Locaercoño. Cuanto peor, mejor para
todos. Y cuanto peor para todos. Mejor para mí.
Esto no es que sea fácil sino que es una cosa bien distinta, es muy
complicado…
—¡Manuel!
—Sí, Sr. Presidente
—Responde Marijoy saliendo ipso facto de
su ininteligible soliloquio y de un modo
casi marcial.
—Dado que estos son
altos secretos de Estado y, según el
protocolo establecido, hasta que no seas
presidente no podrás tener acceso a ello, agradecería nos dejará a Doña Juana y
a mí a solas. Así tienes más tiempo para prepararte el discurso de mañana, que
después siempre vas con el tiempo justo, te trabas y después no hay quien te
entienda. No se te olvide que estamos en campaña y que debemos ganar estas
elecciones.
Mientras su sucesor
designado sale por la puerta, Burrear se queda mirando a Juana durante unos
intensos segundos. Ante sí tiene uno de
los miembros de la casa real que llevo a España a su mayor época de
esplendor y gloria. Le gustaría preguntarle mil cosas, saber si todo lo que
estudió de niño en la Enciclopedia Santillana era cierto. Sin embargo sabe que
los motivos por los que se envía alguien al pasado deben ser de los más
apremiantes, así que simplemente la invita a tomar asiento y le pide que le
cuente su historia. Media hora es lo que necesita Juana para poner en
antecedente al Presidente del Reino de España.
—Entonces,
Majestad, lo que su Excelencia desea es que infiltre a su batallón como mis
guardaespaldas en mi próxima visita diplomática a los EEUU, para así poder
tener acceso a las instalaciones del Hexágono.
—Sí, es la única
manera de que podamos fotografiar los planos del prototipo de máquina para
viajar al futuro.
—¡Vaya con el
George Bull! Mucha fotito, mucho eres “The best” y de eso no me cuenta nada el
muy … —José María se disponía a soltar
un taco, pero la presencia de la otrora grande de España lo cohíbe un poco y se
la guarda para sí —¡Más falso que un billete de 300 Euros!
Aquella salida de
tono tan vulgar por parte del primer mandatario español, no hace mucha gracia a
la Guerrera del Tiempo, Burrear nota su inquisitiva mirada y se corta un poco.
Durante unos segundos se instala entre los dos un silencio de lo más incómodo.
Quien rompe el
hielo es el Presidente de España:
—Una pregunta,
Majestad. ¿Tan mal están las cosas en el futuro con los catalanes?
—Sabe que el
protocolo me impide contarle nada, lo único que puedo decirle es que su ayuda
es indispensable para la unidad de España.
—Todo sea por una
España grande y libre —Responde llenando sus palabras de una palpable energía
—. Por cierto, por lo que sé, siempre vais en grupo de tres. ¿Quiénes son los
otros dos miembros del batallón?
—Don Cipote de la
Mancha y Francisco Marco Baquerizo.
Es escuchar los dos
nombres y una inmensa felicidad invade a Burrear. Va a conocer en persona a dos
de los españoles que él considera más ilustres. Es tan inmensa la alegría que le
embarga, y aunque el deseo sexual no tiene nada que ver con ello, que siente
como su polla se va llenando de sangre hasta ponerse dura del todo.
VII
La importancia de llamarse José María.
Ofelia nació en una
muy buena familia. Siempre le gustaron y se le dieron bastante bien los
idiomas. Se licenció en Filología Inglesa, se fue a vivir un año a Londres y
dos a Nueva York. Un desengaño amoroso con un artista vanguardista neoyorkino la
trajo de vuelta a Madrid, al calor de su hogar.
Para tenerla ocupada
y hacerle olvidar al malnacido de su novio, su familia decidió que lo mejor era
que se pusiera a trabajar. Gracias a los muchos contactos de su padre, entró a
formar parte del gabinete de asesores de José María Burrear para realizar las
labores de intérprete. Su trabajo es bastante tranquilo y salvo traducir algún
e-mail, correo postal y demás, se pasa las horas muertas recordando al mal
nacido de su ex.
Hoy el presidente ha
solicitado sus servicios, necesita llamar a su homónimo de la Casa White y ella
deberá ejercer de enlace entre uno y otro. Esto es la parte que más odia de su
trabajo. Tantos años estudiando idiomas para tener que hacer de correveidile entre dos mandatarios. Dos
hombres de los más poderosos del mundo, pero con menos neuronas en
funcionamiento que un adolescente viendo la Teletienda de madrugada.
Frank Underwood, el
asistente personal de George Bull, responde la llamada de la línea restringida
presidencial. La chica española le cae bastante bien, ha hablado con ella en
otras ocasiones y le parece simpática. Tras los breves saludos reglamentarios,
le pide que si puede hablar con su jefe. Aunque sabe que George Bull le dijo
que, si no era nada urgente, no lo
molestara, pues se disponía a ver el último documental de los amigos del rifle.
Es muy amigo de putear al presidente y, siempre que encuentra una excusa, lo
hace. Tras comunicarle que José María
Burrear necesita hablar con él de manera apremiante intenta pasarle la llamada.
—¿Quién es José
María Burrear? Me suena mucho el nombre, pero ahora mismo no se me viene a la
cabeza su cara.
—Es el socio
hispano que le aconsejaron que se buscara los responsables de la campaña de
marketing de la guerra de Irak.
—¡Ah, sí!... ¡Ya me
acuerdo! El chiquitito con bigotes… El mexicano.
—Mexicano no,
señor. Español.
—Sí… Sí… Español.
Lo que pasa es que como los dos tienen toros, la siesta, son tan morenos y como
están tan cerca en el mapa, a veces me confundo. Pero sé muy bien dónde está España y dónde está México.
—Señor, España está
en Europa —Le responde Frank, haciendo un esfuerzo por no reírse.
George Bull se
queda pensativo durante un momento, para terminar diciendo:
—En Europa, sí. Al
lado de África, ya sabía yo que un poco tercermundista sí que era.
—Bueno, señor, ¿se
lo pasa? —Pregunta Underwood con cierto fastidio, dando a entender que la
conversación se está prolongando más de lo debido.
—¡Qué remedio!
Primero las obligaciones y después las emociones. Ya veré otro día los nuevos
modelos de rifle.
Coge el teléfono y
a modo de saludo le recita:
—Dale alegría a tu
cuerpo Macarena…
Ofelia con una voz
tímida le responde:
—…que tu cuerpo es pa darle alegría y cosas buenas…
Cuando el máximo
mandatario de los EEUU oye la voz de Ofelia, se siente un poco contrariado y
exige hablar con el señor Burrear.
—Lo siento,
Excelentísimo señor, pero me temo que el señor Presidente no domina muy bien el
inglés.
—No importa, yo
hablar muy bien su idioma.
—Señor Presidente
—Dice Ofelia dirigiéndose a Burrear—quiere hablar con usted directamente.
José María pone
cara de circunstancia y, con cara de tierra trágame, coge el teléfono.
—Jelo,Yiorg. ¿Jau ar yu?
—Muy bien, mi amigo españolo,
pero no te esfuerces. Yo hablar muy bien su idioma. A mí gustar mucho música
española. Encantar canciones de Paulina Rubio, Gloria Stefan, Shakira, Jennifer
López… Son mujeres bellas y sus canciones muy hot.
Burrear está
tentado de decirle que esas cantantes tienen de Españolas lo que Madrid de
playas, pero como tiene que pedirle un favor, se guarda sus comentarios para
sí.
Las primeras frases
que intercambian son de cortesía. Burrear alaba sus avances con el Español
desde la última vez se vieron. Preguntan
por las respectivas familias. Se congratulan por lo bien que va la economía de los
países que dirigen, pues si «España va bien», «Estados Unidos va mucho mejor».
-¿Cuál es el motivo
de tu urgente llamado? —Pregunta en
un tono bastante frio el Presidente de los EEUU.
—Me gustaría
visitar las instalaciones del Hexágono, pues tengo una guerra en ciernes y
necesito asesorarme.
George escucha la
palabra guerra y casi tiene una erección. No obstante, sabe que se ha gastado
hasta el último centavo que tenía designado para defensa y el Senado las únicas
batallitas que le deja hacer son las de Stratego.
—¿Qué Guerra?
—Pregunta entre excitado e indignado por no poder participar.
—Es una muy pequeña
y, de ser posible, será contra Marruecos. Nos han quitado una islita. No es que
sea muy grande, pero han herido nuestro amor patrio.
—No sé cómo tener
la agenda en los próximos días, yo
consultar con mi asistente y si tener hueco el ponerse en contacto con el tuyo.
—Debe ser pronto,
porque yo voy a dejar la presidencia en un mes y es un tema que me gustaría
dejar solventado antes. Para ello llevaré conmigo al Monarca de España, para
que informe sobre el tema a mis sucesores.
—¿Monarca? ¿España
no ser República Bananera?
—No, España es una
Monarquía —Responde visiblemente indignado José María por el comentario de
Bull.
El Presidente de
EEUU es consciente de que su inoportuno
comentario ha podido enfadar un poco a “su amigo españolo”, por lo que baja el
tono e intenta mostrarse un poco más cordial.
—A mí gustar mucho
reyes Europeos. Tienen mucha suerte porque vivir en primer mundo, no tener que
presentarse a elecciones, ni que preparar campañas, no asistir a debates
televisados… ¡Con lo cansado que son los debates! Además tener puesto de por
vida y no tener que hacer mucho. Reina de Inglaterra solo tiene que ir a conciertos benéficos,
misas, hospitales, desfiles políticos…. Tener mucho tiempo para sus cosas: ver
programas de cotilleos y beber ginebra.
—Nuestro Rey, no es
mucho de beber, ni de ver la televisión. Él es más de cazar y de tener “girlfriend”.
Es un verdadero macho español y muy campechano.
—¿Campechano? “What’s fuck is Campechano?”
—Pues no sé cómo
explicárselo…. Gusta de las cosas naturales, es muy cercano a la gente del
pueblo, con un lenguaje coloquial y sencillo…
—¡Ya entiendo!
¡Cómo la gente de Texas! Si gustar cazar, seguro que él y yo también hacer
amigos. A mi gustar mucho los rifles…
En aquel momento
Bull recuerda que tiene el documental a medio ver y termina la conversación
diciendo:
—Bueno, amigo
españolo, mi asistente decir que día tener libre y ya concretar con él la
visita. Hasta pronto.
—Naiz tu mit yu —Chapurrea José María
bastante complacido.
VIII
Las noches con Olvido no se olvidan
Francisco Marco
Baquerizo se mira al espejo. Las barbas postizas, la peluca y las lentillas azules
lo convierten en un hombre completamente distinto y con un aspecto mucho más varonil. Si a eso se le suma el chip modulador de voz
que le han insertado en la garganta, no se conoce ni cuando habla. Su
característica y peculiar voz de pito se ha transformado, mediante la tecnología exclusiva del
Monasterio, en un sonido grave y modulado.
Los asesores del
Departamento de Historia consideraron que, siendo tan conocido y procediendo de
un momento tan reciente, tanto su aspecto como su voz deberían ser camuflados
para no levantar sospechas sobre su verdadera identidad en 2004 y así proteger
el secreto de la existencia del
Monasterio del Tiempo, con las repercusiones que esto podría acabar teniendo su
descubrimiento por parte de la ciudadanía.
En 1920, fue
apartado de la corriente temporal. Antes de la guerra entre hermanos, cuando
todavía no se había convertido en el que muchos llegaron a considerar el salvador de su patria. Sin embargo, al igual
que Juana, se ha convertido en un devorador de información y ha recopilado
todos los datos que ha podido sobre la historia de España del último siglo. Conoce
perfectamente quién llegó a ser y su
papel en la historia de la nación que le vio nacer.
Aunque lo que más
trabajo le cuesta asimilar de todo esto de los viajes por las puertas es lo de creación
universos paralelos temporales. Siempre que los seleccionadores de Guerreros
del Tiempo sacaban a alguien de su época, automáticamente se creaba una bifurcación temporal a la que no se podía
tener acceso a través de los corredores mágicos y seguía su camino de manera
diferente a la línea temporal oficial. Con lo que los reclutados por el
Monasterio se convertían en paradojas de esas personas, quienes proseguían con
sus vidas de acuerdo a los parámetros históricos establecidos.
Era algo que,
después de cientos de viajes en el tiempo, le costaba mucho entender, pues sus
misiones la mayoría de las veces consistían
en cambiar acontecimientos relevantes del pasado y esto no creaba paradojas de
ningún tipo. Los expertos del Monasterio han llegado a la conclusión que los
autores de las puertas temporales, fueran quienes fueran, las crearon con la
intención de cambiar acontecimientos
pasados, pero no para que personas de otras épocas viajaran al futuro, con lo que han llegado a
considerar las bifurcaciones temporales una especie de fallo funcional.
Le es muy difícil
imaginar que su yo pasado, ha tenido una vida distinta a la suya, pero si se ha
de creer que se puede viajar a través de la corriente espacio temporal, no le
queda más remedio que creer que su existencia poco o nada tiene que ver con el
Francisco Marco Baquerizo del que habla la historia.
Sabe que la vida que
ha leído en los libros no le pertenece. Que las cosas grandes que su yo
histórico hizo por España no son obra suya. Sin embargo, se siente orgulloso
pues, pese a que hace más de cuatro décadas que falleció, su legado sigue vivo,
su nombre sigue estando en boca de todos, tanto de los que lo admiraban, como
de los que los reprobaban. Incluso se llegó a construir un monumento en su
memoria en el valle del Santo Tropiezo. Un templo propio de los faraones del
antiguo Egipto, en él descansan sus restos y donde, como si fuera un lugar de
peregrinación religioso, no dejan de acudir sus adeptos a rendirle pleitesía.
Está tan vivo su
recuerdo, que hasta tiene un club de fans, quienes le rinden tributo cada año en el aniversario de su muerte.
Aunque todavía sigue siendo un agente de nivel tres y carece de permiso para
salir del Monasterio, ha podido ver los informativos y, al ver el cariño que
todavía le profesan sus fieles, no puede más que pensar que su yo histórico,
tal como su ambición le ordenaba, consiguió ser una de las grandes figuras de
la historia española.
No obstante, si
algo hace que se sienta orgulloso es el sucesor que su yo real dejó designado:
Juan Carlos Palote. Por lo que pudo leer, no pudo traer descendencia, a pesar de que adoptó a
la hija de su difunto hermano, no creyó que una mujer fuera válida para
continuar su legado. Dado que no quería dejar a un plebeyo de un orfanato en su
puesto, educó y preparó al heredero de la depuesta Corona de España para que
prosiguiera con su obra.
Le hubiera gustado
que su España fuera para un descendiente de su sangre, de su genética. No
obstante, ya en 1920 (el año en el que fue apartado de la corriente temporal)
sabía que ni él ni su esposa, Olvido Polo de Marco, estaban capacitados para
traer niños al mundo. Él porque perdió un testículo en la guerra de África,
ella porque un aborto clandestino practicado en su juventud la dejó estéril. Algo que nunca fue
impedimento para que “la collares”, apodo con el que la conocían en el burdel
del que la rescató, lo satisficiera en la cama de las más sofisticadas y variadas maneras.
Al principio, se
limitaba a hacerle guarradas como morderle los pezones, comerle la polla, los
huevos, el culo… Después, como si pudiera leer sus verdaderos deseos, fue
avanzando y jugaba a meterle un dedito en su agujerito trasero. Conforme fue
agrandando su hoyo, fue aumentando el tamaño de lo que le metía, dos, tres
dedos, una zanahoria e incluso le llegó a introducir un pepino.
Cuánto más se dilataba
su orificio anal, más disfrutaba del sexo. Ser tratado como la perra que en el
fondo sabía que era, se había convertido en el mayor de sus vicios. Después de contraer matrimonio, sus juegos
alcanzaron un punto tan pecaminoso, que para esconder aquellos pecados a su
Dios, cada vez que se adentraban en el lecho conyugal, escondían su rostro bajo
un antifaz, su mujer se hacía llamar Malaska y él, Currita la culona. Dos entes
ficticios que, según llegaron a creer firmemente, nada tenían que ver con ellos
y por los que no tendrían que dar cuenta al altísimo.
Con el tiempo su
idolatrada esposa necesitó satisfacer su fuego interior de manera adecuada. Un
incendio que la pequeña manguera de Currita era incapaz de apagar. Para ello
optaron por hacer uso de los reclutas del cuerpo de Tercio de Extranjeros de
José Matamoros Stay. Los chavales, jóvenes e inexpertos en las artes del amor,
accedían sumisos a los caprichos sexuales de la pareja con una facilidad más
que pasmosa.
En un primer
momento, Malaska se limitaba a follar con
los reclutas, sin que estos supieran que eran observados por Currita,
quien se hundía en el fango del onanismo con la visión de la caliente escena. ¡Cómo
le ponían aquellos culos redondos y peludos!
Poco a poco fue
perdiendo el miedo a ser delatado y Currita fue aumentando su presencia. Lo
primero que hizo fue sentarse en una butaca al lado de la cama y se masturbaba
viendo como el joven soldado fornicaba con su esposa. Tanto más guarradas le
hacían, más se excitaba. Lo que más cachondo le ponía era cuando la penetraban
analmente, pues imaginaba que era él quien dejaba entrar en su estrecha
fortificación trasera a los largos
cañones de los rifles de los soldados.
Conforme fueron
cogiendo confianza con alguno de los reclutas, fueron avanzando en sus
travesuras. Así Currita, de observar, pasó a manosear a su mujer y a su
ocasional amante mientras practicaban el sexo. Cuando esto le pareció
insuficiente, pasó a chuparle los huevos e incluso hubo ocasiones que les comió
el rabo hasta conseguir que eyacularan en su boca.
Aquello le gustaba
tanto que terminó convirtiéndose en un experto “tragasables”. Un pervertido
capricho al que los jóvenes reclutas tenían la obligación de acceder y guardar en
absoluto secreto lo ocurrido, pues el matrimonio los amenazaba con ser
repatriados a su lugar de origen si hacían lo contrario.
Fueron muchas
noches de placer con Olvido, pero si hubo alguno que no puede llegar a olvidar
fue aquella ocasión en la que invitaron a su dormitorio a dos hombres a la
misma vez: un argelino y un marroquí.
Su mujer y él los
habían visto patrullando por el cuartel. Ambos eran altos, robustos y bien
parecidos. El uniforme se les pegaba sugerentemente al cuerpo como una segunda
piel marcando sus bíceps, sus pectorales y sus nalgas. El argelino tenía unos
ojos verdes claros y unos labios carnosos que lo dotaban de un aspecto de lo
más exótico. Por su parte, el marroquí era de piel más oscura, de pelo más
rizado y, como decía Olvido, parecía mucho más “moro” que el otro.
Tras averiguar que,
a pesar de su aspecto portentoso, estaban dispuestos a hacer lo que fuera por
España (en otras palabras que no querían volver a la miseria de sus países de
orígenes bajo ningún concepto), fueron estrechando el cerco para conseguir lo
que querían de los dos jóvenes árabes.
Una noche le
enviaron un mensaje a la cantina en el que le exigían que acudieran
urgentemente a las dependencias del general Francisco Marco.
Ambos reclutas,
ignorantes de los motivos por los que
realmente se les precisaba, acudieron a la casa cuartel donde la mujer de
confianza del matrimonio les hizo pasar a las dependencias de estos.
Abdelhak y Rachid
estaban muy nerviosos, llevaban pocos días en Ceuta, les había costado mucho
esfuerzo ser admitidos en el cuerpo de Tercios de Extranjeros y ser requeridos
por el general a aquellas horas de la noche no parecía una buena señal.
Siguiendo las
instrucciones de la anciana, fueron adentrándose por unos estrechos pasillos
donde la oscuridad reinante era rota únicamente por la tenue luz de dos quinqués de aceite que
colgaban de sus paredes.
Al fondo del
corredor se encontraron con una puerta, al abrirla lo que hallaron tras ella
los dejó boquiabiertos. En el centro de la habitación había un amplio camastro,
vestido con sábanas blancas de seda y sobre el que descansaba una mujer menuda,
delgada y bajita. Llevaba el pelo recogido en el moño característico de las
maestras de escuela de la época. Como único atuendo llevaba un antifaz negro, un collar de perlas que le
llegaba hasta el ombligo y, dejando
entrever su completa desnudez, una fina camisa de dormir beige.
Los dos jóvenes
árabes se miraron entre ellos, no sabían muy bien que significaba todo aquello,
pero, inevitablemente, la visión de la sensual mujer consiguió excitarlo de un
modo que ellos no supieron, ni pudieron reprimir.
Malaska los saludó
con una mano. Adoptó una pose de lo más lasciva, se comenzó a acariciar los
pechos y, con una voz de lo más sensual, se puso a recitar una retahíla que
parecía que trajera aprendida para la ocasión.
—Estoy tan sola por
las noches, sin dormir, sin soñar, sin vivir en mí. Soy un volcán que está en
erupción. Me arrastraré, suplicaré, hasta encontrar un hombre de verdad.
Los dos soldados
árabes, como hipnotizados por sus palabras, caminaron como sonámbulos hacia
ella. Cuando se quisieron dar cuenta, la mujer se abalanzó sobre ellos y, como
una gata en celo, comenzó a besarlos, a magrearlos… como si le fuera la vida en
ellos.
Aunque al principio
les costó entender que una mujer española se entregara a ellos sin tener que soltar billetes a cambio. Conforme el nabo se
les fue poniendo cada vez más duro, dejaron los perjuicios a un lado y se
entregaron por completo a disfrutar de la caliente mujer que los sobaba sin
descanso.
Sus manos, al
unísono, fueron acariciando las dos enormes trancas por encima del pantalón
militar. Tal como suponían estaban muy
bien armados y con el fusil más que preparado para la batalla que se
avecinaba.
Torpe y
tímidamente, las rudas manos de los dos robustos mercenarios se apoyaron sobre los
hombros de Malaska, y casi al unísono,
retiraron el tirante de su camisón y dejaron al desnudo sus pechos. Unos
segundos después, dos encallecidas manos los cubrían y los manoseaban
vigorosamente. La mujer del general,
quien desde el momento cero se encontraba muy mojada, no pudo reprimir su
primer orgasmo.
No habían pasado ni
cinco minutos y los dos árabes se habían desprendido de su ropa, mostrando para
regocijo de la mujer (y de su esposo que vigilaba en las sombras) dos cuerpos
tonificados y casi perfectos. Aunque lo que más agradó de ambos al extraño
matrimonio, fue los enormes apéndices que brotaban des sus pelvis, mirando al
techo y desafiando firmes a la fuerza de
la gravedad.
La atractiva mujer
del General se desprendió de la prenda que cubría su cuerpo, mostrando unos
pechos, una barriga y un vientre tan delicado como sensual. El ser tan pequeña
y tan simétrica, la dotaba de un aspecto juvenil que la hacía aún más deseable a los ojos de los dos sementales extranjeros.
Los fornidos
reclutas la rodearon con sus brazos y comenzaron a besarla, en las mejillas, en
el cuello, por los hombros, en los senos… Ella se agarró a las pértigas de sus
entrepiernas y comenzó a masturbarlos al mismo tiempo. Los quejidos de la
mujer, se mezclaban con las palabras que mascullaban los dos hombres en su lengua natal.
La fervorosa dama
pidió con un gesto a Abdelhak, el
marroquí, que se pusiera de píe sobre la cama. Mientras Rachid, el argelino,
devoraba sus pechos y pegaba mordisquitos en sus erectos pezones, Malaska cogió
el sable de su compañero y comenzó a limpiarlo con sus labios. En un primer
lugar introdujo la parte superior y la succionó como si fuera un caramelo.
Cuando le pareció se lo tragó entero hasta llegar a la empuñadura. Una bolsa
peluda en cuyo interior colgaban dos enormes bolas.
Rachid, al ver lo
bien que se lo pasaba su compañero, dejo de lamer sus pechos y se puso de píe
también. Acercó su pistola sexual a la cara de la mujer del General y la incitó
a que le hiciera lo mismo que a su amigo. La dama del antifaz, incapaz de
contenerse a probar el exquisito manjar que parecía ser el cañón del argelino,
se sacó la enorme arma viril del marroquí de la boca y la cambió por la del
otro hombre.
Francisco Marco
Baquerizo, en la habitación contigua, espiaba
a través de un hueco en un cuadro de la
pared. Al ver como la boca de Malaska daba buena cuenta alternativamente de los dos
palpitantes mástiles, sintió un poco de envidia. Así que decidió que era el
momento de ponerse el antifaz, transformarse en Currita la culona y salir a
disfrutar de los deliciosos falos de los nuevos reclutas.
Cuando salió de su
escondite, Abdelhak y Rachid se sobresaltaron un poco. A pesar de la máscara,
reconocieron en el hombre desnudo que
caminaba hacia ellos al general Francisco Marco Baquerizo y no pudieron evitar tener un ataque de pánico,
pues no solo era una figura de autoridad, sino que tenían asimilados los
preceptos de su religión, que castigaba
el adulterio con cien latigazos. Fue
tanto el terror que les invadió que sus sables encogieron como si quisieran
meterse en sus fustas. Sin embargo, parte
de ese miedo les abandonó en el momento que
su general, se acercó a ellos y les dijo con su característica voz de
pito:
—Hola, me llamo Currita
la culona y vengo a comprobar que todo está en orden.
Malaska, haciendo
uso de una voz impostada como si fuera una especie de teatrillo, se dirigió a Currita
y le dijo:
—¿A quién le
importa lo que yo haga? ¿A quién le importa lo que yo diga?
—Me importa a mí,
que soy tu mejor amiga. Así que ya me puedes ir contando que es lo que ha
pasado.
—La cama desierta,
la noche ideal, dos hombres apuestos y con ganas de amar. ¿Cómo has podido
hacerme esto a mí, yo que hubiera querido yacer con ellos hasta el fin?
Currita la culona
se fue a la cama y se tendió a su lado. Adoptó una pose de lo más frívola y le
respondió con cierto amaneramiento:
—Te hago estas
cosas porque eres una mala amiga. Una chica buena y comprensiva me hubiera llamado e invitado a la fiesta. No
tú no, tú eres una avariciosa y lo quieres todo para ti.
Malaska se queda
mirando a Currita con cara de pena, como si le hubiera dolido la pequeña
reprimenda que le ha soltado y le respondió con cierto acongojo en la voz.
—¿Dónde está
nuestro error sin solución? ¿Fuiste tú la culpable o lo fui yo? ¡Qué difícil es
pedir perdón! Ni tú, ni nadie puede cambiarme.
Dicho esto, se
abrazó a su marido. Este, tras calmar su sobreactuado llanto, adoptó una
postura tan solemne, como amanerada y le dijo:
—Bueno, Malaska
guapa, te perdono si compartes conmigo tus juguetes.
Abdelhak y Rachid
que habían observado impasibles la conversación entre la extraña pareja, cuando
escucharon eso, sintieron una puñalada en su hombría. Se miraron y, tras hacer
un gesto de resignación, se dejaron tocar en sus partes nobles por el
esperpéntico individuo, que no era otro que su general.
En un primer momento,
Abdelhak sintió un poco de repulsión cuando la boca del alto mando del
ejército lamía la parte superior de su
cañón. Sin embargo, cuando comprobó la maestría que su general poseía en limpiar aquella clase de tubos, no pudo
evitar excitarse. Cuando se tragó su fusil hasta la culata, ya se le olvidó que
era un hombre quien le proporcionaba placer.
Tras la limpieza de
armas, los soldados quisieron guardar sus armas en el fortín. Al principio, Currita,
quien nunca había hecho otra cosa que el sexo oral y lo único que se había
metido en su fortaleza trasera eran los dedos de Malaska y alguna que otra
verdura, pensó en sentarse en su butacón y masturbarse mientras los dos hombres
daban buena cuenta de su esposa.
Sin embargo, quizás
porque Abdelhak no quería enfrentarse a los posibles reproches silenciosos de su compañero por haber dado de mamar a su
superior. El marroquí, prácticamente
obligó a Rachid a que tuviera sexo con Currita. El general, lejos de negarse,
comenzó a limpiar el sable del argelino, mientras el otro recluta exploraba con
su mango la caliente cueva de su esposa.
El aparato sexual
del joven recluta era enorme, mucho mayor que el que se había comido momentos
antes. Apenas le cabía en la boca, pero
no por ello rehusó a tragárselo por completo.
—¿Cómo te llamas,
chaval?
—Rachid, mi
señor.
—¿Tienes novia o
esposa?
—No, mi señor.
—mmmm… Me gusta… ¡Una
grande y libre! —Dijo Currita relamiéndose los labios.
Sin decir esta boca
es mía, se puso de rodillas sobre la cama, sacó el pompis para fuera y le dijo
señalando para su culo:
—Soldado esto que
ves aquí es Tetuán, lo que tú tienes entre las piernas el ejército de
regulares. Te ordeno que tomes la ciudad.
El argelino miró a
su compañero, como buscando el beneplácito de este, pero este estaba tan
concentrado en cabalgar sobre Malaska que ni siquiera se dio cuenta. Por un
momento sopesó que si se negaba tendría que volver a la miseria de su pueblo.
Dado que la idea le gustaba menos que encular a aquel adefesio, hizo de tripas corazón y atravesó con su
ardiente lanza la retaguardia de Currita.
La punzada de
aquella enorme daga en su vientre, casi le hace gritar, por mucho que mordía la
almohada el dolor no se aplacaba, pero conforme
la batalla iba avanzando las puertas de la ciudad se fueron abriendo más
y dejaron pasar al enemigo a su interior. Un enemigo que entraba y salía de la
fortaleza con una facilidad pasmosa y, sobrepasada la frontera del dolor, lo
supo llevar a la Gloria en la tierra.
Aquella noche
Malaska y él intercambiaron aquellos amantes como nunca antes lo habían hecho.
Los dos muchachos, superados los prejuicios iniciales, demostraron ser dos
bombas sexuales. Dos bombas que aquella noche estallaron más de una vez y más
de dos.
Ni que decir tiene
que aquellos dos árabes se convirtieron en los favoritos. Unos favoritos que
siempre estaban dispuestos a satisfacer los deseos del General y su mujer.
Incluso llegaron a tener una frase clave para saber que esa noche tendrían que
ir a hacer maniobras con Malaska y Currita. Una frase que todo el mundo usaba y
que solamente en la boca de Francisco Marco Baquerizo tenía ese significado para Abdelhak y Rachid. La
frase no era otra que lo primero que se le vino a la cabeza a Currita cuando
supo que el enorme cañón del argelino sería solo para él: ¡Una grande y libre!
IX Seis hombres para Juana
El Fuerza Aérea uno
de España, es el mejor avión en el que los Guerreros del Tiempo han volado.
Cómodo, amplio, seguro… Aun así Juana no
se acostumbra a viajar en estas máquinas ideadas por el diablo, mira a sus
compañeros: Alonso y Francisco, y aunque ambos intentan disimular lo aterrados
que están, a ella, que los conoce tan bien, no se lo pueden ocultar.
Nunca se ha negado
a ninguna misión, está en deuda con los miembros del Monasterio por haberla
sacado del suplicio de Tordesillas y
considera que es su deber ayudarlos en todo aquello que precisen, máxime
cuando, en vez de repudiarla por su pecado, han demostrado ser compresivos con
ellas y dejarle usar las puertas con discreción para aliviar su mal. No obstante, esta misión es de las pocas que
realiza con gusto, pues si de algo se siente orgullosa es de la labor
unificadora que realizaron sus padres con los reinos de España. Algo que el
independentismo catalán quiere deshacer, según su opinión, por puro capricho.
Pese al interés que
despierta en ella su cometido, se siente muy incómoda por la compañía. El
presidente de España, su mujer y los monarcas del reino. Sabe que no puede
delatar quien realmente es, que salvo Burrear y sus guerreros, nadie sabe de su
abolengo, pero fingir que simplemente forma parte del pueblo llano es algo que aborrece. Algo que, para su
pesar, se ha convertido en algo que realiza demasiado frecuentemente.
José María Burrear
no le ha caído nada de bien desde el primer momento que lo vio, le parece un
plebeyo con aires de grandeza y que se cree una persona importante. Unas
ínfulas que resuman falsedad por los cuatro costados, pues basta simplemente rascar un poco en la superficie para comprobar que es un don
nadie falto de cualquier tipo de elegancia. Da igual lo mucho que se estire al
hablar y lo mucho que se pavonee en sus ademanes, carece de la clase de la
nobleza. En su época, como mucho, podría haber formado parte del clero.
Su mujer, Ana
Tetrabrik, no es que sea la distinción personificada. A diferencia de él, que
habla de manera ceremoniosa y, parafraseando a Belén, como si estuviera
encantado de conocerse; su esposa gesticula excesivamente al hablar. No sabe si por los peinados tan pasados de
moda que luce, por su indumentaria desfasada o por su imagen de mujer histriónica con estilo, pero Juana, al verla,
tiene la sensación de haber viajado a los años ochenta y que en cualquier
momento va a salir cantando el “Mamma mía” de Abba.
A diferencia de su
marido, de quien la hija de los Reyes Beatos piensa que es un conspirador nato,
Ana le parece muy simplona. Una persona con pocas luces que se esfuerza todo el
tiempo por parecer competente cuando no lo es. Son tan visibles sus complejos
que, ahora que está estudiando inglés, en un intento de deslumbrar a sus acompañantes, los Reyes de
España, en cada frase que dice mete una palabra en ese idioma. Lo que más le
choca de todo es que comience cada frase con un «¡Relaxing, relaxing!», que ni
tiene gracia, ni viene a cuento y resulta de lo más penoso.
En momentos como
este Juana recuerda una frase que le decía su padre: «Prefiero mil veces tratar
con un granuja que con un bobo, pues el granuja te preparas para sus artimañas
y puedes evitar que no te engañe, el bobo es mucho más peligroso, pues desconoces
por completo por donde te puede salir.»
La que mejor le cae
es Sofía, la consorte real, es de una de
las casas nobles de Normandía, por lo que el pueblo, al igual que pasó con ella
en su momento, la conoce mejor por su apodo: Sofía, la vikinga. Es una mujer
muy elegante, muy respetuosa y con un porte señorial que ya quisieran muchas
damas de su antigua corte. Ver que todavía algunos de los miembros de la
nobleza conservan su magnanimidad, le
hace conservar la esperanza en el género
humano.
Es consecuente con que
las mujeres de su clase en pocas ocasiones se casan por amor, que sus
matrimonios responden a estrategias políticas de sus progenitores, a los que
están obligados a obedecer. La única razón que ve para que sus padres
escogieran a un tipo tan vulgar como su marido, es la grandeza que aún conserva
el reino de España.
Juan Carlos Palote
es, con diferencia, quien le cae peor de los cuatro. No solo hace alarde de una
chabacanería impropia de alguien de su rango, sino que, como si fuera el bufón
de la corte, hace bromas constantemente intentando que la gente que le rodea se
ría de sus gracias. Si a eso se le suma el modo arrogante en que la ha
desnudado con la mirada nada más que la ha visto, como si se considerará un
semental irresistible, la repulsión que le ha terminado inspirando no ha podido ser mayor.
Por lo que ha
podido averiguar, al igual que su padre y su marido, el monarca español es muy
amigo de los líos de faldas. Si su
progenitor calmaba su inagotable vigor sexual con hijas de señores nobles o
damas de la corte, Juan Carlos es bastante menos exigente con el pedigrí de las
mujeres que se llevaba a la cama y, aunque se le conoce una aventura con una
princesa germana, también son secreto a voces sus romances con actrices,
cantantes… Hasta una artista de circo se encuentran entre sus “girlfriends”,
que es como él gusta de llamar a sus conquistas.
Sabe que no es
objetiva, que está muy resentida con la estirpe Bombónica, que las campañas
militares en Italia de su padre contra los franceses, aunque acabaron con la
conquista de Nápoles por parte de los ejércitos de su progenitor, fueron motivo de desavenencias en la corona
española. Una guerra contra un niño rey
que tenía como regente a un miembro de la casa noble de los Bombones, un ascendiente directo de quien
ostenta la corona que otrora fuera de la casa Trastámara de Castilla.
Un resentimiento
que podría haber quedado olvidado por el paso de los siglos, pero no para ella
para quien solo han pasado un par de décadas. Tiempo insuficiente para dejar enterrado
el odio que le había sido inculcado por su madre hacia todo lo referente al país galo. Solo
pensar que la corona de España está en manos de unos malditos gabachos y se le
revuelve el estómago. No obstante, como ha hecho con todos los sentimientos que
la ha ido contrariando desde su llegada a esta época, los ha dejado de lado y
se ha centrado por completo en su deber.
Junto a ellos
viajan también los verdaderos
guardaespaldas de la presidencia y de la monarquía. Seis hombres de lo más
fornidos y opuestos que, sin querer despiertan en ella la pasión de su dormido demonio interior y sus deseos más
pecaminosos.
Aunque hace un
enorme esfuerzo por no mirar a sus culos, sus brazos, sus pechos, sus entrepiernas….
La testosterona que resuman los seis individuos es como un canto de sirena para
sus pasiones ocultas y no puede evitar rendirse a sus encantos. Durante unos minutos no puede pensar en otra
cosa que no sea tener sexo con aquellos hombres, sin embargo, ve a Alonso Cipriano
cerca de ella y guarda sus deseos bajo cuatro puertas. «¿Qué llegaría a pensar
de ella si descubre su pecado?», se dice, dejando que el sentimiento de culpa
la reconcoma.
A partir de aquel
momento el viaje se le hace insoportable, únicamente consigue liberar su mente
de los influjos de la lujuria reconstruyendo en su mente la metódica
planificación de la misión. Una misión que se ha estudiado milimétricamente y que deben seguir exhaustivamente,
pues el más mínimo error puede hacer que fracasé.
Una vez en
Washington, ella y sus hombres se meten en el papel de escoltas de los
presidentes y, brevemente, las ansias por calmar los desmesurados apetitos de
su cuerpo disminuyen.
Tras el almuerzo,
los reyes, el presidente y su mujer, pasarían la tarde en las estancias
privadas de George Bull donde contarían con la protección del servicio
secreto americano, por lo que tendrían esas horas libres. Su
equipo y ella dedican más o menos una media hora a repasar minuciosamente todos los pasos a seguir para infiltrarse
en el departamento técnico del Hexágono esa noche y después
se va a su habitación a descansar.
La obsesiva
calentura por poseer el cuerpo de alguno de los seis escoltas se ha convertido
un estado perenne en ella, un estado que es incapaz de domar y que se subleva
ante su raciocinio. En el momento que los oye salir de sus habitaciones al
unísono, su fulgor interior aumenta desproporcionadamente.
Incapaz de domar su
curiosidad, se asoma por la mirilla de la puerta para ver a los guardaespaldas e
intentar averiguar a dónde se dirigen. Por su atuendo, ropa deportiva, supone
que los viriles contenedores de testosterona van a aprovechar su tiempo libre
para ir al gimnasio del hotel. Algo que no le extraña lo más mínimo, los musculosos individuos tienen pinta de ser
víctimas de la vigorexia.
Si con el traje les
parecían atractivos, con unos pequeños pantaloncitos y unas camisetas de
tirantas le parecen de lo más apetitoso. Es verlos pasar de uno en uno y sus
ganas por poseer alguno (o a varios) de aquellos fortachones individuos se
convierten en una obsesión mucho mayor.
Sin pensárselo
busca en su equipaje unos short, una camiseta y unas deportivas. Tras
cambiarse, se recoge el pelo en una coleta y se maquilla tenuemente. Se mira
vanidosamente al espejo y su aspecto recuerda al de una ingenua adolescente,
sin ocultar a la treintañera con ganas de juerga que lleva dentro. Consciente
con que su atuendo levantara pasiones, coge una toalla del baño y sale
apresurada de la habitación.
Mientras se
encamina hacia el gimnasio ignora que es observada a través de la mirilla de la
habitación contigua, donde se hospedan sus dos compañeros del Monasterio. Nada
más sus pasos se pierden al final del largo pasillo, la puerta se abre y sale
Francisco Marco Baquerizo, quien había
estado espiando con lascivia a todos y cada uno de los miembros del cuerpo de seguridad.
Intrigado ante el
inusual proceder de su jefa, decide guardar las distancias, para así poder
espiarla sin despertar sospechas.
Cuando llega al gimnasio,
se queda en la entrada y, a través de una puerta de cristal, vigila lo que
sucede en el interior sin ser visto.
Lo que sus ojos
contemplan no tiene nada de particular. El gimnasio está vacío, únicamente
Juana y los seis guardaespaldas son los que
están haciendo uso de sus instalaciones.
En un principio,
los hombres se miran extrañados al ver entrar a Juana, pero, tras saludarla
levemente, no le dan más importancia y se vuelcan en su estricto entrenamiento.
Francisco, quien hace
años que no prueba los placeres de la carne, pasea su mirada por los musculosos
machos y sin querer, recuerda los momentos vividos con Olvido, aquellos en que
sus otros yo, Malaska y Currita, tomaban las riendas. Inevitablemente, el pequeño pasajero de sus pantalones se pone
en posición de firme.
Durante el viaje en
avión, ha entablado conversación con todos y cada uno de ellos, se ha aprendido sus nombres, su
procedencia, si tenían novia o estaban casados… Todo aquello que le llevará a
buscar un resquicio de su aparente hombría, pero nada. Ninguno parece tener su
“debilidad” y tampoco aquí está en situaciones de exigirle a nadie que haga
algo en contra de su voluntad, como cuando era General en Ceuta y Melilla.
Sin embargo, no
muchas veces puede observar a unos tipos tan rudos como los que tiene a pocos
metros de él, como considera que mirar no es pecado, no tendrá que rendir cuentas al Altísimo y no será
necesario disfrazarse de Currita. Si es pillado por alguien, únicamente tendrá
que excusarse diciendo que estaba curioseando las instalaciones.
El gimnasio no es
demasiado grande, pero tiene las suficientes pesas y máquinas para hacer una
adecuada rutina de entrenamiento. Tiene un gran espejo que ocupa todo el
frontal y al fondo a la izquierda, junto a las duchas, se puede ver una pequeña
sauna finlandesa, donde pueden caber a lo sumo cinco o seis personas.
Donde primero se
clavan sus ojos es en José Luis un gaditano rubio, con una pequeña perilla y
tostado por el sol de su tierra. El tipo está
tendido en la máquina de press banca, dado que ha metido discos por más de cien kilos, precisa
la ayuda uno de sus compañeros: Ramón, un tío madrileño, alto, castaño y con
una cara de granuja que tiraba de espaldas. El otrora general cree que se le va
a salir el corazón por la boca al ver los pectorales del atractivo rubio hincharse
con cada repetición que realiza. Se pone tan cachondo que está tentado de sacar
a su otro yo: Currita la culona, pero sabe que poco o nada puede exigir a estos
hombres y decide esconder su lujuria en espera de tiempos mejores.
Frente a la inmensa
luna de cristal se han colocado Guillermo, un valenciano bajito y con la cabeza
rapada, quien, sentado en un banco, tonifica sus enormes bíceps con un
ejercicio de curl alterno.
Junto a él, de píe
y con la espalda ligeramente inclinada, se encuentra Juan José, un extremeño
delgado, pero muy musculado, quien castiga su cuerpo con un ejercicio de
elevaciones laterales de hombros.
En las máquinas de
piernas, concretamente en las de prensa, está Mariano, un catalán con cara de
bobalicón pero que tiene cierto atractivo. La imagen de su rostro contrayéndose
en una mueca de dolor cada vez que empuja para arriba, es lo que necesita
Francisco para imaginárselo completamente desnudo.
Sin embargo, a quien
no consigue encontrar es a su favorito: Iván, un sevillano bastante bruto, con
una cara de follador nato de las que
hacen época y que desde el primer momento consideró su única opción para tener
sexo. Algo que quedó descartado en cuanto el tipo sacó a coalición su tema
favorito: su mujer y su hija.
De todo el grupo, es quien menos pinta tiene de que le guste lo
de castigarse con las pesas, por eso a Francisco Marco no le extraña verlo
salir con una toalla envuelta alrededor de la cintura y meterse en la sauna.
«¡Cuánto daría por meterme con él y volver a transformarme en Currita la
culona!», piensa mientras reprime sus instintos primarios mordiéndose levemente
el labio inferior.
No obstante, ver
que su jefa hace algo parecido a lo que él tiene en mente, le deja bastante
sorprendido. Hasta el momento, Juana había estado entrenando con unas pequeñas mancuernas, con la única intención de
llamar la atención de las enormes
fábricas de androsterona que pululan en
el pequeño templo del culto al cuerpo. Tras observar como el atractivo sevillano se
mete en el pequeño habitáculo, deja las pesas en su estante y, haciendo alarde
de su señorial vanidad, dirige sus pasos hacia donde está Iván. Una vez llega allí, sin mostrar preocupación
alguna por si está siendo observada o no, abre la puerta y se mete dentro.
Francisco Marco,
para su pesar, está ciego a lo que sucede en el interior del baño turco. Si
poseyera la capacidad de ver a través de las paredes, sus ojos le mostrarían la
enorme sorpresa que se lleva Iván, quien, sobresaltado, se tapa sus partes nobles con la toalla al ver
entrar a Juana.
En un principio, la
mentalidad igualitaria del guardaespaldas no le lleva a suponer que los motivos
que hayan llevado a su colega a acompañarlo en la sauna sean de carácter sexual, aunque no le
cuadra mucho que lo haya hecho vestida con la ropa de entrenamiento. Tras
saludarlo tenuemente con la mano. Juana se sienta y deja la toalla a un lado. Se quita
las zapatillas, la camiseta, la falda y se queda en ropa interior, en un
improvisado striptease que empieza a rondar los muros de la provocación.
La visión de la
exuberante mujer en braguitas y sujetador hacen que el primer pensamiento
pecaminoso cruce por la mente de Iván. La chica está de muy buen ver, con lo
que su actitud, entre distante y
pecaminosa, no hace más que acrecentar sus ganas por poseerla.
Inevitablemente, bajo su toalla se comienza a levantar una tienda de campaña,
producto de la libidinosa historia que se ha construido en su imaginación.
Juana, consciente
de que su cuerpo despierta los deseos en el hombre que tiene frente a ella,
saca a pasear sus artes de seducción. Adoptando un aire de dejadez total, pone
derecha la espalda y se despereza levemente, tocándose levemente el cuello de
un modo sensual, para terminar acariciándose los parte superior de los pechos. Todo
de una manera sutil, abriendo levemente la puerta a la lascivia, pero sin
parecer una fresca ardua de sexo.
Disimuladamente
deja caer una de sus tirantas dejando uno de sus hombros al descubierto.
Levanta la mirada, ve el brillo de la lujuria en los negros ojos de su
acompañante y, como quien no quiere la cosa se desabrocha el sujetador, mostrando
sus turgentes senos de manera provocativa.
Iván no da crédito
a lo que le está sucediendo, es un hombre de principios conservadores y las
pocas ocasiones que ha sido infiel a su
mujer, ha sido previo pago. Nunca ha tenido una aventura extramatrimonial, por
lo que nunca ha considerado que pusiera los cuernos a su pareja. Aunque es de
la firme convicción de que no se deben tener líos sexuales en el trabajo, la
tipa que se está desnudando delante de él, es alguien eventual y seguramente
después de este viaje no se volverán a ver, con lo que será un si te vi no me
acuerdo en toda regla. Por lo que no dará lugar a conflictos laborales posteriores
y sí a un buen polvo, que es lo que se comienza a construir en su cabeza.
No quiere parecer
un loco apresurado y caer demasiado pronto en sus redes. Sin embargo, en el momento en que Juana se quita las diminutas
braguitas, se abre de piernas, dejando su sexo completamente a la vista, le
falta tiempo para arrodillarse ante ella y comenzar a devorar la deliciosa
ambrosía.
A pesar de que su
esposa no es una estrecha y mantienen una relación sexual más o menos abierta,
lo del sexo oral es algo que le deja practicar muy pocas veces. Consiguiendo
que esta variedad sexual tenga para Iván
el halo de lo prohibido, por lo que se esmera
todo lo que puede por disfrutar del momento y hacer que la mujer que tiene con él goce al
máximo.
Endurece la lengua
y la mete en la caliente gruta, como si tratara de un ariete la empuja,
adentrándola en el húmedo interior. Con los gemidos de placer de Juana como telón
de fondo, saca su apéndice vocal de la caliente cueva y comienza a lamerle la parte exterior del coño.
Sosegadamente, sube con sus labios por su pelvis, hasta
llegar al ombligo. De allí, dejando un rastro de saliva desde su abdomen hasta
su perineo, viaja hasta su culito. Una y
otra vez, como si fuera un rutinario itinerario.
En una de estos
paseos, se detiene en su clítoris para sorberlo, penetra con su lengua en el interior de la vulva y se deleita con el sabor de sus jugos.
Juana jadea, se
retuerce de placer y, con una voz que roza la súplica, le pide que le bese el
agujerito trasero.
En unos minutos han
pasado de ser dos completos desconocidos, a ser una especie de prolongación del
cuerpo del otro. Dos entes que buscan el gozo mutuo, en un simbiótico y placentero sexo oral.
Ignorante de lo que
ocurre en el interior, Francisco Marco Baquerizo sigue espiando a los fornidos
guardaespaldas, quienes, ante la inusual actuación de Juana, han dejado de
entrenar y cuchichean entre ellos. Incapaz de escuchar lo que murmuran, lo
único que puede hacer es especular sobre el tema de su conversación. Algo que,
por la forma de encoger los hombros, de sonreír maliciosamente y de tocarse los
genitales, es fácil deducir que la charla tiene un importante componente
sexual.
Tras envalentonarse
como machos alfas en manadas, respiran profundo, sacan pecho y se dirigen hacia la pequeña
caseta de madera. Una vez allí, Ramón, quien parece el más seguro del grupo,
abre la puerta y entra.
El joven general se
asoma todo lo que puede, pero desde donde está lo único que puede acertar a ver
es como los cuatro hombres restantes se meten en el interior de la pequeña
sauna.
De pronto, ve un
tragaluz de cristal en uno de los frontales del pequeño habitáculo. Una ventana
que le servirá para seguir practicando su morboso vicio: mirar como otros practican el
sexo.
Sigilosamente, se
interna en el gimnasio y se dirige hacia
el fondo del local. Está tan excitado como asustado. Nunca antes ha hecho nada
como aquello y no sabe cuál puede ser la reacción de aquellos hombres ante su
intromisión.
Con la cautela de
un cazador, se aproxima a la ventana. Está un poco alta para él, pero
empinándose un poco puede llegar a ver lo que sucede en el interior.
Tal como suponía
los seis individuos y Juana están inmersos en una bacanal. Pese a que no
sorprende mucho que la estirada de su
jefa sea tan puta, pues ya algo había leído de ella en los libros de historia,
lo que si le extraña es, que siendo tan religiosa como es, no use una máscara
para ocultar los pecados a su Dios, tal como hacían su esposa Olvido y él.
Los seis hombres
han formado una especie de coro de la patata alrededor de la hija de los reyes
Beatos y le ofrecen sus erectas pollas
como si fueran golosinas. Una a una, la boquita de Juana se va paseando por
ellas, como si fueran ricos manjares para degustar.
Una vez las ha
probado todas, se para delante del madrileño. Ramón es quien mejor herramienta
gasta y la Guerrera del Tiempo, quien no se ha podido sacar todavía la espinita
de su desencuentro en las Termopilas, está deseosa de quitar la mancha de esa
mora. Sin pensárselo un segundo, se mete el descomunal aparato en la boca,
mientras coge, tal como si fueran dos remos, las churras de los dos tipos de al
lado y comienza a masturbarlos.
Marco Baquerizo
está tan excitado con la visión de su jefa tragándose el enorme vergajo del
guardaespaldas que no oye que alguien se aproxima por detrás y no es consciente
de su presencia hasta que lo tiene al lado.
—¿Qué sucede,
general?
Cuando Francisco
oye la voz Don Cipote, no sabe que decir ni que hacer. Simplemente pone cara de
circunstancia y le invita a mirar por la claraboya.
Alfonso se asoma y
lo que ve no le puede dejar más absorto. La dueña de su corazón tiene un hombre
practicándole un cunnilingus, mientras ella se traga una verga hasta la base, masturba
a otros dos tipos, mientras otros dos le pellizcan las tetas. Una escena que lo
vuelve a romper por dentro y, como sucediera antes de ser rescatados por el
personal del Monasterio, la locura parece volver a dominarlo por completo.
Sin decir una palabra,
abandona el gimnasio con el paso calmado y cabizbajo, como si estuviera
recogiendo los pedazos de su destrozado corazón.
X 24 horas para una misión imposible
16:00
Don Cipote de la
Mancha agarra el bote de pastillas como si fuera un salvavidas, saca un par de
capsulas de su interior y se las traga. Mientras pega un buche de agua, no deja
de pensar en la mala idea que ha sido seguir a
su compañero de habitación. La verdad es que, pese a los muchos trabajos
que han realizado para el Monasterio, no ha conseguido ganarse su confianza y
recela un poco de él. Como sabe lo importante que es esta misión para Juana,
cuando lo vio salir tan sigilosamente del cuarto, pensó que podía estar
tramando una traición. Cuál ha sido su sorpresa cuando ha visto lo que
realmente sucedía.
Conocía de la
locura de Juana, de su apetito desproporcionado por la carne, pero creía que,
al igual que había sucedido con él, los médicos del Monasterio habían
conseguido mitigar su enfermedad. El desengaño que siente al ver a la mujer de
la que está enamorado, poseída por la misma perversa pasión que su Dulcinea, le
produce tanto dolor que casi llega a tocar la demencia con los dedos.
Para evitar caer en
los brazos de la sinrazón, ha acudido a su medicación. Aunque al principio se negó
a tomar los fármacos, se han convertido en el placebo para sus ataques de
locura. No tarda en notar el efecto de la venlafaxina y del mismo modo que los
problemas atenazaron su mente, dejan de hacerlo. Cierra los ojos y los deja
marchar por donde vinieron.
17:15
Una ducha caliente
y cantidades ingentes de jabón solo consiguen limpiar su cuerpo, nota como su alma sigue estando manchada por los depravados actos que acaba de
realizar.
Siempre es la misma
historia, ella sucumbe a los placeres de la carne, aplaca el demonio que la
devora por dentro y después la culpa la reconcome. Debería estar acostumbrada,
pero no es así. Hoy, a diferencia de otras ocasiones, quizás porque cada vez se
sienta más unida a él, no puede evitar pensar en que está traicionando a Don
Cipote. Algo absurdo porque es de la
opinión que nada obliga a una reina con un vasallo. «Quizás esta época me esté
cambiando más de lo que me gustaría.», piensa mientras se termina de secar.
La saca de su
ensimismamiento el sonido del timbre de su TimePhone, una invención de los técnicos
del Monasterio que sirve para
comunicarse con los Guerreros del Tiempo en otras épocas. El utensilio de la época elegido para
camuflar el dispositivo es un teléfono Motorola RAZR V3.
—¿Dígame, Sr
Director?
—¿Cómo va la cosa,
Majestad? ¿Cómo se están comportando los mendas de Burrear y Juan Carlos Palote
con tu equipo?
—Bien, mejor de lo
esperado. En cuanto a nuestro cometido en esta época, todo está saliendo según lo previsto, solo me
queda saber si los dos agentes del CINE han conseguido dejar el material de
camuflaje en el escondite convenido.
—Pues para eso te
llamaba. Morta008 y FileM23, los hombres que mandamos para que se infiltrara en
el Hexágono, han realizado sus tareas sin problema alguno. Con lo que, superada
esa etapa, ya lo uniquito que resta es
vuestra parte del trabajo.
—Un trabajo que no es nada fácil: internarse en las
instalaciones tecnológicas de la mayor fortificación militar del mundo,
suplantando a tres de sus mayores científicos.
—Piensa que del
éxito de vuestra misión depende la grandeza de España.
—Ya lo sé, por eso
estoy tan preocupada.
—Pues no te
preocupes que usted puede majestad, sepa que cuenta con el apoyo de todos
los españoles de bien…. Bueno, corto que
esta conferencia me tiene que estar costando un huevo y la yema del otro. Hasta
luego y mucha suerte en la misión.
18:30
La conversación que
los Guerreros del tiempo mantienen con José María Burrear es muy escueta, pero
no por ello menos efectiva. Sabe que una
vez crucen el rio Potomac, comenzará la cuenta atrás para conseguir los planos
de la máquina para viajar al futuro. Cualquier acción que realicen debe estar
dentro de los parámetros previstos y nada se debe salir de los planes establecidos.
La misión
diplomática en la que está inmerso, es
una falacia que el alto mandatario español ha montado para que los tres
viajeros del futuro puedan fotografiar los planos de un prototipo que los
norteamericanos están ultimando en las instalaciones del Hexagono. Ni su mujer,
Ana Tetrabrik, ni los monarcas de España, Juan Carlos Palote y Sofía de
Normandía, conocen el verdadero motivo de su viaje. Les ha contado la misma
patraña que a George Bull, así que todos creen que el objetivo de su viaje es
asesorarse para una posible futura guerra en la Isla del Perejil. Todo lo
relacionado con el Monasterio del Tiempo es alto secreto y aunque el Rey de
España conoce de su existencia, Burrear, fiel a su lema de que el conocimiento
es poder, ha decidido no compartir esta
información con él y le ha mentido del mismo modo que al resto.
Como buen
observador que es, ha notado que ha desaparecido la complicidad que había surgido
entre sus escoltas y los Guerreros del Tiempo. Dado que gusta de las
explicaciones fáciles, considera que puede ser debido a los nervios de los hombres del
Monasterio por la tarea que tienen que emprender. Su mente no es tan brillante
y sagaz como para llegar a deducir la verdad. El muro de frialdad que se ha
levantado entre los escoltas auténticos y los falsos, ha sido motivado por una
orgia entre Juana y los seis hombres del servicio secreto españoles. Algo que
está propiciando que tanto la hija de los reyes Beatos, como sus subordinados
estén menos centrado en la misión de lo que debiera.
Su reina porque los
problemas de consciencia la acosan, Don Cipote porque se siente traicionado por
la dueña de su corazón y Francisco Marco porque la envidia lo corroe por
dentro. Sea como sea, ninguno está pensando en el cometido que los ha llevado
allí. Algo que puede tener nefastas consecuencias para el futuro de España.
19:15
George Bull nada
más llega al Condado de Arlington, le pide a su asesor personal que se ponga en
contacto con James Heller, el secretario de Defensa. Su comitiva
tardará todavía en llegar unos veinte minutos al Hexágono, pero necesita que
todo esté a punto para sus invitados españoles.
De acuerdo al
protocolo, Burrear y compañía solo van a acceder a una parte del complejo
militar, pues un tercio de sus instalaciones son alto secreto, por lo que los
conocimientos y tácticas que van a compartir con ellos no tienen nada de
últimos avances, sino que van camino de convertirse en obsoletos.
Frank Underwood, el
hombre de máxima confianza del presidente, llama por la línea privada de
seguridad a su homónimo en el Departamento de Defensa, para comunicarle su
posición. La respuesta de este lo deja completamente desconcertado, tras escuchar durante dos largos minutos lo
que le tiene que decir su interlocutor, se limita a colgar el teléfono musitando un
“Ahora te vuelvo a llamar”.
—¿Qué ocurre?
—Pregunta Bull a su subordinado, extrañado ante la cara de preocupación de este.
—Nos encontramos
inmersos en una operación “24 horas”
—¿Desde cuándo?
—Desde hace media
hora aproximadamente.
—¿Qué podemos
hacer?
—Seguir con lo
previsto, reconocer que estamos en peligro sería un síntoma de debilidad y
además, sabemos que Yak Vagüer siempre consigue frenar las amenazas a la que se
enfrenta.
—Sí, tiene mi
confianza plena, cuando era senador y candidato
a la presidencia me salvó de morir en un atentado terrorista.
—Y salvó a los
Ángeles de una bomba atómica al año siguiente.
—Lo peor fue la
amenaza del neumoviris del año pasado. ¿Qué es lo que toca ahora?
—Algo muy gordo.
Quien ha contestado el teléfono ha sido Ryan Chappel.
—¿Y eso? ¿Dónde
está James Heller?
—Ha sido
secuestrado junto con su hija, pretenden ajusticiarlos y emitir su asesinato en
directo por todas las televisiones. Esa es la nueva amenaza a la que se enfrenta Yak Vagüer.
20:00
Su nombre es
Vagüer, Yak Vagüer. Se puede decir que nunca ha tenido suerte con las mujeres. Aunque
se casó muy joven y con el amor de su
vida, Tieri. Una fuerte adicción a un trabajo que absorbía más tiempo del
deseado y un matrimonio por cuyas grietas se coló el aburrimiento y la rutina,
fueron la excusa que se buscó para tener una aventura extramatrimonial con una
su compañera de trabajo, Ninna. Una tipa
que resultó ser una mercenaria de lo más peligrosa y que acabó con la vida de
su esposa.
Después de dos temporadas sin tener una relación
seria, ha empezado a intimar con la hija de su jefe, el secretario de defensa.
Hoy, ella y su padre han sido atrapados por una cedula terrorista que amenaza
con ajusticiarlos. No se quiere sentir gafe, pero está claro que a mujer que se
acerca, mujer a la que pone en peligro de muerte.
Sabe que con el
aparato neurotemporal que tiene insertado en la base del cráneo puede viajar a
través de veinticuatro horas y, como si estuviera en la película de los noventa “El día de la
marmota”, solucionar los problemas de la mejor manera posible. Sin embargo,
también tiene claro que no es completamente infalible. Debe escoger entre un
montón de probabilidades temporales la más acertada, por eso no siempre puede
evitar la muerte de inocentes, por eso no pudo detener el asesinato de su
mujer… Quizás por eso no pueda impedir que hoy maten a Audrey y a su padre.
Como siempre que se
encuentra en una operación de este tipo, ha pedido el apoyo de la WUAT para
rescatar al secretario Heller y a su hija. Ayuda que le ha sido negada por la
actual directora de la unidad, Erin Driscoll, por lo que en esta misión está
actuando como un lobo solitario.
Gracias a su
capacidad de moverse adelante y atrás en el tiempo ha conseguido descubrir la
guarida donde tienen apresado al secretario de defensa, un almacén de comida
para el ganado en las afueras de la metrópolis de Washington. El lugar idóneo
para esconderse: a la vista de todos. Desde esta nave industrial los
terroristas tienen previsto transmitir, y a través de todos los canales de
televisión del mundo, el juicio del padre de Audrey en directo.
Es la quinta vez
que se adentra en la nave, la primera no consiguió pasar de la puerta, la
segunda fue descubierto por los vigías que estaban confinado en el techo, la
tercera por un par de tipos que le pegaron una paliza en la antesala donde se
preparaba el rodaje del ajusticiamiento y la cuarta no pudo rescatar a Audrey
quien murió bajo las ráfagas de un fusil de asalto ruso.
En esta ocasión, ha
conseguido salvar a su chica. Le ha pedido que abandone el recinto y que se
dirija hacia las colinas, donde tiene aparcado su todoterreno. Le ha dado
instrucciones que una vez allí, se ponga en contacto con Frank Underwood, el
asesor de Bull, para que ordene a la WUAT que le envíen refuerzos.
Se supone que en
este intento nada puede salir mal, son solo cuatro los hombres que vigilan a
Heller. Cuatro confiados individuos que
están convencidos que nada los puede amenazar,
por lo que están centrados en la preparación del juicio. Un juicio que es una
simple pantomima, pues el veredicto está decidido de antemano.
Todos ellos
esconden sus facciones bajo un pasamontañas. El líder blande amenazante un
enorme machete delante del rostro de Heller, mientras profiere un montón de
insultos en un americano bañado en la dicción árabe. Los otros tres se pasean a
su alrededor portando un AK-47. Un solo
hombre sin la ventaja de la sorpresa poco o nada podría hacer contra ellos, por
lo que sabe que debe hacer uso de lo aprendido en los anteriores intentos y conseguir
que las probabilidades jueguen a su favor esta vez.
Avanza
sigilosamente, escondiéndose entre los fardos de comida, cuando lo considera
oportuno sale de entre las sombras y vacía el cargador de su M16A4 sobre los
terroristas. Un repiquetear de fuego llena el aire durante unos intensos
segundos. El líder cae con el pecho agujereado por seis disparos por los que
brota la sangre a borbotones, dos de ellos no consiguen ni pulsar la palanca de
su arma y caen víctimas de las intensas ráfagas. Sin embargo, el cuarto, en vez
de dispararle a él, como era previsible. No se defiende y descarga la munición
de su fusil de asalto contra la cabeza de su prisionero, que estalla como una
sandía, desperdigando sus sesos por las
paredes y mobiliario del improvisado estudio.
Tras concluir que en su próximo intento deberá eliminar a
este individuo el primero, se toca el aparato que tiene insertado en la base del cráneo para que lo
envíe al momento en que deja a Audrey en el exterior del almacén y así poder
crear una nueva paradoja temporal en la que su suegro no muera.
Para su sorpresa,
el dispositivo neurotemporal, en vez de enviarlo a donde sus pensamientos le
han ordenado, lo lleva al momento en el que aparca el cuatro por cuatro en la
colina cercana al refugio de los terroristas. Vuelve a pulsarse el botón y a
dibujar en su mente el momento exacto en el que quiere estar, pero no sucede
nada. Por lo que entiende que algo sucede con el artefacto temporal, pues no
está funcionando debidamente.
Ya en otra ocasión tuvo
este tipo de avería en el aparato y tuvo
que trasladarse al Hexágono para que la doctora Temperance Wells, inventora y
diseñadora del artilugio temporal, le efectuara las debidas reparaciones. Con
cierto fastidio, arranca el coche y conduce en dirección al Complejo del
Ministerio de Defensa, en busca de la solución a su problema.
20:30
Francisco Marco
Baquerizo consigue dar con la bolsa que la han dejado oculta los agentes del CINE
en uno de los conductos para el aire de los servicios de caballeros de la
quinta planta del Hexágono. Tras comprobar que no es observado por nadie y que
las cámaras están emitiendo la señal que le facilita el dispositivo de
camuflaje que le facilitó el departamento técnico, se mete en uno de los cuartos privados.
Mientras espera que su compañero, Alonso Cipriano, aparezca, mira en el interior
de esta por si falta algo y puede comprobar que está todo: dos mascaras de
látex ultrarrealistas de los científicos a los que deben suplantar, dos juegos de guantes del mismo material con las
huellas de estos, unas lentillas especiales con una copia exacta de sus iris,
sus batas de trabajo, calzado adecuado y sus placas identificativas.
Se supone que Juana
ha debido recoger el mismo contenido en el servicio de señoras, si no fuera así,
ya lo habría llamado. Por lo que deduce que todo va según lo previsto… Bueno,
todo no. Don Cipote debería haber llegado ya. Ya han pasado los minutos que se dieron de
cortesía para no levantar sospechas al salir todos juntos para el baño y
todavía no da señales de vida.
La segunda vez que
mira el reloj, el manchego entra por la puerta:
—¿Qué te ha pasado?
—Nada que me he
metido en otros servicios de caballeros. No sabía que hubiera dos en la misma
planta.
—Eso es que esta
gente, cuando construyeron el edificio pusieron uno para los blancos y otro
para los negros. ¡Ordenaditos que eran!
—Bueno… ¿Está todo?
—Sí, ya lo he
comprobado. Estos son los componentes de tu disfraz y esto son los míos.
¡Metámonos en uno de los cuartos a cambiarnos antes de que aparezca alguien y
nos descubra!
20:50
Cuando los
ingenieros del departamento técnico de estrategias del Monasterio del Tiempo
tuvieron que seleccionar tres científicos para suplantarlos con los miembros
del equipo de Juana estuvieron de suerte porque, según sus fuentes, la
encargada del proyecto de viaje temporal, Temperance Wells, era de fisonomía
muy parecida a la de la hija de los Reyes Beatos.
Buscar un miembro
del equipo de cerebros del Hexágono a quien pudiera sustituir Francisco Marco
Baquerizo, fue un poco más complicado pero lo hallaron: Albert Asimov, un
doctor en robótica con una estatura y apariencia similar a la suya.
Donde realmente
tuvieron trabajo fue para buscar un individuo de metro ochenta y de complexión
atlética entre el personal técnico del Departamento de Defensa. Ninguno de los
doctores del complejo cumplía este requisito, solamente un informático llamado Bill Bigdoors del departamento de
Nuevas tecnologías reunía esas características físicas.
Una vez localizaron
a los individuos, tres escuadrones de Guerreros del tiempo viajaron al 2004 y
secuestraron a los tres empleados del Hexagono. Para no levantar sospechas, una
vez tengan noticias de que la misión de “España mucha España y muy España” ha
concluido con éxito. Pedirán un rescate por ellos, haciéndose pasar por
terroristas. Después cometerán un “descuido” y los científicos podrán escaparse
de los zulos donde los tienen confinados. Un plan programado al milímetro y que
va funcionando según lo estipulado.
El experto en
robótica del Hexágono tiene nivel uno, por lo que Francisco Marco puede acceder sin problema a las instalaciones donde se guardan los
planos del dispositivo que deben fotografiar.
No es así Don
Cipote, quien tiene que ir acompañado de Juana, para poder acceder a las
instalaciones. Algo para lo que la Guerrera del Tiempo se tiene que inventar
una excusa de lo más recurrible y a la que ninguno de los vigilantes de las
distintas entradas ponen pegas: Tiene un problema informático que Bill Bigdoors
le tiene que solucionar.
21:00:00
Yak Bagüer tras
pasar los controles establecidos ha conseguido acceder al departamento de Desplazamiento
Temporal que dirige su amiga la doctora Wells. Cuando abre la puerta y
encuentra a dos hombres junto con la doctora y uno de ellos fotografiando los
planos de sus prototipos de la máquina del tiempo, se encienden sus alarmas. En
el momento que Temperance levanta la mirada y la sorpresa se pinta en su rostro,
sabe que son unos impostores.
21:00:10
A Francisco Marco
le queda solo una foto que hacer de los planos del prototipo americano, cuando
ve entrar a un atractivo cuarentón. El tipo tiene un buen físico y por su porte
marcial, piensa que es agente de la ley o algo parecido. Sin querer, el terror
se pinta en su rostro y los nervios le gastan una mala pasada por lo que la
última foto le sale un poco desenfocada.
21:00:30
Las técnicas de
combate de Don Cipote no son tan modernas y sofisticadas como las del agente
norteamericano. Pero aun así impide que el recién llegado saque su arma y los
apunte. A pesar de su destreza en la lucha cuerpo a cuerpo, no consigue
someterlo y lo que comienza como una breve reyerta, va camino de convertirse en
una pequeña batalla campal que terminará llamando la atención de los guardias.
21:00:50
Juana tiene apenas
unos segundos para solucionar la rocambolesca situación en la que están metido.
Cualquiera con un CI intelectual menor que el de ella, sería incapaz de
afrontar con rapidez un problema de tal
envergadura. No obstante, está acostumbrada a pensar bajo presión y lo hace de
un modo efectivo.
Está tentada de
ordenar a sus Guerreros que pulsen el botón del pánico para escapar de allí,
pero sopesa la posibilidad de que se descubra su participación en el robo y
desencadenen un conflicto internacional de nefastas consecuencias.
Sabe que no pueden
vencer al recién llegado y que pronto entraran agentes de vigilancia para ver
qué sucede. Probabilidad que también dará como resultado el término de las
buenas relaciones de España con los EEUU.
La única solución que
le parece viable es crear una nueva corriente temporal, para ello deberán
secuestrar a alguien de esta época y llevárselo a la suya. Sin pensárselo ni un
segundo, le pide a sus subordinados que rodeen a Yak Vagüer, se dan las manos
formando un círculo para después pulsar el botón del pánico los tres al
unísono. Segundos más tardes los tres guerreros y el velocista del tiempo son
trasladados del 2004 a los pasadizos de
entrada de la puerta por la que se adentraron en esa época.
21:05
En la nueva paradoja
temporal que han creado, los guardias del Hexágono cuando llegan al laboratorio
de la doctora Wells, no encontraran ninguna explicación a la desaparición de
los tres científicos y del agente de la WUAT. Un enigma que se quedaran sin
conocer porque ese mismo día los terroristas de Medio Oriente, sin el agente
Vagüer para hacer fracasar sus planes, tomaran el control de todas las
Centrales Nucleares de Estados Unidos y devastaran todo el territorio
norteamericano.
EPÍLOGO
2017 Despacho de
Bertín Gonzalez Byass
—… pues sí Presi, la
misión “España mucha España y muy España” ha sido un éxito, ya tenemos los
planos de la máquina del tiempo… Llevan una semana en nuestro poder, pero no he
querido decirle nada hasta que supiéramos que estos eran viables…—Hace una
pausa y el Director del Monasterio escucha a su interlocutor durante unos
minutos. Espacio de tiempo que aprovecha para dedicarles una mirada de cortesía
al escuadrón de Guerreros de Juana, que esperan, casi en una posición marcial,
de pie frente a él a que termine de hablar —. No, no haga nada especial y
espere a que nosotros solucionemos el problema. Yo si estuviera en su pellejo,
seguiría como hasta ahora: argumentando que es una
ilegalidad y apelando a la unidad de España. Más es complicarse la vida con
gilipolleces. En cuanto al otro tema que
tengo pendiente con usted lo llamo la semana que viene y ya acordamos algo. Lo
dejo que sé que está muy liado. Salude a su mujer y a Jorge de mi parte.
Tras colgar el
teléfono, Bertín se pone derecho sobre el respaldo de su sillón y se dirige a
los dos hombres y la mujer que aguardan que terminara su conversación.
—Hola a los tres,
antes de nada, mi más sincera enhorabuena. El departamento técnico ha podido
descifrar los planos. La foto desenfocada ha dado muchos problemas, pero los
ingenieros creen que han conseguido resolver el problema. Ya solo queda esperar
que tenga montada la máquina y probar si funciona.
—¿Quién se va
encargar de hacer las pruebas? —Pregunta Juana con cierta altanería.
—Pues seguramente
las personas que designe Victoria Friego que ha sido la que ha promovido todo
el tema. Ustedes seguirán como hasta ahora, viajando al pasado para arreglar
los posibles entuertos —Bertín hace una pausa, busca en el cajón un expediente,
lo abre y leyéndolo de reojo se vuelve a dirigir a ellos —. El motivo de mi
llamada es otro… Por lo que he leído en el informe, sé que la única solución
fue traer al Yak Vagüer ese a nuestra época, pero no deja de ser un problema.
No lo podemos enviar de nuevo a su tiempo porque se armaría la marimorena, no
lo podemos tener con el resto de presos de los viajes temporales porque es un
agente del orden y duraría menos que un dulce en la puerta de un colegio… ¿Qué
solución veis?
—Yo creo que se
podría unir a nuestro escuadrón —Responde Francisco Marco, quien desde que vio
al americano se quedó prendado de él —,
he ido a su celda a conversar con él y me parece un tipo bastante interesante:
valiente, con grandes valores, disciplinado… Creo que puede aportar muchas
cosas a nuestro equipo.
—Sabe usted,
Excelentísimo, que no es mala idea. ¿Qué piensas Juana?
—Me parece bien. Si
nuestros técnicos consiguen reparar el dispositivo que lleva al cuello y que le
permite viajar a través de veinticuatro horas, creo que podría ser un efectivo
importante para mi escuadrón. Porque pasaríamos a ser cuatro ahora, ¿no?
—Sí, no sería
problema. Siempre los escuadrones han
sido grupo de tres, pero dada vuestra efectividad no me importaría hacer una
excepción —Pone las manos sobre la mesa con intención de levantarse y dice con
cierta condescendía —Bueno, sí no tenéis nada más que decirme, muchas gracias por todo y ya podéis
largaros que tengo una reunión con “La
liga por la Unidad de España” para ultimar algunas cosas.
Los tres Guerreros
del Tiempo se despiden de su jefe y tras charla un poco con Gracita, su
secretaría, abandonan las oficinas.
Nunca han tenido
mucha confianza entre ellos, pero desde la última misión en la que los dos
subalternos de lalocaercoño descubrieron
lo perversa que puede llegar a ser su jefa, las conversaciones entre el trío de
desplazados temporales se han limitado
al trabajo y a simples frases de cortesía.
Mientras bajan en
el ascensor que los llevará a sus dependencias, los pensamientos de los tres
compañeros de batalla están centrados en sus propias guerras.
Juana está sopesando
contarle su secreto a Alonso Cipriano, cada día está más enamorada de él y
siente que lo está traicionando ocultándole su pecado.
Don Cipote, a pesar
de lo que vio, no puede dejar de sentir afecto por su jefa. Le gustaría tener
una solución para su problema, pero si los médicos del Monasterio no han podido
hacerlo, cree que poco podrá hacer él. Lo que sí sabe es que no le dará de lado
y que contará con su apoyo en todo lo que precise. Si hay una mujer en el mundo
que merezca su ayuda es ella.
Francisco Marco
Baquerizo es un poco más frívolo y está ideando como coincidir en las duchas
con el novato. Está deseando averiguar si los hombres del ejército americano
son tan liberales como los de las películas para adultos que él ve.
Mientras sí o
mientras no. Ha conseguido sobornar al vigilante de la puerta 4870, una que
lleva al año 1970, concretamente al distrito de Castro en San Francisco. Si la
cosa allí es tal como ha leído, esta
noche Currita la culona se va a poner las botas.
Más tarde, en sus
dependencias, mientras se maquea para lo que va a ser su gran noche en mucho
tiempo, escucha música de la época para ir ambientándose. Una música con la que
se siente tan identificado que no puede parar de mover las caderas y el culo al
compás de esta.
♫♫ Young Man
- Are you listening to me?
I said, Young Man,
What do you wanna' be?
I said, Young Man
You can make real your dreams,
But you've got to know this one thing ♫♫
FIN