martes, 2 de febrero de 2010

Contacto humano


Dark Silver presenta su historia del ejercicio: La importancia del calor y los sentimientos más allá de la realidad.




"Volver a la naturaleza

sería su mayor riqueza

allí podrían amarse libremente

y no hay ningún zoológico de gente."

Chico Novarro, "Carta de un león a otro".

"El contacto humano está "limitado"--por no decir terminantemente prohibido—entre los pacientes del hospital psiquiátrico San Juan de Dios de Madrid. Esta prohibición se refiere tanto al simple hecho de "tocar" como a todo lo que implica expresar una emoción de manera física hacia otro: aproximarse, acariciar, abrazar... ni qué decir tiene que también abarca las agresiones cuerpo a cuerpo, cosa esta última que en el hospital no es tan extraña de encontrar. Y es que pacientes con patologías muy distintas conviven mezclados en un variopinto pabellón "sin ley"--sin orden-- parecido a un zoológico pero sin jaulas ni barrotes visibles. Humanos neuróticos aún razonables cruzan miradas con otros que, en lugar de verles a ellos, están contemplando la estampa de la Virgen María a o al Monstruo del Lago Ness. Personalidades esquizoides presuntamente cuerdas tienen que esquivar los arranques desinhibidos de auténticos psicópatas-- es decir, de aquellos cuya alma padece ("psico-pathos", padecimiento de la psique) de manera irreversible, y que ya perdieron el contacto con la realidad desde hace mucho tiempo.

Aquellos que son doctos en la materia entienden que en el hospital hay que acabar con lacra del afecto patológico. Por eso flota en el aire un tufillo a ausencia, a despersonalización, a cárcel. La falta de libertad es el precio que se paga por la mala organización. Las paredes rezuman la fragancia del desinfectante, aséptico, y de la distancia—también aséptica—para prevenir males mayores. La culpa se mueve silenciosa por los pasillos, convirtiendo a las mentes aún capaces en cautivas y taradas: no son "normales", por eso no pueden tocar, tocar es algo pernicioso viniendo de ellas. Sus manos están sucias y contaminadas de enfermedad. El hospital es un infierno blanco contrario a los sentidos y a los sentimientos.

Les cuento todo esto para que comprendan por qué yo mismo vulneré la barrera invisible, por qué traspasé el límite en compañía de Estrella.

Estrella ya estaba en la institución cuando yo ingresé con mi correspondiente diagnóstico, el cual conozco : "Paranoia". Sé mi etiqueta porque no en vano he ejercido como médico y he pertenecido a un conocido equipo de internistas de la comunidad de Madrid, es el mínimo derecho que tengo: saber la razón por la cual estoy aquí. No soy psiquiatra pero sé lo que significa mi supuesto trastorno, cómo cursa, en qué consiste y las consecuencias si no se trata. Lo que ocurre es que, aunque suene a cantinela y a tópico, yo no estoy loco.

Un paranoico es, en lenguaje de a pie, alguien que parece normal hasta que se roza su delirio. El delirio del paranoico consiste en una serie de ideas sin sentido que afectan al desarrollo normal de su vida: algo como que uno piense en unos extraterrestres que le observan en según qué circunstancia, o en que su propio brazo es de otro y tiene que cortárselo. El paranoico está en contacto con la realidad salvo en lo referente a su delirio: ése es el "punto de desconexión".

Mi "delirio", por decirlo así, es algo real. Que mi médico no lo perciba no quiere decir que el objeto de mi "delirio"--yo más bien diría "pasión", "emoción"...--no exista.

Estrella lo sabe y a ella le ocurre lo mismo. Ella también percibe "cosas" que para el resto no son reales. Y dime tú, que lees estas letras, quien quiera que seas: ¿quiénes son ellos para juzgar? Se trata de un juicio subjetivo sobre algo que no pueden demostrar, de manera que no es un "juicio clínico" sino de otra índole, y por causa de esa falta de fe estamos, Estrella y yo—también otros-- aquí retenidos.

Por eso esta noche terminaremos con esto. Por eso ayer nos saltamos la norma de la distancia e hicimos el amor en el santuario de su habitación. Por eso dentro de pocas horas saltaremos al vacío de la mano, metafóricamente hablando o no, y cruzaremos la barrera rumbo hacia la selva, allí donde podremos amarnos libremente..."

El doctor Pies sacudió la cabeza y dejó de leer en aquel momento para carraspear brevemente.

El ruido del motor del coche de la funeraria que se alejaba hizo que el residente más próximo a la ventana levantara una ceja, sin atreverse a inclinarse para mirar a través del cristal.

Aquel coche portaba los restos mortales de Claudio, cuyo cuerpo habían tenido que retirar de la calzada después de haberse arrojado él desde la azotea del edificio—aún nadie podía saber cómo demonios había llegado hasta allí-- venciéndole su enfermedad de modo definitivo en la batalla por la vida y la "curación".

Claudio, el hombre que hacía tres años había asesinado a su mujer—llamada Estrella-- creyó construir un puente hacia la eternidad aún de su mano... pero no hubo eternidad, sino muerte. No hubo ya amor sino vacío tras una explicación que no existía. Aunque esto era algo en lo que el Doctor Pies, quien leía aquella extraña carta que Claudio dejó, no pensaba. La cabeza del Doctor andaba por otros derroteros, como quién era el/la responsable de que Claudio hubiera eludido la seguridad del centro, se hubiera masturbado en una habitación vacía y en un último arranque de irrealidad se hubiera lanzado "al vacío" desde la azotea. A la institución le iba a costar un riñón acallarlo para no poner en juego su reputación. Menudo patinazo había tenido la enfermera de turno, el vigilante correspondiente y el personal que había rondado por el centro aquella noche.

El residente que había enarcado una ceja se preguntó de pronto, presa de un fogonazo de estupidez—o de lucidez, según se mire—si Claudio habría encontrado por fin la paz que buscaba, aquel contacto que sólo da el calor humano más allá de los límites de aquella prisión, donde no hay "zoológicos de gente". Imperceptiblemente tembló al darse cuenta de que, fuera cual fuera la respuesta, nunca la sabría.



Contacto humano
Categoría: Otros Textos

Dark Silver resume así su relato psiquiátrico: La importancia del calor y los sentimientos más allá de la realidad.

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