Esta mañana he ido a comprar flores. Sin saber por qué, me he mostrado conmigo mismo más hacendoso de lo habitual. Es curioso que sólo esta ocasión lo merezca, y que mi guerra interior no haya dado más resultado que querer mostrarme más presentable en un día como el de hoy. ¿Más presentable ante qué? ¿ante quién?
Tengo frente a mí una señal de tráfico que conozco bien, combada por varios golpes y comida por el color zanahoria del óxido. Siento el cuerpo pesado y el alma enlodada; contemplar esta señal me produce una sensación difícil de describir, una sensación que—como suele ocurrirnos a los seres humanos—es una mezcla de sentimientos y no una emoción pura. Siento en mí la caricia del viento a la deriva como una especie de dádiva secreta y silenciosa, la única muestra de caridad y compasión que el mundo puede ofrecerme.
Compasión, "Com-passio", "sufrir con"... nadie sufre ya, solamente yo, y es porque estoy vivo, aunque curiosamente anestesiado. A los niños jamás volveré a verles, ni a escucharles reír con palabras raras como "pinchauvas" o "destripaterrones". Precisamente jugando a aquello, al maldito pasatiempo de construir palabras que nos hacían estallar en carcajadas, fue cuando ocurrió el choque inevitable y letal.
El coche es ahora un amasijo de hierros en el desguace; ni siquiera quedó un atisbo cibernético de vida en el ordenador de a bordo.
De los niños, tras aquel brutal vuelco de realidad, sólo quedó silencio.
Al contemplar esta señal puedo ver aún la imagen del botín de mi hija pequeña, blanco, con lazos, destrozado en mitad de la carretera como testigo perverso de lo que había sucedido. Es lo último que recuerdo antes de haber perdido la consciencia, después de haber sentido en una fracción de segundo cómo el mundo giraba caótico en cada vuelta de campana del coche.
En silencio, sin poder ni siquiera llorar por ellos después de casi dos años, dejo las flores bajo esa señal de tráfico... como una siniestra alcahueta en espera de un amante fallido que nunca vendrá, y vuelvo a casa deseando que este día no hubiera existido nunca.
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Esta mañana he ido a comprar flores. |
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