lunes, 18 de octubre de 2010

¡Maldita sea! . Izar


-¡Mierda!

Allí me encontraba como un niño, jugando una partida online. En aquella guerra sin cuartel, mi barco iba quedando para el desguace. Me esmeraba por darle al mando de la play para que aquel ciber-enemigo no me ganara. Quería hacerme con el botín de su barco; eso me daría la victoria.

La imagen sonriente de aquel pirata, masticando una zanahoria con unos dientes que dejaron de brillar años atrás, mientras yo pulsaba la maldita letra X del mando para poder bombardear su barco, me estaba enervando. Gritos y alaridos florecían de mi garganta:

-¡¡¡Maldito destripaterrones!!! ¡¡¡Te voy a joder vivo!!!

No sé cómo describir la situación: yo frente al televisor de plasma, sudando la gota hasta el punto que el hedor de mis axilas flotaba en el ambiente. Vasos de café pegajosos por los chorretones que ni me molesté en evitar se apilaban en la mesa del salón, el cenicero estaba plagado de colillas…Y allí apareció de pronto la alcahueta de mi hermana, poniendo el grito en el cielo al ver el estado del lugar:

-¡¡¡Ya podías ser igual de hacendoso limpiando la casa como lo eres con la maldita play station!!!

No quería ni girar la cabeza para evitar perder aquella batalla final. Las bombas caían, pero la barra de vida del Pirata Trespatas (no quise saber la razón por la que mi competidor le puso ese nombre) iba perdiendo color y sentía el sabor de mi victoria después de una noche en vela fusionado a ese mando. Y de pronto… ¡zas! la tonta de mi hermana me arrancó el enchufe del módem, ese necesario instrumento que conectaba mi juguete con el mundo.

-¡Pareces tonta, Tatiana! ¿No ves que no me quedaba nada? Desde luego, que un poco más tonta y naces por otro sitio, guapa…

Me levanté como alma que lleva el diablo, sabiendo que aquella putada había dado la victoria a mi enemigo. Aquel apagón cibernético fue la dádiva de la imbécil de mi hermana al Pirata Trespatas y, también, lo que me obligó a recoger el salón para la hora de comer, que era cuando mis padres llegaban a casa.


¡Maldita sea! Izar
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Después de una noche en la batalla, llegó mi hermana a quitarme el placer de la victoria.

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