El taxi paró en justo en la dirección que le indiqué, “llegamos seño” me indicó sin ganas el piloto, más por costumbre que por cortesía. Le dejé el importe del servicio en la mano y bajé, con la misma cara de aburrimiento y fastidio emprendió la marcha. Bueno, por lo menos no se fijó en mi, no tenía humor para recibir atenciones indeseadas. Aunque claro, mi atuendo me ayudaba. Aquella mañana llevaba un traje sastre gris con chaqueta celeste, nada llamativo y hasta anticuado, pero me servía para no llamar la atención, nunca me gustaron las miradas dirigidas hacia mi persona. Además no era adecuado para una viuda con hijos como yo.
Sin embargo eso estaba a punto de cambiar, sabía que a Alain le encantaba que me voltearan a ver en la calle y esa tarde iba a cumplir con nuestro pacto, me entregaría totalmente en sus manos.
Iba nerviosa, ya lo dije, siempre me ponía así cuando me veía con él. Era esa adrenalina que te invade cuando estás a punto de hacer algo prohibido, algo que va en contra de tus principios, de las cosas en las que has creído por años. Es esa excitación de sentirte viva haciendo precisamente aquello que puede acabar con tu vida… por lo menos como la conocés. Y aquella tarde no sería como las anteriores, sería el primer día de mi nueva vida, una vida que me asustaba lo mismo que me excitaba, aunque me de vergüenza admitirlo.
No debía tocar el timbre, así me lo ordenó, así que busqué la llave, que estaba enterrada bajo el gran árbol de la entrada, tal y como me dijo. Despacio y cautelosamente entré a la gran casa y caminé por la lujosa sala, encontré la primer nota sobre la mesa de centro.
“Vaquilla mía: si estás aquí es porque has decidido sellar nuestro pacto finalmente, aceptando todas mis condiciones y requerimientos. Bien hecho y gracias, no esperaba menos de ti. Y celebrando este feliz acontecimiento he decidido darte tanto placer el día de hoy que será la mejor noche de tu vida y la primera de muchas otras noches de locura en el futuro.
Sobre la mesa del comedor hay 3 maletas, cada una numerada del 1 al 3 y con nuevas instrucciones adentro. Revisalas en orden y cumplí al pié de la letra lo que se te indique. No hagás nada más que eso”.
Reí nerviosamente, Alain siempre lograba ponerme así con sus juegos y casi siempre necesitaba mucho menos para lograrlo. Me llamaba “Vaquilla” debido al exagerado tamaño de mis pechos, que realmente parecían ubres de vaca. Además, como me conoció poco después de dar a luz a mi hijo más pequeño, mis senos aun estaba produciendo leche, y por su talla lo hacían en grandes cantidades… él se encargó que nunca dejarán de lactar.
Avancé más y llegué al gran comedor, con esa enorme mesa de caoba, bellamente labrada, dominando todo el ambiente. Efectivamente encontré allí 3 maletas de mano numeradas del 1 al 3: una era negra, otra azul y la última verde, respectivamente. Respiré profundamente y abrí la maleta negra, adentro había un paquete oscuro y otra nota:
“Vaquilla mía: desnudate y ponete lo que está dentro del paquete, hacelo en el comedor y dejá tu ropa doblada dentro de la maleta”.
Una nueva risa nerviosa escapó de mis labios, los nervios se apoderaron de mi y el pulso comenzó a temblarme. “¡Mierda, ¿qué estoy haciendo?!” me pregunté a mi misma cuando comencé a quitarme la chaqueta. Como siempre no pude dejar de preguntarme cómo fue que llegué a esto, si solía ser una mujer casada, conservadora y feliz… bueno, hasta que mi marido murió. Ahora era la perra insaciable, sumisa y eternamente caliente de ese suizo extraño. “Es por mis pequeños, por mi bebés” me dije con muy poca convicción y mucha tristeza… y aun más morbo.
Realmente si me daba miedo lo que iba a hacer, pero era esto o condenar a mis hijos a la miseria, pues aunque mi Raúl era un santo no nos dejó nada para poder sobrevivir. Aunque también me sentía aliviada de hacerlo, yo no servía para los encuentros clandestinos y sentir que en cualquier momento aparecería algún conocido viéndome hacer algo obsceno. Además, también es cierto que si estaba con él no era solo por dinero, no por todo el placer y el morbo que me hacía sentir. Desde que lo conocí le dio un vuelco de 180º a mi vida, ya nada volvió a ser igual.
Temblorosa y con torpeza me bajé la falda y luego me quitó la blusa, quedé en ropa interior en medio de ese enorme comedor. En la pared del frente se hallaba ese gigantesco espejo que siempre me ponía nerviosa y me vi reflejada en él. Vi su cuerpo paliducho y rollizo, con ese enorme par de tetas que siempre me habían acomplejado, pero que ahora adoraba… como adoraba todo lo que Alain quería. Luego mi abdomen, anteriormente flácido y abultado, pero ahora plano y firme, fruto del ejercicio que él me ordenó hacer. Y más abajo esas caderas rotundas que trajeron a mis amados hijos al mundo. Rápidamente deseché la imagen de mi familia de la mente, no podía ni quería pensar en ellos en ese momento.
Terminé de desnudarme y saqué el paquete oscuro, ya sabía que sería alguna prenda o algo para usar. Y en efecto lo era, se trataba un corsé de cuero violeta oscuro, con las pitas por delante y sin copas, Alain quería dejarme con las tetas al aire. Me lo puse con esfuerzo pues me temblaba mucho el pulso. Me lo apreté bien y quedé como una grotesca versión de mi misma, con mis enormes ubres colgando de mi pecho y mi cintura reducida exageradamente. A continuación abrí la segunda maleta, la azul, y encontré una nueva nota y una caja envuelta en papel de color café.
“Vaquilla mía: la caja de madera es una antigua reliquia familiar, es una vieja caja de música hecha a mano y finamente labrada en madera de roble. Es también una cosmetiquera llena de todo cuanto puede necesitar una mujer para verse hermosa. Quiero que te maquillés, Vaquilla mía, y ya sabés cómo”.
Saqué el paquete con mucho cuidado, me sentía torpe y por nada del mundo quería romper aquella cosa si era una reliquia familiar suya, de mi amo. Lo desenvolví y apareció frente a mi una hermosa cajita, tallada y pintada con motivos de paisajes alpinos en colores vivos y brillantes. Al abrirla una hermosa tonada de cuna comenzó a sonar, era definitivamente un objeto muy valioso. Tomé varias cosas de allí y empecé a maquillarme.
No me apliqué base, mi cutis blanco y rosa no la necesitaba y a él no le gustaba, decía que me dejaba la cara como repellada. Me delineé los ojos y me apliqué una combinación de sombras verdes y violetas para que combinara con el corsé. Me apliqué rubor en cantidad aunque no lo necesitaba. Me pinté los labios de un violeta igual a mi prenda y luego me los cubrí con brillo. Quedé excesivamente maquillada a propósito y con una apariencia más bien vulgar, pero satisfecha porque así era como a él le gustaba verme. Mi cabello solo me lo anudé en una cola.
Antes de abrir la tercera y última maleta reparé en el dedo anular de mi mano izquierda, allí estaba aquel hermoso y finísimo anillo de compromiso que me había dado hacía 6 meses. Era de platino con un enorme diamante que brillaba entre racimos de esmeraldas, zafiros y amatistas. Me gustaba tanto como me atemorizaba, pues era la prueba física y público de nuestro compromiso y de todo lo que implicaba… ser su esclava. Claro, esto último era la parte privada.
Dejé de pensar en ello y abrí la maleta verde, inmediatamente sentí un sudor frío recorriéndome la espalda y una humedad caliente entre las piernas. Tomé la nota y la leí:
“Vaquilla mía: en el interior de esta maleta vas a encontrar algunos de los accesorios que más te gustan. Quiero que los usés todos y luego que pasés al pasillo que da directo a mi habitación pasando por el jardín interior, en donde encontrarás la cuarta y última nota”.
Inmediatamente me sentí de 2 formas: Primero intimidada, el contenido de esa maleta indicaba que Alain quería llevarme muy lejos y yo sabía que ese hombre no tenía límites. Segundo, me sentí excitada, saber que mi amo estaba a dispuesto a usarme de tal manera me produjo un morbo que me calentó mucho y no pude evitar sentirme muy avergonzada.
Respiré profundo para tratar de calmarme y comencé a sacar los “accesorios” de la maleta y a “ponérmelos”. Primero saqué un pequeño estuche transparente con 2 piercings plateados que me puse en los pezones, él me convenció de perforármelos, así como varios otras partes de mi cuerpo, a pesar de que mi marido podría darse cuenta. Eran de platino y en ambos extremos tenían 2 pequeñas y redondas piezas de ámbar, así que eran muy caros. Luego saqué un aro plateado con una hermosa piedra amatista y una cadenilla de 20 cm terminada un corazón. Esto me lo puse en el clítoris y también eran de platino.
Finalmente tomé la pieza que más me asustaba, un plug anal de goma negra y tremendamente grueso. Dentro de la maleta solo quedó un frasco plástico lleno de lubricante… era obvio para qué lo iba a usar. Sabía que no debía hacer esperar a mi amo más de lo necesario, eso era parte del juego y por alguna razón me sentía obligada a apegarme a todas las reglas. Además me daba miedo esa mierda, así que decidí acelerar las cosas para no acobardarme a última hora.
Unté el plug con una abundante cantidad de lubricante y me apliqué otro poco dentro del recto con 2 dedos. Ya tenía el ano muy abierto y distendido, era casi un pasatiempo para Alain dejármelo como reposadera cada vez que nos veíamos. Pero aun así sabía que me iba a doler bastante y que debía tener mucho cuidado al insertarme un objeto así. Sin pensarlo ni nada, me puse en cuclillas sobre la punta del mostrenco ese y me dejé caer, encajándomelo muy dolorosamente.
– ¡¡¡¡AAAAAAGGGGGHHHHHHHH… POR DIOOOOSSSSSGGGGGHHHHH!!!! – grité, presa de un dolor muy intenso, sentí que me iba a desmayar y que esa mierda me estaba partiendo por la mitad. Aun así, en lo único que pude pensar en ese momento fue que “ojalá no se me corra el maquillaje”… qué mierda conmigo.
Me quedé de rodillas en el suelo por un largo minutos, respirando acelerada y agitadamente y luchando por no llorar. De verdad que soy una estúpida, ¿cómo se me ocurrió ensartarme esa monstruosidad así? Pero una vez recuperada del dolor, me puse de pié trabajosamente y me encaminé hacia el jardín interior, en donde encontré la cuarta y última nota, que decía:
“Vaquilla mía: bajo la fuente hay una bolsa negra con los últimos accesorios, quiero que los usés también y que avancés hasta entrar a mi habitación… te estoy esperando impaciente”.
Efectivamente encontré la bolsa en el sitio indicado, adentro habían 2 muñequeras de cuero, 2 tobilleras de cuero, ambas de color negro; y un grueso collar de cuero café, ancho y con clavos de hierro, junto con una cadena metálica. Nuevamente sentí un escalofrío bajándome por la espalda, mi amo tenía planeada una larga noche para mi.
Me los puse todos sin perder tiempo y luego me dirigí lentamente hacia la habitación principal… en 4, como la perra que era y con el collar en la boca. Mis enormes y pesadas tetas se bamboleaban a cada paso y hasta rozaban mis pezones con el frío suelo. Al mismo tiempo sentía que los jugos de mi vagina estaban chorreando por mis muslos.
Entré a la habitación, Alain estaba sentado en la cama, desnudo, con las rodillas separadas y mostrando su enorme erección. No pude evitar que mis ojos se perdieran en la tremenda verga parada de mi amo, dura y palpitante. Al instante sentí como mi vagina volvía a chorrear. Él no poseía un físico impresionante, de hecho apenas alcanzaba los 1.70 y era delgado como una vara, lo que combinado con su cara aniñada le daba un aspecto de lolito. Eso si, gracias al ejercicio tenía una musculatura bien marcada. Era de piel blanca y cabello rubio, fríos ojos azules y sonrisa fácil y agradable. Y lo más impresionante de él: un pene enorme, casi 25 cm de carne dura, venosa y colorada, con un glande ancho y 2 testículos como bolas de tenis debajo.
Con un ademán me invitó a acercarme y yo lo hice lentamente, le entregué la correa en sus manos cuando llegué con él y de inmediato me enfrasca en una mamada intensa, a 4 patas y sin manos. Inicié con su glande, tragándomelo enteró como un bombón y chupándolo con ansias, luego me lo sacaba y le pasaba la lengua por encima saboreándolo. Me sujetaba del pelo, moviéndome la cabeza de arriba abajo y cogiéndome por la boca.
Poco a poco me fui tragando más y más verga, cuando la llevaba por la mitad sentí la primer arcada. Pero mi amo no me permitió sacármela, al contrario, me la metió más ignorando mi malestar. Cuando llegué a los tres cuartos de verga se me cortó la respiración, él se dio cuenta e intencionalmente me la dejó adentro hasta que casi le supliqué con mis ojos derramando lágrimas que me dejara respirar. Hizo lo mismo varias veces hasta que, por fin, toqué su vello púbico con la nariz y fui capaz de lamerle los huevos al mismo tiempo.
– ¡Pau, Paulina… – me dijo, sacándome la verga y levantándome la cabeza – sos una vaca lechera de primera… – “ZAP”, me pegó una fuerte bofetada con su mano libre – y una perra sucia inigualable! – ZAP, ZAP.
– Gracias… – le respondí, con una voz tímida y gutural. Ya sé que su trato era vejatoria y que debería haberme ofendido, pero lo único que consiguió fue excitarme más… y lo sabía bien.
– Esta, que será nuestra primer noche como amo y esclava, te voy a enloquecer de placer, voy a hacer que esta sea la mejor noche de tu vida…
Lo vi enrojecido y cubierto de sudor, supe que lo estaba haciendo gozar y me sentí muy bien conmigo misma. Yo me dejaba hacer de todo con total mansedumbre, tal y como él quería. Ese hombre siempre fue capaz de hacer conmigo lo que se le daba la gana sin que yo me le opusiera y sin que comprendiera porqué.
Luego de un gran rato de irrumación, Alain me jaló del cabello y me besó con más agresividad que pasión. Me puso de pié con las piernas separadas y, sin dejar de besarme, me metió 2 dedos entre la vagina y comenzó un frenético mete y saca que producía audibles sonidos de chapoteo, así de mojada estaba. Empecé a gemir roncamente, la respiración se me aceleró automáticamente y todo mi cuerpo se tensó, pero él no me dejó acabar. Mi amo, previendo mi inminente orgasmo, tomó con fuerza la cadenilla que colgaba del piercing de mi clítoris y la jaló con fuerza, me arrancó un fuerte grito de dolor y me cortó el clímax.
Alain me lo volvió a hacer minutos después, solo que ahora me propinó un fuerte sopapo en la vulva que también me cortó el orgasmo. Lo que él quería era tenerme muy caliente, que cayera en la desesperación por acabar. Y lo estaba logrando, yo ya estaba como enloquecida de tanto calor. Y entonces, hasta ese momento, mi amo se dignó dejarme acabar. Me cogió con los dedos con fuerza hasta que pegué un aullido largo y fuerte y me comencé a estremecer toda en medio de un fuertísimo orgasmo.
– ¡¡¡¡AAAAGGGGHHHHH… PORRRRRRDIOOOOOSSSSSGGGGHHHHH!!!! – al mismo tiempo me ocurrió algo que ya me temía, me oriné… ¡me oriné de tanto placer que Alain me estaba dando! – ¡¡¡¡AAAAAAAGGGGGGHHHHHH, OOOOOUUUUUUGGGGGHHHHHH!!!!
No caí al suelo porque él me sostenía del pelo, literalmente me tenía colgando de él. No podía pensar con claridad, estaba en un trance de excitación y placer y él lo sabía, atrapada en un orgasmo tan intenso que hasta me aflojó el esfínter. Sabía que era un estado degradantemente, lastimero y oscuro y que eso mismo me calentaba más, por lo que prácticamente no tenía límites… y sabía bien que Alain tampoco los tenía.
Cuando acabó mi clímax quedé como desmadejada, colgada del pelo. Mi amo remató la escena llevándome a la boca sus dedos embadurnados de mis jugos y yo se los lamí y chupé extasiada.
– ¿Te gustó Vaquilla?
– Si… me… a mi… – apenas podía hablar, el aire aun me faltaba y continuaba ardiendo de la excitación – a mi me gusta todo lo que tu me hacés…
– ¿Y puedo seguir haciéndote cosas?
– Tu haceme lo que querrás… amo…
Me tomó por la cintura y me tumbó sobre la cama. Su lengua comenzó a recorrer la suave y tierna piel de mi rajita, de arriba abajo, despacio y saboreándola. Me chupaba con maestría, metiéndome la lengua entre la vulva al mismo tiempo. Y yo chillaba de placer, abriéndome de piernas y apretándome las tetas con fuerza. Movía las caderas de forma arrebata de un lado a otro que le hacían difícil a él seguirme con la boca. Estaba cada vez más y más caliente y gimiendo cada vez en voz más alta, ya estaba ardiendo de nuevo… o probablemente nunca dejó de estarlo, pero a medida que me chupada seguía me acercaba más y más al orgasmo.
– ¡¡¡AAAHHHH!!! ¡¡SOS ÚNICO ALAIN, AAAHHHH!! ¡¡Tu lengua me vuelve loca!! ¡¡¡AAAHHH!!! – no me contestó, no podía hacerlo con la boca llena de mi sexo.
Me movía más frenéticamente cada vez, la diestra lengua de mi amante estaba llevándome hasta el cielo. Mi sedosa y apiñonada piel blanca se enrojecía, mi hermoso rostro se contraía en profundas muecas de placer y jadeos llenos de excitación. Simultáneamente me apretaba mis grandes tetas desnudas con fuerza, me las restregaba y me pellizcaba los pezones, estaba a punto. Finalmente, estalló en otro poderoso orgasmo.
– ¡¡¡ALAIN, ALAIN… AAALAAAAIIIINNNGGGHHHH!!! ¡¡¡¡AAAAYYYYYGGGGHHHHH!!!! –apreté con fuerza su cabeza contra mis ingles mientras ese intenso clímax me estremecía completa y me hacía sacudirme como una lombriz – ¡¡¡¡OOOHHHH!!!! ¡¡¡¡AAAAAALLLLAAAAIIIINNNNN!!!!
Un minuto después dejé de convulsionarme, lo más intenso del orgasmo había pasado, pero no por eso disminuyeron mis ganas. Vi los ojos de mi amo brillando de una manera extraña, era lujuria, lujuria pura y descarnada. Alain se puso de pié, viéndome excitado y casi echando espuma por la boca, me indicó con un ademán que me arrodillara frente a él. Yo lo hice lentamente para calentarlo y desesperarlo más, hasta que quedó a la altura de su largo y grueso monstruo de carne dura y llena de venas que me apuntaba directo a la boca.
– ¡Dios mío, es un monstruo Alain… es un monstruo… amo! – exclamé en voz baja. A pesar de todas las veces que lo había tenido en la mano y adentro de mi cuerpo, aun no me lograba acostumbrar a esa impresionante macana.
Se lo llevé a la boca y empecé otra mamada muy esmerada, le chupaba apasionadamente el glande como si fuese un chupete, succionando con ganas mientras la acariciaba con la lengua. Sostenía su pene sujetándolo fuertemente del tronco con una mano mientras que con la otra le acariciaba y amasaba delicadamente los testículos, redondos y pesados, tan portentosos como la verga que llevaban por arriba
A él se le cerraban los ojos, embargado del inmenso placer que le hacía sentir, pero se negaba a no verme, se esforzaba en mantenerlos abiertos y contemplar en primer plano esa experta boca regodearse con su gran verga. Realmente me estaba dedicando y lo estaba disfrutando, incluso le hice mamadas profundas varias veces, tragándome ese gran mástil de carne hasta la garganta.
Alain tomó la riendas, me agarró del pelo con brusquedad y me puso de pié, me besó con fuerza sujetándome de las nalgas. Más que pasión, era brusquedad y violencia, aunque no me molestó en absoluto… todo lo contrario, me gustaba que ese hijo de puta me usara a su antojo. Me colocó en 4 patas sobre la cama y, despacio y desde detrás, me penetró. Pegué un fuerte alarido y abrí los ojos como platos, el gigantesco plug anal que tenía ensartado hasta el fondo de mis intestinos le obstruía el paso a la gran macana de mi amo, por lo que la entrada de este se hacía difícil y hasta dolorosa. Pero nuevamente nuestra protagonista fui capaz de encontrar el placer a pesar de todo y comencé a berrear presa del más intenso goce.
– ¡¡¡AAAAAHHHHHHH, SSIIIIIIHHHHHH!!! – exclamé al sentir esa gran barra atravesándome hasta el fondo, despacio pero sin detenerse, y abriéndome como solo el podía.
– ¿Así te gusta Vaquilla mía? – seguí jadeando, empujando hacia atrás también.
– ¡¡SSIIIIIIHHH, ME FASCINA!!
– ¿Y con el plug metido hasta el fondo de tu hambriento culito?
– ¡¡TAMBIÉN, TAMBIÉN… AAAAHHHH!!…¡¡Así te siento entrar hasta el fondo, me volvés loca! ¡¡¡Amo cogeme, cogeme DUUUUROOOOOGGGGHHHHH!!!
– ¡Me encanta Paulina, me fascina!… ¡Dios mío… tengo la verga tan apretada allí adentro que siento que me muero!
Me tomó de la cintura y empezó a embestirme con fuerza, clavándomela con dureza hasta el fondo, metiéndomela todo lo que le entraba. Yo mordía las sábanas y pegaba berridos y fuertes jadeos, al mismo tiempo continuaba empujando hacia atrás para recibirlo todo. Lo volteé a ver con la cara congestionada de placer, quería mostrarle cuanto estaba gozando. Mis ojos también brillaban de lujuria pura, de excitación sexual pura y descarnada.
– ¡¡¡AAAHHHH, AAAAHHHH, OOOOOOHHHHH!!! – chillaba enloquecida y bañada en sudor – ¡¡¡MAS, MAAAASSSGGGHHHH… cogeme más fuerte que me muero amOOohhh!!! – finalmente acabé por tercera vez ese día – ¡¡¡¡AAAHHHH, AAAAAAUUUUUGGGGHHHHH… AAAAALLLAAAAAIIIIINNNGGGGHHHH!!!! – alcancé un fuerte e intenso clímax que casi me hace perder el equilibrio de nuevo y caer al suelo, si no fuera porque Alain me sujetó.
Me derrumbé sobre la cama, quedé con la cara pegada a las sábanas y mi redondo y perfecto culito puesto en pompa y totalmente expuesto pues él seguía sujetando firmemente de las caderas. Erguido y viéndome con suficiencia y orgullo, me propinó una fuerte nalgada, luego se inclinó sobre mi trasero, me separó las nalgas y comenzó a removerme el plug anal. Me lo movía en círculos, buscando estirar al máximo mi elástico esfínter. También lo empujaba adentro y lo sacaba mientras yo me revolvía de placer.
Automáticamente se sujeté los senos con fuerza y empecé a restregármelos y a apretarme los pezones anillados, gozando de los hábiles movimientos de la mano de mi señor. Pasados uno o dos minutos me dejó caer sobre la cama, quedando boca abajo y con las piernas abiertas, dándole más espacio para trabajar. Este aprovechó para meterle varios dedos entre la vagina y hacerla gozar.
– ¡¡¡OOOOOHHHHH, SIIIIIIIII… AAAAAMMMMOOOOHHH!!! ¡¡Ay, papito rico, amor, dale, me volvés loca, ME ESTAS MATAAANNNNDOOOOUUUUGGGGHHHH!!
Alain me lo hacía cada vez con más ganas e intensidad, tanto la paja como la dilatación, y no pasó mucho tiempo antes de que me tuviera tan abierta que esa cosa se me salió como si nada. realmente, a esas alturas de nuestra relación, eso me pareció de lo más normal, mi ano estaba ya tan utilizado que a veces tenía temor a desarrollar incontinencia, mi amo se había encargado de dejármelo como un boquete. Pronto a ese enorme plug transitaba dentro de su ano como Juan por su casa, ensanchándome el culo hasta proporciones escandalosas. Al mismo tiempo continuaba serruchándole la cuca con los dedos y arrancándome largos gemidos gozosos, pero esta vez no me dejó acabar, tenía otros planes.
– Bueno Vaquilla, ya estás lista… je, je, quedaste tan abierta que te podría meter la mano entera hasta el fondo y vos ni en cuenta, je, je, je. – Pau le respondió con una sonrisa melosa.
Con una gran sonrisa siniestra, llena de lujuria, se puso de pié y me sacó el plug del culo, convertido en un grotesco boquete. Se ensalivó bien el glande y lo guió hacia dicha abertura, lo colocó sobre mi ano, lo restregó varias veces antes de empujar con fuerza. No paró hasta que me empaló por completo. Sentí esa enorme verga invadiendo mi dilatadísimo esfínter y yo la recibí con una estoica mueca de esfuerzo mezclado con un mohín de placer, me dolía y gustaba al mismo tiempo.
– ¡Ya entré hasta el fondo Vaquilla mía!
– ¡¡¡AAAAHHHHH, SIIIIII, LA SIENTO… DALE ALAIN, DALE, REVENTAAAMEEEHHH!!!
– Sos una vaca lechera y una perra caliente Paulina, tenés el culo abierto como un grotesco boquete de carne y lo disfrutás, perra… ¡¡¡TE VOY A PARTIR POR LA MITAD!!!
Se echó sobre mi, con las rodillas flexionadas y sobre mis muslos y, firmemente sujeto de mi cabello, inició a sodomizarme. Su largo y grueso palo comenzó a invadir la totalidad de mi hambriento ano, penetrándome hasta el fondo. Podía jurar que casi no forzó mi esfínter (tal era mi dilatación) y que me horadaba salvajemente sin mucho esfuerzo, llevándome a niveles de placer infinitos. Y cuando me tomó fuerte del pelo mi placer aumentó, junto con mis gritos y gemidos.
– ¡¡¡AAAHHHH, OOOHHH, AAAHHHH!!! ¡¡¡MÁS ALAIN, DAME MÁS, DAME MÁS DURO!!! ¡¡¡¡AAAAHHHH, SOS UN SEMENTAAAALLLLGGGHHHH, AAAAMOOOOOOHHHHHH!!!!
El sudor cubría nuestros cuerpos y nos empapaba, el éxtasis voluptuoso y enajenado nos hacía delirar. Alain continuó embistiéndome, encajándome toda su tranca entera, hasta el fondo, llenándome por completo. Metí una mano bajo mi cuerpo y me comencé a masturbar frenéticamente, tirando con saña de la cadenilla al mismo tiempo que me metía los dedos dentro. Los 2 estábamos cada vez más cerca del orgasmo y llegamos casi al mismo tiempo.
– ¡¡¡AAAHHH, ALAIN, AAAAALLLAAAAAIIIINNNNGGGGGHHHHH!!! ¡¡¡¡AAAAAAGGGGHHHH, AAAHHH!!!! – grité revolviéndome desesperadamente bajo el peso de mi amo. Gocé tanto que nuevamente mis esfínteres fallaron y me oriné.
– ¡¡¡¡DIOS MÍO, VAAAACAAAAAGGGHHHHH… UUUUAAAAGGGGHHHHHH!!!! – Alain echó sus chorros de semen dentro de mi, llenándome las entrañas de su simiente y gozando, además, de las intensas contracciones de mi ano.
Quedé con los ojos en blanco y mareada por el ímpetu de mi orgasmo, aun seguí gimiendo hasta que lo sentí extinguirse por completo. Aun seguimos gimiendo un rato, Alain todavía enchufado en el insaciable ano de su vaquilla, empujando aunque sin tanta fuerza como hacía un minuto. Nos quedamos acoplados incluso cuando ya todo había acabado y él me besaba apasionadamente.
La escena cambió y se volvió íntima, como de 2 personas que se aman. Sabía que aquel sería el primer día de mi nueva vida, cuya cara pública sería la de una mujer felizmente casada con un hombre muy adinerado, una pareja normal y feliz. No sabía bien qué esperar de ese nuevo futuro, mucho placer si, eso era obvio. También que él cumpliera con todas sus promesas, como darle un futuro inmejorable a mis hijos, y hacerme cumplir a mi mis promesas… algo que me daba cierto temor. Por lo pronto sabía que él siempre cumplía… me prometió la mejor noche de mi vida y lo cumplió, mi primer noche de mi nueva vida fue la mejor noche de mi vieja vida.
Garganta de Cuero
Pueden mandarme sus opiniones y comentarios a mi correo electrónico.
Besos y abrazos.
La primera noche de mi nueva vida Categoría: Dominación | ||
Garganta de Cuero cuenta en el Ejercicio la historia de Paulina, viuda joven y armada con unos grandes pechos que cae en las manos de Alain, un suizo que además de su benefactor y amante aspira a convertirse en su amo. Cuando Paulina acepta su oferta... |
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