Una jovencita superficial y berrinchuda descubre que su pobre madre tiene que hacer lo inimaginable para poder mantener sus caprichos. |
Mi
nombre es Mariana y les voy a contar una historia, principalmente para
desahogarme, pues pesa sobre mi alma como una tonelada de alfileres.
Supongo que es normal, después de todo, averiguar que tu propia madre es
una cotizada prostituta para pagarte tus caprichos idiotas, a todos les
afecta. Pero antes de iniciar mi historia, creo debo contarles algunas
cosas sobre mi y sobre las circunstancias en que todo se dio para que
comprendan mejor mi situación.
Provengo de una familia de clase media
originaria de Guatemala, en donde vivo. Tengo diecisiete años y trabajo
medio tiempo en atención al cliente en una empresa de telefonía celular
de la capital. Mamá no está de acuerdo en que trabaje antes de terminar
el colegio, dice que lo que mi padre nos manda basta y sobra (él se fue
hace varios años “al otro lado”… o sea los EEUU). Lo que no sabe es que
yo ya me enteré que eso es mentira, ese infeliz se olvidó de nosotros
desde hace tiempo.
El problema es que no siempre estuve
consciente de los enormes sacrificios que mi madre tenía que hacer para
mantener nuestro nivel de vida. Somos 3 hermanos y yo soy la mayor, y a
pesar de que somos de nivel medio, vivimos como de la alta. Estudiamos
los 3 en un colegio prestigioso de la capital, que no es barato. Nuestra
casa, si bien sencilla y sin grandes lujos, tiene todos los servicio
que se necesitan, tele por cable, Internet, etc. Y en cuanto sus 3
nenitos vociferan por algo, mi pobre madre hace todo lo posible por
darnos gusto.
Desde pequeños mi padre nos
malacostumbró a tener siempre todo lo que se nos daba la gana y hasta la
fecha todavía nos cuesta trabajo controlar y aceptar la frustración de
que no sea así siempre. Por esto yo no comprendía por qué ella no me
podía comprar cosas, la mayoría inútiles, y ella si se daba el lujo de
salir de noche casi una vez cada semana… según yo de parranda… ¡qué
equivocada estaba! Pero cierto día de Diciembre me di cuenta de la
horrible realidad…
Era viernes, ese día le hice un
berrinche horrible porque no me dio todo el dinero que quería para ir a
la fiesta de una amiga. Mi novio de ese entonces, Jairo me iba a pasar a
traer, él ya tenía 18 y ella no lo aceptaba, justificadamente ahora que
lo pienso. Yo iba hecha un mar de lágrimas, pues en realidad quería el
dinero para pagar un motel donde mi novio por fin pudiera quitarme la
virginidad, je, je, je, creo que andaba con el por rebeldía.
¡Se dan cuenta de lo estúpida que era!
Estaba acomplejada porque seguía siendo virgen, andaba con un patán que
no valía la pena ni quería hacer nada bueno de su vida y que, todavía,
me había convencido de pagar el motel donde haría de mi iniciación
sexual un circo y una anécdota más con qué presumirle a sus amigos.
¡Incluso el hijo de puta se fue todo el camino alegándome de que yo no
lo quería porque quería pagar un lugar más barato, que él todo lo que
hacía por mi y otro montón de muladas más. ¡Puta, si me va a estrenar,
mínimo que sea en un lugar decente!
Ya en el hotel donde iba a ser la
fiesta, en la zona 10 de la capital, el hijo de puta me dijo que si
cambiaba de opinión, me iba a esperar en un bar de la zona viva, que si
lo amaba se lo demostrara yendo a buscarlo. Y yo me quedé hecha un mar
de lágrimas y haciendo un dramón como una estúpida. Justo en ese momento
aparecieron mis amigas y me puse a contarles mi desgracia y lo triste y
difícil que era mi vida. Pero Erick, el novio de Irma, una de ellas, un
joven algo mayor que nosotras pero infinitamente más maduro y centrado,
no pudo tolerar tamaña imbecilidad:
- ¡Tenga dignidad por lo que más quiera! – me dijo a quemarropa
- ¿Cómo se atreve a…?
- ¡No solo se la iba a coger,
sino que hace que usted pague el motel… ¡y hasta que lo ruegue! ¡Mejor
tenga dignidad y ya no lo busque ni llore por él! Para mí, fue un baño
de agua fría…
…pero yo lloré con más ganas y más
drama. Tania, otra de mis amigas, volteó a ver al novio de nuestra amiga
con reprobación, pues aunque tenía sabía razón de sobra, pudo al menos
ser… mmmm… más tierno para decirlo.
Pero bueno, hecha una Magdalena igual
entramos a la fiesta. La verdad no estaba mal, pero yo no la gocé por lo
mal que me encontraba. Lo mismo mis otras amigas, Irma tenía gripe,
Yolanda andaba en sus días, por lo que no se atrevía a meterse a la
pista a bailar a pesar de tener con quienes hacerlo de sobra (aparte
ella sufre de un flujo muy fuerte y traía cólicos). Solo Tania se la
estaba pasando bien, bailando con un muchacho que le gustaba mucho.
La cosa es que a los pocos minutos nos
salimos todos, Tania tardó un poquito más. Y yo, para variar, me fui
quejando de la desgracia de mi existencia, no se cómo hacían para
aguantarme, era tan caprichosa, tan berrinchuda, tan vana y superficial.
Platicamos un rato, y decidimos ir a una disco que quedaba cerca en el
carro de Erick, aunque sin muchas ganas. En el camino Tania se puso a
hacer bromas que Erick le celebraba y le respondía con más bromas. Irma
se medio reía entre su fuerte gripe y Yoli también en medio de sus
cólico… la única aburrida, amargada y pesada era yo… y en eso apareció
mi madre…
– Mari… mirá… ¿esa no es tu mamá? – dijo Irma, la primera que la vio.
Todos en el carro volteamos a ver y nos
quedamos con la boca abierta. Salió de un bar metida en un ceñidísimo
vestido negro, con una microfalda y un escote que no escondía nada sus
grandes atributos. Aparte tenía un maquillaje muy fuerte, tanto que casi
no la reconocí. Nos quedamos con los ojos cuadrados al verla pasar, y
no por bonita, pues se miraba vulgar… como una puta.
Rápidamente se subió en un lujoso
Mercedes negro del año y agarró camino quién sabe a donde. Nosotros por
nuestra parte nos quedamos en silencio, pues era obvio que la habíamos
sorprendido en una movida fea. Y yo me puse tan furiosa que le pedí a
Erick que la siguiera, pues quería saber hacia donde se dirigía y así
reclamárselo y restregárselo en la cara después. Mis amigas no estaban
de acuerdo, pero al final aceptaron y salimos tras ese carro negro.
Lo seguimos hasta una disco que no
conocíamos, en donde se bajó mi madre y entró. Iba al lado de un tipo
que yo conocía, era un abogado para el que, supuestamente, ella
trabajaba como secretaria. A veces se quedaba trabajando hasta tarde en
su oficina haciendo horas extras… hasta ese momento no me imaginaba en
qué consistían esas horas extras.
– ¡Voy a entrar… no sé qué se cree esa mujer! – dije decidida.
– ¿Y para qué? – objetó Erick – Mire, todos tienen derecho a tener una vida, mejor déjela…
– ¡No, quiero encontrarla allí
adentro y decirle sus verdades de un solo! – Erick me volteó a ver con
un gesto que iba entre la ira, el fastidio y el desprecio.
– Ojalá usted no fuera tan estúpida y pura mierda…
– ¡Erick! – Irma trató de intervenir, pero él continuó hablando.
– ¿Qué?… ¡tu amiga es una
estúpida amor, no entiendo cómo no te das cuenta! – y yo, otra vez,
estallé en un violento berrinche hasta que ellas aceptaron a
regañadientes y bajo la objeción del sensato Erick. Así que bajamos del
carro y nos quedamos paradas a unos metros del local como unas
estúpidas, no sabíamos cómo entrar. Hasta que Erick tomó la iniciativa…
– Tomen… – dijo mientras prendía
y nos pasaba varios cigarrillos, nosotras solo lo veíamos sorprendidas –
hagan como si van fumando esto.
– ¿Pero mi amor, y esto para qué? – preguntó Irma intrigada.
– Para que crean que son putas… –
nos quedamos de piedra – que conste que usted fue la que se empeñó en
entrar allí, así que cualquier cosa que vea y pase es su
responsabilidad. – me dijo, luego volteó a las demás – Y eso va también
para todas ustedes… mi hermano ya me habló de estos sitios y creo que se
como entrar… – quedamos estupefactas y temerosas, pero aun así
aceptamos seguirle la corriente.
Él se puso su chumpa de cuero negro y la
cerró hasta el cuello, se puso los lentes oscuros que su padre había
dejado en el carro. Esto más su cigarro, su barba de 3 días y la larga y
visible cicatriz que tenía bajo un ojo lo hacían ver como un
malviviente. Luego nos pidió… no, más bien nos ordenó, hacer algunos
cambios en nuestro look. Todas le hicimos caso llenas de temor, esta era
una travesura que no sabíamos si nos iba a costar caro.
A mi y a Yoli nos pidió que nos
abriéramos unos 2 o 3 botones de nuestros escotes. Nosotras éramos las
más pechugonas del grupo y eso, modestia aparte, ha sido motivo de celos
por parte de mis compañeras del colegio. Yo traía un vestido beige sin
mangas ni tirantes, de escote recto unido por 5 botones que llegaban
hasta la mitad de mi abdomen, un poco arriba del ombligo. Lo llevé
porque a mi novio le gustaba la manera en que mis senos luchaban por
romper o abrir los botones. Yoli traía un vestido de tela azul, muy
delgado y ceñido, de mangas largas y escote redondo, no muy pronunciado
hasta que se safó 2 botones. Ambas quedamos enseñando mucha más carne de
la que ocultábamos y de la que habíamos enseñado nunca.
A Irma le pidió que se bajara un poco la
falda, pues ella traía una falda suave de cintura baja hasta los
tobillos y una blusa blanca que terminaba varios cm arriba de su
ombligo. Ella era la más delgada de las 4 y le encantaba mostrar su
panza plana y durita, quedó enseñando los huesos de las caderas y el
ombligo Y finalmente a Tania la hizo alborotarse el pelo y subirse la
falda. Ella vestía una minifalda de tela, que mostraba muy bien sus
bonitas piernas morenas.
Y por si fuera poco, Erick nos dijo que
retocáramos nuestro maquillaje hasta dejarlo más espeso, sobre todo que
nos aplicáramos labiales de colores fuertes. Al final, al vernos las 3,
nos quedamos frías, realmente parecíamos putas… 4 jovencísimas y
hermosas putas y él nuestro padrote. Erick nos tomó a mi y a Irma de la
cintura y comenzó a caminar, Yoli y Tania venían detrás de nosotros.
– Bueno pues… pongan cara de
caqueras pesadas (presumidas, engreídas, chavas llenas de mierdas,
etc.). – nos dijo y nos guio hacia la puerta de la disco con mucha
seguridad y aplomo, como Juan por su casa, y encaró a los guardias de la
entrada.
– ¿Trae invitación joven? –
preguntó un guardia, todo lo malencarado y pesado que podía. Por toda
respuesta Erick le dio una mirada de fastidio, altanera y prepotente. El
guardia se le quedó viendo de pies a cabeza, y a nosotras también, que
intentábamos vernos lo más putas posible. El otro guardia se le acercó y
le dijo algo al oído, que nosotras alcanzamos a oír.
– Dejalos pasar… de seguro este
patojito es hijo de algún narco. Además mirá a sus chavas… ¿saber de qué
hoyo las fue a sacar?
– Si… y por la edad y este
lugar, tienen que ser putas de lujo. – huelga decir que nos sentimos muy
humilladas, pero logramos pasar. Adentro, mi vida cambió desde la
primer imagen que presencié en aquel antro asqueroso. Mi vida jamás
volvió a ser la misma.
El lugar era elegante, apenas alumbrado
por una tenue luz rojiza. Erick trataba de actuar como un tipo
experimentado, así que nos guio al segundo nivel por unas gradas hacia
un área de mesas más discreta y apartada, desde donde podíamos ver todo
lo que pasaba en la pista de baile, y tomamos una mesa. Ha donde
volteáramos habían hombres con mujeres vulgares apenas vestidas,
manoseándolas a gusto y ellas dejándose como si fuese un verdadero
placer para ellas.
Allí, Erick despachó groseramente a un
mesero que nos llegó a ofrecer bebidas, pidiéndole varias sin siquiera
consultarnos (obvio, nosotras éramos, supuestamente, sus putas). De
pronto vi a mi amiga Irma con la boca abierta y la cara de espanto. Me
vio y bajó la mirada avergonzada y yo volví la cara hacia donde ella
observaba… allí estaba mi mamá.
En medio de la pista, enfundada en la
minúscula ropa con que la había visto hacía rato, se encontraba
arrodillada mamando como una loca la verga gorda de un gordo que, según
imaginé, sacó de en medio del público. El tipo estaba sentado en una
silla abierto de piernas, con el pantalón y el calzoncillo hasta los
tobillos y la panza desparramada sobre su vientre. Observé con horror
como mi madre lamía despacio la cabeza de su miembro, aferrándolo con
fuerza con su mano derecha. La izquierda la tenía bajo el cuerpo del
infeliz y con ella, me imagino, le masajeaba el ano, haciendo que se
retorciera del placer sobre la silla.
Dos minutos después, el gordo terminó en
su cara, no lanzando su semen en chorros como se ve en las películas
porno, no, simplemente chorreándose mientras ella le sostenía la cabeza
sobre su rostro. El tipejo berreó como si lo estuvieran torturando,
mientras el montón de perdidos que lo contemplaban lo vitoreaban,
algunos, otros le gritaban impotente. A ella también la vitoreaban y la
insultaban, tratándola de puta, ramera, marrana, etc. Y al mismo tiempo,
muchos otros pedían a gritos su turno de pasar al frente… y eso me heló
la sangre.
Y mi madre… ella se levantó con una
sonrisa de oreja a oreja, casi mordiéndoselas, chorreando semen por la
boca que se recogía con las yemas de los dedos y se los relamía. Escupió
sobre la palma de su mano, dejando que una liga cristalina cayera con
lentitud de sus labios, para luego lamer todo lo que había escupido y
tragárselo en un ademán erótico, sucio y vulgar. Y todo su público se
eferveció, se pusieron como locos y le dieron una ovación de pié. Yo no
sabía donde meter la cara, pues mis amigas lo veían todo con la cara
desencajada.
Entonces pusieron música electrónica y
ella comenzó a contonearse como una babosa llena de sal. Se restregó los
senos con ambas manos al tiempo que sus caderas vibraban al son de la
música. El público la miraban como hipnotizados, con la boca abierta,
esperaban ansiosamente que liberara sus grandes senos morenos. Mamá no
es una mujer fea, está un poquito pasada de peso, por lo que sus senos y
nalgas son grandes, pero como hace ejercicio no están caídos y su
vientre sigue plano. Su cara no es fea, aunque siempre lleva con una
expresión de tristeza y desazón. El pelo largo y liso, pintado de cobre
oscuro, le da un bonito marco.
Lentamente bajó los tirantes de su
vestido, jugando con ellos y mirando fijamente a su audiencia
desesperada. Ella solo los estaba calentado, lo mejor vendría después.
Dejó su vestido pegado sobre sus senos, que no permitían que se le
bajara más. Entonces comenzó a acariciarse las piernas, gruesos y
fuertes pilares sobre los que descansa ese cuerpo espléndido, que me dio
la vida y que ahora seguía prodigándomela. Subió su falda hasta dejar
al aire su calzoncito negro, minúsculo y que se le metía por todos
lados. “¡Quién fuera ese calzón!” gritó un patán.
Ella, sonriendo con morbo y erotismo, se
levantó la falda y la elevó hasta la altura de su cabeza, dejando
colgando ese hermoso par de senos morenos suyos. El público rompió en
gritos de calor, vítores, patanerías y vulgaridades. Se contoneó un
poco, haciendo rebotar sus senos y luego se terminó de sacar el vestido.
Se acarició su cuerpo y se dio un beso en los pezones. Finalmente se
quitó el calzón, que no era más que un pitita.
Volteé a ver a mis amigos y todos tenían
los ojos desorbitados, la boca abierta y una expresión de espanto. Miré
hacia atrás y un hombre estaba chupándole los senos a una muchacha de
piel blanca y cabello rojizo, que con miedo no le calculé más edad que
la mía. El tipo, sin pudor o consideración alguna, le metía la mano
entre la microscópica falda, restregándole los genitales, mientras
mordisqueaba sus rozados pezones como su fuesen de hule y ella se dejaba
hacer. No quise ver más y volví mi atención hacia mamá, que ahora se
estaba masturbando, sentada en la silla y con las piernas abiertas al
público.
Chorreaba, tenía la vulva empapadísima, y
gesticulaba como una mujerzuela en transe, era obvio, lastimosamente
para mi, que lo estaba gozando. Se introducía 2, 3, y hasta 4 dedos a la
vez, mientras con la otra mano se apretaba y frotaba el clítoris,
bastante visible desde donde nos encontrábamos. Era un clítoris largo y
regordete como el mío… ahí supe de quien lo heredé. Se masturbó por unos
minutos hasta que el primer malviviente ingresó a la pista con la verga
de fuera y se la ofreció. Y ella, ni lenta ni perezosa, engulló ese
aparato. Pronto se le unieron otros, hasta formarse una cola larga de
hombres calientes esperando su turno. Ella se las chupaba hasta a 2 a la
vez, mientras pajeaba a otras tantas. Mientras, más de 190 manos
jugaban con sus senos, pellizcándolos, estrujándolos, apretándolos,
estirándolos, o simplemente rozándolos con los dedos. Otras tantas manos
hacían lo mismo con sus genitales.
Yo estaba desesperada, no sabía qué
hacer, ni siquiera sabía que sentía. ¿Era rabia? Tenía ganas de
tirármele encima y gritarle en la cara que era una puta y una mujerzuela
sucia. ¿Tristeza? Si, también sentía un hondo pesar, por ella, por mí…
por todos, no sé. ¿O tal vez era excitación? Mi vagina estaba
encharcada. Creo que era todo eso en un cocktail de sentimientos
encontrados.
Antes de poder salir de mi sorpresa o de
poder reaccionar, ya había un tipo montando a mamá, haciéndola berrear y
gemir como una perra apaleada, por sus gritos hasta parecía que la
estaban matando… ¡pero ni así dejaba el pene que tenía en la boca! El
tipo le estaba dando durísimo, sus senos se zarandeaban bruscamente de
arriba abajo y yo me asusté mucho,
Después, esos hombres asquerosos pasaban
uno tras otro sobre mi madre. Al principio los recibía y participaba
con a ellos en la violación colectiva de que era víctima. Pero al poco
tiempo ella ya no era más que un pedazo de carne al rojo vivo, en donde
esos imbéciles iban a meter sus vergas y a masturbarse a gusto. Y yo
estaba hecha un mar de lágrimas, pero no podía dejar de ver esa escena.
Mis amigas trataban de consolarme y confortarme, pero no lo conseguían.
Y al final todos pasaban para echar su
inmunda esperma sobre su cara. Después de 35 minutos de haber iniciado,
su rostro y pecho estaba cubierto por una gruesa capa de espeso y
viscoso semen, blanquecino o amarillento. Tirada sobre el suelo boca
arriba, recibiendo los empellones del infeliz de turno, apenas con las
fuerzas para gemir, solo se sabía que era un ser humano porque tenía
brazos y piernas. Y solo se sabía que estaba viva porque respiraba y
escupía el semen que le caía entre los labios. Algunos de esos cerdos
llegaron al colmo de orinarla. Se ponían sobre su cara y le ordenaban
abrir la boca. Y ella, obediente y bien entrenada perra, lo hacía,
recibía los largos chorros dorados de esos subhumanos… y a veces la
obligaban a tragarlo todo.
Después de casi una hora con treinta y
cinco minutos, todo acabó. Los últimos rezagados se quedaron un rato
observándola jugar con el semen, lo chupaba y escupía, jugaba con las
ligas que salían de su boca y sorbía miados del piso, como… bueno, como
hacía las cosas según le ordenaban. Dos horas después ya había terminado
todo.
Solo nosotros nos quedamos de último
porque yo no atinaba a moverme, estaba como volando, llorando a mares
pero sollozando calladamente. Irma y Tania trataban de reconfortarme y
darme fuerza; Erick estaba callado, sin saber qué decir, mientras que
Yoli lloraba a mi lado. Y yo solo podía ver a mi madre tirada en medio
de la pista, llorando a mares, embadurnada de semen y empapada de miados
sucios y malolientes, tapándose la cara con las manos e intentando
escupir o vomitar toda la basura que tragó. Entonces llegó el que
aparentemente era su proxeneta, y le dijo:
- ¡Rocío, Rocío! Deja ya de
llorar amorcito y mejor mirá lo bien que te fue hoy… son 20 mil solitos
para vos… ¡y solo por esta orgía! – ¡solo por esa orgía! – Si me
hicieras caso y te metieras a esto de lleno, fácil sacarías como unos 60
mil al mes… mínimo…
- ¡¡¡YA… CALLATE… IDIOTA!!! – le gritó ella casi sin fuerza.
- Bueno, bueno, ya, está bien…
yo solo decía, porque ya no se consiguen meretrices que se atrevan a
tanto en estos tiempos. – mamá no le contestó, no podía hablar ni dejar
de sollozar – Pero bueno, supongo que no vas a cambiar de opinión… –
ella negó con la cabeza – Igual con este dinero podés pasar fácil el mes
con tu familia… mirá, hay otro “Gang Bang” en mes y medio, en una finca
cerca de San Lucas. Son otros 20 mil más si te animás. Ahorita venite a
mi casa a lavarte como siempre porque así no podés llegar a tu casa…
vámonos…
La vi salir con él ese tipo, solo
cubierta por una sábana que él le dio, todavía llorando y temblando,
titiritando como si se muriera del frío… pero de ese frío horrible que
da la soledad.
Después de esa palanganada de agua fría
cambié mi vida totalmente. Ya nunca más volví a gastar en cosas que no
valieran la pena y me volví más humilde y amable. Mandé a la mierda a mi
novio al día siguiente y me dediqué a tratar de ser la mejor hija del
mundo. Nunca le dije nada, no quería avergonzarla. Pero lo que si es
cierto, es que ahora ella es mi orgullo y fuerza y que yo trato de ser
el orgullo y fuerza de ella. Ya no puedo vivir como una niña malcriada…
ya no…
Garganta de Cuero.
Pueden enviarme sus comentarios a mi correo electrónico, gracias.
Relato procedente del XX Ejercicio
de Autores de TodoRelatos: "Erotismo en tiempos de crisis económica".
Perfil de Garganta de Cuer
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