-¡Aaahhh! ¡Ah! ¡Yahhh!
Se oían miles de gritos.
-¡Agárrate!
-¡Vamos, vamos! ¡Corre! ¡Rápido!
Joel miraba impertérrito a la gente huyendo del caos, muerte y destrucción que el tsunami provocaba a su paso.
El
ruido era ensordecedor y la tensión era máxima. Aún así, el joven de 23
años, adormilado, no podía evitar que los ojos se le cerraran.
-Listos para iniciar la aproximación. ¿Han llegado nuestras familias?
-Están en camino…
De repente, la madre de Joel entró al salón, interrumpiendo a su hijo.
-¿Por qué no te acuestas? ¿No ves que se te cierran los ojillos?
-Déjame, estoy viendo el final de la peli.
-¿Le queda mucho?
-Debe estar a punto de acabar.
-¿Qué peli es? – le preguntó mientras se sentaba en el sofá junto a su único hijo.
-Deep Impact.
No muy lejos de la casa de Joel vivían sus mejores amigos.
-¿Has oído los últimos rumores? – le preguntó Héctor a su novia.
-No. ¿Sobre qué?
-Hay gente que dice que se aproxima el fin del mundo.
Eli
rió, medio divertida, medio indignada, dejando caer sobre el plato, sin
querer debido a la sorpresa, parte de la comida que ya se había llevado
a la boca.
-¿Ya estamos otra vez? Si hubiéramos hecho caso de todas las veces que se supone tendría que haber acabado el mundo…
-No
sé… supongo que esta vez la diferencia es que no ha sido profetizado
por ningún iluminado. Ni Mayas, ni Nostradamus, ni ostias. Simplemente
la rumorología.
-¿Y en qué consiste el rumor?
-Al parecer ya son unos cuantos los australianos que han divisado una especie de mancha negra en el cielo.
-Interesante… - ironizó Eli.
-Y ya han salido teorías de todo tipo. Pero la que más gana es la de un OVNI.
-Los
australianos pueden estar tranquilos. Si algún día nos visitan los
extraterrestres sin duda
irán a EEUU. ¿O es que en las antípodas no ven
las películas? – siguió burlándose.
-Bueno, hay quién habla de un asteroide, otros de un agujero negro que se expande.
-Sí, el caso es pensar en positivo.
Héctor rió. Se acercó a su chica y la besó.
-Eres tremenda – sonrió – Y estás tremenda.
El
chico de 25 años comenzó a hacer arrumacos a Eli, un año menor, que se
dejó hacer. Las manos de Héctor entraron en contacto con el generoso
busto. Primero por encima de la camiseta y luego por debajo, sintiendo
los duros pezones.
-Vamos al cuarto – propuso ella – que si el mundo se acaba, hay que aprovecharlo – sonrió.
Héctor
ya estaba completamente empalmado mientras observaba, anonadado, el
movimiento del perfecto culo que se alejaba junto a las estilizadas
curvas de Eli.
A
medida que los días pasaban, los rumores sobre el objeto de color
oscuro no identificado que parecía sobrevolar las tierras de todo el
mundo fueron haciéndose más fuertes. A pesar de ello, la vida de todos y
cada uno de los habitantes del planeta transcurría igual que siempre.
Pero el tema de moda comenzaba a apoderarse de los desayunos, los
recreos, las comidas, los descansos o las quedadas. Sin llegar a ser
alarmante, la comidilla estaba cada vez más presente.
La
alarma sonó cuando la ONU, con el respaldo de las autoridades de la
mayoría de naciones, convocó una rueda de prensa para explicar los
motivos por los que comenzaba a ser tan evidente la visión en los cielos
de un punto negro, cada vez de mayor tamaño.
-¿Qué me dices ahora? – preguntó Héctor a Eli.
-Hay algo en el cielo, pero de ahí a que eso signifique el fin del mundo hay un trecho.
-¿Qué crees que será? – le preguntó Joel, que había quedado con la pareja para tomar algo.
-No sé. En unas horas nos sacarán de dudas.
-Yo apuesto por un asteroide – contestó Héctor.
-Sí, mucha gente dice que es algo bastante factible – convino Joel.
-Y no sería el primero que pasa cercano a la Tierra. Éste podría ser un ejemplo más – concluyó la mujer.
-Pero lo de la declaración de la ONU da mala espina – se preocupó Joel.
-Tal vez nos expliquen lo que piensan hacer para desviarlo – aventuró Héctor.
-O
simplemente nos explicarán lo que ocurre para que la gente no se alarme
como parece que hacéis vosotros dos. ¡Vaya mierda de tíos! – bromeó –
Anda, que si pasara algo y tuviera que confiar en vosotros para que me
cuidarais… no me siento protegida.
Los hombres rieron. Héctor se acercó a su chica y la besó mientras le acariciaba uno de los brazos.
-Tonta, sabes que yo haría lo que fuera por protegerte.
-Pues yo no – bromeó Joel, sabedor de que sus amigos eran conscientes de que eso no era cierto.
El
anuncio a nivel mundial comenzaría a la 1 de la madrugada en la
península Ibérica. Las diferentes familias de todo el mundo se juntaron
para observar el evento a través de la televisión. La expectación era
tal que nadie recordaba un momento como ese. Joel, intentando aparentar
serenidad ante su madre, recordó el inicio de la mítica serie V. Un
escalofrío recorrió su cuerpo. Eli y Héctor, que vivían alejados de sus
familias, esperaban el evento arremolinados en el sofá. Ella estaba
recostada sobre su pareja, quien le acariciaba la espalda con ternura.
-World citizens…
– desde Nueva York, el Secretario General de Naciones Unidas comenzó el
discurso en inglés mientras las televisiones de todo el mundo traducían
de forma simultánea – …nos hemos reunido aquí porque hemos considerado
que es el momento de que el mundo tome consciencia de la situación
actual. Queremos que las personas estén informadas y puedan tomar
decisión sobre los próximos acontecimientos…
-Es el puto fin del mundo – pronosticó Héctor.
-¡Calla! – se quejó Eli, atacada de los nervios.
-…el
motivo para esperar a hacer público este anuncio – prosiguió Ban
Ki-moon - ha sido el intento de preservar la normalidad entre los
ciudadanos, de evitar una alarma social innecesaria que nos hubiera
sumergido en un caos irracional. Hoy no podemos evitar que eso suceda,
pero es absolutamente necesario que expliquemos lo que ocurre…
Joel
sintió cómo la mano de su madre se aferraba a la suya. Hasta ese
momento no era consciente de cómo le estaban sudando. Jamás había sido
muy cariñoso con ella, ni siquiera tras la prematura muerte de su padre,
pero en ese momento decidió rodearla con un brazo.
-…el
cuerpo que a día de hoy es visible a simple vista se trata de un
asteroide de 50 kilómetros de ancho que se dirige directamente a la
Tierra. El impacto de dicha roca provocará la devastación del planeta y
es por eso que queremos mandar un mensaje de positivismo que se aleje
del temor por el cual no se ha transmitido antes esta información...
Las
lágrimas de los indefensos espectadores que escuchaban con tristeza las
desesperanzadoras palabras del coreano eran inevitables. Mas, la
esperanza de escuchar la estrategia a seguir que los salvaría de una
muerte segura era el motivo que les impedía salir corriendo a
esconderse, a gritar, a llorar, a buscar a los seres queridos, a
desahogarse de lo que parecía un final inevitable.
-…nuestros
expertos aseguran que no hay nada que podamos hacer para impedir la
colisión que se producirá dentro de 5 días. Así que, por favor, os pido
que salgáis a la calle y aprovechéis el tiempo. Pensad en lo que os
falta por hacer y hacedlo. Plantad ese árbol que os falta. Decidles a
las personas que queréis aquello que no os hayáis atrevido. Y, sobre
todo, sed fuertes para que el débil os vea sonreír y pueda dejar de
llorar.
Eli
no podía creerlo. “Es una puta pesadilla” pensó mientras oía el follón
que se escuchaba en la calle. “Todo esto va ser un puto caos” caviló
antes de darse cuenta de que Héctor estaba llorando, hecho un ovillo en
el sofá.
-Cariño… - se acercó a él, estaba temblando – Mírame. Mírame – insistió hasta que consiguió el objetivo y, entonces, sonrió.
Esa
sonrisa era todo lo que Héctor tenía. Pero en tan sólo cinco días ya no
tendría nada. No pensó que pudiera tener tanto miedo. Dejó que Eli lo
abrazara, sintiendo su calor. Y echó a llorar como no recordaba haberlo
hecho desde bien pequeño.
-Mamá, quiero decirte que te quiero – confesó Joel, haciendo caso de las recomendaciones que habían dado desde la ONU.
-Lo sé, hijo – sonrió con los ojos llenos de lágrimas.
-Creo que jamás te lo he dicho.
-Y no hacía falta.
El
brazo de Joel aún seguía rodeando el cuerpo de su madre. Se acercó más y
la achuchó hacía sí para fundirse en un tierno abrazo. La madre del
joven no estaba acostumbrada a recibir los sentimientos de su hijo y no
pudo evitar llorar desconsoladamente. Aquel abrazo la hizo más feliz que
triste el saber que dentro de cinco días todo habría acabado.
FALTAN 5 DÍAS
Había
sido una noche larga. Los alborotos en las calles, los llantos y gritos
de vecinos y transeúntes, las llamadas de familiares y amigos, las
vueltas en la cama intentando conciliar un sueño que no aparecía… Los
tres amigos habían quedado en verse por la tarde.
-Finalmente tenías razón – pareció que Joel se lo echaba en cara a su amigo.
-Ojalá me hubiera equivocado.
-Venga, chicos, no es momento para lamentos. Debemos ser fuertes y aprovechar los días que nos quedan.
Eli sacaba la entereza que no parecían poseer sus dos amigos, más abatidos.
-Tienes razón – la apoyó Joel - ¿por qué no pedimos un último deseo?
-Y lo cumplimos – sonrió convencida.
-Me gusta la idea –rió un ahora más dicharachero Joel – Empieza tú – le instó a Héctor.
-No
sé… creo que echo mucho de menos a mis sobrinas. Creo que quiero
despedirme de ellas, de mi hermana, de mis padres. Creo que me siento
solo, a pesar de vosotros – sonrió tímidamente – pero todo se acaba y me
gustaría estar rodeado de todos mis seres queridos.
Joel
y Eli miraban el rostro demacrado de Héctor. El joven estaba realmente
afectado y necesitaba aferrarse a cualquier cosa que le aliviara el
dolor que la proximidad del fin le ocasionaba.
-Me parece encomiable, cariño – le confirmó Eli antes de besarlo.
-¿Y tú? – le preguntó a su novia.
-Pues…
- caviló unos instantes – Yo quiero ir al fin del mundo. Siempre he
tenido la idea romántica de llegar al lugar físico en el que no haya
nada más al otro lado. Sé que ese lugar no existe, pero metafóricamente
sí que es alcanzable.
Ahora eran los dos hombres los que escuchaban embelesados las entusiastas y filosóficas aspiraciones de Eli.
-El fin del mundo en el fin del mundo – divagó Joel – Me gusta.
-No
sé – prosiguió ella – tal vez ahora tenga sentido partir sin mirar
atrás y llegar lo más lejos posible. Ese es mi fin del mundo. Y ahí
quiero llegar.
Unos
instantes de silencio para sopesar aquella absurda a la par que
rompedora idea precedieron a la pregunta que Eli le hizo a Joel.
-¿Y tú?
-Mi deseo es acompañarte – soltó descolocando a la pareja.
Eli sonrió, halagada.
-¿De verdad me acompañarías?
-Sí.
-Hagámoslo – soltó entusiasmada.
-No me jodas, Eli – se enfadó Héctor - ¿No vas a venir conmigo a despedirte en persona de mi familia? ¿o de la tuya?
-Hemos dicho que pediríamos un deseo y la gracia está en cumplirlo.
-Pero yo quiero que estés conmigo.
-Pues vente.
La tensión entre la pareja incomodó a Joel, que maldijo haber pedido ese deseo.
-Escuchad, si queréis puedo pedir otra cosa.
-Déjalo, mejor acompáñala – se resignó – Sería peor que fuera sola. Tal y como están las cosas podría pasarle cualquier cosa.
-En
eso tienes razón – confirmó Joel pensado en los desalmados que, sin
temor a ser detenidos, juzgados ni condenados por falta de tiempo debido
al inminente apocalipsis, podrían campar a sus anchas causando el
terror. Pensó en lo buena que estaba Eli y lo apetecible que podía
resultar y se acojonó de miedo.
-Lo
siento, cariño – Eli volvió a besar a su chico, que estaba reticente –
Despídete de todos si es lo que necesitas. Yo necesito hacer este último
viaje.
Ahora lloraban los tres. La despedida fue dura.
FALTAN 4 DÍAS
Joel
conducía sin rumbo fijo. A su lado, en el asiento del acompañante, una
pensativa Eli miraba el cielo intentando divisar, entre los rayos de sol
matutinos, el objeto oscuro que se aproximaba a toda prisa hacia la
Tierra.
-Juntos hasta el último momento – comentó ella.
-Sí – sonrió Joel orgulloso de poder estar junto a su mejor amiga hasta el fin de los días.
-Jamás pensé que esto pudiera acabar así.
-¿Te refieres al planeta?
-No, me refiero a Héctor. Lo de ayer no fue fácil. Me parece increíble que sea el final y él no esté aquí.
-Ya… - no supo qué decir, ligeramente decepcionado por esas palabras de Eli.
-Pero al menos estás tú. Me alegra que decidieras acompañarme. ¿Y tu madre qué tal?
-Bien, la verdad es que ya tuvimos nuestra despedida. Mucho llanto y todo eso. Ya sabes…
-Me imagino.
-¿Y los tuyos?
-Nos
despedimos por teléfono. Lo cierto es que se me haría imposible verlos
sabiendo que en cuatro días se iba a acabar todo. Prefiero pasar por
esto lejos de ellos. No podría soportar verlos afligidos.
-Te entiendo.
Unos segundos de silencio.
-¡¿Qué?! – se quejó Joel al sentir la mirada fija de su amiga clavada en su rostro.
Los dos amigos se miraron y sonrieron. Su amistad era lo único que les quedaba.
Era
tarde cuando decidieron parar. Joel estaba cansado de conducir y
necesitaba dormir. Habían llegado hasta un pueblo que parecía bastante
tranquilo.
-Podríamos pedir alojamiento en alguna casa – propuso el chico.
-Bien,
en estos momentos no creo que la gente tenga mucho inconveniente en dar
comida y reposo a una pareja joven y guapa como nosotros.
Joel no pudo evitar sonreír. Sintió cómo le ardía la cara e intentó disimular para que Eli no notara que se había puesto rojo.
Tuvieron suerte al primer intento.
-Está
bien, pasad – aceptó el dueño de la casa a la que habían preguntado –
Tengo una habitación libre con cama de matrimonio. Mis hijos duermen en
el piso de arriba. Aunque no tenéis pinta, a estas alturas, si se os
ocurre hacer alguna gilipollez no dudaré en cortaros el pescuezo a
ambos.
-Descuide, somos de fiar. Y muchísimas gracias por acogernos.
-Si mañana despertamos todos vivos, os prepararé un buen desayuno para que prosigáis vuestro viaje.
Los dos amigos estaban enormemente agradecidos. Aquella idea era mucho mejor que la de dormir en el incómodo coche.
-¿No te importa que durmamos juntos? – se preocupó Joel.
-¡Qué va! ¿Vas a hacer algo raro? – bromeó.
-¡No!
-Pues eso… - sonrió – hay confianza. Buenas noches.
-Buenas noches.
A
pesar de lo cansado que estaba, tanto física como mentalmente, le costó
conciliar el sueño. No podía evitar fijarse en la hermosa mujer que
dormía a su lado. El bello rostro resoplaba con cada respiración que
alzaba y hundía los voluminosos pechos que se dibujaban bajo la fina
camiseta con la que Eli dormía.
Estuvo
tentado de retirar las sábanas para contemplar el resto del escultural
cuerpo de la dama, pero no se atrevió. Sólo imaginarse a Eli
despertándose y pillándole con la tremenda empalmada que ahora tenía y
se moría de la vergüenza.
Se
acarició el paquete bajo las sábanas, mirando el bello rostro de su
amiga y sintió que podía correrse. Dejó de acariciarse y quiso cerrar
los ojos, pero no pudo. Lo tenía hipnotizado.
FALTAN 3 DÍAS
Eli
se levantó temprano. Se había desvelado y no podía seguir durmiendo. La
discusión con Héctor y la repentina despedida la tenían intranquila.
Dejó a Joel en la cama y salió fuera de la casa, buscando algo de
intimidad.
Los
ruidos de los niños despertaron a Joel. Estaba agotado. Apenas había
podido pegar ojo por culpa de su obcecación con Eli. Contempló el lado
vacío de la cama y palpó notando que estaba frío. Se apresuró a
levantarse.
-¿Qué tal, Joel?
No se esperaba para nada ver a Héctor. Y menos agarrado a Eli. Ambos reían como enamorados. El corazón de Joel pareció pararse.
-¿Qué haces tú aquí?
-No parece que te alegres de verme – bromeó.
-No es eso. Es que después de lo del otro día no pensé que…
-Hemos
hablado esta mañana – explicó Eli – y hemos decidido que queremos pasar
el fin del mundo juntos – sonrió – Le he indicado dónde estábamos y…
¡se apunta a la locura!
-¿Y qué pasa con tu deseo? ¿Qué pasa con tu familia?
-¡Joder! ¿y por qué no podemos huir hacia el fin del mundo en dirección a casa de mi hermana?
-¡Claro! De hecho, hemos estado yendo en la misma dirección – rió Eli.
-Seremos idiotas… – ahora también reía Héctor a carcajadas.
-Si queréis hacer este viaje solos… - Joel se hizo la víctima.
-No digas tonterías – concluyó la mujer – Tu deseo era acompañarme, ¿no?
-Lo único que tendremos que dejar un coche – advirtió Héctor - ¿por qué no vamos con el mío que es más amplio?
Aunque
deshacerse del coche no era una idea que le sedujera, convino que su
amigo tenía razón. Y tenerle apego a un automóvil después de lo que
había dejado atrás y a dos días de lo que estaba a punto de suceder no
tenía mucho sentido. Aceptó.
Así,
tras el desayuno que les ofreció el improvisado anfitrión, los tres
amigos reanudaron la marcha en dirección a la familia de Héctor. Por la
noche, decidieron volver a probar fortuna para conseguir alojamiento.
Pero al nuevo integrante del grupo se le ocurrió una idea. No fue
difícil conseguir las llaves de un par de habitaciones de un motel
recientemente abandonado.
Joel
se sentía desdichado. Prefería mil veces desvelarse por tener al lado a
una hembra tan espectacular como Eli y no poder hacer nada con ella
antes que no pegar ojo por no tenerla. Cuando los oyó a través de las
finas paredes, se quería morir.
-Cómo
deseaba que llegara este instante desde que discutimos y nos despedimos
– susurró Eli mientras besaba con pasión la boca de Héctor.
-No me entraba en la cabeza que esos fueron nuestros últimos momentos.
La
mujer, a horcajadas sobre el hombre que estaba tumbado en la cama,
comenzó a deshacerse de la camisa de Héctor. Acabó arrancándole unos
cuantos botones descubriendo unos pectorales fornidos y depilados. Los
arañó mientras deslizaba los besos por su cuerpo hasta llegar a la
cintura del pantalón.
Héctor
se dejó hacer, observando cómo Eli se deshacía de su ropa liberando el
pene que hacía rato estaba completamente erecto. No se la chupó mucho
rato. Parecía ansiosa por follar.
Los
gemidos de la habitación contigua llegaban con claridad a los oídos de
Joel. Primero los tonos graves de Héctor, después las aceleradas y
ruidosas respiraciones de ambos. Todos aquellos sonidos le partían el
corazón y no entendía cómo podía tener aquella empalmada. Cuando oyó los
agudos suspiros de Eli, se bajó los pantalones y los calzoncillos y
comenzó a sobarse la polla recordando lo cerca que tuvo a esa mujer la
noche anterior.
La
penetración de Héctor pareció más placentera que nunca. Toda la tensión
acumulada por lo ocurrido en las últimas horas se desvaneció con
aquella verga en su interior. Se dejó llevar y se olvidó de todo. Sólo
el placer del sexo. Las acometidas del hombre fueron creciendo y con
ellas el goce.
Aquellos
sollozos de éxtasis de la chica fueron demasiado para el onanista que
empezó a escupir largos chorros de semen sin dejar de imaginar la visión
de Eli que tenía grabada a fuego. Cuando dejó de correrse y el corazón
dejó de palpitar salvajemente se dio cuenta de que el silencio reinaba
en la habitación de al lado. Se avergonzó por lo que acababa de ocurrir y
se dispuso a limpiar lo que había manchado.
Eli
se había corrido. No siempre lo lograba. Se quedó tumbada, sudorosa,
junto a su novio, al que abrazó. Héctor estaba más que satisfecho y se
durmió en seguida.
FALTAN 2 DÍAS
-¿Quieres acompañarme? – le preguntó Héctor a su pareja cuando aparcaron el coche en frente de la casa de su hermana.
-Prefiero no tener que pasar por eso – respondió timorata.
-No te preocupes. Te entiendo. Yo lo necesito.
-Lo sé – sonrió con lágrimas en los ojos – Te quiero.
Héctor, tras besar a Eli, se dirigió a su amigo:
-Cuídamela.
-Descuida.
Mientras
Héctor se despedía de su familia, los dos amigos se quedaron
esperándolo sentados en un banco, conversando, bajo los rayos de un sol
otoñal.
-Debo confesarte algo – comenzó Joel.
Eli
lo miró. En su rostro vio la bondad que su mejor amigo desprendía. Lo
quería mucho y se sentía muy orgullosa de haberlo conocido y haber
desarrollado esa profunda amistad que tanto habían disfrutado.
-Dime.
-No
sé cómo decírtelo… - estaba realmente nervioso. Jamás se le hubiera
ocurrido sacar ese tema, pero sólo quedaban dos días y no quería morir
con esa espina.
-Prueba a juntar palabras, una detrás de otra – bromeó.
-No sé si ya te lo imaginas, pero… soy virgen.
Miró
a su amiga y, a pesar de la enorme vergüenza que le produjo aquella
confesión, se sintió reconfortado al ver el semblante totalmente natural
de Eli.
-No, no lo sabía. ¿Y qué? – quiso quitarle hierro al asunto.
-Pues que no sería un problema si dentro de dos días no se fuera a acabar el mundo.
-Ya… te entiendo – se mantenía a la expectativa.
-¿Te acuerdas del deseo que pedimos antes de partir?
-Sí, claro.
-Pues mentí. Mi último deseo es perder la virginidad – y tras un par de segundos añadió: - contigo.
Eli
intentó aparentar serenidad. Aunque aquellas palabras no le extrañaban
completamente, tampoco había imaginado que pudiera llegar a oírlas
jamás. Intentó ser lo más comprensiva que pudo.
-Joel,
es un halago enorme lo que me estás diciendo, de verdad. Pero… la
primera vez es algo que… hacerlo conmigo no creo que sea una buena idea.
Lo ideal sería que lo hicieras con la persona adecuada y yo no soy esa
persona.
-El
problema es que no hay tiempo para esperar a la persona adecuada.
Además, ¿quién dice que no lo eres tú? Eli, yo… - era el momento, si lo
había hecho con su madre, ¿por qué no con ella? - … no te quiero, te
amo.
-Joel…
-Jamás
te lo hubiera dicho si no llega a ser por las malditas circunstancias,
pero… no sabes cómo te deseo. Lo que siento por ti es más grande que ese
maldito asteroide que va a acabar con todo menos con mis sentimientos.
-Joder…
no me hagas esto… esas palabras son preciosas y yo… ojalá todo fuera
diferente, pero no puede ser. Tengo novio y es tu amigo.
-Mira, te lo pido como un favor. Olvida mis sentimientos. Sólo quiero morir no siendo virgen.
-Lo siento… pero no puede ser - el rostro de Eli reflejaba lo mucho que le apenaba tener que dar esa respuesta.
Cuando
Héctor volvió, los tres amigos reanudaron la marcha. El silencio
sepulcral del interior del vehículo contrastaba con el hostil ambiente
reinante en el exterior.
Joel
estaba en trance. Le había dado tantas vueltas a la confesión que
acababa de hacerle a su amiga que quiso olvidarse por un instante. Se
concentró en el entorno que pasaba fugaz debido a la velocidad con la
que avanzaban. Las calles estaban desiertas, con esporádicos grupos de
personas, algunos de los cuales se entretenían desvalijando casas,
tiendas, coches o almacenes. Otros parecían huir de alguna amenaza,
hacia ninguna parte. A cada poco se podían observar incendios aislados o
pequeñas ruinas que hace nada habían sido casas, esculturas u otras
construcciones. El mundo tenía un aspecto deprimente. Y se vino abajo.
No
podía quitarse de la cabeza el verdadero último deseo de su mejor
amigo. Lo conocía lo suficiente como para saber lo mal que lo debía
estar pasando y eso la carcomía por dentro. Quería pasar el fin del
mundo con Héctor, pero no quería hacer daño a Joel. Creía que no podía
haber peor final hasta que oyó los tímidos sollozos que su amigo, detrás
de ella, intentaba ocultar.
La
despedida con los suyos había sido dura, pero era lo que Héctor
necesitaba. Aquello lo había fortalecido y comenzaba a asumir lo que iba
a ocurrir. Ahora estaba preparado para ello. Habiendo visto a su
familia y, por tanto, habiendo cumplido su deseo, se había quitado un
peso de encima y ahora sólo quería pasar los últimos momentos con Eli,
la mujer de su vida.
FALTA 1 DÍA
La
cara de Joel había sido un poema desde el día anterior. La tristeza que
sentía era inconmensurable. La despedida de su madre, saber que sólo
quedaba un día para que todo acabara, haber perdido la última
posibilidad de no llegar virgen a ese momento, la vergüenza de haberlo
confesado y el rechazo de Eli se mezclaban en un caldero que hervía a
fuego lento el caldo de la desesperación.
Sentada
en el asiento del copiloto, Eli observaba, a través del retrovisor, el
desangelado rostro de su mejor amigo y sentía lástima de él. Quería
hacerlo sonreír, que se olvidara de todo, incluso que pudiera cumplir su
último deseo.
-Hace calor – soltó Eli.
-Pues está el aire puesto – confirmó Héctor que estaba a los mandos del volante.
-¿Sale aire por atrás? – preguntó la mujer.
-No sé – contestó Joel, alicaído.
Eli echó la mano derecha hacia atrás, pasándola entre la puerta y el asiento.
-Es por aquí por dónde sale, ¿no? – preguntó mientras palpaba a ciegas buscando la salida trasera del aire acondicionado.
Joel alargó su brazo para comprobar si salía aire al tiempo que le indicaba el lugar a Eli.
-Por aquí.
El
chico le indicó agarrándole la mano y no pudo evitar acariciársela
antes de soltarla. Fue un gesto instintivo, breve, pero se sorprendió al
comprobar que la mujer, no sólo no retiraba la mano ante aquellas
caricias, sino que respondió acariciándole también a él. Durante unos
segundos, los dos amigos estuvieron haciendo manitas con la excusa de
encontrar la salida del aire para comprobar si estaba funcionando.
No
sabía por qué lo había hecho, pero no se arrepentía. Eli observó
nuevamente el rostro de Joel a través del espejo y lo vio sonreír. Aquel
simple gesto lo había animado. Y ella se sentía feliz por ello.
-¡Mierda! – masculló el conductor.
-¿Qué ocurre? – se preocupó Eli.
-La gasolina.
-Joder… ¿crees que podremos encontrar algún surtidor que nos permita echarle? – preguntó Joel.
-Ni puta idea.
-Coge este desvío – le aconsejó la mujer, mirando el mapa – Deberíamos alcanzar una carretera principal.
-¿No indica las gasolineras?
-Espera – intervino Joel – puedo mirarlo en el móvil.
-A ver si hay suerte.
-¡Bingo! Sigue por esta carretera. A unos 13 kilómetros deberíamos llegar a la más cercana.
-Perfecto.
Los
amigos, efectivamente, llegaron a un área de servicio pequeña, retirada
de la carretera principal. Se apearon del coche y sintieron que estaban
alejados de toda civilización. Sólo bosque los rodeaba.
-Esto es – sonrió Eli – Esto es el fin del mundo – aseveró cerrando los ojos y abriendo los brazos.
Una
sonrisa le iluminó la cara mientras giraba dando vueltas y respirando
profundamente el aire que allí se respiraba. Había alcanzado el
metafórico fin del mundo, cumpliendo su deseo. Los dos hombres la
observaron, contemplando su belleza. Ambos la amaban.
-¿Estáis buscando algo? – una voz ronca los despertó de ese idílico momento.
Los
tres amigos se giraron al unísono para contemplar al hombre que había
hablado. Parecía un campesino. Sus facciones eran rudas y vestía un mono
manchado de verde bajo un sombrero de paja. Con el frondoso bigote y la
barba de varios días parecía estar en torno a los 50 años.
Lo
acompañaban un par de hombres más. El de la derecha parecía bastante
más joven. Con una camisa vieja, un pantalón de pana y unas botas de
agua sonreía dibujando una cierta malicia en su bonito rostro. El de la
izquierda era el más alto. Vestía un chándal viejo de color azul y tenía
las facciones muy marcadas. La cicatriz del rostro remataba su fealdad.
-Hemos parado para ver si podíamos conseguir algo de gasolina – confesó Héctor.
-¡Claro! No te preocupes – respondió el hombre mayor.
-Entonces ¿se puede coger sin problemas? – preguntó Joel.
-No sois los primeros que pasáis por aquí – convino el chico joven.
-Me alegra saberlo – respondió Héctor que se acercó al coche hacia donde se dirigía el hombre del sombrero.
-El surtidor no funciona, pero la tapa de acceso al depósito está reventada – concluyó.
-Es guapa la chica – soltó el desconocido más alto mientras se dirigía hacia Eli junto a su compañero más joven.
A Joel le dio mala espina y decidió acompañarlos mientras los otros dos se encargaban de la gasolina.
-¿Cómo te llamas? – le preguntó el chico joven a la mujer.
-Eli – respondió afablemente.
-¿Sabes, Eli? – prosiguió – a mi amigo le gustas – El alto sonrió mostrando una dentadura mellada.
-Oye, sois muy amables, de verdad, pero… – intervino Joel.
-Tranquilo – dijo el alto – que sólo quiero conocerla.
-Está bien – convino Eli.
-Dos besos, ¿no? – sonrió el chico más guapo.
Eli,
mirando fijamente a Joel como esperando su aprobación, aceptó a
regañadientes. El corpulento campesino se agachó para acercar su poco
agraciado rostro al de la hermosa mujer. Un beso en la mejilla izquierda
y… le plantó un morreo en los labios haciendo reaccionar a la asustada
mujer que intentó separarse en el momento en el que sentía cómo la
aferraban con fuerza de los brazos.
-¿¡Qué coño haces!? – soltó Joel abalanzándose sobre el hombre.
Héctor
oyó el follón y alzó la vista para ver lo que estaba pasando. Antes de
poder reaccionar oyó al hombre que tenía a su espalda.
-Si te mueves, te rajo.
Héctor sintió el afilado hilo de la navaja en su cuello.
-Vamos,
cálmate – le instó el joven, parsimonioso, a Joel – que mi amigo
necesita desfogarse un poco antes de que todo esto se acabe.
Eli estaba aterrada. Forcejeaba con aquel grandullón mientras escuchaba las estremecedoras palabras del otro chico.
-¿No
ves lo feo qué es? – prosiguió – No tiene muchas posibilidades. Y tu
amiguita está bien buena – sonrió maléficamente de nuevo.
Joel
le escuchaba, pero necesitaba pensar. No quería dialogar con ese
indeseable y no tenía claro que enfrentarse a ellos fuera lo más
sensato. Se giró para mirar a Héctor y vio que no podía ayudarle. Tenía
que pensar rápido.
-Está bien – dijo al fin, todo lo serio que pudo.
El
joven sonrió, sorprendido por aquella reacción. Eli, sin embargo, no
pudo evitar echarse a llorar. ¿De verdad nadie iba a ayudarla? ¿De
verdad la iban a violar? ¿De verdad Joel la había abandonado a su
suerte?
-Sólo… déjame participar a mí también – añadió intentando resultar convincente.
El
chaval ahora reía a carcajadas, silenciando los llantos de una Eli
derrotada, a la que le dolían enormemente los brazos debido a la presión
que el fornido hombre ejercía sobre ellos. Pero nada comparable a lo
que le dolían las palabras de su mejor amigo.
-¿Lo dices en serio? – sonreía el muchacho, que no acababa de fiarse de Joel.
-Tú
mismo lo has dicho. Mi amiga está como un queso y el que se la
beneficia es aquel gilipollas – señaló a Héctor – Yo deseo follármela.
No sabes cuánto – ahora sonrió maléficamente convenciendo
definitivamente al joven cabecilla.
El
pavor de Eli era desmesurado. No sabía si la violación le iba a doler
tanto como aquella traición de Joel. Su resistencia desapareció
definitivamente y se resignó al miedo. No había estado tan asustada ni
la noche en la que escuchó el maldito anuncio de la ONU.
Mientras
el hombre feo forcejeaba con la mujer, intentando abrirle las piernas
para colarse entre medio, Joel se acercó a Eli, observando su semblante
desencajado.
-No lo hagas… - suplicó – Joel… - sollozaba lastimosamente.
Pero
el chico le hizo caso omiso. Se agachó acercando su rostro al de su
desvalida amiga y la besó en la mejilla derecha. No se atrevió a hacerlo
en la boca. Eli giró el rostro, rechazándolo, y Joel siguió besándola
hasta llegar al oído.
-No me respondas – le susurró – Pídeles que te lleven al bosque y que quieres dejarme fuera del asunto.
La
mujer volvió a girar su rostro, esta vez para ver la cara de su amigo.
No sabía lo que Joel pretendía, pero, mirándolo fijamente a los ojos,
confió en él. El tierno pico de su amigo, a penas rozándola, la
descolocó definitivamente.
-Espera,
espera… - paró Eli a su atacante, que ya se había sacado la tranca,
bastante grande
- ¿Por qué no nos vamos nosotros al bosque y pasamos de
éste? – señaló a Joel.
-De eso nada – intervino el más joven – Quiero teneros a la vista. Además, ¿ahora prefieres al feo éste antes que a tu amiguito?
Eli
observó la enorme y repulsiva verga, medio erecta, que colgaba ante
ella y se estremeció horrorizada. Como aquello saliera mal…
-Mi
amiguito ya lo ha intentado conmigo antes y no lo ha conseguido. No
quiero nada con él. Sin embargo… - volvió a mirar aquel enorme rabo,
ahora descaradamente.
-¿Te ha puesto cachonda el pollón de mi compinche? – reía a carcajadas nuevamente.
-¿Y
tú por qué no nos acompañas? – forzó la sonrisa, intentando ser sensual
y captando la atención del joven – Mírate – insistió la mujer – estás
muy bueno – no mintió – Me apetece que vengas – le sonrió – Contigo y
esa pedazo de cosa – volvió a mirar el enorme falo del feo – lo
pasaremos bien.
-Está bien – lo convenció al fin, completamente excitado por aquellas palabras.
Mientras
la empujaban hacia el bosque, Eli miró a su amigo. Su rostro mostraba
desesperación. Joel intentó darle fuerzas con la mirada. Pero ni
siquiera él sabía si aquello saldría bien.
-¿Qué
coño ha pasado? – preguntó el viejo viendo cómo Joel se acercaba hacia
él mientras los otros se alejaban hacia el bosque - ¿A dónde te crees
que vas? Si te acercas más, me lo cargo – le amenazó con matar a Héctor.
Pero
Joel lo ignoró, subiéndose al coche y alejándose de allí. Temía que
fuera demasiado tarde para Eli. Debía actuar rápido. Y aún así…
Héctor
se había meado en los pantalones hacía rato. El miedo lo tenía
paralizado y no reaccionó ante la huida de su amigo. Pensó que el fin
llegaría antes de lo esperado y lo asumió con resignación, sin
rechistar.
Cuando
Joel se hubo alejado lo suficiente dio media vuelta con el coche. Sólo
tenía una oportunidad. Si lo hacía bien no sabía si serviría de algo,
pero si lo hacía mal, todo acabaría de forma catastrófica.
El
hombre del sombrero no se podía creer que aquel imbécil volviera. Lo
hacía demasiado rápido, conduciendo el coche directo hacia ellos.
-¡Será hijo puta! – soltó antes de echarse a un lado tirando al suelo a Héctor.
Joel comenzó a frenar, quemando caucho, en cuento vio la evasiva del campesino. Consiguió detenerse cerca de su amigo.
-¡Monta! – le gritó - ¡Monta, coño! – le insistió haciéndolo reaccionar al fin.
Cuando
Héctor abrió la puerta del acompañante, antes de que el cincuentón
pudiera reaccionar, Joel lanzó el mechero del coche al hueco que daba
acceso al depósito de gasolina. Las llamas prendieron inmediatamente y
Joel pisó el acelerador a fondo.
Héctor
no reaccionaba. Seguía mudo mientras el corazón del conductor iba a mil
por hora cuando oyeron la estruendosa explosión. De momento todo salía
como Joel había planeado.
Eli
había tenido que masturbarlos para retardar lo inevitable. No quería
que aquellos indeseables la violaran y no podía darles más largas. Las
pajas parecían haberles calmado las ansias, pero ella no podía evitar
las lágrimas que le provocaba estar haciendo aquello. De repente, oyeron
la explosión.
-¿¡Qué coño!? – se sorprendió el chico joven, apartando la mano de Eli de su tieso pito.
-¿Qué pasa? – preguntó el alto.
-Joder,
lo hemos dejado solo con los otros dos tíos – se alarmó de repente –
¡Vamos! – apremió a su compañero mientras se subía los pantalones.
El
feo parecía dudar. No quería que aquella hermosa mujer dejara de
masturbarlo. Aunque ya lo había hecho cuando paró de pajear el otro
pene.
-Lo siento – se disculpó ante Eli, como si fuera una putada para ella, y se vistió tapando su enorme miembro.
Cuando
la mujer los vio correr hacia el resplandor proveniente de la
gasolinera no se lo podía creer. Ahora podía huir, tal vez se libraría
de ser violada. Un halo de esperanza la recompuso.
Los
estaba esperando. Joel, en cuanto los vio salir del bosque, volvió a
acelerar el coche. El sonido sordo de los cuerpos golpeando contra el
chasis fue repugnante. No le gustaba hacer aquello, pero no tenía otra
opción. Dio un trompo y observó el cuerpo inmóvil del más joven. El
larguirucho estaba intentando alzarse cuando volvió a atropellarlo. Esta
vez la sangre salpicó el parabrisas.
-¡Jooooder! – gritó el improvisado héroe, completamente eufórico a la par que asustado por lo que acababa de hacer.
Héctor lo miró, incrédulo, y se rindió ante el hombre que los había salvado.
-Gracias, tío… - balbuceó – gracias por hacer que el final no llegara antes de tiempo.
Joel lo miró, orgulloso, y le sonrió, quitándose importancia y agradeciéndole esas palabras.
-Vamos a por tu chica – concluyó mientras se chocaban las manos en un gesto de complicidad.
Los hombres se adentraron en el bosque, separándose para abarcar mayor terreno.
-¡Eli!
La mujer oyó su nombre. Parecía la voz de Joel. Se alegró de oírlo. La dicha era desmesurada.
-¡Estoy aquí!
Cuando los dos amigos se encontraron se miraron unos segundos antes de sonreír y abrazarse.
-¿Me has salvado? – preguntó inocentemente.
-No podía permitir que ellos consiguieran lo que yo anhelo – Eli sonrió, más que complacida por aquellas palabras.
-¿Estás bien? – preguntó Héctor al llegar a la altura de los amigos, que se separaron del tierno abrazo.
-Sí – no le apetecía contar lo mal que lo había pasado ni lo que había tenido que hacer para evitar cosas peores.
Se abrazó a su chico, que parecía reacio. Eli se separó de él, extrañada, y observó el motivo por el que estaba tan distante.
-¿Te has meado? – preguntó con tristeza. No obtuvo respuesta – No pasa nada –quiso ser comprensiva.
-Volvamos – les cortó Joel, que se adelantó unos pasos para dejarles intimidad.
-Héctor
– llamó la atención de su novio mientras caminaban hacia el
destartalado coche – deberíamos encontrar un sitio donde pudieras
cambiarte. Mientras, me gustaría que me dejaras un rato a solas con
Joel.
El hombre miró a su chica, extrañado, pero no articuló palabra.
-Quiero, necesito despedirme de él antes de que todo acabe – aquellas palabras parecieron convencer a un derrotado Héctor.
-Está bien – habló al fin – Busquemos algún lugar al que podamos acceder.
El
agua caliente caía sobre el desdibujado cuerpo de Héctor. El incidente
de la gasolinera lo había dejado chafado. El miedo había podido con él y
no había sido capaz de hacer nada por ayudar a Eli mientras Joel se
había jugado la vida por ambos. Estaba abatido. Y saber que al día
siguiente llegaría el fin no ayudaba.
En
la habitación del piso superior del caserón aparentemente abandonado
que habían ocupado, Joel, sentado en la cama, observaba a Eli
acercándose.
-¿Te duele? – le preguntó observando los moratones de los brazos de la mujer.
-Gracias a ti no me duele nada – sonrió.
-Habría hecho cualquier cosa para protegerte.
Joel
no se esperaba ese beso. El calor del aliento de Eli lo embriagó. El
sabor húmedo de sus labios y su lengua, y las cosquillas que sus roces
le provocaron fueron tan sorpresivos como enormemente placenteros. La
erección fue inmediata y, con ella, la vergüenza de ser descubierto. Usó
las manos para taparse, provocando nuevas sonrisas en su amiga.
-Déjame
ver eso – le sonrió apartando el brazo de Joel que, tímidamente, retiró
las manos - ¡Guau! – le ensalzó al ver el evidente bulto en la
entrepierna de su amigo.
Eli acercó una mano al paquete. Lo acarició, notando la enorme rigidez del bulto y provocando el apasionado suspiro de Joel.
-Eli…
-¡Calla ya! – bromeó sin perder la sonrisa.
La
mujer se deshizo de la maltrecha camiseta, quedándose en sujetador.
Empujó a su amigo,
tumbándolo sobre la cama y volvió a besarlo.
Joel
oyó el imperceptible clic del cierre del sostén. No quiso perderse la
visión de los pechos de su querida amiga. Observó con deleite cómo las
copas se separaban lentamente de la piel que envolvían, mostrando las
naturales líneas que los orondos pechos dibujaban. No se atrevió a
moverse hasta que Eli le agarró un brazo dirigiéndolo hacia aquel
tesoro.
El
tacto con aquella sensible piel le erizó el bello de todo el cuerpo.
Apretó ligeramente, sintiendo el inconfundible tacto del seno. No se
podía comparar con ninguna otra cosa. Lo estrujó un poco más, lo rodeó
haciendo círculos aproximándose a la ligeramente rugosa aureola y el
pequeño pezón. Lo apretó levemente, sintiendo cómo se endurecía al
instante. Se habría pasado horas masajeando aquellas tetas.
Eli
observó la felicidad en el rostro de su mejor amigo y eso la hacía
feliz a ella. Subió la camiseta de su amigo, mostrando su pecho y su
ligeramente voluminosa barriga. Se agachó para besarle los pectorales,
restregándole los pechos contra el estómago. Oía a Joel jadeando y
sentía los latidos acelerados de su corazón.
Los
nervios se apoderaron del hombre cuando sintió que su amiga hurgaba en
los pantalones. Cerró los ojos mientras escuchaba la cremallera
abriéndose. Instintivamente levantó el culo cuando Eli tiró de los
tejanos para bajárselos. Sentía que el pito le dolía demasiado cuando
ella asió los calzoncillos.
Tiró
de la ropa interior de su amigo descubriendo un pene más que tieso. No
era muy alargado, pero sí grueso y ligeramente ladeado. Dejó la tela a
la altura de las rodillas del hombre y se agachó a besar el pubis de
Joel. Sonreía cada vez que sentía los respingos que daba la polla del
excitadísimo hombre.
Llevaba
rato aguantando el orgasmo. No quería correrse tan extremadamente
pronto, pero sentía que si le tocaba empezaría a eyacular. Sintió la
mano de Eli apoyándose en uno de sus muslos y acercándose
peligrosamente. La mujer le acarició los testículos y sintió cómo la
presión de la punta de la verga aún aumentaba más. Un dedo recorrió su
tronco y una oleada de placer lo invadió. Jamás pensó que pudiera ser
tan placentero que otra persona… que Eli le tocara. Sintió un calor
rodeando el glande y, por fin, los tiernos labios de su amiga alrededor
de su verga. Abrió los ojos para contemplar aquel momento histórico y se
dejó llevar. No recordaba un éxtasis similar.
La
exageradamente dura verga que se había introducido en la boca comenzó a
convulsionarse. No le había dado tiempo a saborearla con la lengua
cuando su amigo comenzó a escupir semen a borbotones. Eli apartó el
rostro y comenzó a masturbarlo mientras oía los gemidos de Joel que se
retorcía de placer bajo su mano.
-Bien ¿y qué tal? – preguntó una entusiasta Eli cuando el hombre se recompuso.
-Ha sido maravilloso – confesó con cara de tristeza.
-No te preocupes, que voy a hacer que cumplas tu último deseo – adivinó las preocupaciones de Joel.
-¿En serio? – preguntó con una sonrisa de oreja a oreja.
-Es lo que te mereces.
-¿Pero
a ti…? – Joel ansiaba que aquello ocurriera, pero prefería que no fuera
un simple favor de su amiga. Quería que fuera algo más que eso.
-Pues claro – sonrió antes de volver a besarlo.
La gorda polla de Joel ya estaba nuevamente a punto.
Eli
se subió a la cama, posando una rodilla a cada lado de su amigo. El
veinteañero alzó las manos hasta alcanzar el firme trasero de la mujer.
Lo sobó con esmero sobre la tela del pantalón mientras ella comenzaba a
desabrochárselo.
Ante
los ojos del hombre apareció la ropa interior femenina. Una braga
transparente con bordados tribales. La mujer bajó el pantalón todo lo
que le permitía la postura, suficiente para que él se colara en busca de
sus partes íntimas. Acercó el rostro a la tela, olisqueando. Y se dejó
llevar por el instinto.
Eli
sintió el tembloroso dedo de su amigo retirando la braga a un costado,
dejando que una ligera brisa le acariciara los colgantes labios
vaginales, provocándole un escalofrío. Notó cómo Joel se inclinaba hacia
ella y percibió la reseca lengua de su amigo paseándose por su raja.
Cerró los ojos y, acariciándole el pelo, le dejó hacer intentado
disfrutar de aquel íntimo momento.
El
fuerte sabor del coño de su amiga le entusiasmaba. Era el primero que
comía y le pareció una delicatessen. De los nervios, tenía la boca
reseca, pero al poco tiempo la zona había empezado a lubricarse,
sintiendo cómo los fluidos de Eli le empapaban la lengua, resbalándose
por la barbilla.
Procurando
que su amante pudiera acceder mejor a su cueva, a medida que la comida
de coño le proporcionaba más placer, cada vez estaba más inclinada hacia
atrás. Prácticamente tiraba del pelo del hombre para no perder el
equilibrio. De repente, un flash. La imagen del chico joven de la
gasolinera, su bello rostro. Se imaginó que era él quien la estaba
devorando y se corrió en la cara de Joel.
El
hombre, aún virgen, se relamía mientras ella lo empujaba, una vez
recompuesta del orgasmo, para que volviera a tumbarse en la cama.
Observó a Eli deshaciéndose de las prendas que le quedaban y pudo
contemplar su precioso cuerpo desnudo. No pudo evitar tocarse la polla,
comenzando a pajearse.
-Estate quieto – se quejó – No seas impaciente o perderás tu oportunidad – le sonrió haciéndolo reír, enchochado.
La mujer volvió a ponerse a horcajadas sobre Joel que sabía que llegaba el momento que tanto había deseado.
-¿A pelo? – preguntó temeroso de que aquello pudiera ser un impedimento.
-A pelo – confirmó sabiendo que no era una locura a unas horas de que todo acabara.
La
mano de la chica agarró la verga de Joel encarándola convenientemente.
El hombre sintió el calor que se aproximaba a su pene. De repente, un
contacto carnoso en su glande precedió a una de las mejores sensaciones
que recordaba. Algo se adhería a su polla, succionándosela hasta que
desapareció por completo en el interior de su amada amiga. El movimiento
de Eli lo transportó a otra realidad. Los calurosos roces de su
sensible rabo contra las paredes internas de Eli provocaban miles de
cortocircuitos sensoriales de placer que recorrían todo su cuerpo.
Quería correrse, pero sin que aquello acabara nunca.
No
sabía lo que realmente sentía por su amigo. Pero estaba segura de que
lo quería. Hacerle aquel enorme favor, verlo disfrutar, feliz, compartir
algo tan íntimo con alguien especial, ser penetrada por aquel hombre
por el que tanto sentía era cuanto menos placentero. Estaba disfrutando
del polvo. Cerró los ojos al ver las manos de Joel buscando sus
saltarinas tetas debido al rítmico sube y baja que estaba practicando
sobre el grueso falo.
Con
las sensibles caricias en sus tetas, provocándole esporádicos picos de
placer, comenzó a sentir cómo un ligero cosquilleo iba in crescendo en
su coño. Un nuevo flash. Esta vez el enorme cipote del desagradable
asaltante de rostro deslucido. Imaginó que aquella portentosa polla que
había tenido en su mano era la que ahora la perforaba y comenzó a gemir.
El inicio de lo que fue su segundo orgasmo.
No
podía más. Verla disfrutar cabalgando sobre su incandescente verga,
oírla gemir, sentir el contacto con sus voluminosos senos… Eli estaba
preciosa. Todo era demasiado excitante como para aguantar más a pesar de
su reciente corrida. Mientras Eli sollozaba de placer, comenzó a
bombear en el interior de su deseada amante.
-Gracias
– susurró Joel sintiendo cómo la polla se ensanchaba antes de escupir
un nuevo cargamento de semen para volver a convulsionarse hasta soltar
todo lo que llevaba dentro.
Eli
cayó exhausta sobre el pecho de su amigo, deslizándose a un lado, sin
perder el contacto con su cuerpo. Le gustaba ver aquel semblante
satisfecho. Estuvieron unos segundos en silencio mientras le acariciaba
recorriendo su piel, desde los pectorales hasta el pubis donde yacía una
verga morcillona y húmeda.
-¿Te ha gustado? – se preocupó el hombre cuando recuperó el resuello.
-Eso no importa. Lo importante es que hemos cumplido tu deseo – sonrió.
-Voy a morir tranquilo – la miró, sonriente.
-Y sí que me ha gustado, tonto.
Tras unos minutos en silencio, llenos de arrumacos, expresiones faciales, gestos y caricias, Eli rompió el mágico momento.
-Debo pasar la última noche con él. ¿Lo comprendes, verdad, cariño?
Joel
no contestó. Sólo le acarició el costado, desde el sobaco hasta la
cadera, observando por última vez la exquisita desnudez del majestuoso
monumento que se exhibía ante él.
Eli
oyó las últimas palabras de su amigo mientras se alejaba de la
habitación, antes de que Joel cerrara la puerta de la estancia donde
habían intimado.
-Eres la mujer de mi vida… - susurró lo suficientemente alto como para que el corazón de Eli bombeara con más fuerza.
Creía
que la satisfacción no le dejaría dormir, pero cayó en seguida en un
profundo sueño. Haber hecho el amor con su mejor amiga, perdiendo la
virginidad antes del fin del mundo, le proporcionaba tal bienestar que
ni la inminente llegada del meteorito pudo perturbar el relax que le
empujó a dormirse.
A
pesar de la reconfortante ducha de agua caliente, Héctor no podía
evitar sentirse mal consigo mismo por la reacción ante lo sucedido en la
gasolinera. Sentía como si eso hubiera afectado a su relación con Eli y
eso lo martirizaba. No conseguía dormir y, desesperadamente, deseó la
llegada del asteroide.
La
chica se maldecía por aquel lío que tenía en la cabeza. Héctor y Joel.
Joel y Héctor. Los quería a ambos, pero no les daba lo que necesitaban a
ninguno. Le daba rabia que sus últimas horas de vida estuvieran
inmersas en esos pensamientos. Le habría gustado entregarse al 100% a
Héctor. Le habría gustado quedarse con Joel. Se durmió pensando en los
dos chicos de su vida.
EL FIN DEL MUNDO
En
la población de Jœuf, en la región de Lorena, Francia, un grupo de
personas contemplaba
cómo el pequeño punto negro del cielo se había
convertido en una pequeña estrella brillante que no paraba de crecer.
Perplejos por la velocidad con la que parecía acercarse el inminente
impacto, no daban crédito cuando, unos minutos más tarde, el asteroide
alcanzaba un tamaño similar al de la luna. Dos minutos después estarían
todos muertos.
Un
atroz terremoto, vientos huracanados y temperaturas infernales eran las
consecuencias del devastador impacto. Rápidamente los efectos se fueron
propagando sembrando la muerte y destrucción a lo largo de kilómetros
más allá del enorme cráter al norte de Metz.
Los
tres amigos estaban sentados en el saliente de una ladera. Juntos, con
Eli entre los dos hombres, observaban el cielo en silencio. Mientras la
mujer, a su izquierda, se recostaba sobre el cuerpo de Héctor, Joel
aprovechó para rodear a su amiga con un brazo y,
disimuladamente,
acariciarle la espalda sin que su amigo se percatara.
Embriaga
por las dulces caricias de Joel, Eli contempló cómo el cielo se
oscurecía. Perturbada, buscó con su mano derecha la de su amigo. Cuando
la encontró, se la agarró con fuerza. Los dos volvieron a hacer manitas
procurando no ser descubiertos.
El
aumento del viento vino acompañado de un calor irreal. Los estruendosos
sonidos previos al final los pusieron tensos. No dijeron nada. La
muerte les sobrevino al instante. Desolación.
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