sábado, 13 de abril de 2013

Un último deseo

El fin del mundo está a la vuelta de la esquina y hay a quien aún le quedan cosas por hacer.




 -¡Aaahhh! ¡Ah! ¡Yahhh!

Se oían miles de gritos.

-¡Agárrate!

-¡Vamos, vamos! ¡Corre! ¡Rápido!

Joel miraba impertérrito a la gente huyendo del caos, muerte y destrucción que el tsunami provocaba a su paso.

El ruido era ensordecedor y la tensión era máxima. Aún así, el joven de 23 años, adormilado, no podía evitar que los ojos se le cerraran.

-Listos para iniciar la aproximación. ¿Han llegado nuestras familias?

-Están en camino…

De repente, la madre de Joel entró al salón, interrumpiendo a su hijo.

-¿Por qué no te acuestas? ¿No ves que se te cierran los ojillos?

-Déjame, estoy viendo el final de la peli.

-¿Le queda mucho?

-Debe estar a punto de acabar.

-¿Qué peli es? – le preguntó mientras se sentaba en el sofá junto a su único hijo.

-Deep Impact.

No muy lejos de la casa de Joel vivían sus mejores amigos.

-¿Has oído los últimos rumores? – le preguntó Héctor a su novia.

-No. ¿Sobre qué?

-Hay gente que dice que se aproxima el fin del mundo.

Eli rió, medio divertida, medio indignada, dejando caer sobre el plato, sin querer debido a la sorpresa, parte de la comida que ya se había llevado a la boca.

-¿Ya estamos otra vez? Si hubiéramos hecho caso de todas las veces que se supone tendría que haber acabado el mundo…

-No sé… supongo que esta vez la diferencia es que no ha sido profetizado por ningún iluminado. Ni Mayas, ni Nostradamus, ni ostias. Simplemente la rumorología.

-¿Y en qué consiste el rumor?

-Al parecer ya son unos cuantos los australianos que han divisado una especie de mancha negra en el cielo.

-Interesante… - ironizó Eli.

-Y ya han salido teorías de todo tipo. Pero la que más gana es la de un OVNI.

-Los australianos pueden estar tranquilos. Si algún día nos visitan los extraterrestres sin duda 
 irán a EEUU. ¿O es que en las antípodas no ven las películas? – siguió burlándose.
-Bueno, hay quién habla de un asteroide, otros de un agujero negro que se expande.

-Sí, el caso es pensar en positivo.

Héctor rió. Se acercó a su chica y la besó.

-Eres tremenda – sonrió – Y estás tremenda.

El chico de 25 años comenzó a hacer arrumacos a Eli, un año menor, que se dejó hacer. Las manos de Héctor entraron en contacto con el generoso busto. Primero por encima de la camiseta y luego por debajo, sintiendo los duros pezones.

-Vamos al cuarto – propuso ella – que si el mundo se acaba, hay que aprovecharlo – sonrió.

Héctor ya estaba completamente empalmado mientras observaba, anonadado, el movimiento del perfecto culo que se alejaba junto a las estilizadas curvas de Eli.

A medida que los días pasaban, los rumores sobre el objeto de color oscuro no identificado que parecía sobrevolar las tierras de todo el mundo fueron haciéndose más fuertes. A pesar de ello, la vida de todos y cada uno de los habitantes del planeta transcurría igual que siempre. 

Pero el tema de moda comenzaba a apoderarse de los desayunos, los recreos, las comidas, los descansos o las quedadas. Sin llegar a ser alarmante, la comidilla estaba cada vez más presente.

La alarma sonó cuando la ONU, con el respaldo de las autoridades de la mayoría de naciones, convocó una rueda de prensa para explicar los motivos por los que comenzaba a ser tan evidente la visión en los cielos de un punto negro, cada vez de mayor tamaño.

-¿Qué me dices ahora? – preguntó Héctor a Eli.

-Hay algo en el cielo, pero de ahí a que eso signifique el fin del mundo hay un trecho.

-¿Qué crees que será? – le preguntó Joel, que había quedado con la pareja para tomar algo.

-No sé. En unas horas nos sacarán de dudas.

-Yo apuesto por un asteroide – contestó Héctor.

-Sí, mucha gente dice que es algo bastante factible – convino Joel.

-Y no sería el primero que pasa cercano a la Tierra. Éste podría ser un ejemplo más – concluyó la mujer.

-Pero lo de la declaración de la ONU da mala espina – se preocupó Joel.

-Tal vez nos expliquen lo que piensan hacer para desviarlo – aventuró Héctor.

-O simplemente nos explicarán lo que ocurre para que la gente no se alarme como parece que hacéis vosotros dos. ¡Vaya mierda de tíos! – bromeó – Anda, que si pasara algo y tuviera que confiar en vosotros para que me cuidarais… no me siento protegida.

Los hombres rieron. Héctor se acercó a su chica y la besó mientras le acariciaba uno de los brazos.

-Tonta, sabes que yo haría lo que fuera por protegerte.

-Pues yo no – bromeó Joel, sabedor de que sus amigos eran conscientes de que eso no era cierto.

El anuncio a nivel mundial comenzaría a la 1 de la madrugada en la península Ibérica. Las diferentes familias de todo el mundo se juntaron para observar el evento a través de la televisión. La expectación era tal que nadie recordaba un momento como ese. Joel, intentando aparentar serenidad ante su madre, recordó el inicio de la mítica serie V. Un escalofrío recorrió su cuerpo. Eli y Héctor, que vivían alejados de sus familias, esperaban el evento arremolinados en el sofá. Ella estaba recostada sobre su pareja, quien le acariciaba la espalda con ternura.

-World citizens… – desde Nueva York, el Secretario General de Naciones Unidas comenzó el discurso en inglés mientras las televisiones de todo el mundo traducían de forma simultánea – …nos hemos reunido aquí porque hemos considerado que es el momento de que el mundo tome consciencia de la situación actual. Queremos que las personas estén informadas y puedan tomar decisión sobre los próximos acontecimientos…

-Es el puto fin del mundo – pronosticó Héctor.

-¡Calla! – se quejó Eli, atacada de los nervios.

-…el motivo para esperar a hacer público este anuncio – prosiguió Ban Ki-moon - ha sido el intento de preservar la normalidad entre los ciudadanos, de evitar una alarma social innecesaria que nos hubiera sumergido en un caos irracional. Hoy no podemos evitar que eso suceda, pero es absolutamente necesario que expliquemos lo que ocurre…

Joel sintió cómo la mano de su madre se aferraba a la suya. Hasta ese momento no era consciente de cómo le estaban sudando. Jamás había sido muy cariñoso con ella, ni siquiera tras la prematura muerte de su padre, pero en ese momento decidió rodearla con un brazo.

-…el cuerpo que a día de hoy es visible a simple vista se trata de un asteroide de 50 kilómetros de ancho que se dirige directamente a la Tierra. El impacto de dicha roca provocará la devastación del planeta y es por eso que queremos mandar un mensaje de positivismo que se aleje del temor por el cual no se ha transmitido antes esta información...

Las lágrimas de los indefensos espectadores que escuchaban con tristeza las desesperanzadoras palabras del coreano eran inevitables. Mas, la esperanza de escuchar la estrategia a seguir que los salvaría de una muerte segura era el motivo que les impedía salir corriendo a esconderse, a gritar, a llorar, a buscar a los seres queridos, a desahogarse de lo que parecía un final inevitable.

-…nuestros expertos aseguran que no hay nada que podamos hacer para impedir la colisión que se producirá dentro de 5 días. Así que, por favor, os pido que salgáis a la calle y aprovechéis el tiempo. Pensad en lo que os falta por hacer y hacedlo. Plantad ese árbol que os falta. Decidles a las personas que queréis aquello que no os hayáis atrevido. Y, sobre todo, sed fuertes para que el débil os vea sonreír y pueda dejar de llorar.

Eli no podía creerlo. “Es una puta pesadilla” pensó mientras oía el follón que se escuchaba en la calle. “Todo esto va ser un puto caos” caviló antes de darse cuenta de que Héctor estaba llorando, hecho un ovillo en el sofá.

-Cariño… - se acercó a él, estaba temblando – Mírame. Mírame – insistió hasta que consiguió el objetivo y, entonces, sonrió.

Esa sonrisa era todo lo que Héctor tenía. Pero en tan sólo cinco días ya no tendría nada. No pensó que pudiera tener tanto miedo. Dejó que Eli lo abrazara, sintiendo su calor. Y echó a llorar como no recordaba haberlo hecho desde bien pequeño.

-Mamá, quiero decirte que te quiero – confesó Joel, haciendo caso de las recomendaciones que habían dado desde la ONU.

-Lo sé, hijo – sonrió con los ojos llenos de lágrimas.

-Creo que jamás te lo he dicho.

-Y no hacía falta.

El brazo de Joel aún seguía rodeando el cuerpo de su madre. Se acercó más y la achuchó hacía sí para fundirse en un tierno abrazo. La madre del joven no estaba acostumbrada a recibir los sentimientos de su hijo y no pudo evitar llorar desconsoladamente. Aquel abrazo la hizo más feliz que triste el saber que dentro de cinco días todo habría acabado.


FALTAN 5 DÍAS

Había sido una noche larga. Los alborotos en las calles, los llantos y gritos de vecinos y transeúntes, las llamadas de familiares y amigos, las vueltas en la cama intentando conciliar un sueño que no aparecía… Los tres amigos habían quedado en verse por la tarde.

-Finalmente tenías razón – pareció que Joel se lo echaba en cara a su amigo.

-Ojalá me hubiera equivocado.

-Venga, chicos, no es momento para lamentos. Debemos ser fuertes y aprovechar los días que nos quedan.

Eli sacaba la entereza que no parecían poseer sus dos amigos, más abatidos.

-Tienes razón – la apoyó Joel - ¿por qué no pedimos un último deseo?

-Y lo cumplimos – sonrió convencida.

-Me gusta la idea –rió un ahora más dicharachero Joel – Empieza tú – le instó a Héctor.

-No sé… creo que echo mucho de menos a mis sobrinas. Creo que quiero despedirme de ellas, de mi hermana, de mis padres. Creo que me siento solo, a pesar de vosotros – sonrió tímidamente – pero todo se acaba y me gustaría estar rodeado de todos mis seres queridos.

Joel y Eli miraban el rostro demacrado de Héctor. El joven estaba realmente afectado y necesitaba aferrarse a cualquier cosa que le aliviara el dolor que la proximidad del fin le ocasionaba.

-Me parece encomiable, cariño – le confirmó Eli antes de besarlo.

-¿Y tú? – le preguntó a su novia.

-Pues… - caviló unos instantes – Yo quiero ir al fin del mundo. Siempre he tenido la idea romántica de llegar al lugar físico en el que no haya nada más al otro lado. Sé que ese lugar no existe, pero metafóricamente sí que es alcanzable.

Ahora eran los dos hombres los que escuchaban embelesados las entusiastas y filosóficas aspiraciones de Eli.

-El fin del mundo en el fin del mundo – divagó Joel – Me gusta.

-No sé – prosiguió ella – tal vez ahora tenga sentido partir sin mirar atrás y llegar lo más lejos posible. Ese es mi fin del mundo. Y ahí quiero llegar.

Unos instantes de silencio para sopesar aquella absurda a la par que rompedora idea precedieron a la pregunta que Eli le hizo a Joel.

-¿Y tú?

-Mi deseo es acompañarte – soltó descolocando a la pareja.

Eli sonrió, halagada.

-¿De verdad me acompañarías?

-Sí.

-Hagámoslo – soltó entusiasmada.

-No me jodas, Eli – se enfadó Héctor - ¿No vas a venir conmigo a despedirte en persona de mi familia? ¿o de la tuya?

-Hemos dicho que pediríamos un deseo y la gracia está en cumplirlo.

-Pero yo quiero que estés conmigo.

-Pues vente.

La tensión entre la pareja incomodó a Joel, que maldijo haber pedido ese deseo.

-Escuchad, si queréis puedo pedir otra cosa.

-Déjalo, mejor acompáñala – se resignó – Sería peor que fuera sola. Tal y como están las cosas podría pasarle cualquier cosa.

-En eso tienes razón – confirmó Joel pensado en los desalmados que, sin temor a ser detenidos, juzgados ni condenados por falta de tiempo debido al inminente apocalipsis, podrían campar a sus anchas causando el terror. Pensó en lo buena que estaba Eli y lo apetecible que podía resultar y se acojonó de miedo.

-Lo siento, cariño – Eli volvió a besar a su chico, que estaba reticente – Despídete de todos si es lo que necesitas. Yo necesito hacer este último viaje.

Ahora lloraban los tres. La despedida fue dura.

FALTAN 4 DÍAS

Joel conducía sin rumbo fijo. A su lado, en el asiento del acompañante, una pensativa Eli miraba el cielo intentando divisar, entre los rayos de sol matutinos, el objeto oscuro que se aproximaba a toda prisa hacia la Tierra.

-Juntos hasta el último momento – comentó ella.

-Sí – sonrió Joel orgulloso de poder estar junto a su mejor amiga hasta el fin de los días.

-Jamás pensé que esto pudiera acabar así.

-¿Te refieres al planeta?

-No, me refiero a Héctor. Lo de ayer no fue fácil. Me parece increíble que sea el final y él no esté aquí.

-Ya… - no supo qué decir, ligeramente decepcionado por esas palabras de Eli.

-Pero al menos estás tú. Me alegra que decidieras acompañarme. ¿Y tu madre qué tal?

-Bien, la verdad es que ya tuvimos nuestra despedida. Mucho llanto y todo eso. Ya sabes…

-Me imagino.

-¿Y los tuyos?

-Nos despedimos por teléfono. Lo cierto es que se me haría imposible verlos sabiendo que en cuatro días se iba a acabar todo. Prefiero pasar por esto lejos de ellos. No podría soportar verlos afligidos.

-Te entiendo.

Unos segundos de silencio.

-¡¿Qué?! – se quejó Joel al sentir la mirada fija de su amiga clavada en su rostro.

Los dos amigos se miraron y sonrieron. Su amistad era lo único que les quedaba.

Era tarde cuando decidieron parar. Joel estaba cansado de conducir y necesitaba dormir. Habían llegado hasta un pueblo que parecía bastante tranquilo.

-Podríamos pedir alojamiento en alguna casa – propuso el chico.

-Bien, en estos momentos no creo que la gente tenga mucho inconveniente en dar comida y reposo a una pareja joven y guapa como nosotros.

Joel no pudo evitar sonreír. Sintió cómo le ardía la cara e intentó disimular para que Eli no notara que se había puesto rojo.

Tuvieron suerte al primer intento.

-Está bien, pasad – aceptó el dueño de la casa a la que habían preguntado – Tengo una habitación libre con cama de matrimonio. Mis hijos duermen en el piso de arriba. Aunque no tenéis pinta, a estas alturas, si se os ocurre hacer alguna gilipollez no dudaré en cortaros el pescuezo a ambos.

-Descuide, somos de fiar. Y muchísimas gracias por acogernos.

-Si mañana despertamos todos vivos, os prepararé un buen desayuno para que prosigáis vuestro viaje.

Los dos amigos estaban enormemente agradecidos. Aquella idea era mucho mejor que la de dormir en el incómodo coche.

-¿No te importa que durmamos juntos? – se preocupó Joel.

-¡Qué va! ¿Vas a hacer algo raro? – bromeó.

-¡No!

-Pues eso… - sonrió – hay confianza. Buenas noches.

-Buenas noches.

A pesar de lo cansado que estaba, tanto física como mentalmente, le costó conciliar el sueño. No podía evitar fijarse en la hermosa mujer que dormía a su lado. El bello rostro resoplaba con cada respiración que alzaba y hundía los voluminosos pechos que se dibujaban bajo la fina camiseta con la que Eli dormía.

Estuvo tentado de retirar las sábanas para contemplar el resto del escultural cuerpo de la dama, pero no se atrevió. Sólo imaginarse a Eli despertándose y pillándole con la tremenda empalmada que ahora tenía y se moría de la vergüenza.

Se acarició el paquete bajo las sábanas, mirando el bello rostro de su amiga y sintió que podía correrse. Dejó de acariciarse y quiso cerrar los ojos, pero no pudo. Lo tenía hipnotizado.

FALTAN 3 DÍAS

Eli se levantó temprano. Se había desvelado y no podía seguir durmiendo. La discusión con Héctor y la repentina despedida la tenían intranquila. Dejó a Joel en la cama y salió fuera de la casa, buscando algo de intimidad.

Los ruidos de los niños despertaron a Joel. Estaba agotado. Apenas había podido pegar ojo por culpa de su obcecación con Eli. Contempló el lado vacío de la cama y palpó notando que estaba frío. Se apresuró a levantarse.

-¿Qué tal, Joel?

No se esperaba para nada ver a Héctor. Y menos agarrado a Eli. Ambos reían como enamorados. El corazón de Joel pareció pararse.

-¿Qué haces tú aquí?

-No parece que te alegres de verme – bromeó.

-No es eso. Es que después de lo del otro día no pensé que…

-Hemos hablado esta mañana – explicó Eli – y hemos decidido que queremos pasar el fin del mundo juntos – sonrió – Le he indicado dónde estábamos y… ¡se apunta a la locura!

-¿Y qué pasa con tu deseo? ¿Qué pasa con tu familia?

-¡Joder! ¿y por qué no podemos huir hacia el fin del mundo en dirección a casa de mi hermana?

-¡Claro! De hecho, hemos estado yendo en la misma dirección – rió Eli.

-Seremos idiotas… – ahora también reía Héctor a carcajadas.

-Si queréis hacer este viaje solos… - Joel se hizo la víctima.

-No digas tonterías – concluyó la mujer – Tu deseo era acompañarme, ¿no?

-Lo único que tendremos que dejar un coche – advirtió Héctor - ¿por qué no vamos con el mío que es más amplio?

Aunque deshacerse del coche no era una idea que le sedujera, convino que su amigo tenía razón. Y tenerle apego a un automóvil después de lo que había dejado atrás y a dos días de lo que estaba a punto de suceder no tenía mucho sentido. Aceptó.

Así, tras el desayuno que les ofreció el improvisado anfitrión, los tres amigos reanudaron la marcha en dirección a la familia de Héctor. Por la noche, decidieron volver a probar fortuna para conseguir alojamiento. Pero al nuevo integrante del grupo se le ocurrió una idea. No fue difícil conseguir las llaves de un par de habitaciones de un motel recientemente abandonado.

Joel se sentía desdichado. Prefería mil veces desvelarse por tener al lado a una hembra tan espectacular como Eli y no poder hacer nada con ella antes que no pegar ojo por no tenerla. Cuando los oyó a través de las finas paredes, se quería morir.

-Cómo deseaba que llegara este instante desde que discutimos y nos despedimos – susurró Eli mientras besaba con pasión la boca de Héctor.

-No me entraba en la cabeza que esos fueron nuestros últimos momentos.

La mujer, a horcajadas sobre el hombre que estaba tumbado en la cama, comenzó a deshacerse de la camisa de Héctor. Acabó arrancándole unos cuantos botones descubriendo unos pectorales fornidos y depilados. Los arañó mientras deslizaba los besos por su cuerpo hasta llegar a la cintura del pantalón.

Héctor se dejó hacer, observando cómo Eli se deshacía de su ropa liberando el pene que hacía rato estaba completamente erecto. No se la chupó mucho rato. Parecía ansiosa por follar.

Los gemidos de la habitación contigua llegaban con claridad a los oídos de Joel. Primero los tonos graves de Héctor, después las aceleradas y ruidosas respiraciones de ambos. Todos aquellos sonidos le partían el corazón y no entendía cómo podía tener aquella empalmada. Cuando oyó los agudos suspiros de Eli, se bajó los pantalones y los calzoncillos y comenzó a sobarse la polla recordando lo cerca que tuvo a esa mujer la noche anterior.

La penetración de Héctor pareció más placentera que nunca. Toda la tensión acumulada por lo ocurrido en las últimas horas se desvaneció con aquella verga en su interior. Se dejó llevar y se olvidó de todo. Sólo el placer del sexo. Las acometidas del hombre fueron creciendo y con ellas el goce.

Aquellos sollozos de éxtasis de la chica fueron demasiado para el onanista que empezó a escupir largos chorros de semen sin dejar de imaginar la visión de Eli que tenía grabada a fuego. Cuando dejó de correrse y el corazón dejó de palpitar salvajemente se dio cuenta de que el silencio reinaba en la habitación de al lado. Se avergonzó por lo que acababa de ocurrir y se dispuso a limpiar lo que había manchado.

Eli se había corrido. No siempre lo lograba. Se quedó tumbada, sudorosa, junto a su novio, al que abrazó. Héctor estaba más que satisfecho y se durmió en seguida.

FALTAN 2 DÍAS

-¿Quieres acompañarme? – le preguntó Héctor a su pareja cuando aparcaron el coche en frente de la casa de su hermana.

-Prefiero no tener que pasar por eso – respondió timorata.

-No te preocupes. Te entiendo. Yo lo necesito.

-Lo sé – sonrió con lágrimas en los ojos – Te quiero.

Héctor, tras besar a Eli, se dirigió a su amigo:

-Cuídamela.

-Descuida.

Mientras Héctor se despedía de su familia, los dos amigos se quedaron esperándolo sentados en un banco, conversando, bajo los rayos de un sol otoñal.

-Debo confesarte algo – comenzó Joel.

Eli lo miró. En su rostro vio la bondad que su mejor amigo desprendía. Lo quería mucho y se sentía muy orgullosa de haberlo conocido y haber desarrollado esa profunda amistad que tanto habían disfrutado.

-Dime.

-No sé cómo decírtelo… - estaba realmente nervioso. Jamás se le hubiera ocurrido sacar ese tema, pero sólo quedaban dos días y no quería morir con esa espina.

-Prueba a juntar palabras, una detrás de otra – bromeó.

-No sé si ya te lo imaginas, pero… soy virgen.

Miró a su amiga y, a pesar de la enorme vergüenza que le produjo aquella confesión, se sintió reconfortado al ver el semblante totalmente natural de Eli.

-No, no lo sabía. ¿Y qué? – quiso quitarle hierro al asunto.

-Pues que no sería un problema si dentro de dos días no se fuera a acabar el mundo.

-Ya… te entiendo – se mantenía a la expectativa.

-¿Te acuerdas del deseo que pedimos antes de partir?

-Sí, claro.

-Pues mentí. Mi último deseo es perder la virginidad – y tras un par de segundos añadió: - contigo.

Eli intentó aparentar serenidad. Aunque aquellas palabras no le extrañaban completamente, tampoco había imaginado que pudiera llegar a oírlas jamás. Intentó ser lo más comprensiva que pudo.

-Joel, es un halago enorme lo que me estás diciendo, de verdad. Pero… la primera vez es algo que… hacerlo conmigo no creo que sea una buena idea. Lo ideal sería que lo hicieras con la persona adecuada y yo no soy esa persona.

-El problema es que no hay tiempo para esperar a la persona adecuada. Además, ¿quién dice que no lo eres tú? Eli, yo… - era el momento, si lo había hecho con su madre, ¿por qué no con ella? - … no te quiero, te amo.

-Joel…

-Jamás te lo hubiera dicho si no llega a ser por las malditas circunstancias, pero… no sabes cómo te deseo. Lo que siento por ti es más grande que ese maldito asteroide que va a acabar con todo menos con mis sentimientos.

-Joder… no me hagas esto… esas palabras son preciosas y yo… ojalá todo fuera diferente, pero no puede ser. Tengo novio y es tu amigo.

-Mira, te lo pido como un favor. Olvida mis sentimientos. Sólo quiero morir no siendo virgen.

-Lo siento… pero no puede ser - el rostro de Eli reflejaba lo mucho que le apenaba tener que dar esa respuesta.

Cuando Héctor volvió, los tres amigos reanudaron la marcha. El silencio sepulcral del interior del vehículo contrastaba con el hostil ambiente reinante en el exterior.

Joel estaba en trance. Le había dado tantas vueltas a la confesión que acababa de hacerle a su amiga que quiso olvidarse por un instante. Se concentró en el entorno que pasaba fugaz debido a la velocidad con la que avanzaban. Las calles estaban desiertas, con esporádicos grupos de personas, algunos de los cuales se entretenían desvalijando casas, tiendas, coches o almacenes. Otros parecían huir de alguna amenaza, hacia ninguna parte. A cada poco se podían observar incendios aislados o pequeñas ruinas que hace nada habían sido casas, esculturas u otras construcciones. El mundo tenía un aspecto deprimente. Y se vino abajo.

No podía quitarse de la cabeza el verdadero último deseo de su mejor amigo. Lo conocía lo suficiente como para saber lo mal que lo debía estar pasando y eso la carcomía por dentro. Quería pasar el fin del mundo con Héctor, pero no quería hacer daño a Joel. Creía que no podía haber peor final hasta que oyó los tímidos sollozos que su amigo, detrás de ella, intentaba ocultar.

La despedida con los suyos había sido dura, pero era lo que Héctor necesitaba. Aquello lo había fortalecido y comenzaba a asumir lo que iba a ocurrir. Ahora estaba preparado para ello. Habiendo visto a su familia y, por tanto, habiendo cumplido su deseo, se había quitado un peso de encima y ahora sólo quería pasar los últimos momentos con Eli, la mujer de su vida.

FALTA 1 DÍA

La cara de Joel había sido un poema desde el día anterior. La tristeza que sentía era inconmensurable. La despedida de su madre, saber que sólo quedaba un día para que todo acabara, haber perdido la última posibilidad de no llegar virgen a ese momento, la vergüenza de haberlo confesado y el rechazo de Eli se mezclaban en un caldero que hervía a fuego lento el caldo de la desesperación.

Sentada en el asiento del copiloto, Eli observaba, a través del retrovisor, el desangelado rostro de su mejor amigo y sentía lástima de él. Quería hacerlo sonreír, que se olvidara de todo, incluso que pudiera cumplir su último deseo.

-Hace calor – soltó Eli.

-Pues está el aire puesto – confirmó Héctor que estaba a los mandos del volante.

-¿Sale aire por atrás? – preguntó la mujer.

-No sé – contestó Joel, alicaído.

Eli echó la mano derecha hacia atrás, pasándola entre la puerta y el asiento.

-Es por aquí por dónde sale, ¿no? – preguntó mientras palpaba a ciegas buscando la salida trasera del aire acondicionado.

Joel alargó su brazo para comprobar si salía aire al tiempo que le indicaba el lugar a Eli.

-Por aquí.

El chico le indicó agarrándole la mano y no pudo evitar acariciársela antes de soltarla. Fue un gesto instintivo, breve, pero se sorprendió al comprobar que la mujer, no sólo no retiraba la mano ante aquellas caricias, sino que respondió acariciándole también a él. Durante unos segundos, los dos amigos estuvieron haciendo manitas con la excusa de encontrar la salida del aire para comprobar si estaba funcionando.

No sabía por qué lo había hecho, pero no se arrepentía. Eli observó nuevamente el rostro de Joel a través del espejo y lo vio sonreír. Aquel simple gesto lo había animado. Y ella se sentía feliz por ello.

-¡Mierda! – masculló el conductor.

-¿Qué ocurre? – se preocupó Eli.

-La gasolina.

-Joder… ¿crees que podremos encontrar algún surtidor que nos permita echarle? – preguntó Joel.

-Ni puta idea.

-Coge este desvío – le aconsejó la mujer, mirando el mapa – Deberíamos alcanzar una carretera principal.

-¿No indica las gasolineras?

-Espera – intervino Joel – puedo mirarlo en el móvil.

-A ver si hay suerte.

-¡Bingo! Sigue por esta carretera. A unos 13 kilómetros deberíamos llegar a la más cercana.

-Perfecto.

Los amigos, efectivamente, llegaron a un área de servicio pequeña, retirada de la carretera principal. Se apearon del coche y sintieron que estaban alejados de toda civilización. Sólo bosque los rodeaba.

-Esto es – sonrió Eli – Esto es el fin del mundo – aseveró cerrando los ojos y abriendo los brazos.

Una sonrisa le iluminó la cara mientras giraba dando vueltas y respirando profundamente el aire que allí se respiraba. Había alcanzado el metafórico fin del mundo, cumpliendo su deseo. Los dos hombres la observaron, contemplando su belleza. Ambos la amaban.

-¿Estáis buscando algo? – una voz ronca los despertó de ese idílico momento.

Los tres amigos se giraron al unísono para contemplar al hombre que había hablado. Parecía un campesino. Sus facciones eran rudas y vestía un mono manchado de verde bajo un sombrero de paja. Con el frondoso bigote y la barba de varios días parecía estar en torno a los 50 años.

Lo acompañaban un par de hombres más. El de la derecha parecía bastante más joven. Con una camisa vieja, un pantalón de pana y unas botas de agua sonreía dibujando una cierta malicia en su bonito rostro. El de la izquierda era el más alto. Vestía un chándal viejo de color azul y tenía las facciones muy marcadas. La cicatriz del rostro remataba su fealdad.

-Hemos parado para ver si podíamos conseguir algo de gasolina – confesó Héctor.

-¡Claro! No te preocupes – respondió el hombre mayor.

-Entonces ¿se puede coger sin problemas? – preguntó Joel.

-No sois los primeros que pasáis por aquí – convino el chico joven.

-Me alegra saberlo – respondió Héctor que se acercó al coche hacia donde se dirigía el hombre del sombrero.

-El surtidor no funciona, pero la tapa de acceso al depósito está reventada – concluyó.

-Es guapa la chica – soltó el desconocido más alto mientras se dirigía hacia Eli junto a su compañero más joven.

A Joel le dio mala espina y decidió acompañarlos mientras los otros dos se encargaban de la gasolina.

-¿Cómo te llamas? – le preguntó el chico joven a la mujer.

-Eli – respondió afablemente.

-¿Sabes, Eli? – prosiguió – a mi amigo le gustas – El alto sonrió mostrando una dentadura mellada.

-Oye, sois muy amables, de verdad, pero… – intervino Joel.

-Tranquilo – dijo el alto – que sólo quiero conocerla.

-Está bien – convino Eli.

-Dos besos, ¿no? – sonrió el chico más guapo.

Eli, mirando fijamente a Joel como esperando su aprobación, aceptó a regañadientes. El corpulento campesino se agachó para acercar su poco agraciado rostro al de la hermosa mujer. Un beso en la mejilla izquierda y… le plantó un morreo en los labios haciendo reaccionar a la asustada mujer que intentó separarse en el momento en el que sentía cómo la aferraban con fuerza de los brazos.

-¿¡Qué coño haces!? – soltó Joel abalanzándose sobre el hombre.

Héctor oyó el follón y alzó la vista para ver lo que estaba pasando. Antes de poder reaccionar oyó al hombre que tenía a su espalda.

-Si te mueves, te rajo.

Héctor sintió el afilado hilo de la navaja en su cuello.

-Vamos, cálmate – le instó el joven, parsimonioso, a Joel – que mi amigo necesita desfogarse un poco antes de que todo esto se acabe.

Eli estaba aterrada. Forcejeaba con aquel grandullón mientras escuchaba las estremecedoras palabras del otro chico.

-¿No ves lo feo qué es? – prosiguió – No tiene muchas posibilidades. Y tu amiguita está bien buena – sonrió maléficamente de nuevo.

Joel le escuchaba, pero necesitaba pensar. No quería dialogar con ese indeseable y no tenía claro que enfrentarse a ellos fuera lo más sensato. Se giró para mirar a Héctor y vio que no podía ayudarle. Tenía que pensar rápido.

-Está bien – dijo al fin, todo lo serio que pudo.

El joven sonrió, sorprendido por aquella reacción. Eli, sin embargo, no pudo evitar echarse a llorar. ¿De verdad nadie iba a ayudarla? ¿De verdad la iban a violar? ¿De verdad Joel la había abandonado a su suerte?

-Sólo… déjame participar a mí también – añadió intentando resultar convincente.

El chaval ahora reía a carcajadas, silenciando los llantos de una Eli derrotada, a la que le dolían enormemente los brazos debido a la presión que el fornido hombre ejercía sobre ellos. Pero nada comparable a lo que le dolían las palabras de su mejor amigo.

-¿Lo dices en serio? – sonreía el muchacho, que no acababa de fiarse de Joel.

-Tú mismo lo has dicho. Mi amiga está como un queso y el que se la beneficia es aquel gilipollas – señaló a Héctor – Yo deseo follármela. No sabes cuánto – ahora sonrió maléficamente convenciendo definitivamente al joven cabecilla.

El pavor de Eli era desmesurado. No sabía si la violación le iba a doler tanto como aquella traición de Joel. Su resistencia desapareció definitivamente y se resignó al miedo. No había estado tan asustada ni la noche en la que escuchó el maldito anuncio de la ONU.

Mientras el hombre feo forcejeaba con la mujer, intentando abrirle las piernas para colarse entre medio, Joel se acercó a Eli, observando su semblante desencajado.

-No lo hagas… - suplicó – Joel… - sollozaba lastimosamente.

Pero el chico le hizo caso omiso. Se agachó acercando su rostro al de su desvalida amiga y la besó en la mejilla derecha. No se atrevió a hacerlo en la boca. Eli giró el rostro, rechazándolo, y Joel siguió besándola hasta llegar al oído.

-No me respondas – le susurró – Pídeles que te lleven al bosque y que quieres dejarme fuera del asunto.

La mujer volvió a girar su rostro, esta vez para ver la cara de su amigo. No sabía lo que Joel pretendía, pero, mirándolo fijamente a los ojos, confió en él. El tierno pico de su amigo, a penas rozándola, la descolocó definitivamente.

-Espera, espera… - paró Eli a su atacante, que ya se había sacado la tranca, bastante grande 
- ¿Por qué no nos vamos nosotros al bosque y pasamos de éste? – señaló a Joel.

-De eso nada – intervino el más joven – Quiero teneros a la vista. Además, ¿ahora prefieres al feo éste antes que a tu amiguito?

Eli observó la enorme y repulsiva verga, medio erecta, que colgaba ante ella y se estremeció horrorizada. Como aquello saliera mal…

-Mi amiguito ya lo ha intentado conmigo antes y no lo ha conseguido. No quiero nada con él. Sin embargo… - volvió a mirar aquel enorme rabo, ahora descaradamente.

-¿Te ha puesto cachonda el pollón de mi compinche? – reía a carcajadas nuevamente.

-¿Y tú por qué no nos acompañas? – forzó la sonrisa, intentando ser sensual y captando la atención del joven – Mírate – insistió la mujer – estás muy bueno – no mintió – Me apetece que vengas – le sonrió – Contigo y esa pedazo de cosa – volvió a mirar el enorme falo del feo – lo pasaremos bien.

-Está bien – lo convenció al fin, completamente excitado por aquellas palabras.

Mientras la empujaban hacia el bosque, Eli miró a su amigo. Su rostro mostraba desesperación. Joel intentó darle fuerzas con la mirada. Pero ni siquiera él sabía si aquello saldría bien.

-¿Qué coño ha pasado? – preguntó el viejo viendo cómo Joel se acercaba hacia él mientras los otros se alejaban hacia el bosque - ¿A dónde te crees que vas? Si te acercas más, me lo cargo – le amenazó con matar a Héctor.

Pero Joel lo ignoró, subiéndose al coche y alejándose de allí. Temía que fuera demasiado tarde para Eli. Debía actuar rápido. Y aún así…

Héctor se había meado en los pantalones hacía rato. El miedo lo tenía paralizado y no reaccionó ante la huida de su amigo. Pensó que el fin llegaría antes de lo esperado y lo asumió con resignación, sin rechistar.

Cuando Joel se hubo alejado lo suficiente dio media vuelta con el coche. Sólo tenía una oportunidad. Si lo hacía bien no sabía si serviría de algo, pero si lo hacía mal, todo acabaría de forma catastrófica.

El hombre del sombrero no se podía creer que aquel imbécil volviera. Lo hacía demasiado rápido, conduciendo el coche directo hacia ellos.

-¡Será hijo puta! – soltó antes de echarse a un lado tirando al suelo a Héctor.

Joel comenzó a frenar, quemando caucho, en cuento vio la evasiva del campesino. Consiguió detenerse cerca de su amigo.

-¡Monta! – le gritó - ¡Monta, coño! – le insistió haciéndolo reaccionar al fin.

Cuando Héctor abrió la puerta del acompañante, antes de que el cincuentón pudiera reaccionar, Joel lanzó el mechero del coche al hueco que daba acceso al depósito de gasolina. Las llamas prendieron inmediatamente y Joel pisó el acelerador a fondo.

Héctor no reaccionaba. Seguía mudo mientras el corazón del conductor iba a mil por hora cuando oyeron la estruendosa explosión. De momento todo salía como Joel había planeado.
Eli había tenido que masturbarlos para retardar lo inevitable. No quería que aquellos indeseables la violaran y no podía darles más largas. Las pajas parecían haberles calmado las ansias, pero ella no podía evitar las lágrimas que le provocaba estar haciendo aquello. De repente, oyeron la explosión.

-¿¡Qué coño!? – se sorprendió el chico joven, apartando la mano de Eli de su tieso pito.

-¿Qué pasa? – preguntó el alto.

-Joder, lo hemos dejado solo con los otros dos tíos – se alarmó de repente – ¡Vamos! – apremió a su compañero mientras se subía los pantalones.

El feo parecía dudar. No quería que aquella hermosa mujer dejara de masturbarlo. Aunque ya lo había hecho cuando paró de pajear el otro pene.

-Lo siento – se disculpó ante Eli, como si fuera una putada para ella, y se vistió tapando su enorme miembro.

Cuando la mujer los vio correr hacia el resplandor proveniente de la gasolinera no se lo podía creer. Ahora podía huir, tal vez se libraría de ser violada. Un halo de esperanza la recompuso.
Los estaba esperando. Joel, en cuanto los vio salir del bosque, volvió a acelerar el coche. El sonido sordo de los cuerpos golpeando contra el chasis fue repugnante. No le gustaba hacer aquello, pero no tenía otra opción. Dio un trompo y observó el cuerpo inmóvil del más joven. El larguirucho estaba intentando alzarse cuando volvió a atropellarlo. Esta vez la sangre salpicó el parabrisas.

-¡Jooooder! – gritó el improvisado héroe, completamente eufórico a la par que asustado por lo que acababa de hacer.

Héctor lo miró, incrédulo, y se rindió ante el hombre que los había salvado.

-Gracias, tío… - balbuceó – gracias por hacer que el final no llegara antes de tiempo.

Joel lo miró, orgulloso, y le sonrió, quitándose importancia y agradeciéndole esas palabras.

-Vamos a por tu chica – concluyó mientras se chocaban las manos en un gesto de complicidad.

Los hombres se adentraron en el bosque, separándose para abarcar mayor terreno.

-¡Eli!

La mujer oyó su nombre. Parecía la voz de Joel. Se alegró de oírlo. La dicha era desmesurada.

-¡Estoy aquí!

Cuando los dos amigos se encontraron se miraron unos segundos antes de sonreír y abrazarse.

-¿Me has salvado? – preguntó inocentemente.

-No podía permitir que ellos consiguieran lo que yo anhelo – Eli sonrió, más que complacida por aquellas palabras.

-¿Estás bien? – preguntó Héctor al llegar a la altura de los amigos, que se separaron del tierno abrazo.

-Sí – no le apetecía contar lo mal que lo había pasado ni lo que había tenido que hacer para evitar cosas peores.

Se abrazó a su chico, que parecía reacio. Eli se separó de él, extrañada, y observó el motivo por el que estaba tan distante.

-¿Te has meado? – preguntó con tristeza. No obtuvo respuesta – No pasa nada –quiso ser comprensiva.

-Volvamos – les cortó Joel, que se adelantó unos pasos para dejarles intimidad.

-Héctor – llamó la atención de su novio mientras caminaban hacia el destartalado coche – deberíamos encontrar un sitio donde pudieras cambiarte. Mientras, me gustaría que me dejaras un rato a solas con Joel.

El hombre miró a su chica, extrañado, pero no articuló palabra.

-Quiero, necesito despedirme de él antes de que todo acabe – aquellas palabras parecieron convencer a un derrotado Héctor.

-Está bien – habló al fin – Busquemos algún lugar al que podamos acceder.

El agua caliente caía sobre el desdibujado cuerpo de Héctor. El incidente de la gasolinera lo había dejado chafado. El miedo había podido con él y no había sido capaz de hacer nada por ayudar a Eli mientras Joel se había jugado la vida por ambos. Estaba abatido. Y saber que al día siguiente llegaría el fin no ayudaba.

En la habitación del piso superior del caserón aparentemente abandonado que habían ocupado, Joel, sentado en la cama, observaba a Eli acercándose.

-¿Te duele? – le preguntó observando los moratones de los brazos de la mujer.

-Gracias a ti no me duele nada – sonrió.

-Habría hecho cualquier cosa para protegerte.

Joel no se esperaba ese beso. El calor del aliento de Eli lo embriagó. El sabor húmedo de sus labios y su lengua, y las cosquillas que sus roces le provocaron fueron tan sorpresivos como enormemente placenteros. La erección fue inmediata y, con ella, la vergüenza de ser descubierto. Usó las manos para taparse, provocando nuevas sonrisas en su amiga.

-Déjame ver eso – le sonrió apartando el brazo de Joel que, tímidamente, retiró las manos - ¡Guau! – le ensalzó al ver el evidente bulto en la entrepierna de su amigo.
Eli acercó una mano al paquete. Lo acarició, notando la enorme rigidez del bulto y provocando el apasionado suspiro de Joel.

-Eli…

-¡Calla ya! – bromeó sin perder la sonrisa.

La mujer se deshizo de la maltrecha camiseta, quedándose en sujetador. Empujó a su amigo, 
tumbándolo sobre la cama y volvió a besarlo.

Joel oyó el imperceptible clic del cierre del sostén. No quiso perderse la visión de los pechos de su querida amiga. Observó con deleite cómo las copas se separaban lentamente de la piel que envolvían, mostrando las naturales líneas que los orondos pechos dibujaban. No se atrevió a moverse hasta que Eli le agarró un brazo dirigiéndolo hacia aquel tesoro.

El tacto con aquella sensible piel le erizó el bello de todo el cuerpo. Apretó ligeramente, sintiendo el inconfundible tacto del seno. No se podía comparar con ninguna otra cosa. Lo estrujó un poco más, lo rodeó haciendo círculos aproximándose a la ligeramente rugosa aureola y el pequeño pezón. Lo apretó levemente, sintiendo cómo se endurecía al instante. Se habría pasado horas masajeando aquellas tetas.

Eli observó la felicidad en el rostro de su mejor amigo y eso la hacía feliz a ella. Subió la camiseta de su amigo, mostrando su pecho y su ligeramente voluminosa barriga. Se agachó para besarle los pectorales, restregándole los pechos contra el estómago. Oía a Joel jadeando y sentía los latidos acelerados de su corazón.

Los nervios se apoderaron del hombre cuando sintió que su amiga hurgaba en los pantalones. Cerró los ojos mientras escuchaba la cremallera abriéndose. Instintivamente levantó el culo cuando Eli tiró de los tejanos para bajárselos. Sentía que el pito le dolía demasiado cuando ella asió los calzoncillos.

Tiró de la ropa interior de su amigo descubriendo un pene más que tieso. No era muy alargado, pero sí grueso y ligeramente ladeado. Dejó la tela a la altura de las rodillas del hombre y se agachó a besar el pubis de Joel. Sonreía cada vez que sentía los respingos que daba la polla del excitadísimo hombre.

Llevaba rato aguantando el orgasmo. No quería correrse tan extremadamente pronto, pero sentía que si le tocaba empezaría a eyacular. Sintió la mano de Eli apoyándose en uno de sus muslos y acercándose peligrosamente. La mujer le acarició los testículos y sintió cómo la presión de la punta de la verga aún aumentaba más. Un dedo recorrió su tronco y una oleada de placer lo invadió. Jamás pensó que pudiera ser tan placentero que otra persona… que Eli le tocara. Sintió un calor rodeando el glande y, por fin, los tiernos labios de su amiga alrededor de su verga. Abrió los ojos para contemplar aquel momento histórico y se dejó llevar. No recordaba un éxtasis similar.

La exageradamente dura verga que se había introducido en la boca comenzó a convulsionarse. No le había dado tiempo a saborearla con la lengua cuando su amigo comenzó a escupir semen a borbotones. Eli apartó el rostro y comenzó a masturbarlo mientras oía los gemidos de Joel que se retorcía de placer bajo su mano.

-Bien ¿y qué tal? – preguntó una entusiasta Eli cuando el hombre se recompuso.

-Ha sido maravilloso – confesó con cara de tristeza.

-No te preocupes, que voy a hacer que cumplas tu último deseo – adivinó las preocupaciones de Joel.

-¿En serio? – preguntó con una sonrisa de oreja a oreja.

-Es lo que te mereces.

-¿Pero a ti…? – Joel ansiaba que aquello ocurriera, pero prefería que no fuera un simple favor de su amiga. Quería que fuera algo más que eso.

-Pues claro – sonrió antes de volver a besarlo.

La gorda polla de Joel ya estaba nuevamente a punto.

Eli se subió a la cama, posando una rodilla a cada lado de su amigo. El veinteañero alzó las manos hasta alcanzar el firme trasero de la mujer. Lo sobó con esmero sobre la tela del pantalón mientras ella comenzaba a desabrochárselo.

Ante los ojos del hombre apareció la ropa interior femenina. Una braga transparente con bordados tribales. La mujer bajó el pantalón todo lo que le permitía la postura, suficiente para que él se colara en busca de sus partes íntimas. Acercó el rostro a la tela, olisqueando. Y se dejó llevar por el instinto.

Eli sintió el tembloroso dedo de su amigo retirando la braga a un costado, dejando que una ligera brisa le acariciara los colgantes labios vaginales, provocándole un escalofrío. Notó cómo Joel se inclinaba hacia ella y percibió la reseca lengua de su amigo paseándose por su raja. Cerró los ojos y, acariciándole el pelo, le dejó hacer intentado disfrutar de aquel íntimo momento.

El fuerte sabor del coño de su amiga le entusiasmaba. Era el primero que comía y le pareció una delicatessen. De los nervios, tenía la boca reseca, pero al poco tiempo la zona había empezado a lubricarse, sintiendo cómo los fluidos de Eli le empapaban la lengua, resbalándose por la barbilla.

Procurando que su amante pudiera acceder mejor a su cueva, a medida que la comida de coño le proporcionaba más placer, cada vez estaba más inclinada hacia atrás. Prácticamente tiraba del pelo del hombre para no perder el equilibrio. De repente, un flash. La imagen del chico joven de la gasolinera, su bello rostro. Se imaginó que era él quien la estaba devorando y se corrió en la cara de Joel.

El hombre, aún virgen, se relamía mientras ella lo empujaba, una vez recompuesta del orgasmo, para que volviera a tumbarse en la cama. Observó a Eli deshaciéndose de las prendas que le quedaban y pudo contemplar su precioso cuerpo desnudo. No pudo evitar tocarse la polla, comenzando a pajearse.

-Estate quieto – se quejó – No seas impaciente o perderás tu oportunidad – le sonrió haciéndolo reír, enchochado.

La mujer volvió a ponerse a horcajadas sobre Joel que sabía que llegaba el momento que tanto había deseado.

-¿A pelo? – preguntó temeroso de que aquello pudiera ser un impedimento.

-A pelo – confirmó sabiendo que no era una locura a unas horas de que todo acabara.

La mano de la chica agarró la verga de Joel encarándola convenientemente. El hombre sintió el calor que se aproximaba a su pene. De repente, un contacto carnoso en su glande precedió a una de las mejores sensaciones que recordaba. Algo se adhería a su polla, succionándosela hasta que desapareció por completo en el interior de su amada amiga. El movimiento de Eli lo transportó a otra realidad. Los calurosos roces de su sensible rabo contra las paredes internas de Eli provocaban miles de cortocircuitos sensoriales de placer que recorrían todo su cuerpo. Quería correrse, pero sin que aquello acabara nunca.

No sabía lo que realmente sentía por su amigo. Pero estaba segura de que lo quería. Hacerle aquel enorme favor, verlo disfrutar, feliz, compartir algo tan íntimo con alguien especial, ser penetrada por aquel hombre por el que tanto sentía era cuanto menos placentero. Estaba disfrutando del polvo. Cerró los ojos al ver las manos de Joel buscando sus saltarinas tetas debido al rítmico sube y baja que estaba practicando sobre el grueso falo.

Con las sensibles caricias en sus tetas, provocándole esporádicos picos de placer, comenzó a sentir cómo un ligero cosquilleo iba in crescendo en su coño. Un nuevo flash. Esta vez el enorme cipote del desagradable asaltante de rostro deslucido. Imaginó que aquella portentosa polla que había tenido en su mano era la que ahora la perforaba y comenzó a gemir. El inicio de lo que fue su segundo orgasmo.

No podía más. Verla disfrutar cabalgando sobre su incandescente verga, oírla gemir, sentir el contacto con sus voluminosos senos… Eli estaba preciosa. Todo era demasiado excitante como para aguantar más a pesar de su reciente corrida. Mientras Eli sollozaba de placer, comenzó a bombear en el interior de su deseada amante.

-Gracias – susurró Joel sintiendo cómo la polla se ensanchaba antes de escupir un nuevo cargamento de semen para volver a convulsionarse hasta soltar todo lo que llevaba dentro.

Eli cayó exhausta sobre el pecho de su amigo, deslizándose a un lado, sin perder el contacto con su cuerpo. Le gustaba ver aquel semblante satisfecho. Estuvieron unos segundos en silencio mientras le acariciaba recorriendo su piel, desde los pectorales hasta el pubis donde yacía una verga morcillona y húmeda.

-¿Te ha gustado? – se preocupó el hombre cuando recuperó el resuello.

-Eso no importa. Lo importante es que hemos cumplido tu deseo – sonrió.

-Voy a morir tranquilo – la miró, sonriente.

-Y sí que me ha gustado, tonto.

Tras unos minutos en silencio, llenos de arrumacos, expresiones faciales, gestos y caricias, Eli rompió el mágico momento.

-Debo pasar la última noche con él. ¿Lo comprendes, verdad, cariño?

Joel no contestó. Sólo le acarició el costado, desde el sobaco hasta la cadera, observando por última vez la exquisita desnudez del majestuoso monumento que se exhibía ante él.

Eli oyó las últimas palabras de su amigo mientras se alejaba de la habitación, antes de que Joel cerrara la puerta de la estancia donde habían intimado.

-Eres la mujer de mi vida… - susurró lo suficientemente alto como para que el corazón de Eli bombeara con más fuerza.

Creía que la satisfacción no le dejaría dormir, pero cayó en seguida en un profundo sueño. Haber hecho el amor con su mejor amiga, perdiendo la virginidad antes del fin del mundo, le proporcionaba tal bienestar que ni la inminente llegada del meteorito pudo perturbar el relax que le empujó a dormirse.

A pesar de la reconfortante ducha de agua caliente, Héctor no podía evitar sentirse mal consigo mismo por la reacción ante lo sucedido en la gasolinera. Sentía como si eso hubiera afectado a su relación con Eli y eso lo martirizaba. No conseguía dormir y, desesperadamente, deseó la llegada del asteroide.

La chica se maldecía por aquel lío que tenía en la cabeza. Héctor y Joel. Joel y Héctor. Los quería a ambos, pero no les daba lo que necesitaban a ninguno. Le daba rabia que sus últimas horas de vida estuvieran inmersas en esos pensamientos. Le habría gustado entregarse al 100% a Héctor. Le habría gustado quedarse con Joel. Se durmió pensando en los dos chicos de su vida.

EL FIN DEL MUNDO
En la población de Jœuf, en la región de Lorena, Francia, un grupo de personas contemplaba 
cómo el pequeño punto negro del cielo se había convertido en una pequeña estrella brillante que no paraba de crecer. Perplejos por la velocidad con la que parecía acercarse el inminente impacto, no daban crédito cuando, unos minutos más tarde, el asteroide alcanzaba un tamaño similar al de la luna. Dos minutos después estarían todos muertos.

Un atroz terremoto, vientos huracanados y temperaturas infernales eran las consecuencias del devastador impacto. Rápidamente los efectos se fueron propagando sembrando la muerte y destrucción a lo largo de kilómetros más allá del enorme cráter al norte de Metz.

Los tres amigos estaban sentados en el saliente de una ladera. Juntos, con Eli entre los dos hombres, observaban el cielo en silencio. Mientras la mujer, a su izquierda, se recostaba sobre el cuerpo de Héctor, Joel aprovechó para rodear a su amiga con un brazo y, 
disimuladamente, acariciarle la espalda sin que su amigo se percatara.

Embriaga por las dulces caricias de Joel, Eli contempló cómo el cielo se oscurecía. Perturbada, buscó con su mano derecha la de su amigo. Cuando la encontró, se la agarró con fuerza. Los dos volvieron a hacer manitas procurando no ser descubiertos.

El aumento del viento vino acompañado de un calor irreal. Los estruendosos sonidos previos al final los pusieron tensos. No dijeron nada. La muerte les sobrevino al instante. Desolación.

Querido lector, acabas de leer el quinto relato correspondiente al XXI Ejercicio de Autores.

No hay comentarios: