viernes, 25 de octubre de 2013

Venceremos... venceremos... algún día




No debemos...no podemos ....querernos, pero el amor y el deseo nos empujan.





Los veinte niños han dejado de cantar, la noche ha entrado en el autobús con la luz apagada, quedan seis horas para llegar a destino, la pequeña cuidad donde se va realizar el concurso de coros infantiles con edades entre nueve y once años.
Juan no puede dormir, sabe que la tentación está ahí y su mente lucha entre ceder y resistir. Ha sido una constante en su vida desde los 17 años. le ha ocurrido otras veces, no muchas , tres para ser exacto, sólo una vez evitó el peligro, en otras dos se vio inmerso en el placer prohibido, que le arrasó y lo llevó al límite de su resistencia y al borde de romper todo lo que tenía y quería.
Esta vez no podía  huir de la tentación, tenía que hacer el viaje, dos de sus hijos, Luís y Mariana, participaban en el coro,  por lo que le tocaba ser padre cuidador. Además en el concurso debía haber  tres mayores por coro y guitarras. Y los mayores del grupo eran una madre: Josefina, soprano. Un padre :él, bajo y la guitarra y el padre Nicolás, tenor y guitarra.
Fue en la primera comunión de Mariana, donde se habían conocido, era el cura encargado de la catequesis de los niños. Hay algo que no se pude evitar, el descubrimiento del igual cuando te saludas. Eso le ocurrió con Nicolás. Los dos vivían escondidos, negándose a si mismos. Lo notó al darse la mano y mirarle los ojos verdes atigrados, una corriente de entendimiento surgió entre ambos. Se separaron asustados por sus deseos, esos deseos que tenían encerrados en lo profundo de su mente. La fiesta en el patio de la iglesia, donde se hizo un desayuno en común de todos los niños y padres, la vivió como esos momentos que la luz te deslumbra, haciéndote sentir incomodo pero gratificado.
Al final del desayuno llegó el principio de su unión, cuando Nicolás con una sonrisa que dejó al descubierto sus dientes blancos y perfectos entre la barba candado anunció una sorpresa : los niños iban a cantar. Lo hicieron con una mezcla de buenas intenciones y resultados mediocres. Contó luego  a los padres su intención de crear un coro infantil para la iglesia, y ahí Simone,su mujer fue de las primeras, por no decir la primera, en aplaudir y sostener que era una magnífica idea. Y entre risas comenzaron todos a probarse como cantantes, él no participaba, salió a la calle a fumar un cigarrillo. Fue su mujer la que fue a buscarle, le obligó a volver y a participar. Juan no quería pero no pudo evitarlo, la música le envolvió y cantó acompañando algunas canciones de los chicos y grandes.
El padre Nicolás se le acercó y con su voz de tenor y su sonrisa en la boca y los ojos le dijo:
-“Eres un bajo muy bueno, debías ...”-
Su mujer no le dio tiempo a seguir, no sólo cantaba bien, además tocaba la guitarra, así le había conocido, en un grupo folk aficionado, cantando por los bares. Total que sin darse cuenta se encontró con una guitarra y montando un dúo con Nicolás. Les aplaudieron y cuando se unió Josefina, la madre de Luisito, empujada también por su marido, aquel pequeño desayuno se convirtió en un recital de viejos éxitos. Y sin buscarlo ni quererlo se vio metido en la aventura del coro.
A la noche, al acostarse , notó a Simone caliente, con ganas de sexo, él también estaba caliente, aquel cura le había excitado, hacía mucho tiempo que no se sentía así. Simone se desnudó, paseó exhibiéndose ante él, mientras Juan se quitaba la ropa. Le envió una mirada pícara, sacando un condón de su mesilla y entregándoselo, luego  se colocó en la cama a cuatro patas, moviendo el culo insinuante. Juan se colocó el perservativo y la penetró con cuidado , sintiendo como el esfínter femenino iba acariciando su verga engomada.
La tomó pensando en el sacerdote, despacio, deleitándose en los gemidos roncos de la mujer.
Quería a Simone, su padre cuando se la presentó, sólo hizo un comentario:
-“No tiene pinta de tía, es guapa de cara, pero flaca, alta ..”-
-“ Papá, no te das cuenta que se parece a la de Alien”-
-“Un aire si se da, pero a mi gustan con más carnes, como tu madre, de joven decía que se parecía a la Sofía Loren”-
Eran felices, llegó el primer hijo, a todos se les calló la baba. Estaba embarazada del segundo, cuando ella le propuso que se lo hiciera por detrás, por el culo. Ante su cara de asombro, le contó que en la peluquería habían comentado que a los hombres les encantaba y que era una manera de evitar que buscaran fuera lo que podían tener en casa. Que se daba cuenta cómo le miraban las clientas en el bar- restaurante y que no quería que no se le pasara por la cabeza andar con otras. Aquella fue la primera vez de otras muchas. A Juan le volvía loco, pensaba que era ese hombre atractivo que había acudido al bar por la mañana al que penetraba, al que poseía con ardor. A ella le gustaba, le hacía sentirse perversa, pecaminosa, como cuando le propuso meterle los dedos para acariciarle la próstata mientras le comía la verga. Se corrió salvaje en la boca golosa de la mujer.
La iluminación de la carretera al circunvalar un pueblo en el camino le permitió comprobar que Nicolás tampoco dormía, se imaginó que debía estar dando vueltas, lo mismo que él, a la noche que les esperaba, juntos , en la misma habitación, porque el sacerdote también sentía esa atracción, ese …por qué no decirlo...amor que le inundaba, que había ido creciendo a lo largo de un año, en el que estaban juntos, jueves por la tarde, ensayos, y domingo por la mañana, coro en la misa de doce, cuando se encontraban. Al principio se huían, pero poco a poco, como si ambos supieran dominar sus miedos y sus deseos, se fueron abriendo, gustándose, dándose cuenta que no era sólo el físico , el de dos hombres, próximos a lo cuarenta, hermosos, altos, fuertes, con cuerpos hechos para  despertar la pasión, también estaba su manera de ser, las risas con las ocurrencias de los niños, el cariño común al dirigirlos el canto, el juntar sus voces y sus guitarras, el saberse almas hermanas.
Las paradas de los semáforos al entrar en la ciudad de destino, le despiertan. Llegan enseguida al hotel, es un dos estrellas, parece limpio. Empieza la operación de bajar del autobús, mantener a los chicos en orden, repartirlos cuatro por habitación, separados los chicos de las chicas, ayudarles a desempacar la ropa, hacer que se lavaran... procuraba estar ocupado...no quiere quedarse solo con el sacerdote, pero no pude evitarlo. El dormitorio que comparten tiene dos camas, Nicolás deja sus cosas en la de la izquierda...Juan está angustiado, le tiene a su lado, están solos...decide ir al baño, se quita la camisa y se lava la cara con agua fría, cuando sale su compañero le está  esperando. No puede evitar contemplar el torso musculoso de Juan, moreno, con el vello que extiende por el pecho, donde los pezones están duros por la excitación. Se quedan un buen rato mirándose , sin decir ni hacer nada. Llaman a la puerta, abren, es Josefina.-
-“Chicos, vamos a por nuestras bestezuelas que tenemos una hora para llegar a la iglesia en nuestro horario de ensayos. Juan , la verdad es que estás buenísimo, Simone te tiene que vigilar. ¿ No le parece, padre?.”-
Los tres se ríen, siempre la mujer ha sido  la animadora del grupo. Juan cambia la camisa por una camiseta azul cielo, que se le ajusta al cuerpo marcando sus pectorales.
Van poniendo en marcha a los chicos del coro, por fin salen. La capilla del colegio donde se va a celebrar el concurso está cerca, van andando, llegan entre risas y gritos. Dentro reina una gran algarabía, alrededor de cien niños hablan, se saludan. Los mayores encargados de cada grupo van logrando imponer un poco de orden. Después el nombre de cada coro, por orden alfabético, marca cómo se distribuirán los ensayos, que consisten en comprobar las condiciones acústicas del templo. A Nicolás , Josefina y Juan les parecen suficientes, tienen claro que lo que pretenden es participar, no sueñan con ganar, es la primera vez que viven esas historias. Llega la hora de comer, todos los niños van al comedor escolar, mientras los mayores lo hacen en el de profesores.
A Juan le agrada la camaradería que se da entre todos, hombres ,mujeres, seglares y religiosos. Hay madres, padres, curas y monjas, un grupo que devora las viandas: gazpacho, tortilla de patatas y filetes empanados, beben agua, tinto de verano o cerveza. De postre melón y luego café. Los organizadores han preparado una vista a la cuidad para los niños, les dejan libres hasta las ocho de la noche.
Josefina dice que se va a acostar, no ha pegado ojo en toda la noche Juan prefiere dar un paseo, tiene miedo de lo que puede ocurrir si va al dormitorio con Nicolás. Caminan juntos, hablan de naderías. Son dos hombres hermosos, dos machos que hacen que las miradas femeninas se vuelvan a mirarlos cuando pasean. Juan con sus vaqueros y su camiseta, Nicolás con su sotana negra.
Paran en una terraza, Juan va a pedir un café cuando Nicolás pide dos güisquis, J&B con hielo y agua. Les traen unas aceitunas de aperitivo, Juan no sabe por qué pero cuando las muerde piensa en los testículos del sacerdote, la misma forma pero grandes, cargados de esperma.-
-“Juan, yo soy sacerdote....lo decidí muy joven....estoy realizado siéndolo...nada ni nadie va a hacer que me separe de mi vocación....”-
No le ha dicho nada, no se ha insinuado y ya le está rechazando. Por un lado le duele, por otro le alegra, ninguno de los dos quiere pasar la raya del deseo a la acción.
.-“ Padre, yo también soy feliz,.... quiero  a mi familia, son mi vida”-
Los dos saben que se han rechazado, lo han dejado muy claro. Deben seguir su camino, no importa la atracción que sientan, Juan se sonríe triste , no es sólo atracción, ni un calentón, ama a Nicolás, y debe renunciar a él.
Hablan del concurso, creen haber escogido bien las tres canciones de libre elección  y han practicado hasta el agotamiento el “Ave María”, la tensión flota entre ellos, pero aplacada, cuando se levantan para volver hacia el colegio para esperar a los niños, su andar tiene la tristeza de la frustración.
La alegría de los chicos y las risas de Josefina se les contagian, deciden ir a comer hamburguesas, hay que obligar a Juan, que detesta ese mundo que invade y compite con su establecimiento clásico, el típico bar que da comidas.
Mariana y Luís hacen reír a todos cuando amenazan con contar a su abuelo donde han estado y encima “ papá, ¡has tomado coca -cola!”, Josefina les obliga a prometer que será un secreto del grupo, sólo podrán contárselo a mamá. A Juan le inunda la ternura al pensar en Simone.
Cuesta llevar al grupo al hotel, y aún más lograr que se vayan a la cama, que no alboroten y que se duerman. Josefina, Juan y el padre Nicolás deciden tomarse una copa en el pequeño bar del hotel, se beben un gin-tonic, se relajan y tararean viejas canciones, juegan a empezar y seguir acertando tras las primeras notas. Gana la mujer. La acompañan a su habitación. Y van hacia su cuarto, alegres, la música les ha hecho olvidar o mejor mitigar sus deseos, convirtiéndolos en camaradería.
Pero deben tener cuidado, lo que sienten está entre ellos, no se puede evitar.
Juan decide dormir con la camiseta y en calzoncillos, Nicolás se quita la sotana, debajo, una camiseta sin mangas y un slip.
Juan mira asombrado el muslo del sacerdote, un circulo de llagas da la vuelta a toda la pierna.
-“ Nicolás ¿ Qué es eso?”-
Se queda callado, no dice nada, sólo le mira con una enorme tristeza en sus enormes ojos verdes. Se levanta la camiseta y un cinturón de heridas cubre su cintura.
-“ Ya te he dicho, que soy sacerdote....debo reprimirme”-
Juan está shoqueado, no se imaginaba, no creía que hubiera gente así. ¡Cómo debía ser su pasión para necesitar los cíngulos represores! Respira hondo, no puede evitar que ojos se llenen de lágrimas.
Le sale del corazón, de lo más profundo de su alma, es como un torrente de dulzura y amor lo que le lleva a agarrar al sacerdote por los hombros. Están uno frente al otro, las miradas transmiten lo que sienten. No se dicen nada, como el imán y el hierro no pueden evitar juntar sus cuerpos, sentir el uno al otro, y besarse. Es un beso largo, esperado, han sido meses de desearse, de irse amando en silencio, ahogando sus sentimientos, en ese beso se dan por completo, no saben que va a ser de ellos, pero ese largo instante los dos saben que les acompañará toda su vida.
Se separan sin respiración, jadeantes, con ansia se quitan las camisetas. Juan siente la piel del torso poderoso de Nicolás rozando la suya. Las manos acarician las espaldas desnudas en un apretón que parece romperles, mientras de nuevo, se vuelven a fundir en  un  beso que les transporta al firmamento.
-“ Juan....yo no voy a dejar de ser cura ….”-
Juan  sostiene la mirada turbia del sacerdote, una sonrisa curva sus labios dejando ver sus dientes blancos, recorre su filo con la lengua sonrosada, incitando a su amor a otro beso, y con voz muy suave le dice:-
“ Señor cura, ni yo a mi familia. Así que ...dígame donde está el problema...Eso sí...padre le voy a hacer una mamada de polla que no le va a quedar gota de leche. Y dos ordenes: como me entere que te vuelves a poner un cilicio te forro a hostias ….la segunda tiene que ver con la caridad cristiana o con la justicia divina. Yo te la voy a dejar seca...pero padre ...usted también me la va a chupar  hasta llevarme al cielo”-  
Nicolás se ríe y cariñoso le abraza, mientras Juan aprovecha para bajarle el slip y agarrarle la verga.


En el bar de Juan salen tortillas de patata, raciones de jamón, de chorizo,  de queso, se beben cañas, tintos de verano ( los mayores) , fantas y coca colas los niños. Es Luís, el marido de Josefina, el que propone el brindis:
-“Por el padre Nicolás que ha montado un coro de campeones”-
Josefina recostada en Simone, cómplice, amiga, le cuenta el ritmo, la alegría de las guitarras, y cómo su marido y el padre transmitieron una marcha al coro que los hizo ganar y como al final, con la medalla en la mano, se largaron con “We shall overcome”, que apenas habían ensayado, cómo los críos y ella los siguieron y cómo la iglesia se había caído a aplausos.
-“Sabes... ese cura tiene alma, vida ….y se le ve todo amor y comprensión. La verdad es que voy a dejar de confesarme con don Francisco y lo voy a hacer con él....seguro que algunas cosas que hago con mi marido y que intenta que me arrepienta, a Nicolás le parecen más normales”- le susurra Josefina a Simone, tapándose la cara para que su amiga vea como con la boca hace muecas indicando una chupada de verga.
- “Me has dado una idea... la verdad es que don Francisco es demasiado antiguo”- tanto que nunca ha sido capaz de confesarse  las veces que Juan la toma por detrás. Aunque le gusta, no sabe si está bien dejarse sodomizar, le suena a Sodoma y Gomorra.

1 comentario:

doctorbp dijo...

Cuesta entrar en el relato. Tal vez unas descripciones más pausadas y claras de los personajes habría ayudado. Hubo un momento que no sabía quién era quién ni si era un padre, un profesor o un niño del coro.

La historia es bastante simple, pero efectista para lo que se quiere contar. Lo malo es que se diluye en detalles secundarios y no se centra en lo principal. Al final ambos hombres se lían como si se acostaran con otros cada día. Demasiado fácil para lo claro que lo tenían en un principio.

Por último, en ocasiones me ha dado la sensación de estar leyendo un telegrama. No sé si es por falta de puntos, por ser frases cortas para narrar muchas cosas muy rápido. No sé... me ha dado esa sensación.
Debe haber algo que falla porque el vocabulario es bueno y se intuyen buenas maneras.

Eso sí, podríamos haber sustituido el personaje del cura por otro padre de familia y no habría cambiado nada. Creo que tampoco se cumple con el requisito del "fólleme, padre".