No debemos...no podemos ....querernos, pero el amor y el deseo nos empujan.
Los veinte niños han
dejado de cantar, la noche ha entrado en el autobús con la luz apagada, quedan
seis horas para llegar a destino, la pequeña cuidad donde se va realizar el
concurso de coros infantiles con edades entre nueve y once años.
Juan no puede dormir,
sabe que la tentación está ahí y su mente lucha entre ceder y resistir. Ha sido
una constante en su vida desde los 17 años. le ha ocurrido otras veces, no
muchas , tres para ser exacto, sólo una vez evitó el peligro, en otras dos se
vio inmerso en el placer prohibido, que le arrasó y lo llevó al límite de su
resistencia y al borde de romper todo lo que tenía y quería.
Esta vez no podía huir de la tentación, tenía que hacer el
viaje, dos de sus hijos, Luís y Mariana, participaban en el coro, por lo que le tocaba ser padre cuidador.
Además en el concurso debía haber tres
mayores por coro y guitarras. Y los mayores del grupo eran una madre: Josefina,
soprano. Un padre :él, bajo y la guitarra y el padre Nicolás, tenor y guitarra.
Fue en la primera
comunión de Mariana, donde se habían conocido, era el cura encargado de la
catequesis de los niños. Hay algo que no se pude evitar, el descubrimiento del
igual cuando te saludas. Eso le ocurrió con Nicolás. Los dos vivían escondidos,
negándose a si mismos. Lo notó al darse la mano y mirarle los ojos verdes
atigrados, una corriente de entendimiento surgió entre ambos. Se separaron
asustados por sus deseos, esos deseos que tenían encerrados en lo profundo de
su mente. La fiesta en el patio de la iglesia, donde se hizo un desayuno en
común de todos los niños y padres, la vivió como esos momentos que la luz te
deslumbra, haciéndote sentir incomodo pero gratificado.
Al final del desayuno
llegó el principio de su unión, cuando Nicolás con una sonrisa que dejó al
descubierto sus dientes blancos y perfectos entre la barba candado anunció una
sorpresa : los niños iban a cantar. Lo hicieron con una mezcla de buenas
intenciones y resultados mediocres. Contó luego
a los padres su intención de crear un coro infantil para la iglesia, y
ahí Simone,su mujer fue de las primeras, por no decir la primera, en aplaudir y
sostener que era una magnífica idea. Y entre risas comenzaron todos a probarse
como cantantes, él no participaba, salió a la calle a fumar un cigarrillo. Fue
su mujer la que fue a buscarle, le obligó a volver y a participar. Juan no
quería pero no pudo evitarlo, la música le envolvió y cantó acompañando algunas
canciones de los chicos y grandes.
El padre Nicolás se le
acercó y con su voz de tenor y su sonrisa en la boca y los ojos le dijo:
-“Eres un bajo muy
bueno, debías ...”-
Su mujer no le dio
tiempo a seguir, no sólo cantaba bien, además tocaba la guitarra, así le había
conocido, en un grupo folk aficionado, cantando por los bares. Total que sin
darse cuenta se encontró con una guitarra y montando un dúo con Nicolás. Les
aplaudieron y cuando se unió Josefina, la madre de Luisito, empujada también
por su marido, aquel pequeño desayuno se convirtió en un recital de viejos
éxitos. Y sin buscarlo ni quererlo se vio metido en la aventura del coro.
A la noche, al
acostarse , notó a Simone caliente, con ganas de sexo, él también estaba
caliente, aquel cura le había excitado, hacía mucho tiempo que no se sentía
así. Simone se desnudó, paseó exhibiéndose ante él, mientras Juan se quitaba la
ropa. Le envió una mirada pícara, sacando un condón de su mesilla y
entregándoselo, luego se colocó en la
cama a cuatro patas, moviendo el culo insinuante. Juan se colocó el
perservativo y la penetró con cuidado , sintiendo como el esfínter femenino iba
acariciando su verga engomada.
La tomó pensando en el
sacerdote, despacio, deleitándose en los gemidos roncos de la mujer.
Quería a Simone, su
padre cuando se la presentó, sólo hizo un comentario:
-“No tiene pinta de
tía, es guapa de cara, pero flaca, alta ..”-
-“ Papá, no te das
cuenta que se parece a la de Alien”-
-“Un aire si se da,
pero a mi gustan con más carnes, como tu madre, de joven decía que se parecía a
la Sofía Loren”-
Eran felices, llegó el
primer hijo, a todos se les calló la baba. Estaba embarazada del segundo,
cuando ella le propuso que se lo hiciera por detrás, por el culo. Ante su cara
de asombro, le contó que en la peluquería habían comentado que a los hombres
les encantaba y que era una manera de evitar que buscaran fuera lo que podían
tener en casa. Que se daba cuenta cómo le miraban las clientas en el bar-
restaurante y que no quería que no se le pasara por la cabeza andar con otras.
Aquella fue la primera vez de otras muchas. A Juan le volvía loco, pensaba que
era ese hombre atractivo que había acudido al bar por la mañana al que
penetraba, al que poseía con ardor. A ella le gustaba, le hacía sentirse
perversa, pecaminosa, como cuando le propuso meterle los dedos para acariciarle
la próstata mientras le comía la verga. Se corrió salvaje en la boca golosa de
la mujer.
La iluminación de la
carretera al circunvalar un pueblo en el camino le permitió comprobar que
Nicolás tampoco dormía, se imaginó que debía estar dando vueltas, lo mismo que
él, a la noche que les esperaba, juntos , en la misma habitación, porque el
sacerdote también sentía esa atracción, ese …por qué no decirlo...amor que le
inundaba, que había ido creciendo a lo largo de un año, en el que estaban
juntos, jueves por la tarde, ensayos, y domingo por la mañana, coro en la misa
de doce, cuando se encontraban. Al principio se huían, pero poco a poco, como
si ambos supieran dominar sus miedos y sus deseos, se fueron abriendo,
gustándose, dándose cuenta que no era sólo el físico , el de dos hombres,
próximos a lo cuarenta, hermosos, altos, fuertes, con cuerpos hechos para despertar la pasión, también estaba su manera
de ser, las risas con las ocurrencias de los niños, el cariño común al
dirigirlos el canto, el juntar sus voces y sus guitarras, el saberse almas
hermanas.
Las paradas de los
semáforos al entrar en la ciudad de destino, le despiertan. Llegan enseguida al
hotel, es un dos estrellas, parece limpio. Empieza la operación de bajar del
autobús, mantener a los chicos en orden, repartirlos cuatro por habitación, separados
los chicos de las chicas, ayudarles a desempacar la ropa, hacer que se
lavaran... procuraba estar ocupado...no quiere quedarse solo con el sacerdote,
pero no pude evitarlo. El dormitorio que comparten tiene dos camas, Nicolás
deja sus cosas en la de la izquierda...Juan está angustiado, le tiene a su
lado, están solos...decide ir al baño, se quita la camisa y se lava la cara con
agua fría, cuando sale su compañero le está
esperando. No puede evitar contemplar el torso musculoso de Juan,
moreno, con el vello que extiende por el pecho, donde los pezones están duros
por la excitación. Se quedan un buen rato mirándose , sin decir ni hacer nada.
Llaman a la puerta, abren, es Josefina.-
-“Chicos, vamos a por
nuestras bestezuelas que tenemos una hora para llegar a la iglesia en nuestro
horario de ensayos. Juan , la verdad es que estás buenísimo, Simone te tiene
que vigilar. ¿ No le parece, padre?.”-
Los tres se ríen,
siempre la mujer ha sido la animadora
del grupo. Juan cambia la camisa por una camiseta azul cielo, que se le ajusta
al cuerpo marcando sus pectorales.
Van poniendo en marcha
a los chicos del coro, por fin salen. La capilla del colegio donde se va a
celebrar el concurso está cerca, van andando, llegan entre risas y gritos.
Dentro reina una gran algarabía, alrededor de cien niños hablan, se saludan.
Los mayores encargados de cada grupo van logrando imponer un poco de orden.
Después el nombre de cada coro, por orden alfabético, marca cómo se
distribuirán los ensayos, que consisten en comprobar las condiciones acústicas
del templo. A Nicolás , Josefina y Juan les parecen suficientes, tienen claro
que lo que pretenden es participar, no sueñan con ganar, es la primera vez que
viven esas historias. Llega la hora de comer, todos los niños van al comedor
escolar, mientras los mayores lo hacen en el de profesores.
A Juan le agrada la
camaradería que se da entre todos, hombres ,mujeres, seglares y religiosos. Hay
madres, padres, curas y monjas, un grupo que devora las viandas: gazpacho,
tortilla de patatas y filetes empanados, beben agua, tinto de verano o cerveza.
De postre melón y luego café. Los organizadores han preparado una vista a la
cuidad para los niños, les dejan libres hasta las ocho de la noche.
Josefina dice que se
va a acostar, no ha pegado ojo en toda la noche Juan prefiere dar un paseo,
tiene miedo de lo que puede ocurrir si va al dormitorio con Nicolás. Caminan
juntos, hablan de naderías. Son dos hombres hermosos, dos machos que hacen que
las miradas femeninas se vuelvan a mirarlos cuando pasean. Juan con sus
vaqueros y su camiseta, Nicolás con su sotana negra.
Paran en una terraza,
Juan va a pedir un café cuando Nicolás pide dos güisquis, J&B con hielo y
agua. Les traen unas aceitunas de aperitivo, Juan no sabe por qué pero cuando
las muerde piensa en los testículos del sacerdote, la misma forma pero grandes,
cargados de esperma.-
-“Juan, yo soy
sacerdote....lo decidí muy joven....estoy realizado siéndolo...nada ni nadie va
a hacer que me separe de mi vocación....”-
No le ha dicho nada,
no se ha insinuado y ya le está rechazando. Por un lado le duele, por otro le
alegra, ninguno de los dos quiere pasar la raya del deseo a la acción.
.-“ Padre, yo también
soy feliz,.... quiero a mi familia, son
mi vida”-
Los dos saben que se
han rechazado, lo han dejado muy claro. Deben seguir su camino, no importa la
atracción que sientan, Juan se sonríe triste , no es sólo atracción, ni un
calentón, ama a Nicolás, y debe renunciar a él.
Hablan del concurso,
creen haber escogido bien las tres canciones de libre elección y han practicado hasta el agotamiento el “Ave
María”, la tensión flota entre ellos, pero aplacada, cuando se levantan para
volver hacia el colegio para esperar a los niños, su andar tiene la tristeza de
la frustración.
La alegría de los
chicos y las risas de Josefina se les contagian, deciden ir a comer
hamburguesas, hay que obligar a Juan, que detesta ese mundo que invade y
compite con su establecimiento clásico, el típico bar que da comidas.
Mariana y Luís hacen
reír a todos cuando amenazan con contar a su abuelo donde han estado y encima “
papá, ¡has tomado coca -cola!”, Josefina les obliga a prometer que será un
secreto del grupo, sólo podrán contárselo a mamá. A Juan le inunda la ternura
al pensar en Simone.
Cuesta llevar al grupo
al hotel, y aún más lograr que se vayan a la cama, que no alboroten y que se
duerman. Josefina, Juan y el padre Nicolás deciden tomarse una copa en el
pequeño bar del hotel, se beben un gin-tonic, se relajan y tararean viejas
canciones, juegan a empezar y seguir acertando tras las primeras notas. Gana la
mujer. La acompañan a su habitación. Y van hacia su cuarto, alegres, la música
les ha hecho olvidar o mejor mitigar sus deseos, convirtiéndolos en
camaradería.
Pero deben tener
cuidado, lo que sienten está entre ellos, no se puede evitar.
Juan decide dormir con
la camiseta y en calzoncillos, Nicolás se quita la sotana, debajo, una camiseta
sin mangas y un slip.
Juan mira asombrado el
muslo del sacerdote, un circulo de llagas da la vuelta a toda la pierna.
-“ Nicolás ¿ Qué es
eso?”-
Se queda callado, no
dice nada, sólo le mira con una enorme tristeza en sus enormes ojos verdes. Se
levanta la camiseta y un cinturón de heridas cubre su cintura.
-“ Ya te he dicho, que
soy sacerdote....debo reprimirme”-
Juan está shoqueado,
no se imaginaba, no creía que hubiera gente así. ¡Cómo debía ser su pasión para
necesitar los cíngulos represores! Respira hondo, no puede evitar que ojos se
llenen de lágrimas.
Le sale del corazón,
de lo más profundo de su alma, es como un torrente de dulzura y amor lo que le
lleva a agarrar al sacerdote por los hombros. Están uno frente al otro, las
miradas transmiten lo que sienten. No se dicen nada, como el imán y el hierro
no pueden evitar juntar sus cuerpos, sentir el uno al otro, y besarse. Es un
beso largo, esperado, han sido meses de desearse, de irse amando en silencio,
ahogando sus sentimientos, en ese beso se dan por completo, no saben que va a
ser de ellos, pero ese largo instante los dos saben que les acompañará toda su
vida.
Se separan sin
respiración, jadeantes, con ansia se quitan las camisetas. Juan siente la piel
del torso poderoso de Nicolás rozando la suya. Las manos acarician las espaldas
desnudas en un apretón que parece romperles, mientras de nuevo, se vuelven a
fundir en un beso que les transporta al firmamento.
-“ Juan....yo no voy a
dejar de ser cura ….”-
Juan sostiene la mirada turbia del sacerdote, una
sonrisa curva sus labios dejando ver sus dientes blancos, recorre su filo con
la lengua sonrosada, incitando a su amor a otro beso, y con voz muy suave le
dice:-
“ Señor cura, ni yo a
mi familia. Así que ...dígame donde está el problema...Eso sí...padre le voy a
hacer una mamada de polla que no le va a quedar gota de leche. Y dos ordenes:
como me entere que te vuelves a poner un cilicio te forro a hostias ….la
segunda tiene que ver con la caridad cristiana o con la justicia divina. Yo te
la voy a dejar seca...pero padre ...usted también me la va a chupar hasta llevarme al cielo”-
Nicolás se ríe y
cariñoso le abraza, mientras Juan aprovecha para bajarle el slip y agarrarle la
verga.
En el bar de Juan
salen tortillas de patata, raciones de jamón, de chorizo, de queso, se beben cañas, tintos de verano (
los mayores) , fantas y coca colas los niños. Es Luís, el marido de Josefina,
el que propone el brindis:
-“Por el padre Nicolás
que ha montado un coro de campeones”-
Josefina recostada en
Simone, cómplice, amiga, le cuenta el ritmo, la alegría de las guitarras, y
cómo su marido y el padre transmitieron una marcha al coro que los hizo ganar y
como al final, con la medalla en la mano, se largaron con “We shall overcome”,
que apenas habían ensayado, cómo los críos y ella los siguieron y cómo la
iglesia se había caído a aplausos.
-“Sabes... ese cura
tiene alma, vida ….y se le ve todo amor y comprensión. La verdad es que voy a
dejar de confesarme con don Francisco y lo voy a hacer con él....seguro que
algunas cosas que hago con mi marido y que intenta que me arrepienta, a Nicolás
le parecen más normales”- le susurra Josefina a Simone, tapándose la cara para
que su amiga vea como con la boca hace muecas indicando una chupada de verga.
- “Me has dado una
idea... la verdad es que don Francisco es demasiado antiguo”- tanto que nunca
ha sido capaz de confesarse las veces
que Juan la toma por detrás. Aunque le gusta, no sabe si está bien dejarse
sodomizar, le suena a Sodoma y Gomorra.
1 comentario:
Cuesta entrar en el relato. Tal vez unas descripciones más pausadas y claras de los personajes habría ayudado. Hubo un momento que no sabía quién era quién ni si era un padre, un profesor o un niño del coro.
La historia es bastante simple, pero efectista para lo que se quiere contar. Lo malo es que se diluye en detalles secundarios y no se centra en lo principal. Al final ambos hombres se lían como si se acostaran con otros cada día. Demasiado fácil para lo claro que lo tenían en un principio.
Por último, en ocasiones me ha dado la sensación de estar leyendo un telegrama. No sé si es por falta de puntos, por ser frases cortas para narrar muchas cosas muy rápido. No sé... me ha dado esa sensación.
Debe haber algo que falla porque el vocabulario es bueno y se intuyen buenas maneras.
Eso sí, podríamos haber sustituido el personaje del cura por otro padre de familia y no habría cambiado nada. Creo que tampoco se cumple con el requisito del "fólleme, padre".
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