-Hola, señor Pérez, bienvenido. Estoy
encantada de que haya aceptado mi oferta de trabajo. Ahora que soy diputada y portavoz de mi
partido necesito que le dé un poco de lustre a mis ideas. He seguido su carrera
en internet y estoy convencida de que eres el hombre que necesito. Sabes que no
puedo pagarte mucho, somos un partido modesto, pero estoy convencida de que te
sentirás a gusto con nosotros.
-Gracias Sra. Márquez es un honor trabajar
para usted y después de llevar tres años en el paro agradezco la oportunidad
que me está dando. No creo que haya sido fácil decidir contratar a un escritor
de relatos eróticos.
-Tonterías hay verdadero talento en su forma
de escribir y nadie puede asociarle a ese nick. ¿Verdad? -dijo la diputada con
un deje de inseguridad.
-Por supuesto, además me he retirado
temporalmente y he quitado todos los relatos. -me apresuré a responder- En esta
página desaparecen de vez en cuando los autores, cambian de nick o se
mudan a otra página y se llevan sus bártulos. Le aseguro que no tiene de que
preocuparse señoría.
-Llámame Marta por favor. Vamos a pasar mucho
tiempo juntos así que déjate de
formalidades cuando estemos aquí -dijo ella con la misma roja y seductora
sonrisa que le había procurado el escaño.
Me retiré a un pequeño despachito sin ventanas
que me habían habilitado para trabajar, para una diputada nada más y nada menos.
Estaba en el medio del meollo y me encantaba.
La Doble M como la llamaban, era una mujer que
sabía lo que quería. Había empezado en un partido pequeño, desde abajo y había
ascendido meteóricamente hasta conseguir un puesto como número uno en las
listas por la provincia de Valencia consiguiendo un escaño contra todo
pronóstico. Unos decían que gracias a su carisma y su inteligencia, mientras
que las malas lenguas que, como os podéis imaginar, en esta letrina abundan,
decían que había sido gracias a su atractivo y al Photoshop.
Márquez no era muy alta pero el pelo largo, la
figura curvilínea y una sonrisa de labios gruesos y sugerentes hacía que los diputados se diesen la vuelta cuando ella pasaba taconeando con sus Manolos
por los pasillos del hemiciclo. Tenía la nariz pequeña y respingona, los ojos
verdes y grandes, el cabello negro brillante y siempre iba
impecablemente vestida.
Ahora que el gobierno estaba de nuevo en
crisis, su pequeño partido, con sus cinco escaños, era la bisagra que permitía
la gobernabilidad.
Los dos grandes partidos que se disputaban el
poder la habían cortejado con descaro pero ella, consciente de que firmar un
acuerdo con ellos era atarse una piedra al cuello se había abstenido de la
lucha y sólo se comprometió a apoyar los proyectos del partido en el gobierno
si estaban de acuerdo con las necesidades de sus votantes. Y en esta posición
de delicado equilibrio, siempre al filo de la navaja, me había contratado para
salir al paso de las acusaciones de un partido temeroso de perder su poder y
otro rabioso por no haber podido conseguirlo.
-¿Qué tal? ¿Ya te has instalado? -preguntó la
secretaria de la diputada alargando la mano- Soy Rosa. Bonito escobero. -dijo
señalando mi minúsculo despacho.
-Hola, aun me estoy instalando -dije
estrechándole la mano- ¿Dónde crees que debería poner la pista de Pádel?
-Ja, Ja. Muy bueno. Parece que tienes sentido
del humor, te va a hacer falta. Toma -dijo poniendo una pila de periódicos del tamaño de la Torre de Pisa - entre tus
tareas está revisar la prensa todas las mañanas y hacer un resumen de la actualidad
y otro de las noticias que podrían afectar tanto al partido como a la diputada.
-Gracias Rosa.
El enorme montón de periódicos no me arredró.
Repasaba los titulares en los periódicos y cuando encontraba uno interesante buscaba la noticia en internet con la tablet y usaba el sprtiz*
para leerla a toda leche y hacer un resumen. Terminé echando un vistazo a los
artículos de opinión, hice un resumen y se lo envié a mi nueva jefa por e-mail.
Al poco rato recibí una respuesta de mi jefa
pidiéndome más detalles sobre un par de noticias referidas a la nueva ley de
educación que estaba preparando el gobierno y me pasó el borrador de una
declaración que pensaba hacer al respecto de un compañero del hemiciclo, muerto
recientemente en un accidente de tráfico cuando conducía borracho como una
cuba.
Terminé todo el trabajo y le envié la
declaración para que la revisara. Cuando me dio el O.K. abandoné mi cuchitril y
me fui a estrenar la cantina del congreso. Al ver el precio de los cubatas
entendí lo del accidente de tráfico. Con el estado subvencionándote el setenta
por ciento del precio de la copa hasta yo tuve la tentación de cepillarme
cuatro o cinco antes del almuerzo.
Era casi el mediodía cuando volví a subir.
Eché un vistazo a mi tablet y no vi ningún
correo urgente así que me acerque hasta la oficina de Rosa, un cuartucho poco
más grande que el mío y con un pequeño ventanuco que daba a un patio de luces.
-Hola Rosa. No me habías contado lo de tu
vidriera. -dije devolviéndole la puya de
la mañana a la joven.
-Ya se acercará el verano y cuando tu
cuartucho esté a cuarenta y dos grados vendrás corriendo a coger aire.
-¿Dónde está la jefa?
-Ha ido a su escaño creo que hay una votación.
-¿Qué opinas de ella?
-Que tiene más pelotas que todos los ministros
juntos. Les ha parado ya tres leyes a esos mastuerzos y les está obligando a
todos los diputados a hacer algo a lo que no estaban acostumbrados, ¡Ahora los
diputados tienen que negociar y hacer política!
-Veo que la admiras mucho.
-Es muy dura, creo que está cambiando la forma de hacer las
cosas aquí.
-Espero que tengas razón.
El resto de la jornada matinal transcurrió
lentamente sin nada que hacer. A las
tres de la tarde bajé con Rosa a la
cantina y comimos el menú del día mas espléndido que había comido jamás por
menos de cuatro euros. La cosa me
divirtió y a la vez me indignó consciente de que probablemente había niños que
pagaban más por comer una basura inmunda a poca distancia de allí.
Marta apareció por fin a las cuatro de la
tarde tan lozana como siempre y nos despidió no sin antes felicitarme por la
nota de prensa.
Llegué a casa cansado pero satisfecho. El día
había ido mejor de lo que esperaba y la
felicitación de Marta me había dado la seguridad suficiente para terminar de
convencerme de que era capaz de realizar este trabajo.
Las semanas siguientes fueron de una actividad
frenética. La nueva ley de educación que estaba elaborando el gobierno estaba
casi terminada y el ministro de educación y el jefe de la oposición se pasaban
a cada momento por el despacho para presionar, halagar o amenazar según lo
requiriese el momento. Marta impasible les atendía y les señalaba puntos que
según su criterio debían ser modificados. Todos salían del despacho
invariablemente insatisfechos.
Mi admiración por la mujer aumentaba con cada
gesto agriado y con cada comentario soez que expresaban aquellas sabandijas al
salir de su despacho.
Aquel jueves en que todo ocurrió el pleno se
había alargado por el empecinamiento de un diputado en hacerle al gobierno una
pregunta sobre la financiación de su partido que llevó a la típica, larga y
tediosa sesión de acusaciones y contraataques
que como siempre no llevaba a ningún sitio pero que quedaba muy bien
delante de las cámaras.
Rosa tuvo que irse a mediodía porque tenía que
llevar a su hija al médico con lo que me quedé yo para cuidar el fuerte. Me las
arreglé como pude para atender el teléfono y para cuando Marta llegó con cara de cansancio eran ya
casi las diez.
Yo la seguí como hacia Rosa habitualmente con
un montón de notas de las llamadas pendientes. Antes de que abriese la boca me
hizo una seña de que esperase, se sirvió un Whisky y con un suspiro de alivio se sentó poniendo los pies sobre la mesa del
despacho.
-Adelante -dijo Marta resignada mientras daba
un corto sorbo a la copa.
-¿Un día duro Señoría? -pregunté respetuoso.
-Pandilla de borricos, lo único que les
interesa son los titulares y chupar cámara. -dijo con aire de resignación -
¿Qué tienes para mí?
-Poca cosa, el ministro de educación a llamado
tres veces quiere concertar una cita mañana o pasado a lo más tardar para
discutir tus sugerencias. Habló de un almuerzo de trabajo en el Ritz.
-Que pesado La Virgen, mira que le tengo dicho
que las reuniones deben ser o en su despacho o en el mío, pero no hay manera.
En fin ya le llamaré ¿Qué más?
-El jefe de la oposición también llamó
diciendo que tenía algo muy importante que contarte...
-Sí, lo de siempre, ese parece un presentador
del Sálvame, con tal de llamar mi atención y cortejarme se inventa las
noticias, lo llamaré mañana.
-También hay varias llamadas de empresarios y
particulares de un municipio de Valencia, ¿Alderna puede ser? que están
sufriendo cortes de luz. Se quejan de que la red está en un estado ruinoso y que
con el aumento de población veraniego se
temen que los apagones sean más graves. El alcalde y la diputación como son del
gobierno y tienen órdenes de no alborotar no han hecho nada.
-Buf, lo de siempre, dejaré una nota a Rosa
para que llame a alguien de Vía Eléctrica que me pueda explicar lo que pasa.
-Perfecto y una última llamada hace nada del
presidente de la comisión de interior para cenar algo en La Bola.
-¡Qué asco! Con tomar algo, ese gordo seboso
se refiere a cepillarse un cocido y que luego se la chupe. Aún no entiendo que
he hecho para que considere que tiene alguna posibilidad conmigo. El ochenta
por ciento de esos mastuerzos se deben creer que soy una secretaría dispuesta a
hacerles una mamada cuando a sus señorías se les antoje.
-Eso es todo jefa. desea algo más.
-No gracias, ya te puedes ir, hoy ha sido un
día realmente largo. -dijo quitándose los zapatos con un suspiro.
-¿Le duelen los pies? -pregunté yo
respetuosamente.
-Después de diez horas encaramada a esos
tacones, por muy cómodos que sean...
-¿Quiere un masaje? No soy malo del todo haciéndolos.
-No sabes cuánto te lo agradecería, tengo los
pies que no los siento.
Sin esperar una nueva invitación cogí una de
las pesadas sillas que había para las visitas y la coloqué al lado de la
diputada. Marta posó sus piernas sobre
mis rodillas y cerró los ojos. Un
suspiro de alivio fue la única reacción cuando mis manos agarraron sus pies.
Aún a través de las medias pude sentir la
suavidad de los pies de Marta. Unos pies finos y pequeños, con dedos largos y
regulares y un puente marcado. Tenía las uñas pintadas de color rojo y un
anillo en el dedo corazón del pie derecho.
-¿Qué opinas de los políticos? -dijo ella
empezando a relajarse.
-Que últimamente se les da mejor crear
problemas que resolverlos, -dije yo presionando con mis dedos en la planta del
pie- Que a pesar de todas las muestras de hastió que muestra la población hacia
ellos, siguen pensando que la gente los ve como niños traviesos pero que en el
fondo los estiman por qué no dejan de pedirles favores. Y están muy
equivocados. Cómo no se espabilen les va a estallar todo en la cara.
Tras la respuesta Marta se quedó callada
pensando. Yo seguía masajeando sus pies, atento a sus gestos para saber los
puntos donde debía actuar con más insistencia. De vez en cuando ella suspiraba
de alivio y se movía. Mis ojos no podían evitar entonces recorrer sus piernas y
atisbar bajo su falda.
Con un movimiento que trató de parecer lo más
natural posible adelanté mis brazos y pasé mis manos con suavidad sobre sus
piernas. Sus gemelos acalambrados se relajaron casi instantáneamente a mis
caricias.
-¿Y qué opinas de mí?
-Que eres una mujer que sabe lo que quiere.
Que llevas poco tiempo en política. Que no pareces deber nada a nadie y que
pareces inusualmente honesta.
-¿Parezco? -preguntó ella con una sonrisa
sensual.
-Sí , con los políticos nunca se sabe, pero
contigo estaría dispuesto a poner la mano en el fuego...
-¿Pues por qué no lo haces? -preguntó ella
cogiendo mi mano y metiéndola bajo su falda.
Yo, caliente como un burro, no me hice
esperar. Me incorporé y acariciando el interior de los muslos de la diputada le
di un beso. Marta respondió con avidez recorriendo mi boca con su lengua
mientras me alborotaba el pelo con sus manos.
Cuando
mi mano se abrió paso entre sus muslos y acaricié su sexo, ella respondió apretando su cuerpo contra el mío
con un gemido de deseo. Con un tirón apresurado le quité la chaqueta y le abrí
al blusa. Mis manos se desviaron momentáneamente de sus piernas y se cerraron
sobre sus pechos. Cuando me di cuenta había sentado a Marta sobre el escritorio
y estaba besando y magreando su cuerpo. Marta gemía excitada y jadeaba
reaccionando a cada caricia como si fuese una corriente eléctrica.
Una vez más metí las manos bajo su falda y fui
subiendo por sus piernas. Acaricié su culo terso y redondo y agarrando los pantis
tiré de ellos hacia abajo para sacárselos. Aproveché para acariciar cada milímetro
de aquellas piernas tersas y maravillosas. Marta se tumbó sobre el escritorio y
dejó que las besase y las lamiese mientras suspiraba de placer.
Me entretuve en los pies, besé sus
tobillos y recorrí sus dedos con mi
lengua y los mordisqueé arrancándole pequeños grititos.
-Ven -dijo ella liberando sus pies de mis
caricias y abriendo sus piernas. La falda resbaló hasta su cintura dejando a la
vista un tanga de seda azul oscuro
húmedo de deseo.
Obediente me incliné entre sus piernas y a
apartando el minúsculo trozo de tejido acaricié su sexo con mis labios. Con mi
lengua recorrí su vulva cubierta por una fina pelusilla oscura y termine
chupando su clítoris. Marta arqueó su cuerpo y gritó de placer.
-Así, más. ¡Me gusta! -exclamó.
Ajeno a sus gritos, con la sangre hirviéndome
de deseo chupaba y lamía a la vez que exploraba con mis manos su sexo, sus
muslos, su culo. Quería comerme ese cuerpazo a besos.
Marta sonrió al ver mi cara congestionada y se
incorporó para hurgar en mi bragueta. Mi polla ya estaba caliente y dura como una piedra antes de que sus manos
frescas la tocaran.
Rápidamente me deshice de pantalones y
calzoncillos y ella pudo por fin verla y jugar un poco con ella. La agitó y la acarició arrancándome
un gemido de placer. Con un suave tirón la acercó a su sexo y se lo acarició
con ella. Yo gemí e intenté penetrarla pero ella me lo impidió con una sonrisa
y besó mi gesto frustrado mientras se seguía acariciando su coño hirviente y
rebosante de flujos.
Con todo mi cuerpo contraído por el deseo, la
diputada guió mi polla a su interior poco a poco con deliberada lentitud. Cuando
finalmente retiró la mano le clavé el
resto de mi polla de un solo empujón. Marta gimió y se estremeció agarrada a
mis caderas preparándose para mis embestidas.
Yo, como un caballo desbocado comencé a
penetrarla con movimientos rápidos y profundos mientras besaba su cuello y
acariciaba sus pechos pálidos y sus pezones grandes y oscuros.
-Uff Sí. Así. -dijo ella tumbándose de nuevo
sobre el escritorio.
Yo seguí empujando y resoplando, disfrutando
del cuerpo bello y elástico que se retorcía y gemía satisfecho con cada embate
.
No sé cuánto tiempo pasó pero cuando me di
cuenta estaba follándola agarrado a una de sus piernas y besando y chupando su
pie mientras ella arqueaba su cuerpo por el efecto de un tremendo orgasmo.
-Siéntate. -me ordenó con su cuerpo aún
estremecido por el orgasmo.
Obediente me senté en su cómodo sillón de
cuero mientras ella sentada en la mesa comenzó a acariciar mi polla con sus
pies. con un gesto de apremio agarré sus
tobillos y junté sus pies haciéndome una paja con ellos hasta que me corrí. Dos,
tres, cuatro chorreones de semen caliente y pegajoso salpicaron sus delicados
pies mientras me sonreía satisfecha.
-Creo que al escritor se le han acabado las
palabras -dijo ella sonriendo al ver mi expresión azorada al ser consciente de
lo que habíamos hecho.
-Yo...-intenté decir.
-No digas ninguna tontería -me interrumpió
ella componiéndose el traje.-Yo estaba estresada y tú estabas salido, ambos
somos mayorcitos y ambos hemos disfrutado.
-Entonces...
-Te espero mañana a las ocho como siempre.
-De acuerdo jefa. quiero que sepas que esto no
saldrá jamás de aquí.
-Cuento con ello. Sé que puedo confiar en ti.
-dijo despidiéndome con una sonrisa.
Al día siguiente llegué con diez minutos de
antelación obsesionado con ser puntual y no parecer que quería aprovecharme de
la situación con mi jefa. Marta se presentó a la hora de siempre y se dirigió a su despacho enfundado
en un vestido de punto que se adaptaba a su cuerpo como un guante dedicándome
el saludo despistado de todos los días.
Tratando de apartar as imágenes de la noche
anterior que me asaltaban como un regimiento de orcos enloquecidos me concentré
en el trabajo y elaboré el resumen diario. Al poco tiempo de recibirlo me llamó
al despacho.
Cuando entré, Marta me estaba esperando subida
en el escritorio con las piernas cruzadas y el vestido de lana ligeramente
subido enseñándome un generosa porción
de sus muslos.
-Hola, ¿Qué tal? Veo que hoy has madrugado.-
Dijo ella balanceando los pies enfundados en unos botines.
-Bien, bien, gracias. ¿Necesitas algo? -dije
intentando ocultar sin mucho éxito mi nerviosismo.
-Te he llamado por lo de Valencia. Quiero que
investigues un poco el asunto. Voy a pedir una reunión con el vicesecretario de
estado de energía para que me lo explique.
-De acuerdo jefa -dije tomando nota.- me
llevará un par de días. Necesitaré escarbar entre la basura. Tengo que buscar las condiciones en las que
se privatizó la red y los planes de
futuro de la empresa.
Durante las siguientes cuarenta y ocho horas
trabajé sin interrupción en el caso y conseguí prepararle un amplio dossier. El
caso estaba claro, el contrato por el que
la empresa adquiría la red eléctrica por una cantidad irrisoria especificaba
que el precio de venta era tan bajo porque la empresa adjudicataria se
comprometía a invertir dos mil millones en una infraestructura que se caía a
pedazos. El caso es que la crisis había golpeado con toda su fuerza poco
después y la empresa había reducido las
inversiones un cuarenta por ciento. Para evitar problemas mayores habían
invertido en los grandes centros urbanos marginando las zonas de baja densidad de
población. El resultado es que multitud de pequeños municipios estaban en un
estado lastimoso y el caso de Alderna no era un suceso aislado.
Cuando le presenté el dossier era ya noche cerrada, no quedaba casi nadie
en el edificio y abrí la puerta del despacho de la diputada agotado, aunque todo mi cansancio se esfumó
de golpe al ver a Marta esperándome en ropa interior malva. Le expliqué los detalles
más relevantes del caso mientras follábamos como posesos en el sofá de
la esquina. Cuando terminé ella demostró con un grito su satisfacción por el
buen trabajo realizado.
Al día siguiente, tras una tempestuosa reunión
con el vicesecretario de energía, Marta se marchó a Alderna y estuvo toda la semana ausente. Yo seguí con
mi trabajo. Le enviaba mis resúmenes por e mail y le corregía alguna
declaración que hacía a los medios sobre el tema, pero a partir de la reunión
que tuvo con dos consejeros de Vía Eléctrica el discurso primero se moderó y
luego pareció olvidarse del tema. Yo, inocente de mí, supuse que había llegado
a un acuerdo y había obligado a la empresa a invertir lo prometido.
-¡Hola jefa! -dije alegre de volver a verla.
-Hola, ¿Qué tal todo por aquí? -respondió ella
con una mirada esquiva.
Debería haberme dado cuenta de que algo pasaba
pero achaqué la mirada al cansancio del viaje y a que podía haber gente observándonos
así que no le di importancia.
Los
siguientes tres días los dedicamos a trabajo rutinario. Marta asistió a varias
votaciones y concedió una entrevista al programa de las mañanas de la radio. Yo
no le pregunté por el asunto de Alderna y ella no me comentó nada, cosa que me
extrañó pero no le di demasiada importancia.
El viernes Rosa volvió a ausentarse toda la tarde por
culpa de otro resfriado de su niña así que me quedé yo de nuevo al cargo de la centralita. Era
casi la hora de irme cuando llamaron al teléfono.
El teléfono de Rosa era un artefacto con más
botones que la estación espacial y no os extrañará que al pasarle la llamada,
aún no se cómo, no se cortó la línea en mi teléfono. Estuve a punto de colgar
pero como era el secretario de estado de energía temí que al colgar se cortase
la comunicación así que opté por no hacerlo.
-Hola Marta, ¿Qué tal tu viaje? Tengo
entendido que ha sido fructífero.
-Sí, el problema ha quedado arreglado para
satisfacción de todos.
-Me ha llamado el presidente de Vía eléctrica
para asegurarse de que no te has echado atrás con el trato.-dijo el secretario,
activando todas mis alarmas- ese tío es más desconfiado que un perro cojo.
-Lo único que tiene que hacer él es limitarse
a cumplir con el trato. Que arregle el suministro en Alderna y que tenga
preparados unos cuantos generadores para suplir caídas de tensión este verano y
yo no revolveré más el tema. -dijo dejándome de piedra.
-Ya le dije que no tenía de qué preocuparse.
Esto no trascenderá a la prensa y tú tendrás tu puesto en el consejo de
administración en la empresa cuando decidas retirarte.
-Muy bien -dijo ella con voz satisfecha -
cuento con ello señor secretario.
-No me llames señor secretario, ahora que
somos colegas puedes llamarme Juan...
Ahora ya me daba igual que se cortase la
comunicación, colgué el teléfono con rabia y me fui sin despedirme. En el
camino a casa no pude evitar pensar en lo imbécil que había sido al creer en
ella. Se me había caído el último político en el que confiaba. La política
volvía a ser ese agujero inmundo de basura y podredumbre en el que todo se
compraba y vendía al mejor postor. Y yo estaba dentro, alimentándolo con mis
discursos y alimentándome de él.
Llegué a casa cené algo y me puse delante del
ordenador. Escribí varias cartas de dimisión pero las borraba antes de
terminarlas. Estaba tan furioso que no podía ni pensar. Lo que más rabia me
daba no es que me hubiese seducido y me hubiese engañado. Si no confiaba en ella, no habría ningún otro
político en el que pudiese llegar a confiar.
No dormí en toda la noche sopesando mis
opciones. Poco a poco fui dándome cuenta que si me iba no ganaría nada con
ello. Perdería un buen trabajo con un buen sueldo y no podía permitírmelo, así
que lo pensé detenidamente y finalmente decidí volver a trabajar al día
siguiente.
Normalmente la puerta de mi despacho siempre
está abierta, para tener un poco más de aire, pero en cuanto llegué la cerré a cal y canto, no quería ni
verla. Realicé mi trabajo como todas las
mañanas y tras enviar el resumen y recibir el O.K. de Marta bajé a la
cafetería.
En esta ocasión no me pareció excesivo un Macallan
doble con hielo a las once de la mañana. Durante cuarenta minutos me concentré
en mi Whisky y mis negros pensamientos hasta que la diputada me sacó de ellos.
El alcohol nubló un poco mi cerebro pero no
suavizó para nada el rencor y la frustración, así que entré en su despacho con
aire taciturno.
-Hola querido ¿No has dormido bien?-dijo ella al percibir mis ojeras.
-La verdad es que me he pasado la noche
pensando. ¿Querías algo?
-Sí , he estado redactando un discurso y
quiero que le eches un vistazo dijo alargándome unos papeles escritos a lápiz.
-Por cierto ¿Qué pasó al final con el tema de
Alderna? -pregunté yo mientras ojeaba los papeles sin mucho interés.
-¡Oh! Ya está resuelto. -dijo fingiendo haber
olvidado el asunto- Vía Eléctrica ha prometido solucionar el problema de
Alderna en el plazo de un mes.
-¿Y el resto de las poblaciones que tienen ese
problema?
-El caso es que la empresa pasa en este
momento por dificultades...
-¡Qué raro! -exclamé yo irónico.
-Me han prometido que lo solventarán con el tiempo y mientras tanto van a comprar una flota
de generadores para solucionar los problemas puntuales que se puedan dar. Creo
que es una solución bastante justa...
-No sé si será justa, lo que sí me parece es
barata.- repliqué yo- Por lo menos podrás prometer a la gente que lo arreglarás
cuando entres a formar parte del consejo de administración...
Marta se levantó como un resorte y se acercó a
mí con el rostro desencajado.
-¿Cómo te atreves? -dijo ella echando chispas
por sus bonitos ojos.
-Escuche tu conversación con el secretario
anoche... fue muy reveladora.
La diputada
alzó la mano iracunda para abofetearme pero le sujeté la muñeca antes de
que pudiera descargar el golpe. Con un movimiento que no se esperaba le retorcí
el brazo dolorosamente a la espalda y la empujé con fuerza contra el sofá.
Marta calló sobre él con un gemido de dolor. Cuando intentó incorporarse la
empujé de nuevo manteniéndola en una posición vulnerable.
-Idiota -dijo mirándome con desprecio -¿Qué
creías? ¿Qué iba a ser el azote de las grandes multinacionales?
-No, pero esperaba que por lo menos no te
venderías como una vulgar furcia.
-No seas estúpido, el problema está
solucionado y todo el mundo ha salido ganando -repitió ella- El pueblo tiene su
nueva y flamante red eléctrica, la empresa ahorrará dinero usando los generadores
para evitar problemas con los picos de consumo y yo tendré un trabajo cuando me
canse de esta mierda dijo levantándose por fin .
Marta
estaba frente a mi levantando la cabeza para poder mirarme a los ojos.
Tenía las ventanas de la nariz dilatadas y respiraba con fuerza, enfadada. Se
levantó y yo la empujé de nuevo contra el sofá. Sus piernas chocaron contra él
y se agarró a mí para mantener el equilibrio.
-¿Qué piensas hacer? ¿Volverás a escribir
soplapolleces para que se la pelen adolescentes granujientos o seguirás
conmigo? -dijo desabrochándose la blusa con una mirada de suficiencia.
Aquella mirada despectiva fue más de lo que
podía resistir noté como la rabia se iba
apoderando de mi hasta nublar mi entendimiento. Agarré a Marta por el cuello y
descargué toda mi ira y frustración en un beso salvaje. Marta no se arredró y
me lo devolvió. Nuestras lenguas tropezaron pelearon y finalmente se
entrelazaron hasta que tuvimos que separarnos para coger aliento.
-Puta.
-Eunuco.
De un tirón le saqué el sujetador y comencé a
magrear y a chupar sus pechos y sus pezones de la forma más sucia posible. La
diputada se limitó a agarrarse a mi gimiendo excitada e intentando no caerse.
Con un nuevo empujón la tire sobre el sofá.
Marta cayó con las piernas abiertas y yo metí la mano entre ellas buscando su
sexo. Cegado por la ira y el deseo le rompí los pantis y aparté el tanga para
penetrarla con los dedos. Mis dedos entraron fácilmente en su coño caliente y
húmedo provocándole un grito de placer. Marta cerró sus piernas como queriendo
impedir que sacase mis manos de su cálido interior.
Me agaché sobre ella y le di un nuevo beso tan
salvaje como el anterior. Las manos de ella recorrieron mi cuerpo quitándome la camisa y bajándome los
pantalones hasta las rodillas.
Seguí penetrándola sin contemplaciones con mis
dedos mientras terminaba de deshacerme de los pantalones y los calzoncillos y
me tiré sobre ella sin ningún cuidado. Ella resopló al sentir como mi peso
expulsaba el aire de sus pulmones e intentó adoptar una postura más cómoda pero
yo se lo impedí con una sonrisa lobuna.
Esta vez no pedí permiso y le metí la polla
entera de un empujón. Marta gimió y tensó su cuerpo pero abrió las piernas y se
dejó hacer. Durante unos minutos estuve entrando y saliendo de su cuerpo con
empujones rápidos y salvajes intentando descargar toda mi ira y frustración en
aquel agujero cálido y húmedo. La diputada gemía satisfecha rodeándome con brazos y piernas y clavándome
sus uñas en mi espalda.
Con un gesto de rabia me aparté mientras ella
se quedaba sonriendo con las piernas abiertas mostrando su sexo hirviente sin ninguna vergüenza.
-¡Vamos! -me retó ella- ¿Esto es todo lo que
puedes hacer?
Con una sonrisa maligna la cogí por el pelo y
la obligué a erguirse. La di la vuelta y la puse de espaldas a mí. Marta se puso de puntillas y frotó su culo contra mi
pene erecto, yo la pellizqué los pezones sin compasión con una mano mientras
que con la otra tiré del pelo hacía atrás para poder besar su boca de nuevo.
Ella gritó y me mordió el labio indignada por el tratamiento.
-¡Zorra! -exclamé dándole un empujón con el
que acabó tirada sobre el brazo del sofá.
-¡Ahora te vas a enterar! -Exclamé agarrándola
por el cuello mientras me cogía la polla.
Ella intentó resistirse, pero no podía hacer
nada y sólo pudo gritar cuando comencé a introducir mi polla dura y caliente
por su culo.
-No por favor...
-Tranquila, relájate y disfruta, si quieres
ser un gran político no sólo debes saber dar sino también recibir -dije con una
sonrisa sarcástica mientras metía mi miembro hasta el fondo de aquel culito
redondo y estrecho.
Sordo a los gemidos de dolor de la diputada
seguí penetrándola mientras acariciaba su sexo. Poco a poco el dolor comenzó a
ceder y como yo la había recomendado se relajó y disfrutó de cada andanada. En
pocos instantes me había apartado la mano de su pubis y era ella la que se
masturbaba mientras entre gemidos estrangulados me pedía que le diese más
fuerte.
Incapaz de aguantarme más me corrí dentro de
su culo. Con la polla aún dura le di dos
salvajes empujones que la levantaron del suelo y la hicieron correrse entre
gemidos de intenso placer.
Sin decir una palabra me vestí y la dejé
jadeando tirada en el sofá con la ropa
arrugada y los pantis rotos.
-¿Ha pasado algo? -preguntó Rosa cuando me vio
salir- He oído gritos y ...
-No te preocupes, hemos tenido un
desencuentro y hemos cambiado
impresiones. -dije yo aún con el sabor a sangre de su mordisco en su boca.-Por
cierto se ha enganchado los pantis en una punta y se ha hecho una carrera, me
ha preguntado si serías tan amable de comprarle unos nuevos.
Sin preocuparme de nada más bajé a la
cafetería y me comí un pincho. Pasé el resto de la mañana sin hacer nada de importancia y después de
comer me dirigí a la zona para el público del hemiciclo. Ese día había una
sesión de control al gobierno y quería ver llegar a Marta.
Minutos después de que llegase empezaron a
desfilar sus señorías para ocupar sus respectivos es caños. Rosa había
conseguido llevarle a tiempo los pantis y Marta se presentó tan impecable como
siempre, sin embargo su andar no era el andar seguro de otras veces. Sus pasos
eran más cortos y más lentos y separaba
las piernas algo más de lo normal al andar. Nadie aparentaba haberse dado
cuenta pero yo observé con satisfacción como se sentaba en su escaño con un
suspiro de alivio.
En un instante tenía abierto el maletín y
revolvía entre los papeles en busca de su discurso. Por un momento levantó la
vista hacia el palco del público y me vio. Un destello de ira paso por sus
bellos ojos verdes pero al ver que no me intimidaba lo más mínimo, retiró su
mirada y se concentró en el trabajo.
Era la típica sesión de control al gobierno.
En un pasado no tan lejano, con el partido en el gobierno con mayoría absoluta,
estas sesiones eran totalmente inútiles y
degeneraban en una serie de monólogos y los famosos" y tú más"
que originaban todo tipo de chistes entre los funcionarios de las cortes.
Pero ahora todo era diferente, el gobierno
necesitaba apoyos desesperadamente y explicaba e intentaba convencer de que sus
ideas eran las más adecuadas para hacer avanzar el país.
El primero en intervenir fue el jefe de la
oposición. Se lanzó a degüello preguntando todo tipo de cosas con el único
objetivo de intentar desgastar al gobierno. El presidente evitó fácilmente los
ataques y tras una media hora de acusaciones el jefe de la oposición se sentó
frustrado en su escaño.
La siguiente en incorporarse fue Marta. Esta
vez el presidente fue menos agresivo en sus respuestas y se notaba que trataba
de responder a las preguntas de la diputada con más paciencia intentando
convencerla y atrayéndola hacia sus puntos de vista. Marta levantaba la mirada
con frecuencia hacia mí y yo procuraba
mostrar una actitud lo más neutra posible. No quería darle pistas de lo
que le esperaba a continuación. Cinco minutos antes de que terminara la sesión
abandone el hemiciclo y me fui a casa.
Los días siguientes me comporté con
normalidad. Ella intentaba hacer lo mismo pero sus ojos brillantes y anhelantes
la delataban. Me llamaba más a menudo y adoptaba poses "casuales"
intentando provocar una respuesta por mi parte pero yo la ignoraba.
Transcurrió una semana y Marta se dejó de
sutilezas. Esa mañana apareció con una minifalda negra y una blusa semitransparente.
Llevaba la chaqueta del traje en la mano junto con el bolso de Gucci a juego con sus zapatos de tacón de aguja. Se
había puesto sombra oscura en los ojos
y pintalabios rojo brillante en
sus labios. Yo la miré y por primera vez en toda la semana hice un casi
imperceptible gesto de aprobación.
A pesar de ello no alteré para nada mis
costumbres y seguí con mi trabajo como un día cualquiera. A las cuatro de la
tarde me llamó a su despacho. Cuando entré me estaba esperando con los brazos cruzados bajo los pechos que
se insinuaban bajo su blusa. Tenía una expresión de seguridad en los ojos que
enseguida quise borrarle de la cara.
Me dirigí hacia ella y cogiéndola por la nuca y le di un largo beso.
De un tirón la obligué a arrodillarse
mientras que con la mano libre me bajaba la bragueta. Sin dejarla que
dijese una sola palabra le metí la polla en la boca. Cuando la saqué el
pintalabios se había corrido y la punta mi glande estaba teñida de un color
rojo sangre.
Marta intentó protestar pero le metí de nuevo
la polla ahogando sus palabras. La cogí por la cabeza y comencé a meter y a
sacar el pene de su boca con rápidos movimientos. Cada vez que ella intentaba controlar
con sus manos la profundidad de mis penetraciones yo se las retiraba de un
golpe y la penetraba más profundamente aún. Pronto mi polla estuvo a punto de
estallar mientras que de los ojos de Marta rebosaban gruesos lagrimones que
recorrían sus mejillas dejando largos rastros de negra sombra de ojos sobre
ellas. Finalmente saqué mi pene y eyaculé sobre su cara. Cuando mi polla
terminó de retorcerse y expulsar semen la frote contra su cara y sus labios estremecido de
placer.
-Eres un cerdo. -dijo ella con la voz ronca.
-Y tú una obra de arte -dije yo separándome y
observando el rímel y la sombra de ojos formando gruesos churretones en sus
mejillas y el pintalabios rojo extendido por la barbilla y el cuello. Allí, aún
de rodillas, en la penumbra del despacho parecía una pequeña muñeca rota.
No dije nada más, no hacía falta. Me acerqué a ella y la ayudé a levantarse sin
dejar de mirar en su ojos verdes. Sólo vi en ellos deseo y sumisión.
Ese mismo viernes por la noche le envié un email:
De: angelperez@dead.com
26-3-2016
Para: martamarquez@coldmail.es
Mañana C/Flor de Escarcha nº6 3ºB a las nueve
de la noche, la llave estará bajo el felpudo. Ponte lo que encuentres encima de
la mesa del salón y espérame sentada en la silla. Si no cumples las órdenes o
llegas tarde me iré.
Alex
Desde la habitación escuché a través de la
puerta entornada como Marta recogía la llave y abría la puerta. Sin moverme oí
a la diputada entrar en el piso en penumbra y percibí el tenue fru fru de la
ropa al desnudarse totalmente y ponerse el antifaz y finalmente sentí el ruido
que hacían la brida al apretarla en
torno a sus muñecas con los dientes.
No me moví hasta después de haber oído el leve
crujido de la madera de la silla al recibir su peso. Me levanté lentamente y me
dirigí sin hacer ruido a una silla que había colocado frente a ella lo más
alejada posible. Aproveché que se estaba moviendo intentando adoptar una
postura más cómoda en la silla para sentarme sin que se apercibiera de mi
presencia y me dediqué a observarla.
Había cumplido mis normas y estaba atada y totalmente
desnuda salvo por el antifaz y unos pendientes verdes que colgaban de sus
orejas. Recorrí su cuerpo con la vista
en la penumbra disfrutando de su palidez
y su belleza.
Había puesto el climatizador a dieciocho
grados de manera que el ambiente era frío pero no entumecedor y como esperaba,
no tardo en ponérsele la piel de gallina y en erizarse su pezones. Marta
intentó juntar sus brazos al cuerpo para mantener el calor haciendo que sus
pechos se juntasen y suspiró incómoda pero obedeció y no se movió de la silla.
Esperé pacientemente hasta que comenzaron los escalofríos.
A intervalos el cuerpo de la joven se estremecía y temblaba ligeramente
buscando entrar en calor sin llegar a conseguirlo del todo.
-Es una situación verdaderamente incomoda,
¿Verdad? -dije yo por fin sobresaltándola.
Marta respondió con una corta exclamación de
sorpresa ignorante de que llevaba un buen rato observándola.
-Esto es lo que están sintiendo las personas a
las que has decepcionado. -dije yo levantándome- Estarán a oscuras, en el frío
de la noche, recibiendo golpes y preguntándose qué pecado han cometido para
sufrir este destino. Y el único pecado en el que han incurrido ha sido creer en
la democracia, creer en vosotros. Creer en personas que les han prometido una
vida mejor y votaros para que consigáis
todo tipo de derechos y prebendas y os olvidéis
para qué os han puesto en sus escaños. Y digo sus escaños porque no sabéis
o no queréis saber que esos escaños pertenecen al pueblo y sus señorías sólo os
dedicáis a mantenerlos calentitos.
-Yo no...
-¡Silencio! -dije con un rugido que casi la
hace caer de la silla.- es lo menos que puedes hacer después de que la última
esperanza de esta democracia esté a punto de caer. Porque aún estás a tiempo de
cambiar de opinión, de echarte atrás en ese trato deleznable y seguir siendo la
persona que cambie el rumbo de este país.
-Yo sólo soy una gota de agua.
-Te equivocas- la volví a interrumpir mientras
la cogía de las manos y la ayudaba a levantarse- Tu puedes ser el punto de
inflexión.- dije yo quitándome el albornoz y abrazándola.- En este momento y en
estas circunstancias estás en una posición de fuerza única para hacer
reflexionar a sus señorías y cambiar radicalmente esta situación. -continué
mientras notaba como el cuerpo de Marta reaccionaba al calor de mi abrazo.
Con lentitud acaricié su cuerpo y levanté una
de mis manos hacía su nuca forzando con suavidad su cuello para alzar su cabeza
y poder besarla. Esta vez el beso fue
suave, Marta se apretó contra mi buscando mi calor desesperadamente mientras me
devolvía el beso con lágrimas en los ojos.
Tiré con suavidad de ella y me siguió dócilmente
hasta la habitación. La cogí por la espalda y la tiré de cara contra la cama de
modo que su culo blanco y redondo quedase en el borde.
-Te has portado mal. -dije descargando un
sonoro cachete y dejando mis dedos marcado en su culo blanco.
-Lo siento... -dijo ella mordiendo la
almohada.
-No me importa si lo sientes, lo que quiero es
que no se repita -dije acariciando su sexo congestionado y dándole un nuevo
cachetazo.
Marta mordió de nuevo la almohada para no
gritar y sin esperar mi orden bajo su torso y separó las piernas mostrándome su
sexo y moviéndolo ligeramente, anhelando
mis caricias. Yo me agaché y posé mi cara sobre su culo rojo y caliente por los
azotes. Le besé el sexo ya humedecido y entré en su coño con mis dedos
explorándolo con detenimiento y arrancándole gemidos de placer.
Con mis dedos rebosantes de sus jugos acaricié
la entrada de su ano. Ella no reaccionó consciente de que se había portado mal
y esperó pacientemente su castigo. Esta
vez entre con mas suavidad en su culo que seguía siendo tan estrecho y
apetitoso como la primera vez. Esperé un poco a que se relajase y comencé a
encularla.
Marta ahogó las exclamaciones de dolor y
levantó un poco más sus caderas para que mis huevos golpeasen su vulva con cada
penetración. Pronto los gemidos se mezclaron con jadeos y gritos de placer que
la diputada reprimía mordiéndose los labios. Agarrándola por la cintura le di
la vuelta y la senté encima de mí. Obediente empezó a subir y bajar empalándose
con fuerza con mi verga mientras yo la
sujetaba por las caderas para que pudiese mantener el equilibrio con las manos
atadas. Poco a poco fue aumentando el ritmo y la violencia de los saltos hasta
que me corrí en su interior. Cansada y sudorosa, con mi polla aún moviéndose
dentro de su culo le acaricié el sexo y le pellizqué los pezones sin compasión
hasta que se corrió crispando su cuerpo sudoroso y mordiéndose los labios de
nuevo para reprimir un grito de placer.
Marta quedó exhausta en mis brazos y tuve que
sujetarla para que no cayese al suelo. Con ternura la abracé y la arropé en la
cama aún atada y en la oscuridad y me acosté a su lado. Ambos dormimos sin
sueños.
***
-¡Señorías, silencio por favor! -dijo el
presidente -Se abre la votación para obligar a cumplir a Vía eléctrica con el
compromiso adquirido al comprar la red de distribución de energía eléctrica en
el plazo de tres meses a partir de la aprobación de esta moción o proceder a su
expropiación sin compensación alguna...
Desde el palco del público observo a sus
señorías revolverse inquietos en sus escaños. Marta levanta la vista hacia mí y
sonríe con adoración. Sé que puedo confiar en ella. Sé que puedo confiar en el
futuro.
*Es un
programa para dispositivos móviles que te permite leer un texto a una velocidad
de hasta 1000 palabras por minuto.
1 comentario:
La sensación final no es ni mucho menos mala.
La historia, sin grandes alardes, es correcta. Un poco de crítica a los momentos que vivimos y mensaje esperanzador al final.
La ruptura de personalidad de ambos personajes es convincente.
Lo no tan bueno... algunas faltas de ortografía, un pequeño problema con las comas y erratas por falta de revisión.
Sobre el aspecto sexual, creo que el relato cumple, aunque el morbo, bajo mi punto de vista, escasea. Empieza muy buen, con ese masaje de pies, pero en seguida se viene abajo debido a las facilidades que pone ella. Aunque, visto cómo transcurre la historia, tampoco pienso que sea del todo malo.
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