lunes, 21 de abril de 2014

Mi querido troll







El otro día llegué a casa y le dije a mi chica:

—¡Cariño, tengo un amante!

—Pues me parece perfecto, amor. Disfrútala.

Oye, ni un reproche, ni una mala cara, todo como la seda. Ahora bien, hoy he llegado y le he dicho:

—¡Cariño, tengo un troll!

—¡Eso por encima de mi cadáver!, ¡aquí la única que despotrica de ti soy yo!, ¿me entiendes?

Vaya sermón me echó sobre lo de tener un troll. Pero es que es algo que yo no he elegido, él se ha querido venir conmigo.

Pensaréis que algo habré hecho, que al menos le habré echado migas de pan. Pues lo cierto que él ya rondaba por aquí cuando yo llegué. En aquel tiempo, trolleaba a toda la contornada. Yo no había logrado aún llamar su atención. Os preguntaréis, no sin razón, ¿qué tiene que ver esto con la ruptura de personalidad? Tranquilos, tened paciencia que todo llegará como seguramente lo haga mi querido troll.

La verdad que hay que reconocerle que es muy especial. Cuando coincido en el parque con las demás personas que tienen trolls, todos presumen de lo guapos que son los suyos, que no digo yo que el mío no lo sea, incluso me atrevería a decir que mucho más que los de ellos. El problema es que el mío cambia de forma y sexo a cada dos por tres, y eso, pues claro, desconcierta un poco.

Oye, que hoy es una guapa veinteañera y mañana es un tipo cuarentañero y claro, me tiene en un sinvivir.

Pues nada, que de la noche al día pasó de morder y pegar coces a todos los que por aquí rondamos, con especial atención a la administradora y al veterano del grupo, a dedicarme poemas súper bonitos.

¿Que cómo se ha producido esa transformación?, pues me gustaría pensar que por mi irresistible sexapil, pero en el fondo creo que no. Lo pienso porque también ha cambiado sus hábitos. Ya no ataca a la luz del día y yo, personalmente, lloro por las esquinas su ausencia. Ya no es lo mismo si alguien no me recuerda que mi madre se tira a todo el barrio, lo que debe disfrutar la mujer a sus setenta años o era mi pareja la que lo hacía. Es que he de reconocer que no presto demasiada atención a lo que dice.

Ahora hace una cosa muy rara: le ha dado por autolesionarse. Sí, como las adolescentes que se hacen cortes en los brazos para llamar la atención. Mi troll incluso se inventa lesiones producidas por terceros.

Pero claro, al igual que las niñas que sueñan con rubíes y esmeraldas, ella se inventa sus agresores y sus príncipes azules que vienen en corceles blancos a rescatarla. Hay que ver lo apañado que me ha salido el troll que ha aprendido a alimentarse él solito.

Que digo yo, que aunque ya sea mayorcito para pedir comida se echa de menos su presencia, que comer lo que uno mismo se guisa está bien pero que aquí tenemos comida de sobra por si quiere que lo alimentemos.

Y me voy, pero antes de marcharme me gustaría dejar una reflexión abierta sobre la naturaleza de tan peculiares seres. Los sesudos científicos han estudiado en profundidad la cuestión, aunque de momento no han logrado unificar criterios, por lo que las teorías son muchas pero como comprenderéis no me voy a pasar la mañana buscando en Internet por lo que aquí presentaré dos de ellas:

  • Elias Aboujaode: Psiquiatra de la facultad de medicina de la universidad de Stanford.

No me digáis que no suena seria la cosa. Este señor afirma que un troll tan solo es una manifestación de nuestra epersonalidad. Según él, todos tenemos una personalidad diferente en la red. La de esta gente estaría determinada por: grandiosidad, narcisismo, oscuridad morbosa, regresión a la adolescencia e impulsividad.

Como cualquier otra personalidad, al desconectarse desaparece quedando el individuo normal y corriente que había antes de sentarse frente al ordenador. No me digáis que esto no es una ruptura de la personalidad en toda regla.

  • Erin Buckels y la universidad de Manitoba han realizado otro estudio llamado “Trolls just wanna have fun”.

¿Que dónde está Manitoba?, ¿que si Erin es fan de Cyndi Lauper?, siento no tener respuestas para estas preguntas.

La que sí tiene respuestas es Erin, pues afirma que los trolls no son ninguna personalidad específica para el entorno de Internet. Según el estudio tan solo se trata de gente: maquiavélica, sádica, narcisista y psicópata. Un poquito fuerte ¿no? Aquí obviamente no hay ninguna ruptura de la personalidad, estos la traen rota de serie.

Pues bien, el estudio afirma que puesto que es en el entorno virtual donde son menos peligrosos, es aquí donde hay que saciar su hambre con el fin de que luego no lo hagan con la gente real de su entorno.

Vamos, que si dejamos que den rienda suelta a sus necesidades narcisistas o sádicas en la red, más tarde, en sus casas o trabajos, no la emprenderán a golpes con sus madres o a insultos con sus subordinados.

¿Vosotros tenéis alguna teoría?

Yo personalmente me niego a pensar que mi querido troll sea así. Yo creo que es una persona tierna y bondadosa. Tal vez no manifieste su afecto como los demás, bueno, cada uno se expresa como puede, pero en el fondo seguro que tiene un corazón inmenso.

Por eso le pido, es más le imploro, puesto que sé que me está leyendo, que no me abandone, que continúe metiéndose conmigo, que me dedique más de esas preciosas poesías y que me culpe de cuanto malo le ocurra porque sé que de ese modo estoy cerca de su corazón y es que he de confesarme, amigos míos, sí, en el fondo de mi alma estoy perdidamente enamorado de mi troll.

Por eso apelo a la clemencia de todos los webmasters del Universo, de He-man y de Skeletor, para que no le baneen nunca y así pueda expresar libremente cuantas mentiras y atrocidades quieran salir de sus virtuosos dedos.

Aguardo ansioso su comentario en este sentido homenaje que le dedico. Como él bien sabe, yo valoraría todos sus relatos hasta caer desfallecido si desde hace más de un año no tuviera bloqueada tal posibilidad. Da igual, aún así, mi corazón brinca de alegría cada vez que me atribuye uno de sus terribles. Ay, ¡Qué bonito es el amor!

Espero no convertirme en uno de esos que no tenéis el lux de tener un troll porque bien se sabe, ¡si no tienes uno, no eres nadie!, y vosotros ¿tenéis uno?


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