Medio año en aquella
selva desolada e inhóspita despertaron mis impulsos más primitivos. Aún
faltaban alrededor de tres meses, para que el barco llegara por nosotros. La
caza por diversión se convirtió en un placer ruin y mundano, que precisamente
disfrutaba por cruel y prohibido.
Éramos un grupo
de cinco científicos, analizábamos las características de estas nuevas tierras:
Pruebas en el suelo, flora y fauna; Nada anormal más que investigación pura. Secretamente
se decía que la corona buscaba minas de piedras preciosas a través de nosotros.
Pero era algo que nunca pude comprobar. Los exploradores hace tiempo que se
habían ido, por lo que solo quedábamos nosotros.
A pesar de ser
ligeramente joven era uno de los científicos más influyentes. Me consideraba
sociable, intrépido y tenaz. Amaba aprender, y nada me recreaba más que la
investigación.
Por la región
habitaba una tribu de nativos, nos ayudaron mucho en nuestra misión, gracias a
las traducciones de Julio Domínguez, un miembro de mi equipo y buen amigo. Él
era, además el historiador de la zona. Con el paso del tiempo congeniamos con
ese pueblo y de alguna manera, ya no nos sentíamos tan solos.
Una mañana
cualquiera decidí hacer una expedición en solitario. Vi correr a un cachorro de
lobo, aullaba buscando a su manada. Me escondí tras unos arbustos y esperé a
ver qué ocurría. La mamá no se veía y tampoco algún compañero ¿Seria acaso que
mis amigos y yo cazamos a todos? Seguí al pequeño hasta que efectivamente llegó
a su desierta guarida. Ni un ápice de remordimiento me dio. Era un animal
salvaje y debía acostumbrarse a lo mismo.
Envalentonado me
divertí un rato asustándolo. Mi victima hacia ruidos y por la posición de su
rabo y orejas, evidentemente lo conseguí. Quería correr, pero yo no lo dejaba ¡Que
valiente era aprovechándome de esa inocente criatura!
Una flecha zumbó
por los aires.
—¡Déjalo en paz!
—Escuché una voz femenina, bastante airada
Busqué el origen
de la voz y para mi sorpresa me encontré con una mujer alta y de aspecto
salvaje. Me sorprendí al verla, no era como los demás nativos. Era de piel
bronceada, cabello dorado y un poco
largo, sus ojos eran azules, además de músculos definidos. Como única prenda vestía
una especie de traje de dos piezas pero muy cortas y hechas con pieles de
animales, y calzaba unas sandalias de cuero.
Confieso que al
verla, me despertó admiración, además de curiosidad. No estaba para nada acorde
con mi estereotipo de mujer ideal, pero…
Llegué a la
conclusión que era una cazadora y venía a pelear por el cachorro de lobo. Cuando
este corrió buscando refugio yo no hice nada por seguirlo, mis planes habían
cambiado… Pero la chica desapareció junto con mi presa. Por más que busqué en
los alrededores, no vi que rumbo tomó.
—Por fin hay
algo interesante en este lugar agreste —conté emocionado a mis amigos—. Descubrí
a una cazadora, quiso quitarme a un cachorro de lobo.
—Pero las
mujeres de la zona no cazan —increpó Julio.
—Pues tenía un
cuchillo de caza y trató de quitarme al lobezno. No cabe duda que sí lo era.
—¿Tenía la piel del
mismo tono que los lugareños?
—Ahora que lo
dices no. Era más bien blanca como nosotros. Eso sí, bronceada y vestida con
pieles.
Mis amigos se
emocionaron y un interesante debate se despertó—No puede ser una lugareña —concluyó
por fin Julio, quien era el más sosiego de todos—. Sus características son muy
diferentes
—¿Entonces quién
era? —preguntó alguien mas
—No lo sé pero
lo voy a averiguar —dije presuntuoso.
—Ten cuidado. No
sabes a lo que te enfrentas y puede ser peligroso
—Es lo más
excitante de todo. Nunca sabes a quien te puedes encontrar y como corregirla
—respondí con una mueca morbosa. Todos mis compañeros me acompañaron con risas
y demás desplantes burlescos.
Esa noche no
pude dormir por lo emocionante de la posible aventura. Según dijo mi amigo, era
una mujer ajena al territorio. ¿Alguna tribu extraña? ¿Extranjera? Pero ¿Cómo?
Se suponía que estábamos en nuevas tierras y no teníamos registro de algún
viaje cercano a la zona. Estaba claro que no todo alrededor estaba explorado.
Pero si trataba
de analizar lo que vi de la mujer, más confundido me sentía:
Me habló en mi
propio idioma, pero su aspecto era de una salvaje ¿Y si se trataba de una
sobreviviente de algún naufragio? ¿Y si era el eslabón perdido en la evolución
del hombre?
Reí de mi propia
estupidez. Por lo poco que vi de ella, estaba lúcida y sabía lo que hacía. Lo
más probable es que fuera una naufrago, o habitante de algún asentamiento más evolucionado
que la tribu que conocíamos. Porque definitivamente estaba descartado que fuera
de un establecimiento de holandeses.
Pasaron los días
y no encontré ningún indicio de ella. Así que comencé a olvidarla. Mis
objetivos siempre habían sido otros. Una tarde decidí ir a bañarme a una laguna
lejana. Como siempre iba solo, pues mis compañeros no les gustaban por lo inhóspito
del lugar. Mientras que a mí me gustaba precisamente por eso. Pero de que era
un lugar hermoso, lo era.
De esa zona hice
mi “escondite”: estaba pegado a la montaña, regalando el espectáculo de una
caída de agua. Sus aguas eran cristalinas y tranquilas, frescas además de todo.
La vegetación de alrededor era exótica. Algunas flores silvestres, árboles
frutales y unas cuantas rocas esparcidas por aquí y por allá.
Como nunca vi a
nadie por el lugar se me hacía fácil bañarme desnudo. Ese día en concreto, dejé
mi cuerpo zambullirse cerca de la catarata. Descubrí que detrás estaba la
entrada a una gruta. La inspeccioné, pero no había nada interesante que
apreciar más que mucha oscuridad. Al salir miré a través de la catarata a mi
extraña cazadora, bañándose tal cual Dios la trajo al mundo. Me escondí entre
las rocas para no ser visto:
Jugueteó un rato
con el agua cual niña pequeña, era una excelente nadadora, además de hermosa. Después
de un rato se acercó a la orilla y comenzó a lavar su cuerpo con una pastilla
de jabón, sus senos bailaban sugerentes ante mí, mientras que sus curvas y
cuerpo atlético me dejaron anonadado. No era la octava maravilla, pero en ese
momento era todo lo que mis instintos querían. Sí, me deslumbró bastante.
Bajé la guardia,
quise acercarme para verla mejor. Salí de mi escondite, sentándome en unas
rocas. Su mano recorría cada milímetro de su cuerpo y cuando se dobló,
enseñándome su mundo me cortó el aliento. Sus senos firmes y pezones rosados
desfilaban en mi imaginación, sabía que el cuerpo femenino era hermoso ¡Pero
nunca creí que tanto!
Sus movimientos
se veían muy naturales, ignoraba si ya sabía de mi presencia. Pero no tardó en
darse cuenta. Me pregunto qué pensó de ver a un hombre desnudo, sentado sobre
las rocas, mirándola.
Nuestras miradas
se cruzaron, ninguno de los dos hizo nada. Tranquila como si nada la perturbara,
tomó sus ropas y se marchó. Allí permanecí un rato, con los rayos del sol quemando
mi piel.
En ese momento estaba
en mi propio mundo: Tenía relaciones con ella, la poseía y le daba todo el
placer erótico posible. Disfrutaba yo, y ella se regodeaba de mi masculinidad. Nunca
me considere muy morboso o carnal. Pero ella, despertó mi libido (y tal vez
algo más) en toda su extensión.
Mi esperma cayó
en las rocas bañadas por el agua, contemplé por unos segundos el paisaje,
principalmente el punto donde desapareció la chica. Me acosté un rato sobre las
piedras recobrando las energías. Y pensando en esa extraña mujer ¡No sé cómo le
haría, pero de que la vería de nuevo, la vería!
Recobré la
cordura poco a poco. Me acerqué al mismo lugar donde se bañó. Al ver que olvidó
su pastilla de jabón, la examiné: estaba elaborada con materiales de la región,
pero tampoco era parecido a los que usaba la tribu amiga. Entonces ¿La confeccionó
ella misma?
Eso no podía
hacerlo una salvaje. Mi curiosidad se incrementó. ¿Y si pertenecía a alguna
sociedad secreta? ¿Sería posible que gente avanzada de otras culturas se
escondiera por estos lugares? Sea lo que sea era algo que yo iba a descubrir. Pero
por más que me esforzara no podía dejar de pensar en sus ojos azules mirándome.
Llegué a mi
campamento muy emocionado. Ella representaba un fruto prohibido que yo deseaba,
era esa manzana roja y apetitosa que yo quería comer. A nadie le conté lo que vi,
era mi dulce secreto. Todo esto me mantuvo animado en la selva.
En mis momentos
libres trataba de investigar de posibles tribus de alrededor. Me concentré en
buscar más yacimientos de agua, o del posible hogar de animales pequeños, que
según mi hipótesis a una chica como ella le gustaría cazar.
Desde ese
momento mis visitas a la laguna se hicieron más frecuentes, ese lugar era mi
punto de partida para todas mis pesquisas, analicé la zona con cuidado. Alguna
vez pensé en dejarle una nota. Claro que no estaba seguro si sabía leer, pero tenía
que agotar mis recursos. Cuando estaba en mi campamento, me concentraba en los
libros de botánica y zoología para tratar de tener una pista de ella. Estaba
seguro que la volvería a ver. Pero por más que la buscaba no la encontraba.
La frustración
comenzó a apoderarse de mí. Un día Julio me miró con curiosidad y sin más
preámbulos me preguntó:
—¿Qué te pasa?
—Nada.
—Estas
comportándote muy raro. Sabes que soy de confianza, si te puedo ayudar en algo,
yo…
No lo deje que
siguiera hablando, me encogí de hombros y me alejé.
Días después
cuando practicaba buceo de superficie en la laguna vi acercarse a la enigmática
mujer a la gruta de la catarata. Tal vez ahí estaba la respuesta a mis
interrogantes. Intenté seguirla a distancia para no ser visto. Pero la inmensa
oscuridad no me permitió verla a más de cinco metros. Era peligroso ir por ese
camino a ciegas. Pero no podía dejar pasar la oportunidad, caminé casi a tientas.
Llegué a un
lugar que se percibía espacioso. Di unos pasos, pero en ese momento sentí un
fuerte golpe en la cabeza y ya no supe de mí.
Desperté en un
lugar muy oscuro. No sabía si era de noche o ¡Estaba amarrado con unas cuerdas!
Tal vez me encontraba aun en la caverna. Me moví lo más que pude, pero aún
estaba atontado.
—¡Ayuda! —Grité
lo más fuerte que pude. Los gruñidos y rugidos de algunos animales me hicieron
callar ¡Estaban demasiado cerca!
Comencé a sudar
frio ¿Qué estaba pasando? Hice acopio de todas mis fuerzas y traté de examinar
mi situación: Aun me encontraba desnudo, (pues así entré a la caverna) mi cuerpo
descansaba sobre una piel que por sus dimensiones, se antojaba de una bestia
grande.
No supe a qué
hora me quedé dormido, cuando desperté tenia frente a mí a esa mujer extraña. Me
miraba fijamente, una mezcla de emociones me invadió. Traté de guardar la calma.
Por sus reacciones parecía que me estaba estudiando.
—¿Esto es tuyo?
—señaló a mi mochila y demás pertenencias.
—Sí, son mías,
pero ¿Qué pasa? ¿Por qué estoy aquí?
—Has matado a
muchos de mis hermanos solo por diversión. Además me has estado espiando y te
adentraste en mis dominios —me apuntó con una daga, aunque se le miraba
nerviosa.
—Yo no maté a ningún
familiar tuyo —dije mientras miraba a todos lados—. En cuanto a ti yo no quería
hacerte nada malo. Solo… conocerte. ¿En dónde estoy? —volví a preguntar
sintiendo como la adrenalina recorría todo mi ser.
—Estas en mi
hospital. Mis hermanos son los seres de la jungla —Me señaló a todos los
animales que estaban a mi alrededor, estaban amarrados y algunos enjaulados—. Aquí
traigo a todos los que necesitan ayuda. Por ejemplo los que tú y tus amigos
matan solo por diversión.
—Lo lamento— mis
palabras sonaban atropelladas —. Pero tú has de comprender que entre los mismos
habitantes de la jungla se matan entre sí. Tú sabes la ley de la selva.
—¡Sí! —Me apuntó
de nuevo con su filosa arma —. Matamos para sobrevivir, para alimentarnos. Pero
no olvidamos que todos los seres son nuestros hermanos. Pedimos perdón por
quitarles la vida y agradecemos por permitirnos vivir. Pero no hacemos de la
caza una diversión como ustedes.
—Perdón —Volví a
disculparme—. Si me dejas en libertad, prometo que te ayudare a cuidarlos —quise
dialogar más tiempo con ella, negociar mi salida. Si era una amante de los
animales. Tal vez la convencería de mis buenas intenciones.
—¿Y cómo sé que
no me estas engañando? ¿Cómo sé que no iras con los de tu campamento y vendrán
a este lugar? No serían los primeros “Civilizados” en quererse aprovechar de la
isla.
—Puedes confiar
en mí. Te doy mi palabra.
—Ni siquiera sé
que hacer contigo. Tengo que pensarlo.
Seguimos
dialogando. En sus ojos se veía una profunda tristeza, pude comprender que no
era perversa, solo quería cuidar a los seres de la selva ¡Pero a mí me tenía amarrado!
Salió de ahí,
dejándome en aquella situación por un largo rato. Pasé uno de los momentos más
angustiosos de mi vida. No sabía que pensar y la presencia de esas bestias,
aunque heridas y encerradas provisionalmente, no me tranquilizaban para nada.
—Quiero hacerte
otra pregunta —dijo mi captora cuando regresó—¿Por qué me miraste cuando me
bañaba el otro día en la laguna? ¿Por qué me has buscado con tanta insistencia?
¿Por qué esta mañana me seguiste a la cueva?
—Porque… porque
me llamaste la atención. —Tragué saliva—. Nunca había visto una mujer como tú. Libérame
por favor y te demostrare mi buena voluntad.
—No quiero
arriesgarme a que me traiciones. —Su voz lejos de parecer amenazadora manifestaba
miedo y soledad.
—Yo estoy de
paso en la isla.
—Sí, sé que eres
del grupo de investigadores que buscan propiedades maravillosas en elementos
que aquí no encontraran. Lo peor es que no saben cuánto daño le hacen a la
madre naturaleza.
—Tienes razón, mis
amigos y yo nos iremos en poco tiempo. Te prometo que si me dejas ir no se lo
diré a nadie.
—No lo sé. Pero
también es cierto que no quiero lastimarte.
—Con más razón
puedes ponerme a prueba. Al menos déjame vestirme, estoy desnudo y…
—No tiene nada
de malo la desnudez —dijo como si fuera lo más normal del mundo. Y en el acto me
aventó una piel de tigre para cubrirme— En cuanto a ti te mantendré unos días
como mi prisionero, para que aprendas lo que es sentir el encierro y
esclavitud, como los animales que tú cazas y secuestras. Después te dejare
libre.
—¡Cómo! No
puedes hacerme esto. Oye yo nunca te he lastimado —Protesté enérgicamente, le
dije cuántas cosas se me ocurrieron— ¡Esto es una injusticia!
Ella me miró con
tristeza y me dijo—. Tendrás que disculparme pero no puedo arriesgarme a que me
hagas daño. Tu actitud conmigo ha sido sospechosa desde el principio.
Se salió de la
cabaña de la misma manera que vino.
Mi desesperación
y coraje eran mayúsculos. Rabié y maldije todo lo que pude. Además tenía frio y
estar con tantos animales me producía miedo y ansiedad. No sabía lo que en
realidad quería esa mujer conmigo, tampoco si estaba con otras personas. En
ratos dormitaba, pero los ruidos de las bestias me volvían a la realidad.
Los rayos del sol
me despertaron, lo primero que sentí fue un intenso dolor en las muñecas. Tanta
inmovilidad y estar sujeto a esos extraños amarres me estaba cobrando factura. Entonces
descubrí que estaba en una especie de cabaña rustica. El hedor de tantos
animales juntos, aunque amarrados de la misma manera que yo, era insoportable.
El lugar carecía
de muebles, solo había un par de mesas situadas en diferentes lugares, una de
ellas tenía un recipiente grande y productos de limpieza, jaulas y espacios
vacíos, imagino que era para los “pacientes”. Además de todo había un pequeño
estante con medicinas y productos químicos.
Después de un
rato, el sol me quemaba la cara haciendo incrementar mi desesperación.
—¡Ayúdenme! —grité
varias veces pero nadie parecía escucharme. ¡Cómo era posible que una salvaje
me tuviera así!
Después de un
rato la mujer apareció y sin decirme nada comenzó a cuidar a los animales
heridos, a mí también me revisó y curó los escozores por las sogas. Ella decía
no me quería lastimar, solo que tenía miedo de mí.
Limpió el lugar
y a mí me ignoraba lo más que podía. Le grité, intenté razonar con ella e
incluso la injurié como el día anterior. Pero tranquila decía que pronto
saldría de ahí. Eso sí, me trajo una bandeja con frutas frescas, una jarra con
agua y un tazón de consomé. Imposibilitado
de las manos me ayudó a comer. Pasó el día y no pude hablar casi nada con ella.
Llegó otra vez
la mañana, arribó muy puntual a alimentarnos a todos, limpiar el lugar y hacer
las curaciones necesarias. Yo, sin otra cosa que hacer observaba a la desconocida
en sus múltiples idas y venidas: Traía hierbas y algunos remedios naturales. Pero
algunas veces eran sustancias químicas y productos derivados de ellas. Por si
fuera poco, usaba con bastante fluidez artefactos modernos. Incluso me pareció
ver como curó la herida profunda de una bestia:
—Parece una
cirugía.
—Algo así
—sonrió.
Definitivamente
no era una salvaje, entonces ¿Qué o quién era ella?
—¿De dónde
tienes todos esos conocimientos? —Por fin me animé a preguntarle—. Pareces una
profesional en la medicina.
—Todo lo que sé
es… —su mirada se oscureció y guardó silencio por unos segundos—. Por medio de
mis padres, muchos libros y experimentación.
—¿Tus padres? ¿Quiénes
eran?
Quise recordar
de viajes o náufragos cercanos. Acaso ella seria…
—Eso no te
importa. Come que necesitas estar bien —Interrumpió suavemente mis pensamientos.
Acercó la bandeja de frutas y un poco de carne cocida. Imposibilitado a usar
las manos, ella misma se ofreció a dármela en la boca. Pero me rehusé.
—No seas tan
orgulloso, necesitas comer. Hoy en la noche te llevare a tu campamento.
Eso me devolvió
la alegría.
—Gracias.
—Espero que hayas
recibido tu escarmiento —me dijo mientras miraba a los animales—. Muchos de
ellos han sido heridos por ustedes y yo aquí los traigo para sanarlos.
—Te prometo que
no volveré a cazar solo por diversión. Y en cuanto a lo de espiarte… bueno,
solo quería conocerte
—Hubiera sido
más fácil decir “Hola”.
Reímos un par de
segundos eliminando la tensión. La miré a los ojos y le dije— —Soy malo para
las relaciones personales, me creerás que nunca me he comprometido con nadie,
casi no tengo amigos y…
—Pero si pudiste
excitarte viéndome bañar.
—Eh…
—Tu pene estaba
erecto, y tú y yo sabemos por qué. —Sonreí abochornado ¡Con que facilidad
hablaba de mis partes íntimas!—. No te preocupes. Ahora que platico contigo
comprendo muchas cosas. No pareces una mala persona
—Tú tampoco.
Era curioso,
como esta plática se dio a pesar de estar atado y desnudo. Porque la muy ingrata
nunca se dignó a vestirme. Estar en esa situación, con esa mujer, me producía sensaciones
contradictorias. Por una parte era agradable, pero no podía olvidar que era su
prisionero. Esperé impaciente para que se terminara el día.
—Ya es hora —me
dijo por fin.
Con una daga
cortó los amarres y me devolvió mi ropa para que me vistiera. Me ayudó a
caminar en lo que me reponía de mi inmovilidad. Después de mucho andar. Nos
dirigimos hasta un elefante, lo montamos como si fuera lo más natural del mundo.
Nuestro trayecto
se hizo en silencio. En algún momento me volteo a ver, en su cara noté
serenidad. Me gustó cabalgar al paquidermo, pero más disfruté el aroma de la
libertad y de su piel... Ella iba al frente al conducir al animal, y en más de
una ocasión nuestros cuerpos chocaron.
Mi mente
trabajaba al máximo ¿Quién era esa mujer? Se veía como salvaje pero era muy
humana, era noble y a la vez peligrosa, incluso creí notar rasgos de ternura en
ella. Sentía una mezcla de gratitud y enojo hacia ella.
Casi al amanecer
me ayudó a bajar del animal. Señalando hacía el oriente me explicó:
—No estás muy
lejos de tu campamento. Ya que reconozcas el lugar no tardaras mucho en llegar.
—Gracias. ¿Cuál
es el camino? No identifico muy bien la zona.
—Solo sigue en línea
recta. Está aproximadamente a dos millas de distancia.
Ninguna palabra
más, simplemente se marchó. La vi alejarse y por fin respiré el aroma de la
libertad. Caminé hasta mi campamento, todo se veía de manera diferente, todo se
sentía de manera diferente.
Por fin llegué a
mi campamento, mis amigos estaban felices de verme, pero en cambio yo me sentía
muy confundido. Por cuestiones que aún no alcanzo a comprender no les conté
nada de mi extraño cautiverio. Pasé los siguientes días pensando en esa extraña
hembra, pero no sabía si volver a la laguna o no. Mientras más pasaba el tiempo
más pensaba en ella.
Una lluvia de
contradicciones actuó contra mí mismo: fui el prisionero de esa mujer ¡Y necesitaba
verla! Deseaba poseerla y al mismo tiempo quería aprender sus técnicas
científicas. Odiaba una parte de ella, pero otra parte de mí la necesitaba a su
lado. ¿Qué clase de… lo que sea que haya sido, me ocurrió? Estuve amarrado, me
hizo sentir como un delincuente. Pero, me trató bien, me cuidó.
Después de
meditarlo mucho, a los pocos días fui al inmenso cuerpo de agua. La vi a lo
lejos y al querer platicar con ella huyó.
—Definitivamente
no es mala— me dije—. Algo misterioso hay detrás de ella, además ¿Qué tipo de
científico sería si dejo pasar cualquier oportunidad de aprender?
Si quería
acercarme tendría que ser más listo que ella, me concentré de nuevo en los
materiales del jabón y todas aquellas cosas que recordaba de la cabaña, si
lograba descubrir de que parte de la región provenían, estaría muy cerca de su “hospital
de animales”.
Por lo tanto mis
dotes de explorador los usé para eso. Hablé largo rato con Julio o los aldeanos
para buscar pistas. Mi investigación me llevó a una región bastante alejada del
campamento y cercano a un rio que yo desconocía. Definitivamente la selva era
un lugar extraordinario, hermoso y muy peligroso. Revisé todo, busqué hallazgos o alguna
alteración del lugar pero nada. No vi nada que me llamara la atención en
particular.
Días después me
pareció verla a lo lejos, trate de seguirla, pero ella iba muy rápido,
desafortunadamente los ruidos de un animal salvaje me hicieron atentar a la
prudencia y la perdí de vista.
—¡Tonto, idiota!
—me regañé a mí mismo. Llegué a mi campamento bastante malhumorado. Tuve que
hacer acopio de todas mis fuerzas para calmarme. Por experiencia sabía que los
buenos resultados se dan con la cabeza fría. Así que seguí con mis
investigaciones mesuradamente.
Una tarde caminé
más lejos que de costumbre, la espesura de la selva me llevó a otra parte del caudaloso
rio. Creí que tendría que atravesarlo para seguir con mis pesquisas. Pensé en
hacerlo a nado, pero vi que la corriente era muy fuerte, mientras ideaba alguna
manera para atravesarlo sentí una fuerte mordida, giré mi cabeza y vi una víbora.
Rasgué mi piel
con mi daga, me quite lo más que pude el veneno, la sujeté con un improvisado vendaje y de
inmediato me dirigí hacia mi campamento. Caminé no sé si fue una milla o más,
tal vez era menos. Me sentía muy débil. Desde la mañana que no había comido
casi nada y con la caminata, no recuerdo exactamente lo que pasó. Sentí que se
me cerraban los ojos y ya no supe nada de mí.
***
Desperté, estaba
en una choza que no conocía, se miraba rustica, pero bien aseada e iluminada. Intenté
reconocer el lugar.
—Tranquilo, ya
te repondrás —me dijo mi ¿captora? con una voz suave. Sonreí al ver que estaba
junto a la chica que busqué con tanto ahínco—. Te encontré desmayado. El veneno
de una víbora te estaba consumiendo. Pero ya lo succioné y te di algunos
medicamentos. Creo que estarás bien en unos tres días. Por eso te cuidare hasta
que sanes.
—¿Estoy otra vez
como tu prisionero? —pregunté aletargado.
—No, eres mi
paciente, te curare hasta que estés bien. Bebe esto, te hará sentir mejor.
Me dio una infusión
de hojas de un sabor muy amargo, después un trozo de carne cocida. No se me
antojó, me insistió, pero no quise:
—Si quieres
estar fuerte come lo que yo te dé.
Me volví a
dormir. Supongo que al día siguiente ya estaba mejor. Desperté y la vi leyendo
un libro de medicina idéntico a uno que yo tenía en mi época de estudiante:
—¿De dónde
aprendiste a curar?
—De mis padres —.
Contestó en medio de un suspiro.
—Entonces ¿Vienes
de un lugar como el mío?
—No me gusta
hablar de esas cosas. Mejor come para que estés bien—. Se fue dejándome con mis
pensamientos y reflexiones. ¿Por qué era tan esquiva?
Efectivamente
sus cuidados me hicieron sentir mejor. Ella dejó de portarse huidiza. Al día
siguiente me ayudó a salir de la cabaña. Estaba en un altiplano que permitía
ver parte de la extensa selva, el rio y el océano. A pesar de la intensa
vegetación el lugar era exótico, hermoso a su manera, diferente. Por unos
segundos contemplé ese hermoso paisaje.
Durante todo el
día ella estuvo callada, cuando no estaba reparando algo, leía o simplemente caminaba
por aquí y por allá. Tuve que ser yo el que rompiera el silencio:
—Me cuidas a mí
y a muchos animales. Al principio creí eras una cazadora.
—Cazo, porque
tengo que sobrevivir. Los seres humanos somos por naturaleza omnívoros.
—Tienes muchos
conocimientos. Evidentemente no eres una salvaje.
Rio divertida,
como si lo hubiera dicho un niño pequeño:
—Ustedes los que
se dicen estar en un mundo civilizado. Son más salvajes y primitivos que
cualquier animal. Ellos matan solo para sobrevivir. Ustedes lo hacen por
diversión. Viven de cosas artificiales. Incapaces de apreciar lo que la madre
naturaleza les da.
—Entonces has
vivido en la civilización como nosotros.
Ella no
respondió nada, me observó como si fuera un espécimen raro:
—Te piensas
feliz y no lo eres, confías en tus conocimientos y no comprendes lo ignorante
que eres —Tomó sus cosas y se alejó.
Los tres días
pasaron muy rápido, los cuales la pasé muy bien. De hecho no recuerdo otros
momentos que se le igualaran, me sentía feliz, autentico, era como si hubiera
perdido mi seriedad, me daban más ganas de reír, de jugar. Ni siquiera pensaba
en mis objetivos científicos, o en la vida que me esperaba al otro lado del océano.
A la mañana
siguiente ella comentó:
—Ya no corres
peligro. Puedes irte en el momento que tú quieras.
La miré muy
serio, no sabía cómo reaccionar:
—Antes de irme
quisiera saber tu nombre.
—Los nombres no
son importantes y menos ahora que ya te vas.
—Igual para
quienes amas sí: Tu familia, tu pareja…
—No hay nadie
que me llamé de alguna manera —me dio la espalda, creí escuchar un suspiro.
Ese gesto me
llenó de ternura, la sentía sumamente sola y sin embargo no daba señales de buscar
compañía. Además en todo este tiempo me mostró una manera de ser y unos valores
muy diferentes a los que yo conocía.
—Pero tú
necesitas amigos.
—Todos los
animales son mis hermanos. Me respetan y los respeto.
—Pero necesitas
alguien de tu misma especie.
—Varios de los
aldeanos son mis amigos. Insistes en decir que estoy sola, pero no lo estoy.
—De acuerdo,
como quieras. Al menos déjame llamarte Brisa.
—¿Por qué Brisa?
—Porque siento
que tú calmas los corazones como el más dulce viento matutino— se lo dije con
una sinceridad que hasta a mí me sorprendió.
—¿Para que
buscas un nombre si no hay ninguna relación entre nosotros?
—Porque quiero
conocerte, quiero que seamos amigos. Mi nombre es Stephan. Stephan Harris.
Hizo un gesto
con desdén—. No sé porque me lo dices si yo no te lo pregunté.
Esa niña parecía
un corcel herido, pero ya le demostraría que no tenía nada de malo tener una
amistad.
—Sera, que me
interesa tener una relación más estrecha contigo —la tomé de la mano.
—Pero yo no
quiero —Quiso retirarse de nuevo, pero yo me puse en su camino:
—Quiero quedarme
más tiempo y demostrarte que no todas las personas somos ni malos no peligrosos—Exclamé
con decisión mirándola a los ojos:
—¿Por qué tantas
ganas de estar conmigo? Otro en tu lugar quisiera irse.
—Sinceramente no
lo sé, últimamente no me conozco —Susurré— Pero quiero averiguarlo. Además soy científico, me especializo en
química y conozco un poco de medicina. Puedo darte mis conocimientos, y tú
igual.
—Pero… —levantó
las manos como desesperada y por fin dijo—. No te entiendo, pero si tanto quieres,
adelante
—Iré por mi
tienda al campamento y…
—¡No! No quiero
que nadie sepa de mí.
Me tomó del
brazo y miró suplicante ¿Qué me querían decir sus ojos que expresaban dolor? Acaricié
sus manos para darle tranquilidad:
—De acuerdo.
Me enseñó a
tejer algunas hojas, a utilizar las ramas de los árboles para mis fines. En
poco tiempo tenía un lugar para mí solo, bastante sencillo, pero ante tanto
calor era más que suficiente. Los días pasaron tan rápidos como agradables. Por
diversión dejé de usar mi ropa para vestirme con algunas pieles que ella me
proporcionó. Me sentía más ágil y cómodo.
Perdí la cuenta
de todo el tiempo que tenía en ese lugar. Dejé de pensar en mis amigos, en lo
incomodo que me sentía. Solo quería conocer más a mi extraña y antigua captora.
Me fascinaba a la par que se mostrara misteriosa.
Por fin, poco a
poco comenzó a confiar en mí. Me metió a su “hospital” y más de una vez rio con
mis errores al ayudarle a cuidar a sus protegidos. Ella me enseñó sus métodos
de medicina, igual yo lo hice con los míos.
Un día me dijo
algo que yo no esperaba:
—Ayer
recolectando fruta para los ancianos de la tribu vi a tus amigos. Parecen
preocupados por ti.
Yo simplemente
la miré por unos segundos y seguí con lo mío
—Parece que no
te importa mucho lo que mencioné. No tienes prisa por regresar ¿verdad?
—La verdad no —miré
sus ojos —no me importaría si este plazo no tiene fin. —ella sonrió
Me di cuenta que
a veces hacía cosas extrañas. No podía decirlo con exactitud pero las interpreté
como oraciones orientales ¡Era extraña pero fascinante! Una tarde me dijo:
—Tú y tus amigos
no encontraran lo que buscan en este lugar. Es muy rico, pero no en materia
económica. Sí, en vida y salud.
—Yo ya no buscó
nada de eso —sonreí—. Pero mejor cuéntame otras cosas —: No eres de aquí. Hablas
mi idioma a la perfección, y sabes de cuestiones científicas, te desenvuelves
muy bien en los terrenos que hablas. Además que tus conocimientos son muchos. Pero…
—continúe reflexivo— ¿Eres acaso una de los científicos que naufragaron hace 5
años en el barco llamado “Coloso”? —Ella permaneció en silencio—. Puedes
confiar en mí. Tal vez hablar sea bueno para ti.
Ella se perdió
en sus recuerdos, la vi confusa y dudosa:
—Era… Soy la
hija de… —se quedó callada y me dio la espalda—. Cambiemos de tema por favor
En ese momento
recordé más detalles de aquel naufragio:
El hundimiento
de aquel barco, significo una tragedia para mi país y la ciencia en general. Porque
precisamente estaba un grupo de investigadores muy importantes. Entre ellos el
matrimonio Jefferson Bennett, los más prominentes científicos a nivel mundial. Iba
con ellos Sarah su única hija, quien en aquellos ayeres era una adolescente. Nunca
se encontraron los cuerpos, pero como el navío se hundió por completo, se dijo
que todos fallecieron.
Yo me encontraba
ante el hallazgo de mi vida. Si ellos estaban vivos, me convertiría en alguien
muy famoso y reconocido mundialmente. Pero, al ver esos ojos azules que
luchaban por no llorar, eché atrás mis pensamientos y le pregunte con la mayor
delicadeza posible:
—¿Qué te pasa?
—Nada— ella
visiblemente afectada se retiró, mirando a través de la ventana. La tomé por
los hombros y traté de consolarla. Pero ella tratando de soltarse dijo:
—Déjame sola
Al ver su
actitud comprendí que ella estaba sola en el mundo. Era mi turno de salvarla,
así que le dije:
—Tú eres Sarah,
la hija de Charles y Rosemary Jefferson ¿Verdad? —Bajé el volumen de mi voz—. Tienes
un gran patrimonio y legado que conservar, evidentemente sabes tanto o más que
ellos. Yo puedo hablar con mis compañeros iras con nosotros y…
—¡Basta! No
hablemos más de eso. Tu avaricia no me arrastrara.
Esos segundos me
parecieron eternos. Nos acercábamos a un punto muy delicado.
—No Sarah, no es
lo que piensas, si tú vienes a nuestro país de nuevo. Encontraras tu hogar y…
—¡No me digas
Sarah! Además ¡Este mi hogar!
Me sorprendí de
que gritara de esa manera. Siempre tan mesurada y tranquila. Creo que se dio
cuenta de que perdió el control porque se sosiego otra vez:
—No me fio por
quien asesina solo por diversión. Recuerda que te conocí por esa costumbre. Además
tu mundo es ambicioso, cruel y no me gusta. Apretó los ojos para no llorar
—¡Son solo
animales! Además cada hombre lucha por salir adelante y… —De inmediato me
arrepentí de mis palabras.
Ella se alejó
visiblemente molesta. “nunca cambiaras” me pareció escucharla mascullar “odio
tu mundo”. Me acerqué a ella y la abracé por detrás:
—Perdona si dije
algo que te ofendiera. Estoy tratando de dejar esa vieja costumbre. Te prometo
que tratare como mis iguales a los animales. Si regresas a nuestro país serás
muy famosa y…
—¡Ves cómo te
importan solo cosas banales! No entiendes lo que es de verdad importante. ¡Tú
corazón no es sincero! Clamas por miedo buscando libertad. Te dejas llevar solo
por cosas artificiales. Ya te dije que puedes irte cuando quieras con tu equipo.
—¡Cómo que no
soy sincero! Desde hace mucho que soy transparente contigo. Además yo no me
considero ni banal ni artificial. —Traté de tranquilizarme y seguí—. Solo te
hablo de lo que me han enseñado. Mira lo que quiero decirte es que estoy muy a
gusto contigo. Y no te preocupes por mis compañeros. Puede que hasta se hayan
ido. Perdí la cuenta del tiempo que llevo aquí. Aunque no lo creas ya trato con
más respeto a los animales.
—Ellos aún están
aquí —dijo refiriéndose a mis amigos— Yo no he perdido la cuenta de los días. Sé
que el barco se retrasó, hablaron de un mes o tal vez dos más. Esto te lo digo
para que midas el tiempo y decidas que hacer. Solo prométeme que nunca les
dirás de mí.
—Si me voy
quiero que vengas conmigo.
—¡No!
—¿Por qué me
rehúyes tanto? —la tomé en mis brazos y le di un enorme y profundo beso en los
labios. Poco hizo falta para que me cacheteara.
—¡Que primitivo
eres!
—Las muestras de
afecto nunca serán primitivas
Ella se fue. ¿Por
qué era tan arisca si yo había cambiado? “Al menos eso era lo que creía”. Esa
misma tarde fuimos a cuidar a los animales. Los dos estábamos nerviosos, no
proferíamos ninguna palabra.
Su grito me puso
en alerta. La vi caer herida, furioso busqué la causa de su daño:
No sé qué hizo
mal mi compañera que el tigre que estábamos cuidando, aunque enjaulado y
adormecido le dio un zarpazo en la pierna haciéndola caer. ¡No esperé más! Le
di un golpe en la cabeza a la bestia, dejándola inconsciente de nuevo. Lo que
me interesaba era dejar al felino de lado y concentrarme en Sarah.
Levanté a mi
amiga en mis brazos y la lleve hasta su habitación. Tomé el ungüento que ella usó
antaño para mis heridas, y comencé a curarla. Claro después de lavarla. Para mi
alegría era solo un rozón. Después me di cuenta que ante su nerviosismo no
adormeció correctamente a la bestia cuando la encontró.
—Recuéstate,
necesitas descansar —le pedí
Le di un masaje
en las piernas.
—Así está bien. Déjalo.
No pasa nada. Peores heridas me han hecho.
—Espera. Necesitas
alguien que te cuide.
Comencé a
acariciarla, mis manos fueron hasta sus pies, dándole una relajación total.
La imagen de
ella bañándose en la laguna la tenía muy presente. Acaricié su rostro, bajé
lentamente por su cuello dándole masajes circulares.
—Descansa, me
encargare de que estés bien —poco a poco mi masaje llegó a la altura de sus
senos. Quité su prenda: Parecía un adolescente contemplando por primera vez a
una mujer hermosa. Es cierto que antes la vi desnuda, pero sentir su piel y ver
esos ojos que me comían ¡Es imposible de describir!
Mis manos
surcaron con ternura todo su vientre y en esos momentos el cielo se abrió ante
mí:
—Nunca antes me
habían tratado así de lindo.
—Y aún falta
mucho más —le sonreí
La mimé sin
escatimar mi cariño o pasión, sus suspiros me dijeron que no iba mal encaminado.
Mis caricias llenaron su piel con juegos de todo tipo. Mis labios no dejaron
centímetro sin tocar. Mientras que mi compañera hacía lo propio con mi cuerpo.
Su belleza era
diferente, era exótica, podía contemplarla toda la noche. Pero mi cuerpo pedía
unirse a su mundo, unirse a su sexo. Hicimos el amor, y por primera vez en varias
semanas dormimos juntos: Verla junto a mí y con el traje de Eva supuso para mí
una experiencia sensacional. Su única cobija era la luz de la luna a través de
la ventana. Mi mano la acariciaba apenas rozándola de vez en vez.
Me acerqué a una
especie de balcón, contemplé la vista que me regalaba el magnífico océano y
comencé a analizar mi antigua vida y esta nueva etapa de mi existencia: ¡Con
toda seguridad podría decir que nunca había sido tan feliz como esta noche!
Analice las fases
de la luna, recordé los antiguos reportes de la llegada del barco y la plática con
Sarah. Comprendí que la llegada del navío no sería muy lejana. Por un momento
me sentí triste, mire a mi hermosa chica desnuda, durmiendo. Se veía tan frágil
y a la vez tan inocente. Fue cuando comprendí que para mí sería enormemente
difícil dejarla.
Pensé en mi vida
en la ciudad, en todos mis proyectos y planes. ¿Sería posible llevarla conmigo?
¡No! fue muy firme al decirme que no quería. Un nudo en la garganta hizo acopio
de mis emociones.
A la mañana
siguiente le lleve el desayuno a la cama.
—Yo no estoy
enferma.
Reí con ganas al
ver su expresión. Llevaba muchos años sin recibir mimos, y por eso era tan
arisca. Ya le demostraría que los seres humanos podemos dar mucho amor.
Comimos del
mismo plato, aderezaba el momento dándole besos por aquí y por allá. La invité a
nadar a la laguna, ahí le mostré nuevas posiciones de amor. Era interesante ver
su rostro mojado y lleno de éxtasis. Esa noche se mostró más agradable conmigo,
incluso sonreía.
Nos
comportábamos como amantes, como pareja ¡Éramos felices! Dormíamos en la misma
cama y hacíamos el amor a la hora que se nos ocurriera. Del sexo hicimos un
arte: Así como éramos capaces de derrochar ternura. Podíamos estallar como un
volcán de lujuria. Pero seguía sin aceptar la llamara por su nombre de pila. Los
días siguieron pasando, ya no hablábamos para nada de la posible ida al “mundo
civilizado”. Ni siquiera yo pensaba en él.
Un día subió dos
trozos de carne cruda. Uno de ellos aun sangraba
—Es carne fresca
¿Quieres un pedazo?
—No gracias
—Sentí que se me revolvió el estómago solo de mirarlo.
Ella empezó a
degustar tan singular comida, vi como tensaba sus mandíbulas. Unas gotas brincaron
sobre su cuerpo, dejando pequeños rios a su paso . Mi primera impresión fue de
asco. Pero no podía dejar de mirarla:
—Cómo es posible
que uses el fuego, para cocinar, para elaborar medicinas, y muchas cosas más. Y
ahora estés comiendo carne cruda
—Sí, pero en
ocasiones me gusta comer cosas exóticas. Algunas personas lo hacen por ritual,
y yo ahora por diversión —Me sonrió.
Al principio me
asquee ante mi chica que estaba manchada de sangre. Pero terminé haciendo el
amor con ella en el suelo, besando lo inbesable, con caricias nunca pensadas y posiciones
más que pasionales; rayando en la lujuria y lo grotesco. Dicen que los seres
humanos somos animales y a veces un poco bárbaros. Pues esa vez mi novia y yo
¡Sí que fornicamos como bestias!
Empecé a
llamarla Brisa a pesar de que no le hiciera mucha gracia. Con el tiempo formamos
un buen equipo. Aprendí mucho de ella y a manejarme en la selva. Empecé a
transportarme usando la naturaleza, me enseñó a montar al paquidermo y a criar
al lobezno huérfano. Su mundo cada vez me gustaba más.
El tiempo pasó
volando, cuando más feliz estaba con ella, me dijo un día:
—Hoy vi a los de
tu campamento, escuché que en un par de días regresa tu barco.
—¡Que les vaya
bien! —dije sin dejar de reparar mi lanza de caza.
—pero…
—Ya hablamos de eso antes. Si tú no vienes
conmigo. Yo me quedo contigo —Dije sin pensar muy bien en lo que decía.
—¿No iras con
ellos?
¡Ese día había
llegado! La miré a los ojos y simplemente no supe que decirle. Uno puede
imaginar mil cosas, pero al momento de la verdad las palabras no salen.
Brisa se acercó
y nos abrazamos con fuerza, durante no sé cuánto tiempo estuvimos así, sin
movernos. Con ese gesto nos expresamos todo lo que en mucho tiempo no pudimos. La
comunión de nuestras almas fue total. Fuimos a la laguna, jugamos, chapoteamos e
hicimos mil locuras en aquel paraíso salvaje. Ya nos amábamos ya nos profesábamos
caricias escondidas.
Al anochecer,
regresamos de nuevo a la cabaña a preparar nuestra cena. Con sus besos tenía más
que claro mi futuro.
—¿No iras con
ellos? —me volvió a preguntar.
—Prefiero estar
contigo —le ofrecí un trozo de fruta.
—Pero ¿y tus
planes de fama que me contantes un día? ¿Y este lugar que es tan “salvaje e inhóspito”
como lo llamaste al principio?
—Me equivoque. Mis
planes ahora están contigo, la jungla y los hijos que un día tendremos.
Creí que con eso
sonreiría y caería a mis brazos, pero siguió con su negativa:
—Yo no te siento
tan seguro ¿Y si después te arrepientes? A la muerte de mis padres no me quedó
de otra que resignarme. Hoy soy feliz, ya entendí este mundo a la perfección y
es mucho mejor que el tuyo. Pero no sé si tú lo veas de la misma manera. Además
que lo más probable es que en un tiempo tengamos familia
—Brisa no sigas—
dejé lo que estaba haciendo para tomarla de los brazos y mirarla a la cara—. Tú
te resignaste a este mundo. ¡Yo lo escogí!
—Yo soy la novedad
¿Y si después?
—Después me
seguirá encantando. Tendremos la familia que tengamos que tener. Les pasaremos
nuestros conocimientos y todos seremos felices. Te amo. Por si no lo has
entendido. Seré franco mi amor. Tuve mis dudas al principio, no estaba seguro
de nada. Pero conforme fui conociéndote, me enamoré de ti y tu forma de vida.
—Solo dime que
pasara con tus proyectos.
—Eso es fácil de
responder. Hace mucho que dejaron de importarme
Mi chica comenzó
a llorar, por primera vez desde que la conocí, vi quebrarse a la mujer que amaba.
La abracé con ternura y le dije palabras mimosas.
La calidez de su
piel me hacía mucho bien. La besé intensamente, nuestra relación estaba
consolidada. Acaricié y besé su cuerpo de todo a todo. ¡Era mía! Por fin había
conquistado a la chica de la jungla y yo era parte de ella.
Brisa se dejó
hacer con mis caricias. Fácil transité de lo tierno a lo pasional, de lo
profundo a lo prohibido. Tuvimos sexo en toda la extensión de la palabra. Y sin
embargo era puro amor. Me encantaba el olor de su perfume natural. Su belleza
rompía con los estereotipos tradicionales. Y para mí no había ser más hermoso.
Mis labios surcaron
sus pechos. Los rayos de la luna dibujaban en nuestros cuerpos imágenes amor. Por
primera vez ni ella ni yo peleábamos en mundos diferentes. Yo la besaba,
mientras ella me acariciaba. Su vientre me enseñó la entrada a un paraíso que
era mi hogar.
Nada más existía,
nada más veía, en ese momento solo estábamos ella y yo . Cuando todo estaba por
estallar, sentí mi cuerpo temblar. Y en un fuerte “Te amo” quedamos abrazados
dándole a la noche los dulces sueños.
La mañana nos
alcanzó abrazados. Ahora sí la miré cuan bella era, sin ninguna barrera física.
Despertó y me miró. También sonrió y nos besamos.
—¡Eres
maravilloso!— me dijo sonriente.
Pero un rato
después, sin decir más me entregó mi antigua mochila y ropa “Civilizada”:
—Esto es tuyo.
—¿Por qué me los
das? —Pregunté no queriendo darme cuenta de lo que me decía.
—Te llevaré a tu
campamento. Te quedaras con los tuyos y…
—Espera, lo
hablamos en la noche. Además creí que éramos una pareja. Algo así como estar
casados. Vamos mi amor, déjalos que se vayan y tú y yo sigamos felices en
nuestra selva, nuestro mundo.
—¡Que no
entiendes! Solo has durado poco más de dos meses conmigo. No estoy segura
quieras esto. Tu vida está en lo que tú llamas civilización. ¡Si te quedas
conmigo! Después te arrepentirás y no quiero que sufras ¡No quiero sentirme
responsable de tu fracaso!
Discutimos un
buen rato del tema. Ya cansado le dije:
—Si tan segura
estas de que fracasare aquí. Ven conmigo, te reintegrare a la civilización. Y
juntos alcanzaremos la cima. Pero de ninguna manera nos separaremos.
—¡Ves cómo es
cierto lo que te digo! Mi mundo y mi lugar es este. Con mis hermanos. No
quiero, meterte a la fuerza a mi modo de vida. Ni quiero que tú me metas a un
lugar que detesto. Fue bonito mientras duró. Pero es hora de decir adiós —se
alejó—. Para mi ustedes son los salvajes, los que se encadenan y esclavizan
unos a otros. Los que matan por diversión. Lo siento, Prefiero estar en este
lugar. Lejos del egoísmo y crueldad del ser humano. Y tú eres igual a todos
ellos ¡Lárgate! Que no perteneces a mi mundo.
—¡No me compares
con los demás que sabes que soy diferente! ¡Qué fácil rompes lo nuestro! No
puedes dominar mi vida. No puedes decirme que hacer y decidir en mis
sentimientos. Yo estaba dando todo por lo nuestro. Pero, veo que tú no terminas
de creer en mí. Me iré, pero será a donde yo quiero.
Mi espíritu en
ese momento se rompió. Eliminé de inmediato cualquier otro pensamiento ¡Que
caso tenia luchar por algo cuando ella misma no cooperaba! Tal vez sus últimas
palabras fueron ciertas, tal vez solo fue un momento de desesperación.
***
Estaba sentado
en lo alto de una montaña mirando el mar: Tan grande como profundo, tan fuerte
como salvaje. No sé cuánto tiempo duré en aquel lugar. Brisa a lo lejos me
miraba y al ver que yo no hacía nada, se sentó a mi lado y apaciblemente dijo:
—Perdón. No sé
porque dije todo eso, yo… tenía miedo.
—Ya lo sé —dije mirando
sus ojos—. Te conozco más de lo que crees. Por eso me vine a este lugar para
darte tiempo a pensar y meditar
—Stephan…
—No —acaricié su
barbilla— No soy Stephan. Mi nombre es Fuego —La besé profundamente
—Y yo soy Brisa
— Recargó su barbilla en mi hombro y la abracé.
En ese momento
se estaba alejando el barco con mis antiguos compañeros; al momento comprendí
la simbiosis de mi existencia: la semilla podrida había perecido para dar paso
a una vida llena de luz…
***
“…
Agradezco haber llegado a este lugar. De un “Salvaje” moderno, me
transformé en un hombre que vive y respeta a su madre naturaleza. Si alguien me
hubiera dicho meses atrás la intensa metamorfosis por la que sufriría, no lo
hubiera creído. Pero hay grandes cambios en la vida, y a mí me tocó uno
significativo.
El ser humano al estar en sociedad y en constante competencia;
muchas veces se vuelve egoísta y demasiado superficial. Estoy consciente que
sus descubrimientos y avances científicos avanzaran vertiginosamente. Pero casi
puedo vaticinar el desgaste excesivo de los recursos naturales, y que por
ambición se peleen unos con otros.
Mi nueva vida no será fácil, pero la enfrentaré con alegría. No
niego que más de una vez he pensado en la “Civilización moderna” y me da un
poco de nostalgia. Pero, solo volteo a ver a mi esposa, contemplo sus ojos y
todo lo que hemos logrado. Me enorgullezco de ser hijo de la selva.
En cuanto a mis antiguos compañeros… encontraron mi ropa y
pertenencias ensangrentadas cerca del campamento. Misteriosamente para ellos; mis
apuntes y material de trabajo desaparecieron sin dejar rastro.
Sinceramente no sé porque escribí esta especie de carta conclusiva,
lo más seguro es que ustedes nunca la lean. Se la di a mi amigo Julio Domínguez,
y tampoco estoy seguro se las muestre.
Stephan Harris.
P.S. Este fue el final de Stephan Harris, y el nacimiento de otro
ser ¿Qué importancia tiene para la ciencia mundana y coloquial saber lo que
pasó conmigo después?”.
1 comentario:
El relato tiene fluidez gracias a las frases cortas y nada rebuscadas. Lástima de los fallos gramaticales que enturbian la lectura.
Me ha gustado cómo se ha jugado al principio con el misterio de saber quién era ella y su origen. Sin embargo, creo que más adelante se le da demasiadas vueltas a los mismos asuntos y hace que el relato no avance y pierda esa fluidez inicial.
Como curiosidad, la selva es un pañuelo o la protagonista quería dejarse ver. Por otro lado, me ha hecho gracia la frase de él: "Porque siento que tú calmas los corazones como el más dulce viento matutino". ¡Toma! Un ligón en toda regla xD
Por último, me ha gustado la ruptura. La idea es buena. Y el final, con esa carta de despedida, tampoco me ha desagradado.
Conclusión: buena idea y buen relato, pero empañado por los errores gramaticales y cierta insistencia en ahondar en algunos temas haciendo que la historia se encalle y no avance.
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