Nadia había tenido una vida amorosa complicada. Tumbada en el
sofá viendo la tele mientras le pedía a su marido que le masajeara los pies,
recordó con cierta nostalgia algunos de los capítulos de su pasado.
A su mente vinieron aquellos primeros años de descubrimientos
con los chicos más malos del colegio, con los que se había divertido teniendo
sus primeras y satisfactorias experiencias sexuales. Poco después llegaron las
noches de desenfreno. Había disfrutado mucho saliendo de marcha con amigas y
tonteando con los adolescentes más guapos y gamberros que se atrevían a
entrarle. Siempre había sido una mujer que imponía.
Hizo una breve pausa en sus pensamientos. Aunque Imanol no
pusiera demasiado entusiasmo, sonrió agradecida por el roce de los dedos de su esposo
en el pie, pero sobre todo por el recuerdo de cuán traviesa fue en aquella
época.
Tras las locuras de juventud llegó el primer gran error de su
vida. Se casó demasiado pronto, con un buen amigo y mejor persona. Su primer
esposo la había cautivado a base de insistencia, con numerosos detalles
constantes, agasajándola en todo momento hasta el punto de aturdirla de tal
manera que finalmente había logrado llevarla al altar. Él, enamorado, había
sido atento, amable y servicial durante el matrimonio, pero había otros aspectos
en los que no congeniaban. Con el tiempo Nadia se dio cuenta de que solo lo
quería como amigo y, tras unos pocos años casados, se separaron definitivamente.
Con un regusto amargo al recordar ese pasaje de su vida, la
mujer se removió en el sofá, acercando el otro pie a las indecisas manos de su esposo,
que acató el movimiento como una orden.
Nunca, ni durante su primer matrimonio, le habían faltado
pretendientes y, por lo tanto, aún tuvo más cuando se quedó nuevamente soltera.
Tras algún que otro encuentro amoroso, no tardó en dar con la persona que más
la había marcado en su vida. Era un hombre varonil, apuesto, con mucho carácter
y bastante bueno en la cama. Julio tenía todo lo que a Nadia le gustaba. En esa
época disfrutó del sexo como nunca lo había hecho anteriormente. Por desgracia,
su amante perfecto carecía de toda la sensibilidad de la que había hecho gala
su ex marido. El fuerte carácter de su nueva pareja fue haciéndose cada vez más
plausible hasta el punto en que empezó a ningunearla.
-¿Estás bien, cariño? – se interesó Imanol al notar el
escalofrío que recorrió el cuerpo de Nadia.
-Sí, ya sabes lo mucho que me gusta que me acaricien los pies –
forzó una sonrisa para no delatar el verdadero motivo que la había exaltado.
Siempre había recordado esa época como una montaña rusa, una
sucesión de sentimientos enfrentados tan potentes que no era capaz de quedarse
con unos e ignorar los otros. No había querido y odiado tanto a otro hombre
como aquel, el mismo que era capaz de hacerle tocar el cielo en un encuentro a
solas en el dormitorio para después humillarla delante de unos amigos durante
una cena.
Tuvieron que pasar años de sufrimiento continúo para adquirir la
suficiente fuerza de voluntad como para dejarlo. Y fue entonces cuando conoció
a Imanol, su actual esposo. Aunque era guapo, no era un hombre excepcional en
nada, pero la había ayudado a salir del pozo en el que su anterior relación la
había sumido. Su marido no le proporcionaba las atenciones de su primer
matrimonio ni el desgarrador enamoramiento del cual la había rescatado, pero le
ofrecía una tranquilidad y estabilidad que jamás había conocido. Seguramente no
eran la pareja perfecta, pero al menos lo parecían a los ojos de cualquiera y Nadia,
a su manera, le quería.
-¿Tienes todo listo para mañana? – preguntó Imanol dejando de
sobar los pies de su esposa.
-Sí. La verdad es que tengo ganas de conocer el lugar en el que
creciste – sonrió, agradecida por la conversación que le permitiría alejar los
tristes pensamientos sobre su pasado.
-A ver qué nos encontramos… hace años que no voy por allí.
Nadia se fijó en el rostro de su esposo. En él se veía la
ilusión de un niño pequeño. No habían sido pocas las veces que le había hablado
de ese lugar y de todo lo que allí había vivido. Sus amigos, las típicas
travesuras de cuando eres pequeño, sus primeras novias, anécdotas de todo tipo…
La infancia de su marido había sido completamente diferente a la suya. Mientras
él jugaba con los amigos a entrar en una casa abandonada en mitad del bosque,
ella salía de fiesta y se liaba con el chico más conflictivo de la noche.
-Pues habrá menos gente, casas restauradas, carreteras nuevas…
lo típico de los pueblos.
-Tú no lo entiendes – se quejó – No es solo un pueblo. Ese lugar
es especial. Ahí viví los mejores años de mi vida…
Nadia se rio, burlándose de Imanol.
-¿Tú sabes lo que yo hacía mientras tú jugabas con tus
amiguitos?
-Lo dicho. No tienes ni idea…
-Va, no te enfades – sonrió, alzándose para acariciar el cuerpo
de Imanol, buscando su perdón.
-Déjame – intentó mostrarse enfadado, pero no pudo disimular la sonrisa
que su mujer le estaba provocando.
Tonteando, comenzaron a forcejear para acabar besándose. Ella
pensó que terminarían haciendo el amor. Aunque Imanol no era ningún semental ni
podía compararse con las magníficas dotes sexuales de Julio, a Nadia le
apetecía echar un polvo. Sin embargo, su marido la dejó con las ganas
marchándose a la cama, pues quería acostarse pronto para madrugar al día
siguiente.
El pueblo en el que Imanol había crecido estaba a unas horas de
viaje en coche. Hacía demasiado tiempo que había abandonado ese lugar y había
perdido el contacto con la mayoría de gente. No obstante, a medida que se
acercaba el momento, tenía la sensación de que había pasado muy poco tiempo.
Estaba entusiasmado por aquel regreso y, sobre todo, por compartirlo con la
mujer a la que amaba.
Una vez en el destino, Imanol no dejó de explicarle a Nadia todo
en cuanto veía: la cabaña donde se reunían los amigos, la casa de una novia que
tuvo, el lugar en que acamparon una noche en la que se les inundó la tienda de
campaña… La mujer ponía imagen a cada una de las anécdotas que ya había oído
con anterioridad.
-¿Te parece si vamos a comer al restaurante del pueblo? – le
propuso Imanol, en frente de la casa que había pertenecido a su familia, cuando
le hubo enseñado gran parte del lugar.
-¿Solo tiene uno? – se burló ella sin mala intención.
-Sabes que sí.
-Está bien.
Se hizo un pequeño silencio. Imanol se quedó pensativo, mirando
aquella casa grande que tan gratos recuerdos le traía y que ahora pertenecía a
otros dueños.
-Me ha encantado conocer tu pueblo – añadió ella cariñosamente,
queriendo unir los lazos del pasado con los del presente para hacer que su
marido se sintiera reconfortado.
Ambos se miraron unos instantes para acabar besándose
apasionadamente.
La comida estuvo entretenida. La pareja se enzarzó en una divertida
batalla para ver cuál de sus infancias había sido más provechosa. Lo que para
él había sido una sucesión de momentos mágicos con los amigos de toda la vida
para ella había sido un desenfreno de juergas durante noches interminables. No
llegaron a ningún acuerdo.
-¿Imanol? – un hombre se acercó a la mesa de la pareja,
interrumpiendo la conversación.
El aludido alzó el rostro, sorprendiéndose por la presencia del
personaje que lo había llamado. Sin mostrar demasiado entusiasmo, se incorporó
para saludar al que había sido uno de sus mejores amigos de la infancia.
Nadia se quedó atónita. Mientras los hombres conversaban se fijó
detenidamente en aquel desconocido. Era tremendamente atractivo y desprendía
una enorme seguridad en su forma de hablar y gesticular. Si no estuviera convencida
de que era imposible, podría haberlo confundido con Julio, su anterior pareja,
el hombre que representaba todos sus ideales más carnales. El parecido era inquietante.
-Te presento a Nadia, mi mujer.
La aludida reaccionó torpemente, alzándose para besar al amigo
de su esposo, del que no se había enterado cómo se llamaba.
-Encantada.
-El placer es mío – el hombre la atrajo hacia sí con fuerza –
Enhorabuena Imanol, como siempre, te quedas con las más guapas – se dirigió a
su amigo en lo que parecía un reproche mientras recorría con los labios la suave
piel del rostro de la mujer.
Nadia pudo sentir el agradable olor corporal que también le
recordó a su ex y, complacida por el piropo, su mente comenzó a jugarle malas
pasadas. ¿Aquel tío bueno también sería bueno en la cama? Traviesa, imaginó que
sí, y un impulso se adueñó de su mente. Antes de que sus cuerpos se separaran,
acarició disimuladamente el rostro del desconocido, que reaccionó mirándola a
los ojos con suficiencia, sonriendo. Ella le devolvió la sonrisa, sintiendo las
prominentes facciones varoniles de la atractiva tez masculina. Aquel hombre le
trajo los más excitantes recuerdos de su pasado y la imaginación de Nadia se
disparó, fantaseando toda clase de locuras que habría cometido con gusto, como
cuando era joven, si no hubiera estado casada.
-¿Vais a estar unos días por aquí? – el espontáneo se separó de
la mujer, dirigiéndose de nuevo a su amigo.
-No, hemos venido solo a pasar el día – aclaró Imanol.
-Vaya, es cierto que vendisteis la casa, es una lástima. Bueno,
os dejo a solas, que no quiero molestar – se despidió definitivamente.
Imanol se sintió aliviado observando cómo se alejaba su antiguo
amigo. Habían tenido una mañana excesivamente tranquila, sin casi toparse con
viejos conocidos, y se preguntó por qué tendría que haberse encontrado justo
con él.
-¡Joder! Cómo está tu amigo… - la mujer intentó serenarse bromeando
con su marido.
-No me jodas, Nadia.
-¿Qué pasa? – se sorprendió ante la exagerada reacción de su
esposo.
-¿No sabes quién es ese tío?
-Pues no. Lo cierto es que no me he enterado – sonrió sin darle
mayor importancia.
-Jon.
-¿¡Jon!? – ahora rio a carcajadas – Pues que sepas que está tremendo.
15 AÑOS ANTES
-¡A!
-¡man!
-¡da!
Jon, Sandro e Imanol estaban
en frente de la casa de los padres de Amanda. Cada uno en su moto gritaba una
de las sílabas del nombre de su amiga para que bajara.
-Chavales, – Sandro inició
una conversación – a vosotros… ¿os gusta Amanda?
Los otros dos comenzaron a
reír.
-¿A qué viene esa pregunta?
-No, por nada…
-¿A ti sí te gusta?
-Bueno…
Más risas.
-¡A!
-¡man!
-¡da!
-Va, confiésalo, si no hace
falta más que verte lo nervioso que te pones ante su presencia.
-¿¡Ya lo sabíais!?
-¡Chicos, ya bajo! – gritó la
amiga asomándose por una ventana.
-¡De esto ni una palabra! –
Sandro intentó sonar contundente, pero temía que sus amigos se cachondearan de
él como siempre hacían.
-¿Pero te gusta de verdad? Ya
me entiendes… – intervino Jon.
-Sí.
-Pues haremos un pacto –
propuso Imanol – Ninguno intentaremos nada con ella. Es toda tuya.
-¡Hola chicos!
Ante ellos apareció Amanda,
tan alegre y hermosa como siempre, para formar el habitual grupo de amigos que
iban juntos recorriendo todos y cada uno de los lugares a los que los tres ciclomotores
de Jon, Sandro e Imanol pudieran llegar.
-¿Con quién me monto?
-Hoy vas con Sandro – sonrió
Imanol.
-¡De acuerdo! ¿A dónde vamos?
– preguntó mientras se subía a la moto de su tímido amigo.
-Seguidme – concluyó Jon
mientras arrancaban los motores de las motocicletas.
A Sandro le habría gustado
mantener una conversación con Amanda durante el recorrido en moto. Se le
ocurrían miles de temas, pero ninguno parecía estar a la altura para
impresionarla y prefirió guardar silencio, disfrutando de cada una de las
caricias de su amiga: las gráciles manos aferradas a sus costados y, sobre
todo, el roce de sus pequeños pero firmes senos contra su espalda cada vez que
frenaba o el sentir cómo literalmente se aplastaban contra él cuando cogía uno
de los muchos baches existentes por los caminos que solían recorrer.
-¡¿Vas bien?! – fue lo único
que se le ocurrió decir.
-¡Sí! – contestó ella.
ÉPOCA ACTUAL
Nadia e Imanol estaban a punto de pedir los cafés cuando Jon
volvió a interrumpirles.
-Perdonad que os vuelva a molestar…
Mientras ella se quedaba expectante, disfrutando de la imponente
presencia del antiguo amigo de su marido, Imanol se sintió incómodo
preguntándose qué querría ahora tras haberse hecho a la idea de que no tendría
que volver a hacer el paripé delante de él.
-Me marcho ya. Por si no lo sabéis, sigo conservando la casa de
mis padres y suelo venir bastante a menudo. ¿Os apetece venir a casa y así
charlamos un poco? ¡Os invito a los cafés!
-No hace falta que te molestes… - se excusó Imanol.
-No es molestia. ¡Joder, tío! ¿Cuánto hace que no nos vemos?
¡Quiero saber qué es de tu vida!
-Vamos, cariño, será divertido – intervino Nadia – Podréis recordar
viejos tiempos. Y yo podré enterarme de cosas de tu pasado – sonrió para
camelarlo.
-Pero si ya te he contado todo lo que tienes que saber.
-¡Bah! – se quejó Jon – Seguro que hay cosas que no te ha
explicado.
Aunque Nadia sabía perfectamente que Jon no era santo de
devoción de su marido, no podía negar que se sentía enormemente atraída por el
apuesto hombre. Además, vio la oportunidad de conocer el pasado de los dos
amigos y averiguar algo más sobre los motivos por los que se habían distanciado.
-¡Hecho! Aceptamos ese café.
-Nadia… - se quejó Imanol, pero ya era demasiado tarde.
Tanto la casa como el dueño resultaron tremendamente agradables.
El hogar estaba tal y como Imanol lo recordaba. Se notaba que Jon no había
querido hacer demasiados cambios, dejando la imprenta de un pasado que tanto
habían disfrutado.
Tras un largo rato recordando diferentes anécdotas de todo tipo,
la tarde se esfumó en un santiamén. Era casi la hora de cenar y la pareja se vio
obligada a aceptar la invitación del anfitrión, pues si salían de regreso en
ese momento llegarían demasiado tarde a casa.
-¿Sabes algo de Sandro? – se interesó Jon durante la cena.
-Nos vemos de vez en cuando, pero hemos perdido bastante el contacto.
-Es una lástima que sea así. El tiempo pasa y las relaciones se
pierden…
-Es cierto…
-Venga, contadme más cosas de cuando erais peques – Nadia ya se
dirigía directamente a Jon.
-¿Le has contado cuando saltábamos las vallas de la piscina para
bañarnos por la noche?
-Sí, se lo he contado – Imanol, algo seco, aún parecía reacio a la
situación en la que se había visto envuelto.
-¿Pero le has contado que lo hacíamos desnudos?
Nadia no se lo esperaba y comenzó a reír estrepitosamente.
-¿En serio? – ahora se dirigió a su marido – Eso no me lo habías
explicado nunca.
-Si bien es cierto que alguna vez nos metimos de noche sin ropa,
no era lo habitual.
Jon miró a Imanol con una media sonrisa.
-¿Qué, te atreves?
-¿Os vais a bañar desnudos esta noche? – Nadia volvió a reír,
más que divertida con el anfitrión, deseando que aquella propuesta se hiciera
realidad.
-¡¿Qué dices?! – se quejó Imanol, que no le hubiera importado
repetir experiencia si no fuera por la presencia de su antiguo amigo.
-¡Anda, tío! Por los viejos tiempos.
Jon se alzó y Nadia, risueña, lo siguió.
-Estáis locos – se resignó Imanol, levantándose también.
15 AÑOS ANTES
Eran las fiestas del pueblo
y, como era habitual, el número de personas que rondaba por las calles era
mucho mayor que de costumbre.
Como siempre, Amanda, Jon,
Sandro e Imanol habían quedado. Estaban pasando la noche juntos tomando algo en
la terraza del bar cuando se anunció que el torneo de ping-pong estaba a punto
de empezar.
-¿Venís a verme? Juego el
segundo partido – aclaró Imanol.
-¡Claro! – se alzó Sandro
para acompañarlo, seguido de los otros dos.
Mientras Imanol vapuleaba a
su rival ante la atenta mirada de sus amigos, Amanda agarró a Jon del brazo con
disimulo para que Sandro no se percatara.
-¿Me acompañas fuera un
momento? – le susurró melosamente.
Ambos se alejaron del
recinto, buscando un lugar más tranquilo.
Cuando Imanol terminó su
partido, se extrañó de ver solo a Sandro.
-¿Y los otros dos?
-Ni idea. Estaban aquí hace
un momento.
-Vale, espérame aquí, en seguida
vuelvo.
Las sospechas de Imanol se
confirmaron. Sabía dónde los encontraría y lo que estarían haciendo. Con sus
propios ojos observó cómo Amanda y Jon se comían la boca en el mismo lugar en
el que él se había besado con otras chicas anteriormente. Lleno de rabia,
Imanol volvió junto a Sandro para contarle lo que había visto, haciéndole saber
que Jon había roto el pacto que tenían con Amanda.
-Espera, espera – Jon, casi
sin aliento, detuvo a su amiga.
-¿Qué pasa? ¿Es que no te apetece?
-¡¿Cómo no me va a apetecer?!
Eres la tía más especial que conozco, pero no le puedo hacer esto a Sandro.
-¿Sandro? ¿Qué tiene que ver
él en esto?
-Está enamorado de ti.
-¡Ay! Pobre… - sintió cierta compasión
por su amigo.
-Hicimos un pacto en el cual Imanol
y yo nos comprometimos a no liarnos contigo.
-¡Vaya tontería! Pero si a mí
el que me gusta eres tú – la joven se abalanzó a los labios de Jon – Y él jamás
conseguirá nada conmigo – concluyó, masajeando la abultada entrepierna de su
amigo.
-Te juro que si por mí fuera
no ibas a olvidar nunca esta noche – la hizo sonreír – Pero prefiero esperar a
que Sandro se dé cuenta por él mismo de lo que dices – la apartó nuevamente.
-Es demasiado tímido. Jamás
se insinuará.
-Lo siento – le dio un último
beso, apasionado, casi mordiéndole primero la lengua y luego el labio inferior.
-Te juro que como me dejes
con el calentón, te arrepentirás de esto – Amanda se resignó definitivamente.
ÉPOCA ACTUAL
Nadia no sabía si estaba más nerviosa por tener que saltar la
valla o por la expectación de ver desnudo a Jon. El corto recorrido en coche
hasta el recinto de la piscina se le hizo eterno. El silencio reinante también
tenía parte de culpa.
Imanol aún no sabía cómo se había metido en ese lío. Lo último
que quería era volver a ver a Jon, sin embargo, su viejo amigo seguía con ellos
después de haber compartido con él la mitad del tiempo que llevaban de visita
en el pueblo.
Por su parte, Jon estaba eufórico. Jamás creyó que volvería a
ver a Imanol, pero menos aún se podía imaginar que estuviera casado con una
mujer tan espectacular como Nadia. Se sentía deseoso de llegar a la piscina
para mostrarle todos sus encantos.
Saltar la valla no fue difícil. El primero en hacerlo fue Jon,
demostrando que no era la primera vez que lo hacía. La siguiente, ayudada en
primera instancia por su esposo, fue Nadia, que se estremeció al sentir las
fuertes manos del amigo de Imanol sujetándola por la cintura para ayudarla a
descender del otro lado. La mujer aprovechó la tesitura para agarrarse del
fornido cuello del hombre, volviendo a olfatear su masculino aroma que tan
gratos y húmedos recuerdos le traía. El último en pasar fue Imanol.
-Pues he de confesar que estoy algo nerviosa – soltó entre
risas, como si se tratara de una niña que sabe que está haciendo algo mal.
-Pensé que lo que hacíamos de pequeños te parecía un rollo – le
reprochó su marido jocosamente.
A esas alturas Nadia ya estaba segura de que los nervios se los
provocaba Jon más que el hecho de colarse en la piscina, pero lógicamente no le
dijo nada a Imanol.
-¿No vais a desnudaros? – preguntó la mujer, divertida.
-Sí, pero nos desnudamos todos – Jon le siguió el rollo.
-De eso nada. Primero vosotros y luego… ya se verá – le sonrió
coquetamente, sintiéndose ligeramente culpable pues tenía la sensación de estar
ligando casi descaradamente.
-¡Joder, Jon! Déjate de tonterías, que ya tenemos una edad – se
quejó Imanol.
-La ciudad te ha amariconado – le reprochó el aludido mientras
se deshacía de la camiseta.
Aunque estaba ligeramente nublado, la luz de la luna permitía
ver los cuerpos si la separación no era demasiado grande. A un par de metros de
distancia se veía con bastante claridad.
Nadia se fijó en el robusto torso de Jon. Difuminado por la oscuridad
de la noche, el hombre podía pasar perfectamente por su ex. Un escalofrío le
recorrió el cuerpo y ansió el momento de verlo desnudo. Se estaba empezando a
calentar solo con recordar algunas de las sesiones de sexo que había vivido en
esa época. El amigo de su marido se deshizo de los pantalones, quedándose en
ropa interior, pero el color oscuro de la prenda hizo que la mujer se quedara
con las ganas de poder fijarse en el paquete.
-¡Venga, Imanol! No hagas que me sienta idiota.
-¡Venga, nene! – Nadia se unió a los ánimos.
De mala gana Imanol comenzó a desnudarse.
-¿Y tú qué? – Jon se dirigió a la mujer.
-Cuando te lo quites todo…
El hombre rio.
-Primero tu marido.
-¡Vamos, Imanol! ¿Quieres que te ayude? – bromeó pícaramente.
Los dos hombres estaban en ropa interior y no parecían atreverse
a dar el paso definitivo.
-¡Jolín! Qué sosainas que sois – se quejó la mujer, que tenía
ganas de alegrarse la vista.
-Primero me meto y luego me desnudo – aclaró el marido de Nadia,
dirigiéndose al agua y apartándose de los otros dos.
-Me los quito aquí mismo… – Jon, agarrándose los calzoncillos
por la cintura, bajó el tono de su voz de modo que era imperceptible para el
hombre que comenzaba a chapotear en el agua – si luego te desnudas tú.
-No me pienso desnudar – soltó con confianza – Pero ¿te vale que
me quede en ropa interior?
-Seguro que lo poco que decidas mostrar valdrá la pena – la
piropeó al tiempo que se bajaba de golpe la única prenda que le quedaba.
-¡Joder! – soltó Nadia, que no se esperaba el gesto, llamando la
atención de su esposo, que pidió silencio por temor a ser descubiertos.
Sin decir una palabra más, Jon se alzó, quedándose frente a la
hermosa mujer que no dejaba de fijarse en la enorme verga que colgaba entre las
piernas del hombre. Aquello era lo que le faltaba por descubrir para asegurar
que el amigo de su marido poseía, a priori, todo lo bueno del mejor amante que
jamás había tenido.
-Un trato es un trato – concluyó antes de alejarse corriendo al
agua para zambullirse de cabeza.
-¡Bestia! – se quejó Imanol – ¡Que nos van a oír!
Nadia tenía la sensación de haberse vuelto a subir a la montaña
rusa. Por un lado Jon, un clon de su hombre ideal, claramente predispuesto a lo
que fuera, igual que ella, pero por otro lado Imanol, el hombre al que quería,
su marido fiel y futuro padre de sus hijos. Por muchas ganas que tuviese de
hacer una locura, no lo haría. Eso formaba parte de un pasado muy lejano, aquel
en el que sus más bajos instintos la dominaban y ella se dejaba llevar ya que
no tenía mayores responsabilidades.
No obstante, nadie le impedía jugar. Un juego peligroso, que
rozaba lo ilegal, pero que pensaba disfrutar para llevarse un buen recuerdo de la
visita al pueblo de su marido y que usaría para tocarse cuando le viniera en
gana, igual que hacía de vez en cuando rememorando los encuentros sexuales con Julio.
Se dispuso a cumplir el trato y se quedó en bragas y sujetador.
La mujer se acercó al agua donde ya nadaban los dos hombres
completamente desnudos.
-¿Está buena? – preguntó con indecisión.
-Estás tremenda – susurró Jon aprovechando que Imanol estaba más
alejado.
El hombre se fijó en el cuerpazo de la bella mujer de su amigo. El
generoso busto bailaba pausadamente, escondido tras el fino sostén, al ritmo de
los sensuales pasos de Nadia, que se desplazaba de forma grácil debido a las
largas y estilizadas piernas. El vientre, plano, mostraba el tatuaje de un
pequeño astro en uno de los costados, justo encima de la cadera, de modo que
quedaba ligeramente oculto tras la elegante braga.
-El agua por la noche está mucho mejor que durante el día –
explicó el marido de Nadia – Por dos motivos. Uno es por la sensación térmica
ya que, al ser de noche y no hacer tanto calor, casi se está mejor dentro que
fuera del agua. Y el segundo motivo es que, al estar todo el día dándole el
sol, ahora el agua está más caliente.
-Como yo – bromeó Jon en voz baja, haciendo reír a la mujer.
Imanol empezó a molestarse por los evidentes cuchicheos de su
amigo y se acercó a su esposa para, cuando estuvo lo suficientemente cerca,
salpicarla. Ella salió corriendo.
-¡Ah! – se quejó mientras se dejaba caer al suelo, dolorida.
-¿Qué ha pasado? – preguntó Imanol, asustado, mientras Jon salía
de la piscina para comprobar lo sucedido.
-¡El pie! – se quejó Nadia.
-Déjame ver…
Jon asió con delicadeza la pierna de la mujer, sujetándola por
el tobillo.
-¡No es nada, solo un pequeño corte! – alzó la voz para que
Imanol se quedara tranquilo.
-¿Estás bien, cariño?
-Sí, no te preocupes… - bajó el tono a medida que sentía el
pulgar de Jon recorriendo toda la longitud de la planta del pie.
-¿Mejor? – preguntó el osado amigo de Imanol.
No le contestó. Debido al susto inicial no se percató de que el
hombre que la atendía estaba de cuclillas, muy próximo a ella, y seguía
desnudo. Sonrió al comprobar que la verga casi le rozaba el suelo.
-¿Te gusta lo que ves? – la sorprendió el dueño de aquello.
-Me gusta que me toquen los pies, nada más – reaccionó dejando
de mirarle la entrepierna.
-No me importaría pasarme toda la noche masajeándotelos – tensó
ligeramente el contacto, provocando un leve gemido de Nadia – Pero creo que tu
marido se va a mosquear si no volvemos con él en seguida.
-Tienes razón – se alzó, no queriendo darle más importancia a lo
sucedido - ¡Ay! – se quejó nada más apoyar el pie magullado, trastabillándose.
-Será mejor que nos vayamos – propuso Imanol, saliendo del agua.
-¿Por qué no venís a casa y aprovecháis para curar el pie de tu
mujer?
-Gracias, pero deberíamos marchar ya, que aún nos quedan unas
horas de coche.
-¡Vamos, tío! Será un momento. Y si se os hace tarde siempre
podéis quedaros a dormir.
-Imanol, – intervino Nadia – no querrás que vaya así todo el
camino – mostró el pequeño corte ensangrentado.
-Venga, nos tomamos la última en mi casa – concluyó el
anfitrión.
Imanol aceptó definitivamente con la intención de marchar lo más
pronto posible, pero Nadia parecía estar pasándoselo bien y las conversaciones
entre ella y su antiguo amigo se alargaron hasta la madrugada. Aunque no le
hacía demasiada gracia dejarlos a solas, las pocas ganas de aguantar a Jon y la
confianza total en su mujer hicieron que el hombre decidiera acostarse,
despreocupadamente, para descansar pensando en el regreso del día siguiente.
-Por fin a solas – bromeó Jon.
-No hagas que me arrepienta demasiado pronto y me vaya a dormir
con mi marido – le sonrió, juguetona - ¿Por qué no me hablas un poco de ti
ahora que Imanol no se va a enfadar si lo haces?
El hombre rio complacido por la perspicacia de Nadia. Se
sentaron en el sofá y comenzaron una nueva conversación.
Jon trabajaba en una empresa internacional con un cargo de alta
responsabilidad que le hacía viajar constantemente por todo el mundo y le
permitía ganar una cuantiosa suma de dinero gracias a la cual había comprado a
sus padres la casa del pueblo mientras conservaba otra en la ciudad.
Nadia quedó aún más maravillada del hombre que departía ante
ella. Era atractivo, con personalidad, inteligente, tenía pasta y estaba bien
dotado. Pocas cosas le quedaban por descubrir para asegurar que se podía tratar
del hombre de su vida.
Jon había tenido una relación amorosa duradera que se había
mermado debido a su trabajo. Aunque ella nunca había dejado de quererle fue él
quien tomó la decisión de romper sabiendo que no podía dedicarle a su pareja
todo el tiempo que ella merecía. Aunque no se arrepentía de esa decisión,
siempre se sentía tentado de llamar a su ex ahora que su trabajo no le absorbía
tanto, pero no quería ser egoísta irrumpiendo nuevamente en una vida que ya no
le pertenecía.
La esposa de Imanol ya estaba convencida del todo. El antiguo
amigo de su marido también parecía buena gente, un hombre sensible. Solo había
una cosa que no acababa de entender.
-Oye, ¿y qué es lo que pasó entre mi marido y tú para que os
distanciarais?
-¿No te lo ha contado?
-Bueno, esto que no salga de aquí… siempre me ha hablado mal de
ti… - provocó las risas sinceras de Jon – Sé que todo viene a raíz de una
chica, la tal Amanda, pero nunca ha entrado en más detalles y yo tampoco se los
he pedido. Pero es que ahora que te conozco… me pareces un buen tío.
-Gracias – sonrió, mostrando todo su atractivo.
15 AÑOS ANTES
Sandro e Imanol juzgaron y
sentenciaron injustamente a Jon, distanciándose de él a raíz de lo sucedido con
su común amiga. Amanda, dolida por el rechazo sufrido, no confesó lo que
realmente había ocurrido, dejando de lado a Jon, y continuó quedando con los
otros dos amigos.
Aunque el día a día seguía
siendo igual que siempre, el ambiente estaba enrarecido debido al malentendido
con Jon, una bola que, poco a poco, se iba haciendo más grande y más los
separaba.
-Sandro, va a acabar el
verano y aún no le has dicho nada a Amanda – se quejó Imanol.
-Es que no me atrevo, tío.
-¡Pero si el no ya no lo
tienes!
-Ya, pero no quiero que me lo
diga – bromeó.
-Déjate de idioteces. De hoy
no pasa que le digas algo.
-¿Y qué si no lo hago?
-Pues que se lo diré yo.
-No serás capaz – se asustó,
sabedor de que sí lo era.
-¡Y tanto!
-Espera… - Sandro temblaba de
la cabeza a los pies – No lo hagas, por favor…
-Vamos a ver, Amanda pasó de
Jon. Eso solo puede significar una cosa…
-Tal vez fuera él quien pasara
de ella.
-Sabes que eso no es cierto,
ese cabrón te la jugó y te lo demostraré.
-¿Cómo? – preguntó intrigado.
-Si ella pasó de Jon es
porque quiere algo con alguno de nosotros. Si tú no le dices nada, le pediré yo
para salir.
Sandro creyó que Imanol le
decía eso para incentivarle, jamás pensó que su amigo pudiera estar interesado
en Amanda.
-Pues pídeselo – soltó sin
pensar en las consecuencias de sus palabras.
Antes del final del verano
Amanda e Imanol se liaron y comenzaron a salir juntos.
ÉPOCA ACTUAL
-(…) Así que perdí mis amistades por respetar el pacto y tu
marido se aprovechó de la situación para quedarse con Amanda.
-Así que fue eso lo que pasó… - Nadia se sintió rara al
descubrir finalmente lo que había ocurrido entre Jon y su marido.
-Siempre pensé que llegaría el día en que se hiciera justicia
por lo sucedido – sonrió, insinuándose.
-¿Pero tú qué es lo que buscas, justicia o venganza? – ahora fue
ella la que se insinuó en un juego lleno de complicidad.
Nadia tenía las piernas recogidas sobre el sofá y Jon aprovechó
para acariciar el pie dolorido de la mujer.
-¿¡Qué haces!? – le reprochó, sin apartarse.
-Solo quiero comprobar la chapuza de cura que te ha hecho Imanol
– se excusó.
Pero Jon no se fijó en la herida, simplemente se limitó a sobar,
con la mezcla perfecta de delicadeza y vigor, consciente de lo mucho que le
gustaba a Nadia, el pie de la mujer, que se estremeció bajo las intensas
caricias.
-Entonces, Imanol no debe saber de lo que pasó, ¿no? – continuó
la conversación, dejándole hacer y disfrutando de las atenciones que estaba
recibiendo en el pie.
-Si lo supiera no creo que se hubiera atrevido a acostarse
dejándonos a solas – le sonrió, esmerándose aún más en el masaje.
-Estoy segura de que ahora
mismo no quisieras que se levantara y nos interrumpiera – le devolvió la
sonrisa, coqueteando descaradamente.
-No estoy haciendo nada malo… solo me preocupo por tu herida.
-No creo que curarme el pie sea lo que quieres.
-Ah, ¿no? ¿Y qué es lo que quiero?
Antes de que pudiera contestar, Jon la besó, pillándola por
sorpresa. Nadia tardó en reaccionar, lo justo para comenzar a disfrutar del
buen hacer del amigo de su marido. Lo apartó en seguida.
-Besas bien – soltó con calma – No me extraña que la pobre
Amanda se quedara con las ganas – se separó de Jon, levantándose del sofá –
Pero… lo siento, no puedo… estoy casada con Imanol.
-¿Y qué pasa con mi venganza? – sonrió con malicia.
-¿No se trataba de justicia? – siguió jugando.
Los ojos de Nadia se abrieron como platos al observar cómo Jon
comenzaba a desvestirse. Rápidamente se despojó de la camiseta mostrando la
musculatura que se había dejado intuir en la piscina bajo la escasa luz nocturna.
Después se deshizo de los pantalones, descubriendo la tela que escondía un
enorme bulto y que ahora Nadia sí pudo contemplar perfectamente.
La mujer se mordió un labio observando la silueta de la polla de
Jon. En la ajustada ropa interior se marcaban claramente los testículos y el
descapullado glande. Quería vérsela en mejores condiciones que en la piscina y,
sin duda, la iluminada estancia era una magnífica opción.
-¿Me ayudarás a vengarme de tu marido? – sonrió, recolocándose
el paquete.
Nadia estaba aturdida, deseosa de follar con el macho que se
exhibía ante ella, pero completamente reacia a cometer adulterio. Ansiosa por
vérsela, se arrodilló ante Jon, acariciándole disimuladamente una de las
piernas. Sabía que no tardaría en mostrársela. Y ese sería el límite, deleitarse
la vista para después tocarse en la intimidad recordando el excitante momento.
-Amanda me gustaba de verdad – insistió – Me vi obligado a
rechazarla para no hacer daño a un amigo. Y tu marido acabó haciendo justo aquello
de lo que me acusaron injustamente. Dime, ¿qué crees que sería lo justo?
-Lo justo sería que me enseñaras la polla – se encendió al
escucharse a sí misma sonando tan soez.
-Lo haré si a cambio me haces una mamada.
Nadia negó con la cabeza sin dejar de sonreír, divertida y
excitada con el juego de Jon.
-Te puedo ofrecer una paja – soltó sin pensar demasiado, casi
bromeando.
-Recuerda, un trato es un trato.
Sin darle opción a réplica, Jon se alzó del sofá, quedando de
pie ante la mujer arrodillada. Se agarró la tela de los calzoncillos y comenzó
a bajarlos con parsimonia, mostrando poco a poco su sexo.
El corazón de Nadia estaba desbocado observando primero el
cuidado pubis completamente rasurado seguido de una alargada y gruesa verga
rodeada de pequeñas pero numerosas venas. Le pareció una polla incluso más
excitante que la de Julio, y eso era mucho decir. Tras el flácido tronco
colgaban unas bolsas testiculares grandes, acordes al resto de la estampa.
Más que nunca se sentía en una encrucijada. El deseo se peleaba
contra su raciocinio. En circunstancias normales habría ganado la fidelidad, su
amor por Imanol, pero una cosa le hizo decantar la balanza hacia el otro lado.
Le había prometido una paja. Era una mujer de palabra y se aferró a esa
estúpida idea para dejarse llevar por el impulso que había sentido por Jon nada
más verlo.
Nadia acercó la mano y contactó con el colgante pene, alzándolo
al mismo tiempo que sentía el agradable tacto de las pequeñas venas
transportando la sangre que empezó a hinchar el miembro. Con la verga a media
asta, la mujer se relamió la mano para humedecer el tronco, entreviendo el excitante
sabor a polla. Con la otra masajeó los testículos de Jon, que comenzó a gemir
tímidamente. Ya tenía el pollón completamente tieso y las pequeñas venas se
habían convertido en abultadas tuberías de color verde. Ahora Nadia usó ambas
manos al mismo tiempo para masturbar al dueño de la casa. El inconfundible olor
que comenzó a emanar de la humedecida polla de Jon se fue atorando en las fosas
nasales de Nadia, que debía reprimir sus más bajos instintos para no hacerle la
mamada que él le había solicitado y ella le había negado.
-Tienes una buena herramienta y bastante aguante – le piropeó.
-No me correré si no me la chupas.
La mujer no pudo evitar una estruendosa risa.
-¡Mierda! Como Imanol se levante y nos pille… - se recriminó a
sí misma.
-Vamos a la terraza. Ahí tendremos más intimidad y le veremos
venir si se levanta.
Nadia dudó. Ya había hecho algo de lo que seguro se arrepentiría
y no quería hacer nada más del estilo. Sin embargo, estaba decidida a terminar
la masturbación que había empezado y se sentiría mucho más segura sin el riesgo
de que Imanol apareciera en cualquier momento.
-Está bien – aceptó – Pero con la condición de que te corras
rápido.
-Para eso tendrás que currártelo más – y se alejó hacia fuera.
La mujer lo siguió, molesta por la prepotencia de Jon, que
volvió a recordarle a su ex pareja. Pero en seguida comenzó a sonreír al
observar el bonito culo del hombre al que seguía hacia la terraza. Cuando lo
alcanzó, le pellizcó una nalga.
-Te correrás cuando yo lo diga – le recriminó.
-De momento estoy lejos de sentir algo parecido al placer – la
vaciló.
Nadia gruñó. A pesar de saber a lo que jugaba Jon, lo hacía
bien. Le estaba tocando el orgullo. Nunca había necesitado demasiados esfuerzos
para llevar a un hombre al orgasmo. Solo uno entre muchos había sido capaz de
retrasar la eyaculación todo lo que había querido. Risueña, comenzó a pensar si
Jon era un hermano secreto de aquel extraordinario amante.
-A ver si te gusta esto…
Con la seguridad de no ser descubierta por su marido y la
excitante posibilidad de rememorar viejas hazañas sexuales, Nadia lamió la
verga que se alzaba imponente ante ella. El sabor era exactamente como lo había
imaginado y el olor aún fue más intenso al acercarse tanto. Embriagada por los
efluvios de la maravillosa polla de Jon, tras varios lengüetazos, al fin abrió
la boca para introducirse el glande y comenzar a hacerle una mamada.
Jon miraba satisfecho a la hermosa mujer, casada con su amigo
Imanol, que le estaba comiendo la polla. Después de tantos años se había dado
la situación que jamás había imaginado. Se acordó de Amanda y sonrió
rememorando todo lo que habían vivido con ella. Sin embargo, prefirió
concentrarse en lo que estaba pasando en ese momento y disfrutar de las
magníficas dotes que Nadia estaba demostrando. Aunque su autocontrol no corría
ningún peligro, se sorprendió por la excelente mamada que le estaba regalando.
-Eres toda una experta come pollas.
Ella se retiró un momento, relamiéndose al tiempo que se
limpiaba con las manos las babas que se resbalaban por su barbilla y se
adherían al tronco de la blanquecina verga. Aprovechó el gesto para seguir
masturbando al hombre con la mano llena de saliva.
-No sé si sentirme ofendida o halagada.
-Pues no lo sé. Yo al menos me siento agradecido.
-Me debes una corrida – puso cara de disgusto.
-Antes voy a darte lo tuyo.
Jon tomó el mando de la situación. Se agachó para alzar a Nadia
y, cuando la mujer quedó de pie, a su altura, la besó con efusividad. Los
labios y lenguas de ambos se recorrieron mutuamente mientras el hombre
comenzaba a desnudar a la esposa de su amigo.
Jon sentía los voluminosos senos de Nadia, únicamente tapados
por el fino sostén que ya luciera en la piscina, restregándose contra su
fornido pecho mientras la descontrolada polla golpeaba rítmicamente contra la
parte interna de los muslos de la mujer y su pequeña braga.
Sin dejar de besarla, el experto amante coló un dedo dentro de
una de las copas del sostén. Lo deslizó, disfrutando del carnoso tacto, hasta
alcanzar el pezón que ya estaba completamente erecto. Desde ahí, dobló el dedo
bajando la tela y liberando una de las hermosas tetas de Nadia, pudiendo
amasarla a conciencia. La aureola era pequeña y oscura. El pezón, algo más
claro, era grueso. Dejó de besarla para agachar la cabeza, dirigiéndose al
pecho descubierto mientras, con la otra mano, repetía el gesto con el seno que aún
estaba tapado.
Ya no podía decirle que no. Nadia había entrado en una espiral
de placer que la había depositado en el punto más alto de la montaña rusa. Y
ahora llegaba la bajada más pronunciada, aquella en la que se desataban la
pasión y la lujuria. Jon estaba demostrando ser un amante excepcional y quería
deslizarse por esa pendiente con él. Aunque ya estaba segura, el dedo ajeno que
se aventuró a entrar en su raja acabó por convencerla.
Acariciando el morboso astro tatuado, Jon introdujo la mano
dentro de las bragas, encontrándose con un pubis limpio, únicamente cubierto
por un pequeño y cuidado grupo de pelos que se amontonaba en la parte superior
de la vulva. Al deslizar el dedo corazón, desde el clítoris hasta la apertura
de la vagina, a través de los mojados labios vaginales de Nadia, pudo sentir la
viscosidad reinante.
Gimiendo al ritmo en que Jon acariciaba el interior de su coño,
Nadia se dejó llevar por un intenso orgasmo, apoyándose sobre el torso del
hombre que le había regalado la primera porción de placer de lo que estaba
segura aún quedaba por llegar. Ambos cuerpos, sudorosos, se restregaban entre
sí, regalándose sensaciones a cada roce.
-No quería llegar tan lejos – susurró ella, tumbada en una de
las hamacas de la terraza, mientras sentía cómo la tela de la braga le rasgaba
los muslos debido al tirón que Jon le había pegado.
-Yo sí. Desde que te vi esta mañana en el restaurante he deseado
follarte – confesó mientras se colocaba un preservativo contemplando el
perfecto cuerpo desnudo de Nadia.
-Yo… yo también lo deseaba, pero…
-Déjate llevar…
Jon se acercó a la mujer, encaró la polla y la introdujo con
suavidad, poco a poco, sintiendo cómo los hambrientos labios vaginales se
adherían al tronco de su verga.
Nadia ahogó la contestación para hacer caso a su amante y
dejarse llevar por la nueva oleada de placer. Aún no tenía la mitad de la polla
en su interior cuando Jon se salió, desesperándola.
-Ahora no estoy para juegos – se quejó, alzando y doblando las
piernas para llevarse una mano a su sexo.
Se sintió sucia al notarse el coño chorreando. Hacía años que no
lubricaba de tal manera, tantos como el tiempo que hacía que no la penetraba
una verga de tal calibre. Ese recuerdo escondió la pesadilla de estar
cometiendo adulterio. Sintió cómo Jon volvía a la carga, perforándola con la
incandescente polla que no había dejado de estar tiesa en ningún momento.
Sonrió, agradecida con el segundo semental que conocía en toda su vida. Ahora
sí, el hombre comenzó a meter y sacar la verga de su interior, aumentando todos
y cada uno de los roces que, poco a poco, se iban convirtiendo en pequeñas
oleadas de placer que acabaron por transformarse en el enorme gusto que
desembocó en su segunda corrida. Nadia se aferró a Jon, rodeándolo con los
brazos y las piernas, alargando el contacto y, por tanto, el éxtasis del orgasmo.
-Aún te debo una corrida – le recordó él, indicando que había
llegado el momento de terminar.
Pero Nadia no quería que aquello acabara. Sabía lo que venía
después de la bajada. Anteriormente era soportar el desprecio con el que Julio
la trataba, ahora sería convivir con Imanol después de haberle puesto los
cuerpos.
-Te correrás porque quieres, no porque yo lo haya decidido –
sonrió con malicia.
-Podría estar toda la noche follándote, pero creo que ya va
siendo hora de que vayas a dormir con tu maridito. Si se despierta y ve que aún
no te has acostado se preocupará y vendrá a ver qué está pasando.
Nadia se asustó. El amigo de Imanol tenía razón. Se había dejado
llevar por el momento, pero llevaban un buen rato entre conversaciones, tonteos,
preliminares y polvo.
-Vale, pero te quitarás la goma, ¿no? – sonrió lascivamente.
-Solo si dejas que me corra en tu boca.
-¡No! – se quejó – Seguro que sabes tan bien como follas, pero
no querrás que me pase toda la noche lavándome los dientes para poder besar a
Imanol.
Jon rio con estruendo.
-Tienes razón. ¿Qué me ofreces entonces?
-Te la chupo y te corres en la cara. ¡Pero mucho ojo con
mancharme el pelo!
-Como si pudiera controlarlo…
-Pensé que lo tenías todo bajo control – sonrió, dándole una
palmada en el culo antes de acariciarle la nalga mientras, con la otra mano, se
deshacía del condón que rodeaba la hinchada verga.
-¿Quieres que te avise cuando vaya a correrme? – bromeó.
-Tranquilo, como buena come pollas que soy, creo que sabré verlo
venir.
Ambos rieron antes de que Nadia comenzara a comerse el pollón de
Jon. Tras un par de minutos, la mujer alzó la verga para lamerle los huevos, empezando
a masturbarle con más brío. Unos segundos después el hombre ya estaba a punto.
Nadia cerró la boca y apuntó hacia su cara. Vio salir el primer
chorretón de semen que se dirigió directamente a uno de sus ojos. Lo cerró
demasiado tarde y el incómodo escozor hizo que dejara de disfrutar del resto de
la abundante y tibia leche depositándose en su rostro.
-¡Joder, Jon! Menuda puntería… me recuerdas a… - se calló.
-¿A quién?
-A nadie. Un novio que tuve – intentó limpiarse el ojo manchado,
que no podía abrir – Le gustaba putearme siempre que terminábamos de echar el
polvo.
-Solo me has dicho que no te manchara el pelo y he cumplido.
-Pues menos mal, porque menuda corrida, me has dejado pringada.
-Toma. Límpiate – le ofreció servilletas de papel mientras
comenzaba a vestirse – Voy a ver si no hay moros en la costa y te das una
ducha.
-Gracias.
-A ti por permitir que llevara a cabo mi venganza – sonrió sin
mala intención.
-Era cuestión de hacer justicia – dibujó una medio sonrisa,
incómoda por el picor en el ojo y los restos de lefa que aún no se había
limpiado.
-Imanol es afortunado.
-No lo sería si te hubiera conocido a ti antes.
Jon rio y se alejó sin contestar.
Nadia se quedó pensativa. Ya estaba hecho y de nada serviría
arrepentirse. Ahora debía aprender a vivir con la culpa de algo que jamás había
cometido antes, adulterio. Se esforzó en pensar en lo bien que lo había pasado
y lo mucho que disfrutaría recordando en la intimidad el reciente encuentro con
el amigo de Imanol. Sonrió, resolviendo que ya no tendría que pensar siempre en
el mismo hombre durante sus sesiones onanistas. Un ligero cosquilleo se adueñó
de su entrepierna al imaginar un trío con su ex y con Jon. Dejó de pensar
inmediatamente, temerosa de volver a caer en las garras del amante perfecto y
concluyó que jamás debía volver a pisar el pueblo de su marido. Si lo hacía y
Jon quería, volvería a ser infiel.
-Todo despejado – anunció el dueño de la casa cuando regresó de
echar un vistazo – Imanol ronca como siempre, el cabrón.
Nadia no durmió mucho. Entre lo tarde que se había acostado, la
culpabilidad por haber engañado a su marido y el revoltillo de sensaciones
placenteras y recuerdos del pasado, solo pudo dormir un par de horas a ratos.
Al día siguiente, temprano, la pareja se despidió del anfitrión
y marcharon de regreso a casa. Durante el trayecto el silencio reinaba en el coche.
-¿Qué te ha pasado en el ojo? – Imanol se había fijado que lo
tenía rojo.
-¡Ah, sí! Creo que se me metió un mosquito cuando estuvimos en
la piscina.
Tras unos segundos de tenso silencio, Imanol volvió a hablar.
-¿Qué te pareció Jon?
-Tenías razón. No sé qué es, pero hay algo en él que no me acaba
de gustar.
-Pensé que anoche lo pasaste bien.
-Sí, pero en cuanto te fuiste a la cama… no sé, es como si se
hubiera acabado el buen rollo que había. No sé si me explico.
-Claro.
El silencio volvió a instaurarse entre los miembros del
matrimonio y no se rompió hasta un buen rato después cuando Nadia sacó un tema
de conversación completamente ajeno al pueblo de su marido.
EN EL PASADO
Tras haberle dado la espalda,
con cierta tristeza, Jon olvidó sus antiguas amistades y encaminó su vida hacia
otros derroteros. Empezó a trabajar joven, conoció nuevos amigos y, entre
ellos, encontró el amor. Los tres aspectos fueron evolucionando
satisfactoriamente hasta que el trabajo se volvió incompatible con el amor, el
cual tuvo que abandonar y, con él, las nuevas amistades.
Sandro se resignó a su
suerte. Aunque seguía enamorado de Amanda, aceptó con humildad la relación que
mantenía con Imanol. Durante años los tres continuaron siendo amigos y él
ocultó sus sentimientos para, a pesar del dolor de verla con otro, poder
disfrutar tanto de su amor platónico como de su mejor amigo.
Aunque la atractiva Amanda le
gustaba, Imanol no sentía nada especial por ella. Fue la envidia de verla en
brazos de Jon y saber que era la chica de los sueños de Sandro lo que le había llevado
a querer salir con ella. Aunque la relación se alargó más de lo que él pensó en
un principio, la dejó en cuanto tuvo la oportunidad de estar con otra.
Amanda siempre había querido
a los tres, pero no a todos por igual. A Sandro simplemente lo veía como un muy
buen amigo. Era por Jon por el que realmente sentía algo y fue su rechazo lo
que la empujó a brazos de Imanol, al que veía guapo pero por el que no se
sentía atraída. No fue hasta que Imanol la dejó, cuando confesó a Sandro lo
ocurrido con Jon.
-Hola, ¿Jon?
-Sí, soy yo. ¿Eres tú,
Sandro?
-Sí.
-¡Cuánto tiempo! ¿Qué es de
tu vida?
-Escucha, te llamo porque me
he enterado de una cosa.
-Dime.
-Imanol va a ir al pueblo
este fin de semana.
-¿Cómo sabes…?
-Da igual. No sé si sabes que
está casado con un bellezón que se llama Nadia.
-No tenía ni idea.
-Pues quiero que me hagas un
favor. ¿Recuerdas lo que pasó con Amanda?
-Sí, claro – Jon rio, al otro
lado de la línea, divertido recordando lo sucedido 15 años antes.
-Ha llegado el momento de que
se haga justicia por lo que te hizo y que tú te vengues por lo que me hizo a
mí.
-¿De qué estás hablando?
-Quiero que te tires a la
mujer de Imanol.
3 comentarios:
Es... simplemente fantástico. Lo tiene todo. Historia, personajes, morbo in crescendo, pequeños secretitos, un giro final genial, muy bien escrito. Es todo lo que espero encontrar cuando leo un relato no sádico, ja ja ja. Incluso esa narración simple pero efectiva, sin mucho adorno pero que cumple perfectamente su cometido.
Impresionante, lo he disfrutado un montón. Es de esos relatos que uno extraña leer.
Pequeños fallos: En un diálogo entre Jon y Nadia, se repite "justo" muchas veces. Nuestra Luna es con mayúsculas. Y oye, sonríen muchísimo en todo el relato, ¿no lo crees? Según el contador marca 37 veces xD
Autor: Al principio no sabía quién podía ser. Pero a mitad del relato más o menos ya se deja entrever el estilo y las ganas de hacer sufrir a un pobre diablo como en este caso lo es Sandro.
Excelente.
Como el anterior, un muy buen relato en el que no sabría poner peros.
Tal vez me chirría un poco la historia pasada de los 4 amigos. Creo que había potencial y se podría haber aprovechado más. Incluso lo sucedido no parece tan grave como para que se haya abierto una brecha tan grande entre los amigos.
Por lo demás, muy bien escrito y narrado. Y, aunque no muy impactante, me ha gustado la pequeña sorpresa del final.
Si señor, muy bueno. La sorpresa final le da un toque de genialidad.
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