Recuerdo que una vez me dijo
un ligue: “Sólo me arrepiento de lo que hago”, bueno pues en mi caso es todo lo
contrario. Mi vida se rige por la misma coletilla “debí decirle esto” o “debí
hacer lo otro”, o simplemente “no caí en la cuenta”. No me considero una
persona tonta, pero si soy muy torpe a la hora de improvisar, por eso siempre
que salgo a ver un cliente o un proveedor, o simplemente tengo una reunión, la
preparo a conciencia con la intención de evitar dejar nada al azar. Por eso, no
suelo discutir y si surge, tengo una habilidad innata para cambiar de tema y
evitar el desastre.
Dicho lo cual, si alguna vez
me he arrepentido de algo fue aquella noche de septiembre durante la feria, al
ser una fiesta masificada tiene un peligro y una ventaja, el primero es que te
puedes quedar colgado si te despistas un minuto, aunque siempre te encuentras a
alguien con quién reengancharte. La ventaja estriba en que te puedes perder en
un momento en el que estés cansado, borracho, ambas cosas, o simplemente te
quieres despistar de alguien con el grupo.
Yo tuve la “suerte” de que me
pasara lo último con Marta, mi amiga, confidente y siempre divertida. ¿Cómo es
Marta?...sólo encuentro una palabra es INCREIBLE, su pelo es negro y muy rizado,
no es una belleza convencional, pero sus ojos negros...cuando te mira te
olvidas del resto, son inabarcables, brillantes y tan expresivos que pueden
fundirte con una mirada, pero si no quieres mirarle la cara, puedes verle el
culo. Ese culo que hipnotiza y entonces es cuando estás perdido. Yo me perdí
con ella como tantos otros, pero teníamos una pega, éramos buenos amigos. Nos
divertíamos mucho juntos, bailando, bebiendo, pero siempre supe que para ella
sólo era un “pagafantas”.
Siempre teníamos mala suerte,
nos mirábamos, sonreíamos y nos abrazábamos siempre contentos de volver a
vernos, pero sin ir a más por culpa de mi indecisión. O quizá era el destino, que no
quería que estuviéramos juntos. Nuestros amigos siempre se preguntaban cuándo
íbamos a dar el paso. Pero como siempre, mis dudas me asaltaban, ¿y si no sale
bien?, ¿y si al final reñimos y me quedo sólo? Quizá ha sido la única vez que
de verdad me ha dolido no tirarme a la piscina. Pero así es la vida.
El día definitivo, el que iba
por fin se lo iba a pedir, me presentó al que ahora es su marido. Es un tío
genial, en serio, es buena gente es divertido. Eso lo digo ahora, porque
durante un tiempo lo mejor que le desee fue que le cayera un piano de cola
encima. Ella había tenido novios antes, pero con este se veía la legua que iba
en serio. Pero eso no fue lo peor, cuando me enteré que yo era su primera
opción, pero que se cansó de esperar, quise morir.
Eso hace le hace mella hasta
el más insensible. En mi caso, las putas fueron mi vía de escape. Sé que muchas
mujeres se llevarán las manos a la cabeza, pero es verdad. Estaba tan dolido
con ellas, que sólo quería follar, hasta el punto de volverse algo automático,
iba al puti, veía la que me gustaba negociaba el precio, me desnudaba nos
lavábamos, follar, terminar y bajar. Sólo emitía gruñidos cuando hacía
metisaca. Había perdido muchos años babeando por Marta, y con la de tías que se
me habían insinuado y yo haciendo el canelo. Lo que no me dijeron, es que por
mucho que quieras, los polvos perdidos nunca se recuperan.
Esta fase me costó mucho dinero y disgustos,
afortunadamente sólo duró un año, porque tuve la gran suerte de conocer a la
que ahora es mi esposa. No he vuelto a estar con otra mujer desde que me casé.
Soy un hombre muy feliz, lo de Marta está más que superado, además, el que se
aferra al pasado se pierde el presente, que suele ser más divertido. En mi caso,
creas empresas, las vendes, reflotas otras, tienes hijos, dejas de fumar,
engordas, adelgazas, conoces a gente interesante y a otra que no lo es tanto.
Gardel decía que veinte años no son nada, pero… ¡Hay que ver lo que pueden dar
de sí!
¡Todo pasa tan rápido!, hasta
que un día te encuentras el la recepción de un Hotel de Madrid, después de un
día de mierda. Entras en el ascensor y te encuentras de bruces con tu pasado. -Buenas tardes…-Cuesta trabajo creerlo, pero es Marta
y yo me quedo con cara de gilipollas e hipnotizado por esos ojazos negros otra
vez…Ella, divertida me pregunta: -¿Eso es todo después de tanto tiempo?
¡Dame un abrazo!…En ese momento, ocurre algo raro, un psiquiatra diría que el
cerebro emocional ha tomado el mando de la situación. Yo, que se te funde un
fusible, cuando quiero dar cuenta, estoy besándola apasionadamente mientras mis
manos amasan ese culo con el que tantas veces me pajee.
Todo parece un sueño, hasta
que ella se separa de ti dándote una hostia en toda la geta. Y agarrándote por
las solapas, te dice -¡Esto es por tardar tanto! Y te
devuelve un beso apasionado en el que te mete la lengua hasta la campanilla que
no sabes si correrte o vomitar y sólo paras porque el ascensor ha llegado a su
destino. Agarro a Marta de las nalgas y se agarra a mi cuello mientras nos
seguimos devorando.
Entramos en la habitación
como podemos, ella sigue colgada de mi cuello. Al llegar a la cama la lanzo
para poder desabrocharle el pantalón y poder acceder al tesoro que mi
indecisión me negó tantos años. Ya desnudos, me encuentro cara a cara con mi
anhelado deseo, velludo, tanto, que me cuesta llegar a ese lugar que es el
cielo y ha sido un objetivo inalcanzable de los últimos veinticinco años. Huele
como debe oler en una mujer de verdad y si lo mezclas con excitación y morbo,
hacen de este el mejor afrodisiaco.
Mi lengua trabaja de manera
endiablada para que ella disfrute y porque quiero que ella se acuerde de este
momento para siempre. Me centro en el clítoris, con pequeños mordisquitos y
succionándolo, hace que Marta se ponga más cachonda si cabe, mi lengua hace un
recorrido desde su vagina hasta su ano y me recreo en su otra entrada. Le meto
un dedo para alcanzar el “punto G” mientras le doy lametones rápidos y juego
con mis falanges dentro de ella. Se retuerce, grita y se mete el puño en la
boca para no ser tan escandalosa, hasta que llegados a un momento, mi amor se
viene abajo poseída por un primer e intenso orgasmo que hace que sus piernas
tiemblen. Pero no quiero darle cuartel.
Me incorporo para penetrar
desde la postura del misionero, nunca he tenido una polla muy grande, por lo
que siempre que hago esta postura, procuro que mi amante tenga una almohada bajo
sus caderas. La meto de golpe, ella grita y yo me vengo arriba empujando con
los riñones como un toro cuando entra al caballo. Sus exabruptos me excitan más
si cabe meto y saco mi polla en toda su pequeña extensión, algo que la
embrutece hasta que le llega otro orgasmo.
Con un pensamiento donde me
digo «Ahora me toca a mí», la pongo
en mi postura favorita que es la del perrito, no sé que tiene, porque la vista
no siempre es agradable, pero me hace sentir una especie de macho alfa que se
sabe poderoso. Yo desde atrás empujo agarrando su precioso culo y lo amaso. Me
mojo un dedo y mientras la poseo, juego con su esfínter. Pero ya es tarde,
llega el “big ohhh”.
Nos quedamos recuperando el aliento,
ella me mira con esos ojazos negros y yo me limito a admirar ese cuerpo, moreno,
de curvas generosas, me detengo en sus pechos, grandes, rematados por pezones
duros con una areola en un marrón oscura a tono con su piel cetrina. Me centré
en la cara, éramos mayores, la belleza salvaje de la me enamoré se había
transformado en una más serena y marcada por la edad, pero conservaba su mirada
intensa que tanto me trastornaba, que, junto al pelo desmarañando, la hacía más
deseable que cuando teníamos quince años.
Se levantó de la cama y
cubriéndose con una sábana de manera pudorosa, se fue al servicio. Tardó un
rato en volver, pero volvía reconfortada gracias a una buena ducha, se puso
enfrente de mí que aún estaba tumbado en la cama y dejó caer la toalla
dejándome otra vez su cuerpo a la vista, y ronroneando como una gata se subió a
la cama para empezar a lamer mis pies, para subir con su lengua poco a poco por
mis piernas hasta el final, que era mi pequeña polla que recobró la vida al
instante.
Sin dejar de mirarme a los ojos, se metió el glande en la boca mientras
acariciaba mis pelotas. Sabía hacerlo, su lengua juguetona, sus manera de
succionarme y su saliva que resbalaba hacia abajo. Me he venido arriba, hasta
que…-Ups, ¿qué haces?...-Me acababa de meter el dedo por el
culo. -Magia, cariño…ya verás.
Y sí, era magia, nunca antes
me había hecho un masaje prostático, mi cuerpo estaba bastante turbado ante tal
acontecimiento, pero me gustaba. Me dejé hacer, nunca imaginé que meterme un
dedo ahí fuese tan placentero, aunque ayuda bastante que te hagan una mamada a
la vez. Yo que había hecho planes importantes para esta erección, pero ese
dedito hizo que me derramara como un bote de fairy, nunca antes había sentido
nada igual. Ahora entendía por qué los gays les encantaba…¡qué callado se
tenían esto!. Marta me miraba divertida, me había quedado sin fuerzas, así que
me limité tenerla entre mis brazos. No hablamos, nada nos bastó una mirada
cómplice para decirnos que este iba ser nuestro secreto.
Nos quedamos dormidos por lo
menos un par de horas. Hasta que mi chica me despertó con una mamada, pero yo
quería terminar como debe hacerlo un hombre al que le han masajeado la próstata.
Me levanté de la cama y volví con un tarro de crema hidrante que nuestro hotel
dejaba de cortesía.
Pero antes había que hacer
que Marta disfrutara de nuevo, así que me volví a esmerar con su coño, mientras
le metía un dedo por su culazo. Sólo me quedaba ese orificio para hacer el
hat-trick. Ella cambió de postura y se puso con el culo en pompa como para
invitarme a que lo hiciera, pero quería hacer algo, quería comerle su ojete. Yo
desde atrás comiendo el agujero equivocado mientras me embadurnaba la polla.
Ensalivé bien su culo, para
meterle primero un dedo mientras ella se masturbaba, ahora ya estaba bien
dilatado para poder añadir un segundo dedo, mi polla es corta pero el grosor es
el estándar. Dos dedos y mucha hidratante para poder lubricar, no quería
joderlo al final. Con cuidado fui metiendo mi polla, no era la primera vez que
la sodomizaban, de eso no tenía duda, pero a mí me daba igual, yo sólo quería
profanar al máximo ese orificio y llenarlo de lefa.
Poco a poco, con paciencia
artesana metía sacaba con ella a lo perrito,
mi polla empezó a trabajar una y otra vez ese culo que me hacía perder la
cabeza. Mi bombeo sistemático, unido al curioso ruido parecido al correr con
chanclas. Era genial sobre todo cuando me di cuenta que la puerta del armario
era un espejo y podía ver el bamboleo de las tetas de mi amante al ritmo de mis
empujones, era mi película porno particular. Pero lo que más me gusta es ver la
cara de la mujer cuando la enculan y la de mi amante era una mezcla de placer y
dolor. La excitación de tal vista hizo el efecto deseado que no era más que
correrme en su culo derrumbándome encima de ella. Y los dos gimiendo y con la
respiración entrecortada. -¡Bésame!….-le pedí con desesperación.
Había logrado mi “unicornio”
(N.A. ver la película “60 segundos”), pero estaba para celebraciones de puro
cansancio. Cuando me desperté Marta se había ido. Solo había dejado una nota
donde se leía, “Esto no puede volver a pasar”. Yo pensaba lo mismo, los dos
queríamos a nuestras parejas. Esto no había sido más que un premio de
consolación, una miseria, si lo comparas con lo que el cabrón del destino me iba a quitar.
No había ido a Madrid por
trabajo, sino por motivos de salud y me
habían dado la peor noticia que te pueden dar y que el médico, un buen amigo de
la infancia, se limitó a decir fríamente, -te queda un año de vida, es cáncer
de páncreas y no hay cura. Podrás extender el sufrimiento, pero tal y como está
de extendido…no te doy más de un año.-Salí de allí…con una mezcla
de congoja y rabia, no había nada que hacer por mucho que luches con esa enfermedad,
sabes que pierdes seguro.
Epílogo:
Lola esperaba en la recepción
del hotel con impaciencia, se había fumado ya dos paquetes de cigarrillos y
bebido un par de copas, pero ni por esas podía aguantar la angustia que le
suponía esperar abajo sabiendo que su marido se estaba cepillando a su amor platónico.
Lola, lloraba por dentro presa de una mezcla de celos e impotencia, su llanto
se interrumpió cuando Marta le dijo:
-
Ya está…¿tienes lo mío?
-
-
Aquí lo tienes. -Le dijo Lola mientras le daba un
abultado sobre con dinero.- Vete, no te quiero volver a ver.
-
-
No pienso hacerlo...
-
Marta se fue en un taxi y
Lola se quedó en la puerta fumando el enésimo cigarro. Lo sabía todo, y por eso
decidió seguir las recomendaciones del médico, sólo se limitó a ir zanjando
asuntos pendientes y este era uno de ellos.
1 comentario:
Pues, aunque tramposo, me ha gustado el final.
Te iba a echar la bronca por ese tórrido y disparatado encuentro que tira por tierra todo el principio del relato, pero al final le das un sentido que me ha gustado: Marta se folla al pagafantas simplemente por pena (bueno, más bien por dinero).
De todos modos, el prota no deja clara su relación con Marta. Si es simplemente un amigo no entiendo porque deja entrever que habría acabado con ella si se hubiera atrevido a dar el paso. Tal vez la confusión viene a raíz de ese final. Antes lo calificaba de tramposo debido a que el relato se narra en primera persona y el final, aunque sea un epílogo, cuenta algo que el narrador es imposible que sepa. Es un poco raro. Tanto como el uso de los tiempos verbales, a veces en pasado, a veces en presente.
Inicialmente me ha costado empatizar con el protagonista debido al estilo narrativo, pero luego lo he sentido cercano, con expresiones muy del día a día. Eso sí, hay algunas faltas o despistes que se podrían haber arreglado con alguna revisión más.
Conclusión: relato con altibajos. Empieza flojo, después remonta para caerse justo en el impulso (durante su amistad jamás se atrevió a insinuarse y ahora, de buenas a primeras, le suelta un morreo y encima ella le corresponde sin un mínimo dilema) y finalmente acaba en todo lo alto justificando el bajón anterior.
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