Oscar se había puesto de mal humor. Cuando estaba finalizando la última
visita del día, le habían llamado para que acudiera a otro cliente por una
urgencia: el servidor había dejado de funcionar, y todos los usuarios estaban
parados. Otro día no le hubiera molestado tanto, pero precisamente ese jueves
había quedado con su equipo para una competición de Call of Duty: llevaban más
de dos meses entrenando par hacer un buen papel y, por fin, había llegado el
día “D”.
Pero esa avería urgente le podía complicar el día. Por lo poco que le
habían explicado, la avería no parecía de rápida solución, y el cliente
prestaba servicio veinticuatro horas diarias, por lo que la reparación no se
podía dejar pendiente para el día siguiente. El contrato de este cliente con la
empresa para la que trabajaba Oscar les obligaba a un servicio inmediato.
Los nervios se estaban apoderando de Oscar: tenía prisa por acudir a
resolver la avería que le habían comunicado, pero antes tenía que conseguir que
le firmasen el albarán de asistencia de esta otra empresa. ¡Y no encontraban a
la persona que tenía que hacerlo! Eran las siete de la tarde, el tiempo volaba,
y Oscar empezaba a plantearse llamar a su equipo para decirles que no sabía a
qué hora podría llegar. Finalmente encontraron al sr. Sánchez, quien tenía que
firmar el albarán: estaba tomando una cerveza con los comerciales de la
empresa, y le había molestado enormemente que lo fueran a buscar para una
nimiedad como la firma de ese justificante.
Después de media hora circulando por el caótico centro de la ciudad,
llegó a Clinipro, empresa distribuidora de productos clínicos, con clientes
repartidos por todo el mundo. Tras registrarse en el libro de visitas, le
acompañaron a la sala de servidores. En cinco minutos comprobó el alcance de la
tragedia: había más de veinte virus diferentes, entre gusanos, troyanos,
spyware, etc. Y uno de ellos había llegado a crear una partición en el disco,
ocupando todo el espacio disponible y, por tanto, impidiendo el funcionamiento
del Sistema Operativo. Sería necesario formatear el disco y recuperar una copia
de seguridad que no estuviera infectada por el mismo virus. Si tenía suerte y
disponían de fibra óptica, la recuperación podía tardar solo un par de horas y,
si la copia no estaba infectada, quedaría solucionado el problema.
El formateo del disco duro le llevaría aproximadamente cuarenta y cinco
minutos. Antes de iniciarlo, pidió los datos de acceso al servidor remoto donde
se realizaba la copia de seguridad (y rezó para que ésta estuviera en buenas
condiciones). Le indicaron que esos datos solamente los tenía la Directora
General, la señora Ribera.
Mientras la esperaba, aprovechó para enviar un whatsapp al equipo y
explicar que estaba en casa de un cliente por una emergencia, y que no sabía a
qué hora podría llegar, pero que no sería antes de las diez. De inmediato
empezó a recibir respuesta de los diferentes integrantes del equipo, enfadados
por el retraso: todos ellos estaban preparados, cada uno en su casa, deseando
iniciar la competición. No llegó a leerlos todos, puesto que en ese momento
apareció la Directora General y se vio obligado a apagar la aplicación.
Al girarse y quedar frente a la señora Ribera, Oscar se quedó de
piedra: creyó estar ante un ángel. La señora Ribera, Mónica Ribera, como se
presentó ella, era la mujer más hermosa que hubiera visto nunca. Más hermosa
que el mejor de sus sueños: unos centímetros más alta que él, con un cabello
moreno cortado a media melena, unos ojos negros inmensos, una nariz respingona
y unos carnosos labios que cubrían una dentadura perfecta más blanca que la de
cualquier anuncio de dentífrico. El brillo de sus ojos y la simpatía que
transmitían sus facciones, junto a una voz dulce, embrujaron a Oscar. La señora
Ribera le cedió a Oscar los datos necesarios para la conexión, y le pidió una
estimación de tiempo para restablecer el servicio de su empresa. Al no disponer
de fibra óptica, la restauración duraría, como mínimo cuatro horas. Si no había
ningún inconveniente, y la copia de seguridad era anterior a la actuación del
virus, en ese tiempo Clinipro podría volver a trabajar con normalidad.
- ¿Podremos saber cómo ha entrado el virus en el servidor? - preguntó
la Directora General.
- Podemos intentarlo. - Contestó Óscar, saliendo del trance que le
había producido la visión de aquella Venus.
- Avíseme en cuanto sepa algo. - Pidió la señora Ribera girándose para
abandonar la sala de servidores.
La mirada de Oscar recorrió la espalda de la directora general,
descendiendo por los hombros, la espalda, la cintura estrecha, remarcada por un
cinturón dorado, las caderas no demasiado amplias, los prominentes glúteos, y
unas piernas morenas y estilizadas, trabajadas en gimnasio. Y vio cerrarse la
puerta ante sus ojos.
Oscar resopló asombrado: acababa de tener ante sí a la mujer de sus
sueños. Tardó un par de minutos en reaccionar y volver a poner las manos a la
obra. La visión de la señora Ribera le mantuvo absorto, sin recordar la
competición de Call of Duty, ni los airados mensajes de sus compañeros de
equipo.
Se dedicó a localizar los archivos infectados por virus, hasta
comprobar que todos estaban en las carpetas de un único usuario; carpetas en
las que, además de multitud de imágenes, había varias decenas de videos; tanto
las unas como los otros, pornográficos. Óscar sabía que si informaba a la
empresa de la existencia de esos archivos, el usuario en cuestión sería
expedientado y despedido. Le asaltó un sentimiento de culpa: él provocaría el
despido de una persona que, muy posiblemente tuviera responsabilidades
familiares. Pero, tras unos minutos reflexionando, se convenció de que el único
culpable, en cualquier caso, sería el propio usuario que había utilizado el PC
de la empresa para temas tan personales. Más tranquilo, preparó una relación de
los virus localizados, así como de los archivos “conflictivos”.
Cuando estaba finalizando de dar formato a esta relación, se abrió la
puerta de la sala de servidores, apareciendo de nuevo la Directora General.
- Como no se puede trabajar con los pcs, he pedido a todo el personal
que se vaya a descansar. Cuando volvamos a estar operativos tendrán que
recuperar este tiempo. ¿Cuánto falta? - Espetó la señora Ribera, con una mirada
inquisitiva.
- Bueno, la verdad es que no he avanzado mucho... Antes de empezar a formatear
el disco, he estado comprobando cómo han entrado los virus … y … bueno, si
hubiera formateado directamente – Óscar echó una rápida mirada al reloj de su
smartphone – ya estaría a punto de empezar a restaurar … pero … bueno, que como
usted quería saber cómo … eh … yo …
- ¿Eso significa que ya sabes cómo han entrado los virus? - Le
interrumpió la Directora General.
- Pues, sí … estaba preparando un documento en que lo explico con
detalle...
- A ver ese documento. - le contestó sentándose en la silla que tenía a
su lado.
Óscar le mostró el documento al tiempo que le explicaba los diferentes
tipos de virus que había detectado, sus nombres, y cómo afectaba cada uno de
ellos. La señora Ribera le interrumpió:
- Espera un momento. ¿No hace mucho calor aquí? - y abrió la puerta de
la sala, volviendo a sentarse en la silla contigua a la de Óscar – Bien, a ver
si así entra un poco de aire fresco.
- Esta sala debería tener aire acondicionado para mantener la
temperatura del servidor. Si no, se puede averiar. - Indicó Óscar sintiéndose
un buen profesional.
- Bien, tomo nota. Es decir, que la infección ha venido por los
ficheros que ha descargado el sr. Ibáñez. ¿Es así? - preguntó la señora Ribera
sin apartar la vista de la relación de virus.
- Si, exacto. Bueno, y seguramente también por las webs que ha
visitado.
- ¿Qué webs ha visitado? - preguntó, ahora sí, mirando a Óscar.
- Bueno … webs de pornografía. - contestó Óscar intentando disimular el
rubor que le asaltaba.
- ¿Pornografía? ¿El señor Ibáñez? - la Directora General parecía
alucinada – ¡Imposible! Si el señor Ibáñez es una persona muy seria, y … y … y
… No, no puede ser.
- Entonces será otra persona que habrá accedido con su usuario y su
password. - Acertó a apuntar el técnico contento de encontrar una respuesta que
podía salvar la reputación del señor Ibáñez.
- ¿Quién puede conocer su usuario y su password?
- Eh... mmm... tal vez deja el pc encendido cuando no está...
- Seguro que no. No hay nadie más metódico que el sr. Ibáñez. Lo apaga
incluso cuando va al lavabo.
- Pues no sé, pero éste es su histórico de navegación, como puede ver
usted misma... - indicó Óscar moviendo el puntero del ratón por encima de la
lista de sitios visitados.
- ¿Podemos ver esas webs?
- Si, claro. - contestó el chico a la vez que hacía click sobre el
primer enlace.
Se trataba de una web en que se podía visualizar tanto fotografías como
vídeos pornográficos, y acceder a chats en directo. Las imágenes que aparecían
en la página de inicio eran de un carácter altamente pornográfico.
- Otra, por favor – pidió la señora Ribera.
La siguiente era una web de contactos, en la que, por supuesto, también
aparecían acceso a galerías de imágenes, de vídeos, de relatos y a chats. Las
imágenes que aparecían en la landing page correspondían a personas o parejas
que solicitaban u ofrecían contacto.
Visitaron varias de las páginas que encontraron en el histórico del
navegador. Todas ellas mostraban imágenes totalmente explícitas de sexo. Óscar
intentó reprimir la erección que le había producido la visión de la primera de
las páginas visitadas, però sin éxito; por lo que intentó disimular el bulto
que se apreciaba en su pantalón cruzando las piernas. Entre la excitación y el
calor que hacía en la sala, algunas gotas de sudor empezaron a descender pos
sus sienes.
La Directora General no apartaba la vista de las imágenes que aparecían
en la pantalla. Parecía hipnotizada, por lo que el técnico aprovechaba para,
con el máximo de disimulo que podía, lanzar miradas a su escote.
Tras visitar más de una docena de estas páginas, y dedicarle cada vez
más tiempo a cada una de ellas, la señora Ribera pidió ver las fotografías y
los vídeos que se hallaban en las carpetas del señor Ibáñez. Óscar, nervioso
por la excitación, seleccionó todas las imágenes de una de las carpetas con una
opción para que se fueran visualizando automáticamente. Las primeras
fotografías eran de chicas jóvenes, totalmente desnudas, y en posiciones
provocativas. El pobre Oscar estaba sufriendo lo indecible: tenía unas ganas
locas de tocarse el miembro, que parecía a punto de reventar. En cambio, la
señora Ribera, totalmente absorta en la pantalla, parecía no inmutarse. Hasta
que en las imágenes apareció el propio señor Ibánez totalmente desnudo y
mostrando un pene enorme y erecto. La Directora General se puso de pié, se
volvió a sentar, se atusó el cabello con las manos, exclamó varias veces “Dios
mío” y miró, incrédula, a Óscar, como pidiéndole confirmación de lo que tenían
ante los ojos.
La secuencia de fotografías dió paso a escenas en que el señor Ibáñez
practicaba sexo con diferentes chicas. El sudor de Óscar ya era tan evidente
como su erección; y la señora Ribera empezó a abanicarse con el documento que
había preparado el técnico para infomar de la situación.
- ¿Y los vídeos? - la voz de la Directora General se había
transformado: ya no era aquella voz dulce, ahora era ronca, muy ronca...
Óscar cerró la ventana en que visualizaban las fotografías, e hizo play
en el primero de los vídeos. Si las fotos les habían impactado, los videos les
hicieron alucinar. El señor Ibáñez haciendo un trío con dos chicas; el señor
Ibánez haciendo un trío con una chica y un chico; el señor Ibánez con un grupo
de cuatro mujeres y otros tres hombres; …
Óscar no hacía más que removerse en la silla, temiendo eyacular de un
momento a otro. La Directora General le miró y dijo: “No aguanto más.” Y puso
la mano sobre el bulto de los pantalones del técnico. Éste, incrédulo, no supo
reaccionar y, dudando sobre lo que debía hacer, fue incapaz de pronunciar una
sola palabra. La mano experta de la señora Ribera abrió la bragueta y sacó de
su cárcel al torturado miembro. Pero, tan pronto como la suave mano asió el trozo
de carne, éste empezó a expulsar el blanco líquido, entre los “Mmm” de su
propietario.
- Lo... lo siento... - consiguió pronunciar Óscar, tras las primeras
descargas de su herramienta.
- No te preocupes, yo también estoy muy excitada. - contestó la
Directora General – Ponte de pié y bájate los pantalones.
Óscar era un chico extremadamente delgado, por lo que su pene, de un
tamaño más que normal, parecía mayor de lo que realmente era. No obstante,
cualquier órgano, después de ver el del señor Ibánez, resultaba pequeño. De
pié, sin pantalones ni calzoncillos, empezó a sacarse la camiseta. Por su
parte, la señora Ribera se deshizo de la camisa y del sujetador, y se arrodilló
frente al chico para limpiar el esperma con su boca.
- No tardarás en estar a punto de nuevo, ¿no? - Le dijo mientras
acariciaba los testículos con una mano y el falo con la otra.
El técnico fue incapaz de contestar. Pero su miembro respondió a las
caricias propiciadas por las manos y la boca de aquella mujer. En un momento
volvió a estar erecto.
- ¿Tienes preservativo? - preguntó ella sin dejar de recorrer la polla
con sus manos.
- … si... - contestó él intentado sacar el condón que tenía en el
maletín, y rezando por que no estuviera caducado. Óscar era virgen y llevaba el
preservativo en el maletín desde hacía más de un año. “Por si acaso”, había
pensado, al ponerlo entre los CDs i DVDs.
No tuvo tiempo de mirar la fecha de caducidad; la señora Ribera se lo
quitó de las manos, abrió el envoltorio y se lo puso en un momento.
- Siéntate – le ordenó mientras se desprendía de la falda y de las
bragas – Supongo que aguantarás un polvo , ¿no?
Pero no le dio tiempo a contestar; asió la verga del chico y,
sentándose sobre sus muslos, la introdujo en su inundada vulva. Si Óscar se
había maravillado con la mamada, ahora se sentía en el paraíso: sus manos
pasaban de los firmes pechos a las sedosas nalgas de la directora. Y ésta
cabalgaba sobre él como una desesperada; sus jadeos iban en aumento, al tiempo
que sus manos acariciaban la espalda y la nuca; su boca besaba y mordía el
cuello del chico, que sentía cómo los efluvios de ella mojaban sus muslos. Tras
varios minutos, cambiaron de posición: la directora ofreció el culo a Óscar y,
como éste no sabía cómo actuar, le dio las instrucciones necesarias:
- Dame una mano. – y la guió hasta el coño – Tócame el clítoris. Dame
la otra. - tócame las tetas, joder!
- ….
- Y fóllame por detrás, ostia! - gritó la directora, fuera de sí, al
notar que el técnico se limitaba a utilizar las manos como ella le había
indicado.
- No, por el culo no! - gritó de nuevo. Y con su mano introdujo la
polla en la vagina – Ahora fóllame! Fóllame bien! Así, sí, así …
Óscar había leído mucho sobre el clítoris (relatos pornográficos), pero
no había tocado ninguno, por lo que creyó que no lo encontraría. Sin embargo,
lo distinguió de inmediato: era muy grande y estaba tan duro como su pene. Se
concentró en jugar con él mientras movía las caderas introduciendo la polla en
aquel coño. Entre tanto, la otra mano estrujaba el pezón de una de las tetas de
la Directora General, que gemía mientras movía el culo intentando que el pene
entrara más. La visión de aquél monumental trasero moviéndose y el deseo de
introducir la verga hasta el fondo hicieron que Óscar desplazara las manos a
las caderas de ella y empezara a dar cada vez más fuertes golpes de pelvis. Los
gemidos se convertían en jadeos mientras
las manos de la señora Ribera se cogían al canto de la mesa para resistir los
envites.
- Para! - ordenó la Directora General, tumbándose de espaldas encima de
la mesa y abriendo las piernas mucho más de lo que Óscar nunca imaginó que
fuera posible. No necesitó más ordenes para volver a introducirse en aquél
cuerpo majestuoso.
Las piernas de aquella encendida mujer se posaron sobre los hombros del
muchacho, que sintió cómo su picha entraba totalmente en aquella cueva inundada
de jugos. Mientras él usaba las manos para asirse a las caderas de la señora
Ribera, ella apretaba con las suyas las nalgas del chaval, intentado de ésta
manera sentir más adentro aquél trozo de carne. Los jadeos volvieron a las
gargantas de ambos amantes, mientras la Directora General empezó a masajearse
el clítoris con una mano y a sobarse las tetas con la otra. La expresión de
lujuria en la cara de aquella mujer excitaba sobremanera a Óscar, que sentía la
polla cada vez más dura.
El masaje manual sobre el clítoris, y la polla moviéndose en su
interior, provocaron un tremendo orgasmo en Mónica, que gritó desesperadamente
al tiempo que cerró las piernas al rededor del cuerpo del chico para no dejar
escapar ni un centímetro de aquél cipote. Las convulsiones y los gritos de la
mujer sorprendieron a Óscar, quien arremetió aún con más fuerza, intentando que
su polla llegara hasta el fondo. Tras el orgasmo, la Directora General abrió
los ojos y contempló la cara del chico, que continuaba follándola con ahínco.
“Ahora te toca a tí”, le dijo mirándolo con cara lasciva. Una de sus manos
empezó a pellizcar un pezón del muchacho, mientras que la otra acariciaba sus
testículos. Óscar estaba a punto de correrse cuando la señora Ribera se
incorporó sin permitir que la polla saliera de su receptáculo, mordiendo el
atormentado pezón, al tiempo que con una mano apretaba una de las nalgas y la
otra acariciaba el ano del chico. La explosión fué acompañada de un grito: se
corrió como nunca hubiera imaginado, perdió los sentidos: no veía ni oía nada,
todo era placer, nada más que placer. El placer más grande que jamás había
sentido.
- Ha estado muy bien. Ahora vístete, acaba de eliminar todos los virus
y los documentos que me has enseñado, y déjame una copia de todos ellos en un
penndrive sobre mi mesa.- dijo la Director General recogiendo la ropa antes de
marcharse.
Sin tiempo a contestarle, Óscar se quedó contemplando la puerta que se
cerraba tras la espalda de aquella mujer que acababa de follar con él. No se lo
podía creer. Una mujer como aquella nunca se hubiera fijado en un esmirriado
como él. Por no hablar de la diferencia de posición social.
Le costó más de 15 minutos reaccionar y empezar a vestirse. Bastante
más tiempo le llevó concentrarse y seguir las instrucciones de la señora
Ribera. Hizo una copia de las fotografías y los vídeos en un penndrive que más
tarde dejó sobre la mesa de la Directora General junto al informe de la visita.
Pero hizo otra copia que guardó para pajearse cuando fuera necesario. Eliminó
los virus, restauró la copia de seguridad y reinició el servidor. Tras
comprobar el correcto funcionamiento de todo el software instalado se fue a
casa, aún alucinado por el polvo que le acababa de echar aquél sueño de mujer.
No volvió a pensar en sus amigos ni en el Call of Duty hasta que se despertó al
día siguiente.
En los meses siguientes, Óscar visitó en varias ocasiones Clinipro para
realizar el mantenimiento de los ordenadores. En ninguna de aquellas visitas
volvió a encontrarse con la Directora General. Y tampoco volvió a ver al sr. Ibáñez.
Hasta que un día, cuando le estaban firmando el albarán de visita, vio, de
lejos, a la Sra. Ribera salir por la puerta de la empresa, riendo, acompañada
por un hombre.
- Está contenta hoy la señora Ribera, ¿no? - preguntó Óscar a María, la
administrativa que firmaba y sellaba el albarán.
- Sí, hace unos meses que está de muy buen humor. No parece la misma –
contestó María entregando al técnico la copia del albarán.
- ¿Y eso? ¿Ha pasado algo? - preguntó de nuevo Óscar intentando
averiguar algo más sobre aquél cambio de humor.
- Dicen que es por que sale con el sr. Ibáñez, pero yo digo que solo
son amigos. Está contenta por que la empresa funciona.
- Claro – pensó el técnico – el hombre que la acompañaba es el Sr.
Ibáñez. Seguro que están enrollados. Y con la herramienta que tiene, la pone
contenta...
Esa noche Óscar volvió a mirar, una vez más los videos del señor
Ibáñez, y volvió a masturbarse recordando el polvazo con la Señora Ribera.
2 comentarios:
Como diría cuarto, no he entrado. Y no sé el motivo, porque la idea me parece buena, pero tal vez no se ha ejecutado de manera brillante.
El relato empieza repitiendo los mismos conceptos varias veces, supongo que queriendo dejar claro que el protagonista es un friki, pero dan la sensación de que a la historia le cuesta arrancar. Tampoco ayuda la falta de sinónimos en palabras repetidas o el uso continuo del nombre de pila para referirse al protagonista. Por último, las descripciones de datos demasiado técnicos del problema que Óscar debe solucionar agravan el problema.
¿Cómo va vestida la directora? No me queda claro cómo el friki puede apreciar que tiene unas piernas morenas y estilizadas, trabajadas en gimnasio. ¿Lleva falda, un pantalón corto? En cualquier caso, no me parece vestimenta típica de alguien de ese cargo.
Termino recalcando la idea inicial. El relato tenía todos los ingredientes para ser un éxito: un supuesto friki que consigue perder la virginidad con una mujer inalcanzable (jefaza de un cliente) tras calentarse viendo las fotos y videos que han provocado el virus que el técnico ha ido a arreglar.
Sin embargo, la mezcla ha fallado. El friki no me ha parecido tan friki, la jefaza no me ha parecido estar en un status tan elevado y... ¿por qué ella insiste tanto en ver las webs, fotos y videos? ¿por qué no se explica cómo pasa de su status de mujer inalcanzable a comerle la polla a un don nadie? Vale, un calentón, pero ¡joder, tendrías que haber aprovechado más el buen material que tenías!
Sinceramente, creo que hay madera para obtener mejores resultados así que ánimo con los siguientes relatos :)
Voy a ser un poco duro porque supongo que lo que buscamos al publicar es justamente eso. Críticas más profundas, más sesudas. Probablemente es algo que no lo vamos a conseguir si publicamos cada uno por su lado, en nuestras propias cuentas quiero decir, fuera del Ejercicio. Además esto es parte del Ejercicio, y de hecho lo pone en la info en la cuenta: "Si no sabes encajar las críticas, el Ejercicio no es para ti."
Comienza bien. Un lenguaje sencillo pero se nos presenta un personaje que a priori se muestra muy tópico. Me ha hecho gracia lo de Call of Duty, tanto que lo puse en la portada.
Hasta el momento que conoce a la oficinista todo está bastante normal para mi gusto, aunque hay un exceso de información absolutamente innecesaria. Hay incosistencias y lagunas a partir del momento en que las imágenes porno van pasando que simplemente terminé por rendirme y leerlo desganado. Ya no me sorprendió que la mujer se abalanzara a por el friki cuando estaba caliente. A partir de allí fue un relato erótico del montón (lo del clítoris fue matador...).
No puedes ser tan exhaustivo dando detalles técnicos como videojuegos, discos duros o virus, y saltarte lo realmente importante en un relato erótico: Las motivaciones de ellos. Ella ve las fotos, se calienta y se lanza a por el chico. Eso es plano plano plano y tan tópico que el relato prácticamente se termina de derrumbar a partir de allí. Estás narrando en tercera persona, TIENES acceso total a lo que tus personajes piensan, sienten, eso es una oportunidad de conectar con los lectores y siento que lo has desaprovechado. El friki como han dicho no se "siente" tan friki (aquí decimos nerd), y mira que tenías material para aprovecharlo. Me imagino (por ejemplo) que aproveche sus reflejos de tanto jugar al COD de alguna manera, o que haga paralelismos entre el videojuego con el sexo (rachas, disparos, niveles, campers, etc... ¡Se puede!).
Como Fantasía está bien, supongo. Pero yo cuando leo algo del Ejercicio espero algo más; algo que no encontramos normalmente leyendo los relatos que se publican día a día, porque estos relatos están sometido al escrutinio de muchos autores y se supone que uno pone toda la carne en el asador, no sé si me explico.
La idea es genial, es morbosa a priori, pero como te dijeron, la ejecución es mejorable. Es un buen relato al que yo le daría un visto bueno si fuera publicado por su autor, imagino que como un divertimento. Pero... esto es el Ejercicio...
Saludos.
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