–Buenas noches,
Señor –saluda educadamente el portero del edificio, veterano de la guerra como
atestigua su pierna derecha amputada.
–Buenas noches
–contesta don Luis Ignacio Pérez de Tello con cierta altivez. En el ascensor
cede el paso a su acompañante, Julie, pseudónimo de Julita Sánchez López,
prostituta de cierto nivel, incluso en estos tiempos oscuros.
Teodoro, el portero, del número 40 de la
calle Loreto y Chicote de la capital les observa mientras entran en el ascensor
y suben al cuarto izquierda, pensando para sus adentros “no hicimos una guerra
contra la degeneración para esto”.
Ya en el piso, Luis le indica a Julie que
vaya a ponerse las ropas que hay en
la bolsa que ha traído. La mujer desaparece en el dormitorio para cambiarse
mientras el hombre se dirige al mueble bar y se sirve una copa de brandy y
enciende un cigarro que saca de una pitillera de plata. Está de celebración
porque acaban de nombrarle Director General de Industria Agrícola, tal vez el
culmen de su carrera en el ministerio porque para ser Subsecretario, Secretario
de Estado e incluso Ministro tendría que tener influencias políticas más altas
que las que la familia de su esposa le proporcionan.
Y es que para un joven de buena y católica
familia como la suya, que le cogiera el inicio de la Guerra Civil haciendo el
servicio militar en Salamanca hizo posible que toda la contienda estuviera en
el bando vencedor. Por eso, al licenciarse con honores de valiente y arrojado
suboficial, pudo acabar sus estudios de peritaje industrial y entrar a trabajar
en el Ministerio de Industria. El noviazgo y la boda con Doña Maria Luisa, de
familia con influencias en el nuevo Régimen, le permitió ir escalando puestos
en el Ministerio. Ha tenido suerte, mucha suerte.
Cuando Julie sale del dormitorio, la imagen
que ve Luis es la de un hombre. La prostituta viste camisa y chaleco, pantalón,
chaqueta y corbata, unos zapatos masculinos completan su atuendo. Oculta su
recogido pelo con un sombrero. Al quitarse el maquillaje que llevaba, la cara
parece incluso varonil. Si saliera a la calle, todos creerían que se trata de
un caballero, pues ni siquiera se notan los firmes pero poco voluminosos
pechos.
Ahora, Luis sí puede celebrar todo lo que
quiere. Tal día como este, hace quince años tuvo conciencia de su auténtica
naturaleza. Fue con un buen amigo, allí justo, en ese piso que él ahora alquila
y que es propiedad de la madre de su amigo muerto en la guerra. Esa es la otra
celebración, la auténtica, la más personal.
En ese piso descubrió su
homosexualidad, descubrió el sexo con otro hombre, pero desgraciadamente fue
por poco tiempo. El servicio militar los separó, el Alzamiento y la guerra los
llevó a bandos enfrentados. Con la muerte de su amigo y la cruda realidad
ideológica del Régimen, tuvo que enterrar su amor por otros hombres. Ni pensar
en buscarse un amante.
Con su mujer cumple todas las semanas,
practican sexo los sábados ya que los
domingos son días para dedicar al Señor y el resto de la semana no porque
trabaja y madruga. Ya tienen tres hijos, más los que vengan, hay que
cumplir con la patria. El piso lo alquiló en parte por la deuda de honor con su
amigo y en parte porque su mujer nunca quiso ni hablar de sodomía, que es como
a él le gusta hacerlo.
Por eso se acerca a la prostituta con una
copa de brandy para ella, como hace quince años su amigo y él. La mujer
travestida la toma y bebe un sorbo. Luis deja su copa encima de la mesa y el
cigarro a medio consumir en un cenicero, Julie hace lo propio con su copa,
conoce los deseos del hombre. No en balde lleva acudiendo a ese piso más de un
año, casi una vez por semana. El celebrante se acerca a la mujer y la besa con
pasión, ella le responde, profesional como es, con un juego de lenguas, pero
como sabe que en esta ocasión su papel es pasivo, deja que él haga y mande lo
que quiera.
Luis, después de los besos, empuja a la
travestida para que se arrodille, mientras él descorre la cremallera de sus
pantalones, suelta la hebilla del cinturón, desabrocha el botón del pantalón y
lo deja caer para, posteriormente, ahuecar su calzoncillo y dejar su falo al
aire. Julie sabe lo que tiene que hacer. Con cierta delicadeza agarra el
miembro un tanto flácido y, con los labios y las manos, empieza un juego de
besos en el glande, masaje en los testículos y leve frotamiento en el miembro.
Cuando nota que el objeto de su atención va cogiendo su forma excitada, pasa a
introducírselo en la boca para afianzar la dureza. Así están un par de minutos.
El hombre, ya con el miembro en su máxima
longitud, hace levantar a la arrodillada, la empuja contra la mesa, consigue
que se dé la vuelta ofreciendo la espalda y el culo. Luis se coloca junto a
ella/él, dirige sus manos al pantalón de ella para repetir lo que antes hizo
con el suyo de forma que, al poco, este cae junto al calzoncillo del falso
varón. Untándose vaselina en el apéndice erecto, Luis coloca el glande en el
ano de Julie, la empuja por los hombros para que se doble hacia delante y la
penetra de un golpe certero. Pese al lubricante y a la costumbre de ser
penetrada por el culo, experimenta un
cierto dolor en su esfínter. Él, que lo sabe, espera un instante mientras el
culo se relaje, y luego inicia su vaivén.
Cualquiera que les observara, creería que
son dos hombres. Incluso el propio Luis ve con muy agradable sensación como el
espejo grande de una pared del salón le devuelve su imagen follando lo que
parece otro hombre. Sus recuerdos vuelan quince años atrás. Su excitación
aumenta con el recuerdo. Los movimientos se aceleran, hasta que explota.
Mientras, en el mismo instante pero en otro
lugar...
-o-
Al día siguiente.
–Pase, Luis.
–Señor ministro ¿me
ha mandado llamar? –Luis entra en el despacho y casi se cuadra ante el
Ministro, no en balde éste es militar.
–En efecto.
Siéntese. Como sabrá –empieza el recién nombrado también Ministro de
Industria–, Su Excelencia el Generalísimo quiere que se acabe el racionamiento
al que nos obligó la guerra. Después de los ímprobos esfuerzos de todos los
españoles, y tras las excelentes cosechas de los últimos años, nos ha pedido a
este Ministerio y al de Agricultura, que tracemos un plan para aprovechar los
excedentes de cereales almacenados en los silos que su excelencia sabiamente
mandó construir. Ese plan debe consistir en la creación de industrias cercanas
a los almacenes de grano y que sean capaces de convertirlos en alimentos. Su
misión es trazar el plan junto con el Servicio Nacional de Cereales del
Ministerio de Agricultura.
–Una idea acertada,
si se me permite la opinión –dice con cierta prudencia, hay que halagar a los
superiores sin ser demasiado recargado.
–Luis, ya sabe que
Su Excelencia siempre quiere el bien para la nación. Se trasladará al
Ministerio de Agricultura para tener una reunión con el Jefe del Servicio
Nacional de Cereales, a fin de coordinar el plan entre los dos ministerios. Me
informará personalmente a mí de los avances del plan para que yo informe a Su
Excelencia. No tengo que decirle que este asunto tiene máxima prioridad. He
concertado una reunión en el Ministerio de Agricultura para dentro de una hora,
el borrador del plan lo tiene en estos documentos. No me falle.
–Pierda cuidado,
señor ministro.
–Así lo espero, nos
va mucho en ello.
Luis sale del despacho del Ministro, se
atusa el engominado pelo, y se dirige a su propio despacho.
–Elisa, comunique
al chofer que necesito el coche oficial, diga a Carlos que deje todo lo que
tenga entre manos, tenemos una reunión en el Ministerio de Agricultura. Luego
prepárese porque usted nos acompañará –ordena con autoridad.
–Sí, Don Luis.
El equipo del Ministerio de Industria lo
componen Luis Ignacio Pérez, director de
industria agraria, acompañado de su secretaria, y del jefe de gabinete y asesor
principal del director, se dirigen al Ministerio de Agricultura. Allí les
esperan, tras idéntica conversación con su Ministro; Don Jaime Lamo y Saenz de
Castro, el jefe del Servicio Nacional de Cereales, con su secretaria y su
asistente. Ambos altos cargos no se conocen puesto que el de Industria fue
nombrado recientemente, mientras que el de agricultura lleva ya un par de años al frente de su departamento.
El equipo de Agricultura espera en la sala
de reuniones del Ministerio y los de Industria es conducido a la sala por un
ujier. En la puerta los dos jefes se saludan.
–Buenos días, sean
bienvenidos al Ministerio de Agricultura, mi nombre es Jaime Lamo –se presenta
el jefe del Servicio Nacional de Cereales con tono de seguridad en si mismo.
–Encantado, Luis
Pérez –dice su homólogo de industria con buen tono ofreciendo la mano a su
interlocutor.
Ambos hombres estrechan la manos, y entonces
algo ocurre entre los dos, una corriente difícil de explicar les recorre a
partir del apretón de manos. Algo que simultáneamente les produce una cierta
quemazón en las tripas y hace que se queden mirando durante un par de segundos.
Luis es alto y bien parecido, mientras que Jaime, menos alto, destaca por su
belleza.
En la cabeza de Luis salta un fogonazo que él
atrapa por un momento, el recuerdo reciente de su amigo, unido a la visión del
hombre que tiene enfrente hace que se vea sodomizándolo en cierto piso. Por su
parte, en Jaime otro relámpago cruza su mente con un recuerdo del pasado y la
realidad de lo que tiene enfrente, el deseo de ser follado por semejante
semental.
Tras el instante del contacto, cada cual
presenta a los miembros de su equipo y se sientan, un grupo ministerial en cada
lado de la mesa. A ambos hombres les cuesta empezar la reunión. Cada uno se pregunta para sí qué es lo que le ha
pasado, cuando uno habla, el otro está pendiente, no solo de sus palabras
referidas al asunto de la reunión sino a leer entre líneas los mensajes que se
pueden mandar, a simplemente escuchar el sonido de su voz, y a mirarle
fijamente aprovechando la excusa de atender a lo que dice.
–Como saben
–empieza el anfitrión–, el propósito de esta reunión es establecer un plan de
fomento de industrias agrícolas en los pueblos de nuestra patria a fin de que
superemos el bache que nuestra gran nación sufrió tras la gloriosa y heroica
cruzada contra las hordas marxistas liderada por nuestro Caudillo. Es voluntad
del propio Generalísimo acabar con el necesario racionamiento que hubo que
imponer tras la victoria, para ello dedicaremos todos nuestros esfuerzos en la
hermosa tarea de satisfacer las necesidades de nuestro pueblo.
Durante la exposición de Jaime, Luis reconoce
que el de Agricultura tiene un buen discurso político, lo que le lleva a pensar
que, con toda probabilidad, intentará utilizar este trabajo para lanzar su
carrera profesional en el Ministerio, lo que le lleva a perorar, a su vez, otra
diatriba política para estar a la altura.
–Estimado don Jaime
–empieza su intervención–, es deseo de nuestros ministros llegar a un plan que,
de una vez por todas, sitúe a nuestra hermosa nación en el camino de la
prosperidad. Nuestro amado Caudillo nos está conduciendo por un período de paz
desconocido en nuestra gran historia, al que únicamente le falta un cierto
grado de desarrollo para ser un ejemplo al mundo entero. Nos proponemos, no
solo alimentar a nuestros conciudadanos, sino poner las bases para ese desarrollo
que hará que el mundo vuelva sus ojos a España.
Al sentarse, vuelve
a cruzar la mirada con Jaime, que le sonríe como diciéndole que ha sido un buen
discurso. Sin embargo a esa sonrisa, correspondida por Luis, se añade un cierto
rubor que el de Industria piensa producto de la emoción política. Pero se
engaña de momento, pues el de Agricultura siente que su cara se calienta porque
algo en el de Industria le ha llegado muy dentro, y no son las palabras,
acostumbrado como está a oír todo tipo de discursos. No, es otra cosa.
–En la carpeta está
el borrador del plan propuesto por nuestro ministerio –dice Jaime indicando a
su ayudante que pase a los de Industria unas carpetas con papeles–. Como pueden
leer la propuesta es...
Luis ha desconectado porque, sorprendentemente
para él, la monótona voz del de Agricultura le ha traído un recuerdo de otro
hombre, en otras circunstancias, en otro tiempo. Y ahora, como entonces, una
fuerte erección le hace incómoda la postura, y tiene que recolocarse la verga
en los calzoncillos, mientras realiza el gesto maquinal y disimulado, su mente
está viendo una escena en la que el que habla le está comiendo el falo para
humedecerlo antes de que suceda lo inevitable.
–Ya veo –contesta
el excitado Luis cuando Jaime calla. Aunque novato en el puesto, lleva tiempo
en la administración y sabe que lo que cuenta son los papeles, por eso aunque
haya perdido las palabras exactas del de Agricultura, teniendo los papeles es
suficiente–. En esta carpeta que les entregamos tienen la propuesta de mi
ministerio y...
Ahora es Jaime quien se pierde en el tono de
mando del representante de Industria. Su verga se dispara, pues un interruptor
en su cabeza le ha recordado otra situación y otro hombre, su casi olvidado
primo. Aquel que le descubrió el placer del sexo y el gozo de ser dominado. Y
en un instante se ve, casi como si fuera real, comiéndole el falo a Luis,
miembro que luego le introducirá para obtener aquel placer ya casi olvidado. La
erección empuja su asta contra el
pantalón, y le obliga a colocar
disimuladamente el miembro para que no duela. Gesto que no pasa desapercibido a
Luis
–Gracias –declara
Jaime cuando Luis acaba–, suspendemos la reunión para estudiar su propuesta, y
nos veremos mañana a la misma hora en su ministerio si le parece bien.
–Por supuesto,
estaremos encantados de recibirles, y estoy convencido de que, entre los dos
ministerios, lograremos el fin que nuestro Caudillo nos ha encomendado
–proclama Luis.
–Así sea ¡Arriba
España! –añade Jaime poniéndose en pié y haciendo el saludo falangista.
–¡Arriba! –corean
todos los presentes. La reunión concluye y el equipo del Ministerio de
Industria vuelve a sus oficinas.
-o-
El día anterior
... en el mismo
instante, en otro lugar.
El burdel de la viuda cincuentona Doña Rosa,
sito en una calle lateral de la plaza de Lavapiés, tiene como cliente, desde
hace varios años, a don Jaime Lamo, a la sazón jefe del Servicio Nacional de
Cereales del Ministerio de Agricultura. Y no es que Jaime esté a disgusto con
su legítima, sino que esta no satisface todos sus deseos, pues él quiere
adoptar un papel más sumiso en la relación sexual y su mujer no tiene la
capacidad de hacer el papel dominante, así que recurre al burdel para
satisfacer esa necesidad.
A Doña Rosa este cliente le viene bien, no
solo porque pague bien los servicios, sino porque, ocupando el cargo que ocupa,
siempre llega con algo que ayuda a la dueña y a las chicas a sobrellevar mejor
el tiempo que les toca vivir. Unas veces productos que solo la clase dirigente
puede tener, otras veces recomendaciones para que ciertos comercios las provean
más de lo que el racionamiento permite. A cambio tanto doña Rosa como las
chicas le corresponden lo mejor que saben.
Esta noche con don Jaime está Marie, apodo
de María de los Ángeles Ortíz Ramírez, una preciosa morena venida de un
pueblecito castellano dos años antes en busca de un futuro que encontraría en
casa de Doña Rosa. El hombre ya ha estado con ella antes y le agrada sumamente
pues la chica tiene un natural dominante. Normalmente, deja a las chicas que tomen la iniciativa,
generalmente ésta consiste en que el hombre sea el que las proporcione placer,
siempre sabiendo que él también encontrará placer en hacerlo. Así, la semana
pasada, el juego empezó con don Jaime arrodillado entre las piernas de Marie
comiéndole el coño.
Pero hoy, la metetriz tiene una sorpresa.
Para empezar se ha vestido de hombre, con su camisa, chaleco, corbata y
chaqueta por arriba, un calzoncillo y pantalones, calcetines y zapatos de caballero.
Pero la sorpresa mayor es un arnés con un consolador oculto bajo el calzoncillo
que doña Rosa ha obtenido no se sabe bien cómo. Marie, como el resto de chicas
del burdel que han estado con don Jaime, saben que entre los juegos con él
siempre tienen que penetrarle el ano, usualmente con los dedos, pero en muchas
ocasiones han utilizado otros artículos para ensartarle, porque así le gusta y
se corre mejor.
De todas formas, bajo la apariencia
masculina, la cara de la bella Marie no oculta su feminidad. Sin embargo, lo
que don Jaime ve le hace recordar, gozosamente, la relación más profunda que
tuvo, que fue con un primo suyo cuando era joven, antes de la guerra. Un amor
prohibido que nunca pudo repetir, pues la guerra le separó de su primo, que murió
en el bando republicano mientras a él le cogió el alzamiento haciendo en
servicio militar en Sevilla, quedándose toda la contienda en el bando vencedor.
Y después de la guerra, las circunstancias hicieron que tuviera que olvidar
esos amores homosexuales.
Por eso ver a la mujer así vestida fue como
hacer realidad algo muchas veces soñado. Casi sin pensarlo, don Jaime se acerca
a la prostituta dispuesto a cambiar el guión de todas las noches que ha estado
en el burdel. No cambiará su papel de pasivo, pero hoy no desea follarse a la
meretriz mientras ella le mete un dedo en el culo, sino ser follado por ella,
como si Marie fuera un hombre que le poseyera. Pero eso no es inicialmente
percibido por ella, solo cuando, después de besarla, don Jaime le ha palpado la
entrepierna y ha notado el falo y se ha vuelto de espaldas, restregando el culo
contra el sexo de la puta, aclarándole las intenciones del hombre.Marie
comprende lo que el hombre quiere.
Empujándole a la cama, le desnuda
completamente y le hace ponerse a cuatro patas cerca del borde de la cama,
momento en el que la mujer suelta la hebilla del cinturón, desabrocha el botón
de los pantalones y descorre la cremallera para, posteriormente, dejar caer los
pantalones al suelo. Al igual que luego hace con los calzoncillos, dejando
libre el pene de plástico. Antes de metérsela, Marie le trabaja el ano,
dilatándolo con los dedos untados en vaselina. Cuando juzga que el orificio
está suficientemente abierto, coloca el falso falo a la entrada y lo introduce poco
a poco hasta que casi desaparece, a partir de ese momento, inicia un movimiento
dentro y fuera constante, con suaves pero decididos movimientos.
Está en la gloria, hace años que no disfruta
de la sensación de ser penetrado, aunque sea por una dama con un miembro falso.
Cerrando los ojos casi puede viajar en el tiempo a aquella primavera, en la
habitación de su primo, él como está ahora, a cuatro patas y él ofreciéndole la
entrada trasera. Y en ese momento en el prostíbulo con Marie, alcanza un orgasmo
parecido pero no tan fuerte como entonces. La prostituta se sorprende al ver
que don Jaime se corre echando semen en la sábana sin casi haberle tocado el
miembro.
-o-
Los días
posteriores.
Las reuniones del equipo del Ministerio de
Industria y del de Agricultura se suceden a lo largo de una semana. Cada parte
no quiere ceder protagonismo al otro Ministerio y, si bien el proyecto está
bastante definido, llega a estar estancado. Ambos responsables son conscientes
de que capitalizar el éxito ante su excelencia el Jefe del Estado sería un
trampolín para su carrera. Por eso al final de la semana llegan a un callejón
sin salida.
Conscientes de que un fracaso sería lo peor,
Luis y Jaime, que tras cada reunión se han tenido que desahogar y aliviarse de
los calentones y del proceso de enamoramiento que van sufriendo, deciden una
última reunión entre ambos, en la que desbloquearán el proyecto. Para ello se
citan en un restaurante cercano al piso que Luis tiene alquilado, dispuestos a
no separarse hasta llegar a un acuerdo.
Luis llega el primero al restaurante, el
camarero le recibe y le lleva al reservado. Mientras el de Industria toma una
copa y fuma un cigarro, llega Jaime. Ambos visten su habitual traje de alto
cargo del ministerio aunque se trate de un sábado.
–Buenas tardes,
Jaime –dice Luis levantándose para darle la mano al recién llegado.
–Buenas tardes,
Luis –responde Jaime. Como cada ocasión en que se saludan con un apretón de
manos, una oleada de electricidad les recorre. Ambos toman asiento y Jaime
enciende un cigarro que saca de una pitillera dorada.
Tras llamar al camarero y pedir la comanda,
ambos se centran en su asunto.
–Te agradezco que
hayas venido, Jaime. Creo que estamos enfocando mal el plan.
–¿En qué crees que
nos equivocamos?
–En que cada uno de
nosotros está tratando de quedar por encima del otro para impulsar la carrera
dentro del ministerio –aduce Luis–, y esto es un error. Si no desbloqueamos el
tema, será el fin de nuestras carreras. Un fracaso nos llevaría a estancarnos
en nuestros puestos.
–Ya sé que la
ausencia del plan es lo peor que nos puede pasar –comenta Jaime dando una gran
calada a su tercer cigarro–, pero hasta que no te bajes del carro y dejes que
nuestro ministerio sea el que coordine todo, no podrá cerrarse.
–Por mí, ese tema
puede quedar cerrado. Vosotros coordináis el plan, pero como nosotros aportamos
parte de los fondos, nos debe corresponder algo a cambio ¿qué te parece que sea
que nuestro ministerio el que presente el plan? –sugiere Luis– O mejor,
sugerimos que sea Su Excelencia el que presente el plan, franqueado por los dos
ministros y se forme una comisión interministerial presidida por nosotros.
–Esa idea es
perfecta, me gusta –afirma Jaime.
–Además estoy
convencido de que los ministros así lo querrán porque será bueno para ellos
cara al resto de ministros y, de rebote, para nosotros. La idea es que no
estamos en primer plano pero los que tienen que saber, sepan.
–Hilas muy fino,
Luis.
–La costumbre,
estos años endurecen a uno –dice Luis, que coge su copa del brandy que han
pedido tras los postres y le da un gran trago.
–Y que lo digas,
primero la guerra, luego hacer carrera –dice Jaime después de imitar a su
colega con su copa–. Y los sentimientos hay que dejarlos a un lado.
–Estarán a un lado
pero no han desaparecido –comenta Luis con cierto tono de lamento y la emoción
a punto de notársele.
–¿Qué sugieres?
–responde Jaime interesado. Se produce una pausa en la conversación mientras
ambos encienden el enésimo cigarro, ambos son conscientes de abrir una puerta
querida pero a lo desconocido.
–Que bajo la dura
piel hay cosas que no han cambiado, y tú sabes que tengo razón –añade Luis
mirando a los ojos de Jaime. Este se ruboriza, porque sabe qué quiere decir
Luis.
–Lo sé, pero es
imposible –responde Jaime sosteniendo la mirada, ahora es Luis el que se
ruboriza.
–¿Por qué? Sé que
corren malos tiempos, pero con discreción, todo se puede.
–¿Tú crees? –pregunta
Jaime– Estos sentimientos los dejé en la guerra, y creo que tú también.
–Ya, pero la guerra
pasó hace doce años, estamos en un tiempo nuevo. Déjate llevar, se puede ser
feliz de nuevo.
–Discreción, ¿sabes
lo que pasaría si nos atrapan?
–Claro que lo sé.
Pero si no nos arriesgamos, perderemos la oportunidad de ser felices –Luis mira
fijamente a Jaime, en su mirada se puede leer deseo mezclado con ternura,
anhelo y esperanza. Jaime sostiene la mirada, con miedo y algo más, deseo.
En el reservado Luis decide lanzarse fiel a
su estilo natural de mando, Jaime, también fiel a su estilo sumiso en las
relaciones sucumbe cuando el primero le coge las manos, se levanta y,
acercándose a Jaime, planta un cariñoso beso en la boca.
En aquel momento Jaime siente que se pierde,
la felicidad es un riesgo que asumir en un tiempo oscuro para su amor, y solo
arriesgando podía vivir. Un amor prohibido, pero ¿habría que renunciar a ser
feliz, aunque fuera a ratos?
–Ven, tengo cerca
un piso discreto –dice Luis cuando se separan. Jaime, perdido en sus
sentimientos se levanta y le sigue. Luis dice al camarero que apunte la cuenta
a su ministerio y ambos salen, en silencio, camino al piso donde el de
industria se veía con la prostituta Julie.
Teodoro, el portero, no está presente cuando
ambos hombres llegan al portal y suben al piso. En cuanto Luis abre la puerta y
entran, no llegaba aquella a estar cerrada cuando los labios de ambos hombres
son uno.
Jaime, cuyas dudas y recelos han sido
vencidos por el beso del restaurante, se abandona a los besos y caricias de
Luis, añadiendo las suyas por todo el cuerpo de su compañero. Éste, tras un
tiempo de ósculos apasionados, decide que es hora de disfrutar del cuerpo del
otro hombre y, asiéndole de la mano, se lo lleva al dormitorio.
Allí, donde más de quince años atrás, Luis
había conocido el amor verdadero, conocerá su segundo amor en la persona de
Jaime. Apasionado como está, no bien llegan al dormitorio, le quita la chaqueta
al de Agricultura, y se desprende la suya. Las corbatas no suponen gran
problema salvo porque se las quitan unidos en otro beso pasional.
El torso desnudo de Jaime, cuando Luis le
quita la camisa, invita a éste a perderse en una pequeña selva, que es lo que
hace la lengua al recorrer el camino desde la garganta al ombligo con paradas
intermedias. Fiel a su carácter en las relaciones, Jaime se deja hacer, dejando
el mando al de Industria, que no desaprovecha la circunstancia de recorrer el
torso de su amigo para magrear las nalgas, aun cubiertas.
Cuando Luis se ha saciado de torso
masculino, se separa para indicarle que se quite el pantalón y los zapatos
mientras él se despoja de la camisa. Como esperaba, el cuerpo de Jaime era
totalmente apetecible. El corazón de Luis le dice que había acertado con ese
hombre, fiel reflejo del recuerdo pero, a la vez, misterio del porvenir.
No tarda Luis en quedarse en calzoncillos
como Jaime, para atacar de nuevo la boca de su amante, mientras sus manos
recorren el resto del cuerpo. En ese beso están cuando unos dedos hábiles
asiendo la cinturilla de la ropa interior de Jaime, se la baja, al tiempo que
llevan los de este a su propia prenda. Como si de una coreografía se tratase,
ambos hombres se separan, se agachan para quitarse la última prenda y se
levantan.
El mástil de Luis está alzado en plenitud,
el del otro casi en alto. En silencioso acuerdo, el primero se agacha para
tomar en sus labios el miembro del segundo, y, tras dedicarle un suave trabajo
de lengua y boca, ayudado por manos en los huevos, la erección es plena. En ese
momento, Luis abandona su presa para alzarse y, con una mirada, indicar a Jaime
lo que desea. Que es entendido al instante y obediente se arrodilla delante de
Luis para llevarse el miembro a su boca, en parte para chuparlo y darle placer
al otro, pero, principalmente, para humedecerlo bien para que pueda entrar en
su agujero. Siente cómo va a ser penetrado mientras chupa aquella polla de
cierto tamaño, no muy gruesa pero si algo más larga que la suya.
El trabajo de Jaime casi lleva a Luis al
cielo, antes de alcanzarlo éste le para y le indica que se ponga en la cama a
cuatro patas. Cosa que Jaime hace. Luis se sitúa detrás, usa un par de dedos
ensalivados para abrir un poco el ano. Cuando lo tiene abierto, apoya el glande
y, haciendo un poco de fuerza, va metiendo poco a poco la polla en el culo hasta
casi enterrarla. El suspiro de placer que emite
el sodomizado eleva la excitación de el de industria al máximo, y
empieza a bombear, metiendo y sacando la verga hábilmente humedecida.
Los jadeos de ambos hombres se solapan con
los sonidos de la cama golpeando y el miembro entrando y saliendo. Con las
manos en las caderas de Jaime, Luis controla el ritmo. Ritmo que, de pronto, va
incrementándose hasta que cesa un instante para luego seguir. Se está corriendo
con un gran jadeo, llenando el interior de su amigo y amante con el semen que
sale a borbotones.
Muy pocos instantes después, es Jaime quien
suelta otro gran jadeo al correrse. El trabajo del miembro de Luis, su propia
excitación del momento y el recuerdo de otro hombre hace que, casi sin tocarse
el falo, solo con ser penetrado, de su erecta verga salgan chorros de esperma.
Y una lágrima asoma por sus ojos.
Ambos hombres se derrumban tras los
orgasmos. Luis a la espalda de Jaime, con la verga aun dentro.
Cuando recobra algunas fuerzas, extrae la espada del agujero y rueda para
situarse al lado de su nuevo amante, pleno de placer, olvidados los riesgos,
pero feliz de reencontrarse a si mismo en otro amor verdadero para él. Jaime no
bien se siente desenvainado, se vuelve para encarar a su nuevo amor, ahíto de
él pero con esperanza de continuar.
–Ha estado
fantástico –comienza Luis a hablar completamente emocionado–. Desde antes de la
guerra no estaba con otro hombre. Fue uno de mis mejores amigos. Precisamente
el hijo de la dueña de este piso.
–A mí me pasa lo
mismo –añade Jaime dispuesto a sincerarse–. Mi primer amor fue en aquellos
tiempos felices, y me he acordado todo el tiempo. En mi caso fue un primo.
–¿Y no has querido
buscarte otro amante? –quiere saber Luis.
–¿Estás loco? ¿Pues
no sabes cómo se las gastan los policías de la brigada social? Por no hablar de
nuestro Generalísimo y su cohorte de aduladores –responde Jaime–. Seguro que tú
has seguido el mismo camino que yo: aguantarte las ganas, buscarte una mujer
con influencias y tirar para adelante.
–Efectivamente, así
es –dice Luis–. Yo tampoco he querido buscarme otro hombre. Aquí solo traigo a
putas.
–Pero ahora estamos
los dos –observa Jaime.
–Y no me
arrepiento, es más, quiero verme contigo siempre que podamos –añade Luis–, este
piso es bastante discreto y seguro. Si tenemos cuidado, aquí podemos vernos
cuanto deseemos.
–Ya, pero no
podemos vernos demasiado a menudo –razona Jaime–, cada uno tenemos nuestra
familia, trabajo, amigos. No podemos cambiar de repente. Ni siquiera creo que
sea buena idea hacernos amigos en público, salir con nuestras esposas, que
ellas se hagan amigas y todo eso. Es demasiado riesgo.
–¿Demasiado riesgo?
–Claro, no querrás
que en cualquier momento quiera besarte o tocarte. Hemos de restringir nuestro
amor a los ratos que podamos estar aquí o en otro lado que encontremos.
–En eso te doy la
razón, pero no quiero estar demasiado tiempo separado de ti.
–Ni yo, pero hay
que ser realistas.
–De momento, quiero
follarte otra vez –dice Luis arrojándose otra vez sobre la boca de Jaime.
Ambos hombres acaban follando, esta vez uno
frente al otro, Jaime con las piernas hacia arriba, Luis ensartándole desde
delante.
-
o -
Fiel a su estilo, el plan no fue presentado por Su Excelencia
el Generalísimo, sino aprobado sin grandes aspavientos en Consejo de Ministros. El plan fue llevado a cabo
durante el otoño e invierno de aquel año
de 1951, la primavera del año 1952, y seguiría durante otros años.
Luis y Jaime se veían en el piso del
primero, una vez al mes cuando podían. Ambos hombres no dejaron de rondar las
compañías anteriores, de vez en cuando Luis se veía con Julie, y Jaime visitaba
el burdel de doña Rosa, pero no con la frecuencia de antaño. Sus carreras no
mejoraron pero tampoco empeoraron, se mantuvieron en los puestos que tenían
pero les fueron confiados otros planes importantes.
-
o -
Extracto del discurso de Su Excelencia el
Generalísimo Francisco Franco a las Cortes con motivo de la apertura del
periodo legislativo del 16 de Mayo de 1952:
“... Toda esta
enumeración de realidades positivas, ya logradas, que tan considerablemente han
favorecido el campo de las actividades económicas españolas, pueden resumirse
diciendo que representan el progreso y el triunfo de la tenaz decisión española
en tiempos difíciles, durante los cuales se sumó a ciertas adversidades aquel
cerco que también supimos romper. Durante este período he tenido siempre
presente el sacrificio que representaba para los españoles y he seguido, paso a
paso, los problemas derivados del proceso de la escasez. Hoy, gracias a esa
tenacidad y esfuerzo, podemos contemplar realmente los últimos meses como la
liquidación del pasado y la preparación del futuro. Y como coronamiento de todo
este último período y síntoma decisivo que todos los españoles interpretarán,
seguramente, como el más significativo en este orden de cosas puedo hoy
anunciar que a partir de junio quedará absolutamente suprimida la cartilla de
racionamiento. (Estruendosos aplausos)
Desaparece, por lo tanto, lo que ha sido en
cada hogar el símbolo y recuerdo de nuestras dificultades, cuya superación es
motivo de orgullo para los españoles. Pero no desaparece, claro está, la
vigilancia del Gobierno sobre los problemas vitales del abastecimiento... ”
Publicado en el
diario ABC el 17 de Mayo de 1952
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La felicidad o, al menos, los ratos en que
fueron felices les duraron cuatro años a Luis y Jaime, siempre tenían la
precaución de no llamar la atención, pero un mal día, en que, distraídos, se besaron
en las escaleras del edificio del piso de Luis, fueron vistos por el portero,
que les siguió escalera arriba y, pegando el oído a la puerta, les oyó
disfrutar.
–¿Policía?
–Sí, dígame.
–No ganamos la
guerra contra los rojos y los maricones depravados para esto –dice una voz
quejosa y rabiosa.
–¿Cómo dice?
–pregunta el policía con sorpresa.
– Mi nombre es
Teodoro Sánchez Ramírez, portero del número 40 de la calle Loreto y Chicote,
quiero denunciar que en el piso cuarto izquierda se reúnen dos degenerados
maricones para hacer sus inmundicias –dice el portero con odio.
–Repita, por favor
–dice la voz del policía.
–Que en el cuarto
izquierda del número 40 de la calle Loreto y Chicote hay dos maricones –el
policía no puede dejar de sorprenderse por el tono de ira de la voz del
portero.
–¡Pues claro que
estoy seguro!
–Gracias, una
patrulla va para allá.
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Capítulo I: Categorías
del Estado peligroso
Art. 2º. Podrán ser
declarados en estado peligroso y ser sometidos de la presente Ley:
2º. Los homosexuales, rufianes y
proxenetas.
Capítulo II. Medidas de
seguridad
Art. 4º. Son medidas de
seguridad:
1º. Internado en un
Establecimiento de régimen de trabajo o Colonias agrícolas por tiempo
indeterminado, que no podrá exceder de tres años (Reg., 4, 11 y 13).
2º. Internado en un
Establecimiento de custodia por tiempo indeterminado no inferior a un año y que
no podrá exceder de cinco años (Reg., 4, 11 y 16).
3º. Aislamiento curativo
en Casas de Templanza por tiempo absolutamente indeterminado (Reg., 4, 17).
Capítulo III. Aplicación
de las medidas de seguridad
Art. 6º, 2º. A los
homosexuales, rufianes y proxenetas, a los mendigos profesionales y a los que
viven de la mendicidad ajena, explotan menores de edad, enfermos mentales o
lesionados, se les aplicarán, para que las cumplan todas sucesivamente, las
medidas siguientes:
Internado en un
Establecimiento de trabajo o Colonia agrícola. Los homosexuales a esta medida
de seguridad deberán ser internados en instituciones especiales y, en todo
caso, con absoluta separación de los demás.
Prohibición de residir
en determinado lugar o territorio y obligación de declarar su domicilio.
Sumisión a la vigilancia
de los Delegados.
(Ley de Vagos y
Maleantes de 1933 añadida la reforma del 15 de Julio de 1954)
1 comentario:
:O Homosexuales puestos en el mismo saco que los enfermos mentales... es bastante fuerte. Todos sabemos que fueron tiempos difíciles, pero supongo que hubo que vivirlos para realmente comprenderlo.
En fin, que me ha gustado. Está claro que la categoría impide que lo encuentre morboso, algo que lógicamente valoro en los relatos eróticos, mas creo que si el encuentro hubiera sido entre heterosexuales tampoco me habría entusiasmado en ese aspecto. Y es que es ahí donde creo que flojea el relato. La historia está muy bien llevada (el principio me cansó un poco), pero creo que le falta algo. Los protagonistas se enamoran y son conscientes de los sentimientos del otro sin cortapisas. Entiendo que ha habido un proceso paulatino para que eso pase, pero no se narra prácticamente nada de esa parte. Se podría haber ahondado más en ello. No obstante, insisto, el trasfondo de la historia me ha gustado bastante.
El relato cumple con el tema del Ejercicio perfectamente. De los mejores en ese aspecto.
Técnicamente una maravilla. Y que conste que por el tono añejo que destila pensé que se me haría pesado, pero ciertamente le va como anillo al dedo. Dejando de lado alguna pequeña errata y algunas palabras repetidas de continuo, la narración es exquisita.
Creo que no me dejo nada :)
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