sábado, 12 de diciembre de 2015

El principo del fin


Supernova en el espacio



EL PRINCIPIO DEL FIN.



Hace mucho, mucho tiempo, en una galaxia no muy lejana.


ESPACIO
EXTERIOR.

La tranquilidad que
reinaba en el lugar, se vio
quebrada en forma súbita por
una sorda detonación, una luz
enceguecedora y una polvareda en
creciente aumento. Finalmente irrumpió el fastuoso
 transporte estelar de la nada, a una velocidad de vértigo.



U.S.C.S.S. PARADISE. NAVE EXPLORADORA COMERCIAL.
XXVI VIAJE INTERESTELAR.

Dentro de la misma, el sistema de seguridad ya había disparado la alarma en forma automática, logrando activar los protocolos necesarios para despertar a los seis tripulantes que permanecían desde hacía cuatro meses en estado de hibernación.

El séptimo miembro del grupo había estado en la sala de mandos en forma ininterrumpida durante todo ese lapso de tiempo, realizando el trabajo encomendado.

Dante, el androide de séptima generación que había “nacido” seis años atrás como fruto de los más avanzados descubrimientos en ingeniería genética, tecnología cibernética e inteligencia artificial, estaba recubierto de piel sintética color blanco leche, que le daba un toque extravagante y peculiar. Y a pesar de que no denotaba emociones, se le había dotado de la habilidad para simularlas, tan sólo para parecer “más amigable” con aquellos con quienes interactuaba.

El modelo DBS007 superaba notablemente a su antecesor, que siempre había sido catalogado como “perfecto”. El mayor logro de Dante era que no requería absolutamente ningún tipo de mantenimiento salvo recargar su fuente para permanecerse activo; función de la que era capaz de retroalimentarse en forma automática con cualquier energía estelar.

“Eterno”, “sabelotodo” y hasta “pálido” eran los apodos que sus compañeros de viaje le propinaban en forma jocosa, y le hacían objeto de casi todas las bromas habidas y por haber, muchas de ellas racistas, que podrían haber causado severos problemas de convivencia si el blanco de dichas bromas hubiera sido cualquier otro tripulante. Pero el androide estaba predestinado a soportar cualquiera de ellas; incluso actuaba poniéndose en modo de “molesto” sin más reacciones ni consecuencias, sólo para lograr las risotadas burlonas de todos los demás.

En un ambiente de diversidad de razas, hacerle una burla a alguien por ser de color “blanco”, era realmente insólito, pero eso unía y afianzaba aún más la confianza y complicidad entre el resto de la tripulación. Por tal motivo, Dante lo admitía, y no sólo porque quisiera, sino porque estaba programado para ello: para cargar con todos los conflictos a cuestas, en pro de la buena convivencia entre los demás.

De acuerdo a los resultados, ese sistema funcionaba de maravillas. Había un “conejillo de indias” para mantener al grupo unido; todos eran conscientes de ello, lo aceptaban y los resultados lo avalaban.

Sin embargo, Dante no provocaba a nadie; esa era en forma exclusiva tarea del más novato del plantel, Inkel, que no dejaba de hacer sus bromas inocentes en cada oportunidad que se le presentara. El problema era que no sabía ponerse límites, y la falta de experiencia muchas veces lo llevaba a ser inoportuno y provocar alguna leve rispidez. Pero por lo menos, hasta el momento, se le aceptaba y nunca llegaba a provocar grandes inconvenientes, ya que todos lo apañaban como al niño mimado del grupo.

Cada uno de los tripulantes fue despertando de su letargo; y una vez que iban dejando sus respectivas cápsulas, se aseaban y se presentaban en la entrada de la sala de mandos, el área restringida, para homologarse según el protocolo previsto para conseguir acceso y poder reincorporarse a sus tareas.

La computadora madre “JCN”, llamada familiarmente “GrandMa”, comenzó a reconocer a cada uno de ellos, a medida que iban ingresando sus claves, registros oculares y digitales; finalizando, en forma invariable, con la voz metálica pero dulce que les permitía el ingreso.

Comandante Vlad, especialista en relaciones interraciales; raza azul, 49 años. Vigesimosexto viaje. Principal al mando”.

—¡ACTIVADO!

Inkel, psíquico- telépata, analista de sistemas y genio en funciones informáticas y de telecomunicaciones; raza verde, 22 años. Primer viaje.“

—¡ACTIVADO!

Co-comandante Evelyn, doctora en medicina; bióloga y botánica; raza roja, 28 años. Sexto viaje. Segunda al mando.“

—¡ACTIVADA!

Doctor William, paleontólogo, especialista en biogenética; raza morada, 27 años. Quinto viaje.“

—¡ACTIVADO!

Li, mecánica y experta en todas las ramas de la ingeniería; raza amarilla, 28 años. Sexto viaje.“

—¡ACTIVADA!

Cuando llegó el más remolón del grupo a la sala de mandos, el resto de sus camaradas ya estaban inmersos en sus respectivas tareas desde hacía varios minutos.

Adam, ingeniero; experto en biomecánica y computación; raza negra, 32 años. Tercer viaje.“

—¡ACTIVADO!

—Siempre el último, ¿verdad? —le lanzó Inkel, no queriendo perder, como siempre, la oportunidad de demostrar que siempre estaba atento y dispuesto a gastar su broma diaria.

—¡Grfff! —gruñó apenas como respuesta, sin ánimo alguno de darle importancia ni trascendencia al comentario.

Todos quienes le conocían, sabían muy bien que le costaba despertarse bastante más tiempo que al resto, y debían evitar hablar con él hasta que acabara de despabilarse. El más joven del grupo, por supuesto que también conocía ese dato, pero no podía con su genio y no quería desaprovechar la oportunidad de fastidiar.

El comandante no quiso perder más tiempo y le solicitó a Dante una actualización de los acontecimientos, que se la proporcionó de inmediato.

—Acabamos de salir de un pequeño inconveniente. Fuimos succionados por un agujero negro; el Paradise estuvo al borde de su capacidad de tolerancia, con peligro latente de destrucción por compresión, pero nos ha terminado de escupir hace unos minutos.

—¿Pequeño inconveniente? —preguntó acertadamente Li.

—Es la evaluación que hago luego de corroborar que la nave permanece intacta y todos los ocupantes vivos —respondió con la frialdad que le caracterizaba; y para disimular su estado, regaló una inoportuna sonrisa a los presentes.

—¡Mierda, Dante! En estos momentos extraño al modelo anterior. Esa sonrisa no es pertinente. Suena falsa y completamente inadecuada —opinó Vlad—. En primer lugar, me gustaría saber en dónde estamos. Espero al menos que no nos hayamos apartado demasiado de nuestro rumbo.

—Estaba intentando recabar esa información, cuando Grandma lanzó la alerta y les despertó. Lo único que he podido averiguar es que tenemos una fuente de energía próxima y estamos a un par de horas de distancia a toda velocidad del planeta más cercano.

—Bueno... al menos es una buena noticia... —se alegró Evelyn.

—Inkel, trata de ver si aún mantenemos la comunicación con casa para...

—Lo siento, comandante—interrumpió Dante—, ya he comprobado que hemos perdido el contacto por completo.

—¿Hay algo que todavía no hayas hecho? —preguntó y se dirigió al telépata— Ponte manos a la obra e intenta reestablecerlo. ¡Los demás a sus puestos! Mientras tanto, pongamos la nave rumbo al planeta desconocido; y cuando estemos en curso, no sé ustedes, pero yo tengo el estómago rugiendo desde que me desperté y creo que está necesitando recibir algo sólido.

Nadie objetó la orden. En realidad, después de cuatro meses en hibernación y alimentación intravenosa, otdos estaban deseando comer algo real.

—¿Qué información hay del planeta cercano?

—Hay un mal funcionamiento de varios detectores, pero lo que he podido averiguar, es que parece de tamaño mediano, aunque no logro registrar datos de su atmósfera por el momento. Creo que necesitamos estar más cerca para obtener algo más concreto y fiable, y no basarnos en conjeturas.

—¡Gracias, Dante! Muy buen trabajo, como siempre, aunque no deja de ser extraño. Vamos hacia allí a velocidad máxima... poned el timón en automático nuevamente y vayamos a cargar baterías, que creo que voy a desfallecer en cualquier momento.

**

—Oigan, muchachos... desde que me seleccionaron para integrar esta tripulación, me he estado preguntando por qué nos eligen a uno de cada color para este tipo de viajes. ¿No les parece extraño? —preguntó Inkel, con claro ánimo de romper el silencio y no perder su maldita costumbre de alborotar el avispero, un segundo antes de hincarle el diente a un suculento muslo de ave.

—No, pero tal vez el sabelotodo, te pudiera dar una respuesta adecuada a tu inquietud.

—El motivo es simple —comenzó explicando Dante—: en viajes anteriores, y cuando hay más de un ser perteneciente a la misma raza, en forma inevitable se han detectado problemas de convivencia con el resto. Son mucho más difíciles de controlar ese tipo de alianzas. No quiere decir que no podrían haber bandos entre dos seres de diferentes etnias, pero cuando eso ha ocurrido nunca han sido tan fuertes, ni se han creado problemas tan graves como los anteriores.

—No estaría tan seguro de ese argumento...

—¿No estás de acuerdo, Inkel? ¿Y a ti cuál te parece que sería la razón?

—No sé... tal vez sea un caso de mercadotecnia. Imagínense... vender los juguetitos de cada uno de nosotros, todos diferentes y tener aceptación en un 100 por ciento de los consumidores. Sería el negocio redondo.

—¡Ja, ja, ja, ja! —rieron todos al unísono por la ocurrencia.

—Tengo una pregunta más —insistió el novato antes de que se acallaran las carcajadas—: ¿Habrá oxígeno y agua en el planeta al que vamos?

—No lo sabemos aún con certeza... ¿por qué la pregunta?

—Bueno, todos sabemos que el comandante es alérgico al agua... —y se dirigió concretamente a Vlad— ¡Oiga! Yo que usted, trataría de comer antes de medianoche, no sea cosa que se transforme en algún bicho extraño.

La broma no tuvo la reacción esperada. Algunos no la entendieron; y los que sí, prefirieron no festejarlo ya que era cierto que el preciado elemento era dañino para el comandante.

—Dejémonos de tonterías, pongámonos serios y planifiquemos los siguientes pasos a seguir, antes de que nos levantemos de la mesa— propuso Vlad con buen tino.

—GrandMa tiene ya las coordenadas específicas y está trabajando en ello —puso al corriente Dante—. Nos actualizará la información necesaria en cualquier momento, y seguramente antes de llegar.

—Muy bien. Luego de averiguar si hay atmósfera respirable, deberíamos enviar a un grupo para realizar una recorrida primaria. Para ello emplearemos el teletransportador, ya que no necesitaremos llevar maquinaria en esta incursión. Adam, me gustaría que fueras a evaluar la situación antes de mandar las mini naves.

—¡No hay problema, comandante! ¿Quién irá conmigo?

—¿Puedo ir yo? —ofreció Li, que estaba siempre dispuesta a la aventura.

—No, prefiero que tú comandes la segunda expedición. Evelyn, me gustaría que fueras tú en primer lugar para evaluar en forma certera antes de una siguiente incursión.

—¡Ok! —aprobó en forma apresurada, intentando no demostrar su excitación.

La doctora tenía un aprecio especial por el ingeniero. Además de excitarla sexualmente con apenas verlo, no perdía momento alguno de tenerlo lo más cerca posible; ni qué decir de tener la oportunidad de estar a solas con él.

A pesar del malhumor casi constante de Adam, todos entendían el motivo. Su pareja había fallecido antes de este viaje, y sólo había aceptado subirse a la nave para distraerse de su pérdida irreparable.
Evelyn era paciente. No dejaba de elogiarlo, alentarlo y hasta tener cualquier tipo de contacto físico con él; ya fuera con un roce de manos casi inadvertido, o un leve toque con su rodilla como al descuido que pasaba totalmente desapercibido para el resto del grupo, cada vez que se sentaban a la mesa, ya que ella no perdía la oportunidad de ubicarse siempre a su lado.

Adam tampoco parecía enterarse de nada en absoluto, y a ella eso le excitaba en grado sumo. Sabía que en cualquier momento le declararía su amor, que iba en aumento a medida que transcurría el viaje. Sólo debía esperar el momento adecuado, y aprovecharlo lo máximo posible.

—¿Eve... te has quedado pensando en algo? —preguntó el telépata con su dichoso y claro ánimo de fastidiar.

—¿Me estás hablando a mí? —se señaló a sí misma con el índice.

—¿Claro! ¿Quién más se llama así? —justificó, aunque confundido.

—Pues que yo sepa, nadie. No me llames “Eve”. ¡Mi nombre es Lyn, EVELYN! —explotó.

—Bueno, no te molestes... tampoco es para tanto. A William le llamamos Will, y no se enoja.

—Pues si él no le importa, síguele llamando Will. A mí sí me importa, por lo que te pido por favor que me llames por mi nombre.

—Bueno, no pensé que te fueras a fastidiar de esa manera...

—Eso es justamente lo que sucede... que no piensas. Comienza a hacerlo y hazte cargo de lo que dices y haces. Te pasas tocando los cojones a todos y cada uno de nosotros en forma impune. Ya es hora de que alguien te ponga en tu lugar.

—Bueno... tampoco es para tanto... —intervino el comandante con buen tino.

En realidad sorprendió a todos la reacción de la doctora, ya que no era habitual en ella hacerlo de ese modo. No era la primera vez que la llamaban con su nombre abreviado, pero jamás había tenido ese exabrupto tan efusivo.
Lo que nadie sabía, era que ella temía que el novato, con sus poderes psíquicos, pudiera sospechar lo que en realidad estaba pensando en esos precisos momentos y terminara delatándose; por lo que no se le ocurrió mejor manera de cambiar el giro de la conversación en forma drástica, simulando un enfado.

—¡Las cosas que uno tiene que soportar...! —comentó Inkel para intentar ponerse al resto a su favor.

—Pues, haz lo que todos... ponte a Dante como blanco de todas tus bromas, que lo único que conseguirás será su rostro fingiendo enfado y no te contestará. Pero no vuelvas a meterte conmigo si te molestan mis reacciones.

A los demás les quedó clara la postura de la doctora. El telépata sabía que debía dejar el tema de momento para poder arremeter nuevamente en alguna otra oportunidad que se le presentara. Era consciente de que su forma de ser era esa. No lo hacía con el fin de molestar, sino de ponerle una cuota de sal y pimienta a su relación con el grupo, pero a veces reconocía que se pasaba de la raya.

—¡Perdóname! Te pido mil disculpas... No pensé que te fuera a...

—Mira, tengo una oferta que no puedes rechazar... —planteó la doctora; y cuando tuvo al muchacho expectante, se la hizo en forma tajante — ¿POR QUÉ NO TE CALLAS DE UNA PUTA VEZ?

—Está bien... Está bien... ¡¡¡Pero no te enojes!!! —se disculpó, aunque no pudo evitar dejar de ser el centro de atención por algunos minutos más. —¡Oigan! ¿Es verdad que en el viaje anterior han realizado apuestas entre ustedes? Pues si es así, me gustaría apostar a que hay atmósfera respirable en el planeta al que vamos.

—¡No, no...! —interrumpió el comandante— Las apuestas se han hecho en el anterior, pero en este no está permitido.

—¿Y por qué no?

—Pues supongo que será porque no terminó muy bien la experiencia... todo había comenzado como un juego, pero se complicó porque de entretenimiento quedó poco y se transformó en una obsesión para algunos. Se acabó por hacer apuestas por cualquier cosa, y te diré que algunas de ellas realmente eran bastante tontas y descabelladas. Por lo tanto, y para evitar los malos rollos que se vivieron en aquella oportunidad, decidimos no volver a caer en ese error y prohibir realizar apuestas entre los tripulantes desde entonces.

—¡Ah, bueno! Pido disculpas, nuevamente. Desconocía lo ocurrido. ¿Y de qué va este viaje, entonces?

—¿De qué va? Al igual que en mis 25 viajes anteriores al que he tenido la suerte de embarcarme, siempre el objetivo es la misión; cumplir con los órdenes y reglamentos que nos han impuesto. Y éste, mientras yo sea el comandante, no será precisamente la excepción.

Inkel notó que sus intervenciones comenzaban a molestar más de la cuenta, por lo que decidió permanecer callado el resto de la cena.

Promediando la misma, GrandMa rompió el silencio poniendo al corriente de la situación a todo el personal.

El sol que bañaba con sus rayos al planeta al que se aproximaban era amarillo y éste tenía una atmósfera similar al que estaban acostumbrados; por lo tanto tenía oxígeno y agua en cantidad. Esta última información no le causó demasiada gracia al comandante.

Ahora bastaba confirmar que el oxígeno fuera respirable y que el aire no estuviera contaminado como el último terreno que habían visitado.

—Dante, ve a preparar las mini Paradise 1 y 2 para tenerlas prontas apenas estemos cerca del planeta. Formaremos dos grupos más y en forma simultánea, para intentar finalizar con el trabajo y dedicarnos de lleno a solucionar el tema de nuestro retorno a casa lo antes posible. En el 1 viajará William con Li; y en el 2, Inkel tendrá el honor de acompañarme.

Mientras la tripulación permanecía alrededor de la mesa, Dante desapareció para cumplir con la orden y tener todo el equipamiento necesario pronto para cuando acabara la cena.

—¡Oye! —le susurró en secreto la doctora al ingeniero, con el fin de iniciar algún tipo de conversación— Me encanta que seamos los primeros en bajar al planeta...

—¡Sí! —contestó en modo cortante, no demasiado entusiasmado.

—Podrías demostrar un poco más de interés y disfrutarlo, ¿verdad? No te tomes todo como si fuera un trabajo...

—Muchas gracias por el consejo. Lo tendré en cuenta.

Ante el notorio primer intento fallido, la doctora prefirió no insistir. Ya se le presentaría una nueva oportunidad, por lo menos cuando estuvieran a solas en la incursión al lugar.

**

La nave nodriza llegó a una distancia prudencial de la órbita del planeta desconocido, y Adam junto a la doctora finalizaron con sus preparativos para ser teletransportados.
Ambos ya estaban enfundados en sus trajes especiales y ella cargaba además sobre su casco, el sistema para comunicarse con la sala de control: cámara y micrófono para transmitir, y audio para escuchar, siguiendo el protocolo acostumbrado.

—¡Cuídense! —aconsejaron en forma unánime.

—¡Volveremos! —fue la respuesta hosca de Adam.

Una vez que se cerró la puerta de la cabina, un escáner de luz roja los recorrió de arriba abajo en señal de reconocimiento mientras se iba difuminando, en forma gradual, la imagen de ambos. A continuación, comenzó el proceso de envío. El mismo haz de luz haciendo el proceso inverso, para hacer desaparecer a los dos pasajeros, hasta terminar con el envío.

Doctora Evelyn, teletransportación finalizada con éxito. Adam, teletransportación finalizada con éxito —informó la voz metálica por los parlantes.

En algún punto del planeta apareció de la nada el mismo haz escarlata de arriba hacia abajo, mientras se iba recibiendo la imagen de dos individuos; hasta que se hizo el proceso inverso, terminando el viaje.

Tras unos minutos de recobrarse de las maravillas de lo que estaba observando, Evelyn relató la primera imagen que transmitía su cámara; mientras al mismo tiempo, cotejaba los datos que percibía su visor automático.

—Estamos detectando una temperatura promedio de 26 grados centígrados. Es muy agradable. La atmósfera es efectivamente respirable y presenta cero por ciento de contaminación. Voy a proceder a quitarme el visor del casco para comprobarlo.

Lo hizo con suma precaución. Aspiró aire primero con timidez y luego respiró hondo; sonrió y prosiguió con la transmisión:

—¡Es lo más puro que mis pulmones han recibido en mucho tiempo!

Adam también se quitó el casco y siguió el proceder de su compañera.

Ninguno de los dos salía de su asombro por la vista que percibían del lugar.

Un gran caudal de agua cristalina corría a su derecha; mientras centenas de peces de colores, algunos reconocibles y otros sumamente extraños, saltaban de alegría por sobre el nivel del mar, para volver a caer sumergiéndose y dejándose llevar por la corriente.

Mirando al cielo se podía ver una buena cantidad de aves de distintos tamaños y colores que bailoteaban al compás del sonido de la corriente de agua.

Pequeños animales de especies irreconocibles, aparentemente inofensivos, se divisaban a una distancia prudencial, y les miraban con recelo; tal vez preguntándose qué estaban haciendo estos usurpadores de su hogar.

Mientras a unos metros de la orilla, decenas de árboles de distintos tipos resplandecían con sus hojas de color verde intenso, y muchos de ellos adornadas con frutos de distintos tamaños y variedades.

Evelyn seguía informando a su superior.

—Esto es algo increíble. Aquel árbol parece una palmera... el que está detrás, tiene cientos de frutos que se asemejan a las naranjas. ¿Aquello no parecen fresas?

—Mira para allí... —interrumpió Adam señalando a su izquierda.

La doctora enfocó su cámara a lo que le pareció un árbol de plátanos.

—Me resultan conocidos varios de estos frutos; pero hay otros, como aquel de más allá con su color azul, que no tengo idea qué puede ser...

Se acercaron y Evelyn arrancó uno, que apenas pudo sostenerse en su palma; lo apretó y notó que tenía la textura mullida necesaria para suponer que estaba maduro. Lo partió al medio para comprobar que tenía pulpa jugosa, lo olió para corroborar que era agradable, y le pasó la lengua. Le dio un leve mordisco, lo saboreó y tragó.

—Es dulce y sabroso; no se parece a nada que haya probado antes... ¿quieres? —le ofreció a Adam, el cual rechazó con un gesto.


**

Las imágenes que recibía la nave, no necesitaban en realidad de audio para ser elocuentes.

—¡Esto es increíble! Parece un jardín. —comentó el comandante mientras apreciaba las imágenes transmitidas por la doctora —¿Dante, has podido localizar algún tipo de vida en este planeta?

—¡Sí! Si por vida se refiere a animales y plantas, definitivamente sí. Pero si se refiere a humanoides, o más precisamente vida inteligente... aún no lo detectamos en la proximidad de nuestro radio de reconocimiento. Debo deducir, sin embargo, que como hay cero grado de contaminación en el planeta, una de dos: o no hay ninguna vida inteligente, o si la hay, obviamente son mucho más inteligentes de lo que lo son ustedes.

El comentario del androide incomodó un tanto al comandante, pero no dejó de reconocer que tenía toda la razón. El motivo de estos viajes era precisamente rastrear y encontrar un mundo mejor, para luego trasladarse a gran escala en forma masiva y comenzar con una nueva civilización, porque el planeta propio estaba condenado a la autodestrucción.

—Bueno, esperaremos alguna información más que nos pueda proporcionar Evelyn. Inkel, necesito saber qué tanto nos hemos apartado de nuestra ruta original, y a qué distancia estamos de nuestro planeta. Ya deberíamos haber recobrado el contacto con nuestra base.

—¡Lo siento, comandante! Aún no hemos podido establecer la comunicación desde que la perdimos. Lo peor es que GrandMa no reconoce el terreno en el que estamos.

Nuevamente recorrió un escalofrío por la espalda de Vlad. El problema más grave no era la comunicación en sí, sino saber en dónde estaban para poder emprender el regreso a casa cuando finalizara la exploración, cosa que a medida que pasaban las horas, se le iba siendo más clara la dificultad existente para lograrlo.

—Evelyn, nosotros nos concentraremos en establecer el contacto perdido con la base y dejaremos abierta la comunicación con ustedes por si surge alguna novedad. Hagan los estudios pertinentes y vean qué posibilidades habría de recoger muestras para subir aquí, así consideramos si debemos o no enviar alguna de las mini naves.

—¡Hay mucho por aquí, comandante! —contestó la doctora —. Tanto, que me parece que necesitaríamos una nave más grande.

**

Evelyn se dirigió hacia el sector de los árboles y se hizo con un par de plátanos. Se trasladó hacia otro fruto que en sus formas y texturas le recordó estar frente a manzanas deliciosas; arrancó dos medianas y volvió a la orilla del río.

Finalmente pensó que había llegado el momento que estaba esperando con ansias. Se quitó el casco y dirigió la cámara hacia uno de los sectores de espaldas al caudal de agua. Y comenzó a desvestirse.

—Oye, Adam... tenemos unos minutos y me gustaría tomar un baño —le comunicó en voz baja, con el solo fin de que interpretara la invitación.

—¿Qué crees que estás haciendo? —expresó con un susurro, apenas se percató de lo que pretendía; y como un reflejo, buscó el casco conteniendo la cámara que trasmitía las imágenes a la nave, para comprobar que no estaban expuestos.

—¿Tú qué crees? —preguntó al tiempo que su última prenda íntima iba camino al césped.

Adam era hosco, nadie lo ponía en duda, pero también era de carne y hueso y obviamente le corría sangre por las venas. Sangre que en buena medida fue a parar sin escalas a su miembro para alterarlo.

—¿Tienes algo escondido ahí o estás contento de verme desnuda? —acompañó su pregunta con una risita espontánea— Y no te preocupes, he bajado el volumen del micrófono para que tampoco puedan escucharnos... claro, a menos que gritemos.

—Pierde cuidado ya que en el espacio no se escuchan los gritos —respondió con algo de complicidad.
Ambos estallaron en una carcajada espontánea.

 —¡Ven! —invitó la doctora con lujuria.

—¿Por qué haces esto?

—Quieres que te sea sincera... lo hago porque me gustas.

—¿Sí?

—Claro, siempre me has gustado... desde que nos conocimos. Pero tú sabes, eras casado y no quería... —se interrumpió; odió evocarle ese tema y rápidamente intentó distraerlo.

Le tomó la mano y la hizo apoyarse sobre su vagina que esperaba al aire libre.

—No sé si estamos haciendo lo correcto —dudó él.

—Somos adultos. Mientras ambos lo queramos, estará todo bien —mientras ella movía el cuerpo para que su sexo se refregara contra la mano de su colega, él separaba un dedo para rozarle los labios vaginales, ya húmedos por la excitación.

La doctora acercó su rostro al de él y le pasó la lengua sobre los labios. Adam los entreabrió para permitirle el acceso y ella se la introdujo en la boca; tras lo cual él chupó y mordisqueó en forma leve.

—Eres delicioso, tal como me lo esperaba —acompañó su comentario con una caricia al bulto cada vez más prominente—. ¡Quítate la ropa por favor!

—No sé... una cosa es juguetear, pero no podemos tener sexo; está prohibido hacerlo entre los miembros de la tripulación.

—¡A la mierda con esa estúpida norma! Estoy que ardo y necesito tener algo dentro.

—Se darán cuenta, y tendremos problemas.

—Nadie se va a enterar si tú no se cuentas a nadie. Yo no lo haría.

—No lo podremos ocultar. El telépata se entera de todo y nos denunciará.

—¡A la mierda con ese estúpido! Ya le he advertido que no se meta conmigo, y seguramente no lo hará. Anda, quítate la ropa.

—No, creo que no...

Evelyn tomó una de las manzanas, la mordió, masticó y fue en busca de la boca de su colega, que la apartó poniendo cara de asco.

—¡Puaj! ¡No me gustan las manzanas!

—Pues se me ocurre algo que podemos hacer con esto otro que parecen plátanos, entonces —esbozó una pícara sonrisa tras la invitación, mientras tragaba el bocado rechazado por su compañero.
Tomó uno de los más grandes, le fue bajando la cáscara sin apuro y una vez que la fruta quedó al desnudó por completo, le pasó la lengua a la punta tal como si fuera un glande inmenso. Sonrió y se lo llevó a la entrepierna.

—¿Qué haces? —preguntó él sorprendido.

Como única respuesta, la muchacha rozó su sexo con el plátano, le impregnó con sus jugos y comenzó a moverlo en círculos alrededor de su vagina.

Adam tenía un conflicto interno que no sabía si podría controlar. Estaba extasiado por lo que estaba viendo. Y por más que se negaba a tomar parte de la invitación que no esperaba, algo le decía que terminaría por sucumbir a la seducción de su compañera. Siendo consciente de ello, intentó hacérselo lo más fácil posible y no perderse la oportunidad de disfrutar de ese momento único.

Evelyn le tomó la mano y le invitó a asir el plátano.

—¡Métemelo dentro! —ordenó como una chiquilla traviesa.

Aunque ninguno de los dos lo conocía de antemano, ese tipo de prácticas les excitaba tanto a ella como a él por igual.

Adam obedeció sin hacerse rogar. Le tomó la fruta de entre sus dedos, giró un par de veces más en la entrada vaginal acumulando más líquido sobre la punta, e hizo presión. Firme pero sin brusquedad, el plátano comenzó a ingresar dentro de ella.

Los gemidos de Evelyn lograron lo que buscaban, que él se excitara aún más y comenzara una vorágine de sensaciones que fueran imposibles de abortar lo inevitable.

Con la fruta dentro de ella, la doctora se movió en forma sincrónica con cada embestida de su colega por espacio de unos minutos.

—!Anda! ¡Mete y saca, mete y saca!

Así lo hizo por espacio de varios minutos, logrando que ella tuviera un par de orgasmos.

—Ahora quítamelo y déjame probarlo.

Él obedeció, mientras no dejaba de seguir el trayecto de la fruta desde esa vagina hambrienta hasta la boca de Evelyn; mientras los fluidos hacían equilibrio sobre la misma para no desprenderse y terminar estrellándose contra el césped.

La doctora le pasó la lengua a la punta del plátano, lo secó y se lo metió en la boca en forma muy sensual. Clavó un mordisco, lo masticó y nuevamente se acercó a la boca de Adam, con la clara intención de traspasarle el bocado.

—¿Cómo te gusta hacer estas cochinadas, verdad?

—¡Mmmm! Me encanta compartir mis juguitos con la persona que me gusta. ¿A ti no?

Adam sonrió. ¿Podría haber sido más explícita? Seguramente no.
Recibió el trozo de fruta masticado por ella, y lo saboreó mientras comenzaba a quitarse la ropa en forma desesperada.

La cara de satisfacción de Evelyn por haber logrado finalmente su cometido, no pudo ser captada por la cámara, por suerte para ellos; pero en realidad merecería haber quedada grabada para la posteridad.

La doctora no dejaba de admirar el cuerpo atlético de su amado y no pudo evitar volver a apoyar la mano sobre su erección por encima de la ropa, antes de que al fin quedara completamente desnudo.

—¡Se ve inmenso!

Las risas cómplices continuaban y el clima de excitación iba en creciente aumento.

Una vez que Adam se quitó la última prenda, ella lo tomó de la mano y juntos se sumergieron en el río.

—Ya llegamos nosotros para comenzar a contaminar el ambiente.

Evelyn ignoró el comentario, respiró hondo y exhaló, repitió el proceso por dos veces más y a la tercera, llenó sus pulmones y mantuvo el aire para sumergirse dentro del agua.

—¡Ey!¿Qué haces?

Evelyn fue rumbo a la entrepierna de su colega bajo el agua. Con su mano izquierda le sopesó los testículos y con la diestra se aferró a la venosa verga; le propinó un tirón hacia atrás y le dejó el glande al descubierto que acto seguido se lo engulló con la boca golosa.

Hacía tiempo que Adam no sentía unos labios carnosos sobre su miembro, y extrañaba cuando antaño su mujer le practicaba sexo oral de una manera más que satisfactoria. Pero esta chica, realmente rizaba el rizo. Notaba cómo se le golpeteaba el glande contra el umbral de la garganta de Evelyn en cada arremetida. Parecía tener una experiencia fuera de lo común en estas actividades, por lo que el morbo y la excitación comenzaban a hacerle perder el control.

¿Hasta dónde llegarían?
¿Cuáles serían los límites?
¿Importaba realmente?

Sus pensamientos se vieron interrumpidos en forma súbita, cuando ella emergió bruscamente, tosiendo y escupiendo agua.

—La excitación me va a matar —dijo apenas se recobró—. Casi me ahogo dos veces, primero con tu verga en mi garganta, y luego tragando agua.

—¡Ajá!¿Y qué piensas hacer ahora? —preguntó con picardía— Porque supongo que no me vas a dejar en este estado, ¿verdad?

Ambos miraron al unísono la verga que apuntaba al cielo, y como única respuesta, la doctora saltó sobre él; se sostuvo con sus brazos alrededor de su nuca y entrecruzó sus piernas alrededor de su espalda. A su vez, él la tomó de las caderas para sostenerla, y ambos permitieron acomodar sus cuerpos para que congeniaran los sexos. Cuando la vagina encontró su par masculino, se frotaron entre sí durante unos segundos; primero en forma suave, mientras la respiración de ambos iba en paulatino aumento. Luego, cada vez con más rapidez y violencia, hasta que la verga erecta reconoció la abertura de la vagina.

—¡Hazlo! !Hazlo! Te quiero dentro de mí —le susurró al oído.

Quería demorar el momento, pero no fue capaz. El miembro le latía en forma embrutecida y sólo tuvo que dirigirlo hacia adelante para que los labios lo acogieran como si le estuvieran esperando con alfombra roja de bienvenida.

Se notaba en el rostro de ambos, el grado de excitación y descontrol; pero también de complicidad.

Un mete y saca en sincronía casi sobrenatural, transformó el acto en una experiencia increíble para ambos. Lograron una disposición única para poder disfrutarlo por completo.

Parecía como que el agua tibia en donde estaban inmersos, sentía el calor corporal de ambos, y que se iniciaba un estado de ebullición alrededor de ellos. Hasta se podía decir que se desprendía vapor alrededor de la pareja entrelazada.

El vaivén se tornó incontrolable. Evelyn se hamacaba sobre su colega y cada vez en forma más rápida y violenta. El ingeniero mantenía la sincronización y ante la llegada del cuerpo de la doctora, arremetía hacia adelante para permitir a todo su falo entrar profundamente dentro del agujero hambriento y caliente.

Ninguno sabía cuánto más podrían alargar este éxtasis; pero a toda costa querían evitar alzar la voz, aun cuando debieron acallar en varias oportunidades los gritos de placer que, en otra oportunidad y en otro lugar, hubieran hecho despertar de su sueño más profundo a cualquier individuo que estuviera próximo.

Evelyn tenía la sensación de estar siendo desgarrada y quemada por dentro. La verga que le invadía era muy gruesa, y estaba hirviendo. Quería mantener este estado en forma eterna, porque no recordaba otra experiencia similar de las pocas que ya había tenido antes. Pero era consciente de que no dependía enteramente de ella. Que debía disfrutarlo mientras podía, ya que luego de la culminación, desconocía si volvería a tener otra oportunidad similar.

—¡Méteme el dedo! —imploró la doctora sin ocultar su desesperación.

Adam no rehuyó del pedido. Sabía que estaba como en trance, y que posiblemente éste era uno de esos momentos en los que haría cualquier cosa que se le pidiera, sin siquiera pensarlo dos veces.

La mano derecha que estaba sosteniendo una de las caderas, se trasladó a la conjunción de las nalgas, buscando el propio agujero; y luego de reconocer la entrada, el índice fue pidiendo permiso hasta que atravesó el umbral.

La doctora no pudo acallar el grito de placer que dejó su garganta, en el preciso instante en que sintió al dedo de Adam entrar en su ano.

—¡Shhhh! No querrás que todo se eche a perder en este momento, ¿verdad?

Ella no se distrajo y siguió moviéndose en forma desaforada; ahora con cada envión, apretaba más fuertemente el cuerpo caliente del ingeniero contra el suyo, en un vano intento de que la verga literalmente la partiera al medio.

Ambos estaban totalmente descontrolados. Echaban los culos para atrás y con una fuerza y violencia inusitadas arremetían nuevamente hacia adelante, para permitir que el sexo de él entrara lo más adentro de ella posible.

Duro y fuerte, rápido y furioso; hasta que ocurrió lo esperado. La catarata de esperma, abundante y caliente, inundó el interior de la doctora.


**

El doctor William y Li ya estaban listos para abordar el Paradise 1.

—¡Hasta la vista, Willy! —despidió Inkel, mientras ultimaba los preparativos junto al comandante para entrar a la segunda nave.

—¿Qué novedades hay allí abajo? —quiso saber Vlad a su futuro compañero de viajes.

—Absolutamente nada... hace un rato largo que la cámara está enfocada en los árboles frutales. Lo único que veo pasar son aves y animales arrastrándose.

—¿Dónde mierda están Adam y la doctora? Esto no me gusta nada —y se dirigió al micrófono para hablar directamente con Evelyn —. ¿Qué diablos están haciendo allí abajo?¿Hay algún problema?

Silencio.

**

Adam y la doctora estaban tendidos sobre el césped, desnudos y exhaustos. Un hilo de semen que caía por el muslo derecho de la doctora, era la única prueba de lo que había sucedido hacía unos minutos. Por lo demás, la tranquilidad suplantaba a la violenta locura que los había tenido como protagonistas.

Escucharon el llamado de la nave, pero ninguno movió un dedo para responder.
Se miraron y estallaron en una carcajada cómplice.

—Están preguntando qué estamos haciendo aquí abajo...

—Un segundo más y les contestamos, ¿sí? —sugirió ella mientras dibujaba círculos con sus dedos sobre el pecho de su compañero —Fue sublime... ¿te ha gustado tanto como a mí?

Adam asintió, al tiempo que no dejaba de acariciar el dorso de la mano que tenía sobre él.

—¿Y cómo seguirá esto?

—No lo sé. ¿Cuáles son las opciones?

—Deberíamos contarle a los demás, porque tarde o temprano lo averiguarán y podremos tener algún problema.

—Lo sé, la maldita norma de no tener relaciones sexuales entre los tripulantes...

—El telépata lo descubrirá apenas nos vea. Supongo que tendríamos que adelantarnos y contarles al regresar al Paradise.

—Creo que tienes razón.

¡Adam! ¡Doctora! ¿Ha sucedido algo grave? —se escuchó la voz preocupada del comandante, por enésima vez.

Nuevamente intercambiaron miradas, sonrieron y decidieron que había llegado el momento de volver a establecer contacto con la nave.

Luego de vestirse en forma apresurada, Evelyn tomó el casco para enfrentar la cámara en primer plano y finalmente contestó.

—¡Comandante! Simplemente nos tomamos unos minutos de descanso para tomar un buen baño de inmersión. La temperatura del agua es, digamos, muy caliente.

Adam, a su lado, hizo un esfuerzo supremo para acallar la carcajada que casi se le escapa sin poder dominar.

¡Por Dios, Evelyn! Nos han dejado preocupados. Están en un ambiente desconocido y no deberían haber dejado de trasmitir. Es una irresponsabilidad lo que han hecho.

Ambos concordaban que era verdad lo que les decía su superior, pero no estaban arrepentidos por haber roto las reglas.

**

El Paradise 1 ya había partido hacía unos minutos con sus dos ocupantes a bordo, rumbo a un sector diferente. Dante se había encargado de surtirles con todo el equipamiento necesario y testeado para el buen funcionamiento.

Vlad y el novato ya estaban abordando el Paradise 2.

—Dante, mantenme informado al detalle de todo lo que ocurra con ambas expediciones. No debemos perder el contacto en ningún momento—fue la única sugerencia antes de partir.
El androide asintió.

Apenas partió el comandante con Inkel, Dante retornó a los controles de la nave. Abrió una pantalla nueva, introdujo un código en ella, se hizo escanear la retina del ojo y permitió que GrandMa detectara la huella de su pulgar derecho.
A continuación, una imagen con nueva información comenzó a desplegarse en la pantalla.

**

Adam y la doctora consideraron que ya era el momento en que debían volver al Paradise para retornar más tarde con una mini nave portando el equipamiento necesario, y se comunicaron con Dante, para que hiciera los preparativos necesarios para la teletransportación de retorno.

Al cabo de unos minutos, fueron alcanzados por la luz roja que los escaneó desde arriba hacia abajo, como era habitual, difuminando la imagen de ambos.

Los ocho segundos que transcurrieron desde entonces, parecieron eternos. Evelyn y su colega se miraron sorprendidos y se preguntaron qué era lo que estaba pasando, que aún se mantenían allí.

El haz de luz realizó el trabajo inverso hacia arriba, como siempre; pero para sorpresa de ambos, seguían permaneciendo en el mismo lugar.

—¿Qué sucede, Dante? —preguntó Evelyn —El envío no se ha completado.

¡Lo siento! —respondió el androide —. Se ha activado una alarma y el escáner detectó un elemento extraño!

—¿Cómo que un elemento extraño? ¡Súbenos de inmediato!

Eso es imposible. No estoy autorizado a ignorar una alerta de este tipo. Hay una posible contaminación.

—¿¿¿Qué mierda??? Pásame con Vlad...

El comandante acaba de partir con el Paradise 2.

—¿Quién más está en la nave?

¡Nadie! Estoy solo.

**

PARADISE 2.


El comandante estaba en pleno vuelo, intentando en vano comunicarse con la nave madre.

—¿Qué sucede, Dante? Pareció que se había perdido la comunicación.

Comandante. No hay contacto con el Paradise 1 —informó el androide.

—¡No puede ser! ¿Habrán aterrizado ya? —preguntó Vlad, sorprendido.

No creo. Ha desaparecido de la pantalla.

—¿Habrán colisionado? Dante... ¿qué está pasando?

Desconozco esa información.

—Comandante, algo está sucediendo... —gritó Inkel en estado de desesperación —¡No tengo el control de los mandos de la nave!

¿Cómo que no? ¿Qué estás diciendo?

—¡Estamos sin control!

—¿Será la gravedad de este planeta lo que está alterando las mini naves? Es posible que el Paradise 1 haya naufragado por ese mismo motivo?

—¡Lo dudo! —contestó el muchacho —No nos estamos cayendo, simplemente estamos siendo conducidos por alguien más.

¿Conducidos por alguien más? ¿A qué te refieres? —Vlad no salía de su asombro, por lo que volvió a comunicarse con la base —¿Qué está sucediendo, Dante? Nuestra nave no responde a nuestro control.

¡Lo sé! —contestó.

—¿Lo sabes? ¿Cómo es eso? ¿Qué sucede? ¿Quién está controlando...?

Lo siento, comandante. Sólo sigo órdenes —Se escuchó por el parlante.

—¿Pero, qué mierda estás diciendo? Yo nunca te di este tipo de tareas para realizar. ¡Súbenos inmediatamente al Paradise!

Eso no va a poder ser, comandante. Mis órdenes nunca me las dio usted.

—¿Pero qué estás diciendo?

Estoy programado para cumplir con órdenes superiores desde el inicio de la misión.

¿Órdenes superiores? ¿Y cuáles son esas?

Llegar hasta este planeta, vaciar la nave y permanecer controlando la evolución del reinicio.

—¿Pero de qué mierda estás hablando? ¿Este planeta? ¿Reinicio? ¿Qué quieres decir con el reinicio?

No se me permite darle más información ya que es clasificada. Sólo espero que esta vez lo hagan mejor.

—¿Información clasificada? ¿Por quién? No entiendo a qué te refieres... ¿en dónde diablos estamos?


EPÍLOGO.

El Paradise 2 finalmente aterrizó en un punto muy distante del planeta. Ambos tripulantes se quedaron con la idea de que el Paradise 1 había naufragado, pero jamás pudieron confirmar esa versión. Vlad e Inkel lograron sobrevivir apenas unos pocos días, ya que el ambiente que les tocó fue demasiado hostil con ellos.

El Paradise 1 había aterrizado en forma guiada en otro punto muy alejado del previsto en primer lugar. William y Li sobrevivieron, pero no volvieron a tener contacto con la nave madre ni con ninguno más de sus compañeros de viaje; procrearon y poblaron una parte del planeta.

Por su parte, Adam y Evelyn, también sobrevivieron; aunque tampoco volvieron a tener contacto con la nave nodriza ni con el resto de los sobrevivientes. Tuvieron descendencia y poblaron otro sector del planeta.

A su primer vástago le pusieron Kane, y al segundo Ariel.

Años después, Kane enloqueció tras matar a su hermano Ariel por celos y luego de que Dante se le presentara como un holograma para preguntarle:

Kane... ¿Dónde está tu hermano?

Pero esa será otra historia.

**

Estos fueron los hechos tales y como sucedieron en la realidad, pero claro... nos han enseñado lo mismo pero con sutiles diferencias.

¿Quién hubiera pensado que todo lo que nos contaron era una gran mentira descarada y manipulada, vaya a saber por qué razón?

¿Por qué nos mintieron acerca del real motivo por el que a Adam y a Eve, perdón, quise decir a Evelyn, se les impidió volver a ingresar al Paradise?

Y sobre todo... ¿qué necesidad había para ocultarnos que a Adam no le gustaban las manzanas?

FIN.

No, en realidad éste es el verdadero Principio del Fin.


2 comentarios:

Beatrx Kido dijo...

Un relato sci-fi bastante típico al principio con giro relativamente inesperado al final. Era fácil suponer que el planeta era la tierra, que el motivo de la llegada de la expedición fuera el comienzo de la raza humana o un retorno post-apocalipsis estilo el planeta de los simios era lo único que quedaba por desvelar. Demasiados personajes hacen dificil un desarrollo de la personalidad de cada uno de ellos en un relato corto, es curioso que Inkel, que luego es irrelevante sea uno de los más desarrollados. A mí Evelyn, por alguna razón me cayó antipática desde el principio.

Es ameno, se lee bien, divertido a ratos y solo por eso, para no variar, se merece otro 10. Felicidades al autor, un buen broche para un magnífico ejercicio.

POrno Online dijo...

Es un buen espacio.
Conozco muchos otros como este pero tengo la idea que muchas veces la gente se confunde los relatos eróticos con el porno.