EL PRINCIPIO DEL FIN.
Hace mucho, mucho tiempo,
en una galaxia no muy lejana.
ESPACIO
EXTERIOR.
La tranquilidad que
reinaba en el lugar, se vio
quebrada en forma súbita por
una sorda detonación, una luz
enceguecedora y una polvareda en
creciente aumento. Finalmente irrumpió el fastuoso
transporte estelar de la nada, a
una velocidad de vértigo.
U.S.C.S.S. PARADISE. NAVE
EXPLORADORA COMERCIAL.
XXVI VIAJE INTERESTELAR.
Dentro de la misma, el
sistema de seguridad ya había disparado
la alarma en forma automática, logrando activar
los protocolos necesarios para despertar a los seis tripulantes que permanecían
desde hacía cuatro meses en estado de hibernación.
El séptimo miembro del
grupo había estado en la sala de mandos en forma ininterrumpida durante todo
ese lapso de tiempo, realizando el trabajo encomendado.
Dante, el
androide de séptima generación que había “nacido” seis años atrás como fruto de
los más avanzados descubrimientos en ingeniería genética, tecnología
cibernética e inteligencia artificial, estaba recubierto de piel sintética
color blanco leche, que le daba un toque extravagante y peculiar. Y a pesar de
que no denotaba emociones, se le había dotado de la habilidad para simularlas,
tan sólo para parecer “más amigable” con aquellos con quienes interactuaba.
El modelo DBS007 superaba
notablemente a su antecesor, que siempre había sido catalogado como “perfecto”.
El mayor logro de Dante era que no requería absolutamente ningún tipo de
mantenimiento salvo recargar su fuente para permanecerse activo; función de la
que era capaz de retroalimentarse en forma automática con cualquier energía
estelar.
“Eterno”, “sabelotodo” y
hasta “pálido” eran los apodos que sus compañeros de viaje le propinaban en
forma jocosa, y le hacían objeto de casi todas las bromas habidas y por haber,
muchas de ellas racistas, que podrían haber causado severos problemas de
convivencia si el blanco de dichas bromas hubiera sido cualquier otro
tripulante. Pero el androide estaba predestinado a soportar cualquiera de
ellas; incluso actuaba poniéndose en modo de “molesto” sin más reacciones ni
consecuencias, sólo para lograr las risotadas burlonas de todos los demás.
En un ambiente de
diversidad de razas, hacerle una burla a alguien por ser de color “blanco”, era
realmente insólito, pero eso unía y afianzaba aún más la confianza y
complicidad entre el resto de la tripulación. Por tal motivo, Dante lo admitía,
y no sólo porque quisiera, sino porque estaba programado para ello: para cargar
con todos los conflictos a cuestas, en pro de la buena convivencia entre los
demás.
De acuerdo a los
resultados, ese sistema funcionaba de maravillas. Había un “conejillo de
indias” para mantener al grupo unido; todos eran conscientes de ello, lo
aceptaban y los resultados lo avalaban.
Sin embargo, Dante no
provocaba a nadie; esa era en forma exclusiva tarea del más novato del plantel,
Inkel, que no dejaba de hacer sus bromas inocentes en cada oportunidad que se
le presentara. El problema era que no sabía ponerse límites, y la falta de
experiencia muchas veces lo llevaba a ser inoportuno y provocar alguna leve
rispidez. Pero por lo menos, hasta el momento, se le aceptaba y nunca llegaba a
provocar grandes inconvenientes, ya que todos lo apañaban como al niño mimado
del grupo.
Cada
uno de los tripulantes fue despertando de su letargo; y una vez que iban
dejando sus respectivas cápsulas, se aseaban y se presentaban en la entrada de
la sala de mandos, el área restringida, para homologarse según el protocolo
previsto para conseguir acceso y poder reincorporarse a sus tareas.
La computadora madre
“JCN”, llamada familiarmente “GrandMa”, comenzó a reconocer a cada uno de
ellos, a medida que iban ingresando sus claves, registros oculares y digitales;
finalizando, en forma invariable, con la voz metálica pero dulce que les
permitía el ingreso.
“Comandante Vlad, especialista en relaciones interraciales; raza azul,
49 años. Vigesimosexto viaje. Principal al mando”.
—¡ACTIVADO!
“Inkel, psíquico- telépata, analista de sistemas y genio en funciones
informáticas y de telecomunicaciones; raza verde, 22 años. Primer viaje.“
—¡ACTIVADO!
“Co-comandante Evelyn, doctora en medicina; bióloga y botánica; raza
roja, 28 años. Sexto viaje. Segunda al mando.“
—¡ACTIVADA!
“Doctor William, paleontólogo, especialista en biogenética; raza morada,
27 años. Quinto viaje.“
—¡ACTIVADO!
“Li, mecánica y experta en todas las ramas de la ingeniería; raza
amarilla, 28 años. Sexto viaje.“
—¡ACTIVADA!
Cuando llegó el más
remolón del grupo a la sala de mandos, el resto de sus camaradas ya estaban
inmersos en sus respectivas tareas desde hacía varios minutos.
“Adam, ingeniero; experto en biomecánica y computación; raza negra, 32
años. Tercer viaje.“
—¡ACTIVADO!
—Siempre el último,
¿verdad? —le lanzó Inkel, no queriendo perder, como siempre, la oportunidad de
demostrar que siempre estaba atento y dispuesto a gastar su broma diaria.
—¡Grfff! —gruñó apenas
como respuesta, sin ánimo alguno de darle importancia ni trascendencia al
comentario.
Todos quienes le conocían,
sabían muy bien que le costaba despertarse bastante más tiempo que al resto, y
debían evitar hablar con él hasta que acabara de despabilarse. El más joven del
grupo, por supuesto que también conocía ese dato, pero no podía con su genio y no quería desaprovechar la oportunidad de
fastidiar.
El comandante no quiso perder más tiempo y le solicitó a
Dante una actualización de los acontecimientos, que se la proporcionó de
inmediato.
—Acabamos de salir de un
pequeño inconveniente. Fuimos succionados por un agujero negro; el Paradise
estuvo al borde de su capacidad de tolerancia, con peligro latente de
destrucción por compresión, pero nos ha terminado de escupir hace unos minutos.
—¿Pequeño inconveniente?
—preguntó acertadamente Li.
—Es la evaluación que hago
luego de corroborar que la nave permanece intacta y todos los ocupantes vivos
—respondió con la frialdad que le caracterizaba; y para disimular su estado,
regaló una inoportuna sonrisa a los presentes.
—¡Mierda, Dante! En estos
momentos extraño al modelo anterior. Esa sonrisa no es pertinente. Suena falsa
y completamente inadecuada —opinó Vlad—.
En primer lugar, me gustaría saber en dónde estamos. Espero al menos que no nos
hayamos apartado demasiado de nuestro rumbo.
—Estaba intentando recabar
esa información, cuando Grandma lanzó la alerta y les despertó. Lo único que he
podido averiguar es que tenemos una fuente de energía próxima y estamos a un
par de horas de distancia a toda velocidad del planeta más cercano.
—Bueno... al menos es una
buena noticia... —se alegró Evelyn.
—Inkel, trata de ver si
aún mantenemos la comunicación con casa para...
—Lo siento,
comandante—interrumpió Dante—, ya he comprobado que hemos perdido el contacto
por completo.
—¿Hay algo que todavía no
hayas hecho? —preguntó y se dirigió al telépata— Ponte manos a la obra e
intenta reestablecerlo. ¡Los demás a sus puestos! Mientras tanto, pongamos la
nave rumbo al planeta desconocido; y cuando estemos en curso, no sé ustedes,
pero yo tengo el estómago rugiendo desde que me desperté y creo que está
necesitando recibir algo sólido.
Nadie objetó la orden. En
realidad, después de cuatro meses en hibernación y alimentación intravenosa,
otdos estaban deseando comer algo real.
—¿Qué información hay del
planeta cercano?
—Hay un mal funcionamiento
de varios detectores, pero lo que he podido averiguar, es que parece de tamaño
mediano, aunque no logro registrar datos de su atmósfera por el momento. Creo
que necesitamos estar más cerca para obtener algo más concreto y fiable, y no
basarnos en conjeturas.
—¡Gracias, Dante! Muy buen
trabajo, como siempre, aunque no deja de ser extraño. Vamos hacia allí a
velocidad máxima... poned el timón en automático nuevamente y vayamos a cargar
baterías, que creo que voy a desfallecer en cualquier momento.
**
—Oigan, muchachos... desde
que me seleccionaron para integrar esta tripulación, me he estado preguntando
por qué nos eligen a uno de cada color para este tipo de viajes. ¿No les parece
extraño? —preguntó Inkel, con claro ánimo de romper el silencio y no perder su
maldita costumbre de alborotar el avispero, un segundo antes de hincarle el
diente a un suculento muslo de ave.
—No, pero tal vez el
sabelotodo, te pudiera dar una respuesta adecuada a tu inquietud.
—El motivo es simple
—comenzó explicando Dante—: en viajes anteriores, y cuando hay más de un ser
perteneciente a la misma raza, en forma inevitable se han detectado problemas
de convivencia con el resto. Son mucho más difíciles de controlar ese tipo de
alianzas. No quiere decir que no podrían haber bandos entre dos seres de
diferentes etnias, pero cuando eso ha ocurrido nunca han sido tan fuertes, ni
se han creado problemas tan graves como los anteriores.
—No estaría tan seguro de
ese argumento...
—¿No estás de acuerdo,
Inkel? ¿Y a ti cuál te parece que sería la razón?
—No sé... tal vez sea un
caso de mercadotecnia. Imagínense... vender los juguetitos de cada uno de
nosotros, todos diferentes y tener aceptación en un 100 por ciento de los
consumidores. Sería el negocio redondo.
—¡Ja, ja, ja, ja! —rieron
todos al unísono por la ocurrencia.
—Tengo una pregunta más
—insistió el novato antes de que se acallaran las carcajadas—: ¿Habrá oxígeno y
agua en el planeta al que vamos?
—No lo sabemos aún con
certeza... ¿por qué la pregunta?
—Bueno, todos sabemos que
el comandante es alérgico al agua... —y se dirigió concretamente a Vlad— ¡Oiga!
Yo que usted, trataría de comer antes de medianoche, no sea cosa que se
transforme en algún bicho extraño.
La broma no tuvo la
reacción esperada. Algunos no la entendieron; y los que sí, prefirieron no
festejarlo ya que era cierto que el preciado elemento era dañino para el comandante.
—Dejémonos de tonterías,
pongámonos serios y planifiquemos los siguientes pasos a seguir, antes de que
nos levantemos de la mesa— propuso Vlad con buen tino.
—GrandMa tiene ya las
coordenadas específicas y está trabajando en ello —puso al corriente Dante—.
Nos actualizará la información necesaria en cualquier momento, y seguramente
antes de llegar.
—Muy bien. Luego de
averiguar si hay atmósfera respirable, deberíamos enviar a un grupo para
realizar una recorrida primaria. Para ello emplearemos el teletransportador, ya
que no necesitaremos llevar maquinaria en esta incursión. Adam, me gustaría que
fueras a evaluar la situación antes de mandar las mini naves.
—¡No hay problema,
comandante! ¿Quién irá conmigo?
—¿Puedo ir yo? —ofreció
Li, que estaba siempre dispuesta a la aventura.
—No, prefiero que tú
comandes la segunda expedición. Evelyn, me gustaría que fueras tú en primer
lugar para evaluar en forma certera antes de una siguiente incursión.
—¡Ok! —aprobó en forma
apresurada, intentando no demostrar su excitación.
La doctora tenía un
aprecio especial por el ingeniero. Además de excitarla sexualmente con apenas
verlo, no perdía momento alguno de tenerlo lo más cerca posible; ni qué decir
de tener la oportunidad de estar a solas con él.
A pesar del malhumor casi
constante de Adam, todos entendían el motivo. Su pareja había fallecido antes
de este viaje, y sólo había aceptado subirse a la nave para distraerse de su
pérdida irreparable.
Evelyn era paciente. No
dejaba de elogiarlo, alentarlo y hasta tener cualquier tipo de contacto físico
con él; ya fuera con un roce de manos casi inadvertido, o un leve toque con su rodilla como al descuido que pasaba totalmente
desapercibido para el resto del grupo, cada vez que se sentaban a la mesa, ya
que ella no perdía la oportunidad de ubicarse siempre a su lado.
Adam tampoco parecía
enterarse de nada en absoluto, y a ella eso le excitaba en grado sumo. Sabía
que en cualquier momento le declararía su amor, que iba en aumento a medida que
transcurría el viaje. Sólo debía esperar el momento adecuado, y aprovecharlo lo
máximo posible.
—¿Eve... te has quedado
pensando en algo? —preguntó el telépata con su dichoso y claro ánimo de
fastidiar.
—¿Me estás hablando a mí?
—se señaló a sí misma con el índice.
—¿Claro! ¿Quién más se
llama así? —justificó, aunque confundido.
—Pues que yo sepa, nadie.
No me llames “Eve”. ¡Mi nombre es Lyn, EVELYN! —explotó.
—Bueno, no te molestes...
tampoco es para tanto. A William le llamamos Will, y no se enoja.
—Pues si él no le importa,
síguele llamando Will. A mí sí me importa, por lo que te pido por favor que me
llames por mi nombre.
—Bueno, no pensé que te
fueras a fastidiar de esa manera...
—Eso es justamente lo que
sucede... que no piensas. Comienza a hacerlo y hazte cargo de lo que dices y
haces. Te pasas tocando los cojones a todos y cada uno de nosotros en forma
impune. Ya es hora de que alguien te ponga en tu lugar.
—Bueno... tampoco es para
tanto... —intervino el comandante con buen tino.
En realidad sorprendió a
todos la reacción de la doctora, ya que no era habitual en ella hacerlo de ese
modo. No era la primera vez que la llamaban con su nombre abreviado, pero jamás
había tenido ese exabrupto tan efusivo.
Lo que nadie sabía, era
que ella temía que el novato, con sus poderes psíquicos, pudiera sospechar lo
que en realidad estaba pensando en esos precisos momentos y terminara
delatándose; por lo que no se le ocurrió mejor manera de cambiar el giro de la
conversación en forma drástica, simulando un enfado.
—¡Las cosas que uno tiene
que soportar...! —comentó Inkel para intentar ponerse al resto a su favor.
—Pues, haz lo que todos...
ponte a Dante como blanco de todas tus bromas, que lo único que conseguirás
será su rostro fingiendo enfado y no te contestará. Pero no vuelvas a meterte
conmigo si te molestan mis reacciones.
A los demás les quedó
clara la postura de la doctora. El telépata sabía que debía dejar el tema de
momento para poder arremeter nuevamente en alguna otra oportunidad que se le
presentara. Era consciente de que su forma de ser era esa. No lo hacía con el
fin de molestar, sino de ponerle una cuota de sal y pimienta a su relación con
el grupo, pero a veces reconocía que se pasaba de la raya.
—¡Perdóname! Te pido mil
disculpas... No pensé que te fuera a...
—Mira, tengo una oferta
que no puedes rechazar... —planteó la doctora; y cuando tuvo al muchacho
expectante, se la hizo en forma tajante — ¿POR QUÉ NO TE CALLAS DE UNA PUTA
VEZ?
—Está bien... Está bien...
¡¡¡Pero no te enojes!!! —se disculpó, aunque no pudo evitar dejar de ser el
centro de atención por algunos minutos más. —¡Oigan! ¿Es verdad que en el viaje
anterior han realizado apuestas entre ustedes? Pues si es así, me gustaría
apostar a que hay atmósfera respirable en el planeta al que vamos.
—¡No, no...! —interrumpió
el comandante— Las apuestas se han hecho en el anterior, pero en este no está
permitido.
—¿Y por qué no?
—Pues supongo que será
porque no terminó muy bien la experiencia...
todo había comenzado como un juego, pero se complicó porque de entretenimiento
quedó poco y se transformó en una obsesión para algunos. Se acabó por hacer apuestas
por cualquier cosa, y te diré que algunas de ellas realmente eran bastante
tontas y descabelladas. Por lo tanto, y para evitar los malos rollos que se
vivieron en aquella oportunidad, decidimos no volver a caer en ese error y
prohibir realizar apuestas entre los tripulantes desde entonces.
—¡Ah, bueno! Pido
disculpas, nuevamente. Desconocía lo ocurrido. ¿Y de qué va este viaje,
entonces?
—¿De qué va? Al igual que
en mis 25 viajes anteriores al que he tenido la suerte de embarcarme, siempre
el objetivo es la misión; cumplir con los órdenes y reglamentos que nos han
impuesto. Y éste, mientras yo sea el comandante, no será precisamente la
excepción.
Inkel notó que sus
intervenciones comenzaban a molestar más de la cuenta, por lo que decidió
permanecer callado el resto de la cena.
Promediando la misma,
GrandMa rompió el silencio poniendo al corriente de la situación a todo el
personal.
El sol que bañaba con sus
rayos al planeta al que se aproximaban era amarillo y éste tenía una atmósfera
similar al que estaban acostumbrados; por lo tanto tenía oxígeno y agua en
cantidad. Esta última información no le causó demasiada gracia al comandante.
Ahora bastaba confirmar
que el oxígeno fuera respirable y que el aire no estuviera contaminado como el último terreno que habían visitado.
—Dante, ve a preparar las
mini Paradise 1 y 2 para tenerlas prontas apenas estemos cerca del planeta.
Formaremos dos grupos más y en forma simultánea, para intentar finalizar con el
trabajo y dedicarnos de lleno a solucionar el tema de nuestro retorno a casa lo
antes posible. En el 1 viajará William con Li; y en el 2, Inkel tendrá el honor
de acompañarme.
Mientras la tripulación
permanecía alrededor de la mesa, Dante desapareció para cumplir con la orden y
tener todo el equipamiento necesario pronto para cuando acabara la cena.
—¡Oye! —le susurró en
secreto la doctora al ingeniero, con el fin de iniciar algún tipo de
conversación— Me encanta que seamos los primeros en bajar al planeta...
—¡Sí! —contestó en modo
cortante, no demasiado entusiasmado.
—Podrías demostrar un poco
más de interés y disfrutarlo, ¿verdad? No te tomes todo como si fuera un
trabajo...
—Muchas gracias por el
consejo. Lo tendré en cuenta.
Ante el notorio primer
intento fallido, la doctora prefirió no insistir. Ya se le presentaría una
nueva oportunidad, por lo menos cuando estuvieran a solas en la incursión al
lugar.
**
La nave nodriza llegó a
una distancia prudencial de la órbita del planeta desconocido, y Adam junto a
la doctora finalizaron con sus preparativos para ser teletransportados.
Ambos ya estaban
enfundados en sus trajes especiales y ella cargaba además sobre su casco, el
sistema para comunicarse con la sala de control: cámara y micrófono para
transmitir, y audio para escuchar, siguiendo el protocolo acostumbrado.
—¡Cuídense! —aconsejaron
en forma unánime.
—¡Volveremos! —fue la
respuesta hosca de Adam.
Una vez que se cerró la
puerta de la cabina, un escáner de luz roja los recorrió de arriba abajo en
señal de reconocimiento mientras se iba difuminando, en forma gradual, la
imagen de ambos. A continuación, comenzó el proceso de envío. El mismo haz de
luz haciendo el proceso inverso, para hacer desaparecer a los dos pasajeros,
hasta terminar con el envío.
—Doctora Evelyn, teletransportación finalizada con éxito. Adam,
teletransportación finalizada con éxito —informó la voz metálica por los
parlantes.
En algún punto del planeta
apareció de la nada el mismo haz escarlata de arriba hacia abajo, mientras se
iba recibiendo la imagen de dos individuos; hasta que se hizo el proceso
inverso, terminando el viaje.
Tras unos minutos de
recobrarse de las maravillas de lo que estaba observando, Evelyn relató la
primera imagen que transmitía su cámara; mientras al mismo tiempo, cotejaba los
datos que percibía su visor automático.
—Estamos detectando una
temperatura promedio de 26 grados centígrados. Es muy agradable. La atmósfera
es efectivamente respirable y presenta cero por ciento de contaminación. Voy a
proceder a quitarme el visor del casco para comprobarlo.
Lo
hizo con suma precaución. Aspiró aire primero con timidez y luego respiró
hondo; sonrió y prosiguió con la transmisión:
—¡Es lo más puro que mis
pulmones han recibido en mucho tiempo!
Adam también se quitó el
casco y siguió el proceder de su compañera.
Ninguno de los dos salía
de su asombro por la vista que percibían del lugar.
Un gran caudal de agua
cristalina corría a su derecha; mientras centenas de peces de colores, algunos
reconocibles y otros sumamente extraños, saltaban de alegría por sobre el nivel
del mar, para volver a caer sumergiéndose y dejándose llevar por la corriente.
Mirando al cielo se podía
ver una buena cantidad de aves de distintos tamaños y colores que bailoteaban
al compás del sonido de la corriente de agua.
Pequeños animales de
especies irreconocibles, aparentemente inofensivos, se divisaban a una
distancia prudencial, y les miraban con recelo; tal vez preguntándose qué
estaban haciendo estos usurpadores de su hogar.
Mientras a unos metros de
la orilla, decenas de árboles de distintos tipos resplandecían con sus hojas de
color verde intenso, y muchos de ellos adornadas con frutos de distintos
tamaños y variedades.
Evelyn seguía informando a
su superior.
—Esto es algo increíble.
Aquel árbol parece una palmera... el que está detrás, tiene cientos de frutos
que se asemejan a las naranjas. ¿Aquello no parecen fresas?
—Mira para allí...
—interrumpió Adam señalando a su izquierda.
La doctora enfocó su
cámara a lo que le pareció un árbol de plátanos.
—Me resultan conocidos
varios de estos frutos; pero hay otros, como aquel de más allá con su color
azul, que no tengo idea qué puede ser...
Se acercaron y Evelyn
arrancó uno, que apenas pudo sostenerse en su palma; lo apretó y notó que tenía
la textura mullida necesaria para suponer que estaba maduro. Lo partió al medio
para comprobar que tenía pulpa jugosa, lo olió para corroborar que era
agradable, y le pasó la lengua. Le dio un leve mordisco, lo saboreó y tragó.
—Es dulce y sabroso; no se
parece a nada que haya probado antes... ¿quieres? —le ofreció a Adam, el cual
rechazó con un gesto.
**
Las imágenes que recibía
la nave, no necesitaban en realidad de audio para ser elocuentes.
—¡Esto es increíble!
Parece un jardín. —comentó el comandante mientras apreciaba las imágenes
transmitidas por la doctora —¿Dante, has podido localizar algún tipo de vida en
este planeta?
—¡Sí! Si por vida se
refiere a animales y plantas, definitivamente sí. Pero si se refiere a humanoides,
o más precisamente vida inteligente... aún no lo detectamos en la proximidad de
nuestro radio de reconocimiento. Debo deducir, sin embargo, que como hay cero
grado de contaminación en el planeta, una de dos: o no hay ninguna vida
inteligente, o si la hay, obviamente son mucho más inteligentes de lo que lo
son ustedes.
El comentario del androide
incomodó un tanto al comandante, pero no dejó de reconocer que tenía toda la
razón. El motivo de estos viajes era precisamente rastrear y encontrar un mundo
mejor, para luego trasladarse a gran escala en forma masiva y comenzar con una
nueva civilización, porque el planeta propio estaba condenado a la
autodestrucción.
—Bueno, esperaremos alguna
información más que nos pueda proporcionar Evelyn. Inkel, necesito saber qué
tanto nos hemos apartado de nuestra ruta original, y a qué distancia estamos de
nuestro planeta. Ya deberíamos haber recobrado el contacto con nuestra base.
—¡Lo siento, comandante!
Aún no hemos podido establecer la comunicación desde que la perdimos. Lo peor
es que GrandMa no reconoce el terreno en el que estamos.
Nuevamente recorrió un
escalofrío por la espalda de Vlad. El problema más grave no era la comunicación
en sí, sino saber en dónde estaban para poder emprender el regreso a casa
cuando finalizara la exploración, cosa que a medida que pasaban las horas, se
le iba siendo más clara la dificultad existente para lograrlo.
—Evelyn, nosotros nos
concentraremos en establecer el contacto perdido con la base y dejaremos
abierta la comunicación con ustedes por si surge alguna novedad. Hagan los
estudios pertinentes y vean qué posibilidades habría de recoger muestras para
subir aquí, así consideramos si debemos o no enviar alguna de las mini naves.
—¡Hay mucho por aquí, comandante! —contestó la doctora —. Tanto, que me parece que necesitaríamos una
nave más grande.
**
Evelyn se dirigió hacia el
sector de los árboles y se hizo con un par de plátanos. Se trasladó hacia otro
fruto que en sus formas y texturas le recordó estar frente a manzanas
deliciosas; arrancó dos medianas y volvió a la orilla del río.
Finalmente pensó que había
llegado el momento que estaba esperando con ansias. Se quitó el casco y dirigió
la cámara hacia uno de los sectores de espaldas al caudal de agua. Y comenzó a
desvestirse.
—Oye, Adam... tenemos unos
minutos y me gustaría tomar un baño —le comunicó en voz baja, con el solo fin
de que interpretara la invitación.
—¿Qué crees que estás
haciendo? —expresó con un susurro, apenas se percató de lo que pretendía; y
como un reflejo, buscó el casco conteniendo la cámara que trasmitía las
imágenes a la nave, para comprobar que no estaban expuestos.
—¿Tú qué crees? —preguntó
al tiempo que su última prenda íntima iba camino al césped.
Adam era hosco, nadie lo
ponía en duda, pero también era de carne y hueso y obviamente le corría sangre
por las venas. Sangre que en buena medida fue a parar sin escalas a su miembro
para alterarlo.
—¿Tienes algo escondido
ahí o estás contento de verme desnuda? —acompañó su pregunta con una risita
espontánea— Y no te preocupes, he bajado el volumen del micrófono para que
tampoco puedan escucharnos... claro, a menos que gritemos.
—Pierde cuidado ya que en
el espacio no se escuchan los gritos —respondió con algo de complicidad.
Ambos estallaron en una
carcajada espontánea.
—¡Ven!
—invitó la doctora con lujuria.
—¿Por
qué haces esto?
—Quieres
que te sea sincera... lo hago porque me gustas.
—¿Sí?
—Claro,
siempre me has gustado... desde que nos conocimos. Pero tú sabes, eras casado y
no quería... —se interrumpió; odió evocarle ese tema y rápidamente intentó
distraerlo.
Le tomó la mano y la hizo
apoyarse sobre su vagina que esperaba al aire libre.
—No sé si estamos haciendo
lo correcto —dudó él.
—Somos adultos. Mientras
ambos lo queramos, estará todo bien —mientras ella movía el cuerpo para que su
sexo se refregara contra la mano de su colega, él separaba un dedo para rozarle
los labios vaginales, ya húmedos por la excitación.
La doctora acercó su
rostro al de él y le pasó la lengua sobre los labios. Adam los entreabrió para
permitirle el acceso y ella se la introdujo en la boca; tras lo cual él chupó y
mordisqueó en forma leve.
—Eres delicioso, tal como
me lo esperaba —acompañó su comentario con una caricia al bulto cada vez más
prominente—. ¡Quítate la ropa por favor!
—No sé... una cosa es
juguetear, pero no podemos tener sexo; está prohibido hacerlo entre los
miembros de la tripulación.
—¡A la mierda con esa
estúpida norma! Estoy que ardo y necesito tener algo dentro.
—Se darán cuenta, y
tendremos problemas.
—Nadie se va a enterar si
tú no se cuentas a nadie. Yo no lo haría.
—No lo podremos ocultar.
El telépata se entera de todo y nos denunciará.
—¡A la mierda con ese
estúpido! Ya le he advertido que no se meta conmigo, y seguramente no lo hará.
Anda, quítate la ropa.
—No, creo que no...
Evelyn tomó una de las
manzanas, la mordió, masticó y fue en busca de la boca de su colega, que la
apartó poniendo cara de asco.
—¡Puaj! ¡No me gustan las
manzanas!
—Pues se me ocurre algo
que podemos hacer con esto otro que parecen plátanos, entonces —esbozó una
pícara sonrisa tras la invitación, mientras tragaba el bocado rechazado por su
compañero.
Tomó uno de los más
grandes, le fue bajando la cáscara sin apuro y una vez que la fruta quedó al
desnudó por completo, le pasó la lengua a la punta tal como si fuera un glande
inmenso. Sonrió y se lo llevó a la entrepierna.
—¿Qué haces? —preguntó él
sorprendido.
Como única respuesta, la
muchacha rozó su sexo con el plátano, le impregnó con sus jugos y comenzó a
moverlo en círculos alrededor de su vagina.
Adam tenía un conflicto
interno que no sabía si podría controlar. Estaba extasiado por lo que estaba
viendo. Y por más que se negaba a tomar parte de la invitación que no esperaba,
algo le decía que terminaría por sucumbir a la seducción de su compañera.
Siendo consciente de ello, intentó hacérselo lo más fácil posible y no perderse
la oportunidad de disfrutar de ese momento único.
Evelyn le tomó la mano y
le invitó a asir el plátano.
—¡Métemelo dentro! —ordenó
como una chiquilla traviesa.
Aunque ninguno de los dos
lo conocía de antemano, ese tipo de prácticas les excitaba tanto a ella como a
él por igual.
Adam obedeció sin hacerse
rogar. Le tomó la fruta de entre sus dedos, giró un par de veces más en la
entrada vaginal acumulando más líquido sobre la punta, e hizo presión. Firme
pero sin brusquedad, el plátano comenzó a ingresar dentro de ella.
Los gemidos de Evelyn
lograron lo que buscaban, que él se excitara aún más y comenzara una vorágine
de sensaciones que fueran imposibles de abortar lo inevitable.
Con la fruta dentro de
ella, la doctora se movió en forma sincrónica con cada embestida de su colega
por espacio de unos minutos.
—!Anda! ¡Mete y saca, mete
y saca!
Así lo hizo por espacio de
varios minutos, logrando que ella tuviera un par de orgasmos.
—Ahora quítamelo y déjame
probarlo.
Él obedeció, mientras no
dejaba de seguir el trayecto de la fruta desde esa vagina hambrienta hasta la
boca de Evelyn; mientras los fluidos hacían equilibrio sobre la misma para no
desprenderse y terminar estrellándose contra el césped.
La doctora le pasó la
lengua a la punta del plátano, lo secó y se lo metió en la boca en forma muy
sensual. Clavó un mordisco, lo masticó y nuevamente se acercó a la boca de
Adam, con la clara intención de traspasarle el bocado.
—¿Cómo te gusta hacer
estas cochinadas, verdad?
—¡Mmmm! Me encanta
compartir mis juguitos con la persona que me gusta. ¿A ti no?
Adam sonrió. ¿Podría haber
sido más explícita? Seguramente no.
Recibió el trozo de fruta
masticado por ella, y lo saboreó mientras comenzaba a quitarse la ropa en forma
desesperada.
La cara de satisfacción de
Evelyn por haber logrado finalmente su cometido, no pudo ser captada por la
cámara, por suerte para ellos; pero en realidad merecería haber quedada grabada
para la posteridad.
La doctora no dejaba de
admirar el cuerpo atlético de su amado y no pudo evitar volver a apoyar la mano
sobre su erección por encima de la ropa, antes de que al fin quedara
completamente desnudo.
—¡Se ve inmenso!
Las risas cómplices
continuaban y el clima de excitación iba en creciente aumento.
Una vez que Adam se quitó
la última prenda, ella lo tomó de la mano y juntos se sumergieron en el río.
—Ya llegamos nosotros para
comenzar a contaminar el ambiente.
Evelyn ignoró el
comentario, respiró hondo y exhaló, repitió el proceso por dos veces más y a la
tercera, llenó sus pulmones y mantuvo el aire para sumergirse dentro del agua.
—¡Ey!¿Qué haces?
Evelyn fue rumbo a la
entrepierna de su colega bajo el agua. Con su mano izquierda le sopesó los
testículos y con la diestra se aferró a la venosa verga; le propinó un tirón
hacia atrás y le dejó el glande al descubierto que acto seguido se lo engulló
con la boca golosa.
Hacía tiempo que Adam no
sentía unos labios carnosos sobre su miembro, y extrañaba cuando antaño su
mujer le practicaba sexo oral de una manera más que satisfactoria. Pero esta
chica, realmente rizaba el rizo. Notaba cómo se le golpeteaba el glande contra
el umbral de la garganta de Evelyn en cada arremetida. Parecía tener una
experiencia fuera de lo común en estas actividades, por lo que el morbo y la
excitación comenzaban a hacerle perder el control.
¿Hasta dónde llegarían?
¿Cuáles serían los
límites?
¿Importaba realmente?
Sus pensamientos se vieron
interrumpidos en forma súbita, cuando ella emergió bruscamente, tosiendo y
escupiendo agua.
—La excitación me va a
matar —dijo apenas se recobró—. Casi me ahogo dos veces, primero con tu verga
en mi garganta, y luego tragando agua.
—¡Ajá!¿Y qué piensas hacer
ahora? —preguntó con picardía— Porque supongo que no me vas a dejar en este
estado, ¿verdad?
Ambos miraron al unísono
la verga que apuntaba al cielo, y como única respuesta, la doctora saltó sobre
él; se sostuvo con sus brazos alrededor de su nuca y entrecruzó sus piernas
alrededor de su espalda. A su vez, él la tomó de las caderas para sostenerla, y
ambos permitieron acomodar sus cuerpos para que congeniaran los sexos. Cuando
la vagina encontró su par masculino, se frotaron entre sí durante unos
segundos; primero en forma suave, mientras la respiración de ambos iba en
paulatino aumento. Luego, cada vez con más rapidez y violencia, hasta que la
verga erecta reconoció la abertura de la vagina.
—¡Hazlo! !Hazlo! Te quiero
dentro de mí —le susurró al oído.
Quería demorar el momento,
pero no fue capaz. El miembro le latía en forma embrutecida y sólo tuvo que
dirigirlo hacia adelante para que los labios lo acogieran como si le estuvieran
esperando con alfombra roja de bienvenida.
Se notaba en el rostro de
ambos, el grado de excitación y descontrol; pero también de complicidad.
Un mete y saca en
sincronía casi sobrenatural, transformó el acto en una experiencia increíble
para ambos. Lograron una disposición única para poder disfrutarlo por completo.
Parecía como que el agua
tibia en donde estaban inmersos, sentía el calor corporal de ambos, y que se
iniciaba un estado de ebullición alrededor de ellos. Hasta se podía decir que se
desprendía vapor alrededor de la pareja entrelazada.
El vaivén se tornó
incontrolable. Evelyn se hamacaba sobre
su colega y cada vez en forma más rápida y violenta. El ingeniero mantenía la sincronización y ante la llegada del
cuerpo de la doctora, arremetía hacia adelante para permitir a todo su falo
entrar profundamente dentro del agujero hambriento y caliente.
Ninguno sabía cuánto más
podrían alargar este éxtasis; pero a toda costa querían evitar alzar la voz,
aun cuando debieron acallar en varias oportunidades los gritos de placer que,
en otra oportunidad y en otro lugar, hubieran hecho despertar de su sueño más
profundo a cualquier individuo que estuviera próximo.
Evelyn tenía la sensación
de estar siendo desgarrada y quemada por dentro. La verga que le invadía era
muy gruesa, y estaba hirviendo. Quería mantener este estado en forma eterna,
porque no recordaba otra experiencia similar de las pocas que ya había tenido
antes. Pero era consciente de que no dependía enteramente de ella. Que debía disfrutarlo
mientras podía, ya que luego de la culminación, desconocía si volvería a tener
otra oportunidad similar.
—¡Méteme el dedo! —imploró
la doctora sin ocultar su desesperación.
Adam no rehuyó del pedido.
Sabía que estaba como en trance, y que posiblemente éste era uno de esos
momentos en los que haría cualquier cosa que se le pidiera, sin siquiera
pensarlo dos veces.
La mano derecha que estaba
sosteniendo una de las caderas, se trasladó a la conjunción de las nalgas,
buscando el propio agujero; y luego de reconocer la entrada, el índice fue
pidiendo permiso hasta que atravesó el umbral.
La doctora no pudo acallar
el grito de placer que dejó su garganta, en el preciso instante en que sintió
al dedo de Adam entrar en su ano.
—¡Shhhh! No querrás que
todo se eche a perder en este momento, ¿verdad?
Ella no se distrajo y
siguió moviéndose en forma desaforada; ahora con cada envión, apretaba más
fuertemente el cuerpo caliente del ingeniero contra el suyo, en un vano intento
de que la verga literalmente la partiera al medio.
Ambos estaban
totalmente descontrolados. Echaban los culos para atrás y con una fuerza y
violencia inusitadas arremetían nuevamente hacia adelante, para permitir que el
sexo de él entrara lo más adentro de ella posible.
Duro y fuerte,
rápido y furioso; hasta que ocurrió lo esperado. La catarata de esperma,
abundante y caliente, inundó el interior de la doctora.
**
El doctor William y Li ya
estaban listos para abordar el Paradise 1.
—¡Hasta la vista, Willy!
—despidió Inkel, mientras ultimaba los preparativos junto al comandante para
entrar a la segunda nave.
—¿Qué novedades hay allí
abajo? —quiso saber Vlad a su futuro compañero de viajes.
—Absolutamente nada...
hace un rato largo que la cámara está enfocada en los árboles frutales. Lo
único que veo pasar son aves y animales arrastrándose.
—¿Dónde mierda están Adam
y la doctora? Esto no me gusta nada —y se dirigió al micrófono para hablar
directamente con Evelyn —. ¿Qué diablos están haciendo allí abajo?¿Hay algún problema?
Silencio.
**
Adam y la doctora estaban
tendidos sobre el césped, desnudos y exhaustos. Un hilo de semen que caía por
el muslo derecho de la doctora, era la única prueba de lo que había sucedido
hacía unos minutos. Por lo demás, la tranquilidad suplantaba a la violenta
locura que los había tenido como protagonistas.
Escucharon el llamado de
la nave, pero ninguno movió un dedo para responder.
Se miraron y estallaron en
una carcajada cómplice.
—Están preguntando qué
estamos haciendo aquí abajo...
—Un segundo más y les contestamos, ¿sí? —sugirió ella mientras
dibujaba círculos con sus dedos sobre el pecho de su compañero —Fue sublime...
¿te ha gustado tanto como a mí?
Adam asintió, al tiempo
que no dejaba de acariciar el dorso de la mano que tenía sobre él.
—¿Y cómo seguirá esto?
—No lo sé. ¿Cuáles son las
opciones?
—Deberíamos contarle a los
demás, porque tarde o temprano lo averiguarán y podremos tener algún problema.
—Lo sé, la maldita norma
de no tener relaciones sexuales entre los tripulantes...
—El telépata lo descubrirá
apenas nos vea. Supongo que tendríamos que adelantarnos y contarles al regresar
al Paradise.
—Creo que tienes razón.
—¡Adam! ¡Doctora! ¿Ha sucedido algo grave? —se escuchó la voz preocupada del comandante, por enésima vez.
Nuevamente intercambiaron
miradas, sonrieron y decidieron que había llegado el momento de volver a
establecer contacto con la nave.
Luego de vestirse en forma
apresurada, Evelyn tomó el casco para enfrentar la cámara en primer plano y
finalmente contestó.
—¡Comandante! Simplemente
nos tomamos unos minutos de descanso para tomar un buen baño de inmersión. La
temperatura del agua es, digamos, muy caliente.
Adam, a su lado, hizo un
esfuerzo supremo para acallar la carcajada que casi se le escapa sin poder
dominar.
—¡Por Dios, Evelyn! Nos
han dejado preocupados. Están en un ambiente desconocido y no deberían haber
dejado de trasmitir. Es una irresponsabilidad lo que han hecho.
Ambos concordaban que era
verdad lo que les decía su superior, pero no estaban arrepentidos por haber
roto las reglas.
**
El Paradise 1 ya había
partido hacía unos minutos con sus dos ocupantes a bordo, rumbo a un sector
diferente. Dante se había encargado de surtirles con todo el equipamiento
necesario y testeado para el buen funcionamiento.
Vlad y el novato ya
estaban abordando el Paradise 2.
—Dante, mantenme informado
al detalle de todo lo que ocurra con ambas expediciones. No debemos perder el
contacto en ningún momento—fue la única sugerencia antes de partir.
El androide asintió.
Apenas partió el
comandante con Inkel, Dante retornó a los controles de la nave. Abrió una
pantalla nueva, introdujo un código en ella, se hizo escanear la retina del ojo
y permitió que GrandMa detectara la huella de su pulgar derecho.
A continuación, una imagen
con nueva información comenzó a desplegarse en la pantalla.
**
Adam y la doctora
consideraron que ya era el momento en que debían volver al Paradise para
retornar más tarde con una mini nave portando el equipamiento necesario, y se
comunicaron con Dante, para que hiciera los preparativos necesarios para la
teletransportación de retorno.
Al cabo de unos minutos,
fueron alcanzados por la luz roja que los escaneó desde arriba hacia abajo,
como era habitual, difuminando la imagen de ambos.
Los ocho segundos que
transcurrieron desde entonces, parecieron eternos. Evelyn y su colega se
miraron sorprendidos y se preguntaron qué era lo que estaba pasando, que aún se
mantenían allí.
El haz de luz realizó el
trabajo inverso hacia arriba, como siempre; pero para sorpresa de ambos,
seguían permaneciendo en el mismo lugar.
—¿Qué sucede, Dante?
—preguntó Evelyn —El envío no se ha completado.
—¡Lo siento! —respondió el androide —. Se ha activado una alarma y el escáner detectó un elemento extraño!
—¿Cómo que un elemento
extraño? ¡Súbenos de inmediato!
—Eso es imposible. No estoy autorizado a ignorar una alerta de este
tipo. Hay una posible contaminación.
—¿¿¿Qué mierda??? Pásame
con Vlad...
—El comandante acaba de partir con el Paradise 2.
—¿Quién más está en la
nave?
—¡Nadie! Estoy solo.
**
PARADISE 2.
El comandante estaba en
pleno vuelo, intentando en vano comunicarse con la nave madre.
—¿Qué sucede, Dante?
Pareció que se había perdido la comunicación.
—Comandante. No hay contacto con el Paradise 1 —informó el androide.
—¡No puede ser! ¿Habrán
aterrizado ya? —preguntó Vlad, sorprendido.
—No creo. Ha desaparecido de
la pantalla.
—¿Habrán colisionado?
Dante... ¿qué está pasando?
—Desconozco esa información.
—Comandante, algo está
sucediendo... —gritó Inkel en estado de desesperación —¡No tengo el control de
los mandos de la nave!
—¿Cómo que no? ¿Qué estás diciendo?
—¡Estamos sin control!
—¿Será la gravedad de este
planeta lo que está alterando las mini naves? Es posible que el Paradise 1 haya
naufragado por ese mismo motivo?
—¡Lo dudo! —contestó el
muchacho —No nos estamos cayendo, simplemente estamos siendo conducidos por
alguien más.
—¿Conducidos por alguien más? ¿A qué te refieres? —Vlad no salía
de su asombro, por lo que volvió a comunicarse con la base —¿Qué está
sucediendo, Dante? Nuestra nave no responde a nuestro control.
—¡Lo sé! —contestó.
—¿Lo sabes? ¿Cómo es eso?
¿Qué sucede? ¿Quién está controlando...?
—Lo siento, comandante. Sólo sigo órdenes —Se escuchó por el
parlante.
—¿Pero, qué mierda estás
diciendo? Yo nunca te di este tipo de tareas para realizar. ¡Súbenos inmediatamente al Paradise!
—Eso no va a poder ser, comandante. Mis órdenes nunca me las dio usted.
—¿Pero qué estás diciendo?
—Estoy programado para cumplir con órdenes superiores desde el inicio de
la misión.
—¿Órdenes superiores? ¿Y cuáles son esas?
—Llegar hasta este planeta, vaciar la nave y permanecer controlando la
evolución del reinicio.
—¿Pero de qué mierda estás
hablando? ¿Este planeta? ¿Reinicio? ¿Qué quieres decir con el reinicio?
—No se me permite darle más información ya que es clasificada. Sólo
espero que esta vez lo hagan mejor.
—¿Información clasificada?
¿Por quién? No entiendo a qué te refieres... ¿en dónde diablos estamos?
EPÍLOGO.
El Paradise 2 finalmente
aterrizó en un punto muy distante del planeta. Ambos tripulantes se quedaron
con la idea de que el Paradise 1 había naufragado, pero jamás pudieron
confirmar esa versión. Vlad e Inkel lograron sobrevivir apenas unos pocos días,
ya que el ambiente que les tocó fue demasiado hostil con ellos.
El Paradise 1 había
aterrizado en forma guiada en otro punto muy alejado del previsto en primer
lugar. William y Li sobrevivieron, pero no volvieron a tener contacto con la
nave madre ni con ninguno más de sus compañeros de viaje; procrearon y poblaron
una parte del planeta.
Por su parte, Adam y
Evelyn, también sobrevivieron; aunque tampoco volvieron a tener contacto con la
nave nodriza ni con el resto de los sobrevivientes. Tuvieron descendencia y
poblaron otro sector del planeta.
A su primer vástago le
pusieron Kane, y al segundo Ariel.
Años después, Kane
enloqueció tras matar a su hermano Ariel por celos y luego de que Dante se le
presentara como un holograma para preguntarle:
—Kane... ¿Dónde está tu hermano?
Pero esa será otra
historia.
**
Estos fueron los hechos
tales y como sucedieron en la realidad, pero claro... nos han enseñado lo mismo
pero con sutiles diferencias.
¿Quién hubiera pensado que
todo lo que nos contaron era una gran mentira descarada y manipulada, vaya a
saber por qué razón?
¿Por qué nos mintieron
acerca del real motivo por el que a Adam y a Eve, perdón, quise decir a Evelyn,
se les impidió volver a ingresar al Paradise?
Y sobre todo... ¿qué
necesidad había para ocultarnos que a Adam no le gustaban las manzanas?
FIN.
No, en realidad éste es el
verdadero Principio del Fin.
2 comentarios:
Un relato sci-fi bastante típico al principio con giro relativamente inesperado al final. Era fácil suponer que el planeta era la tierra, que el motivo de la llegada de la expedición fuera el comienzo de la raza humana o un retorno post-apocalipsis estilo el planeta de los simios era lo único que quedaba por desvelar. Demasiados personajes hacen dificil un desarrollo de la personalidad de cada uno de ellos en un relato corto, es curioso que Inkel, que luego es irrelevante sea uno de los más desarrollados. A mí Evelyn, por alguna razón me cayó antipática desde el principio.
Es ameno, se lee bien, divertido a ratos y solo por eso, para no variar, se merece otro 10. Felicidades al autor, un buen broche para un magnífico ejercicio.
Es un buen espacio.
Conozco muchos otros como este pero tengo la idea que muchas veces la gente se confunde los relatos eróticos con el porno.
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