“Sentí lo que no debía y amé lo que tanto temía”.
Al despertar vi sus hermosos ojos color miel, por un momento era
todo lo que existía.
Nos dimos un apasionado beso. Tuvimos sexo de nuevo: Sentí su mano
en mi vagina, mis labios en su pezón, un orgasmo intenso y nuestros cuerpos enfangados
con fluidos.
Intercambios números de
teléfonos. Nos despedimos con un tierno beso.
—Nos vemos pronto.
Cuando vi la cama
revuelta, entendí que algo no estaba bien. Me sumergí en la bañera,
necesitaba limpiar lo que aparentemente estaba sucio. Perdí la noción del
tiempo hasta que vi mi piel arrugada. Me preparé un sándwich dejando un camino de
agua en el piso. Comí despacio, faltaban pocas horas para entrar a trabajar.
Mis dedos se deslizaban sobre el teclado, trabajaba rápido, pero mi
mente estaba perdida en sus ojos grises. Vi pasar a Rafael coqueto como
siempre. Por primera vez le devolví la sonrisa. Esa noche la pasaría de nuevo…
desnuda.
Sus sabanas
sabían a gloria, me enredé en su cuerpo, mis labios succionaron uno de sus
senos, mientras que mis manos jugaban con el otro. Sudando la hice mía. La
toqué sin recato. Parecía un juego de fueras salvajes.
Su sonrisa, sus ruidos, y la manera como me tocaba, amenazaban con
hacerme explotar.
Escuché su voz ronca.
Abrí los ojos ¡Era Rafael quien me penetraba con fuerza! Era el
cuerpo perfecto al que mi amante metía su pene. La mujer que le permitía sentir
placer. Sus movimientos rápidos hicieron temblar mi cuerpo, él rugió, besó mis
labios y se fue a bañar. Mi alma permaneció muda, por no decir que vacía.
—Helena —murmuré.
“Soy heterosexual” pensé mientras me
contemplaba en el espejo. Sequé mi cuerpo, mis manos lo recorrieron untándolo
con mi crema favorita. Me vestí coqueta. Tomé mi bolsa y estaba lista para los
quehaceres del día.
—Tengo días sin verte — Alguien me agarró del brazo, me giré. Vi a
Helena. Su rostro reflejaba angustia.
—No he tenido tiempo —contesté esquivando su mirada.
—¿Y las llamadas y los correos electrónicos?
La respuesta era la misma.
—Sé que te acostaste con un chico —dijo aguantando el llanto.
—Sí, salí con alguien. —Me mordí los labios.—. Es probable que
pronto seamos novios. —Caminé, pero ella me agarró del brazo de nuevo.
—Mentira, eso no fue lo que me dijiste el otro día.
Estaba acorralada, necesitaba huir de mi misma.
—Solo quería saber, que se siente estar con una mujer.
Me fui con el rostro ardiendo, ella con lágrimas.
Busque a mi
amante de la otra noche.
—Hoy no puedo,
saldré con mi novia.
Lloré de
frustración y coraje. El miedo a ser yo misma me cobró una gran factura.
1 comentario:
Hola:
Es curioso como una frase en un microrelato se puede terminar cargando este. Me explico.
He de reconocer que el relato me ha gustado en un principio, esa confusión de la que has impregnado al texto es la misma que sufre la protagonista.
Ese descubrir lo que su cuerpo le demanda que es distinto que lo correcto, que creo que hemos sufrido todos los homosexuales.
Ese hacer el amor con tu pareja “convencional” y pensar en la que no lo es.
Ese engañarse uno y decir que uno no es así.
Todo eso lo has sabido plasmar maravillosamente y a mí me lo has sabido transmitir.
¿Qué pasa? Que la extensión del relato es muy corta y con este dialogo:
Busque a mi amante de la otra noche.
—Hoy no puedo, saldré con mi novia.
Me has sacado del relato, pues no sabías a que te referías (me da la sensación de que Helena se ha echado novia) y la sensación que me ha quedado ha sido de confusión. No la de la protagonista que no sabe lo que quiere, la de un lector que no sabe lo que le está contando.
Me gustaría quedarme con lo bueno que es mucho, pero en los sentimientos, como en la identidad sexual, no gobierna el raciocinio.
Un saludo Machi.
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