La
calentura en un día caluroso, me hace involucrarme con el
mejor
amigo de mi hermano, Pascual, al que conozco desde hace mucho tiempo.
amigo de mi hermano, Pascual, al que conozco desde hace mucho tiempo.
¿Cómo
comenzar a contar lo que me sucedió hace tiempo? No lo sé, lo que
sí sé, es que fue la experiencia más excitante de mi vida, al
menos, hasta ese momento. Era un día algo caluroso, por lo que
andaba semidesnuda por la casa, solo con mi brasier y una pequeña
tanga de hilo que apenas me cubría lo suficiente. Estaba sola, y a
cada minuto mis pensamientos se iban por caminos eróticos que
aumentaban mi excitación. El único problema que tenía, era que no
contaba con nadie cerca para bajar mi calentura que crecía a cada
momento.
Pero
en fin, tenía tareas que realizar en la casa, y había que iniciar
por lo más desagradable, lavarle a Pascual, el perro dálmata de mi
hermano, lo teníamos desde que era un cachorro. Para estar más
cómoda, me quité el brasier, quedando solo con mi tanga, y así
salí a lavarle. Mi excitación no cedía a pesar de estar usando
agua fría, y mi vagina se humedecía, mojando mí tanga más que con
el agua. Pasando algo de tiempo, me percaté de que Pascual me seguía
a todos lados del patio, y poniéndole más atención, vi su verga
dura y rojiza.
Nunca
había pensado en la zoofilia, pero la visión de aquella dura verga,
a pesar de ser de un animal, terminó por excitarme, y mis pezones se
pusieron duros y mi vagina acabó de humedecerse, lo que hizo que
Pascual se acercara a mí y comenzara a olfatear en mi rajita.
Entonces se me ocurrió una loca, muy loca idea. Dejé la escoba, y
tomándolo del collar, lo guie adentro de la casa, y lo lleve hasta
mi habitación, cerrando la puerta con seguro, y despojándome de mi
tanga, quedé completamente desnuda frente a Pascual.
Me
senté en la orilla de la cama y abrí lo más que pude las piernas,
Pascual se acercó, y dio un primer lengüetazo a mi rajita, que
envió una descarga de placer desde ese punto, pasando por mi columna
y hasta llegar a mi cerebro. Así continuó él, lamiendo una y otra
vez, hasta que me hizo tener uno de los mejores orgasmos de mi vida.
Aquello, más que calmar mis ganas, las incrementó, entonces mi loca
idea ya no era tan loca, necesitaba verga, y ese perro me la daría.
Así que con algo de esfuerzo, lo aparté de mí.
Me
puse a cuatro en el suelo, y como si Pascual entendiera mi acción,
colocó sus patas delanteras en mi espalda, y con movimientos de
cadera, intentó meterme su verga, pero falló, así que llevé una
de mis manos atrás y tomé aquel pedazo de carne y lo coloqué en la
entrada de mi vagina. Pascual empujó y me la metió hasta la base,
provocándome otro orgasmo. Durante varios minutos se puso a
bombearme como loco, brindándome varios orgasmos, hasta que sentí
que entraba algo más grueso que su verga, cuando al fin logró
entrar sentí chorros de semen dentro de mí.
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