miércoles, 1 de junio de 2016

Mi amante, Pascual

 La calentura en un día caluroso, me hace involucrarme con el mejor
amigo de mi hermano, Pascual, al que conozco desde hace mucho tiempo.

¿Cómo comenzar a contar lo que me sucedió hace tiempo? No lo sé, lo que sí sé, es que fue la experiencia más excitante de mi vida, al menos, hasta ese momento. Era un día algo caluroso, por lo que andaba semidesnuda por la casa, solo con mi brasier y una pequeña tanga de hilo que apenas me cubría lo suficiente. Estaba sola, y a cada minuto mis pensamientos se iban por caminos eróticos que aumentaban mi excitación. El único problema que tenía, era que no contaba con nadie cerca para bajar mi calentura que crecía a cada momento.

Pero en fin, tenía tareas que realizar en la casa, y había que iniciar por lo más desagradable, lavarle a Pascual, el perro dálmata de mi hermano, lo teníamos desde que era un cachorro. Para estar más cómoda, me quité el brasier, quedando solo con mi tanga, y así salí a lavarle. Mi excitación no cedía a pesar de estar usando agua fría, y mi vagina se humedecía, mojando mí tanga más que con el agua. Pasando algo de tiempo, me percaté de que Pascual me seguía a todos lados del patio, y poniéndole más atención, vi su verga dura y rojiza.

Nunca había pensado en la zoofilia, pero la visión de aquella dura verga, a pesar de ser de un animal, terminó por excitarme, y mis pezones se pusieron duros y mi vagina acabó de humedecerse, lo que hizo que Pascual se acercara a mí y comenzara a olfatear en mi rajita. Entonces se me ocurrió una loca, muy loca idea. Dejé la escoba, y tomándolo del collar, lo guie adentro de la casa, y lo lleve hasta mi habitación, cerrando la puerta con seguro, y despojándome de mi tanga, quedé completamente desnuda frente a Pascual.

Me senté en la orilla de la cama y abrí lo más que pude las piernas, Pascual se acercó, y dio un primer lengüetazo a mi rajita, que envió una descarga de placer desde ese punto, pasando por mi columna y hasta llegar a mi cerebro. Así continuó él, lamiendo una y otra vez, hasta que me hizo tener uno de los mejores orgasmos de mi vida. Aquello, más que calmar mis ganas, las incrementó, entonces mi loca idea ya no era tan loca, necesitaba verga, y ese perro me la daría. Así que con algo de esfuerzo, lo aparté de mí.

Me puse a cuatro en el suelo, y como si Pascual entendiera mi acción, colocó sus patas delanteras en mi espalda, y con movimientos de cadera, intentó meterme su verga, pero falló, así que llevé una de mis manos atrás y tomé aquel pedazo de carne y lo coloqué en la entrada de mi vagina. Pascual empujó y me la metió hasta la base, provocándome otro orgasmo. Durante varios minutos se puso a bombearme como loco, brindándome varios orgasmos, hasta que sentí que entraba algo más grueso que su verga, cuando al fin logró entrar sentí chorros de semen dentro de mí.

No hay comentarios: