Levanta la cabeza, el oscurecimiento le
permite ver una miríada de estrellas en el cielo, pero no está mirando hacia
arriba por el espectacular panorama. No llegan todas las noches, pero eso no
impide que este siempre tenso esperándoles.
Camina rápidamente por la calle, tiene un
presentimiento. Un minuto después la sirena aúlla por toda la ciudad advirtiéndole
de que debe buscar refugio.
Esto no es Londres, no hay una boca de metro
en cada esquina. Mira a su alrededor y ve un edificio de estilo neoclásico. La
abundante piedra y las columnas le dan un aspecto macizo y el estrecho portal
le parece el único refugio decente.
Entra justo antes de que caiga la primera
bomba. No cae cerca, pero aun así siente el bofetón de la onda expansiva
seguido de una vaharada de aire caliente apestando a cordita.
En medio del pitido de sus oídos oye un
taconeo apresurado. Con precaución se asoma y ve una mujer, con el uniforme de la defensa civil,
corriendo espantada, con los ojos muy abiertos y las lágrimas haciendo surcos
en el polvo que cubre su cara.
Cuando pasa a su lado la atrae a su refugio de
un fuerte tirón. La mujer, sorprendida, tropieza y tiene que agarrarse a él
para no caer.
Una, dos bombas caen haciendo temblar el edificio;
esquirlas de metralla zumban a su alrededor. La desconocida se estremece y se
aprieta contra él.
Siente el pecho de la joven respirar
apresuradamente. La mujer levanta la cabeza. Sus ojos grandes y azules
contrastan con su pelo negro. Sin poder evitarlo, le limpia la cara de polvo y
lágrimas, descubriendo su rostro, arrebatador con aquella expresión de miedo y desconsuelo.
Ella le
mira y acerca sus labios. Algo estalla, esta vez dentro de ellos. Se abrazan y
se besan desesperadamente, intentando aislarse de la tempestad que se
desencadena a su alrededor.
Sin ceremonias levanta la falda de la mujer y acaricia sus muslos. La
desconocida gime y se aprieta dejando
que él le acaricie el culo y le sobe los pechos a través de la blusa del
uniforme.
Los besos se vuelven ansiosos. La joven separa
las piernas ligeramente y no se lo piensa. Apartando las bragas lo justo,
desliza su miembro en el coño de la joven con un gemido de placer.
Abrazados combaten la bombas con besos, las
llamas con caricias. Los gemidos y los suspiros ahogan las explosiones y ese
mundo violento y sanguinario se diluye mientras penetra a la desconocida con
apremio.
Los gemidos se hacen más intensos y la mujer
estalla en un fuerte orgasmo. Dos embates más en aquel cuerpo joven y turgente
y él la imita eyaculando en su interior.
Cuando se separan, el estruendo ha
desaparecido y ahora solo se oyen las sirenas de los bomberos aproximándose.
En ese momento la chica parece darse cuenta de
que tiene un cometido y tras arreglarse apresuradamente el uniforme sale del
refugio y desaparece para siempre en la oscuridad de un mundo en guerra.
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