lunes, 27 de junio de 2016

El desquite de Érica

A lo largo de sus 33 años de vida, jamás se había sentido tan deseada, tan plena, tan mujer, tan… ¡tan puta! Al menos eso era lo que Érica pensaba mientras por propia mano se clavaba la verga de aquel desconocido en su húmeda vagina, sintiendo como a cada centímetro, la iba abriendo, provocándole un placer indescriptible. Estaba contenta, estaba feliz y totalmente llena. Cuando los huevos tocaron su cuerpo, vino a su mente el motivo por el que estaba en aquella situación de coger con tres hombres a la vez, olvidándose de todo, moralidad, valores, hijo, familia, “ÉL”, todo.

-Maldito, maldito y mil veces maldito-, pensaba Érica al tiempo en que una mano apoyada en su espalda, le indicaba que se hiciera adelante, ella no objetó y al hacerlo unió sus labios a los del desconocido que tenía debajo. Y no era por esta acción que lo pensaba, si no por lo que le había hecho Carlos. Se había entregado a él en cuerpo y alma, pero sobre todo en cuerpo, ¿y para qué? Él la había traicionado, su comentario estúpido sobre otra, le había dolido. Ese dolor era más grande que el que sentía en ese momento en su ano.

-Espera-, dijo Érica al entender lo que sucedía, sabía que no había marcha atrás, estaba ya metida en eso, y tenía que llegar hasta el final, así que se relajó, y el hombre debajo de ella, contribuyó a esa relajación lamiendo sus endurecidos pezones. Con un movimiento de cabeza, indico a su atacante anal que prosiguiera, este sin tardanza, volvió a colocar la punta de su verga en el orificio anal, encontrando menos resistencia, lo que permitió que el glande se alojara dentro de ella. Él se esperó un poco, y después volvió a empujar hasta que la verga entró.

Cuando los huevos de aquel tipo tocaron las nalgas de Érica, ella sintió que su cuerpo se tensó, y de pronto, la embistió un gran e intenso orgasmo que hizo que se desconectara del mundo por algunos segundos. Al recuperarse, volvió a ver a su amigo, por el cual era que se encontraba ensartada por sus dos agujeros, le sonrió dándole a entender que estaba disfrutando, y le dio las gracias mentalmente. Él al verla tan llena de placer, se acercó verga en mano, y la ofreció para que Érica la mamara, acto que ella recibió y realizó con gusto.

Tuvo otro orgasmo al sentir como el tipo de debajo la llenaba de semen, otro al llenarle el ano, y uno más cuando su propio amigo le llenó la boca. Así transcurrió el resto de la noche, los tres llenaron al menos cuatro veces los agujeros de Érica, dándole un sinfín de orgasmos que al final, la dejaron sin fuerzas para más. Después de aquella noche, Érica sabía que no volvería a ser la misma, y que jamás vería a su amigo de esa forma. Y nunca regresaría con Carlos. Había descubierto el placer, y en la vida quería dejarlo.

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