-Maldito,
maldito y mil veces maldito-, pensaba Érica al tiempo en que una
mano apoyada en su espalda, le indicaba que se hiciera adelante, ella
no objetó y al hacerlo unió sus labios a los del desconocido que
tenía debajo. Y no era por esta acción que lo pensaba, si no por lo
que le había hecho Carlos. Se había entregado a él en cuerpo y
alma, pero sobre todo en cuerpo, ¿y para qué? Él la había
traicionado, su comentario estúpido sobre otra, le había dolido.
Ese dolor era más grande que el que sentía en ese momento en su
ano.
-Espera-,
dijo Érica al entender lo que sucedía, sabía que no había marcha
atrás, estaba ya metida en eso, y tenía que llegar hasta el final,
así que se relajó, y el hombre debajo de ella, contribuyó a esa
relajación lamiendo sus endurecidos pezones. Con un movimiento de
cabeza, indico a su atacante anal que prosiguiera, este sin tardanza,
volvió a colocar la punta de su verga en el orificio anal,
encontrando menos resistencia, lo que permitió que el glande se
alojara dentro de ella. Él se esperó un poco, y después volvió a
empujar hasta que la verga entró.
Cuando
los huevos de aquel tipo tocaron las nalgas de Érica, ella sintió
que su cuerpo se tensó, y de pronto, la embistió un gran e intenso
orgasmo que hizo que se desconectara del mundo por algunos segundos.
Al recuperarse, volvió a ver a su amigo, por el cual era que se
encontraba ensartada por sus dos agujeros, le sonrió dándole a
entender que estaba disfrutando, y le dio las gracias mentalmente. Él
al verla tan llena de placer, se acercó verga en mano, y la ofreció
para que Érica la mamara, acto que ella recibió y realizó con
gusto.
Tuvo
otro orgasmo al sentir como el tipo de debajo la llenaba de semen,
otro al llenarle el ano, y uno más cuando su propio amigo le llenó
la boca. Así transcurrió el resto de la noche, los tres llenaron al
menos cuatro veces los agujeros de Érica, dándole un sinfín de
orgasmos que al final, la dejaron sin fuerzas para más. Después de
aquella noche, Érica sabía que no volvería a ser la misma, y que
jamás vería a su amigo de esa forma. Y nunca regresaría con
Carlos. Había descubierto el placer, y en la vida quería dejarlo.
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