Pues claro que la crisis nos llega a nosotros, los coños. Por lo menos a mi me ha llegado. Y es que mi dueña, Ana, también está en crisis según dice. Y debe ser verdad, porque ya nada es como era antes.Me explico; mi dueña dice que su trabajo es algo así como una “acompañante”, también llamada “escort”, pero para mi que es una prostituta de alto nivel. Tiene, tenemos, treinta y siete años, y buen tipo, claro. Yo soy su herramienta de trabajo, y me cuida, vaya si me cuida.Y me mima de tres formas: mi vestido, mi apariencia y mi uso. Y en las tres he notado la crisis.Mi vestido es un índice. En los buenos tiempos, que han sido hasta hace poco, Ana me vestía con las mejores bragas, y de las mejores marcas; Hermès, LV, Dior, .... incluso las tan conocidas de CK eran raras en mi. Tangas no solía usar, mi compañero de atrás suele irritarse con ellos. ¡Hasta alguna vez salí desnuda! Podría decir que las bragas baratas de algodón hacía tiempo que no me vestían, ni para estar en casa. Para esas lides Ana me vestía con las de marca que no estuvieran muy nuevas.En cambio ahora, suele ponerme bragas de esas baratas, de algodón y sintético, y las buenas solo las veo cuando sale a trabajar, cosa que acontece ya pocas veces, en comparación con lo que antes ocurría, hemos vuelto a las etapas de estudiante sin recursos.En mi apariencia también se nota. Antaño variaba, según los aires de mi dueña. A veces lucía totalmente depilado, otras sólo con una cresta en la parte superior, en ciertas oportunidades aparecía con el vello teñido de rubio ¡lo que anunciaba mi salida desnuda a la calle!. En otras ocasiones hasta se mandaba hacer un dibujo con el vello. Y siempre depilada y tratada por los mejores métodos, y con mimo por parte de su esteticista de confianza, la dulce Amparo.En cambio ahora conozco algo que nunca conocí: la cuchilla de afeitar. ¡Y manejada por la misma Ana! ¡A dónde vamos a llegar! Como que cada dos por tres tiene que repasarme, porque esos vellos recién nacidos pican una barbaridad, y nunca me deja como Amparo me dejaba. Si ni siquiera me da un repaso con la lengua. Claro que mi propia dueña no puede, pero es que ni un triste masajito...Pero es en mi uso es donde más he notado la crisis.Al principio de descubrir mi uso para el placer, eran sus deditos los que me tocaban y hasta se introducían en los hermosos labios que luzco, sobre todo se detenían en el botón que juega al escondite en la parte de arriba, le gustaba masajear hasta que salía del escondite y se ponía rojo, coincidía en que mi interior se humedecía y todo yo, y mi dueña conmigo, me estremecía.Luego entró un cilindro de carne que dijo llamarse polla. Primero se restregó por los labios, hasta que se humedeció mi interior, y luego entro en mí, y se movió dentro y fuera hasta que todo se estremeció. Por cierto, a esa primera polla no la he vuelto a ver, y por mi habrán pasado más de quinientas, perdí la cuenta hace tiempo.Después descubrí lo interesante que es un apéndice húmedo llamado lengua, que primero se arrastra por mis labios exteriores, luego por los interiores hasta centrarse en el botón. A veces juega a ser polla y se mete en mi interior. Es de lo más placentero.Lo último fueron objetos extraños; cilindros lisos, otros con forma de pene, algunos vibraban, otros no, hasta una cosa llamada bolas chinas, que son unas bolas unidad por un hilo y que se me meten una a una. De todos esos objetos, el más curioso es uno con forma de huevo, que se queda dentro y vibra, al parecer mediante un mando a distancia.En los primeros tiempos, los dedos eran los más habituales, de vez en cuando alguna polla, y alguna lengua, pocas de éstas y aquéllas repetían. Raro eran los objetos.Debió coincidir con los años de universidad y al poco de concluir sus estudios, cuando se hicieron más frecuentes las pollas y las lenguas, a veces sólo una de las dos. ¿Dedos? Si pero no de mi dueña.Al transcurrir el tiempo, los dedos sólo fueron de extraños y las pollas y las lenguas fueron habituales, los objetos no digo que cotidianos pero si con alguna frecuencia. Eso si, pocas pollas y lenguas repetían.El ritmo de uso era de tres o cuatro veces por semana, a veces más.Pero desde que llegó la crisis, apenas me usa una vez a la semana, y hay algunas en las que no me usa. Los dedos de mi dueña y los objetos vuelven a ser habituales, y se han vuelto raras las pollas y las lenguas, amén de los dedos ajenos.Y es que en las crisis sufrimos hasta los coños.Ana del AlbaRelato procedente del XX Ejercicio de Autores de TodoRelatos: "Erotismo en tiempos de crisis económica". Perfil de ana del alba 20: http://tinyurl.com/AnaDelAlba20
viernes, 5 de octubre de 2012
La crisis del coño [ana del alba 20]
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