Así que queréis una historia
sobre una apuesta…bien, este pobre cuenta cuentos tiene una preparada para
vosotros, ávidos y audaces lectores.
Acudid a mi lado, sentaos alrededor de esta cálida hoguera
imaginaria que tenéis a vuestros pies, en mitad de este bosque y con el cielo
estrellado cubriéndonos con su manto de estrellas. Estad preparados y prestad
atención, pues esta historia no está exenta de peligros. Voy a
hablar de escenarios y momentos muy concretos, y podréis disfrutar de la
magia de las palabras, y podéis creerme, esa magia existe, ahora la
descubriréis.
Para ello, nos vamos a trasformar
en fantasmas…tranquilos, no os asustéis, sí, sé que da algo de miedo, pero es la mejor forma de movernos
por esta historia, y sólo será durante
el tiempo que dure la trama. Dejadme que, ya que me habéis pedido que os relate
una narrativa, sea yo quien os guíe.
Así que dadme la mano, está algo
sucia, lo sé, llena de grafito y algo áspera, pero así es la vida de los cuenta
cuentos. Bien, me gusta el tacto de tu mano, pero si te das cuenta, la magia ya
ha ocurrido, el resto de mi público ha desaparecido, y ahora sólo estamos tú y
yo.
Ahora concéntrate, y cierra los
ojos, despeja tu mente de todo, acompasa la respiración con los latidos fuertes
de tu corazón, y poco a poco, irás sintiendo como nos elevamos. No, no abras
los ojos, aún no, o romperás la magia, manténlos cerrados y no te preguntes por
qué no sientes el suelo, y tampoco por qué el aire parece recorrer tu rostro
como si sacarás la cabeza por la
ventanilla de un coche en marcha. Es mejor que, por ahora, ignores eso, por que
si abres los ojos, romperás la magia, pero si te asustas y me sueltas la mano,
te perderás en el infinito mundo de la imaginación colectiva, y no podría ir a
buscarte. Una vez alguien me soltó y…bueno, no quiero recordar aquello, así que
cógeme la mano bien fuerte, y no la sueltes por nada del mundo.
Te puedo decir que estamos
viajando, eso ya lo habrás deducido tú solo, no eres un lector sin neuronas. A
dónde, y a cuando, son cosas que ni yo mismo sé, las cosas en la imaginación
son así. Sé que vamos a ver una historia de una apuesta, pero no sé cual, ni
cómo, eso lo deciden los dioses de la literatura.
Antes de llegar, te explico como
van a ser las cosas, he hecho esto alguna que otra vez, y sé lo que hay que
hacer. Lo principal es que vamos a ser testigos de la historia, pero nada más,
no podemos intervenir de forma alguna. No es una norma que ponga yo, en muchas
historias he intentado cambiar algo, a mejor o a peor, soy algo travieso, pero
no se puede. Vamos a ser fantasmas, ya te lo he dicho, y como tal, podremos
observar las cosas desde un punto de vista único, viajar rápido o pararnos a
mirar algo concreto, hasta podemos dar
saltos hacia atrás o hacia delante en el tiempo. Te podré contar cosas sobre
los personajes, sus pensamientos, situaciones u opiniones, pero no soy mago ni
leo mentes, es información que me es conferida, nadie sabe a ciencia
cierta por quien, o por qué, pero te la iré narrando. El resto, es la capacidad
que tengamos tú y yo de leer las caras o los gestos de las personas. En nuestra
condición, nadie nos verá ni nos oirá, básicamente no estaremos ahí para ellos,
aunque una vez una chica se me quedó mirando unos segundos, yo digo que me vio,
pero el resto de cuenta cuentos se ríe de mí.
¡Uf, turbulencias!, eso indica
que estamos llegando. Sé que estás muy
emocionado, y te he dicho que no me sueltes la mano, pero se me están durmiendo
los dedos de lo fuerte que me estás apretando…ah, mucho mejor, gracias.
Bien, ahora, muy despacio abre
los ojos, es importante, por que de la impresión puedes marearte. Poco a
poco…genial, me gusta que colaboréis. Hey, no me mires así, ya sé que estamos
volando, o más bien descendiendo, pero no te preocupes, controlo la caída. Mira
allí en el suelo, se ven casas organizadas en cuadrículas, y luces eléctricas,
es noche cerrada, no se ve bien, pero parece una urbanización moderna. Menos
mal, odio las historias antiguas, me cuesta mucho narrar en verso.
Vamos poco a poco, ya casi
estamos en el suelo, ahora verás qué divertido es esto de flotar a ras de
suelo. Bien, no te apures, llegamos siempre a tiempo, no sé cómo funciona, pero
es así. Diría que ese coche de cinco puertas, y aspecto de caro, ahí aparcado, es nuestra primera parada.
Vamos a acercarnos, y te voy a
enseñar uno de esos trucos de magia tan espectaculares de los que somos capaces
en nuestra “condición fantasmal”. Vamos a meter la cabeza dentro del coche,
atravesando el metal y el cristal. Es genial, lo sé, pero no te exaltes, la historia empieza, y toca prestar atención.
Y todo por una apuesta.
- Tíos, no sé si esto mola…- al
pobre crío que habla, en la parte de atrás del coche, le sudan las manos, y
está tan nervioso que no puede dejar de
mover una pierna.
- Ahora no te rajes, tronco, has
apostado, y has perdido, Héctor. – el
que habla, está sentado junto a él, en la parte trasera del coche, y le apoya
la mano en el hombro, más que para tranquilizarlo, para transmitirle algún tipo
de valor, que ahora mismo, no vemos en Héctor. (¡Bien!, ya tenemos un nombre.)
- Aparta la puta mano,
Tomás, esto no es lo que hablamos,
¡Joder! – le suelta un manotazo, y mira a
Tomás, (Ya tenemos dos nombres),
con desesperación. Luego, Héctor trata de secarse las manos con el
pantalón, evitando mirar hacia la puerta de la casa que hay cerca, esa que parece que le da tanto pánico a Héctor, que apenas puede
observarla de forma directa – De verdad, tíos, no…no puedo hacerlo, tú me
conoces Lorenzo, no soy como tú…yo…yo no soy guapo, ni tengo esa seguridad…
(Bien, lector, de vez en cuando
te hablaré como haré ahora, y hasta me verás algo abstraído, pero como te dije,
me va llegando información, y te la iré dando según me venga.)
Lorenzo, (Y con él, ya tenemos el
nombre de los tres ocupantes del coche),
mira a Héctor a través del espejo retrovisor del interior del coche, con
gesto cansado sentado en el asiento del conductor, parece que llevan parados
delante de la casa una media hora. Lorenzo está acalorado por la ropa, los
vaqueros le incomodan, la camisa se le pega al torso, y empieza a no hacerle
tanta gracia la situación. Para él, no tiene sentido, pero claro, es Lorenzo,
un rubio con media melena de pelo sedoso, de ojos verdes, alto y de cuerpo
fibrado, que pese a no estar desarrollado del todo a su edad de 19 años, se
lleva por delante a todas las chicas que desea.
Lorenzo no es capaz de imaginar
el tipo de vergüenza que ahora mismo recorre el cuerpo entero de Héctor,
haciéndole incapaz de moverse del asiento de atrás del coche, dónde Tomás trata
de convencerle, hasta se ha cambiado al asiento trasero con Héctor, para tratar
de ayudarle, pero sabe que no será capaz. Tomás es sólo un imbécil más, como todos
los críos de su edad, a los ojos de Lorenzo, con el que se ríe, y eso sólo a veces. El único ser vivo que no
le asquea a Lorenzo, en general, es el propio Héctor, le tiene cierto aprecio,
por que han crecido juntos, y le da lastima que sea tan tímido, y que con 19
años sea virgen.
Lorenzo le mira y no le entiende,
Héctor es moreno, alto, algo delgado y con cara agradable, hasta es buena persona, si cambiara su forma
de vestir, siempre con vaqueros y camiseta de manga corta, tal como está
vestido ahora, podría lucir más. Su problema no es por el físico, es que casi no es capaz de entablar una conversación
decente con una chica que le guste, y menos con Sara. Por que, pese a que nadie
lo dice, Lorenzo sabe que Héctor está perdidamente enamorado de Sara, la chica
que vive en esa casa, detrás de esa puerta que Héctor no se digna a observar.
Lorenzo piensa que Héctor tiene potencial, no como Tomás, un tipo bajito,
rechoncho y de nariz torcida, con gafas de pasta y vestido siempre en chándal,
que con sus 18 años es un pelele. No cree que Héctor pudiera tener a la chica que quisiera, como
le pasa a él, que con su edad ya ha follado con cinco mujeres distintas, y sus
rollos se cuentan ya por dobles dígitos. Pero sí piensa, que si Héctor
tuviera algo de arrestos y valor, sería capaz de llamar a esa jodida
puerta, hacer lo que tenía que hacer, y
lo más importante, que le saliera bien.
No es adivino, os aseguro que si
Lorenzo lo fuera, dentro de unos años se
alejaría de cierta dama, como alma que lleva el diablo, pero esta no es esa
historia. Lorenzo lo sabe, por que él
mismo ha entrado a Sara, en una fiesta que dio una amiga de ella. Por que Sara
es guapa, muy guapa, y con eso basta para que Lorenzo quiera meterse entre las faldas vaporosas que suele llevar. Pero
Sara tiene algo especial, o al menos, algo que la diferencia del resto de crías
bobas de esa edad que conoce Lorenzo, y es que, cuando él la entró, con su
encantó natural, su actitud de macho
alfa y sus ojos verdes brillando, Sara le rechazó, y te aseguro que eso es algo
que Lorenzo estuvo días rumiando. Se obsesionó un poco, e indagó con las amigas
de Sara, que poco más que veneraban a Lorenzo, y con un par de besos, las soltó
la lengua de varias formas.
Lorenzo se sorprendió cuando le
dijeron que Sara estaba “pillada” por un amigo suyo, y su orgullo de líder fue
mancillado, no se creía que un chico le quitara a ninguna chica. Pero cuando le dijeron que el
afortunado dueño del corazón de Sara, era Héctor, casi da un salto de alegría.
Se contuvo, por que pensó que debería sentirse herido o defraudado, puede que
hasta traicionado, pero no con Héctor. “¡Que coño, se lo merece!”, y fue ese
pensamiento de Lorenzo el que nos trae a este coche, parado enfrente de la casa
de Sara.
(Wow, ¿A que es espectacular?, y todo esto me llega de golpe. Perdona si me
atropello, pero si no suelto todo esto, la historia se queda en “modo pausa”, y
no avanzamos.)
- Héctor, no vamos a estar aquí
toda la noche... - al fin, contesta Lorenzo.
- Pues vámonos, ya está bien de
bromas y de tonterías. – la rodilla inquieta de Héctor no para.
- Venga, tronco, no nos jodas, no
hemos venido aquí para nada. – Tomás le da pequeños puñetazos en el hombro a Héctor,
pero este sólo le mira con ganas de estallarle un codazo en la cara, para que
pare. Lorenzo se ríe, por que conoce esa sensación, él mismo la ha sufrido un
par de veces, Tomás es insufrible. Si no fuera por que el coche es del padre de
Tomás, y se lo deja coger alguna que otra vez, ninguno de los dos presentes le
soportaría.
- Tomás, para de una puta vez…- Héctor
le suelta un pequeño golpe con la rodilla, una muestra, apenas un atisbo, de lo que en realidad desea hacerle, pero se
contiene -…no me presté a esto, no sabía que esto pasaría, si no, no hubiera
apostado.
- Pues haberlo pensado mejor,
tronco, esto no es una jodida petición, perdiste y ahora debes entrar ahí, y
besarla. – sólo de oírlo en los labios de Tomás, Héctor se revuelve incómodo en
el asiento.
- ¡De verdad!, haré cualquier
otra cosa, lo que sea, pero no esto, tíos, no puedo, ¿Y si está su padre? –
Lorenzo da un golpe leve al volante con la mano abierta, por que está aburrido,
y sabe que si no se pone firme, Héctor dará largas hasta el día del juicio
final.
- Héctor, para de decir
gilipolleces, te di su número, lleváis cuatro
días hablando, la cosa va bien, y hemos esperado hasta que te ha
confirmado que su padre no está, está ella sola, con su madre, una borracha que
seguramente esté dormida o de resaca, no tendremos otra oportunidad. - Héctor
mira a Lorenzo, sus ojos verdes siempre le han dado seguridad, y admira y
envidia esa cualidad de él.
- Pero… ¿Y si no le gusto? – los
ojos negros de Héctor son un pozo de pánico.
- Ya te dije que sí, joder, has
visto los mensajes que te mandó, está loca por ti – Héctor responde sacándose
el móvil del bolsillo, y apretándolo con fuerza. Sabe que Lorenzo tiene razón,
o quiere creer que la tiene, por que cada vez que se manda mensajes con Sara,
siente que hay una conexión especial, pero en persona la huye, por que se queda
paralizado al verla.
- Claro, tronco, está loquiiita
por ti, tú llama y la besas…seguro que
la pones cachonda sólo con que te vea eh…sí, tronco, su coñito virgen chorrea
cuando te ve. – la sonrisa nasal de Tomás al decir esas cosas, pone histérico a
cualquiera. Lorenzo le suelta un
manotazo que le da en el pecho a Tomás,
para que se calle, por que si no se lo da él, Héctor estallaría, se lo
leía en la cara, por que como te he dicho, para Héctor, Sara es su amor, y
nadie permite que la gente hable así del amor de su vida.
- Joder, Lorenzo, ¿No ves que
quiero ayudar…? – Tomás deja un lapsus de tiempo tenue, queriendo decir algo
más, algo ingenioso -…joe, tronco. – y hasta ahí llegan sus habilidades
dialécticas. Lo sé, Tomás es odioso, pero necesitaban el coche para ir a casa
de Sara, y no te engañes, Tomás es bastante tonto, pero no tanto como para
saber que, en realidad, esos dos chicos no son amigos suyos, sólo se aprovechan
de él. Pero nadie más le hace caso, no es un tipo agradable, y el mismo Tomás
lo sabe.
- Pues cierra el buzón de una
vez. - Tomás abre la boca, queriendo responder algo a Lorenzo, pero se cruza de
brazos y se encoge, hasta casi desaparecer.
- Vámonos, Lorenzo, no hacemos
nada aquí, Sara estará dormida, es tarde y no quiero molestar. - Lorenzo no
puede más que agachar la cabeza, por que Héctor y él saben que Sara le ha
mandado unos mensajes, muy dulces y
cariñosos, apenas hace unos minutos, pero la voz de Héctor denota la
desesperación de quien no quiere hacer
algo, por miedo a fallar.
- No nos vamos a ir hasta que
llames a esa puerta, así que tú verás, Héctor, yo no tengo nada mejor que
hacer, y tú tienes que cumplir con tu palabra, y pagar el precio de la apuesta.
Y Lorenzo se abre de brazos, con
una determinación que Héctor conoce bien. Es la misma que vio tras la dichosa apuesta.
Por algún motivo, Lorenzo
insistió en que apostaran a un estúpido vídeo juego de peleas. Nada raro, les
solía pasar cuando jugaban, pero esa vez, Héctor vio esa misma cara de
seguridad indómita en los ojos de Lorenzo al acabar de cerrar la apuesta. Héctor
aceptó la apuesta de que ganaría la próxima partida con los ojos cerrados, de
hecho, ese día Héctor sentía que estaba jugando muy bien, y había ganado a
Lorenzo cuatro veces seguidas, pensó que una más era fácil. Lorenzo le ganó la partida de forma simple y
eficaz, y cuando le dijo que por perder esa partida, tenía que ir a casa de
Sara, y besarla, por poco rompe el mando de la consola de la fuerza con la que
apretó los dedos.
Y dio igual lo mucho que
suplicara Héctor, por que una vez que Lorenzo ponía esa cara, no había nada que
hacer. Por lo tanto, y ya en el coche, Héctor
mira por primera vez a la puerta de la casa de Sara, y se imagina la situación.
En su cabeza, él llama, y Sara parece
abriéndole la puerta sorprendida, lo que le confiere a su cara un brillo
todavía más angelical. Se imagina que va vestida de calle, como siempre la ha
visto, con sus top cortos y sus blusas enseñando un hombro, y como siempre, sus
faldas largas, hasta las rodillas o más abajo, vaporosas y que se mueven cuando
ella camina. Mientras todos la miran su buen culo, él solo tiene ojos para ese
balanceó inocente de la falda, que le ha hecho tropezar más de una vez. Y al
verle en la puerta, Sara le sonríe, le pregunta
que hace allí, y él no le da tiempo ha hablar, se lanza a sus labios, pasa sus manos por su cuello hasta su nuca, y
espera que ella le de una confirmación, que en realidad no necesita. Cuando se
la da, se besan, ella ríe, y Héctor suspira, pero el beso prosigue, y cuando
sus bocas se separan, Sara se derrite en sus brazos.
Héctor suelta una sonrisa boba en
el asiento de detrás del coche, imaginando toda la escena, y sabiendo que eso
es una utopía, y que lo más probable es que ni le abra la puerta a esas horas,
casi desea que no lo haga, y en el caso de que Sara abra la puerta, en el hipotético y remoto momento que logre
reunir las fuerzas para besarla, lo lógico
es que se llevará un bofetón y un portazo en las narices. Pero Héctor
sabe algo, sabe que si no es por Lorenzo, no estaría a unos metros de la puerta
de Sara, con la esperanza de poder besarla. Y créeme, Héctor desea besarla, por
que está enamorado de ella, o lo que él cree que es el amor.
Si le preguntáramos a Héctor, nos
diría el momento exacto en que supo que Sara era su amor. Un día, no es que
tropezara al perseguir el vuelo de la falda de Sara con los ojos en una reunión de amigos, es que se cayó,
tirando su móvil al suelo. Abochornado, Héctor
empezó a recoger las piezas sueltas de su viejo móvil, que se habían
esparcido en varios pedazos, aguantando
las risas y burlas de Tomás, que no dejaría pasar esa oportunidad de reírse de
alguien. Héctor suspiraba, montando de nuevo su móvil, hasta que buscó la
tarjeta, y no la encontró. Se puso de rodillas, tratando de encontrarla pegando
la mirada a ras del suelo, y lo que vio, fue los pies de Sara, pequeños,
coquetos y con las uñas de color rojo, visibles por unas sandalias de verano.
Poco a poco, Héctor alzó la vista recorriendo sus piernas bajo la falda, sus
caderas pronunciadas, y más arriba, el torso de Sara bajo un top, agachada
hacia él, mostrando parte de un ligero escote, con todo su largo cabello rubio
platino cayendo suelto en su rostro. Héctor tardó medio segundo en ver la mano extendida
de Sara, ofreciéndole la tarjeta del móvil, y cuando la cogió, sintió su mano
en sus dedos, un primer contacto físico que le paralizó entero. Ni siquiera
pudo darle las gracias a Sara, antes de que ella, mirando con sus ojos color
miel, alzando los pómulos en una sonrisa que iluminó el mundo durante un
instante, soltara la tarjeta, diera un golpe de cadera guiñándole un ojo, y se
fuera por dónde había venido, moviendo su falda al son de la mejor de las
canciones jamás escrita. Desde ese momento, Héctor lo supo, y le dio igual que Tomás se le
echara encima, y le hiciera ponerse rojo de vergüenza al oírle decir que
Sara “le gustaba”, con ese tono tan
desagradable de crío de 10 años, pero le dio igual, por que sabía que, en el
fondo, era cierto. Y te aseguro que el momento más feliz de la vida de Héctor,
hasta la fecha, es ese instante, en que Sara escuchaba a Tomás bromear, y le
dedicó una mirada a Héctor, acomodándose el pelo detrás de la oreja, una mirada
que él aún ve cuando sueña. Era una mirada de mejillas encendidas, y de ojos
penetrantes, que le confirmó a Héctor que, al menos, a Sara no le desagradaba aquella afirmación
de que “le gustaba”.
Héctor no se lo dijo a nadie, ni
siquiera a Lorenzo, pero no hizo falta. Aquellas miradas y gestos no pasaron
desapercibidos para un tiburón de los sentimientos, como él. Y decidió ayudar a
Héctor, y su forma de hacerlo era esa, engañar para que perdiera una apuesta, y
obligarle a cumplir su palabra, ya que Héctor era un chico estúpidamente
honorable, y así, iniciar algo entre él y Sara. No es algo que Lorenzo haga
nunca, pero siente ese tipo de afecto fraternal hacia Héctor, y espera que
ayudarle le haga dormir mejor por las noches. Tampoco es que Lorenzo duerma
mal, pero últimamente empieza a pensar que sólo usa a las mujeres, y que
ninguna le ama de verdad, o que hasta puede sacar partido de eso.
(Uf, estas explicaciones me secan
la boca, deja que beba algo de agua. No te sorprendas al ver esta botella, como
soy el cuenta cuentos, puedo pedir lo que sea, y se materializa, ¿Tú quieres
algo? ¿No? Está bien, déjame que beba…Ya, prosigamos.)
Lorenzo se da cuenta, al mirar a Héctor
en la parte de atrás del coche, lo ve en sus ojos, ve que por primera vez, Héctor clava su
mirada en la casa de Sara. Tomás tarda unos segundos más, aún está cabreado con
Lorenzo por regañarle antes, pero cuando le ve sonreír, mirando a Héctor,
empieza a salir un sonido de su garganta, una especie de “Ehhh”, apenas audible
al inicio, pero que va creciendo, hasta volverse un sonido atronador, que hace
que a Héctor se le ponga la piel de gallina.
- Voy ha hacerlo. – y Tomás rompe
a decir un millar de veces “Sí”, rebotando dentro del coche como si estuviera
loco, sacando una sonrisa a los tres del coche, que sin saber por qué, empiezan
a seguirle, y el coche se pone a temblar, con los amortiguadores
chirriando, siendo participes de lo que
ocurría dentro del vehículo.
- Claro que sí, tronco, tú
puedes, eres las hostia, tronco, tú puedes. – de golpe, aquel imbécil de Tomás,
logra que Héctor se sienta mejor con sus tonterías, y se ve con fuerzas para
sujetar el cierre de la puerta del coche, moviéndose de adelante hacia atrás,
cogiendo impulso.
- Ve a por ella. – Héctor mira a
Lorenzo una última vez, no sé si decirte de agradecimiento, o de “Te voy a
matar si sale mal”, pero los dos asienten.
Al tercer vaivén de Héctor, abre
la puerta del coche, con Tomás aplaudiendo de fondo, y Lorenzo clavando su
mirada en la única persona que en su vida, representa algo, rezando a quien le
escuche, por que la cosa salga bien. Por que Héctor, en el fondo, representa
todo lo que no es Lorenzo, todo lo bueno del género masculino.
Héctor sale del coche, y se pone
en pie, aún con una mano sobre la puerta del coche, con gesto furioso y altivo,
respira hondo y se obliga a sí mismo a soltar el coche, como un marinero que
suelta el ancla en mitad de una tormenta, y se deja llevar por una fuerza mil
veces superior a él. (Sigámosle, en el coche ya no queda nada por ver, la
emoción está en esa puerta blanca, la entrada a la casa de Sara, un chalet de
dos pisos, no muy diferente del resto de casas cercanas.)
El camino de césped, de unos diez
metros, hasta el chalet de la casa de Sara, Héctor los camina a zancadas
seguras y firmes, exagerando sin saberlo el movimiento de los brazos, por que
en el fondo, quien está caminando no es él, sino una versión superior y más
elevada de sí mismo. Héctor se planta ante a enorme puerta blanca de la casa,
hay poca luz y apenas ve, pero alza el brazo seguro de todo, y golpea la madera
reforzada de la entrada, tres fuertes y energéticas veces. El valor y la fuerza
que le han llevado hasta esa puerta, se desvanece en cuando lo hace, se gira
con ganas de echar a correr hacia el coche, Lorenzo lo ve, y como un acto de
generosidad a sus ojos, enciende el coche y sale casi haciendo ruedas, dejando
a Héctor allí abandonado. Os juro que la cara de Héctor es de autentico pavor,
mírala, ahora mismo mataría a Lorenzo si le tiene delante, pero no lo está,
está a más de veinte metros, y aumentando la distancia. El primer impulso de Héctor
es echar a correr sin más calle abajo, y perseguir ese coche, pero cuando va a
echar a correr, oye pasos a su espalda, dentro de la casa.
Héctor no sabe qué hacer, quiere
huir, pero no le responde el cuerpo, los nervios y la adrenalina se
disparan, lo único que atina ha hacer,
es cuadrarse delante de la puerta, y cerrar lo ojos. Si te fijas bien, parece
un prisionero antes de ser fusilado. Al no ver nada al bajar sus párpados, Héctor
casi cree que no le verán, y se podrá ir sin que pase nada, un pensamiento
estúpido, pero la mente en estados alterados es así. Mientras se niega a
escuchar los sonidos de pasos acercándose a la puerta, en la más completa
oscuridad de su cabeza, una imagen nace, la de Sara, la de su sonrisa, la de
esa mirada con la que podría tener al
chico que quisiera, pero sólo se la había visto cuando le miraba a él. Y esa
imagen crece hasta ser un recuerdo vívido.
Héctor aprieta los puños
inconscientemente, y sabe que si no se queda, y afronta lo que sea que pase, no
se lo perdonará en la vida. Sabe que
Sara es de esas chicas por las que, y no importan los años que pasen, te
lamentarás el resto de tu vida por no haberlo intentado al menos.
Así que Héctor coge aire, y abre
los ojos justo a la vez que la puerta se abre, y créeme que ese gesto es el
mayor esfuerzo que haya realizado nunca. Héctor no ve nada, hay
poca luz y sus ojos aún no se han acostumbrado a ello, sólo ve una melena rubia
que vuela con el aire que mueve la puerta al abrirse, y escucha de fondo el
ritmo de su corazón acelerado, casi como si de una canción de cine bélico en el
momento más álgido se tratase. Imbuido por todo, se lanza a besarla, por que no
puede permitir mirarla al rostro y que vea el menor rastro de dudas en los ojos
de Sara, por que si es así, toda su fortaleza se irá a la mierda.
Cómo imaginara antes, Héctor sube
sus manos al cuello de Sara, pero no espera su confirmación, y la besa, ella se
resiste en un principio ante la torpeza del chico y la sorpresa del momento,
pero cuando la sujeta de la nuca y la vuelve a besar, siente que ella abre sus
labios, y se lo devuelve. Si pudiera parar a pensar, Héctor estaría exultante,
pero no puede, está a otro nivel, sintiendo
cada pequeño detalle y guardándolo en su memoria para siempre, por que
piensa que cuando deje de besarla, aquello terminará, y su sueño se romperá en
mil pedazos.
Así que, guiado por una fuerza
invisible, hace retroceder a Sara hasta una pared dentro de su casa, no sin
antes cerrar la puerta de la entrada tras de sí. Sin dejar de besarla, van girando sus
cabezas, llegando a parar para coger
aire, sólo una décima de segundo, en que ella sujeta las caderas de Héctor,
para que no se separe más, y tira de su camiseta para volver a besarse, ya que Héctor
le saca una cabeza a Sara, y esta se pone de puntillas para buscar su boca.
Esta vez, Sara mete su lengua en aquel primer beso entre ambos. Héctor se
sorprende de su acción, y alza la cabeza, confuso, pero ella le coge de la
nuca, y le obliga a seguirla el juego, hasta que sus lenguas se mezclan, y lo
que empezara como algo casi inocente, una travesura juvenil, se la está
poniendo dura a Héctor.
Casi por instinto, y más
rememorando cosas que Lorenzo le dice de sus amantes, Héctor baja una de sus
manos a la cadera de Sara, y la eleva para seguir besándose, una vez que ha
quedado claro que ella, no va a separarse de sus labios. Nervioso por cómo se
está poniendo la cosa, nota que Sara baja las manos por su cuerpo, y juega en
su vientre, pero lo que en realidad hace, es desatarse una bata blanca, o eso
parece con tan poca luz, y dejar al aire
su cuerpo, bajo un camisón corto de dormir. La lógica le dicta a Héctor que una
mano debe acudir al pecho, y sin demora, agarra uno de sus senos por encima de
la tela de forma inexperta, algo que hace sonreír a Sara, sin dejar de besarle.
Héctor está en una nube, y ni se
para a plantearse por qué ese pecho en su mano parece más grande de lo que le
recuerda haber visto en Sara, sólo lo aprieta de forma leve, y siente el pezón
ponerse duro a través del satén del camisón. No es lo único en endurecerse, el
miembro de Héctor, que según le dice Lorenzo en alguna de las veces que se han
duchado en unos vestuarios, “No está mal”, es una barra de lava encerrada en
los vaqueros.
Las cosas van bien, Héctor no
sabe mucho de mujeres, pero el lenguaje corporal de Sara le dice que va bien,
al menos eso cree. Las cabezadas que dan al besarse son acompañadas por sus
cuerpos, y si pudiera pararse a mirar, Héctor vería cómo Sara mueve la cadera
en su pelvis, frotándole la polla con ella. Sara termina un beso eterno
abriendo la boca de placer, y echando la cabeza hacia atrás, para tratar de
coger aire de nuevo, lo que Héctor interpreta como una invitación a besar su cuello, y eso hace, provocando que
Sara suelte una exhalación de gusto, y enrede sus manos en la nuca de Héctor.
Casi de inmediato, Héctor nota el olor, un olor familiar, como a alcohol, y
deja de besar el cuello de Sara, cuando está peligrosamente cerca de sus pechos.
Sara no le da opción, Héctor se
ve arrastrado por sus manos en la cabeza, y le hunde la cara entre sus senos. Héctor
casi no puede respirar, tal vez sea por los nervios, o por que Sara se ha
quitado un tirante el camisón, no se cree que se haya sacado un pecho por encima del
escote, y se lo haya puesto en las narices. Casi rememorando una época de
lactancia, Héctor chupa aquel seno, lo lame de forma que Sara se ríe, y cuando
se mete su pezón en la boca, la hace
doblar la espalda hasta dejar caer la bata al suelo. Sara le aprieta la cabeza
contra ese pecho con una mano, la otra se apoya contra sus riñones, y trata de
sacarle la camiseta a tirones. Héctor se aparta medio metro para ayudarla, y se
quita la camiseta tan rápido que le tira de un ojo al salir, pero Sara le rodea
con una pierna, y le atare de nuevo hacia ella, besándole de una forma que Héctor
no sabe responder.
Mientras sus lenguas juegan, Sara
baja sus manos a la bragueta de Héctor, y antes de abrirla, acaricia su miembro
por encima. Eso hace que Héctor suspire, y cuando mete la mano por dentro de
sus calzoncillos, y agarra su falo, casi enviste como un perro se agarra a una
pierna.
- Primero tienes que bajarme las
bragas. – es apenas un susurro de Sara. Héctor se ríe, por que no es capaz de
recordar una conversación previa con Sara, no cara a cara, y cree que para ser
las primeras palabras que le dice, son muy adecuadas.
- Perdona…- Héctor baja sus manos hasta sus mulos, y
levanta el camisón lo justo para coger de la goma de su ropa íntima, y tira de
ella hacia abajo, con Sara ayudando, nerviosa, moviendo las piernas rápido.
Sara tiene que bajar la pierna
que rodea a Héctor para terminar de quitarse las bragas, se le quedan en la
punta de los dedos, y cuando la vuelve a alzar para rodearle la cadera a Héctor,
salen disparadas por el recibidor. (Casi nos pasa por la cabeza, pero no te
preocupes, no estamos aquí, ¿Recuerdas?) Metiendo las manos por dentro de su
ropa, Sara le baja los vaqueros y los calzoncillos a Héctor hasta medio muslo,
no necesita más, el miembro apunta de
forma directa entre los muslos de Sara, que se remanga el camisón un poco, y se
la dirige hasta sentir la punta del glande rozándole los labios mayores.
Héctor se apoya en la pared, con
ambas manos, una a cada lado de la cabeza de Sara, viendo cómo, por el motivo que sea, ella parece más experta
que él, que sólo se deja hacer, sin pensar que esa no era la forma en que
pensaba que sería su primer vez. Pero lo es, y siente cómo la sensible piel de
su miembro se roza con los muslos de Sara, que trata de metérselo en varias
ocasiones, hasta que por fin entra, y Héctor suelta un bufido animal, palmeando
la pared con fuerza.
También gime Sara, que suelta la
base de su falo, y le agarra del culo a Héctor, apretándole, para que poco a
poco se la esté introduciendo. De nuevo, Héctor no se para a pensar, ¿Como
podría?, está follando por primera vez, y lo hace con el amor de su vida, si lo
hiciera, tal vez pensara lo fácil que ha sido entrar en una chiquilla, que
según todos, era tan virgen con él. En vez de eso, la besa, y sintiendo en su
cara el gesto torcido de Sara, que se retuerce al jadear de gusto, termina de meterse su miembro de un golpe de
cintura delicioso, que aplasta a Sara contra la pared, y que la lleva a clavar
sus uñas en los glúHéctors de Héctor.
Despacio, y aumentando el ritmo
de cada penetración, la sorpresa se difumina, sólo queda el sexo y el placer,
algo arrítmico y lento, pero sin descanso. Cuando Héctor coge el ritmo, que las
manos en su culo le marcan, Sara sube sus manos por el vientre plano y el pecho
terso de Héctor, hasta cogerle la cara y tirar de ella para besarse, aprovechando cada golpe de cintura para
meterle la lengua hasta la campanilla, y enseñarle un par de trucos a Héctor,
que apenas puede concentrarse en sentir el calor y la humedad tan excitante que
le rodea el miembro.
De un salto, Sara rodea con la
otra pierna a Héctor, cruzando ambas por su cintura, y agarrándose a sus
hombros, para sentir cómo la penetran de forma completa, empezando a gemir de forma lasciva y fuerte. Héctor, ante
ese gesto, la coge del culo con las dos manos, y se ayuda de la pared para
seguir haciéndola el amor. Esa posición, deja el pecho suelto del camisón a su
altura, con el otro amagando salirse por que el tirante del otro hombro está
cayéndose, y su movimiento es tan hipnótico, que Héctor lo agarra, besándolo y
chupándolo por todos lados. Sólo al rodear su pezón con los labios, Sara
lanza un grito de placer, echando la cabeza hacia atrás, y pegando toda su
espalda a la pared, estirando los brazos hacia arriba, moviéndose como una serpiente encantada,
dejando que Héctor acabe el trabajo.
Por que no te lleves a engaño,
pese a lo excitante de todo esto, es la primera vez de Héctor, y apenas dura
unos minutos más antes de reventar. Siente una corriente eléctrica enorme por
su espalda, que acaba en una serie de latigazos largos y espasmódicos, que
recorren su miembro dentro de Sara, que al sentirlo, empieza a temblar. Sus
muslos se mueven como flanes en un terremoto, pese a rodear a Héctor con
fuerza, abriendo y cerrándose de piernas
del orgasmo que le ha hecho sentir el semen dentro de su cuerpo.
Sara se deja caer abrazada a Héctor,
que jadea exhausto y la sujeta a duras penas, más que con las manos, la
mantiene en el aire apoyando el peso de su cuerpo contra la pared. Siente cómo
Sara le besa en el cuello, y cómo el sudor de ambos se mezcla, mientras sus
respiraciones parecen seguir un mismo ritmo acelerado.
- Mamá, ¿Quién ha llamado? – Héctor
oye la voz venir de la escalera que sube
al segundo piso, a la vez que la luz se enciende, y todos se quedan
petrificados.
Sara está vestida con un short
corto, y un top ajustado, con el pelo
rubio recogido en una coleta, con un pie
en cada uno de los dos últimos escalones de la escalera, y el dedo índice en el
interruptor de la luz. Su cara, al ver a su madre en brazos de Héctor, y con
gestos de pedir más caricias, la hace abrir la boca de tal forma que Héctor
sólo puede ver un agujero negro enorme.
- ¡Mamá! ¡Héctor, que le haces a
mi madre! – el tono es el mismo que el
que podría usar una cantante de ópera para romper vidrieras.
Héctor aún ni siquiera ha soltado
el pecho de la madre de Sara, que ahora con luz, se la ve medio ida, quizá por
el placer, o quizá por alguna copa de más.
(Si miras, es lógico el error, la
madre de Sara es un calco de su hija, rubia, de misma altura y con 20 años más,
pero su cuerpo, salvo algunas curvas de más, es muy similar, y sólo en las
arrugas del contorno de los ojos puedes ver su edad.)
Héctor mira a la mujer entre sus
brazos, como si con eso fuera a asegurarse de que no era Sara, que está a cinco
metros de ellos.
- Yo…creía que eras tú…yo…lo
siento…- la manos de Héctor tiemblan, todo él lo hace, y mirando de nuevo a
Sara, suelta a la madre, que se apoya en la pared, evitando caer al suelo a
duras penas, sin importarle tener ya los dos pechos fuera, y el camisón por el
ombligo, mostrando un rubio vello
púbico.
- ¡FUERA! – por fin se mueve
Sara, pero se mueve como una bala, y coge la bata de su madre del suelo para
taparla, y que deje de estar medio desnuda delante de Héctor.
- ¡Por favor! Perdóname…lo
siento…creía que eras tú, lo juro. – es inútil, Héctor trata de avanzar hacia
Sara, pero esta le mira con desprecio. El recuerdo de su bella sonrisa es
borrado de la mente de Héctor, y aquellos ojos llenos de furia sustituyen esa
imagen.
- ¡Héctor, por favor, vete de mi
casa, AHORA!
Casi como de un disparo de salida
en las Olimpiadas, Héctor se gira, y echa a correr, pero cae al suelo por que,
como recordarás, tiene el pantalón por los muslos. Coge su ropa, y poniéndose
en pie, se viste a la carrera. (Vamos
con él, atrás quedan Sara y su madre, que si prestas atención, tiene una
sonrisa enorme.)
Héctor sale de la casa, le cuesta
abrir la puerta, pero termina haciéndolo, y sigue corriendo sin dirección,
busca el coche con la mirada, con el cabrón de Lorenzo y el imbécil de Tomás
dentro, pero lo único que hace es
repasar en su mente lo estúpido que ha sido, hasta se golpea la cabeza
repetidamente, piensa en la apuesta, y sin querer admitirlo nunca, empieza a
llorar, de rabia, de vergüenza y de bochorno.
Casi trescientos metros más
abajo, dobla una esquina, y se choca con
la parte de atrás del coche dónde Lorenzo le espera. Al verle llegar, salen del
coche él y Tomás, y riéndose por verle correr, le preguntan, pero Héctor no
dice nada, sólo se sube a la parte de atrás
del coche, y pide que arranquen, a gritos y secándose las lágrimas de
forma poco honrosa. Tomás se queda de pie, riéndose y preguntando, pero
Lorenzo, temiéndose que Héctor haya metido la pata y lo anden persiguiendo, se
sube al coche y arranca. Casi tiene que frenar por que Tomás aún no había
subido, pero al hacerlo, salen despedidos, dejando todo atrás.
- ¡¿Pero qué coño ha pasado?! –
pregunta Lorenzo, fuera de sí.
- Sí, tronco, habla. – Héctor
mira a Tomás con ganas de matarlo, por que le culpa a él, y a Lorenzo de lo que
ha pasado, pero no se atreve a mirar así a Lorenzo.
- ¡Sois unos putos desgraciados!
¡Eso es lo que pasa! – al decirlo, Tomás deja de reírse, y Lorenzo se tensa, no
le gusta que le hablen así, y menos Héctor, un chico que nunca alza la voz.
- ¿Pero la has besado o no,
tronco? – Tomás se gira hacia atrás, al tiempo que recibe un golpe en la cara
de Héctor, tan rápido que ni siquiera hace daño de verdad, pero que deja a
Tomás callado.
- Tranquilízate, joder, y di qué
ha pasado. – Lorenzo tiene que dar un volantazo en una curva, pero se hace con
el coche y prosigue la huida.
- ¡Pues que he llamado…y me han
abierto...y creía que era Sara, la he besado, y mucho…y ella se ha dejado...y
he entrado en su casa…besándonos, la he apoyado en una pared, y me la ha puesto
gordísisma, y luego…joder tíos, y luego hemos follado….mierda! – habla de forma
tan atropellada que repite varias veces algunas frases, por que no articula
bien las palabras, pero al terminar, Tomás pone cara de sorpresa absoluta, y
mira a Lorenzo, que aparta los ojos de la carretera medio segundo, tan
sorprendido como Tomás.
- ¿Pero qué dices, tronco? ¿Te
“las´ follao”? – su tono, de mera incredulidad, hace que Héctor salte, y
empiece a querer pegarle de nuevo, casi hacen que Lorenzo dé otro volantazo, y de un codazo, se parta a
los otros dos, que forcejeaban dentro del coche.
- ¡Me cago en la puta! Héctor,
para quieto que nos matamos, ni que fuera algo malo que te la hayas follado.
- ¡A la madre, cabrones, a la que
me he follado es a la madre, creía que era Sara...estaba oscuro…no sé que ha
pasado, pero se me ha abierto de piernas y me la he follado! – Tomás suelta
todo el aire de golpe, en una carcajada genuina de un imbécil como él.
- ¡No me jodas! – Lorenzo aguanta
la risa, por que no se lo cree.
- Sí te jodo, maldito capullo, me
habéis obligado a hacer esto, y para colmo, al acabar, Sara ha bajado y me ha
visto terminando de follarme a su madre…mierda, tíos, me ha echado a gritos de
su casa. – lo dice con un tono algo más calmado.
- Hey, tronco, no nos culpes de
que seas un folla viejas. – Lorenzo le suelta un manotazo en la cara, por que
hasta para él, eso es ofensivo.
- Déjate de gilipolleces, Tomás.
– Lorenzo entra en la autopista, y se van camino ya de casa, pero no puede
apartar la mirada del retrovisor, mira a
Héctor, echo una bola, llorando.
Cuando llegan a casa de
Tomás, dejan el coche, se despiden de
él, y Lorenzo y Héctor se van caminando a sus casas, muy cerca la una de la
otra. (Nos vamos con ellos, ya que, personalmente, no soporto a Tomás.)
Van en silencio, Héctor suelta
bufidos reconocibles de vez en cuando, son de vergüenza absoluta, de recordar
lo ocurrido y querer rebobinar el universo, pero sabe que no puede. Llegando a
su casa, Héctor se apoya en la puerta de su bloque de edificios, y mira a Lorenzo, rogándole, como si él pudiera
hacer algo.
- Lo siento, Héctor, no creía que
pasaría esto.
- Eso espero, me has jodido la vida.
- Mira, sé que fue idea mía la
apuesta, pero yo no te obligué a follarte a la que abriera la puerta, sin saber
quien era… - Héctor abre la boca para responder, pero se da cuenta de que es
cierto.
- No es justo, la he jodido pero
bien, tío, Sara no me va a perdonar. – se lleva las manos a la cara, y casi
echa a llorar de nuevo.
- No toda la culpa es tuya, su
madre también tiene algo que decir… ¿Cómo se habrá dejado?
- No lo sé, le apestaba el
aliento al alcohol, iría borracha o algo. – y ahora, es cuando Héctor empieza a
repasar en su cabeza todos esos detalles que podría haberse parado a pensar,
pero que no hizo.
- ¿Y cómo te fue? Ya sabes, con
la madre…- la pregunta le pilla tan fuera de lugar, que ni siquiera Héctor se
había dado cuenta.
- Pues…bien…a decir verdad… ha
sido un espectáculo, tío, me he follado a la madre, pero ella tenía que haberme
parado.
- No, si estaba necesitada, vete
a saber…
- ¿Y qué hago ahora? – Lorenzo se
encoge de hombros, y eso es obviamente insuficiente para Héctor. Se da cuenta,
y piensa en qué haría él
- Pues manda un mensaje
pidiéndola disculpas, a Sara y a su madre, explícalo sin detalles, di que
estaba oscuro o lo que sea, y deja pasar unos días, para que la cosa se calme,
y vemos cómo reaccionan ellas.
- A mí la madre me la suda, tío,
era Sara… ¡¿Joder, como he podido cagarla así?!
- Lorenzo le apoya una mano en el hombro, y le abraza con fuerza, por
que nunca lo admitirá, pero se siente algo culpable, sólo un poco.
- Venga tío, sube a casa, manda ese mensaje, y duerme,
mañana quedamos y hablamos más tranquilos. – Héctor levanta la cabeza, y
asiente, casi agradeciéndole sus palabras. Ese es el encanto de Lorenzo, te
mete en un lío, y hace que se lo agradezcas.
Héctor sube a casa, (y vamos a
seguirle). Tal como le ha dicho Lorenzo, le escribe un mensaje de texto a Sara,
uno largo y que repasa treinta veces
antes de mandarlo, explicando que fue un error, que pensaba que era ella, y que
la confundió con su madre, que no le
odie por ello, y que se lo pregunte a su madre, para que ella le aclare
por qué no le dijo nada o le detuvo. Héctor espera que así, la culpa se divida,
o al menos, él parezca menos culpable. Luego se echa a dormir, y repasa
mentalmente todo una y otra vez.
(Vamos a dar unos pequeños saltos
hacia delante en la historia, nos lo podemos permitir y tenemos ese poder.)
Sara no responde, ni esa noche,
ni durante cuatro largos días en los que Héctor y Lorenzo quedan a diario,
esperando alguna acción de parte de Sara, o de su madre. Héctor empieza a
ponerse nervioso, por que al segundo día, recuerda que se cepilló a la madre
sin condón, y que se corrió dentro de ella.
Lorenzo indaga con las chicas que
le veneran, amigas de Sara, y averigua que Sara lleva unos días sin hablar con
ellas, pero pese a que ellas dicen que no saben nada de ella, el rumor de que Héctor
se ha tirado a la madre de Sara corre como la pólvora. Lorenzo y Héctor no han
dicho nada, y no cree que Sara lo haya mencionado con nadie. Sólo queda una
persona, Tomás, que seguro que para vacilar con algún colega, habrá abierto la
boca.
Pero al quinto día, y con Héctor
a punto de un ataque de nervios, Sara le manda un mensaje de texto a Héctor,
diciéndole que se pase por su casa esa tarde, y que tenían que hablar. No se
atreve a ir sólo, y avisa a Lorenzo, que con algo de reparos, llama a Tomás
para que les deje el coche de su padre, y cómo siempre, se adhiera como una
lapa.
(Vamos con ellos en el coche de
camino a casa de Sara.)
El viaje a casa de Sara es tenso,
con Héctor y Lorenzo delante, y Tomás atrás, nervioso, pero riéndose entre
dientes, muy diferente a Héctor, que parece un cerdo camino del matadero, y
Lorenzo, un témpano de hielo. Se han arreglado un poco, van en zapatillas,
camiseta y pantalón largo, con una camisa
por encima, Lorenzo se la ha cerrado, pero Héctor está tan acalorado que
no puede, se ahoga. Tomás va con su chándal de siempre, que tiene agujeros por
todos lados, pero que parece ser su ropa favorita.
Al llegar, Lorenzo le echa una
mirada a Tomás que le deja fulminado en el asiento, sabe que se quedará en el coche, como un
perro, y se perderá la fiesta que sin duda, será la reunión. (Obviamente, nos
vamos con Héctor y Lorenzo, que Tomás se ase sólo dentro del coche.)
Si ya le costó un mundo caminar
hacia esa puerta la noche de autos, Lorenzo casi ha de empujar a Héctor hasta
la casa, y una vez enfrente, le da una palmada en la espalda, que logra que Héctor
deje de temblar, y golpeé con los nudillos en la puerta. Al escuchar pasos,
otra vez, más allá de la puerta, Héctor recobra las ganas de echar a correr,
pero Lorenzo está a su lado, y eso le da cierta confianza.
La puerta se abre de forma
brusca, y Sara aparece, vestida como siempre, top ajustado azul y falda blanca,
larga hasta las rodillas y vaporosa. Pese a que tiene un gesto de ira
controlado, está preciosa, con el pelo rubio suelto y el color de la furia
enrojeciendo sus mejillas.
- Pasad. – Sara le dedica una mirada
furtiva a Lorenzo, no le esperaba allí, pero está tan cabreada que no discute.
Los chicos entran, y acompañan a Sara hasta el salón. Héctor le dedica una
ojeada a la pared, contra la que se desvirgó hacía unos días, al pasar por el
recibidor, hasta el salón principal de la casa.
- Hola, chicos. – la madre de
Sara se pone en pie al verles llegar al salón. Casi como una ironía, va vestida
como su hija, un top ajustado marcando senos y una falda hasta los tobillos con
mucho vuelo, del mismo color marrón en ambas prendas, un reloj de pulsera
discreto, y zapatos elegantes con algo de tacón. Al ver a Lorenzo, más que
sorprenderse, sonríe alegre.
- Ho…hola – casi lo tiene que
escupir, por que Héctor no mira a la
cara de nadie, no puede. Si lo hiciera, se perdonaría un poco, por que Sara se
ha puesto al lado de su madre, y hasta Lorenzo, a plena luz del día, le cuesta
ver que son madre e hija, y no gemelas. Aunque el tamaño del busto es
inconfundible, la madre tiene más pecho, y con los zapatos le saca algo de
altura a su hija.
La madre deja un vaso de cristal
en una mesa baja en mitad del salón, con un hielo aguando y unas pocas gotas
que un alcohol color marrón, la mayoría de alcohol de ese vaso, antes lleno, ya
está en la corriente sanguínea de la madre de Sara. Esa mujer, se acerca a
saludar a Héctor, y hace un gesto con el pelo suelto, algo menos rubio que su
hija, para saludar a Lorenzo.
- Hola, soy la madre de Sara,
Carla, encantada - y se alza para darle dos besos a Lorenzo, lo que le basta a
él para oler el aroma inconfundible del ron.
- Un placer, soy Lorenzo, vengo a
acompañar a Héctor, ya que está hecho polvo por lo que ocurrió. – Héctor
agradece el detalle, Lorenzo sabe cómo manejar la situación.
- Ya, claro…- Sara se cruza de
brazos, y se sienta, iracunda, a un lado en un sillón blanco de tres personas,
viendo como su madre no aparta los ojos de Lorenzo.
- Por favor, sentaos, ¿Queréis
algo de beber? – señala un mini bar que hay a un lado del salón. Héctor niega
con la cabeza, a su vez, Lorenzo pone una sonrisa de tiburón enorme.
- A mí sí me gustaría algo, pero
no me gusta beber sólo.
- Tranquilo, yo ya me iba a poner
otra copa, ¿Qué bebes? – Carla le agarra del brazo, y lo arrastra al mini bar,
dónde no tarda ni tres segundos en reírse al escuchar “Lo mismo que usted”, cuchicheando entre
ambos.
Os podéis imaginar la cara de
Sara, entre la ira más potente, y la incredulidad más absoluta, al ver a su
madre, tonteando con Lorenzo. Pero Héctor está allí, de pie, mirando al suelo,
ajeno a todo, esperando.
- ¿Qué haces ahí? Siéntate – al
oír el tono de Sara, Héctor se activa, y camina al sillón, se sienta en el mismo de Sara, pero todo lo lejos que puede de
ella.
- ¿Y...y tu padre? – a Héctor le extraña no verlo allí.
- No está, y reza por que no se
entere de esto, es policía, ¿Sabes…? - no es que no lo estuviera ya, pero Héctor
se asusta un poco más.
- Sara, no seas brusca –se lo
dice su madre, mientras se sienta en el sillón de enfrente, de dos personas y
del mismo tono blanco que el otro. La mujer, todavía está pegada del brazo de
Lorenzo, que sin esperar a nada, deja su vaso, de ron a la mitad, en la mesa,
se sienta al lado de Carla, y pasa su brazo por detrás de ella, sobre el
respaldo, tomando pose de seductor,
haciendo que Carla deje el vaso, hasta arriba de ron, sobre la mesa baja en
medio de los sillones, y le dedique una sonrisa a ese joven de ojos verdes.
- Mamá, deja de beber y céntrate,
estamos aquí por…- no se atreve a decirlo, y se pone colorada. Su madre coge el
vaso, le da un trago para dejarlo por la mitad, y mira a Héctor, que le huye
con la cabeza.
- Estamos aquí por que tu amigo
me folló el otro día – Lorenzo no puede evitar dejar escapar una carcajada al
oírle decir eso a Carla, un segundo más tarde, y le hubiera pillado con la boca
llena de ron a palo seco.
- ¡Mamá! – grita Sara hasta casi
romperse la voz.
- Es lo que pasó, hija mía.
- Yo…lo lamento, señora,
yo…pensaba que…- a Héctor le tiembla la barbilla.
- Ya me ha dicho Sara que
pensabas que era ella, no te preocupes, y no te lamentes de nada, a mí me
gustó… - al decirlo, sorbe del vaso otro trago, y mira a su hija, que está con
la boca abierta, diciéndola con los ojos que
era cierto, Héctor le había echado un polvo que necesitaba.
- A Héctor le preocupa el tema de
haber eyaculado dentro de usted. - Lorenzo lo suelta, como si fuera un padre
preocupado, y Carla se gira hacia él, agarrándole de una rodilla.
- Que no se preocupe, tomé la
pastilla al día siguiente, y si mi marido no me ha dejado preñada desde que
nació Sara, mala suerte sería si por una noche loca tuviera un hijo de…
¿Perdona, como te llamabas? – Héctor la mira con ojos estupefactos.
- Héctor, se llama Héctor, mamá,
ya que te lo tiraste, al menos apréndete su nombre.
- Hija, yo que sé, ni se presentó…
- Lo siento, no es culpa suya, Héctor
venía por su preciosa hija, fue una
apuesta conmigo que ha salido mal, no debió ocurrir, ni sabíamos que estaba
usted en casa. – miente como un bellaco, pero sus mentiras suenan tan reales
que Sara asiente.
- No pasa nada, una ya se lo
olía… y por favor, deja de tratarme de usted, me siento muy vieja.
- Como quiera, era sólo por
cortesía ante esta situación, y de mayor nada, ya se ve de dónde sacó su hija
la belleza. – es como ver a un estafador en directo. Carla se tapa la sonrisa con una mano, y sin
apartar sus ojos de Lorenzo, le dedica un último trago a la copa, dejándola
vacía.
- Bueno, la verdad es que yo le
dije a Héctor en un mensaje que estaba sola…pero con mi madre – el silencio posterior a las
palabras de Sara, hace ver que sólo a ella le importa ese dato.
- Bueno…entonces… ¿Qué hacemos? –
Héctor casi susurra.
- Lo que quiere decir mi amigo,
es que si ya está todo solucionado, está muy arrepentido y no pretendía
faltarla al respeto. – Lorenzo arregla el desastre de intervención de Héctor.
- No, por favor, el error fue
mío, debí de…no debí dejar que pasara, él no hizo nada malo. – Clara esta
charlando con Lorenzo, es increíble que hablen entre ellos sobre Héctor, como
si no estuviera allí. Si te fijas bien, Carla no ha quitado la mano de la
rodilla de Lorenzo, y está haciendo círculos con el dedo pulgar sobre la parte baja de su muslo.
- La verdad…es que él no tuvo la
culpa del…del todo. – al decirlo, y oírlo de los labios de Sara, Héctor la mira
disimulando lo feliz que le hace escucharlo.
- Claro que no, te lo aseguro,
Sara, Héctor está perdidamente enamorado de ti. – exclama Lorenzo.
(No es que eso fuera un secreto,
pero parémonos un instante a mirar las reacciones de todos, es parte de la
magia de la que te he hablado).
Lorenzo al decirlo, simplemente
le da un sorbo a su vaso de ron, y le aguanta la mirada a Héctor. Obviamente, Héctor
echa chispas, quiere saltar la mesa baja, y ahogarle estrujándole el cuello, pero sólo aprieta con una mano el
brazo del sofá, tan fuerte que sus nudillos se blanquean. Por su parte, Carla
no aparenta tener una reacción evidente a lo que han dicho, está perdida en los
ojos verdes de Lorenzo, sintiendo un calor en sus entrañas que no sentía desde
que Héctor la tomó, y que antes de eso, no recordaba la última vez que un
hombre la hizo sentir, ni tan si quiera su marido. Carla se moja los labios,
y se puede deducir que necesita otra
copa. Por otro lado, y la reacción más importante de todas, es la de Sara. Es
la misma imagen de la vergüenza adolescente, se ha cruzado piernas en dirección
contraria a todos, y ha agachado la cabeza dejando que el pelo le caiga por la
cara, ocultando un rostro, tan hermoso como enrojecido.
- Eso es precioso…- por fin Carla
rompe esos segundos de silencio, que han parecido eones -… ¿Verdad, Sara? El
amor juvenil es tan…pasional. – está claro que lo dice con toda la entonación
sexual que puede, rememorando a Héctor dentro de ella, y mirando a Lorenzo con
deseo.
- Mamá, no ayudas…- casi por
instinto, Carla mira a su hija, que sigue con la vista perdida en la nada.
- No sé por qué te avergüenzas,
por lo que sé, tú también estás loca por él. – la incontinencia verbal de
Lorenzo crispa a Héctor, que se pone en pie enfadado, apretando los puños.
- ¡Eso no te incumbe, deja de…!-
ha cogido carrerilla, y Héctor va a dedicar un discurso que lleva días dando
vueltas por su cabeza, pero siente la mano de Sara coger la suya, y todo lo que
iba a decir, se le borra de la mente.
Héctor tarda unos segundos en
volver su mirada hacia Sara, estaba tan convencido de lo que iba a decir, que
ahora no expresarlo le supone un esfuerzo. Pero al girarse, ve los ojos de Sara
mirándole, sus mejillas están tan rojas como las suyas propias, pero allí está
de nuevo. Es esa mirada, esa sonrisa que Héctor casi no recordaba, llena de
alegría y de felicidad, por que otra vez, a Sara no le desagrada lo que ha
oído.
- Tengo algo de hambre, quizá, si
no es molestia, pueda ofrecerme algo de la nevera. – Lorenzo se pone en pie, y
cogiendo de la mano de Carla, que hasta hace nada estaba en su pierna, la pone
en pie. Está tan abstraída, que ni se da cuenta del artificio de Lorenzo para
dejar a su hija sola con Héctor, y sigue a ese joven tan apuesto hasta la cocina,
haciendo resonar los tacones al caminar.
Te puedo asegurar que en todo el
tiempo que tardan en salir del salón Lorenzo y Carla, ni Héctor ni Sara les
prestan la más mínima atención. (Nos quedamos Con Héctor y Sara, algo me dice
que es más interesante, aunque mi olfato suele fallar.)
Están cada uno perdido en los
ojos del otro, y nada, salvo ellos mismos, importa. Pasado lo que parece un
largo tiempo, Héctor agacha la mirada, y suelta todo el aire que puede, sin
dejar de sentir la mano férrea de Sara cogiendo la suya. Se termina sentando
junto a ella, pero mucho más cerca que antes, y pone sus dos manos encima de
las de Sara, acariciando con cariño.
- ¿De verdad te…te…vamos…yo…tú…?
– no le culpéis, Héctor sigue siendo él, pero Sara sale a su rescate.
- Pues…sí…no es que seas el amor
de mi vida, ni nada de eso…pero…me…me gustas... – lo suaviza, claro, está
dolida con Héctor, y no se siente cómoda al decir que ama o quiere a alguien.
Eso en sí, no cambia que Sara le quiere, aunque no lo diga, y pese a querer
odiarle por lo ocurrido, sabe que el chico que tiene delante cometió un error,
y está deseando perdonarle. -… ¿Y tú?
- ¿Y yo…qué? – se arrepiente en
ese mismo momento, Héctor está muy perdido, pero justo al decirlo se da cuento
de lo que se refiere Sara - …¡Dios, sí… te quiero…un montón!
Sara suelta una leve carcajada,
que para Héctor es como un martillo en su cabeza, cree que ha metido la pata,
pero no es así.
Es esa misma timidez, casi
estúpida, la que a Sara le gusta de él. Sara es guapa y está buena, ella lo
sabe, y como ella, lo saben todos los chicos, y todos la han entrado, de una
forma o de otra. Para Sara, lidiar con esos bravucones y salidos es casi algo
habitual, niños que juegan a ser mayores, y que van de listos con ella. Gente
como Lorenzo, pero no tan guapos como para que les dé crédito. En cambio, Héctor
es diferente, se pasó tres meses mirándola a escondidas, sin hablarla, pero sin
quitarla el ojo de encima, y cuando le
pilla mirándola, no puede evitar sonreírle de la forma más dulce que puede, o
cuando sabe que la está observando, exagera el movimiento de sus caderas al
caminar, para que él se quede embobado con el vuelo de su falda.
El día que se le cayó el móvil,
le dio tanta ternura, que le quitó la tarjeta a una amiga suya que la había
encontrado, y fue a devolvérsela ella en persona, quedando encantada con la
mirada de agrado de Héctor al verla. Era como un cachorrito de labrador al que
van a adoptar. “Dios, ¿Por qué no me habla?”, se decía Sara continuamente.
En realidad, Sara no sabe por qué
no la habla, lleva semanas acercándose a
Héctor y sus amigos, pero no lograba que Héctor diera el paso. Por eso,
cuando se enteró que Lorenzo le había dado su número, y vio el primer mensaje
de Héctor en su móvil, se puso su canción favorita a todo volumen en su cuarto,
y bailó sobre la cama un buen rato. Y charlaron, vaya que si charlaron, hasta
el punto de acostarse realmente tarde, y quedarse dormida con el teléfono sobre
el pecho, agarrado como un peluche, y soñando con cómo sería besarle, o cómo se
sentiría cuando la abrazase. Eso no quiere decir que Sara no se haya dado algún
beso largo con un chico, o que sea una santa, ha tenido sus líos aquí y allá,
pero nada como esto.
Y ahora, por azares del destino,
tiene a ese chico que le hace sonrojarse cuando la ve, delante de ella, con sus
manos acariciando las suyas, y mirándola a los ojos, habiendo declarado su amor
el uno al otro. Y pese a que la cara de Sara parece todavía disgustada, se
diría que poco la importa ya aquello que la enfadó, solo lo aparenta. Por
dentro de su cabeza, está sonando la misma canción que puso al recibir ese
primer mensaje, y da saltos sobre una cama imaginaria.
- Joder, no sabes cuanto…cuanto
lamento todo esto. – está nerviosa, Sara no sabe que va a pasar, pero quiere
que pase ya, y se pasa el pelo, del lado
de su cara en el que está Héctor por detrás de la oreja, de forma natural, pero
que hace que Héctor la quiera un poco más.
- No lamentes nada, no es culpa
tuya…yo fui un imbécil…estaba tan seguro de que no te…no te gustaba, que llamé
a tu casa y no me atreví a esperar que hablaras, por que no me hubiera atrevido
a besarte…y apareció una melena rubia, estaba oscuro, y me abalance sobre
ti…pero era tu madre. – a Sara se le abren los ojos, y si supiéramos leer la
mente, escucharíamos un “Ah, era por eso por lo que estaba enfadada, no me
acordaba”. Nos conformaremos con un
arqueamiento de cejas hacia un lado.
- No eres imbécil…sólo que eres
tan inocente que te daba vergüenza. – se descubre a sí misma justificando
al chico que se ha tirado a su madre.
- Es que…no suelo gustar mucho,
ya sabes, a las chicas. – la voz con que lo dice da algo de lastima, esa misma
lastima que a Sara le parece arrebatadamente sexy. Le pasa la mano, la que no
sigue sujeta por las de Héctor, por la mejilla, sintiendo en sus dedos la
incipiente barba adolescente, y el tacto la gusta.
- Pues son todas unas idiotas,
eres un encanto, y a mí… a mí sí me gustas. - “Por dios, bésame de una jodida
vez”, eso le quiere gritar Sara, pero recuerda que está enfada con ese chico,
se ha tirado a su madre, y se mantiene serena, con su mano en su mejilla.
- Entonces, ¿Puedes perdonarme?
Sé que la he cagado…pero no sé qué mas hacer. - como Héctor suelte otra frase
lastimera, va a poner cachonda a Sara, que sólo tiene ganas de que se le eche
encima, y la acoja en sus brazos, como recuerda que tenía a su madre.
- No hace falta que hagas nada,
se tiene que tener mucho valor para venir a mi casa después de…aquello, y mi
madre…bueno, mi madre bebe mucho…debió pararte… – Sara aparta su mirada de los
profundos ojos negros de Héctor, para evitar que se le incendien las mejillas,
y ve el sillón de enfrente vació, dándose cuenta de que su madre y Lorenzo no
están. Busca a su madre para culparla a ella de todo, pero ni se ha dado cuenta
de que Lorenzo se la había llevado –…Oye, vamos a hablar con mi madre, y
terminemos esto.
Héctor asiente, y se maldice, por
que ha estado seis veces a punto de saltar a los labios de Sara, pero no lo ha
hecho por que la ve dolida con él. Se levantan del sillón, y sin soltar su
mano, Sara le guía por la casa, hasta abrir la puerta de la cocina. Ni que
decir tiene que Héctor no aparta los ojos de la falda ondeándose de Sara, y que
esta, contonea su trasero con gracia para que eso ocurra.
La imagen al entrar en la cocina, es de la madre de Sara recostada
sobre la encimera, con la falda dada la vuelta hacia arriba, y las bragas por
los tobillos, con Lorenzo follándosela desde atrás, los pantalones bajados y
agarrándola de los pechos por dentro del top.
(Te dije que mi olfato me solía
fallar.)
Por segunda vez en una semana,
Sara se queda petrificada al ver a un adolescente tirándose a su madre. Al
primero que lo hizo, lo tiene cogido de la mano, por que iba a la cocina a que
su madre cargara con las culpas, y así tener vía libre para lanzarse a los
brazos de Héctor. La mano que Héctor tiene rodeando la delicada piel de los dedos de Sara, se ve apretada al
instante, y hasta que no levanta la mirada de la falda de Sara, Héctor no ve la
escena.
- Ma…mamá – es un hilo de voz, no
pasa nada si no lo oyes. Es lo normal, cuando te das cuanta que puede ocurrir
un accidente una vez, pero dos, no. “Mi madre es una guarra folla niños”, y no
hace falta leer la mente para saber qué piensa, su cara lo expresa claramente.
Es cuando Sara no se reprime, y
se gira acomodándose en el acogedor pecho de Héctor, este, tarda unos segundos,
pero la abraza con fuerza, tal como ella quería. Sin duda, Sara le tenía un
respeto a su madre que acababa de perder, y ya no necesita ni el permiso de
ella, ni sus palabras, para hacer lo que quisiera con Héctor. Hasta se siente
mal con Héctor, seguramente la zorra de su madre le sedujera y se callara, eso
parece mascullar Sara. El resumen es que, Sara no necesita más, toda la culpa
es de su madre, y Héctor la víctima, y
eso es lo que quiere creer.
Por raro que sea, ni Sara, dada
la vuelta hundida en el tórax de Héctor, ni el propio Héctor de cara, sintiendo
esa delicadez tan femenina de la chica que ama, se dan cuenta de los gritos de
placer que Carla suelta, al sentir cómo Lorenzo la está devolviendo a la vida
con cada penetración.
(Oh, esto me encanta, vamos a
rebobinar unos minutos para llegar a esta situación.)
El muy cerdo se ha aprovechado de
mí, o eso le dirá Carla a quien le pregunte. Según Lorenzo se la ha llevado a
la cocina, la ha empujado contra la nevera, y la ha besado, y no un torpe beso
de crío como los de Héctor, sino que la ha metido la lengua en la boca, y la ha
obligado a darse la vuelta sobre la encimera. Claro, el esfuerzo de Lorenzo por
hacerlo ha sido mínimo, que una es una señora, pero no es de piedra. Ese joven
le ha acariciando por todo el cuerpo, mientras escuchaba como se bajaba la
bragueta y los vaqueros. Cuando la ha levantado la falda, se ha visto obligada
a sujetarla, para que le pudiera bajar las bragas fácilmente. Se ha sonrojado
un poco cuando la voz de ese joven le ha dicho que su ropa íntima estaba
mojada, pero qué demonios, ha sacado la cintura, y ha esperado que se la
metieran. A ese chico no había que guiarlo, como al otro, este la ha acariciado
por fuera, lubricando la zona, y cuando ha querido, haciéndola rogar, se la ha
metiendo dentro de su húmedo interior.
Y desde entonces, ya le ha dado
igual todo, hasta que le metiera mano en las tetas, o que la soltara algún
azote que otro en su trasero. Carla ha estirado bien las piernas, y se ha
dejado follar como llevaba desando desde que Héctor
activara a la mujer necesitada que tenía dentro. Su marido es un buen hombre,
pero su trabajo de policía le tiene siempre fuera de casa, y esa sensación
excitante de estar casada con un agente de la ley, pasó hace mucho, y ahora son
dos desconocidos que se soportan a duras penas. Carla necesitaba sexo, y hasta
que Héctor irrumpió en su casa y la besó, no sabía cuanto.
A Lorenzo todo esto le divierte,
no te creas. Ahora mismo se está agarrando a la encimera, y dando golpes de
cadera tan seguidos que el sonido de los golpes en las nalgas de Carla es
rítmico. Ha sido una gran idea llevarse a la madre del salón, para ayudar a Héctor,
claro, el momento pedía intimidad, y qué menos podría hacer por su amigo. Así
que, viendo la predisposición de esa mujer, se la ha llevado a la cocina y se
la ha empezado a follar sin muchos esfuerzos. No es la primera vez que hace
algo así, pero sí con una mujer adulta, y le está encantando cómo Carla echa el culo hacia atrás, para que se la meta
más profundamente. (“Plass”, ¿Ves?, una palmada en el culo, y la señora gime de
gusto.)
Pasados unos minutos, Lorenzo se
cansa y le da la vuelta a Carla, esta, al verle el pecho fornido, desnudo y
sudoroso cuando Lorenzo se quita la camiseta, su cabello rubio a media melena,
y sus ojos verdes, se lanza a besarle. Lorenzo aprovecha y la mete mano para
quitarla el sujetador, con tanta habilidad que a Carla le gusta, y se baja los
tirantes del top para liberar sus senos. Lorenzo responde subiéndola a la
encimara, la sienta en ella, y la vuelve a penetrar, con una virulencia y
pasión, que a Carla la pone cachonda hasta
el punto apretarle contra ella usando sus piernas. Lorenzo, mientras lame uno
de sus pechos, estruja el otro, y sujeta de uno de los muslos a esa madre, que
desde que la ha visto, se la ha querido follar. Ella se mantiene firme con las
manos sobre él, queriendo agarrarse y
acariciar simultáneamente su
torso, joven y marcado, a la vez que siente cómo Lorenzo lame sus pezones de
una forma desconocida para ella.
Carla casi cree ver a su hija en
la puerta, pero está perdida entre el placer que recibe, y la situación tan
morbosa. Pero Sara y Héctor hace un buen
rato que se han ido, Sara no podía seguir viendo aquello, y en vez de
pararlo, prefirió seguir con su idea de caer en los brazos de Héctor, y se
llevo arriba, a su cuarto.
(Vamos a ver qué hacen la
parejita de enamorados.)
Igual que Héctor, te vas a quedar
con las ganas de sexo adolescente, por
que Sara está destrozada. Se ha tumbado en su cama, en un cuarto típico de
adolescente, con la cama hecha con sábanas rosadas, un escritorio desordenado y
pósters de grupos juveniles. Sara le ha pedido
a Héctor que se tumbara con ella, y la rodeara con los brazos por
detrás, para que se quede con ella un
rato, al menos, hasta que oigan dejar de
gritar a su madre en el piso de abajo. Héctor accede, algo tenso. Los gritos no
son solo de Carla, Lorenzo también gime, pero es que Carla está desatada. El
gimoHéctor, el sonido de golpes sensuales, y la duración de Lorenzo, muy
superior a la demostrada por Héctor, incomodan la situación.
Sara no es idiota, siente a Héctor
recostarse a su espalda, y al abrazarla,
sabe que ese bulto en su trasero, que nota a través de la fina falda
vaporosa, es el miembro de Héctor
endurecido, pero ella no está para muchas fiestas, se siente protegida y
querida entre sus brazos, y decide ignorar todo lo demás. Su único objetivo era
encontrar la forma de perdonar a Héctor, y pese a los inconvenientes, ya le tiene en su cama abrazándola. Mal no le
parece ir, pese a escuchar los inconfundibles alaridos de su madre,
- ¡AHHHHHH!
(¡Dios, como grita esa mujer!,
Carla tiene buenos pulmones, eso seguro, vamos a ver qué pasa abajo.)
Carla se abre de piernas todo lo
que puede, estirando hasta los dedos de los pies, por que ese niñato acaba de
provocarle el segundo orgasmo de su vida mientras se la follan. El primero, ya
te digo yo que fue el que la provocó Héctor al correrse dentro de ella hace
cinco días. Y este segundo es mucho mejor, por que Lorenzo no se ha corrido aún
y se la sigue tirando, sin dejar de chuparle un pecho de vez en cuando. El
alarido que suelta un minuto después, por otro orgasmo hilado con el anterior,
la hace abrir la boca, y soltar un grito que no recuerda desde que parió a su
pequeña Sara.
Lorenzo se ríe, le saca el
miembro y juega con su glande chapoteando a la entrada de su coño, tal como vio
en un vídeo x, gesto que ha mimetizado
hasta hacerlo suyo. Eso provoca que Carla se retuerza de placer, y parezca que
el orgasmo no tenga fin, como su grito.
(A mí, verla así, me da algo de
apuro, vamos arriba.)
Al escuchar el grito de su madre,
Sara se da la vuelta sobre sí misma, de cara a Héctor. Casi está por llorar,
pero Héctor la sorprende, deja su timidez a un lado, y la acaricia la mejilla
con tanta delicadeza que Sara deja de escucharlo todo, y se centra en sus ojos.
- ¿Por qué te daba vergüenza
besarme? Ya sabes, al venir el otro
día…– la pregunta deja a Héctor algo descolocado, pero se obliga a ser fuerte,
por que sabe que Sara lo está pasando mal.
- Me da mucha…me daba mucha
vergüenza hablar contigo, besarte era como algo…imposible. - Sara le sonríe con
ternura, y prepara su jugada, echándose el pelo de la cara hacia atrás.
- ¿Eso te detenía?
- Sí…es que eres muy guapa…y no
pensaba que te gustaba.
- Y ahora que sabes que me
gustas… ¿Qué te detiene? – y te aseguro que el segundo y medio que tarda Héctor
en darse cuenta de lo que le han dicho, hace que Sara esté segura de que ese
chico, es el amor de su vida.
Héctor se alza un poco, y Sara se
gira de medio lado para quedar boca arriba, con la cara de Héctor a escasos
centímetros de la suya. Casi guiados por el amor verdadero, cada uno elige una
mano, y la llevan a la mejilla del otro, y para cuando van a besarse, ambos
cierran los ojos.
No sabemos qué esperaban que
ocurriera, pero lo acontecido es mil veces mejor. Cualquiera que lo vea pensará
que es un beso de críos, lento, pausado y de poca intensidad, pero la corriente
eléctrica que recorre sus cuerpos es tan fuerte que Sara debe recolocarse un
poco, ya que algo la incomoda entre los muslos. Héctor, en cambio, termina el
beso, y alza la cabeza hacia la nada, con los ojos cerrados y suspirando, como
si Sara fuera el mejor manjar que nunca hubiera probado.
Al abrir los ojos, y mirar hacia
abajo, ve a Sara mordiéndose el labio de forma coqueta, sonriendo con sus ojos
pardos del color del caramelo clavados en los suyos, con una mano rascándole su
barbilla, y la otra mano sobre su pecho, acompasando las respiraciones
aceleradas de Héctor.
- ¡JODER, ASÍ, NO PARES MALDITO NIÑATO!
(¿Otro grito de Carla?, en fin,
bajemos.)
Abajo las cosas se complican.
Carla ha tenido el cuarto orgasmo de su vida, el tercero seguido a manos de
Lorenzo, que cansado de tener que alzarse sobre la encimera, ha bajado al suelo a Carla, la ha tumbado
boca arriba, y cogiéndola de una pierna, se la sigue metiendo sin descanso.
Carla está agotada, sudando, y el roce
en su interior empieza a escocerle. El maldito crío sigue tan campante, y a
ella le arde todo por dentro. Encima de
follar bien, Carla está convencida de que tiene una polla bien grande, por
que no ha sentido nunca que la abrieran
así.
- ¡Córrete ya, maldito cabrón,
córrete ya, que me duele! – la carcajada que suelta Lorenzo es casi demoniaca,
se vence sobre su presa, y la chupa un
pecho hasta que vuelve a jadear al ritmo que le pone la cadera de él.
- Vaya guarra estás hecha, te voy
a llenar ya de leche calentita, no te preocupes – al oírlo, Carla lo agradece,
y se obliga a elevarse y dedicarse unos minutos a mover la cadera para ayudar a
Lorenzo en la tarea.
Y Lorenzo cumple, pero no sin
antes dedicarle un buen ritmo final, con espasmos incluidos, que obliga a Carla
a mantener la respiración mientras siente los chorros de esperma llenarla, tal
como sintió el otro día.
Asfixiada, Carla se deja caer al
suelo, con los brazos en cruz, sintiendo el frío de la cerámica en su espalda,
encharcada en sudor. Y mientras Lorenzo sale de ella, con un sonido muy
particular, se dobla para seguir lamiéndola los pechos, unos minutos de
cortesía, para que ella dejara de temblar, y empezara a reírse sin parar. Las
risas se le contagian a Lorenzo, que no puede hacer otra cosa que tumbarse a su
lado.
- ¿De qué te ríes? – logra soltar
entre carcajadas Lorenzo.
- Dios, voy a necesitar empezar a
tomarme la pastilla otra vez…- sin entenderlo del todo, Lorenzo la sigue con su
risa, pero se pone en pie y se viste, con la visión de Carla tirada en el suelo
de la cocina, abierta de brazos y piernas, con su coño rebosando semen, y la
mirada perdida en algún punto del techo.
Lorenzo ya ha cumplido, y con
creces, ha distraído a Carla para que Héctor hiciera algo. Así que le busca,
(Vamos con él, Carla no parece muy capaz de hacer nada ahora mismo.) Al no
encontrar a Héctor o a Sara abajo,
Lorenzo sube al piso de arriba, y abre sin llamar el cuarto de Sara. Ve a Héctor encima de Sara, besándose como
niños, con una mano en la cadera de Sara, que se revuelve sensual bajo él, pero
nada más.
- Eh…- al oírle, Héctor salta de
la cama temiendo que sea el padre de
Sara. Pero al ver a Lorenzo, se calma, mientras Sara se ajusta un poco el top,
y se baja la falda lo que se la había subido en
esos minutos de gloria celestial junto a Héctor.
- ¡Eres un puto cerdo! Te has
follado a mi madre… - le increpa, por que el orgullo le dice que debe, pero sin
convicción alguna.
- Y este mamonazo de aquí
también, y bien arrimados que estabais…– Sara se lanza a por Lorenzo, dolida, y
como respuesta, le da un sonoro bofetón que le gira la cara.
- No eres ni la mitad de hombre
que Héctor, y ni sueñes que seguirás sus pasos conmigo.
- Si ya has acabado, yo me voy, Héctor,
¿Te vienes? – Héctor mira a Sara, está furiosa, pero al mirarla, no puede
evitar pensar en lo bien que sabían sus labios hacía unos instantes, y que lo que acaba de decir Sara,
le hace estar contento.
- No sé… ¿Me voy? – la ingenuidad
de Héctor calma a Sara, que se gira con brío hacia Héctor, y le coge de la
cabeza para darle un suave beso en los labios, y que sepa que no está enfadada
con él.
- Sí, es mejor, así hablo con mi
madre, pero…no sé, podríamos quedar, y eso…- al sentir que Héctor la coge de la
cintura, se le escapa un suspiro, y cierra los ojos para sentir de nuevo sus
labios en los suyos.
- Claro, cuando tú quieras…yo…yo
estaré atento al móvil – Sara le da un toquecito con la nariz en la barbilla,
algo dulce para que la recuerde, y se dan un último beso en los labios, rápido
y fugaz.
Bajan los tres a la puerta
de casa, con Sara y Héctor de la mano.
No es algo que podáis saber apreciar, pero Sara
da saltitos alegres en cada escalón, y al llegar al último, salta a los
brazos de Héctor, para que la rodeé con sus brazos manteniéndola en el aire,
con ganas de no soltarle. Pero lo hace, por que oye a su madre llamarla
desde la cocina, lo que hace que al despedirse de Lorenzo, le dé otro manotazo
en el hombro. Sabe que no le puede hacer daño, pero al menos, así cree que
tiene la última palabra.
Sara se queda en la puerta, (Y
nosotros con ella.), viendo cómo
vuelven, al coche en el que han venido, su amor verdadero y Lorenzo,
hasta le parece ver a otra persona en el coche. Sara saluda con entusiasmo a Héctor,
que se ha quedado mirando por la ventanilla del copiloto hacia ella, que cuando la ve, pone una mano en el
cristal, y la guiña un ojo.
Sara se pega ambos puños cerrados a la barbilla, y gira sobre sí
misma, tan feliz que casi resbala, pero el vuelo de la falda la sirve para
medir la posición, y va danzando a la
cocina. Poco la importa ver a su madre a cuatro patas, gateando, con restos de
algo entre sus muslos. Lo que quiere es gritarla por guarra, por follarse a dos
adolescentes estando casada, y por encima de todo, por estar a punto de
estropear lo suyo con Héctor.
Sara tardará una media hora en
darla una ducha, y aprender en vivo los secretos de la higiene femenina después
de un coito, de la mano de su madre.
(Aquí ya no hacemos nada,
volvamos al coche con Héctor, Lorenzo, y un ansioso Tomás.)
El camino de vuelta en el coche
es diametralmente opuesto a la ida. Tomás, que si os acordáis estaba en el
coche todo el rato, pregunta insistentemente qué ha pasado, pero ni Héctor ni
Lorenzo abren la boca. En cuanto lo hagan, Tomás se ocupará de que lo sepa
media ciudad, y por ahora, todos quieren discreción. Se inventan sobre la
marcha una discusión creíble, y Tomás se la traga, por que no pude ni imaginar
lo que ha pasado en la casa. Sólo repite una y otra vez.
- Joe, tronco, y todo por una
apuesta…
Fin
………………………………………………………….
Epílogo.
El final de la historia no
existe, toca regresar junto a la hoguera. Salimos del coche y empezamos a
elevarnos, tan rápido que casi te puedes marear, será mejor que cierres los
ojos, como antes, y así evitaremos sustos. Mientras, trataré de hacer un
resumen para que tú, ya que me has acompañado en este viaje, sepas un par de cosas
del futuro.
Héctor y Sara empezarán a salir, y pasadas unas semanas, se harán
novios, y un mes después tendrán su noche especial, preparada a conciencia por Héctor,
para que Sara pierda su virginidad con él, tal como debió de suceder. Van a ser
una pareja muy sólida, de esas que duran muchos años, tantos que en las bodas
de plata, se reirán de cómo empezó su relación, explicándosela a sus nietos.
Lorenzo se seguirá cepillando a
Carla durante un año, más o menos. No será raro, todos irán a casa de Sara muy
a menudo, y hasta harán cenas y fines
de semana juntos. La historia de Lorenzo no puedo contarla, como narrador de
sólo esta historia, su futuro se vuelve tan turbio que no logro alcanzar a
verlo. Me atrevo a aventurar que, visto lo de estos sucesos, Lorenzo no va ha
ir por el buen camino.
El futuro de Carla es mucho más
fácil de ver, no sólo Lorenzo se la trajinará, con el tiempo, Tomás se la
tirará también. Cuando Carla decida dejar de jugar, y separarse de su marido,
estará unos años de pendoneo en la asociación de padres del colegio dónde
estudió su hija, no sé si lo captáis….Hasta que encontrará a un joven de unos
veinticinco años que le gustará lo suficiente como para volver a casarse. La
querrá durante dos años, lo que le durará a Carla su belleza, y el dinero de
su parte del divorcio. Carla terminará
sola, rodeada de gatos, pero sin arrepentirse de nada, o al menos, eso les dirá
a los gatos.
Tomás era un imbécil, es un
imbécil, y su futuro no puede ser otro que el de ser un imbécil. Sí, se follará
a Carla, un día de borrachera en que ella crea que es Lorenzo, y cuando se la
termine de follar, ella se reirá tanto de él, por lo poco que duró y lo pequeña
que la tenía, que Tomás se suicidará dos meses después, en un accidente de
coche, hasta arriba de cocaína. El detective que llevará el caso no sabrá nunca
si la cantidad de droga en sangre que dictó el forense era ingerida por propia
voluntad o no, pero el suicidio conlleva mucho menos papeleo, y ya que por
suerte se estampó contra un muro, sin daños a terceros…Caso cerrado.
Por si te interesa, sí, el marido
de Carla, y padre de Sara, acabará
enterándose de las infidelidades con jovencitos de su mujer. Pero no
tendrá nada que ver en la muerte de Tomás, que te veo venir. Se enterará años
más tarde, y para entones, esa bruja que le dejará sin nada, le importará bien
poco.
Ya está, puedes abrir los ojos,
es reconfortante sentir de nuevo el suelo bajo tus pies, eh…Magia, eso te
prometí, y no puedes decirme que no ha sido entretenido.
Bien, esta es la historia, no hay
más, eso es todo. ¿Dónde pongo el cazo para que me echéis unas monedas? …Venga,
no me miréis así, que la cosa está muy jodida, si os ha gustado, merezco comer,
al menos hoy... (Joder, sí ya me decía mi madre que la vida de artista era
compilada, debí estudiar medicina como mi primo, él sí que vive bien el muy…)
Fin.
3 comentarios:
Grandiosa puesta en escena. Podría haber sido mejor o diferente, pero también menos original y sin gracia.
Sin embargo, esta puesta en escena es la misma que merma los inicios del relato con una narración demasiado tediosa. Me imagino al cuenta cuentos con los ojos en blanco soltando todo lo que le viene a la mente sin ningún tipo de emoción. Y eso es lo que me transmite el relato con la narración en presente y el uso constante de los nombres de los personajes para referirse a ellos.
La escena inicial, con los amigos en el coche, se me ha hecho tremendamente lenta. Creo que se dan demasiadas vueltas sobre el asunto de la apuesta, algo que se podría haber resuelto de una forma mucho más rápida y amena.
La cosa mejora bastante con el polvo y la sorpresa que hay detrás de él. Aunque en todo momento algo me olía mal, pensando dónde estaba la madre si había olido a alcohol, qué coño hacían follando en la entrada si les podían pillar o por qué no usaban preservativo, en ningún momento pensé que se había equivocado de rubia. Muy bueno. Y la huida también ha sido divertida.
Me ha gustado mucho el grupo de amigos. Me he imaginado la típica pandilla de pelis de Spielberg como los Goonies o Super 8.
El ritmo vuelve a hacerse cansino cuando Héctor y Lorenzo vuelven a la casa de Sara. Por cierto, por un momento pensé que habría gang bang con Tomás también interviniendo. Lo bueno de esta parte es el contraste entre la inocente relación de amor de Sara y Héctor y la salvaje relación sexual de Carla y Lorenzo.
Por último, un buen detalle el saber el futuro de los personajes de la historia. Por cierto, no me veo yo a Héctor contándole a sus nietos que se folló a su suegra jajajaja
En general, el relato está muy bien escrito. Y es por eso que me chocan algunas faltas, erratas, ausencias de comas o acentos mal puestos. No son muchos los descuidos y no hacen que desmerezca el resto, pero sí empañan un poco.
En resumen, un relato original en la historia y en la forma de narrarlo, pero que, por momentos, se hace demasiado lento. Aún así, es un muy buen texto.
Perteneciente al Escuadrón De Comentaristas Voluntarios.
Lo mejor: El comienzo con ese narrador omnipotente, como has roto el cuarto muro en algunas ocasiones (lo de las bragas que casi nos pasan por la cabeza me ha parecido genial) y el epilogo con el futuro de los personajes.
Lo peor: La retórica que ha estado presente la mayoría del relato, lo tedioso que ha sido leer una y otra vez los nombres de los protagonistas, pues no has usado ningún sinónimo para dirigirte a ellos y como, en ocasiones, has hablado con el lector como si fuera un descerebrado.
Este relato es un verdadero ejemplo de como las mejores intenciones no dan siempre un buen resultado. Aunque me ha encantado la idea del cuentacuentos, el ritmo del lenguaje se ha visto mermado por repetir una y otra vez lo mismo, sin avanzar en la historia en la primera parte del relato.
Al igual que no soy muy amigo de esos relatos donde parte de la trama (sino toda) se deja en manos de la imaginación del lector (un poco el “hagaseloustedmismo” de IKEA), este relato peca de todo lo contrario. Has sido demasiado minucioso en tu narración y esta ha perdido ritmo.
Al leerlo he tenido la sensación de que no se ha acertado con la forma de llevar la narración, pero que de haberlo hecho (por lo menos para mi gusto) hubiera disfrutado mucho de ella, pues la historia tiene mucho potencial.
Por último, al no ser que seas un publicista que hayas vendido tu idea a un fabricante de coches, la génesis del argumento dista mucho de ser original.
Machi
Un comienzo... original. Aunque me he quedado un poco confuso. Me ha recordado a un hipnotizador que pide a su paciente que cierre los ojos mientras narra con voz calmada... No me ha gustado, pero reconozco que es diferente.
Continuo leyendo ese... prologo. Es arriesgado para el autor ya que como narrador esta hablando de emociones. A un lector no le puedes decir lo que está sintiendo. En este caso el narrador dice: ''Sé que estás emocionado...''. ¿Perdona? Como puedes saberlo? La verdad es que solo siento indiferencia ahora mismo, ni me está gustando ni me está desagradando.
Mi consejo al autor es no dar por hecho lo que siente el autor, no le digas al autor como debe sentirse, porque lo que a unos nos provoca indiferencia a otros les puede provocar desagrado o malestar.
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En el momento de presentar a los personajes (Ya tenemos un nombre, ya tenemos dos nombres) esta información está entre paréntesis... ¡Es obvio que ya sabemos dos nombres! Tengo la sensación de que el narrador me trata como un imbécil sin comprensión lectora jejeje.
Nota para el autor: No pongas a los lectores las cosas tan fáciles, deja que saquemos nuestras propias conclusiones. Sino la lectura puede llegar a volverse aburrida.
Además creo que esta mal relatado en el sentido de puntos, comas y diálogos.
No tiene forma de historia y los diálogos, no, mejor dicho los incisos de estos están muy inflados, leer un solo dialogo puede llegar a aborrecer mucho.
Espero que el autor/la autora no se tome a mal estas críticas porque con ellas lo único que quiero es ayudar.
PD: (Ya tenemos tres nombres) ...
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''Al fin, contesta Lorenzo'' ---mal escrito o estructurado---> -contesta al fin Lorenzo. <--- así estaría mejor escrito.
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Durante la historia el narrador interrumpe constantemente la historia haciendo comentarios que no vienen a cuento. Esto quedaría bien en una pelicula, o en una novela que consigue enganchar al lector. Sin embargo si no tienes ese gancho inicial o continuo, estas interrupciones arriesgan toda la historia a que el lector se canse y cierre el relato.
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*No voy a continuar ''criticando'' estos aspectos porque quedaría como un ''hater'' y ni de lejos es eso lo que pretendo, además de que me quedaría un comentario demasiado largo y no puedo permitirme el lujo (ya que me quedan 5 relatos a parte de este) por comentar jejeje
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El relato no me ha gustado, no me ha enganchado en ningún momento... Si tengo que destacar algo considero que es el empeño del autor/a, su esfuerzo y dedicación, la originalidad y, quizás, el resultado.
Veo comentarios muy buenos en el relato, pero para mi desgracia no estoy de acuerdo. Como digo, aprecio los esfuerzos del escritor pero la historia en si se me ha hecho pesada y difícil de leer. Si tengo que decir motivos quizás sea fruto de algunos errores, de la forma de escribir o de las interrupciones del narrador.
Un abrazo muy fuerte al creador/la creadora de la historia y espero que no le moleste una crítica sincera como esta.
Zorrito
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